La Gran Novela Americana: Paralelismos entre “El gran Gastby” y “Libertad”

Cada vez que un autor norteamericano de cierto relumbrón, lo que llamamos “literario”,  saca un nuevo libro, la crítica especializada no tarda en especular, si el caso lo merece, si estamos ante la “Gran Novela Americana”. Este término fue acuñado en 1868 por el escritor norteamericano John William De Forest en el ensayo homónimo para el periódico The Nation en 1868. Así decía:

                “But the Great American Novel–the picture of the ordinary emotions and manners of  American existence–the American “Newcomes” or “Miserables” will, we suppose, be possible earlier.”Is it time?” the benighted people in the earthen jars or commonplace life are asking. And with no intention of being disagreeable, but rather with  sympathetic sorrow, we answer, “Wait.” At least we fear that such ought to be our answer. This task of painting the American soul within the framework of a novel has seldom been attempted, and has never been accomplished further than very partially– in the production of a few outlines.”

Para De Forest la clave estaba en que tenía que ser “la imagen de las maneras y emociones ordinarias de la existencia del pueblo americano” (“the picture of the ordinary emotions and manners of American existence”), es decir, pintar el espíritu americano dentro de una novela (“this task of painting the american soul within the framework of a novel”).

Según ha pasado el tiempo este concepto se ha extendido por parte de críticos y escritores: ahora esta novela se distingue tanto en maestría como en el tema y debe ser totalmente representativa del “zeitgeist” de los Estados Unidos en el tiempo de su escritura, añadiendo de esta manera una dimensión temporal a la ya cultural, intelectual y social que tenía el término en sus inicios. De ahí que no se pueda hablar de una Gran Novela, sino, más bien, de un conjunto de novelas que conformarían este mito y que incorporarían la cuestión del “Sueño Americano” (y de los héroes, entendiendo como héroes los americanos como símbolos de este sueño).

A lo largo de la historia se han ido sucediendo las novelas que han sido incluidas en esta lista, desde Mark Twain (“Las aventuras de Tom Sawyer”) y Herman Melville (“Moby Dick”), pasando por Faulkner (“El ruido y la furia”) y Salinger (“El guardián en el centeno”) hasta llegar a Pynchon (“El arco iris de gravedad”), Delillo (“Submundo”), Roth (“Pastoral Americana”) o Cormac McCarthy (“Meridiano de sangre”), entre otros…

De todas ellas, me voy a centrar en particular en “El gran Gatsby” de Francis Scott Fitzgerald (1925) y en “Libertad” de Jonathan Franzen (2010), se está acercando el siglo de publicación de la primera y la segunda es una de las novelas más actuales que ha sido digna de ser considerada como tal.

Lo más sorprendente es que, a pesar de lo separadas que están en el tiempo de publicación, los paralelismos que se ven entre ellas son más que evidentes, también tienen sus diferencias por supuesto, pero la base es bastante común:

Fitzgerald planteó su gran novela como un reflejo de la sociedad, la que él mismo llamó la generación perdida (“Lost generation” o “Jazz Age”) y su respuesta ambivalente ante el contraste que se estaba dando, por un lado le gustaba saborear todo lo bueno que tenía la época, un tiempo en el que, contra el recuerdo de la Gran Guerra (la primera guerra mundial) se contraponía un entorno en el que la filosofía de “aprovechar el momento” imperaba y se usaba como alienación para poder dejar atrás el horror; por el otro lado detestaba la superficialidad de dicha generación, consecuencia directa del “carpe diem”. En Libertad Franzen lo refleja igualmente, no ha habido Gran Guerra, pero sí ha habido “11-S” y después de eso nada puede ser igual (“Lo único que Joey deseaba era que la vida normal regresara cuanto antes”, refiriéndose al evento)

En “El gran Gatsby” se plantea una crítica del mundo moderno cada vez más mecanizado, lo pastoral se opone a lo mecánico, la sociedad se mecaniza tanto, que la cultura solo es exitosa si se consigue el éxito material. Se produce una trágica separación entre el idealismo personal y el verdadero y cruel mundo real. En “Libertad” Walter Berglund realiza una lucha del ecologismo en contraposición al orden inherente que destruye lo natural, que destruye el mundo (“Joey deseó que hubiera otro mundo, un mundo más sencillo en el que fuera posible disfrutar de una buena vida”).

Gatsby es la traza del hombre hecho a sí mismo, un Adán americano abanderado del “Sueño Americano”, sigue el espíritu de la meritocracia, la simple noción de trabajar duro y obtener una recompensa por ello. Como seguidor del mito artúrico, el escritor hace que encarne este caballero en la búsqueda del Grial, una búsqueda valiente inspirada por aspiraciones nobles: el amor de Daisy Buchanan; sin embargo Fitzgerald cuestiona los límites de este sueño ya que la forma en que ha conseguido mejorar está basada en medios como poco oscuros. Walter Berglund en “Libertad” representaría el caballero en busca del Santo Grial, que en este caso igualmente se trata del amor, el de su esposa, el de su familia, el del mundo a través del ecologismo y su lucha contra la política, el fraude, la corrupción. Tampoco se puede decir que todo lo consigue sea con medios éticos.

Sorprende en el caso de Franzen la forma de narrar su historia, ya que, aunque cambia frecuentemente de punto de vista (se sirve de los vecinos, de los hijos, del amigo de Walter para pintar el retrato de toda la familia, y al mismo tiempo de la sociedad), sin embargo casi siempre utiliza un narrador omnisciente, por encima de todos los personajes y sin darles voz. El escritor está de esta manera por encima de la historia, es su historia o lo que él piensa. Afortunadamente tenemos el relato de Patty Berglund mediante un relato de su participación en lo que acontece narrado en tercera persona, una narradora que narra la acción y participa en ella. No hay mucha diferencia entre ella y Nick Carraway, el gran amigo de Jay Gatsby, narrador parcial, poco fiable, que presenta la información polarizada, dividido moralmente por su amistad con el personaje principal. Sabemos que su relato no es totalmente cierto, pero esta inestabilidad está muy de acuerdo con el tiempo en que Fitzgerald vivió y que ya indiqué anteriormente. En ambas novelas la narración, además, no es lineal, los saltos temporales se suceden, muy acorde con las épocas vividas por ambos escritores.

En ambos casos estamos viviendo la agonía del Sueño Americano (“Todo lo real, todo lo auténtico, todo lo honrado, está extinguiéndose”, Libertad), la tierra baldía que tan bien reflejó T.S Elliot, una tierra en la que la decadencia impera, en que se sigue produciendo una lucha entre realidad e ilusión, con mayor o menor éxito de la segunda. Cien años separan un tiempo de otro y sin embargo parece que las cosas no cambian tanto.

Dos novelas excelentes, paradigmas del “canon” de la “Gran Novela Americana”, literatura en letras mayúsculas.

“Estampas de Italia” de Charles Dickens

Aprovechando que hace poco comenté una biografía literaria de Charles Dickens aquí en este mismo blog, voy a tomarlo como referencia para hablar, ahora sí de una sus últimas novelas publicadas, el libro de viajes “Estampas de Italia”. El propio escritor comenta en el prólogo inicial lo que serán sus intenciones con respecto a él: 

“Este libro está compuesto por una serie de apuntes leves -meros reflejos en el agua- sobre lugares a los que la imaginación de la mayoría de la gente se siente, en mayor o menor medida, atraída, en los que la mía habitó durante muchos años y que suscitan el interés de todo el mundo.”

Nos encontramos, entonces, ante una obra en la que, como la mayoría de los libros de viajes, no importa tanto la trama sino el relato impresionista de los paisajes, de las gentes, de las costumbres y tradiciones, del país que se visita; en este caso aplicado a Italia. 

Aún así, asistimos obnubilados a un Dickens sencillo en fondo pero igual de florido en la forma, no me atrevo a utilizar el adjetivo “menor”, ya que solamente por el estilo no creo que pueda ser considerado como tal, aunque sí se podría decir que es inferior a otras obras suyas.

De esta manera vamos avanzando por las ciudades italianas y asistimos a un relato donde el mayor placer está en la forma en que el autor inglés reflejó descriptivamente sitios en los que yo he estado igualmente. 

Me regocijó especialmente el capítulo dedicado a Venecia: “Un sueño italiano”, donde asistimos a una de esas descripciones que estaban ya vivas en el recuerdo que tengo yo de mi ciudad italiana favorita: 

“Mas junto a los muelles y las iglesias el agua no cesaba su movimiento succionando los muros de los palacios y las prisiones e inundando los lugares secretos de la ciudad. Silenciosa y vigilante, envuelta en sus múltiples pliegues como una vieja serpiente, esperando el momento en que la gente mirara al interior de sus profundidades, en busca de alguna piedra de la vieja ciudad que se jactaba de ser su señora.” 

Cuánta belleza en un capítulo, cuánto placer hedonista al leer a este coloso de la literatura universal; que contrasta igualmente con todo lo malo de la ciudad de Fondi: “Un inmenso canal de lodo y desechos serpentea por el centro de sus miserables calles alimentado por obscenos riachuelos que salen de sus abyectas casas”

El veredicto es que estamos ante una lectura ligera pero saludable, una manera fácil de descubrir a un escritor que no cansa ni siquiera en sus libros de viajes. Un comienzo para descubrirlo y luego lanzarse a por Pickwick o Historia de dos ciudades. ¿Por qué no?

