“1914. De la paz a la guerra” de Margaret McMillan. Olvidar la historia puede llevar a repetirla de nuevo

1914Que el año 2014 podía originar la proliferación de novedades referentes a la Gran Guerra era de conocimiento general; que fuese tal el alud de textos, una “Granguerraexploitation” en toda regla, convirtiéndose en algo inabarcable, no era quizás tan predecible. No quiero ni pensar cuando lleguemos al 2039, teniendo en cuenta la mayor popularidad de la Segunda Guerra Mundial.

Entre tanto libro es difícil tener un criterio claro sobre cuál escoger, así que os voy a ayudar, dentro de mi humilde contribución, con algunos de los textos de referencia. El que traigo hoy es imprescindible y no debería quedar enterrado entre otros tantos no tan rigurosos; se trata de “1914. De la paz a la guerra” de la británica Margaret McMillan que nos acercó Turner el año pasado. McMillan no se centra en la guerra en sí, sino en indagar en las posibles causas que llevaron a desencadenar el conflicto más allá del famoso atentado, que fue simplemente la gota que colmó el vaso.

En la introducción encontramos las claves de las hipótesis que seguirá más adelante en su voluminoso análisis y que sirven para subrayar su importancia; en primer lugar, resaltar el hecho de que olvidar puede llevarnos a otra situación parecida en la actualidad, nada es inexorable:

“Resulta cómodo encogerse de hombros y decir que la Gran Guerra fue inevitable; pero se trata de una conclusión peligrosa, y más teniendo en cuenta que nuestro mundo se asemeja en algunos aspectos, aunque no en todos, al de los años previos a 1914, es decir, al mundo que fue barrido por la guerra.”

En segundo lugar aboga por un estudio analítico y pormenorizado del contexto anterior a dicha guerra:

“Al tratar de interpretar los acontecimientos del verano de 1914, deberíamos meternos en la piel de nuestros antepasados de hace un siglo, antes de insultarlos, criticarlos y acusarlos. […] Una cosa está clara: a la hora de tomar sus decisiones, o de eludirlas, tuvieron muy presentes otras crisis y situaciones previas.”

A partir de ahí nos encontramos con un ensayo exhaustivo donde la claridad de la exposición se convierte en su mayor cualidad, por encima de “lo literario”; es abrumadora la cantidad de datos y la rigurosidad con que son presentados capítulo a capítulo empezando, como no podía ser de otra manera, por los ingleses a través de Lord Salisbury que reflexionó por primera vez sobre el ascenso como nación de los Estados Unidos:

“Ninguna nación parecía desagradarle más que las otras; salvo Estados Unidos. En los estadounidenses encontraba todo cuanto le disgustaba del mundo moderno: eran codiciosos, materialistas, hipócritas, vulgares y creían que la democracia era la mejor forma de gobierno. Durante la guerra de Secesión fue un apasionado defensor del bando confederado, entre otras cosas porque pensaba que los sureños eran caballeros y los norteños no. Pero, además, porque temía el auge del poderío estadounidense.”

No falta ninguno de los participantes en la generación del conflicto, especialmente el caso de los alemanes y su emperador Guillermo II, figura clave, por su forma de ser en el ascenso de Alemania y en su actitud general:

“La errática conducta de Guillermo, sus entusiasmos cambiantes y su propensión a hablar demasiado sin pararse a pensar, contribuyeron a crear la imagen de una Alemania peligrosa, de un estado inconformista que no acataba las reglas del juego internacional, y que estaba decidido a dominar el mundo.”

Lo mismo podemos decir de Rusia, ahogada por sus problemas económicos y que, sin embargo, sería una de las partes preponderantes y el principal artífice de su antagonismo con Alemania y el imperio Astro-húngaro:

“El dilema era similar al que debería enfrentarse la Unión Soviética más tarde, durante la guerra fría: las ambiciones rusas estaban plenamente desarrolladas, pero no así su economía ni su sistema tributario. En la década de 1890, Rusia gasta menos de la mitad por soldado que Francia y Alemania. Además, cada rublo empleado en el ejército era un rublo que se dejaba de invertir en el desarrollo”.

Sorprende la capacidad de la inglesa para discernir todas las pequeñas causas que generaron la situación final, me llamó especialmente la atención el aumento de burocracia de los Austro-Húngaros, principalmente porque dicho aumento significó disponer de menos dinero cuando se estaba produciendo una carrera armamentística a gran escala:

“Entre 1890 y 1911, la burocracia creció en un doscientos por cien, debido principalmente a nuevos nombramientos. […] No es de extrañar que la opinión pública prefiriera referirse a la burocracia como un viejo jamelgo deslomado; pero sus consecuencias estaban muy lejos de ser jocosas. El desprecio por lo que el escritos satírico vienés Karl Kraus llamó “burocretinismo” contribuyó a menguar aún más la confianza pública en su gobierno; amén de que el coste de la burocracia significaba, entre otras cosas, que había menos dinero disponible para las fuerzas armadas.”

No faltan referencias al nacionalismo alemán (“El nuevo nacionalismo no auguraba nada bueno para las minorías, ni en el plano lingüístico ni en el religioso. ¿Podrían alguna vez los polacoparlantes ser verdaderamente alemanes? ¿Y los judíos?”) y a la progresiva degeneración europea reflejada en el libro homónimo de Max Nordau publicado en 1892:

“Degeneración, traducido a varios idiomas y comercializado en toda Europa, atacaba con energía el materialismo, la avaricia, la búsqueda incesante del placer y la pérdida del apego a la moral tradicional, tendentes a la “lascivia desenfrenada” que estaba destruyendo la civilización. Afirmaba Nordau que la sociedad europea “avanza hacia su ruina definitiva porque está demasiado desgastada y flácida para acometer grandes empeños.”

