“Caída y auge de Reginald Perrin” de David Nobbs

Siempre he guardado afinidad lectora con la editorial Impedimenta, especialmente por un catálogo escogido con buen gusto y del que no hay muchas editoriales que se encarguen; un segmento de obras que han escogido son las inglesas, en particular de principios del siglo XX, recuperando de esta manera para los lectores españoles a E. F. Benson, Edmund Crispin o Stella Gibbons, por poner algunos ejemplos estupendos y muy representativos. Ahora han vuelto a la carga con otra historia propiamente inglesa de la mano de David Nobbs y su archiconocido “Caída y auge de Reginald Perrin”, novela que, en el Reino Unido, originó la creación de una exitosa comedia televisiva en la BBC.

El arrebatador comienzo invita a la risa desde casi la primera frase:

“Cuando Reginald Iolanthe Perrin se dispuso a salir para el trabajo aquella mañana de jueves, no entraba en sus planes llamar hipopótamo a su suegra. Nada más lejos de su pensamiento”

En esas primeras páginas se descubren los traumas infantiles de tan curioso personaje, relacionados con su gran cantidad de pelo corporal: “Tenía el cuerpo recubierto de vello, tanto que en el colegio le apodaban Felpudo Coco” o con su torpeza natural: “Siempre había sido bastante torpe  en el colegio cuando no era Felpudo Coco, era Pato Patoso”.

Los gags se suceden cada dos por tres y en cada página tenemos un motivo más para pasarlo bien, con momentos memorables que arrancan las carcajadas como aquellos con el insigne doctor o en la cena sin comida que organiza el propio Perrin. Todo este comienzo está desencadenando la caída a los infiernos del personaje, que busca como sea un cambio de vida, de trabajo, de todo lo que le aflige, se vuelve tan incrédulo que no puede seguir adelante (“Tienes derecho a preguntarme en qué creo, yo que me declaro tan antitodo. Pues se lo diré: creo en el nihilismo en la medida en que creo en la ausencia de ismos. Sé que no sé y creo en no creer”).

El final del camino, que desembocará en el cambio, llegará sólo cuando Reginald Iolanthe Perrin desaparezca, no en vano, las siglas (RIP) eran una prolepsis de lo que iba a ocurrir con el personaje, aprovecha el autor para mostrarnos su momento más lírico justo en el momento más doloroso para él:

“Había una larga franja de guijarros y, por detrás de la bahía, la tierra se elevaba en una pendiente de hierba salpicaba de arbustos vencidos por el viento. El pueblo estaba al final de ninguna parte. Era un lugar ideal para poner fin a una vida.”

Como adelantaba el título del libro, estamos hablando de una tragicomedia, Nobbs utiliza estos momentos para que Perrin cambie de personalidad, buscando algo con lo que de verdad identificarse, algo con lo que iniciar su nueva vida, las dudas le acucian:

“Me tienta pensar en mí mismo como una figura espectral, igual que ellos, pero la verdad es otra bien distinta. Para mí el problema de la identidad no es no saber quién soy sino saber demasiado quién soy: soy Reginald Iolanthe Perrin, Felpudo Coco Perrin. Soy absurdo luego existo. Existo, luego soy absurdo”

Según va encontrando su identidad los momentos cómicos empiezan a originarse nuevamente, ahora las ironías se suceden; llegando a asistir a su propio funeral, tronchante el momento en el que el predicador indica en el sermón:

“En cierto sentido Reggie Perrin no ha muerto. ¡Él está aquí hoy entre nosotros, de una forma real y significativa, en esta precisa iglesia, a esta precisa hora!”

La ironía final, deliciosa, es genial; ya que su “muerte” desencadena el cambio del resto de sus familiares, amigos, jefe,… todos cambios a mejor, su aparente muerte es anecdótica pero necesaria para el devenir del resto; sin embargo, él se vuelve a casar con la misma persona, y todo vuelve, casi, a ser como era, pero diferente, incluso trabajando para su mismo jefe pero en una fundación a su nombre. Qué paradoja, qué cambio de actitud para darse cuenta de lo importante que es vivir.

Valoración del libro:

“Miedos de medio minuto” edición de Susan Rich

La web de www.halfminutehorrors.com  surgió como un proyecto de colaboración con First Book, una organización sin ánimo de lucro que consigue libros para niños que, por la precariedad de medios, no pueden adquirirlos. El eslogan de esta recopilación se entrelazaba directamente con la idea subyacente en todos los textos:

“How scared can you get in thirty seconds? Dare to find out!”(¿Cuánto te puedes asustar en treinta segundos? ¡Atrévete a averiguarlo!!

Con el objetivo de poner los pelos punta y hacer pasar miedo a los lectores (en este caso, además, infantiles) en los treinta segundos que duran la lectura de cada relato, más de setenta escritores y artistas (algunos de tan alto nivel como Joyce Carol Oates, Margaret Atwood o Neil Gaiman) se unieron por esa causa benéfica y surgió la recopilación “Half-minute horrors”, con la edición de Susan Rich, que ahora la editorial Hidra nos trae con el sugestivo nombre de “Miedos de medio minuto”.

El resultado es muy variado, se alternan lo estilos: desde relato breve a más largo, pasando por poesía, cómics o, incluso, simplemente dibujos. Tenemos relatos en los que se juega con el elemento de terror pero, sin embargo, se adereza con elementos cómicos como en la siguiente historia de Jenny Nimmo:

La sopa

Ojalá alguien me hubiera dicho lo que me iba

a pasar si me tomaba la sopa de Alicia.

Ahora voy a tener que vivir para siempre con

estos cuernos.

¡Bee!

En cambio, en otros, como el que pongo a continuación de la inigualable Margaret Atwood, la sutileza del final no esconde un momento terrorífico previsible en un futuro no muy lejano:

La mano que acecha

                La mano subía las escaleras del sótano, arrastrándose. Estaba marchita y sucia, y tenía unas uñas larguísimas. Se escabulló por el oscuro pasillo. Cuando encontró una puerta cerrada, la olfateó con la yema de los dedos, saltó cual araña, se aferró el pomo de la puerta y lo giró.

                En el interior de la habitación encontró un calcetín, luego un zapato y luego…. Otra mano  colgando en el borde de la cama. Era una mano joven, una mano que podría robar y llevarse consigo al sótano. El problema era que estaba unida a un brazo. Habría que solucionarlo.

Hay de todo, desde luego la irregularidad es lógica, habida cuenta de que consta de tantísimos relatos, unos funcionan mejor que otros; pero, aún así, el resultado es fantástico, una delicia en algunos momentos y una puerta de entrada al miedo, al terror, para los pre-adolescentes.

Valoración del libro:

“Winesburg, Ohio” de Sherwood Anderson

“Winesburg, Ohio” del escritor norteamericano Sherwood Anderson, es un ciclo de 22 relatos cortos ambientados en la imaginaria ciudad del medio oeste norteamericano Winesburg. El escritor, no muy conocido por estos lares, es uno de los padres del Modernismo Americano y es, desde luego hijo de esa época. Una época en la que palabras como “certeza”, “causalidad” y “unidad” estaban siendo sustituidos a marchas forzadas por otros como “probabilidad”, “relatividad” y “duda”. Con la influencia del “Spoon River Anthology” del también norteamericano Edgar Lee Masters (otra antología de cuentos), fue el escritor que transformó radicalmente la forma de entender y estructurar la narrativa breve. Es gracias a él que se empieza a acuñar la terminología “ciclo de relatos cortos”, ya que, aunque aparentemente el texto parece una sucesión de relatos breves, sin embargo, todos ellos, en su conjunto, pueden ser considerados una novela en toda su plenitud.

Cada uno de los relatos tiene como protagonista a uno de los habitantes del pueblo, y, fiel a su estilo, no crea cuentos a la antigua usanza (como por ejemplo Edgar Allan Poe) donde cada elemento del argumento se dirigía hacia un final donde crecía la tensión hasta conseguir un final sorprendente o emocionante. Se olvida un poco de estos elementos para centrarse más en la psicología de los personajes y donde los finales desafían las expectativas de los que los leen, un entramado de personas muy cercano a la realidad. En todos estos relatos la soledad y la falta de comunicación son elementos comunes a la vida de todos los personajes. Muchos de ellos sufren una “muerte en vida” de tipo psicológico (sólo hay que ver el caso de Elmer Cowley en el relato “Raro”, que siente que todo el mundo le rehúye y que se encuentra solo; o el del Reverendo Curtis Hartman y sus tentaciones sexuales, que le hacen cuestionarse su vida de sacerdocio), pero entonces tienen una epifanía (como Joyce en sus Dublineses con el que guarda una gran similitud)  que les hace darse cuenta interiormente del significado de sus vidas. Con esta fragmentación consigue mostrarnos una realidad inabarcable, imposible de percibir en su totalidad. Una realidad no demasiado alejada de la que estamos viviendo ahora casi un siglo después.

El único protagonista que sale en casi todos los cuentos es el periodista George Willard, nexo de unión de todas las historias y personajes, y del que vamos viendo una evolución, a la manera de los “Bildungsroman”, personaje que significa la estabilidad para el resto de habitantes del pueblo, no siendo en realidad así, ya que también tiene sus ansias y sus dudas.

Sherwood Anderson elige para contar esta historia un aparente narrador omnisciente (dado que en realidad él tampoco conoce todo lo que está ocurriendo) y usa la ironía con frecuencia para mostrar los conflictos internos que se dan en todos los personajes. El estilo resulta sencillo en el lenguaje, sin demasiadas complicaciones lingüísticas, metáforas adecuadas y sin enrevesar las estructuras sintácticas.