Valoración del libro:

“El libro de la señorita Buncle” de Dorothy Emily Stevenson

Aunque ya hace bastante que me leí esta novela, no quiero dejar pasar la oportunidad de hacer una pequeña reseña de él, ya que sería una verdadera pena que este libro quedara olvidado. La hasta ahora inédita Dorothy Emily Stevenson se ha publicado en este año gracias a la editorial Alba y su siempre interesante sello Rara Avis.

Publicado inicialmente en 1934, “El libro de la señorita Buncle” tiene un argumento tan sencillo como este: la señorita Buncle, siendo una solterona de una típica villa de principios del siglo XX decide escribir un libro para intentar conseguir algunos ingresos extra, pero como cree que no es imaginativa decide pintar la vida de todos los habitantes de la villa con la única precaución de cambiarles los nombres, además del suyo propio. Todo empezará a enredarse cuando sus queridos vecinos se den cuenta de que son ellos los reflejados en el libro e intenten acabar con el que creen que es el escritor.

Esta premisa sirve para crear una historia tremendamente cómica, muy en la línea de Nancy Mitford, Stella Gibbons, Muriel Spark o E. F. Benson, donde todos los personajes se enredan en tramas y subtramas llenas de diversión. Sorprende el hecho de que el libro no decae en ningún momento aunque parezca mentira, sobre todo por el buen hacer de la escritora escocesa, que consigue retorcer cada situación y llevarla a lo absurdo y proponernos un juego metaficcional donde refleja, indudablemente, la situación real de las editoriales y las publicaciones y ediciones de libros. Especialmente desternillante es el momento en que saca las reseñas que le hacen críticos acusándola de hacer una historia que no tiene verosimilitud y que debería irse a vivir a una villa para saber lo que es cierto; ¿no es la vida misma?

Según avanza la trama, el grado de enrevesamiento llega a su cima cuando Buncle empieza a escribir un segundo libro y deja anonadado al editor, el señor Abbot:

“El tema era poco usual e intrigante, el señor Abbot nunca había leído una novela sobre una mujer que escribe una novela sobre una mujer que escribe una novela”.

Genial.

El resultado es que tenemos una de las novelas más consistentes y, sobre todo, divertidas del año, un texto que me puedo arriesgar a decir que casi el 100% de los que lo lean disfrutará enormemente con él.

A veces no es necesario escribir más para defender algo, pero sí hacerlo fervientemente.

Valoración del libro:

“Una Edad Difícil” de Anna Starobinets

La pequeña editorial Nevsky Prospects, que abanderan Marian y James Womack, ha escogido un sello de identidad característico y que los diferencia claramente del resto del panorama literario español. Ese sello es un catálogo formado casi enteramente por literatura rusa y donde tienen cabida los clásicos desde Chejov, Pushkin o Turguenev, hasta obras más actuales como aquella de la que voy a hablar más adelante; tiene además el aliciente de buscar nuevas traducciones de obras consagradas y, en algunos casos, muy cercanas a la literatura de género, sobre todo ciencia ficción e incluso terror. Se nota que hay mucho cariño en la elección y edición de los títulos. Y el resultado es excelente, ya que, a veces, incluso rescatan joyas como una de mis obras favoritas del año pasado, de los hermanos Strugatski, “El lunes empieza el sábado”, que no me cansó de recomendar.

Hoy vengo a hablar de otra de esas pequeñas obritas que he tenido el placer de descubrir este año y que, desde luego, merece un rincón en este blog. Se trata de la recopilación de cuentos “Una edad difícil”, de la joven escritora rusa Anna Starobinets, de quien se ha dicho que cuenta entre sus influencias a Neil Gaiman y Stephen King, e incluso Philip K. Dick.

En el interesante prólogo, Ismael Martínez Biurrun comenta al hablar de la escritora  que es “una de esas rarísimas mentes con el don de traducir las obsesiones en literatura”. Se la ha intentado etiquetar en el género de la “fantasía intelectual”, pero sin embargo, como muy acertadamente comenta Ismael “estos cuentos tienen que ver mucho contigo”, ya que “los personajes de estos cuentos son gente tan normal y satisfecha como cualquiera de nosotros. Esto es, a punto de estallar. Al borde de la locura y del deseo aberrante. Enamorados del abismo.” En la elección de lo cotidiano como fuente generadora del terror, se acerca a King; en la temática, cercana a la ciencia ficción, encuentro paralelismos con Philip K. Dick.

Ya en el primer cuento que da nombre a la recopilación encontramos estas dos características, el magnífico texto se convierte en el “relato de una transformación tanto como de una posesión,” una especie de bildungsroman perverso y desasosegante. En “Vivos”, sin embargo, nos enfrentamos al comienzo de una dixtopía cercana a las obsesiones de George A. Romero, la alegoría está servida. “La familia” se recrea en la rotura de lo cotidiano que conlleva la inestabilidad de la identidad, el paradójico final nos desestabiliza más de lo que podemos esperar. Mi relato favorito, “Las reglas”, es un estudio del trastorno obsesivo compulsivo; es redondo de principio a fin, la elipsis final nos transmite terror  según la tradición más clásica del género (“Mamá, no estás sentada correctamente”). Es en “La agencia” donde encontramos referencias más explícitas a otros relatos de King. También las hay de Poe en “La eternidad de Yasha”, con ese corazón que no late, inmortal. Lovecraft podría ser el referente para “La grieta”, pero ella lo toma como base e innova el relato, como en ese curioso y extraño final que supone “Espero”.

La prosa resulta concisa, sencilla, no la adorna con artificios innecesarios, pero cada palabra está en su sitio, lo podemos ver este fragmento de “Una edad difícil”: “Tenía miedo de encontrarse, en el estrecho pasillo que llevaba al baño o en la cocina pequeña y ordenada, a Maxim. A aquel ser seboso, sudado y cubierto de costras del acné. No quería tocar los mismos pomos de las puertas que tocaban aquellas manos pegajosas ni sentarse en las mismas sillas calentadas por aquel culo gordo. No quería recordar lo cerca que había estado de ser casi un padre para aquel monstruo”. Casi podemos oler, rozar, sentir a Maxim con nuestros propios sentidos.

En definitiva, estamos ante un debut más que prometedor, consistente, ecléctico en los temas elegidos para sus cuentos, con influencias evidentes, pero con voz propia. Un pequeño goce para los que seguimos el mundo de la novela de terror y ciencia ficción. Habrá que seguir todos sus próximos trabajos, y más aún si nos vienen publicados tan bien como lo hace Nevsky.

Un momento de recomendaciones policíacas

El género que, probablemente, más me gusta es la novela policíaca, en todas sus vertientes, que las hay variadas: desde la típica “hardboiled” en su parte más negra, pasando por las tradicionales policíacas de detectives o los thrillers, hasta llegar a los más conocidos “mistery plays” a lo “detection club”. También disfruto mucho del terror, la ciencia ficción, etc… pero sin duda, las primeras son a las que dedico más tiempo además de la novela más estándar y el ensayo. Hacer un artículo con una novela únicamente se me hacía corto e incompleto, entre otras cosas porque cuando empecé a aficionarme al género lo que más útil me resultaba era recibir recomendaciones argumentadas, que me contaran lo que me podía encontrar en cada una de ellas y, ya sabiendo esto, probaba diversas modalidades. Mi objetivo es, entonces, dejar este rincón para un grupo de las últimas que he leído y, de esta manera, cada persona puede escoger lo que le guste. Sin más dilación pasemos a estas píldoras:

“Un jamón calibre 45” de Carlos Salem. Mi primer contacto con este escritor argentino fue en la primera edición de Getafe Negro. Estaba firmando sus libros en una caseta y dio la casualidad que me pasé por allí y me animó a que comprara un libro suyo y además lo firmó, no había leído nada de él pero siempre me gusta probar cosas nuevas. En este caso el libro era “Camino de ida”, su novela de debut, me causó muy buena impresión, luego leí “Matar y guardar la ropa” y me volvió loco, es una de esas novelas perfectas y asombrosas al mismo tiempo. Esta es su cuarta novela policíaca, y, aunque es más irregular, hay motivos sobrados para leerla. El personaje es él mismo, un argentino afincado en Madrid (“un cabrón presumido que siempre se ha creído gran cosa, un personaje de novela cutre disfrazada de alegato contra la mediocridad”). La trama se basa en una serie de equívocos que hacen que al personaje se le confunda con otro y tenga que buscar la forma de salvar el pellejo aunque no se entere de nada. Los ingredientes de su cocina son variados: un humor a prueba de bombas, con momentos hilarantes protagonizados por este histrión y por los personajes que se va encontrando, chicas memorables, sensualidad y sexualidad (más de lo último), momentos líricos cargados de poesía y, además, un sorprendente giro final que cuadra una trama estupenda. Una novela negra, pero tampoco mucho, fusión de géneros, diversión garantizada.