Lo bueno del análisis es que no se queda solo en los hechos políticos o socioeconómicos sino intenta integrarlo con “lo emocional”, así lo expresó uno de los mayores pacifistas:

“Incluso Angell, que tanto se había esforzado por persuadir a sus lectores de que la guerra era irracional, se vio obligado a admitir: “Hay algo en la guerra, en su historia y su parafernalia, que exalta profundamente las emociones y calienta la sangre en las venas hasta a los más pacíficos, y que apela a no sé qué instintos remotos, por no mencionar nuestra natural admiración por el valor, nuestro gusto por la aventura, por el movimiento y por las acciones intensas.”

No hay que olvidar que la guerra estaba vista como una posibilidad de ser un héroe; esta ansiedad vital del hombre es inherente a nosotros mismos y la guerra sirvió para este propósito igualmente. De hecho, es entonces cuando surgieron las famosas batallas aéreas, y el Barón Rojo fue uno de los grandes protagonistas.

McMillan ni siquiera se olvida de Italia, aunque sea, en este caso, para ridiculizarla de una manera poco caritativa…

“Los extranjeros iban a Italia por su clima y sus muchas bellezas, pero también se reían de ella, consideraban a sus ciudadanos encantadores, caóticos, infantiles; pero no un pueblo digno de ser tomado en serio. En asuntos internacionales, las demás potencias, y hasta sus propios aliados de la triple alianza, tendían a tratar a Italia con desdén.”

En la parte final llegamos a las conclusiones que resultan clarificadoras. Podemos enfocarlas en tres puntos principales:

1º La no existencia de una única causa generadora del conflicto:

“El comité entrevistó a docenas de testigos, pero, como cabía esperarse, no logró presentar pruebas. La Gran Guerra no tuvo una única causa, sino que fue provocada por una combinación de factores y, en última instancia, de decisiones humanas. Lo que hizo la carrera armamentista fue elevar el nivel de las tensiones en Europa y presionar a los líderes para que apretaran el gatillo antes que el enemigo.”

2º El papel fundamental de la Gran Guerra como detonador de la fe en el avance de la civilización; la situación actual no hace más que convencernos de este hecho:

“La Gran Guerra marcó un giro en la historia de Europa. Hasta 1914, Europa, con todos sus problemas, confiaba en que el mundo se estaba convirtiendo en un lugar mejor y en que la civilización humana estaba avanzando. A partir de 1918, ya no era posible para los europeos semejante fe. Mirando hacia el pasado, hacia su mundo perdido antes de la guerra, solo podían tener una sensación de pérdida e inutilidad.”

3º La imposibilidad de obtener respuestas y sin embargo, hacernos más preguntas (esto es una paradoja en sí misma, sobre todo ante lo abrumador de la presentación de datos de la inglesa):

“Una vez más, las preguntas son tantas como las respuestas. Acaso a lo más que podamos aspirar sea a entender lo mejor posible a aquellos individuos que debieron decidir entre la guerra y la paz, así como sus fuerzas y sus debilidades, sus amores, sus odios, sus prejuicios. Para ello tenemos también que entender su mundo, los supuestos de la época. Hemos de recordar, como lo hicieron estos líderes, lo que había sucedido antes de la última crisis de 1914 y las lecciones que se sacaron de las crisis marroquíes, de la de Bosnia, o de los sucesos de las primeras guerras balcánicas. […] Y si quisiéramos señalar culpas desde nuestra perspectiva del siglo XXI, podríamos acusar de dos cosas a quienes llevaron a Europa a la guerra. Primero, de falta de imaginación para ver cuán destructivo sería un conflicto semejante; y segundo, de falta de valor para enfrentarse a quienes decían que no quedaba otra opción que ir a la guerra. Siempre hay otras opciones.”

Me quedo sin embargo con la última parte de este párrafo: qué importante es llegar a calibrar las consecuencias de nuestros actos antes de realizarlos, y en base a esto, siempre, siempre, buscar la mejor opción posible a cualquier conflicto, hasta los cotidianos.

Excelente lectura la que nos trajo Turner; uno de esos libros que se tienen que convertir en referencia obligada cuando se habla de la Primera Guerra Mundial.

Los textos vienen de la traducción del inglés de José Adrián Vitier de “1914. De la paz a la guerra” de Margaret McMillan en Turner.

3 thoughts on ““1914. De la paz a la guerra” de Margaret McMillan. Olvidar la historia puede llevar a repetirla de nuevo

  1. Me encanta, me encanta, me encanta! No sólo el libro, sino tu reseña que es brillante y muy exhaustiva.
    Gracias por la orientación que das a todo el mundo sobre este tipo de ensayos. A veces entre tantas publicaciones nos perdemos en la inmensidad, y escogemos textos que no son tan fieles a la realidad como este que nos traes.
    Cada vez voy teniendo más olvidadas mis nociones de historia y estos libros las mantienen vivas. Me encanta el estilo tan directo de la narración, tan fluido, tiene que deborarse de cabo a rabo.
    Ahora que tengo fresco 1913 por el libro que he terminado hace unos días, es el momento perfecto para este 1914, no crees?

    • Qué pasada, me encanta tu entusiasmo siempre.
      Sí, yo creo que es una lectura perfecta… y este año buscaré el texto definitivo sobre La guerra en sí y nos ponemos bien al día.
      Lo fascinante es que yo odiaba la historia y ensayos tan bien pensados como este o los de la colección de Atico Historia me están descubriendo lo bonita que puede ser la historia si se sabe contar.
      Muchas gracias!

  2. Pingback: “Historia en viñetas de la Gran Guerra” de Louis Raemaekers. Una visión pictórica de la Gran Guerra. | Lectura y Locura

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