Aparte de su innegable influencia en escritores posteriores: Hemingway, Faulkner, Steinbeck , Salinger (ahí está su ciclo de relatos sobre la familia Glass, que conforman una novela en sí)… La obra es excelente, con algunos relatos buenos, y otros magníficos. Además nos muestra la desmitificación del “ideal jefersoniano”, esa sociedad rural utópica y sus ideales, para darnos paso a una realidad diferente donde predomina la incomunicación, la soledad, la alienación de la persona, el conflicto de la persona ante una sociedad poco hospitalaria y que se tecnifica constantemente. Una obra colosal, a pesar de su amargura, y de una vigencia total hoy en día.

Valoración del libro:

“El caso tequila” de F. G. Haghenbeck

Actualmente estamos viviendo un momento dulce en la publicación de novelas negras y/o policíacas. Este auge es debido, en gran medida, le pese a quien le pese, al éxito de los escritores nórdicos con Stieg Larsson y Camilla Lackberg a la cabeza y otros tantos después. Siempre se ha leído mucha novela policíaca, pero tras el “boom Lisbeth”, que generó unas ventas impensables, ahora se publica y se lee mucha novela de este tipo. A causa de esta explosión se han producido efectos positivos y negativos, entre los primeros podemos destacar: el montón de autores que se están publicando de todas nacionalidades, la recuperación de clásicos que permanecían descatalogados e inencontrables y la diversificación por varias editoriales; hay mucha oferta, variada y de diferentes tipos. Entre los efectos colaterales negativos, sin embargo, tenemos que destacar que, al haber tantos libros, hay muchísimas obras que se pueden quedar sin conocer por los lectores en detrimento de los más conocidos y seguros para el público general, también se está dando el caso curioso de que no se está recuperando como debiera la excelente novela negra española o de habla hispanoamericana y, por último; el olvido, excepto en el caso de Agatha Christie, de la novela de detectives de toda la vida.

Para solucionar un poco las dos primeras carencias mencionadas tenemos aquí la última novela del escritor mexicano F. G. Haghenbeck, “El caso tequila”, que nos ofrece un cocktail donde los ingredientes son: una parte de “hardboilismo”, dos partes de detective a la vieja usanza de Chandler, 3 partes de referencias pop de cine a raudales y 4 partes de humor y diversión, todos ellos mezclados y bien agitados, servidos con una rajita de limón y oyendo de fondo el “Come fly with me” de Frank Sinatra.

Cada capítulo de este fantástico libro comienza con la receta de un cocktail, primero sus ingredientes , a continuación cómo prepararlo y servirlo, para acabar con la historia de cómo y cuándo se gestó dicha bebida. La  bebida, como no puede ser de otra manera, aparece a lo largo del capítulo y, a veces, incluso consigue unirla enteramente a la historia, como tenemos en el maravilloso y lírico comienzo del primer capítulo Tequila Sunrise: “El atardecer poseía tal letanía de colores que parecía que el pintor celestial se había bebido tres tequilas más que yo. Estaba seguro de que le cobrarían el exceso de rojos y amarillos. Un velero apareció en el horizonte entre los pinceles naranja durazno y amarillo mango del crepúsculo. Era una imagen bella”, describiendo la puesta de sol con los colores de la bebida.

El protagonista es el carismático Sunny Pascal, un detective de Hollywood con barba beatnik, alcohólico y en la más firme tradición de Philip Marlowe y Dan Turner, a quien le encanta su trabajo (“Me gustaba mi trabajo: ser un cabrón de tiempo completo y trabajar horas extras”) y al que le encargan el trabajo de guardaespaldas de Johnny Weissmuller en Acapulco (sí, ¡¡es Tarzán!!), desde el memorable flashforward del primer capítulo hasta los siguientes donde empieza a ir desarrollando la enrevesada trama no hay tiempo para el descanso: por las páginas pasan chicas esculturales, mafiosos mexicanos y cubanos, actores desde Frank Sinatra y John Wayne hasta Ann Margret, con referencias incluso al McGuffin de Hitchcock o al Superman de Schuster. Se toma las licencias necesarias para vivir como si estuviéramos en una época tan excitante como aquella.

Si a todos estos ingredientes ya mencionados, añadimos ese humor que impregna cada palabra del escritor, ¿hace falta algo más para recomendar este libro? Yo creo que ya tenemos un poco de todo para tener una lectura estupenda donde el verdadero “Crimen es no saber preparar un martini, el resto sólo son escándalos con mucha sangre”.

Valoración del libro:

“Los inquilinos” de Bernard Malamud

Ya hablé de Bernard Malamud en esta reseña de otra novela suya. En este caso, y gracias a la misma editorial podemos gozar nuevamente de otra muestra de su buen hacer; la sencillez argumental de la novela “Los inquilinos” esconde sin embargo una complejidad de forma y fondo con una serie de ideas que subyacen desde el principio y que vertebran el texto que nos ofreció el escritor en las apenas doscientas páginas de las que consta.

De entre estas ideas, me gustaría poner énfasis en los siguientes temas:

-El evidente, aunque no menos importante, conflicto racial; latente a lo largo de todo el texto. En este caso el protagonista Harry Lesser es judío y Willie Spearmint es negro, representan facciones alejadas de “la mayoría” y que se resisten a ser desahuciados, que luchan contra una sociedad, encarnada en el casero Levenspiel, que les quiere echar de donde viven. Willie ejemplifica en primera persona esto:

                “¡Oh, qué imbécil hipócrita soy de pedir a un judío blanco que me aconseje cómo debo expresar mi alma negra! Solo con leerlo estropeas lo que escribo”

-Si no fuera porque sé que estaba leyendo a Malamud, en algunos momentos, por tratar la supremacía negra, nuevas formas literarias que la reflejen, etc… habría pensado que era Leroi Jones más conocido Amiri Baraka (1934) el que estaba haciéndolo. Baraka siempre ha tenido mucha controversia, sólo tenemos que observar el ensayo que escribió en 1965 (antes de la publicación de “Los inquilinos”):

                “Most American white men are trained to be fags. For this reason it is no wonder their faces are weak and blank. …The average ofay [white person] thinks of the black man as potentially raping every white lady in sight. Which is true, in the sense that the black man should want to rob the white man of everything he has. But for most whites the guilt of the robbery is the guilt of rape. That is, they know in their deepest hearts that they should be robbed, and the white woman understands that only in the rape sequence is she likely to get cleanly, viciously popped”

Este polémico escritor, ensayista y poeta, seguidor de Malcolm X, buscaba la supremacía negra sobre la blanca y para ellos lo tenía que ser igualmente en el arte, y más concretamente en la literatura, buscando su identidad, lo característico de la raza en forma y fondo; podemos ver en los siguientes textos cómo Malamud plantea en estos términos el personaje de Willie:

                “Willie ríe, grita y baila en su celda. Pide papel y lápiz, se lo dan, y se sienta a la mesa. Escribe cuál es el verdadero espanto de la vida. Escribe llorando. “Lloro por mi maldita madre y por todos los negros  sobre los que escribo, incluido yo mismo.” Ama las palabras que traza en el papel; de ellas nace la gente negra. Ama la manera de ser de    esa gente, sus voces y su ingenio. Willie se exalta cuando escribe, este es el más dulce de los placeres. […] Juro a mí mismo que seré el mejor escritor, el mejor escritor soul”

                “Ningún blanco hijo de mala madre puede ponerse en mi lugar. Estamos hablando de un libro negro que tú no entiendes para nada. La narrativa blanca no es como la narrativa negra. No puede serlo […] Yo escribo literatura soul sobre la gente negra que grita que aún somos esclavos en este jodido país y que no estamos dispuestos a seguir siéndolo. ¿Cómo puedes entenderlo, Lesser, si tus sesos son blancos?”

Y para ello es capaz incluso, de realizar un ejercicio de estilo literario donde plantea nuevas formas que intentan adaptarse a la forma de escribir que debería ser llamada narrativa negra, los experimentos se suceden a lo largo de la novela; pongo el más evidente, la poesía:

“El blanco no tiene esplendor,

no hay luz para el blanco;

el negro resplandece de verdad,

tiene luz dentro.

Te quiero.

Mujer Negra.

Tócame

por amor,

hazme

TODO NEGRO”

-Una vez dejadas de lado estas discusiones también podemos observar las reflexiones del autor con respecto al proceso de creación literaria, más limpio en el caso del judío, más caótico en el caso del de color, pero en este caso igual de inefectivos ambos ya que no consiguen acabar sus libros, el caso de Lesser es muy ilustrativo:

                “Lesser es un hombre de costumbres, de orden, de trabajo constante y disciplinado. La costumbre y el orden llenan las páginas una a una. La inspiración es costumbre, orden; las ideas nacen, se formulan, se forman. Está decidido a terminar su libro donde lo empezó, donde creó su historia, donde todavía vive.”

-No me gustaría terminar sin otro paralelismo que podría ser el eje de fondo; y tiene que ver con Melville y la obsesión del capitán Ahab con “Moby Dick”, aquí extrapolada a la de Harry con la creación de su libro (que podría llevarse igualmente a Willie), que supedita su vida, su búsqueda, evidente, del Amor, que le completará y le hará disfrutar de su vida.

                “Falta algo esencial que me costará tiempo encontrar. Pero estoy ya cerca, lo siento en la sangre. Estoy avanzando por un misterio hacia la revelación. Con eso quiero decir que lo que me preocupa está en los confines de la conciencia. Mía y del libro. […] Si no escribo eta novela exactamente tal como debo, si, Dios no lo quiera, tengo que forzarla o falsearla, entonces esos nueve años y medio serán inútiles y yo también lo seré. Después de esa locura ¿qué otra cosa podría esperar de mí mismo?”