“Venganza” de Douglas Preston y Lincoln Child. Si quisiera definir cuál es la mejor forma de hacer un thriller, sin duda diría que tiene que ser como lo hacen estos dos escritores norteamericanos. Conocidos especialmente por su mejor creación, el detective del FBI Aloysius X. Pendergast,  construyen novelas muy adictivas, pero dotadas de un ingenio que no tienen la mayoría, puede ocurrir de todo, sólo hay que leer la trilogía de Diógenes (“La mano del diablo”, “La danza de la muerte” y “El libro de los muertos”) para darse cuenta. Ahora se atreven a sacar un nuevo personaje, Gideon Crew, y su libro de presentación es “Venganza”, y ¿qué es lo que nos encontramos aquí? Una historia al más puro estilo de James Bond, el personaje principal es un timador, un ladrón de guante blanco al que lo que mejor  se le da es mentir y… “ligarse” chicas, es contactado por Eli Glinn (personaje que ya han utilizado en las novelas de Pendergast) y que lo contrata para robar una mercancía a un científico chino. Hay acción desenfrenada, un villano temible “con nombre de película de James Bond”, ligoteo, aventuras, viajes por varios países… en definitiva, una mezcla explosiva e irresistible. Una muy buena manera de descubrir a estos “cracks” de los best sellers. ¿Quién sabe si Pendergast y Gideon se encontrarán en el futuro? Yo apuesto que sí.

“El ejército furioso” de Fred Vargas. La escritora francesa está ahora mismo en su mejor momento creativo. Después de muchas novelas puedo decir sin temor que, posiblemente, esta novela sea su cénit. La novela con la que inicio las aventuras del detective Adamsberg fue “El hombre de los círculos azules”, una buena novela en la que presentaba al personaje principal y a uno de sus subordinados, Danglard, se trataba de una novela original en el desarrollo de su trama y que, además, le servía para presentar varias de las características que moldeaban a estas dos criaturas, aunque es cierto que abundaba la introspección y se notaba que no tenía muy claro por dónde tirar. De hecho, se tiró varios años para sacar la segunda novela, escribiendo entre medias la trilogía de los tres evangelistas y “Los que van a morir te saludan”. A partir de ahí fue, poco a poco, jugando con las novelas, añadiendo personajes y buscando su forma de hacerse diferente. Su evolución me recuerda, de hecho, a la de los padres de la novela negra sueca, Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que, allá por los sesenta crearon a Martin Beck, y, aunque empezaron como una novela clásica de género con un detective principal con trazos de Spade o Marlowe, evolucionaron hacia una coralidad, una mayor importancia de los personajes secundarios según iban pasando los libros. Fred Vargas hace algo parecido, y en esta última y tras los giros que ha ido dando, está claro por dónde va. Tiene un detective despistado, lento, divertido, que no es capa de recordar un nombre, y tiene un grupo de secundarios espléndidamente caracterizados, con personalidad propia. Añadimos a eso una trama con una línea principal y varias secundarias muy bien hiladas que se cruzan con sus novelas anteriores y tenemos una novela prácticamente imprescindible.

“La forma en que algunos mueren” de Ross MacDonald. Si Chandler levantara la cabeza ahora mismo y viera esta reedición, señalaría al bueno de Ross como su digno sucesor, de hecho lo hizo en su momento. Aquí nos encontramos con el que ha sido considerado el heredero de Marlowe, Lewis Archer, un detective a la vieja usanza en una novela clásica del género. En esta, su tercera novela, encontramos los elementos que definieron la novela más “hardboiled”, una trama enrevesada, con un montón de personajes, más sórdida, más negra, más dolorosa que “La piscina de las ahogados”, donde retrata con dureza la desesperación de la juventud sin futuro, el mundo de las drogas, la maldad obligada y elegida, las consecuencias funestas de todo lo anterior. Y, cuando menos te lo esperas, retrata la maldad del hombre en toda su magnitud en un capítulo final simplemente magistral, a pesar de su intensidad y su amargura.  Todo está retratado con meticulosidad y con una prosa espléndida (“El abanico de cristales de colores que había encima de la puerta bañó a su madre en un color púrpura sombrío. Las huellas de las lágrimas parecían marcas de lluvia sobre un camino de tierra”). Me quito el sombrero ante este grande de la literatura.

Un repaso a la temporada de ópera 2012/13 en el Teatro Real

Es ya de dominio general entre toda la gente que me conoce mi gran afición a la música clásica en general y a la ópera en particular. También es un hecho que todos los años suelo ir a disfrutar de varias de las óperas que nos ofrece el Teatro Real en Madrid gracias al abono anual. Todo esto hace que, si alguien se anima a ir, suela preguntarme por las más adecuadas. Es de perogrullo, hay obras más digeribles inicialmente que otras y estoy encantado de aportar mi experiencia.

Aprovechando que estamos al comienzo de la temporada y que, además, acabo de empezar el blog, voy a repasar a continuacion lo que nos va a ofrecer el teatro en orden más o menos cronológico, espero que le sea útil a alguien:

“Moses und Aron“ de Arnold Schönberg (1874-1951), es la obra que se ha escogido como comienzo de temporada y como parte de los eventos asociados al aniversario de su última apertura. Está muy bien su elección por lo que significa, pero este es el tipo de ópera que no recomendaría a un profano nunca. La partitura está escrita en técnica dodecafónica ortodoxa y es tremendamente dura al oído de prácticamente cualquiera. Sé que la puedo disfrutar como otras del mismo tipo (esa “Lulú“ de Alban Berg me viene a la cabeza) y los músicos igual; pero el resto, abstención, hay mejores posibilidades, eso sí, por lo menos no es muy larga….

“Boris Godunov” de Modest Mussorgski (1839-1881), sobre esta existen dos versiones, la primera de ellas, la mas primitiva, no pudo ser estrenada en 1869 cuando la terminó, debido a que no había papel femenino; la segunda versión, de 1872, con un acto polaco y otros cambios sí se estrenó en 1874, esta es la versión que veremos este año, diez actos. Estamos ante una obra excepcional, una obra maestra de la lírica que combina sabiamente la épica musical, con esa escena de la coronación que os pongo a continuación, momentos minimalistas y que requieren un canto más intimista. Sencillamente una maravilla en todos los sentidos. El reparto que se han traído es casi enteramente ruso, y cuenta con el ya legendario Anatoli Kotscherga (antes Boris)ciendo de Varlaam.

Il prigionero/Suor Angélica”de Luigi Dallapiccola (1904-1975) y Giacomo Puccini (1858-1924) es una coproducción con el Teatro del Liceo que consta de un programa doble con una primera, para mí al menos, desconocida obra; por lo que he podido buscar, estuvo a medio camino del clasicismo y el dodecafonismo, por lo tanto, podemos esperar una mezcla curiosa que espero que no desmerezca demasiado la segunda. Me imagino que, debido a este doble programa es por lo que Mortier (sabiendo su odio profundo a la hora de programar a Puccini) ha accedido a programar uno. Sea como sea estamos de enhorabuena, esta es una pequeña obra maestra (pequeña por la duración), segunda de las óperas incluídas en “Il Trittico”, está protagonizada exclusivamente por mujeres y, aunque todas tienen su hueco, la protagonista tiene uno de esos papeles deliciosos que te pueden encumbrar para siempre. Un milagro musical cargado de emoción, no en vano, he llorado todas las veces que la he visto/oído. Cómo no poner el “Senza Mamma”, cómo no…

“Macbeth” de Giuseppe Verdi (1813- 1901), no hace falta hablar mucho del compositor que todo el mundo conoce, quizá, el más grande a la par que Wagner; los dos llevaron este subgénero a la perfección total, al entendimiento como obra de arte total. Esta vez vamos a conocer una de las óperas que menos representan y que además no es tan conocida, de sus llamados “años de galeras” (1844 a 1850). Pero no hay que engañarse, la obra es magnífica, el papel de Lady Macbeth es el verdadero protagonista de la obra, y, además escribió una partitura endiablada para él (a ver si Violeta Urmana consigue sacarle partido). Cabe mencionar que la obra tiene más coros de los habituales en sus partituras (ese “Patria opressa” es excepcional); con lo cuál tenemos un conjunto muy consistente y disfrutable desde todos los puntos de vista.

“Pasifal” de  Richard Wagner (1813-1883), si antes teníamos a Verdi, aquí tenemos al otro gran representante, en una obra decididamente difícil, ambigua, complicada, pero excepcional, una maravilla cargada de emoción con un hándicap muy importante: se va a representar en modo concierto. Y esto es así, porque esta obra reúne las características más esenciales, largos monólogos, unión completa de la música, sin números cerrados y que suele entrar mejor con una puesta escénica. Hacer aguantar a la mayoría de la gente más de cuatro horas en modo concierto me parece quizá lo menos adecuado. Ya veremos de todos modos, puede ser una buena manera de que alguien conozca a este coloso.

“The perfect American” de Philip Glass (1937), estreno mundial por encargo del propio Mortier al compositor norteamericano sobre la vida de Walt Disney. A priori parece interesante, pero hay que orientar un poco a los que vayan a verlo. Glass es quizá el representante más conocido de la corriente minimalista (junto con Steve Reich), corriente que se basa en la repetición interminable de temas musicales, siendo a veces, a pesar de la belleza de la melodía, ciertamente monótono. Al no tener ningún fragmento musical de la obra, os pongo uno de su famosa “Einstein on the beach”. Habrá que ver si la puesta en escena ayuda para calibrar su posible éxito.

De Mozart (1756-1791)  se van a programar nada menos que tres  en diferentes momentos, aprovecho para unirlas aquí; baste decir que tanto “Cosí Fan Tutte” como “Don Giovanni”  y “Die Zauberflöte” son quizá las más conocidas junto a “Las bodas de Fígaro”, es difícil quedarse con un momento de ellas o quedarse con alguna de ellas en particular, quizá la más sólida en lo musical y dramático sea la segunda, Cosí es excepcional en lo musical pero el argumento es una chorrada, y la flauta está en alemán, es un singspiel, con recitativos muy secos aunque cómicos, sin música. Cualquiera de ellas podría valer para un profano en la materia. Pongo un fragmento de los muchos entre los que se puede elegir que adoro especialmente.

“Roberto Devereux” de Gaetano Donizetti (1791-1864), sorprendentemente veremos esta rareza de uno de los máximos representantes del belcantismo, desgraciadamente sólo serán dos funciones y en concierto también, una penita, la verdad. Este compositor es más conocido por otras pero siempre creaba buenas obras, y esta es otro buen exponente de ello. El elenco es más que recomendable con nuestro José Bros en el papel de Roberto y la inimitable Edita Gruberova en el de Elisabetta, si además está Sonia Gannassí y el siempre solvente Simón Orfila, pues podemos tener una agradable sorpresa musical.

“Les pêcheurs de perles” de Georges Bizet (1838-1875). Bizet es especialmente conocido por haber compuesto “Carmen”, maravilla de las maravillas y popular entre las populares; pero ojo, a esta obra la tengo un cariño especial, está dotada de una sensibilidad a flor de piel y tiene uno de esos roles de tenor de los que no puedes más que enamorarte; es una joya, una de esas que nunca olvidas. Además, viene Juan Diego Flórez a cantarla, esto es un éxito garantizado, porque su voz está hecha para cantar a Nadir. Muy recomendable aún siendo en concierto. Podría poner el dúo entre Zurga y Nadir, pero al final me decanto por la famosa aria del tenor “Je crois entendre encore” que salía en repetidas ocasiones en el “Match Point” de Woody Allen. Habrá tortas para conseguir una entrada…

“La Rappresaglia” de Saverio Mercadante (1795-1870), esta es la excusa para traer al gran Riccardo Muti de nuevo al Real, lo cual me congratula, pero también será una función casi imposible de conseguir, aún así, tiene cuatro programadas, siendo una además fuera de abono. En cuanto al repertorio prosigue en su labor de recuperar las obras del italiano, en este caso se trata de una ópera buffa y será bastante accesible musicalmente, como algunas que se han ido recuperando ya, os dejo aquí un fragmento de “Virginia”:

“Wozzek” de Alban Berg (1885-1935),  una obra esencial para entender los derroteros por donde ha ido la música contemporánea, a medio camino entre la tonalidad y el dodecafonismo, atonalismo puro, enervante, tétrico, desestabilizador; particularmente me encanta y soy capaz hasta de emocionarme con ella a pesar de lo que te desafía: la hermosura de lo horrendo. No es para todos los públicos, tampoco por la temática ni la escabrosidad y violencia de lo que relata. Sabiendo esto… ya se puede obrar en consecuencia.

Y la temporada acaba con “Il postino” de Daniel Catán (1949-2011), la cita anual con Placido Domingo, que siempre es una garantía de éxito y de espectáculo, viene acompañado de la emergente Nancy Fabiola-Herrera y de la ya consagrada Cristina Gallardo-Domas, la obra está basada en la novela Ardiente Paciencia” de Skármeta, y es sobre la ficticia amistad de Pablo Neruda y un cartero (sí, ESA película), no la conozco musicalmente, es una incógnita. Pero con esos cantantes…

Ya me he extendido demasiado, espero haber reflejado lo que viene este año a nivel operístico; ya iré comentando alguna cosa más según vaya yendo a verlas; según mi punto de vista es un año muy completo, consistente y ecléctico, veremos cómo resulta.

 

“Momentos estelares de la humanidad” de Stefan Zweig

Da un poco de vergüenza reconocer, a estas alturas, que no había leído nada del escritor austríaco Stefan Zweig. Pero todo se puede solucionar, y estoy dispuesto a pagar mi deuda pendiente con él a partir de ahora mismo. Se ha escrito mucho y muy bueno sobre él, por lo tanto dudo que pueda aportar algo sustancioso; lo que sí me propongo es poner mi granito de arena para que, aquella gente que no lo conozca aún, pueda acercarse a este magnífico autor.

Dicho y hecho, el primer libro que me recomendaron para empezar fue “Momentos estelares de la humanidad” (en adelante “MEDLH” para abreviar), y no podía ser mejor opción, estamos ante una de esas obras ineludibles de la historia de la literatura.

Stefan Zweig (1881-1942) fue un escritor austríaco de principios del siglo XX, nacido en el seno de una familia judía y que alcanzó mucha popularidad en su tiempo, capaz de crear novelas, relatos y biografías, fue uno de los primeros intelectuales en criticar a Alemania en la segunda guerra mundial.

Para realizar sus “MEDLH”, trabajó durante veinte años, y la obra está compuesta por catorce frescos históricos, momentos puntuales, que el escritor consideraba muy importantes para la historia de la humanidad. Estos relatos a medio camino entre el relato histórico y el ensayo, son tremendamente eclécticos y van desde Cicerón a la presidencia del presidente norteamericano Woodrow Wilson pasando por la composición de “El Mesías” y la conquista del polo sur, no se limita a explorar esta forma literaria sino que algún relato lo modela en forma de poema (“Momento heroico” con Dostoyevsky) o como obra de teatro (como el que afecta a Lev Tolstoi). Y todo ello, escrupulosamente ordenado de manera cronológica.

A mí inicialmente me echaba un poco para atrás la implicación histórica, no suelo aceptar con facilidad este tipo de relatos, suelen aburrirme en demasía, pero claro, en cuanto empecé los “MEDLH” todas esas reticencias cayeron en el olvidó y me dejé subyugar por la prosa inmortal de Zweig, cómo no iba a rendirme con momentos como este en el primer relato de Cicerón:

“Un estremecimiento recorre a los oyentes, mitad miedo y mitad admiración por ese hombre viejo que solo con el valor del desesperado, de una íntima desesperanza, defiende la independencia del hombre de espíritu y el derecho de la república”

O el apasionante relato sobre la “Huída hacia la inmortalidad que tiene a Núñez de Balboa como personaje destacado: “Pero incluso con sus favoritos, el destino no siempre se muestra magnánimo. Rara vez conceden los dioses a los mortales más de una hazaña única e imperecedera”.

La elección de los momentos era también esencial y la personificación (imprescindible) que utiliza el autor para cada uno de ellos, hace que tengamos aún más implicación emocional; yo estaba rendido ante tales lecturas, pero entonces, aunque no lo parezca, llegó lo sublime: el capítulo llamado “La resurrección de Georg Friedrich Händel”.

En ese insigne capítulo observé a un Händel hundido, abatido, sin ganas de vivir, que resurgirá de sus cenizas mediante la composición de su legendario “Mesías”, hace gala Zweig de un conocimiento musical mediante la experiencia y lo transmite en palabras y, en mi caso particular, habiendo cantado la obra, llegué al éxtasis, ya que entendí perfectamente lo que pudo sentir el compositor. Esto hizo que vibrara con esa frase referida al primer fragmento cantado por el narrador de la obra y que reproduzco a continuación del texto:

“Con las primeras palabras se estremeció: “Confort ye”. Así empezaba el texto. ¡Consolaos! Aquella palabra… No, no era una palabra sino una respuesta divina, una llamada angelical desde el cielo cubierto a su abatido corazón”

Para llegar al final con su resurrección tras componer el archiconocido y universal “Hallelujah”:

Reflejo de su alegría al componerla y renacer, afirma el compositor: “Nunca cobraré dinero por ella, jamás. Por ella estoy en deuda con otro. Será siempre para los enfermos y los presos, pues yo mismo he sido un enfermo y me he curado con ella. Y fui un preso y ella me liberó”

Inmenso.

Y los relatos que siguen no desmerecen para nada este culmen. Espléndido el momento en el que Grouchy, lugarteniente de Napoleón, tomó la peor decisión para su líder: “La falta de ánimo de un hombre pequeño, insignificante, ha destruido lo que el más osado, el más perspicaz, construyera en veinte años de heroísmo”; o la composición de la “Elegía de Marienbad” por Goethe, en palabras del escritor austríaco: “Podemos considerar memorable aquella fecha, pues desde el punto de vista de los sentidos, la poesía alemana no ha conocido un momento más grandioso que aquel en el que el más primigenio sentimiento se vertió en este imponente poema”.

No quisiera dejar de nombrar, por lo menos, el increíble capítulo relacionado con el Capitán Scott, es difícil mostrar de una manera tan descarnada y poética la desesperación de un héroe: “Todo el trabajo, todas las privaciones, toda la angustia, ¿para qué?, escribe Scott en su diario, nada más que por un sueño que se ha derrumbado”.

Sin alargarme más en la apología de un texto como este, imprescindible obra maestra para aquel que se jacte de apreciar la literatura, y que se defiende por sí mismo sin necesidad de críticos como yo. Quiero, eso sí, acabar con una última cita de Zweig: “Una vez más, en medio de la niebla, se desvanece en lontananza la eterna quimera de un mundo humanizado”, el signo de nuestros tiempos.