Está contraposición constante de dos personajes que guardan algo tan importante en común se agudiza en un final cargado de violencia, crudo, extremo, sin solución ante el que Levenspiel sólo puede pedir:

“Piedad, vosotros dos, por amor de Dios, llora Levenspiel. Hab Rachmones, os lo suplico. Tened piedad de mí. Piedad piedad…”

Una gran novela, con muchas capas que quitar para disfrutar en todo momento, con muchos textos dentro de otros, amarga y dolorosa; al mismo tiempo inspiradora y reflexiva.

Valoración del libro:

“Il prigionero/Suor Angelica”, programa doble en el Real

Había curiosidad por comprobar cómo se las arreglaría el director de escena para unir dos óperas tan dispares “aparentemente” desde el punto de vista musical y temático. Lluís Pasqual fue el encargado de realizar la gesta, y digo gesta, porque el resultado fue excelente; todo se basaba en una especie de cárcel circular que giraba para reflejar distintas perspectivas y que, en algún momento escogido se abría, los paneles giratorios alrededor de ella servían para complementar la escena en momentos puntuales, como para hacer un refectorio en el caso de “Suor Angelica” o un jardín de flores. La cárcel funcionaba de manera espléndida a dos niveles: el más superficial y evidente de recinto cerrado que priva de la libertad a sus ocupantes, una libertad física, restringida por sistemas distintos pero que sirve de crítica ante dichos sistemas; el segundo, más metafórico, tiene que ver con la tortura mental que sufren los dos personajes: el prisionero, en su cárcel, desesperado por la soledad; Suor Angelica, desesperada por una mentira, la de saber que su hijo está creciendo sin ella cerca para cuidarlo. 

A pesar de la aparente inmovilidad de un escenario tan voluminoso, las continuas rotaciones de paneles y del escenario principal, unidas a las aperturas esporádicas de la cárcel, los juegos de luces y momentos puntuales como la persiana de luz a modo de paraíso del final de la segunda ópera, todo funciono temáticamente y cohesionó dos obras tan alejadas en lo musical (“Il prigionero” jugaba con momentos dodecafónicos y “Suor Angelica” era verismo puro)  pero tan cercanas en el fondo. Pongo a continuación el vídeo con una muestra de esta escena y muy bien explicado por el director.

Una vez comentado lo anterior paso al plano musical. De sobresaliente resultó la labor de Ingo Metzmacher en la dirección; desarrolló la, para mí desconocida, obra de Dallapicola con solvencia, resaltando los momentos más líricos sin descuidar los más descarnados y atonales, consiguiendo transmitir lo claustrofóbico del tema sin dificultad, ciertamente fue un final amargo como requería el dolor de lo representado. En el caso de la partitura de Puccini, fue aún más conciso en su representación, dirección llena de detalles, sacando todo lo bueno que tiene una obra riquísima, con momentos para el minimalismo y momentos para la épica final, con un equilibrio muy difícil de conseguir en una última parte donde sobresale la voz de la cantante principal, muy bello todo el momento de la ingesta del veneno y su posterior reconocimiento de lo que había desencadenado. La orquesta titular acompañó convenientemente su batuta.

En cuanto a los cantantes, bien Vito Priante como prisionero en la de Dallapicola, teniendo en cuenta la dificultad del papel y que se traga toda la escena. Convincente el carcelero de Donald Kaasch y estupenda como madre la gran Deborah Polaski que bordó a continuación el papel de la Zia Principessa en la de Puccini; construyendo un papel perverso, malvado, una castigadora impenitente que en la cumbre de sus rotundos gritos de “expiación” me produjo miedo a la vez que admiración. Veronika Dzhioeva fue de menos a más, nada hacía presagiar un torrente de voz como con el que empezó, quizá conscientemente para ganar en intensidad según evoluciona dramática y psicológicamente su rol; de tal manera, le perdono el dubitativo y ligeramente desafinado comienzo del “Senza Mamma” por todo lo que consiguió transmitir en su parte final, paradigma de la desesperación de una madre atormentada y que llega al suicidio por llegar a ver su querido hijo. Su interpretación, la dirección, la conjunción del coro fue un momentazo desencadenante de mi torrente de lágrimas en consonancia con su torrente de voz. Fue excepcional. El resto del reparto adecuado, sin sobresalir especialmente. Nuevamente destacó el coro, que roza la excelencia en todas las funciones.

No mucho más queda por decir, simplemente constatar que, a veces, los montajes modernos pueden funcionar; no todo tiene que ser malo, y este programa lo ha demostrado claramente.

“Fargo Rock City” de Chuck Klosterman

Vaya por delante que no me gusta demasiado el heavy metal. Y el subtítulo no dejaba lugar a duda “Una odisea metalera en la Dakota del Norte rural”. De hecho a los que más conocía musicalmente era a los Guns’N’Roses, que además pronunciaba muy bien cuando era pequeño y molaba un montón que te miraran como un bicho raro, pero de Mötley Crüe, Def Leppard, Van Halen (bueno sí, el Jump sí lo conocía), conocía muy poco y además no me gustaba demasiado. Del escritor tampoco había leído nada.

Entonces, ¿cómo narices me ha dado por leer este libro? Pues, como de costumbre, por recomendaciones, he oído hablar mucho de Chuck Klosterman, sobre todo desde el famoso “Pégate un tiro para sobrevivir” (excepcional) y siempre se ha comentado que es un escritor imprescindible del que, además, por aquí, tenemos muy poco publicado. Teniendo todo esto en la cabeza hablemos del libro en cuestión.

“Fargo Rock City” es un ensayo a modo de memorias, ya que el autor, en cada capítulo relata un hecho de su vida y el año y el mes en el que sucedió, así que estamos ante un ensayo con tintes autobiográficos, pero, ¿se queda en eso? No, no sólo es contar alguna anécdota divertida, que las hay, y parte de su vida; sino que además lo emparenta claramente con la cultura norteamericana, con el contraste entre la sociedad agraria típica y el exilio a la gran ciudad, consiguiendo, al mismo tiempo un estudio sociológico de la sociedad norteamericana.

Así, hablando sobre los grupos de heavy metal y el contenido sexual de las canciones, el bueno de Chuck comenta “los feministas son una entre las tres clases de personas que más ultrajadas se declaran ante el contenido sexual del heavy metal. Los otros dos colectivos son los cristianos de ultraderecha (que se ultrajan con prácticamente cualquier cosa que sea remotamente interesante) y los académicos pseudointelectuales (que comparten mi atracción por las feministas).

Además ya podemos ver que el libro además no es aburrido, ¡qué va!, Chuck además es capaz de hacerlo con humor. Especialmente interesantes son sus opiniones sobre la cultura, el rol que ocupa en nuestras vidas “en la mayor parte de los casos, no necesitamos cultura, la deseamos. La cultura nos hace sentir bien. Y no culpo a los músicos que se aprovechan del mínimo denominador común para venderle su versión de la cultura al público” y en ocasiones su enfermizo fin: “nuestra cultura está fascinada, en general,  con el fracaso público”.

Entra incluso en la dimensión de la muerte unida a lo cultural, con el caso más que conocido de Nirvana “Desde un punto de vista cultural el suicidio de Cobain fue la única cosa “genial” que le pasó a la música de los 90. Fue el único artista de mi generación irrebatiblemente sincero” y el ensalzamiento natural  que tiene lugar habitualmente y del que hemos sido más que testigos en varias ocasiones: “La gente que no respira siempre lo tiene más fácil. Es evidente que el modo más sencillo de acabar siendo “genial” es ser “bueno” después de sumarle “muerto”. Uniendo la muerte finalmente a la caída del heavy metal: “en el momento en que nacemos empezamos a morir; en el momento en que un músico se hace famoso, está empezando a caer en el olvido.”

Su premisa inicial, que retoma al final mismo del libro es “pretendía demostrar que todo aquel glam rock amariconado, sexista y superficial fue importante“. ¿Y lo consigue demostrar? Él mismo comenta “El hair metal fue un agujero de gusano para todos los chavales del Medio Oeste demasiado ingenuos como para comprender por qué no eran felices. Puede que yo sea un fracasado pero Vince y Axl y Ace y Ozzy eran guays por mí. Me permitían vivir una vida que nunca conocería y ni siquiera tenía que salir de mi cuarto para ella.” En este momento te das cuenta de toda la dimensión del libro y comprendes la premisa inicial. Para mí está comprobado.

Inmejorable edición de Es Pop Ediciones para un libro tratado con esmero y buen gusto. Un libro excelente y disfrutable en todos los sentidos. Aunque desde luego, para un metalero, me atrevo a decir que es imprescindible. Un estudio sociológico y cultural de un fenómeno sin precedentes en su época y que nos sirve para desgranar un poco más lo que es esa sociedad tan cercana y tan lejana al mismo tiempo.

Valoración del libro:

“Mientras los mortales duermen” Kurt Vonnegut

La vida del fallecido escritor norteamericano Kurt Vonnegut (1922 – 2007) no fue nada fácil desde que se alistó en el ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Durante las batalla de las Ardenas quedó tras las líneas enemigas y fue capturado por el ejército alemán y hecho prisionero en la ciudad de Dresde. Allí tuvo lugar en 1945 el bombardeo de la ciudad que quedó totalmente destruida y fue uno de los pocos que consiguió sobrevivir a la hecatombe. Estos sucesos influyeron en su obra indudablemente: de hecho el edificio en el que estuvo recluido (llamado por los alemanes Schlachthof Fünf), es decir, Matadero 5, serviría de inspiración para su novela homónima y que le haría mundialmente famoso.