 

Valoración del libro:

“Los nombres” de Don Delillo

Uno de los criterios más usados hoy en día (y de los que más desconfío) a la hora de recomendar un libro es ese vocablo, tan descriptivo y a la vez manido, que se incluye en frases como: “este libro te engancha desde el primer momento y ya no lo puedes dejar”; sí, el vocablo al que me refiero es “enganchar”. No ya por las connotaciones asociadas a la adicción que pueda tener, sino porque este grado de “enganche” suele ser inversamente proporcional al tiempo gastado en leerlo: si alguien se “engancha” a un libro suele leerlo en tres sentadas, sin dormir prácticamente y, a continuación, busca como sea otro libro de las mismas características. ¿Esto es malo? No, claro. Que un libro te dé ganas de leer es bueno. El problema es que otro tipo de lecturas no te “enganchen” y la frustración origine que abandones otros libros más retadores.

Según uno lee y lee libros se da cuenta de muchas peculiaridades. Una de estas es el ritmo de lectura. Evidentemente, unos libros se leen más rápido que otros, todos los que leemos lo notamos. Es parte de su personalidad, cada libro exige una forma de leer: velocidad, atención, … algunos te solicitan calma, reflexión, una atención total cuando estás en su lectura. Otros te piden marcha, velocidad, atención más dispersa. En el caso de Don Delillo nos encontramos con lecturas sosegadas, tranquilas, reflexivas. Él mismo lo comenta en su estupenda novela “Body Art” (2001):

“Se llevó a la boca una cucharada de cereales y olvidó saborearlos. En el intervalo transcurrido desde que se llevó la comida a la boca hasta el desdichado instante en que lo tragó hubo un momento en que perdió el gusto.”

Si extrapolamos está metáfora a la literatura podríamos decir que, hoy en día, falta un poco saborear los libros, centrándose la mayoría de lectores en el hecho de “tragar novelas” sin más reflexión.

Delillo escribió “Los Nombres” tras su experiencia vivida en Grecia, por la contraportada (“asesinatos rituales de una secta obsesionada por el lenguaje”)  podríamos deducir que se trata del típico best-seller conspirativo, paranoico y cargado de acción e investigación. Pero, muy al contrario, es un simple pretexto, ya que el objetivo es estudiar el lenguaje (“Era el propio alfabeto. Les interesaban las letras, los símbolos escritos que formaban una secuencia fija“) y los límites de la cultura afectados por el uso del lenguaje.

Pasando por los diferentes ambientes que nos propone en diversas localizaciones (una isla del Egeo, el Peloponeso griego, un desierto en la india..), la persecución de la secta que origina estos asesinatos rituales desembocará en el estudio deconstructivo del lenguaje y sus implicaciones en la cultura y en la identidad de la persona; así, el escritor habla en el capítulo del desierto, ya llegando a la parte final del libro que “en el desierto todo cuenta. La palabra más simple contiene un enorme poder. Cada sonido corresponde únicamente a un signo. Ahí reside la genialidad del alfabeto. Simple, inevitable.” En una memorable y desconcertante coda, todo se desmonta, el lenguaje es fallido como expresión, como signo de identidad, es necesario reinventarlo (“Haz lo que tu lengua te diga que debes hacer. ¡Entierra el antiguo lenguaje y libera el nuevo“) para definirnos nosotros mismos.

Todo ello realizado con la calma de la que hablaba en el principio, deleitándonos con lugares paradisíacos y con el monólogo interior de los personajes, hay miedo a la muerte, y superioridad por tener ese conocimiento. Hay crítica de la sociedad que nos rodea, hay maestría para expresar todo esto.

Delillo es uno de los mejores escritores actuales, el postmodernismo en su plenitud, si estás dispuesto a dedicarle tiempo, ese tiempo que sus novelas requieren, parafraseando al escritor: a “no olvidar saborear sus novelas”,  es más que probable que no te decepcione, muy al contrario, será tan estimulante que, posiblemente, no quieras parar de leerlas.

Valoración del libro:

“Charles Dickens” de Gilbert Keith Chesterton

Qué mejor forma de empezar mi homenaje particular a Dickens, a los doscientos años de su nacimiento en 1812, que leyendo la biografía que el novelista británico Gilbert Keith Chesterton, gran admirador suyo, le dedicó en 1906. Qué mejor forma de profundizar en su literatura y en su persona que a través de quien mejor le supo comprender.

Repasando el otro día mi biblioteca, resulta que Chesterton es el segundo escritor del que más libros tengo y el segundo al que más he leído (el primero llegará más adelante, ya lo comentaré en una crítica futura que se está modelando en mi cabeza) y tenía unas ganas tremendas de dedicarle unas páginas a algún libro suyo. La oportunidad apareció cuando se me vino a la cabeza que este era el año Dickens, y, casualmente, esta biografía se encontraba al lado de los librosdel inmortal escritor (sabia decisión). Por lo tanto, las cartas estaban dispuestas. Mi musa particular me estaba inspirando doblemente.

¿Y qué podemos decir sobre Chesterton? Posiblemente nos encontremos ante uno de los mejores escritores de la historia, polifacético hasta niveles insospechados, capaz de escribir todo tipo de obras: poemarios, obras de teatro, novelas policíacas, novelas históricas, ensayos, biografías, libros de viajes, textos filosóficos y religiosos, etc. Prolífico hasta lo inconcebible, sobre todo teniendo en cuenta que, desgraciadamente, sólo llegó a vivir sesenta y dos años.  Se le llamó el “príncipe de la paradoja” por el uso que hace de este medio estilístico, llevado hasta sus últimas consecuencias como, posiblemente, nadie ha hecho ni hará jamás. A mí me encanta llamarle “profeta del sentido común”, ya que toda su obra, genial, está escrita teniendo en cuenta “el menos común de los sentidos”. Sería estéril, de todos modos, dedicarle más adjetivos, porque nunca harían justica, hay que leer sus libros, hay tanto que descubrir en ellos. No me gustaría quedarme sin nombrar alguna obra emblemática como “Las novelas del padre Brown”, un prodigio en sí mismas, una forma distinta de escribir literatura policíaca con un personaje estrambótico y enternecedor como es el padre Brown; “El club de los negocios raros”, una de esas novelas suyas enigmáticas, sorprendentes, como “El hombre que fue jueves”. Y, cómo no, acabar con esa obra inclasificable que son los “Cuentos del arco largo” que es, simplemente, magistral.

Y, claro, también podríamos empezar con “Charles Dickens”. En este caso nos encontramos ante una biografía centrada,como el mismo escritor dice, en su parte literaria. No vamos a encontrar más que un par de fechas en todo el libro y relatará su vida en  tanto en cuanto le sirvan para justificar el ensayo literario sobre el autor.

En los primeros capítulos, Chesterton se dedica a describir la época, sobre todo en contraposición a lo que otros biógrafos habían escrito sobre ella: “Mas hubo un mundo  que de todos esperaba algo. Un mundo que exaltaba a cada hombre enviándolo a la grandeza. Su expresión viva, en Inglaterra y literatura se llama Dickens”. Es evidente que no fue una época fácil, pero, al contrario de lo que estamos viviendo,  la esperanza era una virtud. Sí que es cierto, que, a pesar de las dificultades que vivió Dickens en esos primeros años, no solo sobrevivió sino que forjó su carácter (“Las vicisitudes de la vida rompen a muchos los huesos; nunca se ha probado que rompan a nadie el optimismo”).

Estos primeros capítulos le sirven al orondo escritor para presentar una de las grandes virtudes de nuestro protagonista: “No es que esos lugares se le grabasen a Dickens en el pensamiento; es que su pensamiento se grabó en ellos. Aquellas calles poseyeron después para él poesía y alma; impregnadas quedaban de los colores purpúreos de la trágica mocedad y teñidas para siempre de crepúsculos irrevocables.” No en vano, las atmósferas, la forma de describir los lugares, la época, etc. son tan vivos que se pueden ver, palpar, oler…

Comono podía ser de otra forma G.K. Chesterton utiliza la paradoja para modelar, a su manera, lo que es Dickens para él. Así, cuando habla especialmente de esta primera etapa de su literatura, sentencia que “a fuerza de ser absurda sin más, una cosa cualquiera puede hacerse divina. Y de lo ridículo a lo sublime solo hay un paso”,  o cuando habla de dos de sus grandes características: “Esas dos principales virtudes de Dickens – la de ponerle a uno la carne de gallina y la de hacerle retorcerse de risa- iban en él hermanadas; nunca una lejos de la otra” “Dickens se relamía con lo terrorífico como se relamía con el pudding de navidad. Porque era un optimista y podía darse un banquete con cualquier cosa”. Siempre consigue que tengamos una sonrisa en la boca.

Según van pasando las páginas, Dickens deja de ser un extraño para los que lo leemos, ya que “Dickens permanecerá como señal imperecedera de lo que ocurre cuando un gran genio de las letras tiene un gusto literario coincidente con el común de los hombres”; cuando lees Chesterton sabes que en algún momento aparecerá y aquí está: el ensayo le sirve para dilucidar sobre la importancia del sentido común, y más cuando se aplica al gran escritor inglés, “lo esencial  en el carácter de Dickens es que el sentido común fuese tan unido a una sensibilidad descomunal”; de hecho, aprovecha para definir el sentido común como “el equilibrio perfecto de sensibilidades”.

El ensayo no carece de rigor, lo podemos ver al empezar a describir la segunda etapa de su literatura, la que empieza con “David Copperfield”; aquí Chesterton no puede evitar hablar irónicamente del término “reeducación realista de Dickens” ya que, para él, “Dickens resultaba tanto más exacto cuando más fantástico era”,  y concluye refiriéndose a sus últimos libros: “Desde entonces y hasta el final, sus libros se van haciendo cada vez más graves y va pesando en ellos una mayor responsabilidad; si no siempre gana el creador, el artista se hace cada vez más diestro”. No puede evitar reconocer (honesto y riguroso) que prefiere al creador, el de su primera época, que al mejor artista de más adelante.

En la parte final del ensayo-biografía, llega a sus últimas consecuencias, a definir lo que de verdad hace grande a un escritor como Charles Dickens, presentando los últimos esbozos de su personalidad presentes en todos sus libros. Expresa la idea de que “lo que le importaba era el carácter, o sea, algo no solo más importante en sí que el intelecto, sino mucho más interesante”, para desarrollarla a continuación, dando matices a ese carácter; ya que “siempre encontraremos esa riqueza y desbordamiento de la personalidad donde la halló Dickens: entre los humildes”, acabando con la idea inherente en su literatura y de la que Chesterton tampoco está muy alejado: “Es en la vida cotidiana adonde hemos de ir a buscar portentos y prodigios”.

Quizá todo esto sirva para atisbar en sus libros el tremendo éxito de Dickens, tanto a nivel popular (fue el best-seller de su época) como de crítica, y lleva al biógrafo a ser capaz de decir sin ningún rubor: “Pues yo me atrevo a arriesgar la afirmación de que cuantos más años pasen, y se haga un cribado mayor, Dickens dominará toda la Inglaterra del siglo XIX; él solo ocupará el pináculo” . Sinceramente, estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación, y eso que la época fue increíble en cuanto a creación literaria, pero Dickens siempre brillará con luz propia.

Me gustaría acabar con la frase utilizada para introducir el libro y que, me sirve igualmentecomointroducción para descubrir la obra de este escritor imperecedero: “Rinde la misma flor de tu cultura; renuncia a lo más preciado de tu orgullo; abandona la desesperanza antes de entrar aquí”. Abandonemos la desesperanza que nos ocupa y descubramos a Dickens.

Valoración del libro:

 

 

“Danza de Dragones” de George R.R. Martin

Está claro que uno de los acontecimientos literarios del año en España ha sido la publicación del quinto libro de la saga “Canción de Hielo y Fuego”: “Danza de Dragones” del norteamericano George R. R. Martin. Por si queda algún despistado, esta saga se supone que va a estar formada por siete libros, y hacía ya unos añitos desde que el orondo escritor publicó el anterior, “Festín de Cuervos”. Muchos de los que los leemos todavía dudamos de que consiga acabarlo pero bueno, mientras hay vida, hay esperanza.

Además, coincidiendo con el éxito de la saga, se le ha sumado la realización de una serie televisiva que, sin ser una maravilla, refleja más o menos fidedignamente lo que aparece en los libros; esto ha realimentado la lectura y cada vez son más los seguidores de la serie.

Esta reseña no va a ser popular, me temo, ya que no lo voy a poner bien; y sé de buena tinta que hay mucha gente que los está disfrutando enormemente, pero también me veo en la obligación de reflejar las bases en las que se sostiene mi opinión.

En primer lugar, hace casi ocho años que me leí los tres primeros libros y casi seis años del cuarto, es evidente que no tengo todo tan fresco y mi percepción de los libros en aquel momento era muy diferente a la actual.

En segundo lugar, la persona que soy ahora a nivel literario es muy distinta  a la que fui en esa época; leer muchos libros y estudiar literatura en filología hacen que pueda comparar de una manera diferente, con otros criterios.

Por estas dos razones, creo que mis impresiones pueden ser, desde luego, muy dispares a las del resto y, por lo tanto, no ser todo lo objetivas que me gustarían.

Teniendo en cuenta estos dos puntos voy a intentar reflejar los motivos por los que creo que este libro es el peor de la saga hasta ahora; no hablaré de tramas que puedan desvelar el contenido del libro (¡Spoilers-free!), tampoco voy a valorar su estilo, ya que Martin es lo que es, no pretende ser Dickens (no podría serlo), ni le hace falta.

-Uno de los motivos para venderla desde su comienzo ha sido la (aparente) complejidad de la trama, de hecho se pone en las solapas de este último libro por parte de la editorial. Yo he puesto el aparente entre paréntesis porque este último se puede resumir en tres tramas principales, muy sencillas de seguir, de hecho extremadamente simples, la mayor complejidad es el aumento ingente de personajes en cada libro; personajes que, por otra parte, no añaden nada a la trama pero engordan los innumerables apéndices de casas y habitantes al final del libro.

-Otro de los mayores atractivos de la saga han sido los personajes, de hecho se le llamó renovador por su alejamiento de maniqueísmos; además la estructura diferenciada por momentos narrativos según cada personaje debería facilitar esta caracterización. Desgraciadamente todo se ha vuelto del revés, muchos de los personajes se han convertido en clichés andantes, los posibles matices que pudieran tener han desaparecido, no tienen voz propia, todos son igual de planos. Especialmente sangrante es el reduccionismo aplicado a algunos como Daenerys o Tyrion…

-Otra de las virtudes de las que hace uso Martin y que se está volviendo en su contra es el uso de “cliffhangers” (continuará), todos recordamos el finalazo que se marcó el “Tomenta de Espadas”.  El problema es que si abusas de este recurso y no lo finalizas con su correspondiente continuación, pierde su efectividad. Precisamente el final de ese libro y sus consecuencias, dos libros después, sigue sin ser explicado por el autor. Esto, incluso en muchos fans irredentos, puede hacer que se vuelvan en contra de él. Sobre todo por el olvido intencionado de tantos personajes que, al pasar tanto tiempo entre un libro y otro, quedan aún más desdibujados si cabe.

-Ya lo he citado antes, pero la estructura de capítulos narrado por cada personaje que hacía que fueran variados se puede volver también en contra;  entre otras cosas, porque más de uno se salta algunos capítulos sabiendo el personaje que toca… de hecho viendo el final del episodio ya se puede pasar enteramente de él.

-Otra de las “virtudes” que hicieron que gustara mucho fue el saber que ningún personaje estaba seguro, que diera miedo encariñarse de algunos porque en cualquier momento podrían morir. Esto funciona hasta cierto punto, el problema surge cuando la muerte ya no es un final, ya que nos está demostrando que los personajes pueden volver de ella, entonces, matar a ciertos personajes se convierte en algo gratuito y, desde luego, sin el efecto dramático previsto que tuvo en los primeros libros.

Por lo demás, al libro, como a la serie, no le falta sexo y sangre a raudales, a veces gratuitos pero desde luego efectivos y, ¡cómo no! el libro se lee, a pesar de su extensión, con facilidad, sin apenas esfuerzo. Ya sabemos que esto, en sí, es la virtud más valorada por la mayoría de los lectores, para mí, no es suficiente y por eso os he dejado con las impresiones arriba mencionadas.

“Winter’s coming”, esperemos a “Vientos de Invierno” para ver lo que tiene pensado Martin.

Valoración del libro:

Contraluz y el otoño

Cada cierto tiempo, me gustaría ir comentando un breve balance de las lecturas del último mes así como un avance las próximas, también futuras compras y lanzamientos; sirve para hacerse un estado de situación literaria.

Por la portada está claro qué libro y autor va a ser el protagonista del mes, podemos llamarlo “lectura-tochal”. Hablaré un poquito más adelante de él.

Pero primero, hagamos un resumen de lo que me ha deparado agosto a nivel lector. Es importante tener en cuenta que, después de un julio exuberante, agosto languidece en comparación; principalmente porque, claro, los exámenes no se preparan solos.

La primera lectura (y más voluminosa) del mes correspondió a uno de los fenómenos literarios del año en España: el quinto tomo de la serie de “Canción de Hielo y Fuego”, “Danza de Dragones” de George R.R. Martin, después de unos cuantos años desde el último volumen había muchas ganas por conocer cómo seguía la historia, me ha despertado muchos sentimientos encontrados que al final han desembocado en decepción, me extenderé en intentar explicar esto en una próxima reseña-crítica-ensayo. ¡¡¡Permanezcan atentos a sus monitores!!!

La siguiente lectura, sin embargo, “El leopardo de medianoche”, supuso mi introducción inmejorable a las aventuras detectivescas en clima de apartheid sudafricano de los detectives Kramer y Zondi del escritor James McClure; novela muy sólida y con una trama fabulosa que ha originado que me esté leyendo sus últimas novelas justo en este momento. “Habemus” clasicazo de novela policíaca con la novelita de John Franklin Bardin “El percherón mortal”, una de esas novelas que asentaron y dignificaron el género. Del “Headhunters” de Jo Nesbo hablé ya largo y tendido por aquí. El último de Daniel Pennac, “Diario de un cuerpo”, hace que tome la decisión de no comprar ya el siguiente en tapa dura, el bajón en cuanto a creación de historias es manifiesto, y el creador de la familia Malaussène no levanta cabeza desgraciadamente. Por fortuna, después de una mala, suele venir lo bueno, y en este caso lo mejor del mes, el “Rehenes” del alemán Stefan Heym, con el que espero extenderme en una próxima crítica, uno de los libros del año sin dudarlo. La reedición de “El coleccionista” de John Fowles en una exquisita edición de Sexto Piso fue otra gran noticia, otra oportunidad de conocer esta perturbadora y claustrofóbica novela. Tampoco fueron malas lecturas el último que nos trajo Impedimenta de Muriel Spark, “Los solteros”, y el libro de viajes por Italia de un Dickens en “tercera marcha literaria” en Nórdica. Tampoco puedo olvidar el fantástico “Mis memorias” de Vidocq, la historia del protodetective por antonomasia narrada por él mismo.