Escogió como señas de identidad de su escritura la ciencia ficción, tanto en novelas como en relatos, la sátira y el humor negro. Estas señales están presentes en la excelente recopilación de cuentos cortos “Mientras los mortales duermen” que publica la editorial Sexto Piso tras la anterior  “Mire al pajarito”.

Se trata de una recopilación de dieciséis cuentos cortos que se han editado tras la muerte del escritor y en ellos tenemos relatos muy eclécticos que tratan de diversos temas. Así, en “Jenny”, el protagonista vive una apasionante relación con un frigorífico y esto le sirve a Kurt para elaborar una metáfora sobre la identidad y su imperfección (“Cariño vuelve a ser un ser humano imperfecto que vive entre seres humanos”). En la alegoría dixtópica que supone “La epizootia” plantea una sátira del capitalismo y de la sociedad de consumo. En el maravilloso “Besos a cien dólares” utiliza un diálogo para expresar la superficialidad inherente en nuestras vidas (“-¿Qué anda mal en el mundo? –Que todo el mundo presta atención a fotografías de cosas. Que nadie presta atención a las cosas en sí mismas.”), este mismo tema aparece en el relato cuyo nombre da título a la recopilación, pero en una historia navideña.  En “Sr Z” se sirve del matrimonio de los protagonistas para hablar de la madurez de la familia (“Fue un buen matrimonio para los dos. Fue el fin de la inocencia para los dos”).

Así se van sucediendo el resto de cuentos,  tratando sobre la búsqueda de la identidad, la madurez de la persona tras una pérdida, el paso de la niñez a lo adulto, el crecimiento a través del cultivo de los valores: la humildad, la sinceridad, la honestidad, etc. Y lo hace con sencillez, sin grandes artificios técnicos, los relatos no son enrevesados en forma, pero el fondo te llena plenamente. Esa magia de la narrativa breve que llega en lirismo e intensidad a la poesía.

Podemos decir que todos ellos conforman una novela de desarrollo. El mensaje que transmite, paradójicamente, es tan positivo que, si no fuera porque sabemos lo que le sucedió en su vida, no lo podríamos imaginar por sus cuentos. El quería sencillamente que el mundo fuera mejor, que no nos olvidáramos de soñar y de creer (“La realidad nunca fue suficientemente buena para él, es un soñador”).

Valoración del libro:

“Looper” de Rian Johnson o cómo aprovechar una idea y llevarla al límite

No voy a prodigarme demasiado en estos menesteres, ya que hay gente muy buena haciendo críticas de cine que son verdaderas maravillas en sí. Sin embargo, en este caso la ocasión lo merece, “Looper”, escrita y dirigida por Rian Johnson nos ofrece un recorrido por la ciencia ficción que todo buen aficionado que se precie no debería perderse. Aviso que la reseña tiene SPOILERS, evitad leerla si no la habéis visto todavía porque puede desvelar algún hecho.

En un impecable primer acto tenemos una presentación de la trama que no olvida unas raíces claras en el western y el noir; los “loopers” son pistoleros a sueldo, que podrían ser vaqueros antiguamente o simples sicarios de la mafia en los tiempos de la ley seca. El marco sin embargo se vuelve de novedad desbordante: estamos en una dixtopía ambientada en el 2044 donde estos sicarios reciben las órdenes del futuro (2074) de una asociación que les manda a este tiempo los sentenciados a muerte, ya que no se pueden eliminar los cuerpos en dicho tiempo. Este es el punto de partida que sirve para mostrar cuándo se acaba su vida y el porqué de su nombre, los “loopers”; se acaban cuando se tienen que matar a sí mismos, eso sí, tendrán 30 años para disfrutar del dinero que han ganado. En un momento de desesperación por una traición cometida, Joe (Joseph Gordon-Levitt) dirá cargado de amargura: “he olvidado el rostro de mi madre”, cual Rolando, el pistolero de la “Torre oscura” de King, manifestará con frecuencia en la saga refiriéndose a su padre.

Una vez dispuesto lo anterior, el segundo acto desencadena una paradoja temporal que se convertirá en la base en la que se sostiene toda la película. La audaz premisa se irá llevando hasta las últimas consecuencias al desvelarse cuál es el objetivo de ese nuevo visitante, de ese “Old Joe” (Bruce Willis) que intentará borrar las consecuencias funestas de un futuro que le afecta personalmente. Lo más genial es que está paradoja le sirve al director durante este acto y el tercero (una separación de caminos con cada uno de los “Joes” por su lado) para desarrollar la trama y la identidad de un personaje complejo con contradicciones irreconciliables que están basadas en lo que cada uno “ha” o “no ha vivido”; en esta parte aparecen dos nuevos personajes que determinarán el último acto, una mujer (Emily Blunt) y su hijo (Pierce Gagnon), que viven en una granja, alejada de las grandes ciudades.

El descubrimiento que desencadena este último acto trastoca lo establecido hasta ese momento, le añade un elemento aún más de valentía al director; todo se convierte en una desenfrenada persecución final, un tour de force donde la única solución posible tiene que ver con subvertir la paradoja que mantenía la película; el sacrificio de uno salvará el futuro del resto. Un clásico prácticamente instantáneo de la ciencia ficción.

 

“Escucha esto” de Alex Ross

En su anterior y exitoso (en cuanto a crítica y público) ”El ruido eterno”,  Alex Ross realizaba un repaso de todo la música clásica del siglo XX encadenándola a al contexto cultural e histórico consiguiendo un libro de fácil lectura y que además quitaba prejuicios y ayudaba a comprender a gente tan extraña como John Cage o Alban Berg, además lo acompañaba de un imprescindible acompañamiento musical disfrutable a través de su web que hacía aún más sencilla la escucha. Con su nuevo libro “Escucha esto”, de nuevo publicado por Seix barral, pretende obtener el mismo resultando aunque aquí intenta realizar una retrospectiva desde el punto de vista histórico de lo musical haciendo énfasis en la cada vez más frecuente fusión de estilos y géneros: “Las fronteras entre lo “popular” y “clásico” están empezando a desdibujarse de modo creativo”.

Esta va a ser la base de la mayoría de los ensayos que vendrán después; todo muy en la línea de la escuela de los “Cultural Studies” de Stuart Hall, corriente crítica que relativiza el posible canon establecido históricamente para ponderar la cultura en general con todas sus manifestaciones.

El segundo capítulo, “Chacona, lamento y walking blues”, ya justifica por sí mismo su lectura; es, curiosamente, el único que se ha escrito específicamente para este libro y para hacerlo el autor se inspira en una conferencia que dio el compositor György Ligeti en 1993 en el conservatorio de Nueva Inglaterra de Boston (“En un momento dado, Ligeti cantó las notas “La, Sol, Fa, Mi” –el bajo del lamento de la ninfa- y empezó a catalogar su sinfín de apariciones en la música occidental, tanto en el repertorio clásico como en las melodías folclóricas que había aprendido de niño.”)

Tomando esta base, establece una cronología histórica comparada desde los primeros momentos en los que surgió ese motivo descendente y la chacona “que se convirtió en un emblema del lamento”. En su increíble web hay un vídeo del autor explicándolo y que pongo a continuación:


 Por el documento musical de la web con respecto a ese artículo desfilan el “Lamento della Ninfa” de Monteverdi, el Lamento de Dido de Purcell, la “Misa en sí menor” de Bach, Beethoven en su Novena Sinfonía… para llegar a la música pop del siglo XX con los Beatles y su “Michelle” acabando con el Blues, Bob Dylan y Led Zeppelin. Me apetece especialmente poner el Lamento de Dido, mágico, y su reflejo en Bach para que comparéis vosotros.

Este artículo es el culmen de esta forma de hacer las cosas, la total conjunción entre el texto y la música a través de la web, es sencillamente excepcional. Os podéis dar una vuelta por ella desde aquí, y así os hacéis una idea.

A partir de aquí, el libro no mantiene tanto el nivel, aunque sí que es cierto que sigue siendo interesante: “Máquinas infernales” explora el típico tema de la tecnología como liberación o esclavitud, adoptando una posición intermedia “la máquina no es ni Dios ni demonio”. Luego empieza la segunda parte donde tenemos un artículo de Mozart que orienta como retrospectiva nuevamente y que hace énfasis en su parte final en los anticlimáticos finales de “Don Giovanni” y “Cosí Fan Tutte”; esta estructura se mantiene en el de Schubert: consigue unos ensayos interesantes aunque no deslumbrantes; no deja de ser curioso aprovechar el que dedica al director de orquesta Esa-Pekkä Salonen para desarrollar los entresijos burocráticos que se producen habitualmente en una sala de conciertos;. notables contribuciones de música “pop” resultan ser los dirigidos a Björk y Radiohead, igualmente claros en su exposición exhaustiva de las carreras musicales de ambos; sin embargo, el artículo sobre el interés de China por la música occidental y su posible futuro en la música no deja de ser una simple anécdota estirada de su viaje al país y no pasa del aprobado.

Hasta el final se van sucediendo los ensayos con mayor o menor suerte, pero siempre caracterizados por el eclecticismo, la claridad y la abundancia de notas y datos al respecto del tema que trate: desde la vida de un cuarteto de cámara, pasando por el tirón de  Verdi entre los aficionados, a los obituarios en clave de ensayo del siempre controvertido John Cage o la contralto de color Marian Anderson tienen cabida en estas páginas; incluso Bob Dylan y Sonic Youth tiene su espacio. 