Y, ¿qué es lo que nos puede deparar este mes? En primer lugar la lectura de “Contraluz”, verdadero e inigualable protagonista literario, gracias al incomparable Thomas Pynchon. Una lectura que, seguramente, no será la última, pedirá relectura futura; ya lo he empezado y es, como de costumbre, una viaje que puede deparar todo y nada a la vez, avanzar por los vericuetos de una prosa tecnológica-literaria-cripto-histórica. También toca este mes ponerse al día, más tras su premio Príncipe de Asturias, del también norteamericano Philip Roth; una de mis lagunas eran sus historias de su alter ego Nathan Zuckerman, así que ya empiezo con la lectura cronológica de “Zuckerman encadenado”, al que seguirán “La contravida” y, si da tiempo, “Pastoral Americana”, su archiconocida obra. También estoy seguro que, en novela negra o policíaca seguiré con McClure, ahí están esperando “El huevo ingenioso” y “La canción del perro”, y es muy posible que caigan un par de Thompsons que tengo por ahí, y, luego ya veremos qué viene…

En cuanto a próximas novedades que se van a publicar, nos esperan bastantes cosas en esta recta final del año, y algunas muy buenas, especialmente destacables son: la nueva novela de George V. Higgins, “Mátalos suavemente”, coincidiendo con el estreno de la película homónima con Brad Pitt, una joya indiscutible del género; “La caída y auge de Reginald Perrin”, de David Nobbs , una de esas comedias británicas deliciosas que particularmente me apasionan. Ya en un segundo plano y más adelante tenemos nuevas novelas de Edmund Crispin; del gallego más negro Domingo Villar (“Cruces de piedra”), que como sea la mitad de buena que las anteriores será más que suficiente; también viene una nueva Oates, uno de cartas de Auster y Coetzee,  hasta el último Delillo. Además un Manchette, que parecía que RBA lo había olvidado vilmente. En fin, una buena remesa que augura buenas y variadas lecturas, ya veremos si satisfactorias.

No quería marcharme de este post tan abigarrado en nombres sin una última foto que servirá de colofón. Ahí podéis ver las que van a ser las lecturas de este año en su lengua original (para acabar, si todo va bien, Filología inglesa); ah… falta el “Posesión” de A.S. Byatt, pero bueno… están casi todos: Coetzee, Amis, Ian McEwan, Zadie Smith, Julian Barnes…, qué verdadero placer va a ser.

“La juguetería errante” de Edmund Crispin

Aprovechando la inminente publicación de la segunda aventura de Gervase Fen, nuevamente por la editorial Impedimenta, recupero la reseña que hice para su primera y fantástica novela “La juguetería errante”:

Si no fuera por Sir Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, gracias a sus detectives más famosos y paradigmáticos del género como son Sherlock Holmes y Hércules Poirot, la novela más tradicional de género como es la novela de detectives, hoy en día estaría más que olvidada; no porque no guste, que no es así, sino más bien debido al auge tremendo de la novela negra, que ahoga las pretensiones de un tipo de libros que no buscaba tanto lo negro del asunto sino crear una trama ingeniosa en la que un detective era capaz, mediante la deducción, a través de todos los detalles de la situación, de resolver un asesinato (u otro conflicto) aparentemente irresoluble.

Uno de los grandes hitos de la novela de detectives fue la creación del famoso “Detection Club” en Londres en 1930, entre los fundadores de este selecto club estuvieron los archiconocidos Agatha Christie, Gilbert Keith Chesterton Dorothy Leigh Sayers,  y que permanece aún activo hoy en día.

Edmund Crispin, seudónimo de Rober Bruce Montgomery, es un escritor inglés heredero de esa época  e, influenciado por dicho club, creó novelas de detectives basadas en la verdadera tradición inglesa, aunque alejado de sus reglas. Su detective es el ingenioso Gervase Fen (“El excéntrico comportamiento de Gervase Fen, profesor titular de Inglés y Literatura en St. Christopher, no se ajustaba en absoluto a los modelos tradicionales del profesorado”) que recorre las calles de Oxford (“el único lugar de Europa donde un hombre puede hacer cualquier cosa e incurrir en cualquier excentricidad y no despertar ningún interés ni emoción en absoluto en nadie”) sobre su deportivo que él llama Lily Christine III.

La premisa inicial de “La juguetería errante” es tan ingeniosa como retadora: una juguetería con un cadáver en su interior que aparece y desaparece para consternación del poeta Richard Cadogan, amigo de Gervase, y que desencadenará todo el meollo. Es mejor no contar nada más sobre la historia para que cada uno pueda ir descubriéndola. Sí es inevitable mencionar que la novela se lee con adicción, que la trama es muy ingeniosa, ya que desde la premisa inicial llegamos a un típico caso de “habitación cerrada” habitual en novela de detectives; pero no faltan persecuciones, no faltan personajes a cuál más divertido (como el peculiar camionero que lee a D. H Lawrence), ni humor en cada página que va pasando  (“Entre los bajos que ululaban malhumorados como barcos perdidos en la niebla del Canal de la Mancha – que es como suenan todos los bajos en todas las orquestas del mundo”).

Si a eso añadimos todos los juegos literarios que se trae entre manos Crispin en la boca de su detective Gervase y el poeta Cadogan (“Vamos a jugar a los libros infumables. -De acuerdo. El Ulises. – Vale. Todo Rabelais. -Vale. El Tristram Shandy”) y las constantes referencias literarias que pueblan la obra, la novela se convierte en una delicia para disfrutar sin prejuicios.

Necesitamos más novelas de Edmund Crispin (“Mi querido amigo, ¿te encuentras bien? – Estaba pensando títulos para las siguientes novelas de Crispin”), entretenimiento imprescindible, disfrutable a todos los niveles y, en definitiva, diversión de esa que te ayuda a amar cada vez más la literatura, no todo tiene que ser denso, sesudo y cerebral. Reír es bueno y, desde luego, hay que hacerlo siempre.

Valoración del libro:

“Headhunters” de Jo Nesbo

Con motivo del estreno de la película este fin de semana pasado, RBA, en su espléndido sello de Serie negra, se ha puesto las pilas para publicar la novela con antelación al estreno de la misma. Tanto es así, que hasta en los carteles de promoción de la película aparece reflejado el hecho de que ya haya sido publicada con anterioridad.

En esta ocasión, Jo Nesbo se toma un descanso del “HarryHoleverso” para ofrecernos una novela de corte radicalmente diferente. Una novela más tipo thriller y que bien podrían haberla escrito el dúo Preston y Child, de hecho, el último personaje creado por estos, Gideon Crew, es un ladrón profesional, muy parecido igualmente al Neil Caffrey de la serie “White Collar”.

Ambos personajes tienen mucho en común con el protagonista de “Headhunters”: Roger Brown, el cautivador, ambicioso y, sin duda, subyugador personaje de la novela, cuyo trabajo es el de “cazar talentos” (headhunter) para empresas de alto nivel y que, en sus ratos libres,  se dedica a robar obras de arte para poder venderlas discretamente y así mantener un alto nivel de vida en el cuál su bella mujer se dedica a llevar una galería de arte.

Un primer capítulo magistral y cargado de humor sirve para que el escritor nos presente al carismático Roger en su faceta más habitual, como entrevistador a la búsqueda de talentos para grandes empresas. Como ya dije en un anterior post, la creación personajes es uno de los puntos fuertes de Nesbo: aquí tenemos al opuesto a Harry Hole; en mi humilde opinión más cercano al propio escritor que, en esta ocasión, no hace muchos cambios narrativos, está narrada en primera persona por el propio “Rey de la colina” como a él le gusta autodenominarse debido a la gran seguridad que tiene de ser el mejor. Solo hay una pequeña audacia narrativa casi al final, muy efectiva, con un cambio a un narrador omnisciente que, además, sirve de preparación para la excelente conclusión.

Clas Greve (su némesis), su mujer Diana y el resto de personajes aparecen al igual perfectamente dibujados en esta primera parte, sobre todo psicológicamente, según va avanzando la trama. La segunda parte del libro es sencillamente trepidante, no hay abuso del “cliffhanger”, pero resulta muy efectivo y, desde luego, las páginas pasan sin querer. La tercera parte demuestra el dominio que tiene el escritor noruego del tempo narrativo y sobre todo su capacidad para hilar tramas, todo se cierra según las pistas que ha ido dando anteriormente y no puedes por menos que acabar rindiéndote ante él.

No abusa en esta ocasión, como en anteriores novelas, de elementos escabrosos, debido principalmente a que esta novela supone una total ruptura temática y de estilo con respecto a  lo que ya ha escrito, pero el resultado es muy bueno, un tipo de novela adictivo, como un thriller que nos muestra una cara distinta de este gran escritor, que, aunque no alcance las cotas de su magnífica “Petirrojo”, sí que consigue un resultado estupendo, demostrando además una versatilidad de la que hasta ahora no había hecho gala.

“El Rey de la Colina” no es Roger Brown, es el propio Jo Nesbo, el mejor escritor nórdico de novela negra en la actualidad.