La conclusión es que el autor nos ha conseguido transmitir la importancia que tiene la música actualmente y la influencia en la cultura de la sociedad, abogando por eliminar elitismos y por la fusión de géneros; lo que importa de verdad es oír música e intentar entender sus manifestaciones por extrañas que puedan parecer. Una espléndida lectura musical complementada de manera admirable con la información que aparece en el sitio web: una experiencia única y enriquecedora.

 

Valoración del libro:

“El jardín colgante” de Javier Calvo

Conocí los libros de Javier Calvo hace ya bastante tiempo; el primer libro suyo que leí fue “Mundo Maravilloso”, un libro que; por temática, caracterización de personajes y referencias a cultura pop (sobre todo anglosajona), daba una impresión diferente y/o especial; siempre me ha parecido su obra más redonda. Sus cuentos cortos en “Los ríos perdidos de Londres” eran irregulares pero tenían ese sello inconfundible. Con “Corona de flores” experimentó un poco más con literatura decimonónica con resultado más bien desigual, para luego retomar en “Suommenlinna”, un relato corto, pero intenso y, por qué no decirlo, mágico, las señas más propias de su forma de escribir.

Con “El jardín colgante”, flamante ganador del premio Biblioteca Breve 2012, se evidencia un posible punto de inflexión en el avance literario del escritor.  La trama es sencilla y muy del estilo de los thrillers habituales: los servicios secretos españoles, capitaneados por Arístides Lao, lucharán para desactivar una célula terrorista de nombre TOD (muerto en alemán) y que proviene de sindicatos de extrema izquierda. Lo que cambia de otras novelas suyas es que ambienta la historia en 1977, en plena época  de transición española,  y la enmarca en lo que se ha dado en llamar Cultura de Transición (término acuñado por Guillem Martínez); una cultura que surge de este período y que, resumiendo, se trataría de un tipo de cultura gestionada por el Estado y que marcaría lo que debe aparecer en artículos, libros, televisión… quitando aquello que puede remover, “ser problemático”. No porque sea dictado por alguien sino más bien porque se convierte en una tendencia establecida: mantener el orden inherente y confortable.

Teniendo todo esto en la cabeza voy a la novela: Calvo estructura la historia en dos partes bien diferenciadas: “Meteorito” e “Islote”; a su vez divididos en capítulos cortos donde alterna el cambio de perspectiva,  por un lado los servicios secretos encabezados la mayoría de las veces por Lao (aunque cambia según avanza la trama a Melitón Muria) y por otro lado, el sindicato y el TOD a través de Teo Barbosa, agente infiltrado de los servicios secretos u otros personajes asociados a la cédula terrorista; consiguiendo de esta manera que la novela fluya sin apenas dificultad.

Es en la construcción de los personajes, en esa primera parte, donde se identifican rasgos característicos de anteriores novelas, sólo tenemos que ver cómo describe al repulsivo criptógrafo Arístides Lao: “Lao es bajito y rechoncho, parece ser al mismo tiempo pelirrojo y calvo y lleva unas gafas absurdamente gruesas que le distorsionan los ojos, agrandándolos o bien reduciéndolos según el ángulo con que uno mire”, “hay algo en su cuerpecillo blando y lechoso que le da aspecto de alimaña extraída de su caparazón y expuesta a los elementos”. ¿Es casualidad que se le llame “agente Sirio” en el libro? Sirio es la estrella más brillante del cielo nocturno y bien conocida desde la antigüedad en varias civilizaciones (Egipto, Grecia, Polinesia…), volveré a ello más adelante.

El otro gran protagonista es el sátiro y socarrón Teo Barbosa, infiltrado en TOD y que se ríe de todo y de todos causando problemillas a los jefes del sindicato “¿Por qué no nos vendemos ya, igual que todos los demás? Si nos damos prisa igual nos dan un despacho como Dios manda.”

En medio de esta confrontación de fuerzas conspiratorias, donde los servicios secretos intentan conseguir que su agente infiltrado llegue a lo más profundo de la organización terrorista,  siempre aparece de telón de fondo el “Meteorito”: “Un orden superior de cosas acababa de penetrar el nuestro”. Parece inevitable que con la caída de ese meteorito todo vaya cambiar: “España empieza a no ser el mismo lugar que era hace un mes. Hace una semana. Empieza a ser un lugar distinto al que era el día anterior.” Este meteorito le puede servir al escritor para simbolizar este cambio que vendría, tanto a nivel del libro como en  nuestra propia realidad, la incertidumbre de comprobar si de verdad se va a realizar este cambio, TOD habla así del estado en los siguientes términos: “Su cometido ahora es detener la historia. Sepultarla. Crear un presente infinito donde nadie se da cuenta de que está bajo un conjuro. Son los Hombres sin Alma.” Y se atribuye como promotora de este cambio:“Somos la muerte. Somos lo que hace falta para que la historia se vuelva a poner en marcha. Hace falta la sangre y el sacrificio. Para poner todo a rodar otra vez. Somos el beso del príncipe”.

En los párrafos anteriores se observa otra  de las alegorías que utiliza con frecuencia, esta de forma bastante continuada, y es la de los cuentos de hadas; de hecho, los nombres clave de los componentes de la organización terrorista son nombres de estos y utiliza diferentes metáforas relacionadas con ellos. ¿Pretende dulcificar de alguna manera lo que está contando? O simplemente, en consonancia con el significado de TOD, quiere decir que sus cuentos de hadas nunca van a fructificar,  que están muertos de antemano.

Es curioso indicar que la introducción del criptógrafo Lao (cuyo verdadero ideal “en términos abstractos, sería usar una clave que fuera tan larga y compleja como el propio texto a cifrar”) añade elementos de tipo tecnológico en la historia,  no en vano se habla de introducir un elemento para provocar el caos, el aumento de la entropía,… todo esto tiene ecos de Pynchon y resulta original en la concepción de la novela, ya que no lo había utilizado anteriormente.

La historia avanza en un suspiro, y se llena de elementos clásicos del género, interrogatorios brutales, persecuciones, pruebas de iniciación a las organizaciones… hasta llegar a una apocalíptica y desenfrenada parte final que desemboca en un baño de sangre que aclara parte de lo que he comentado con anterioridad. En el discurso final de Blanco, mandamás del sindicato, ante los acontecimientos sucedidos, la ironía está servida “Es 1978 señor Barbosa. Lo estamos borrando todo. Los crímenes del pasado, los nombres, las caras. Nosotros somos las excavadoras.” Y que termina con una terrible necesidad, la de “una amenaza que nos acompañe. Que nos permita seguir teniendo las riendas a los que realmente nos preocupamos por este país”.Ello coincide con su descripción física “a Blanco se le ruboriza la cara. Esa cara sin rasgos llamativos que a priori uno asociaría con oficinistas grises o dependientes de grandes almacenes pero que en la vida real solamente pertenece a gente cuyas ocupaciones verdaderas nunca se dicen en voz alta”, en la que vemos ecos sorprendentemente parecidos de la primera descripción que se hizo de Arístides Lao, ese agente Sirio con ecos del pasado, reconocido desde siempre por varias civilizaciones y que puede simbolizar el querer perpetuar un orden a lo largo de la historia, como la presencia de la estrella.

¿Hay diferencias entre unos y otros? ¿Somos conscientes de esta situación? “La cuestión es que cuando por fin conseguimos ser libres, no somos conscientes de que lo somos. Por la venda que nos tapa los ojos”. Parece que Javier Calvo quiere llamarnos a expresar una disconformidad con este orden inherente.  Sin duda estamos ante una novela que supone, al menos, un cambio con lo que había hecho anteriormente. Habrá que ver por dónde sigue a continuación ya que siempre resulta interesante leer sus novelas.

Valoración del libro:

Policíacas otoñales

El otoño, con su tristeza inherente, es quizás una de esas épocas más propicias para leer cierto tipo de libros; en este caso se me antoja que las novelas negras pueden ser más que propicias para aprovecharlas en una de esas tardes lluviosas en las que tampoco apetece hacer mucho más que sentarse en un sillón, disfrutar de un buen café o infusión y, cómo no, de una buena novela policíaca.

Para ello hoy traigo tres recomendaciones de tres maestros de este género que tanto amamos, tres novelas cercanas en su aproximación al “hardboiled” pero que, por realizar esta aproximación de una manera tan distinta se complementan estupendamente.

“Mátalos suavemente” de George V. Higgins (1939-1999), el año pasado, gracias a Libros del Asteroide,  tuvimos la suerte de disfrutar de la increíble “Los amigos de Eddie Coyle”, primera novela del escritor George V. Higgins, que fue una de las sorpresas policíacas del año; una novela rápida, brutal y que te dejaba muy mal cuerpo pero que tenía calidad y que se hacía adictiva de veras. Este año, aprovechando el estreno de la película homónima, hemos vuelto a gozar con la vuelta del escritor norteamericano; a pesar del hándicap que supuso una novela inicial tan aplastante, esta tercera mantiene unos niveles similares y se disfruta enormemente a pesar de la gravedad de lo que trata. Para los que no lo conozcan, este autor fue, sin lugar a dudas, fuente de inspiración para Tarantino, solo hay que ver alguno de sus diálogos: chispeantes, duros, cargados de humor y de mala leche, para darse cuenta que, el director no fue el primero en hacerlos: “Me importa un carajo. Como si lo haces con Tarzán y su puto taparrabos de leopardo, si lo convences. Me la suda. Lo único que quiero es que se haga bien. Sólo hay dos cosas que hay que tener: huevos, que según tú ese tío los tiene, y que no lo conozcan mis padroni”. Lo verdaderamente genial del escritor es que consigue mediante el diálogo caracterizar a los personajes y avanzar la trama, ahí está su maestría, no estorban, son el medio, y no abusa de ellos, de ahí lo ágil que resulta leer sus libros. Luego, eso sí, los libros son tremendamente dolorosos, es mejor leerlos en momentos de optimismo porque te pueden dejar bien hundidos. Otra maravilla más a tener en cuenta.

“Un tipo implacable” de Elmore Leonard (1925- ), el mayor problema de este coloso de las letras americanas ( y ya puestos, el de Lawrence Block) es que ha escrito tal cantidad de libros, es tan prolífico, que su gran calidad puede haberse visto diluida entre tanta producción; y esto en EE.UU. no es un problema, pero aquí, con lo difícil que es publicar a un autor de manera continua, se convierte en su mayor hándicap para vender lo que debería vender. Pero no hay que engañarse estamos ante un estilista nato que, eso sí, ofrece mucho; experimenta con todo tipo de géneros y le da juego al lector, no a la crítica. En la novela “Un tipo implacable” tenemos un clasicazo del género negro, heredera de los más grandes, con todas esas alternativas que tanto nos gustan, el hampa en su esplendor; un policía, Carl Webster, que es de un carisma apabullante, frío, implacable con los delincuentes; por el otro lado del ring, tenemos a Jack Belmont, rebelde hijo de un magnate petrolífero, aspirante a convertirse en el enemigo número uno; tenemos mujeres a lo femme fatale que son capaces de todo por sobrevivir; un periodista que documenta el enfrentamiento; subtramas que complementan la trama principal pero que no emborronan; ingredientes mezclados con sabiduría para crear otra de esas novelas que no hay que perderse, con un encuentro final, a lo O.K. Corral que demuestra el amor de Leonard por el western.  ¿Hace falta decir más?

“La canción del perro” de James McClure (1951-2011), no ha tenido mucha suerte en España este escritor sudafricano. Las primeras novelas suyas que se publicaron estuvieron incluidas en la espléndida colección de novela negra que Júcar saco ya hace varios años; sin embargo, a pesar de la calidad de las obras, solo hay que recordar la excepcional “El huevo ingenioso”, no gozó de continuidad y las historias del teniente Tromp Kramer y el sargento zulú Mickey Zondi, aún en estos días, no están publicadas en su totalidad; la publicación no pasa de ser errática y cada cierto tiempo alguna editorial, preferiblemente pequeña, se atreve a intentarlo. Este es el caso de la novela que nos ocupa, editada con esmero por El reino de Cordelia, y en la que podemos vivir la que supuso la última entrega de la serie de estos peculiares detectives; ambientada como en las anteriores entregas en Sudáfrica, volvemos a disponer de una de esas tramas absorbentes, muy bien hiladas (y terminadas) donde, a pesar de la dureza de los temas que aborda, siempre está dispuesto a brindarnos momentos de humor, todo ello aderezado con pequeños apuntes que reflejan el ambiente de apartheid, el racismo que en esa época estaba más que presente en todos los estamentos sociales y que hicieron que el escritor tuviera que emigrar irremediablemente al reflejar esta situación. Este “canto del cisne” es, por otra parte, la primera novela, el encuentro entre los dos detectives, el comienzo de una amistad, una mirada audaz al final de sus historias desde el principio de sus investigaciones; es una amistad que supera cualquier racismo presente (“Zondi se rió y ambos compartieron la oscilante llama de la vela, encendieron los pitillos y aspiraron con ganas”), es imposible decidir qué historia de James McClure me gusta más.

Una selección de momentos musicales de Giacomo Puccini

 Con motivo del estreno de “Suor Angélica” en el Teatro Real se me ha ocurrido hacer un post diferente y desde luego muy personal: hacer una recopilación de momentos con los que disfruto especialmente de todas las óperas que tiene Puccini; no van a ser todos, pero será una buena selección. 

Ahora me veo obligado a explicar las sensaciones que tengo cuando veo una ópera, de hecho, el decidirme a hacerlo se debió a mi enésima escucha de la ópera de Puccini que tuvo como resultado la caída desorbitada e incontrolada de lágrimas por parte de un servidor; he pensado muchas veces en los motivos de estas lágrimas y se me ocurren las siguientes posibilidades:

-Que este en un momento depresivo y lo asocie a la música en una especie de “catarsis”; claro que, con la frecuencia que me ocurre, querría decir que siempre estoy deprimido, cosa que, me parece, no se cumple. 

-Que, al conocer la trama y lo que está sucediendo, me de pena y se me derramen las lágrimas; esto tendría posibilidades, pero a veces me pasa al conocer una ópera y no sé la trama…. 

-Que entro en una especie de éxtasis musical cuando la música se vuelve sublime, una especie de resonancia musical con mi alma, de comunión musical que sólo se da en las grandes y maravillosas melodías. 

-Que soy un llorón y ya está. 

Podéis elegir la que más os guste; curiosamente, creo que se me acerca más a la tercera razón, es una capacidad de apreciar musicalmente una obra a pesar de no saber ni solfearla, porque, realmente, no tengo conocimientos musicales avanzados, pero sí que es cierto que tengo capacidad de apreciar desde Häendel a Messiaen, o incluso Cage, por poner algunos ejemplos extremos.

Teniendo en cuenta lo dicho, la elección va a ser de algunos de esos momentos que me hacen entrar en comunión con la música; empecemos, entonces, con ellos, otro día podría hacer otra elección, hoy es esta la que pongo:

● Qué mejor que empezar con el estreno, “Suor Angélica”, segunda de las óperas de “Il Trittico” pucciniano,  podría haber puesto el fabuloso “Senza Mamma” que, además, es lo más conocido, sin embargo voy a poner el siguiente milagro que se produce ya llegando a su recta final:

No hay milagro mayor que la voz de nuestra Victoria de los Ángeles cantándolo; qué fuerza, cuánta emoción, cuánto dolor, tantos matices que no pueden más que desgarrarte sin remisión.

● Los siguientes fragmentos los voy a coger de “Madama Butterfly”, le tengo especial cariño ya que fue la primera ópera del compositor que conocí y puedo afirmar sin sonrojo que me la sé prácticamente de memoria, sobre todo el papel del odioso Pinkerton; personaje al que aborreces por lo que hace pero que tiene una partitura magistral y más si la  oyes cantada por el increíble tenor Carlo Bergonzi, paradigma de tenor verdiano y que borda algunos roles de Puccini; serán dos fragmentos, el primero el increíble dúo entre barítono y tenor “Amore o grillo” que sigue al aria “Dovunque il mundo” de Pinkerton al comienzo de la ópera con el gran Richard Tucker

 Y el segundo es el tenebroso, por su tristeza, trío “Io so che sue dolor” que refleja todo el dolor de Butterfly que ha estado esperándole siempre y que va a ser abandonada de la manera más cruel, Bergonzi está tan excelso que no se puede decir mucho más:

“La boheme”, su ópera más conocida, no puede faltar; hay tantos momentos que quedarse con uno es una locura; me vuelve tarumba la presentación de Mimí “Si, mi chiamamo Mimí”, nuevamente a cargo de Victoria de Los Ángeles:

 Y venga, el dúo de ellos “O soave fanciulla” con la versión fantástica de Villazón y Nebretko.
 

● En “Turandot” todo está bien, o muy bien, podría poner el típico “Nessun Dorma”, pero no va a ser así.. hoy toca Franco Corelli cantando “Non Piangere Liu”, un coloso con una voz broncínea pero de un encanto irresistible, y ojo al coro posterior, celestial:

 
Y me quedo ahora con el aria de Liú “Signore ascolta”en la exquisita voz de nuestra Caballé, vaya pianissimi se marca:

 ● De “Tosca” el “Te deum” de uno de los peores malos de la historia de la ópera, Scarpia con la contundencia del mítico George London:

 Terrorífica la voz de ese monstruo.

Y, cómo no, una de las más bellas arias que se han escrito para un tenor “E lucevan le stelle”, cómo no, Bergonzi impartiendo clases de canto:

 ● No quiero dejar pasar la muy olvidada pero maravillosa “Manon Lescaut”, en la famosa aria “Sola perduta abbandonata” en la voz de otro clásico, Renata Tebaldi, cuánto era capaz de transmitir esta mujer con su voz:

 ● Y para acabar otra difícil de ver representada, la exquisita “La rondine”, me despido con este Brindis genial “Bevo al tuo fresco sorriso” de Alagna y Georghiu, a vuestra salud:

 Si tiene éxito el post, otro día hago otro de Verdi, Wagner, Strauss, Mozart, Rossini… todo puede ser… hay mucha ópera.

“Buffy entre amigos”

¡Cuánto tiempo ha pasado desde que visioné “Buffy Cazavampiros” (“Buffy the Vampireslayer”) y su spin-off “Angel”!. Me acuerdo de cuando solicitaba las temporadas en inglés para poder verlas con todo lujo de detalles. Quizá estemos hablando del proyecto más ambicioso y de largo recorrido que su creador, Joss Whedon, ha tenido la oportunidad de desarrollar,; ya que todos sabemos la brevedad de sus otros intentos, como el ya de culto “Firefly”, “Dr Horrible” o la última infortunada, “Dollhouse”.

Whedon es un creador nato, sus puntos fuertes, simplificando bastante, son, sin duda, la caracterización de los personajes, los diálogos, el sentido del humor… y todo ello sin olvidarse de darle sentido a una trama que avanza capítulo a capítulo y que sirve como vehículo de crecimiento y evolución de los personajes; es decir, tenía una idea, un plan que seguir encaminándolo al resto de capítulos de la serie.