Valoración del libro:

Razones del triunfo de Jo Nesbo

Recupero a continuación el pequeño artículo que hice sobre el mejor autor nórdico vivo que tenemos la suerte de ver publicado por aquí, el noruego Jo Nesbo, cuando se publicó “El redentor”, la última que se tradujo en España que tiene como protagonista a Harry Hole. Este artículo me servirá de enlace con respecto a la reseña de su última novela “Headhunters”:

Tenía la tentación de hacer una reseña sobre la lectura de “El Redentor”, pero, viendo la proliferación de estas en todos los medios, se me ocurrió que a lo mejor se podría hacer algo distinto.

De esta manera pensé que quizá estaría bien realizar un análisis de las claves utilizadas por el escritor para obtener tanto éxito con sus novelas; ¿qué es lo que hace tan bien Nesbo para que sus novelas sean tan leídas y, además, sean bien consideradas por la crítica en general? ¿Existen reglas que puedan hacer que una novela sea más o menos leída? ¿Podría extrapolarse a todo tipo de literatura?

Teniendo en cuenta esto, profundicemos en el asunto:

-Uno de los puntos fuertes de sus novelas es, sin lugar a dudas, el protagonista: el detective Harry Hole (“Harry era un alcohólico arisco de un metro noventa y tres de estatura, y tampoco jugaba a su favor el hecho de que además fuera un investigador brillante”, de “El Redentor”), es imposible no empatizar con él. Le ocurren tantas cosas: cae en los abismos del alcohol y luego no recuerda nada, no puede mantener una pareja fija tanto a nivel profesional como personal, etc. Es falible, no es perfecto, aunque sea un gran investigador. Parece mentira que cada libro ahonde aún más en la búsqueda de su humanidad, de su alejamiento de los detectives insoportablemente perfectos que hemos encontrado en tantas historias, el siguiente diálogo de “El Redentor” lo deja aún más claro:

“-¿Te estás haciendo viejo Harry?

 -¿Viejo? ¿A qué te refieres?

 –Viejo y humano, es la primera vez que te veo darle prioridad a los vivos por encima de los muertos”

-A pesar de su indudable protagonismo, el bueno de Harry no es el único que habla; Nesbo es característico por acometer cambios de punto de vista constantemente, por cambiar la focalización de la historia a otros personajes, tanto los propios compañeros, víctimas, anónimos… como, especialmente, los criminales. Y es que no hay nada más interesante que entrar en los pensamientos y en lo que le pasa por la cabeza al psicópata de turno; esto se repite en todas y cada una de las novelas (“Este es mi idioma. Es claro y sin paradojas. Y estoy listo” de la “Estrella del diablo”). Dar voz al asesino, comprender sus “motivaciones”, fue sinónimo de éxito en el caso de Jim Thompson, Lawrence Block o Agatha Christie.

-Muy en la línea de los grandes padres de la novela negra nórdica Maj Sjöwall y Per Wahlöö y su detective Martin Beck, según van pasando las novelas se van añadiendo y desarrollando personajes en una galería cada vez más completa. Se refuerza cada vez más la idea de creación de un universo, de un entorno Hole, en el que todos estos personajes están cada vez más integrados y, sin quitar voz al protagonista, alcanzan una voz propia, personal y reconocible. Así tenemos a Oystein Eileland, “taxista y único amigo que Harry conservaba de la infancia”, a Aune Stale, psicólogo personal (de Harry) y profesional (que ayuda al departamento), a sus compañeros Tom Waaler, Halvorsen, Skarre, Beate Lonn (a partir de Némesis) con su “Gyrus Fusiforme” (capacidad para recordar todos los rostros que ve) y al jefe que le cuida, comprende y salva en infinitas ocasiones Bjarne Moller. Este elenco dota a las historias de una diversidad innegable, ya que cada uno de ellos tiene una serie de peculiaridades que los hacen únicos y que giran en torno a nuestro atormentado detective.

-Un detalle imprescindible que contribuye a que los personajes (investigadores, criminales, secundarios…) sean atractivos es la psicología insuflada por el autor a cada uno de ellos. La profundización psicológica de sus motivaciones es el leit motif que utiliza para dotar de hondura a cada una de sus representaciones y hacer avanzar la trama hasta sus últimos detalles. Ya es sintomático el que uno de los personajes principales sea el psicólogo Stale,  que aparece con frecuencia aportando ideas para construir el perfil del asesino (“El psicópata suele ser un individuo inadaptado, sin trabajo, sin estudios, con antecedentes y no pocos problemas sociales, al contrario que el sociópata, que es una persona inteligente, aparentemente sociable y con una vida normal” de la “Estrella del diablo”), aunque en este caso no exista tal distinción.

-Las cuatro novelas que se han publicado por aquí abundan igualmente en detalles escabrosos, que tampoco voy a pasar a enumerar, tanto a nivel de violencia, como en aspectos sexuales; esto, indefectiblemente, suele ser una garantía, sobre todo si se convierten en medios  para llegar a un fin muy bien pensado y del que hablaré más tarde. Hay sordidez, hay corrupción, bajos fondos, conspiraciones, todo ello, unido a lo anteriormente expuesto, ayuda a provocar la catarsis del lector, que sabe que, sus desgracias, en un tiempo de crisis como el que nos hallamos, son menores comparadas con las que ve reflejadas en estos libros. No deja de ser uno de sus puntos fuertes.

-Mucho se podría decir sobre la forma que tiene de estructurar las novelas; baste mencionar que es constante desde su primera novela publicada por estos lares, “Petirrojo”: es habitual que la trama no sea lineal en ningún momento, que haya alternancia de tiempos y puntos de vista, como ya mencioné anteriormente. A veces incluso alterna escenas aparentemente sincrónicas para dar un cambio final que revela que no lo son. Todo ello contribuye a crear una trama compleja, enredada hasta tal punto que no sabes por dónde te puede salir. Por si fuera poco es capaz de unirla a complicadas motivaciones o trastornos psicológicos en una receta explosiva y que, además, consigue finalizar con una total coherencia interna en la mayoría de las ocasiones. Todo ello con un estilo ágil, sencillo, sin descripciones farragosas; son novelas voluminosas y, sin embargo, las páginas pasan sin que te des cuenta. Desde luego es un logro.

Una vez llegado a este punto, creo haber expuesto varias razones para creer en Jo Nesbo; podría decirse más y mejor, pero me parece que extenderme resultaría innecesario. La cuestión sería, ¿y con todo esto bastaría para crear una novela comercial y que valore bien la crítica?. No creo que existan fórmulas preestablecidas que aseguren esto. Sí parece razonable que existan buenos escritores que cojan estos ingredientes y, al fin y al cabo, logren hacer literatura con ellos, como nuestro escritor noruego favorito, hacer literatura que llegue al alma y alimente nuestro intelecto (“Harry sintió compasión por él. No la clase de compasión que podía sentir por la víctima o por sus familiares, sino la que inspira ese momento desgarrador en que uno es consciente de la miseria de la propia humanidad”).

 

En breve tiempo, la reseña sobre su última (y muy distinta) novela.

Camino al 50º Aniversario

Uno de los motivos para abrir este blog fue las tremendas ganas que tenía de compartir mis variadas aficiones. Hoy, sábado, día uno de septiembre, se estrena simultáneamente en Estados Unidos y Gran Bretaña la próxima temporada (la séptima de la etapa moderna) del Doctor Who. Hecho que, para todo “whoviano”de pro, como es mi caso, ya es un acontecimiento en sí mismo y que este año cobra una mayor importancia, ya que esta vez, desembocará en la celebración del 50º aniversario de la serie de ciencia ficción más longeva de la historia de la televisión.

Para abrir boca ya tenemos el trailer de esta primera parte de la temporada y que pongo a continuación para aumentar aún más, si cabe, el “hype”:


Quién iba a pensar, en 1963, que una serie de este tipo iba a conseguir llegar a seguir siendo emitida en el año 2013, pues aquí tenemos el caso en particular.  El Doctor Who se ha convertido, más que en una serie, en parte de la cultura británica, uno de sus sellos de identidad.

Esta temporada, perpetrada por Steven Moffat (como las dos anteriores con el undécimo doctor Matt Smith), se ha dividido en dos partes muy diferenciadas, una primera parte de la que ya tenemos los muy ilustrativos títulos de los episodios:

Asylum of the Daleks

Dinosaurs on a Spaceship

A Town Called Mercy

The Power of Three

The Angels Take Manhattan

Se sabe además que en el quinto episodio, donde aparecerán los “Weeping Angels”, esas encantadoras y terroríficas criaturas que Moffat creó en el inolvidable episodio “Blink”, supondrá la marcha de la serie de los “companions” actuales, los Pond, interpretados por la maravillosa Karen Gilliam y el inefable Arthur Darvill. También es de dominio general, que en el ya clásico episodio de Navidades, tendremos nueva acompañante para nuestro querido Doctor (Jenna Louis Coleman).

Y a partir de aquí, todo son misterios y rumores; quedarán ocho episodios que se emitirán a lo largo del 2013, lo que no se sabe son los títulos, por dónde tirará la trama, qué se hará en especial para el aniversario… Lo único que esperamos es que disfrutemos como siempre de una de las series más imaginativas, divertidas e ingeniosas que podemos encontrar hoy en día. Cargada de emoción y épica a partes iguales, ese  “sense of wonder”, esa sensación que tienes cuando ves algo que te puede sorprender en cualquier momento y no sabes cómo lo hará.

Otro día, ya más pausadamente, hablaré del doctor, de los conceptos que maneja, de todos los doctores, etc. Hay mucho que contar, mucho. ¡Casi cincuenta años!