Pero no se quedó ahí, Joss; desde el principio de la serie dejó clara la idea de subvertir el  género pero sin abandonar la tradición, no en vano elige como protagonista a Sara Michelle-Gellar,  el prototipo de rubia que siempre moría en las películas de terror, preferiblemente en “slashers”, dándole la vuelta a su papel volviéndola, sin embargo, la heroína de la situación. Este afán deconstructivo lo aplicaría durante toda la serie, consiguiendo, en la mayoría de las ocasiones, que muchos mitos asociados a la ciencia ficción, al terror, … se renovaran pero sin perder el punto de vista del lugar de donde vienen, creando un “Buffyverso” que, en la actualidad se sigue explotando.

Si vengo ahora con este comentario es porque el Focoforo ha tenido la genial idea de empezar un visionado simultáneo de las dos series, Buffy y Angel. El día elegido ha sido el lunes, y empezará el próximo día 12 de noviembre a las 22:30, se podrá comentar con el hashtag #buffyentreamigos, se discutirá el episodio o episodios durante toda la semana en el foro. Como podéis suponer es un proyecto a largo plazo, hablamos de más de 2 años, pero la idea es tan atractiva y posiblemente enriquecedora a priori, que no hay que tener muchas dudas, solo hace falta un poco de constancia y, sobre todo, ganas.

Y el calendario para la primera temporada está aquí, puesto en el blog del Hematocrítico , de obligado visionado si alguien no lo conoce.  Y os dejo con el trailer de la primera temporada, para ir abriendo boca, por si alguien quiere acompañarnos en este maravilloso camino.

“Contraluz (2): Espato de Islandia”

Continúo en este momento con este comentario fragmentado que ya inicié aquí  sin resistirme a poner uno de esos párrafos que, sin lugar a duda, es paradigma del estilo y la forma de crear literatura del gran Thomas Pynchon; desde luego es reconocible y personal, es el comienzo del segundo gran capítulo de “Contraluz”: “Espato de Islandia”:

“Además de estar ojo avizor desde el puente volante, Randolph St Cosmo había colocado vigías con los prismáticos más potentes de la nave a popa y a proa. Aquí, al norte del Círculo Polar Ártico, la directiva reglamentaria para todas las aeronaves de los Chicos del Azar rezaba: “El tráfico aéreo desconocido se considerará hostil hasta que se demuestre lo contrario”. Ahora se libraban escaramuzas a diario, pero ya no por territorios o mercancías sino por información electromagnética, en una carrera internacional cuyo objetivo era medir y cartografiar con la mayor precisión los coeficientes de campo en cada punto de aquella misteriosa retícula matemática que por entonces se creía que cubría la Tierra. Del mismo modo que la Era de la Navegación había dependido de la cartografía de los mares y las costas del globo, y de los vientos de la rosa de los vientos, ahora sería la medición de las nuevas variables lo que determinaría la historia que iba a desarrollarse aquí, entre acantilados de anomalía magnética, canales de menor impedancia , restallantes tormentas de rayos que salían del sol y a las que todavía ni siquiera se les había dado nombre. Se había desencadenado una “Fiebre del rayo”: la luz y el magnetismo, así como toda clase de rayos extrahertzianos, estaban ahí para el primero que los quisiera captar, y habían acudido en masa los buscadores, incluidos muchos espabilados usurpadores de derechos de propiedad profesionales que pretendían sacar algo por la fuerza; muy pocos eran capaces de rastrear rayos de todas las frecuencias, la mayoría no estaban especialmente dotados ni eran unos desaprensivos, sencillamente se encontraban atrapados en una contagiosa y resuelta huida de la razón, tan enfermiza como la de los buscadores de oro y plata del pasado. Aquí, en el borde superior de la atmósfera se hallaba la nueva frontera sin domesticar, y los pioneros llegaban en aeronaves en lugar de en carretas, y se enzarzaban en disputas sobre la propiedad destinadas a prolongarse durante generaciones. La aurora boreal, que los había sacado de sus camas infantiles en latitudes inferiores tantas noches frías de invierno, mientras a sus padres les provocaba oscuros sentimientos de pavor, podría contemplarse aquí a cualquier hora desde su mismo interior, en altitud, en forma de latidos de color inmensos como el cielo, de densas cortinas, oleadas y columnatas de luz y corriente en incesante transfiguración.”

Es largo, pero no me podía resistir, qué cautivadora reescritura histórica extrapolada a lo científico y cargada de luminosidad, esa luz que luego aparecerá y de la que hablaré aún más y esa idea audaz de búsqueda del electromagnetismos: buscadores de tiempos modernos ubicados a principios de siglo XX.

Había acabado el anterior comentario hablando sobre las dicotomías que nos presenta el autor y planteando si continuaría por ahí o daría un giro de 360º ; en el principio del capítulo conocemos las contrapartes de nuestros queridos Chicos del Azar, que no podían ser de otra manera que rusos, en su dirigible Bol’ Shaia Igra; anticipo, conocido por todos, de la guerra fría entre las dos grandes potencias del siglo XX y que nos presenta ya, como hará más adelante con otros hechos de importancia en nuestra historia más presente.

Sigue presentando conceptos según avanza, ideas que van a servir para dar forma al texto, otro clave sería el de “bilocación” en boca de otro de los personajes:

                “Throyle le explicó el misterioso poder chamánico llamado bilocación que permite a aquellos que tienen el don estar literalmente en dos o más lugares, a menudo muy separados a la vez.”

Este misterioso poder se personaliza en las figuras de los Profesores Renfrew (británico) y Werfner (alemán), que son un anagrama uno del otro y representarán más adelante lo mismo; dicotomías, juegos, bilocaciones… cada personaje puede traer cualquier cosa a la escena, la prosa no tiene límites en Pynchon.

La original aparición de la Neoorden CRETINO (Centro de recogimiento para los estudiosos del tetractis inefable) servirá para iniciar otra serie de narraciones con dos de los personajes principales  el detective Lew Basnight y la exótica  Yashmeen Halfcourt, esta organización nos dará el contrapunto conspiranoico que  necesitamos añadir al resto de la obra.

Aunque el autor vuelva a tratar sobre el espato de Islandia un poco más adelante (“Así que -el Profesor seguía explicando- si se acepta la idea de que los mapas empiezan como sueños, tienen una vida finita en el mundo y después se reanudan como sueños, podemos decir que estos paramorfoscopios de espato de Islandia, de los que no deben existir muchos ejemplares si es que existen revelan la arquitectura de la latitud y la longitud ordinarias”) en la parte final del libro iremos a parar a la Universidad de Candlebrow gracias a los Chicos del azar:

“En la universidad de Candlebrow, la tripulación del Inconvenience encontraría la combinación justa de nostalgia y amnesia para obtener una falsificación razonable de la Intemporalidad. Y, como quizá era inevitable, también ahí realizarían el fatal descubrimiento que los llevaría, tan inexorablemente como la rueda del Zodiaco a su Imum Coeli”

Ese Imun Coeli hace referencia a los orígenes o raíces del… ¿relato, texto, realidad? no es casualidad que en el siguiente párrafo se narre lo siguiente:

“Los beneficios generados por las ventas de Smegmo proporcionaron los fondos , a una escala casi suntuaria, para la Primera Conferencia Internacional sobre el Viaje en el Tiempo, un tema que de la noche a la mañana se había vuelto respetable debido al éxito de la novela del señor H. G. Wells “La máquina del tiempo”, publicada en 1895, un año que se citaba a menudo como límite inferior de la fecha de la primera Conferencia, aunque todavía no se había llegado a un acuerdo sobre qué ordinales asignar a aquellas reuniones, pues una vez que se ha inventado el viaje en el tiempo, afirmó el Profesor Heino Vanderjuice, nada nos impide remontarnos en el pasado cuanto queramos y celebrar las Conferencias allá en la época en que por aquí todo era prehistórico, con dinosaurios, helechos gigantes, picos flamígeros por todas partes y demás..”

La presencia de H. G. Wells es evidente en el “wellsianismo” que se vive en esa realidad, la tercera parte jugará con más temas a añadir, uno de ellos, principal, será la cuestión del tiempo, la cuarta dimensión, viajes en el tiempo (de hecho al final de este capítulo ya se realiza un viaje con los Chicos del Azar) , paradojas temporales generadas por esto. El texto se vuelve “cuatridimensional”, cargado de matices y de posibilidades.

Las preguntas que nos hiciéramos al principio se han quedado obsoletas, la historia se reescribe desde todos los puntos de vista y del espacio-tiempo. Dentro de poco veremos las sensaciones que me produjo el tercer episodio de “Contraluz.

En Noviembre: Joyce Carol Oates y el resto

El octubre otoñal ha sido un mes de lo más musical gracias a Alex Ross y su “Escucha esto” del que próximamente pondré por aquí una reseña de lo más jugosa. Antes de esto tocó finalizar “Contraluz” como ya comenté y del que empiezo a hablar aquí . El descanso necesario tras tan mastodóntica aventura fue la maravillosa poesía de Ko Un, concretamente sus selecciones de poemas “Diez mil vidas” y “Fuente en llamas” con el que ya puse el siguiente comentario ; el humor llegó con “Augustus Carp” de Henry Howarth Bashford, lectura entretenida pero no especialmente reseñable, la sátira se fuerza tanto que, al final del libro, resulta ligeramente cargante; la novela negra tuvo su representación con “Un tipo implacable” de Elmore Leonard y “La canción del perro” de James McClure, dos joyas de las que hablaré próximamente; me sorprendió nuevamente Joyce Carol Oates con su ensayo “Del boxeo” que citaré este mes tras la lectura de su obra más reciente. No acabó el mes hasta que leí “Los inquilinos” de Malamud y “The quiet American” de Graham Greene, de la primera tengo ya preparado un comentario porque lo merece; de la segunda, no voy a descubrir al autor ahora, además, ahora puedo decir con conocimiento de causa que en inglés es accesible y satisfactorio.

Noviembre, aprovechando Halloween ha empezado con los escalofríos divertidos de “Miedos de medio minuto” en la edición de Susan Rich y los más terroríficos de Shirley Jackson con “Siempre hemos vivido en el castillo” que continuaré después de la anterior. Estas dos obras y otras tantas que van a formar parte de las lecturas del mes provienen de las últimas adquisiciones que os pongo a continuación.

Continuando con ello, está claro que esta vez sí que toca “Caída y auge de Reginald Perrin”, que se me había traspapelado por ahí y la tengo muchas ganas; también habrá lectura en inglés con Ishiguro y su “The remains of the day” sin poder quitarme a Anthony Hopkins y Emma Thompson de la cabeza. Luego pueden ocurrir muchas cosas, pero mi idea es que el libro 120 con el conseguiré el reto de lectura de este año sea para una estrella, y la elegida ha sido Joyce Carol Oates y su “Hermana mía, mi amor”; como homenaje de no-ganadora del Nobel que todavía espero que pueda ganar el año que viene; a priori nos podemos encontrar con una novela llena de las obsesiones de la escritora y tirando a novela policíaca, veremos si es así, la lectura promete;. entre medias, irán cayendo cosas como el “Poesía Cruel” de Vicki Hendricks, resultado del crowdfunding exitoso de Es pop ediciones; me espera el Sr King con la última aventura de su descomunal Torre Oscura y la recopilación de cuentos de Don Delillo; puede que ventile los que tengo pendientes de Sallis y su detective Lew Griffin, pero también es cierto que tengo el último de McBain, o el de Ballinger, o el de Hadley Chase… dudas, dudas… veremos lo que pasa en el siguiente resumen.

El año está acabando, apenas quedan lanzamientos reseñables, aunque siempre caerá algo, como esas cartas entre Coetzee y Auster, principalmente por ese genio que es el sudafricano; también parece que Impedimenta nos tiene reservadas sorpresas como los nuevos libros de Crispin y su detective Gervase Fen del que ya hablé aquí  y otra entrega de la grandísima Stella Gibbons ambientada en la Navidad, será un buen momento para adquirir alguna de esas novelas que se quedó en el camino por otras compras.

Sí, va a ser un mes grande, Joyce Carol Oates en el centro, como no podía ser de otra manera, con una de las mejores escritoras vivas, si no  la mejor.

“Trifulca a la vista” de Nancy Mitford

Con la escritora inglesa Nancy Mitford  no hay lugar para el aburrimiento, pero por partida doble, ni con su vida ni con sus novelas. Era la primogénita de la familia Freeman-Mitford. Las hermanas de dicha familia fueron figuras muy conocidas en la sociedad de Inglaterra de su tiempo: Nancy era escritora; Pamela, aristócrata rural; Diana la fascista; Unity la nazi; Jessica la comunista y Deborah duquesa de Devonshire. Parecían salidas de una novela y, de hecho, Nancy las inmortalizaría a su manera ya que varias de sus novelas tienen elementos autobiográficos.

Aunque aquí es principalmente conocida por su serie de novelas que reflejaron la vida de las clases altas de Inglaterra y Francia después de 1945 (“A la caza del amor”, “Amor en Clima Frío”, “La Bendición”, “No se lo digas a Alfred”). La novela que nos ocupa hoy es “Trifulca a la vista” que la escribió antes de las anteriormente mencionadas, en 1935, cuando el fascismo estaba en franca ascensión por toda Europa.

En la fantástica edición que nos ofrece Libros del asteroide, tenemos un prólogo inicial por su  sobrina Charlotte Mosley que, además de recuperar sus obras perdidas, explica con todo lujo de detalles las vicisitudes que tuvo la publicación de esta controvertida novela. Nancy aprovecha ese jardín de ideas que era su familia para añadir elementos de su vida a la trama ya de por sí divertida, ya que tenemos a los dos protagonistas Noel Foster y Jasper Aspect tratando de encontrar como sea una rica heredera a la que embaucar cueste lo que cueste. Las posibles herederas van desde la mimadísima Eugenia Malmains (personaje basado en su hermana Unity), defensora del partido socialunionista (partido afín al nacionalsocialismo hitleriano) hasta Ann Marie Lace (“Ella carecía de habilidades deportivas, tenía pretensiones intelectuales, era ambiciosa y realmente guapa. Su tragedia era haber nacido y haberse criado y casado en el campo.”), casada “felizmente” con Huebert Lace “que era un encanto pero terriblemente celoso, egoísta, codicioso y tacaño”.

Estos personajes junto con algunos más (como Lady Marjorie que huye de su boda y su amiga Poppy) desencadenarán una trama llena de enredos amorosos y equívocos con el telón del fascismo y que Nancy satirizó inmisericordemente (“No entiendo nada de política, pero estoy seguro de que Hitler debe ser un hombre maravilloso”), metiéndose especialmente con sus seguidores británicos y con todas las instituciones que además lo apoyaban como posible salida a una época de crisis. Y ello lo hace con un humor delicioso.

Desgraciadamente su publicación causó una animadversión entre Nancy y sus hermanas, no sólo Unity, razón por la que ella misma prohibió su posterior reedición hasta estos últimos tiempos en los que podemos volver a verla en circulación.

Nancy es uno de los mejores ejemplos de una época convulsa y de cómo intentó llevar, con humor, la literatura unida a la vida de los demás, sin olvidarse de expresar sus propias convicciones; es realmente divertida y, al final siempre nos deja con un sabor de boca estupendo (“Supongo que en realidad sí. Me he acostumbrado a estar enamorada de él, y ya sabes cómo cuesta cambiar de costumbres”). Supongo que yo también me he acostumbrado a que sus novelas estén todas tan bien.

Valoración del libro:

“El reparador” de Bernard Malamud

 

Hablando a veces con personas vinculadas a los libros: libreros, editores, escritores, etc…, uno de los temas de discusión habituales es el cómo la gente decide qué leer. La opinión más extendida habitualmente es que la gente quiere que se lo den muy hecho; por lo tanto, casi nadie se dedica a leer un suplemento para decir su próxima lectura; muy al contrario, normalmente lo que más funciona es el “boca a boca” que puede hacer que, una obra sobre la que no se ha hecho casi propaganda, se haga cada vez más famosa; o incluso, a veces, pedir consejo al librero que, con pocos datos, hace lo que buenamente puede.

Otra opción, más laboriosa eso sí, a la que no suele estar habituada la gente, es la de “autoformación”, ésta es, quizás, una de mis fuentes mayores de conocimiento y ordenación de las futuras lecturas y es una de las más satisfactorias aunque lleve un trabajo detrás. En mi caso, también recibo la ayuda inestimable de @JonatanSark, que siempre me aporta nuevos autores y obras a descubrir.

Hablo de estos métodos porque, si conozco a Bernard Malamud (1914-1986) y me he leído un libro suyo, es debido a que uno de mis escritores preferidos es el norteamericano Philip Roth y siempre que se cita a éste se habla de sus influencias más cercanas: Saul Bellow y Bernard Malamud. Incluso el propio escritor lo cita en varias ocasiones. La novela que escogí para empezar a descubrir su literatura fue “El reparador”, tenía también sus cuentos completos y “Las vidas de Dubin”, pero la que me llamó más la atención fue la primera. 

La novela fue escrita en 1966 y está ambientada en la etapa final de la Rusia zarista justo antes de revolución de 1917, el protagonista, un judío llamado Yakov Bok que, viviendo en Ukrania, es acusado de haber asesinado a un  joven cristiano y llevado a prisión. Malamud escoge para esta historia un narrador omnisciente y focaliza toda la acción desde la perspectiva del judío que, cual Job bíblico, pasa una penuria tras otra en un camino de sufrimiento ignominioso por un crimen que no ha cometido. 

El escritor se vale de este marco para presentar dos dimensiones: la del judío en el mundo, lo social; y la del desarrollo de la identidad de la persona. 

El marco temporal y geográfico, la Rusia zarista y antisemita, le sirve en la primera parte del libro para denunciar la situación histórica a la que se tuvieron que enfrentar los judíos, el odio brutal de un régimen que les temía (“como le decía, que Dios nos libre de los sanguinarios judíos, esos parásitos narigudos picados de viruela tramposos y chupadores de sangre. Nos robarían la luz del sol si pudieran”,”día tras día arruinan nuestra patria y el único modo de salvarnos es aniquilándolos” ) y que escoge al bueno de Yakov como cabeza de turco (“él era la víctima occidental escogida para el sacrificio”) y escarmiento de todo el pueblo asentado en territorio ruso. 

En la segunda parte, a través del monólogo interior del protagonista, nos hace pasar por todos los castigos de orden físico y psicológico que sufre el convicto, penurias que le hacen vivir una patética muerte en vida, sin esperanza de poder recibir un juicio justo. Esta situación le ocasionará una epifanía que le servirá para perdonar a la esposa que le abandonó y que le hará crecer, a pesar del dolor, como persona, haciéndole recordar lo necesario que es vivir cada momento como si fuera el último (“Ojalá hubiera sabido gozar entonces de esa pizca de comodidad que, en cierto sentido, significaba libertad”) y a no rendirse ante la situación.

Valoración del libro: