“Los pescadores de perlas” de Bizet en el Teatro Real

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La vuelta a Madrid del peruano Juan Diego Flórez fue recibida con gran expectación, no en vano el público del Real ha podido degustar otras obras en el mismo coliseo y, desde luego, siempre ha disfrutado y aclamado al tenor latino; solo tenemos que recordar ese maravilloso “Barbero” rossiniano y el no menos  inspirado “Orfeo” de Gluck de pasadas fechas.

En esta ocasión, se trataba de la recuperación de la primera ópera del conocido compositor Bizet (sobre todo por la archiconocida “Carmen”) en versión de concierto y la velada prometía ser extraordinaria, habida cuenta del bagaje del gran protagonista del evento y a pesar de que no había cantado Nadir en muchas ocasiones. Fue tal la expectativa que todas las entradas estaban vendidas desde hacía bastante tiempo, si bien es cierto que solo había tres funciones disponibles.

“Les pêcheurs de perles” es una obra espléndida, sencilla en lo argumental, pero musicalmente caracterizada por ser muy intensa y con momentos realmente bellos como los más famosos: principalmente el dúo entre Zurga y Nadir (“Au fond du temple saint”) y la más que popular aria del tenor (“Je crois entendre encore”). El resto de la obra no desmerece estos momentos culminantes y, además, tiene unos coros de gran potencia o sensibilidad según el momento. Es una obra que anticipa, en general, parte de lo que vendrá más adelante, el talento de un compositor excelente.

Vaya por delante que, con este panorama, el éxito debía estar asegurado y, en efecto, la ovación final y entre medias de cada uno de los pasajes musicales, especialmente los cantados por Flórez, el público no dudo en jalear y “bravear” la actuación.

Sin embargo, estoy dispuesto a afirmar que es la peor actuación que he escuchado al peruano.

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Ya había oído del estreno del domingo que el cantante había estado tremendamente dubitativo, cantando muy bajo, frío, desafinado por momentos, me temía lo peor… que tampoco lo fue, o más bien sí. Es evidente que el tenor está pasando por un momento de adaptación de su forma de canto, lleva tiempo intentando hacer otro tipo de papeles, más líricos, tal es el caso del “intento frustrado” de realizar “Rigoletto” o el “intento” de hacer “I puritani”. Esta obra de Bizet tampoco se adapta especialmente a su voz, por mucho que se esfuerce. Fue evidente desde un primer momento lo forzado de sus gestos para evitar que su voz cayera en el olvido como pudo haber ocurrido el día anterior. De hecho el famoso dúo con el fantástico Zurga de Kwiecien, fue uno de los mejores momentos de la noche, si no el mejor.

Pero cuando llegó el aria en el que tendría que lucirse, las cosas no fueron tan bien. Repasando registros musicales, hay varias formas de acometer esta dificultad evidente: puedes escoger el registro casi de “falsette”  muy acorde con lo etéreo del momento y entonces tendrías algo parecido a Gedda o Simoneau o Thill; o directamente, a pesar de la dificultad del agudo, interpretarla de pecho, más al estilo de un Kraus o un Di Stefano. Juan Diego escogió una media voz para hacerlo como esto último y no salió nada bien,; el cambio de su estilo habitual le obliga a tomar aire con mucha frecuencia, cortando frases en momentos en los que rompe totalmente el canto legato que debería ser una marca de la casa y de este aria en particular; además, debido a tanto corte, tiene que acometer notas agudas con precisión y no ocurrió así; desafinó en ciertos pasajes o entró bajo para hacer un portamento a la nota buscada. Tantas dudas para hacerla hicieron que quedara descafeinada a pesar de realizar el agudo final, que preparó con mucha antelación, muy brillante y con volumen, aunque forzado en él. Una pena, no sé si está teniendo problemas con la voz y de ahí el que intente este cambio de técnica o es que directamente no acierta con lo que puede hacer con su voz (¡llegó a decir que iba a hacer el Arnoldo!! Que habría sido su tumba!), no es consciente de sus limitaciones. De hecho durante el resto del concierto hubo un momento que, al forzar tanto el agudo para que se oyera con la orquesta, se medio rompió, cantando las siguientes notas en un exagerado piano que, afortunadamente Ciofi le cubrió haciendo lo mismo.

El resto de intérpretes estuvieron razonables, el caso de Ciofi (Léïla) es ya conocido también, tiene un agudo preciso, da todas las notas, independientemente de la dificultad, pero, ciertamente, el timbre no es muy bello; aún así fue la segunda más aclamada de la noche, lógicamente por la dificultad de su papel que el público supo apreciar. El barítono Mariusz Kwiecien tiene una voz, sin embargo, bellísima, con un grave profundo, noble, y un agudo brillante en toda la tesitura, lástima el proceso gripal que le mermó según la obra iba avanzando; el papel anecdótico de Nourabad fue intepretado con solvencia por el joven Tagliavini, barítono de voz no tan bella pero con un agudo impresionante y una gran potencia.

La dirección musical rozó lo estrambótico por momentos, por los saltos acrobáticos con batuta en mano del israelita Daniel Oren; si esto no es un paradigma de dirección enérgica, no lo es nada; llevaba prácticamente de la mano a la orquesta que sacó buenos momentos; el coro, a pesar de algún problemilla de dicción francesa en su primera intervención, bastante difícil por la velocidad y la tesitura, estuvo rotundo y magnífico, como viene siendo habitual en sus últimas intervenciones en el teatro.

Una noche de triunfo para la mayoría pero con sombras para un cantante que debe saber lo que quiere hacer con su carrera, si no, corre un riesgo muy grande.  Espero que sea mejor aconsejado y adopte un estilo como el que ya tiene Bartoli, por poner un ejemplo, cerrado a un repertorio que domina a la perfección.

“¡Abajo el colejio!” de Geoffrey Willans y Ronald Searle

abajocolejioSolo puedo aplaudir ante la publicación, si todo va bien, de toda la serie de Nigel Molesworth y que se inicia con este “¡Abajo el colejio!, obra perpetrada con el ingenio conjunto de los dos autores, Geoffrey Willans, el escritor, y Ronald Searle, el ilustrador. Simbiosis es lo que podemos comprobar que se sucede en cada página que pasa. Estamos ante una obra en que los textos y las ilustraciones están tan unidos que es difícil separar una de la otra sin causar perjuicio a la percepción de la misma.

En el primer capítulo “Bueno, vamos hallá” tenemos la presentación del sátiro protagonista: “Yo soy este, Nigel Molesworth, el terror de San Custodio que es mi colejio. Es un sitio húmedo y cutre como voy a dejar claro (espero), aunque en realidad todos los colejios son iguales.

En San Custodio hay bastonazos, latín, geografía, historia, mates, geometría, directores, un perro que vive en el colejio, salchichas misteriosas, mi hermano molesworth-2 y sobretodo PROFES por todas partes.”

molesworthEste va a ser el tono del libro acompañado por ilustraciones excelentes del gran Searle que no harán más que acentuar el tono satírico de la narración; no nos engañemos, a pesar del tono lúdico, de divertimento, los autores no cejaron en su empeño de mostrar la decadencia de la enseñanza inglesa en la que había cosas que no iban del todo bien, empleando un eufemismo; esta denuncia se puede presentar de una manera panfletista; o bien, se puede presentar como lo hacen este par, con ingenio, locuacidad y saber hacer.

Por citar algún capítulo me quedo con el del capítulo 3 “un recorrido por los calabozos o los profesores uno a uno”  donde se describe de la siguiente manera, entrañable, a los profesores de literatura: “Los profesores de literatura lleban el pelo largo corbatas rojas y sueltan chorradas como “Wordsworth nos conduce al éxtasis” y “Dios mío molesworth, seguro que no era su intención escribir una frase semejante”. Para los deberes siempre te mandan una redacción, si es que se les ocurre algún tema.”

En la siguiente ilustración podemos observar la capacidad de expresar los gestos que Searle tenía, con los impagables textos de Willans en ese intento de categorización de profesores por parte del advenedizo e informal Molesworth.

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Es muy divertido el capítulo 7  “la comida en el colejio o asta preferiríamos bacalao”, donde el locuaz alumno denuncia la hipocresía de sus compañeros a la hora de la comida:

“Algunos chicos nunca hablan mal de la comida de el colejio. No es por que tengan buenos modales. Me gustaría recordar a esos canallas y sinvergüenzas sus caras de asco y sus lloriqueos cada vez que les ponen delante otra de las salchichas especiales de el colejio.

Cuando se enfrentan a uno de esos asquerosos trozos de carne que ni el perro probaría los hay que ponen cara de que no les gusta pero luego se lo comen todo sin rechistar.”

El único problema que se le puede sacar al libro es que se hace demasiado corto, pero no hay tiempo para aburrirse con él; textos excelentes, ilustraciones ingeniosas, empaste, composiciones de páginas a cuál más divertida, y crítica de fondo. No quiero, eso sí, dejar de reseñar la fantástica traducción de Jon Bilbao; en este caso, por las peculiaridades fonéticas de Molesworth al hablar, es bastante difícil transmitir esos fallos de un idioma a otro y tengo que reconocer que el efecto, en mi opinión, es el deseado y está muy logrado.

En conclusión, una muy buena lectura para pasar un rato ameno; por momentos, descacharrante.

“El canto del cisne” de Edmund Crispin

En la dedicatoria inicial a Godfrey Sampson (profesor de composición que fue amigo y mentor de Bruce Montgomery (Edmund Crispin), este último le comenta su especial homenaje personal ubicando la obra policíaca con el incomparable telón de fondo de “Los maestros cantores de Nuremberg” debido a la admiración que ambos sienten por ella diciéndole: “Acepta esta historia, por tanto, aunque solo sea por el escenario, y como un aperitivo hasta el día que esta obra maestra de Wagner regrese al Covent Garden… sin los espantosos contratiempos que se narran en las siguientes páginas, esperemos.”

cantocisneImaginaos mi caso, en un blog como este, muy aficionado a la ópera, como podéis comprobar si echáis un vistazo por él, que la obra de este singular escritor, que ya conocí en la fantástica “La juguetería errante” de la que ya hice una reseña disponible por aquí; me encontraba con que la ambientación iba a ser la indicada en esa dedicatoria. Cuánto podía esperar de ella y, en efecto, no me defraudó como paso a comentar.

Las primeras frases son ilustrativas del estilo, mordaz y dicharachero, del escritor inglés, y nos retrotraen a la anterior, donde el sentido de humor era una nota constante a lo largo de la narración:

“Pocas criaturas hay en el mundo más estúpidas que un cantante. Es como si el ajuste milimétrico de la laringe, la glotis y los senos bucofaríngeos que se precisa para la generación de sonidos hermosos tuviera que venir acompañado casi invariablemente –oh cuán inescrutables son los caminos de la providencia- de la estulticia propia de un ave de corral.”

En la segunda página los personajes protagonistas están haciendo “El caballero de la Rosa” de Strauss, los chistes literarios de la primera entrega se atenúan en cantidad para jugar con los chistes musicales de profunda sapiencia de un escritor que se nota que conoce el género y que no duda en intercambiar las personalidades de los roles operísticos con los protagonistas de la novela según está va avanzando, e incluso jugar con los paralelismos entre las tramas de las óperas que va citando y la propia acción.

Con la aparición del divertido Fen (“Se abotonó hasta el cuello la enorme gabardina en la que iba embutido, y se ajustó su extraordinario sombrero. Tenía cuarenta y tres años, y era enjuto, larguirucho, con ojos azules y un pelo castaño que intentaba alisarse a base de agua, aunque con poco éxito.”) y la muerte del odioso bajo, tenemos todos los ingredientes para montar un cóctel suntuoso que ofrece equilibradamente: buen humor, metáforas/juegos literarias/os y musicales y una buena trama policial en la más insigne tradición inglesa de las novelas de detectives.

Crispin no se cortará para demostrar su conocimiento del mundo de la ópera y de las propias obras como se puede comprobar en el siguiente texto que emparenta directamente con la obra de Wagner anteriormente mencionada:

“Adam fue a buscar un teléfono. Abajo, la orquesta empezaba a interpretar el tercer acto; el oboe en “la” zumbaba, rodeado por quintas justas; las flautas se entregaban a un brillante virtuosismo; la tuba se quejaba con tono lastimero.”

Que no se asusten, eso sí, los profanos en la materia, todo es muy asequible aunque no se tenga el conocimiento más profundo, y las notas del traductor José C. Vales, ayudan muchísimo para no perderse entre tanta obra y cantante. Además, Crispin no deja que esta multirreferencialidad ahogue una trama que, sin ser innovadora en el planteamiento, sin embargo, desemboca en un ingenioso final acorde al talento que tenía el escritor.

Las obras de este sátiro se convierten, gracias a la publicación de Impedimenta (que esperamos que continúe), en referencias del género policíaco, ingeniosas, divertidas, buena literatura para disfrutar un buen rato.

“Boxer, Beetle” de Ned Beauman

Boxer BeetleUna de las grandes ventajas de la globalización actual es el acceso casi en tiempo real a un montón de documentación por todas partes; no solo a través de Internet, sino a través de tiendas y otros medios con los que se puede conseguir casi de todo. Hace años era impensable conseguir en España, por poner un ejemplo, todas las temporadas del Doctor Who (aunque sean en inglés), a menos que te fueras a Inglaterra a comprarlas y te las trajeras, tarea harto dificultosa por la cantidad de Dvds que tendrías que poner en varias maletas.

Hoy, si el inglés no es un impedimento, puedes acceder a mucha cultura; y como seas inquieto, estás perdido; porque intentarás conseguir una cosa tras otra, las posibilidades son infinitas. En mi caso personal, tengo que reconocer que estoy utilizando estas opciones y lo voy a empezar a utilizar igualmente en el blog; ¿y cómo será eso? Ya desde hace tiempo alterno lecturas en nuestra lengua con la de la pérfida Albión e iré poniendo aquellas que valgan la pena; algunas estarán disponibles en España en diversas traducciones pero otras, posiblemente, solo se puedan leer en la lengua original porque difícilmente alguna editorial las traerá por aquí. La lectura que escojo para inaugurar este espacio de lecturas es “Boxer Beetle” del jovencísimo (27 años) Ned Beauman, escritor inglés que ejerce de crítico literario y que debutó con esta novela en el 2010.

El comienzo de dicha novela no puede más que arrancarnos una sonrisa:

“In idle moments I sometimes like to close my eyes and imagine Joseph Goebbels’ forty-third birthday party. I like to think that even in the busy autumn of 1940, Hitler might have found time to organise a surprise party for his close friend.”

Estos pensamientos, relacionados con una fiesta de cumpleaños de Hitler a Goebbels, están en la cabeza de nuestro oloroso protagonista Kevin, que posee una enfermedad que le hace apestar a pescado, de ahí su sobrenombre Fishy y que se dedica a buscar y coleccionar cualquier tipo de accesorio o recordatorio relacionado con los Nazis; la trama se desencadenará cuando encuentre una carta de agradecimiento a un tal Doctor Erskine por parte del mismísimo Hitler:

“Dear Doctor Erskine,

I have received gifts from popes, tycoons, and heads of state, but none have ever been so singular or unexpected as your king tribute. It is a reminder that the conquests of the scientists are every bit as important to our future as the conquests of the soldier. I hope you will keep me informed of the progress of your work – perhaps one day the Third Reich will have a position for you. How is your German?

Fond regards

Adolf Hitler.”

Esto desembocará en dos líneas temporales, por un lado la de Fishy intentando encontrar qué es lo que hizo tan feliz a Hitler que fuera tan singular e inesperado comparado con regalos de magnates y papas; por el otro, una línea ubicada en 1935-1936, donde el protagonista será el boxeador Seth Roach Sinner; sus genes y la manipulación genética que Erskine, como típico “mad doctor” intentará realizar en el cuerpo de Sinner, incluso después de su muerte:

 “I want to buy your body as one might buy a dog or an armchair. I won’t restrict your freedom in any meaningful way, but until your death you’ll submit to whatever experiments and observations I wish to perform in the service of my theories. And after that, I will have custody of your remains.”

Las sorpresas se irán sucediendo en ambos tiempos para confluir en una solución final, pero todo en la novela es retador: la creación de una nueva lengua al estilo del Esperanto, un proto Esperanto de hecho; la evolución genética de un escarabajo (beetle) con genes humanos dando lugar a ese encantador espécimen que es el Anopthtalmus hitleri; la fusión de géneros se va sucediendo según va avanzando irremisiblemente la trama… hasta un sorprendente y emocionante final.

El momento en que la hermana de Philip Erskine comenta lo siguiente supone, quizá, en ese instante, la definición del tipo de novela que Beauman quiere crear, lo que quiere transmitir:

 “It sounds wrong! That’s exactly it – in a manner of speaking. You see, everyone says atonality is a perversion. Serial music is supposed to be foreign and sinister and subversive. All those fools think the tonal system is God’s law, so if you cast it aside you must be mad or bad. And they’re right that the tones pull towards triads and triads pull towards tonality, but the whole point of life is to resist whatever pulls on your –you must know that even better than I do.” “Schoenberg says, “What distinguishes dissonances from consonances is not a greater or lesser degree of beauty, but a greater or less degree of comprehensibility.” But he’s wrong. Beethoven is not easier to understand that Berg. It’s not about beauty or comprehensibility. It’s about life. Dissonance is the sound of life in the twentieth century.”

Quizá lo que sucede es que estamos demasiado acostumbrados a las consonancias de tiempos pasados, pero parafraseando al escritor “la disonancia es el sonido de la vida en el siglo veinte”, y ya puestos, en el siglo veintiuno.

escarabajo-hitlerEste relato disonante refleja más de nosotros mismos y de nuestro tiempo que lo que podemos pensar inicialmente, es un reto, quizá las narraciones contemporáneas tienen que ir por ahí; podríamos llamarlo postmodernismo, pero más bien tendería a inclinarme por los “Cultural Studies”, “interracialidad” de géneros, referencias pop, falta de linealidad temporal, personajes aparentemente enervantes, extraños…. Vaya unión explosiva de elementos para una novela diferente, original, divertida y, sobre todo, innovadora.

Para los que no puedan leerlo en inglés tenemos la versión española traducida aquí por “Escarabajo Hitler” y publicada por la editorial Funambulista . Los que se atrevan, sí, mejor en inglés, vaya que sí. Una buena ocasión de leer algo distinto.

“Ágape se paga” de William Gaddis

Ya hablé largo y tendido sobre William Gaddis en este post  y su obra en particular a propósito de “Gótico Carpintero”. Ahora me extenderé sobre la otra obra disponible, más o menos fácilmente: “Ágape se paga”, novela publicada póstumamente cuatro años después de la muerte del escritor y que tenemos también en la edición de Sexto Piso.

agape se pagaPara resumir de lo que trata esta peculiar obra, Rodrigo Fresán, en el prólogo de la edición comenta lo siguiente muy acertadamente:

“Jack Gibbs, figura de reparto en JR y narrador en Ágape se paga, se dirige a nosotros desde su lecho de muerte y no es un narrador feliz. Su cuerpo le ha traicionado y el mundo es una mierda y está dominado por tecnócratas. Y su novela –en la que lleva trabajando años- se deshace en pedazos sueltos e inconexos.[…] Queda poco tiempo para volver a afirmar lo mismo de siempre: la tecnología jamás podrá suplantar la creatividad de los hombres. Así que adiós a la puntuación convencional y hola al libre fluir de conciencia y a la libre asociación de ideas que le permiten al narrador invocar tanto a Glenn Gould como a John Kennedy Toole, Miguel Ángel o Tolstói, para destilar una pócima mágica, un tónico para intentar conseguir el ágape: la amorosa sensación de ser uno con el mundo celebrado por los primeros y nada burocráticos escritores cristianos.”

Contrariamente a la anterior obra, en esta delicatessen tenemos un monólogo interior donde hay un flujo de pensamientos continuos, las ideas se entremezclan unas cosas, los signos de puntuación desaparecen irremediablemente, el fracaso del protagonista refleja el triunfo de Gaddis al acercarse cada vez más a la entropía, el tema pynchoniano por excelencia.

El escritor Rick Moody en el prólogo define a Gaddis “no como una celebridad literaria sino como un enemigo de la celebridad literaria, un escritor que muy raramente daba entrevistas, nunca leía en público, no escribía frases para las portadas de los libros de otros ni asistía a las fiestas del ambiente”. Y nos da una pista para afrontar la terrorífica prosa del escritor norteamericano: “que la mejor manera de comprender y apreciar a Gaddis es leerlo rápido y sin detenerse a pensar demasiado en lo que no dice.” Yo añadiría una segunda fase, la de releerlo para pillar todo lo que nos quiere contar:

“No, pero.. vamos a ver; todo esto tengo que explicarlo, porque no sé, no sabemos cuánto tiempo queda, y tengo que ponerme a trabajar en el, terminar esta dichosa obra mientras por qué me habré traído todo este montonazo de libros notas papeles apuntes recortes y a saber cuántas cosas más, a ver si lo pongo en orden y me organizo cuando divida estas propiedades y proceda al reparto y me quite de encima todo el follón y me libre de las preocupaciones concomitantes y sincomitantes mientras aquí me tienen retenido para abrirme en canal y rebañarme los dentros y coserme o graparme o lo que sea, maldita sea, mira qué pierna tengo, que ni es pierna ni es nada, recosida y grapada como esa antigua armadura japonesa que hay en el comedor, que es como si me hubieran desmantelado desguazado despiezado, casas, edificios adyacentes, establos, invernaderos y esto con todas las dichosas decisiones y distracciones que he tenido con los títulos de propiedad recalificaciones catastros y demás vainas, todo esto tiene que estar en este montonazo en alguna parte a ver si lo pongo en orden y zanjo toda esta historia antes que todo se derrumbe y lo engullan todo los abogados y el fisco como todo lo demás, que a fin de cuentas de eso se trata, de eso se trata mi obra, del derrumbe de todo absolutamente, del sentido, del lenguaje, de los valores, del arte, del desorden y de la dislocación que se ve por todas partes por donde mires y aunque no quieras mirar, la entropía que todo lo anega todo a la vista lo cubre, diversión y tecnología y cada crío de cuatro años con su ordenador, cada cual es el artista de sí mismo y de dónde ha salido todo esto, el sistema binario y el ordenador o computadora que se decía, de dónde ha salido la tecnología, eso lo primero ¿o es que no te das cuenta? […]

El anterior párrafo es tan paradigmático del estilo que asombra a pesar de lo que te esperes. Según los párrafos avanzan, Gaddis usa la música, en la figura de la pianola y su evolución, como hilo conductor de ese pensamiento, se suceden las reflexiones musicales y los compositores aparecen y desaparecen por las páginas (desde Wagner y Debussy a Grieg):

“Lo más emocionante de la música es tocarla cada cual por sus propios medios. Es la propia participación lo que más emociones suscita.”

El autor estaba, al final de su vida, obsesionado con lo artístico, con esa creatividad de la que hablaba Fresán y que nunca podrá sustituir a la tecnología, hay aquí un punto muy en común con otro compatriota suyo, Delillo. Él desprecia, a través de Gibbs, la falta de autenticidad:

“Ustedes denles a elegir, señor Benjamin, y la masa siempre escogerá la falsificación. ¡Escoger la falsificación, señor Huizinga! La autenticidad se borra de un plumazo, se borra del todo, señor Benjamin.”

“[…] estos ventrílocuos y yoes extraíbles extraídos que se crían y se clonan para su reproducción porque ese es el meollo de la cuestión, es ahí donde se pierde lo individual, donde desaparece lo único, donde la autenticidad se pierde no solo la autenticidad sino todo el concepto de autenticidad, ese amor por la belleza de la creación antes de ser creada que eso, ¿no era Chesterton? Esa fusión natural de la vida creada en esta creación en amor que la trasciende, una celebración del amor creado que llamaban ágape, la fiesta del amor en los primeros tiempos de la iglesia, eso es. Eso se ha perdido, eso hay que pagarlo, lo que no se encuentra en estos productos de las artes imitativas que están hechos para su reproducción a gran escala […]

Cree que las artes imitativas, sin autenticidad, han ocasionado la pérdida de ese estado primigenio maravilloso, “el ágape de los primeros cristianos”, que es casi imposible conseguir encontrarlo en el mainstream, sin embargo, sí cree que la música, tan presente en su obra, por encima de la literatura que el considera que ha perdido esa comunión inicial, puede conseguir que lleguemos a ese estado:

 […] “La música te transporta a otro estado del ser que no es el que te corresponde, sentir cosas que en realidad no sientes, entender cosas que en realidad no entiendes, ser capaz de hacer cosas que en realidad no eres capaz de hacer, sí, eso lo transforma eso te transfigura a ti en ti mismo en el yo que puede hacer más. Esa era Juventud con su intrépida exuberancia cuando todo lo que se dice todo era posible perseguida por Vejez donde estás ahora, mirando atrás a lo que destruimos, a lo que arrancamos del yo que podía hacer más, y su obra que se ha tornado mi enemigo porque de eso es de lo que puedo hablarte, de esa Juventud capaz de todo.”

Esa música capaz de llevarte de la decadencia de la Vejez a la frescura de la Juventud, capaz de todo en la vida. En fin, Gaddis, muy grande. Esperando con muchas ganas pintar su figura completa con la publicación de sus próximas obras.

“Gótico Carpintero” de William Gaddis

Consideraciones sobre el autor, su obra y cómo llegué a conocerla:

1)      Sobre cómo llegué al autor: labor inestimable de varios blogueros que empezaron a hacerse ecos de él, muy especialmente por la insistencia de Javier Avilés  y su excelente blog “El lamento de Portnoy” , una de las mejores referencias literarias y de cultura actuales que deberíais visitar ineludiblemente.

2)      Sobre el autor y su figura: William Gaddis (1922-1998) es uno de esos autores del que se sabe más bien poco; lo que aparece en la wikipedia inglesa es más bien escaso; perfil esquivo con respecto a su vida privada, muy asociado a otros literatos como Salinger y Pynchon, de hecho, se le llegó a confundir durante un tiempo con un alter ego del segundo. No se le estudia en filología inglesa y, sin embargo, es uno de los primeros y más importantes escritores postmodernistas por su obra “Los reconocimientos” (“The recognitions”) de 1955, antes de cualquier obra de Pynchon, por ejemplo.

3)      Sobre sus obras y su edición en España: era un escritor lento a la hora de plantear sus obras; en vida solo publicó cuatro (“Los reconocimientos”, “JR”, “Gótico carpintero” y “Su pasatiempo favorito”); póstumamente se publicaron otras dos “Ágape se paga” y su colección de ensayos inédita en España “The Rush for Second Place”. Sexto Piso está acometiendo la labor de publicarla al completo, pero por ahora solo están disponibles “Gótico Carpintero”, objetivo de este post, y “Ágape se paga” que llegará en uno posterior. Y nosotros aplaudimos a pesar de la tensa espera.

goticocarpintero4)      Sobre la obra en cuestión, esta y las siguientes consideraciones: En el prólogo de Rodrigo Fresán de “Ágape se paga” comenta sobre “Gótico carpintero”(“Carpenter’s Gothic) (1985) que se trata de la más breve y normal de sus novelas aunque Gaddis siempre consideró “The recognitions” como la más “accesible”. “Gótico carpintero” es romántica y oscura, una love story infeliz y contaminada por los virus del país donde transcurre y los sermones de un predicador mediático y corrupto. Gaddis admitió que se trataba de “un ejercicio de estilo” donde “los problemas planteados pasan más por la técnica y la forma. Lo que yo quería hacer era escribir un libro más corto, uno que se concentrara en las unidades del tiempo y del espacio al punto de que todo, aunque se expandiera al mundo entero, sucediese dentro de una casa, una casa de campo, con pocos personajes y durante un breve período. También quería trabajar con varios clichés de la ficción e intentar revitalizarlos. Así es como tenemos al hombre mayor, la mujer joven, el matrimonio viniéndose abajo, el adulterio obligatorio, la habitación cerrada, el misterioso desconocido y todo eso”. Así, es el libro más cómodo de Gaddis pero, también, el más siniestro. Desde luego la obra contiene esa siniestralidad inherente; eso sí, será cómodo, pero no para la mayoría; también estimo que el tema era importante, en esta obra más allá del estilo, por lo que comentaré más adelante.

5)      El estilo: el autor juega en esta obra con dos tipos de formas de narrar; la trama avanza a través del diálogo de los personajes, una especie de diálogo que se estructura como un monólogo interior muy sorprendente que nos hace permanecer realmente atentos a la narración ya que se producen muchas elipsis, sutilezas, pérdidas de la puntuación habitual, momentos que el lector tiene que completar mediante la información que el escritor nos va dando; es lento, laborioso y, desde luego, dificultoso en ocasiones; pero, sin duda, está muy bien realizado como se puede ver en la siguiente muestra:

“-Ahora espere un momento, espere… -sus ojos redondeados se clavaron detrás de ella, bajaron por la parte delantera de la blusa que se había puesto, volvieron a los de ella-. No me importa nada a quién se la esté metiendo últimamente, solo pasaba a charlar con él. Déle un mensaje cuando lo vea, por favor. Dígale que Lester se pasó a charlar un rato.

-Dígale Lester, eso es todo… -retiró  la punta de la bota-. Él sabe quién soy… -y ella pudo cerrar la puerta, observó el enérgico pavoneo de las larguiruchas piernas color ocre que cruzaban la calzada negra, seguía ahí cuando un coche negro arrancó desde detrás del seto de arriba con un remolino de hojas y dejó planchado el recogedor en la curva colina abajo. De vuelta en la cocina, la radio alertaba de que treinta y cinco millones de norteamericanos eran analfabetos funcionales y otros veinticinco millones no sabían leer en absoluto y ella la apagó de un manotazo, llenó una jarra para regar las plantas y derramó un poco de agua al lanzarse a por el teléfono, a por un lápiz, a por cualquier cosa que sirviera para escribir-. Sí un segundo –abrió la guía de aves y apuntó el número debajo de la serreta mediana. Estaba otra vez arriba en el dormitorio abrochándose una blusa limpia cuando sonó la cadena del cuarto de baño de abajo-. ¿Paul?”

6)      Más sobre el estilo: los momentos más descriptivos/contemplativos recobran la puntuación habitual y se vuelven en momentos de lirismo evocador que dan seguridad al lector; es una paradoja que lo que menos avance sea lo que más nos estabilice: “Pero el viento le devolvió sus palabras, soplaba desde el río, agitaba las hojas a ráfagas mientras él las apartaba rastrillando con los dedos, alas destrozadas, el manto embarrado, apenas distinguible tras la protectora coloración de la muerte, se levantó con las llaves y miró colina abajo donde la figura se hacía cada vez más pequeña contra el viento, y después se agachó para coger al pájaro por una pata y llevárselo manteniéndolo a cierta distancia en dirección a la puerta.” “El río había quedado oscurecido por la abundante niebla que se cernía desde la mañana, haciendo que la ascensión lenta del cartero por el negro afluente de la carretera pareciera la deriva de una figura remolcada por el agua, arrastrada sobre una corriente estable junto a la orilla repleta de hojas hacia el escalón que sobresalía allí como un embarcadero donde ella ya se había precipitado, como por casualidad, para interceptarlo antes de que llegara al buzón; donde ahora, otra vez limpiando el espejo del recibidor con bolas mojadas de papel de cocina, con el ceño fruncido reducía a una sombra distante el paso torpe del anciano que estaba ahí fuera en la esquina con su recogedor aplanado. La lluvia, al cabo de dos días, había hecho caer hojas por todas partes, incluso una rama arrancada que flotaba en la oscura corriente que se alzaba bajo la ventana donde sus movimientos se detuvieron abruptamente, abrió los ojos ante la marchita figura del impermeable que se acercó mucho a ella la miró a la cara. Cogió aire y recuperó el equilibrio, acababa de bajar del taburete cuando llamaron a la puerta. Abrió una rendija, vio los dobladillos deshilachados del impermeable, mantuvo la pierna abierta con el pie.”

7)      El nombre de la obra hace referencia a un estilo arquitectónico de casas y pequeñas Iglesias que se hicieron comunes durante el siglo XIX en Estados Unidos. Estas estructuras adaptaban elementos de ese tipo de arquitectura como las torres y los arcos apuntados  al tradicional tipo de construcción de madera que representaba claramente el paisaje americano. Pongo una foto a continuación para reflejar este estilo.

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8)      No es descartable que este carpintero tenga que ver con el carpintero por excelencia, Jesucristo, y que quisiera extrapolar lo que refleja en la novela a la religión, no parece gratuito el siguiente párrafo entonces: “Y mientras su voluntad se afirmaba sobre mí, temblando, de repente escuché la voz de su profeta Isaías, cuando dice El carpintero toma las medidas con la cuerda, diseña la forma con el estilete, la trabaja con el cincel y la dibuja con el compás, y le da figura de hombre y belleza de hombre, para que habite en una casa. Y mientras reflexionaba sobre el sentido de esas palabras procedente de lo alto, ¡lo que había sido un día de doloroso luto se convirtió en un día de gloria! Porque ¿no preguntaron acaso, cuando Jesús llegó a Nazaret, no es este el hijo del carpintero? Aquel que construyó ese gran edificio para refugio de quienes son pobres, de quienes están agotados, de quienes buscan su verdad absoluta en la adversidad y la persecución, […] construyó con sus sencillas herramientas de carpintero y con los humildes materiales que tenía a mano, la casa de su padre, donde hay muchas mansiones.”

9)      Con referencia al punto 7, Gaddis refleja, paralelamente al derrumbamiento de la pareja protagonista, la decadencia de la casa, de estilo gótico carpintero, en la que viven, desvencijada, llegando a la ruina: “[…] Una casa antigua muy interesante, ¿sabes lo que es esto? –inclinó la cabeza hacia este lado, hacia aquel-. Es un ejemplo clásico de gótico carpintero del río Hudson, ¿lo sabías? -Lo sabía Lester. -Todo diseñado a partir del exterior, esa torre de ahí, los picos del tejado, primero lo dibujaban y luego se las apañaban para que cupieran las habitaciones… -ahora se lanzó a toda velocidad bajo la línea de la moldura del techo hasta el destartalado remate de escayola donde se encontraba con el arco del hueco del salón-. Ahí tienes una gotera… Haz que la reparen antes de que empeore […]”.

10)   Parece claro que ese derrumbamiento de la casa supone, extendiéndolo, el desmorone, del sueño americano, del mito de la sociedad norteamericana y del hombre hecho a sí mismo. La religión decadente, las construcciones, la propia pareja, la sociedad que se hunde. Reflejó, sin dudarlo, el momento que estaba viviendo en ese instante la sociedad, desde lo micro a lo macro.

11)   Un giro final: “[…] Pero está muy por encima de cosas como hurgarse la nariz ¿verdad? Está demasiado ocupado evitando que el azar determine su destino ¿verdad? -Ya has visto cómo acaba. -Sé cómo acaba. No acaba simplemente se desmorona, es mezquina y hueca como todos los que aparecen en ella ¿por eso la escribiste? -Ya te conté por qué la escribí, fue solo una idea de último momento, ¿por qué te molesta tanto joder? Esa novela es solo una nota al pie, un epílogo, buscando finales felices resulta que me veo involucrado con gente como tú y como Klinger.” En un último alarde, extiende el desmorone a la propia novela que está escribiendo, esta reflexión metaficcional trasciende a la literatura y cultura general norteamericana, llevándolo todo a sus últimas consecuencias; para nada la novela se queda en un simple ejercicio de estilo, muy al contrario, lo temático se convierte en algo inherentemente unido a esta demostración de estilo.

“Goodbye, Columbus” de Philip Roth

Ya comenté en esta reseña que hice de “La contravida”  que, teniendo la oportunidad, parecía que, en el caso de este escritor, sería más conveniente realizar una lectura cronológica de sus obra; en esta “novela” tenemos, pues, el primer libro que escribió el titán Roth, al que he incluido en mi particular Proyecto de lecturas para los próximos tres años . Y que irá apareciendo por este blog durante ese tiempo.

goodbyecolumbusLo primero en llamarme la atención de esta primera obra es que, curiosamente, no se trata de una novela al uso sino más bien de  una recopilación de relatos de Roth; siendo la homónima más bien una novela corta, y el resto cuentos cortos. Lo que no cambia desde luego es el aura de desdén por los temas judíos que imprimió en toda su obra, y ya desde el principio, por la que fue acusado en repetidas ocasiones de “judío antisemita”.

El segundo hecho de mayor relevancia es la diferencia de estilo apreciable desde las primeras páginas, en mi caso, no sé si afortunada o desafortunadamente, ya conozco bastantes obras del norteamericano que van desde sus inicios (“El lamento de Portnoy”) pasando por el medio de su carrera (la inconmensurable “Operación Shylock”) y las del final de su dilatado camino literario (“Indignación” y otras…) y claro, es palpable que se trata de un Proto-Roth en el estilo; no existe la complejidad formal de la que luego hará gala; abundan, los diálogos cortos y, desde luego la prosa no juega con el monólogo interior de la forma en que lo utilizará luego. Sin embargo, en lo temático, asistimos a varios de los temas que serán profundizados en obras posteriores, como algunas de las citadas anteriormente.

Yendo al libro en cuestión, la historia que abre es, precisamente “Goodbye Columbus”; se refleja una típica familia judía, los Patimkin, donde su hija, Brenda, se enamorará de Neil Klugman, un judío más ortodoxo, más laxo, que tendrá que luchar contra la familia judía como institución, que se refleja en la primera visita de Neil, donde podemos ver los primeros retazos de la prosa cáustica de Roth reflejando la unión de la familia que le recibe al completo:

“Cuando aparqué delante de la casa de los Patimkin, aquella noche, todos, menos Julie, me estaban esperando en el porche: el padre y la madre, Ron y Brenda, esta última con vestido. No la había visto aún así, con un vestido puesto, y por un momento no me pareció la misma. Pero eso sólo fue la mitad de la sorpresa. A muchas de esas chicas universitarias, tan lincolnescas ellas, las piernas no les valen más que para ir en pantaloncitos cortos. No era el caso de Brenda, con ese vestido parecía como si toda su vida hubiera ido así, tan puesta, como si nunca hubiera usado unos pantalones cortos, ni un  bañador, ni un pijama; sólo aquel vestidito claro de lino. “

Neil, el narrador,  asociará a esta familia una superficialidad  que no dejará de ser un adelanto de la actitud de Brenda con respecto a su relación personal; la aparición de Harriet, prometida del hermano de Brenda solo reforzará esta actitud:

“Harriet Ehrlich me pareció una señorita singularmente inconsciente de que las personas, ella incluida, pudieran tener una razón de ser. Era todo superficialidad, y encajaba perfectamente con Ron, y también con sus padres. La señora Patimkin, de hecho hizo exactamente lo que Brenda había profetizado: apareció Harriet, y la madre de Brenda levantó un ala y se atrajo a la chica hacia la parte más abrigada de su cuerpo, donde le habría gustado acomodarse a Brenda.”

Una vez puesta esta base Roth no dejará de unirlo al ideal americano, sí, el sueño, encarnación de los anhelos de esta familia judía modelo:

“-Hay que esforzarse para conseguir las cosas. Si te quedas sentado, engordando el trasero, no llegas a ninguna parte… Los hombres más importantes del país han trabajado mucho, créeme. Hasta el mismísimo Rockefeller. El éxito no viene así como así.”

Todo ello desembocará en la terminación de su relación en una escena final entre la pareja muy clarificadora:

“-Te amaba Brenda. Por eso estaba inquieto.

-Sí, por eso me dejé yo en casa el aparato ese. Porque te amaba.

En ese momento nos dimos cuenta del tiempo verbal que habíamos empleado y nos recogimos en nosotros mismos, guardando silencio.”

Aquí está el Roth que todos conocemos en una historia maravillosa, es perfectamente reconocible, en el resto de relatos tenemos de todo:

“La conversión de los judíos”, segundo y desternillante relato, donde se hace más patente la capacidad de Roth de transformar una situación aparentemente seria en su inicio en una parodia absoluta, quizá es la historia que más carcajadas me ha despertado.

El tercer relato, “El defensor de la fe”, tenemos a Nathan Marx, un sargento del ejército que tiene que lidiar con la falta de moral de unos soldados judíos que se aprovechan de su condición con él,; otro ejemplo de la denuncia que quiere hacer patente en sus relatos y que le ganó el apelativo que comentaba al principio del comentario. Su actitud es evidente:

 “-Grossbart, ¿por qué no te puedes comportar como todo el mundo? ¿Por qué tienes que ser una chinche en costura? – Porque soy judío, mi sargento. Soy diferente. No mejor, quizá. Pero sí diferente.”

Roth elige moralmente castigar la cara de un judío que se escuda en su fe para cometer tropelías.

En “Epstein” inaugura sus relatos de ancianidad, con un Leo Epstein que buscará revitalizar su ocaso con una aventura que le traerá casi funestas consecuencias al final. No tiene nada que ver con los relatos crepusculares del autor (como “Elegía”, por ejemplo), hay un aura de optimismo, palpable, la de un escritor que comenzaba.

En el último relato “Eli, el fanático”, vuelve a reflejar la intransigencia de una comunidad judía con respecto a una yesibá que se instala en el barrio, aún siendo de la misma raza:

“Lo que ocurre es que no creemos que esta comunidad sea para ellos. Y, Eli, no creemos quiere decir que yo no soy el único que no lo cree. Los judíos de esta comunidad.”

Genio desde el principio, un libro de relatos primigenio pero muy representativo del Roth posterior. Muy accesible y leíble. Una buena obra.

“Esperando a los bárbaros” de John M. Coetzee

esperandobárbarosHasta ahora Coetzee solo había aparecido en este humilde blog de una manera tangencial, o, al menos, en un libro con las cartas que mantuvo con Auster; esta es su entrada triunfal, como primer libro con el que inicio mi ambicioso Proyecto de lecturas para los próximos tres años ; sinceramente, no encuentro mejor forma de hacerlo, con uno de los más grandes escritores vivos, quizá el mejor premio Nobel de los últimos veinte años.

Y la manera de empezar responde a la lectura cronológica que me prometí realizar de los libros que me faltaban del autor; no estamos ante su primer libro, sino en el tercero, los primeros fueron “Tierras de poniente”, donde ya introducía las consecuencias del poder sin límites, sin control; y “En medio de ninguna parte”, donde ya reflejaba la sociedad sudafricana post-apartheid desde la visión de una mujer, a través de retazos de su diario.

“Esperando a los bárbaros” no esconde una intención moral clara como se indica en la contraportada de la edición de bolsillo: “Parábola de una Sudáfrica desquiciada por el racismo, toda ella es una denuncia de la brutalidad, de la arrogante ignorancia del poder; el contrapunto es el magistrado, símbolo de la razón humanitaria, avasallada por la violencia.”

Ciertamente en ningún momento el autor menciona la ubicación de Sudáfrica, podría ser cualquier sitio; de hecho, a todos los efectos, funciona mejor en un sitio indefinido, impersonal; a pesar de que el “veld” sudafricano es muy reconocible en las páginas.

Según lo comentado, la lectura postcolonial es inmediata, y el relato se centra primordialmente en ella,; una lectura que crítica el imperialismo del primer mundo con respecto al tercer mundo,; el magistrado, con todo lo que representa, se convierte en la voz para denunciar este imperialismo, en la única voz que defiende a esos bárbaros en la novela.

Con unas cuantas pinceladas Coetzee nos muestra los métodos imperialistas y hasta dónde quieren llegar, en una conversación con el Coronel Joll se comenta:

 “-¡El tono de la verdad! ¿Puede usted reconocer ese tono en la conversación cotidiana?¿Oye si yo digo la verdad?

-No, me está malinterpretando. Ahora hablo solo de una situación determinada, de una situación en la que investigo para dar con la verdad, en la que tengo que presionar para encontrarla. Al principio solo obtengo mentiras, así es, primero solo mentiras, entonces hay que presionar; después más mentiras, entonces hay que presionar más; luego el desmoronamiento, tras este seguimos presionando, y por fin la verdad. Así es como se obtiene la verdad.”

La tortura se muestra como el método inefable de obtención de la verdad, se trata de convertir a los bárbaros en un cliché andante, en que los colonizadores son los únicos que tienen el poder y la superioridad moral para convertir a los colonizados en una tabula rasa en la que poner todos sus medios para controlarlos y sacar provecho. En palabras del magistrado tenemos la siguiente descripción de los bárbaros:

“Creemos que esta tierra nos pertenece, es parte de nuestro Imperio: nuestro puesto fronterizo, nuestro pueblo, nuestro mercado. Pero esas gentes, esos bárbaros, no lo ven de la misma manera. Llevamos aquí más de cien años, hemos recuperado tierras del desierto y hemos construido regadíos y cultivado los campos y levantado hogares sólidos y erigido una muralla alrededor de nuestro pueblo, pero ellos todavía nos consideran visitantes, viajeros de paso. Entre ellos hay ancianos que recuerdan lo que sus padres les contaban de cómo era este oasis hace años: un lugar sombreado junto al lago con abundantes pastos incluso en invierno. Esto es todavía lo que dicen de él, quizá todavía lo vean así, como si no se hubiera removido un grano de tierra ni se hubiera colocado un ladrillo sobre otro. No dudan de que en cualquier momento cargaremos nuestras carretas y volveremos a cualquiera que sea el lugar de donde vinimos, que nuestras edificaciones se convertirán en hogares de ratones y lagartijas, que sus animales pastarán en los fértiles campos que cultivaremos. […] Esto es lo que piensan. Que resistirán más que nosotros”.

-Pero nosotros no nos vamos a marchar –dice el joven con calma.”

Ante esta lectura, se sobrepone la búsqueda de identidad del propio magistrado, a medias de esta situación con respecto a colonizadores y colonizados, él irá tomando partido por los bárbaros según avance la historia, ya que no es más que “un administrador civil menor hundido, tras varios años en un destino apartado, en la indolencia propia de los nativos, de ideas anticuadas, dispuesto a jugarse la seguridad del Imperio a cambio de una paz provisional e insegura.”

En su cautividad reflexiona sobre la importancia de la libertad en todos los niveles de los que consta:

 “¿Cómo puedo considerarme una víctima cuando mis sufrimientos son tan insignificantes? Sin embargo, son aún más degradantes por su insignificancia. Recuerdo mi sonrisa cuando la puerta se cerró por primera vez a mi espalda y la llave giró en la cerradura. No me parecía un gran castigo pasar de la soledad de la existencia cotidiana al aislamiento de una celda, ya que podía traer conmigo un mundo de pensamientos y recuerdos. Pero es ahora cuando empiezo a comprender lo fundamental que es la libertad. ¿Qué clase de libertad me han dejado? La libertad de comer o pasar hambre; permanecer en silencio o parlotear conmigo mismo o aporrear la puerta o gritar. Si cuando me encerraron aquí yo era el objeto de una injusticia, una injusticia insignificante, ahora no soy más que un montón de sangre, huesos y carne que se siente desgraciado.”

Toda esta situación le servirá para concluir sobre los imperios y el colonialismo:

“¿Por qué no podemos vivir en el tiempo como el pez en el agua, como el pájaro en el aire, como los niños? ¡Los imperios tienen la culpa! Los imperios han creado el tiempo de la historia. Los imperios no han ubicado su existencia en el tiempo circular, recurrente y uniforme de las estaciones, sino en el tiempo desigual de la grandeza y la decadencia, del principio y el fin, de la catástrofe. Los imperios se condenan a vivir en la historia y a conspirar contra la historia. La inteligencia oculta de los imperios solo tiene una idea fija: cómo no acabar, cómo no sucumbir, cómo prolongar su era.”

En la tensa espera final donde los habitantes del poblado asisten a la posibilidad de perder su vida, el relato cambia, Coetzee nos hace ver cuál es la verdadera importancia de lo que está contando en esta historia redundando sobre lo que no está escribiendo:

“Descubro que lo que empiezo a escribir no es la crónica de un puesto fronterizo de un Imperio o un relato de cómo sus habitantes pasaron el último año poniendo en paz sus almas mientras esperaban a los bárbaros”

Y se produce un rayo de esperanza final, lo onírico aparece con una escena en la que unos niños se encuentran haciendo un muñeco de nieve, el magistrado sabe que no tenía que acabar así, pero tiene una epifanía:

“No es un mal muñeco de nieve. Esta no es la escena con la que soñé. Como otras muchas cosas ahora, la dejo con una sensación de estupidez, como alguien que se extravió hace mucho tiempo pero persevera por un camino que quizá no conduzca a ninguna parte”.

Relato entre medias de la crítica postcolonial y la búsqueda de la identidad personal, se convierte en una reflexión sobre la actitud que tomamos ante nuestras vidas y las consecuencias de nuestras acciones. El sudafricano, grande entre los grandes, consigue aquí con una prosa árida pero evocadora, intensa pero alejada de florituras, un relato que ayuda a la reflexión y, desde luego, deja poso durante bastante tiempo.

Marzo será para Atwood y alguno más…

Con el cambio de año no había vuelto a hacer este típico post con el resumen de lecturas del mes anterior y avance del que viene. Una vez regularizada la situación, vuelvo a estos posts empezando, como de costumbre con un pequeño repaso a lo que leí el mes anterior:

El mes se pudo dividir en tres grandes bloques, parece mentira; el primero de ellos tenía que ver con la literatura “pulp” de la que he hablado sobradamente en este post final con el resumen de todo lo que he publicado en el primer monográfico del blog en su corta vida; acabé los dos últimos volúmenes de la recopilación “¡Bang,Bang! Estás muerto” de los que ya  hablé sobradamente; en este bloque también entró la estupenda colección de artículos “Bolsilibro & Cinema BIS” y las muestras de pulp moderno publicadas gracias a la editorial Memento Mori y sus “Perros del desierto” y “Nigromancia en el reformatorio femenino”; el segundo bloque lo podríamos resumir como el comienzo de mi Proyecto literario para los próximos  tres años que tuvo su inicio con la lectura de las novelas “Esperando a los bárbaros” de Coetzee y “Goodbye Columbus” de Roth, de las que hablaré en profundidad en próximos posts; el último bloque, una miscelánea integrada por el norteamericano William Gaddis, con “Gótico Carpintero” y “Ágape se paga”, uno de los grandes de la literatura norteamericana, próximamente le dedicaré el tiempo que se merece; y Julian Barnes, del que leí en su idioma original el maravilloso “The sense of an Ending”.

Tampoco había puesto esta última representación de adquisiciones que irán cayendo según pasen los meses aunque no toquen en un futuro próximo.

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Una vez he repasado lo leído, paso a comentar lo que puede ser el mes de marzo, claro que, por el título podéis imaginar quién es la gran protagonista; he demorado en exceso introducirme en el universo de Margaret Atwood y le voy a poner solución por fin con la lectura, al menos, de “Asesinato en la oscuridad” y dos de sus obras paradigmáticas: “El cuento de la criada” y “El asesino ciego”; otra grande, de rabiosa actualidad por la publicación de su último libro en España en estos días, es Hillary Mantel, dos veces ganadora del Man Booker y de la que también pretendo leer “En la corte del lobo” y “Bring up the bodies” (aquí llamada “Una reina en el estrado”); ante tal representación femenina hay que contraponer exponentes masculinos que puedan contrarrestarlas, tarea difícil por otra parte, David Foster Wallace con “La escoba del sistema” y Ned Beaumon con “Boxer Beetle” y “The teleportation accident” lo intentarán; para terminar, no puede faltar un poco de novela negra o policíaca, Crispin y “El canto del Cisne” así como las dos últimas novelas de Martin Beck por los suecos Sjöwall y Wahlöö llenarán este espacio, puede que Himes también aparezca.

No puedo estar más contento con lo que se acerca este mes. Puede ser, sencillamente, electrizante en lo literario.

Monográfico Pulp: El resumen

SilverKane

Tras dos semanas (que se han alargado a tres por mi reciente paternidad…, ;-))), ya he dado por finalizado el monográfico pulp, a pesar de que los posts han sido prácticamente seguidos, voy a emular a otros blogueros poniendo un índice en este último texto que los ordena y que clarifica el contenido para que estén fácilmente accesibles desde uno solo.

  1. Monográfico Pulp.
  2. Primeras Recomendaciones policíacas “pulp”
  3. Segunda parte de recomendaciones policíacas “pulp” y un homenaje: Curtis Garland
  4. Tercera parte de recomendaciones policíacas “pulp”
  5. “Bolsilibro & Cinema BIS” edición de Javier G. Romero
  6. Una propuesta de pulp actual: Memento Mori

Y con esto doy por finalizado este pequeño especial; espero poder hacer cosas distintas más adelante, con temas diversos, escritores, etc… Según lo que se le ocurra a esta cabeza y puedan pedir las circunstancias. El tiempo lo dirá.

Una propuesta de pulp actual: Memento Mori

Una vez que he puesto todo este repaso al pulp español de la edad dorada en post anteriores, la pregunta que surge, inevitablemente, es la siguiente: ¿es posible realizar pulp hoy en día? No sé si es posible, pero desde luego algunos lo intentan; este es el caso del sello Memento Mori incluido dentro de la editorial Alegoría  y capitaneado por el ubicuo participante de redes sociales Alberto Haj-Shaleh; aquí podéis acceder a su web  donde, si os apetece, podéis adquirir alguno de sus libros.

La idea, desde luego es interesante, y la podemos ver en las dos muestras con la que han empezado la colección. Libros pequeños, ligeritos, de tapa blanda, a buen precio y que tratan temáticas que pueden ir del terror al oeste pasando por la ciencia ficción.

perros_webEl libro con el que han inaugurado la colección es “Perros del desierto” de Francisco Serrano. Mezcla irresistible de ciencia ficción y western (al menos lo fue para mí en la serie de Joss Whedon “Firefly” y en la saga de “La torre oscura” del maestro King) y que cumple con creces con lo prometido: diversión a raudales no exenta de calidad, conforme a la tradición del pulp en su edad dorada.

No faltan los polis duros (“Sé cuidadoso, sé amable y, a ser posible, sácate la polla sólo para mear.”) como el protagonista Rai Cruz, paisajes desérticos descritos maravillosamente, un líder malvado con afán de mesianismo, perros antropófagos y acción sin freno como podemos ver en la siguiente descripción, ejemplo de narración de una escena dinámica:

“Cogió la escopeta y se volvió hacia el perro que lo alcanzaba ya, una presencia invisible que no era otra cosa que el sonido de su avance, pura inercia de músculos y dientes en la oscuridad, y tiró del gatillo. El muelle se soltó cuando el perro despegaba las patas delanteras del suelo. A dos palmos de distancia la masa de fuego y clavos y tuercas candentes no estaba más dispersa que un puño y dio al animal en su ancho pecho de res. La detonación retumbó en las estrechas paredes. La llamarada iluminó al perro girando sobre sí mismo, como atropellado por un tren, el pelo ardiendo, las costillas pulverizadas, suspendido en el aire. El retroceso arrojó a Cruz sobre los cadáveres envueltos que se elevaron y mezclaron en una nube de polvo con el humo de la pólvora.”

Excelente muestra de cómo debería hacerse literatura pulp en los tiempos que corren.

nigros_webEl segundo texto de la colección es “Nigromancia en el reformatorio femenino” del inefable e inquieto creador del Focoforo, especialista en videojuegos y genial creador de textos John Tones que nos propone un cóctel a simple vista ineludible; con un reformatorio para féminas, con escena subiditas de tono, terror, ritos satánicos y una criatura que parece surgida del averno o de una pesadilla lovecraftiana. No puede ocultar Tones su amor por el terror en su variante más pulp y lo refleja sin complejos:

“Perfecto, una de muertos vivientes del espacio de los años cincuenta. O algo así. Aunque durante una larga temporada Jean había odiado las viejas películas de ciencia-ficción blanquinegras, hoy le resultan entrañables. Le recordaban a largas madrugadas de Halloween con su hermano, después de haber arramblado con los caramelos de todo el vecindario, escondidos tras el sofá y creyendo que sus padres no sabían que habían bajado a hurtadillas al salón.”

Pero esto es una simple isla en una narración muy gráfica y potente, jugando con los sentidos (“La bala, hirviendo, arrastraba tras de sí la piel del rostro mientras penetraba en el cráneo y trituraba los sesos de su madre como un berbiquí.”) y que consigue que las páginas pasen sin esfuerzo a pesar del lastre que puede resultar, a veces, las excesivas ganas de agradar del autor; demostrando sin limitación toda su sapiencia en cada momento de la narración con apuntes no del todo necesarios para su avance. A pesar de esto, el resultado es recomendable.

Debut prometedor de la editorial que espero que confirmen en sus próximas propuestas; deseo que vayan por estos derroteros más que entrar en temas autorreferenciales que solo podrían disfrutar los que conocen dichas historias, sobre todo las referidas al Focoforo.

Y con este último post termino este monográfico pulp, espero que os haya gustado  la recopilación de textos que se me han ocurrido para el evento.

“Bolsilibro & Cinema BIS” edición de Javier G. Romero

Es más que reseñable que se realice un libro de este tipo, entre otras cosas porque suelen faltar propuestas de este estilo que, además, consigan cumplir su objetivo con sobriedad y se conviertan en una referencia. En el prefacio de Jesús Parrado nos comenta la función que se busca con esta recopilación de artículos: “Objetivo, pues, de este libro es destacar la relación fecunda y fluida entre la pulp fiction europea y su equivalente cinematográfico, donde literalmente hubo de todo, y para todos.”

bolsilibroSí, una mezcla de pulp con la cinematografía, más atractivo no se podía presentar, hay que ver si de verdad el objetivo se cumple; para ello Pablo Herranz y Javier G. Romero han dividido el volumen en cuatro partes bien diferenciadas:

Primera parte: en palabras del coordinador, “seleccionamos un cuarteto de escritores de los llamados “eternos” y “universales”, cuyas obras han sentado las bases para mucha literatura posterior, cada uno además de distinta nacionalidad: el español José Mallorquí, el italiano Emilio Salgari, el inglés Edgar Wallace y el alemán Karl May, padres, respectivamente, de mitos populares de la categoría del Coyote, Sandokán, el Krimi y Winnetou.”

Es especialmente destacable, en el capítulo sobre Emilio Salgari, la descripción que se realiza del estilo y prosa del italiano y que se puede aplicar a parte de la novela pulp en general: Ya se dijo antes: técnicamente no era un gran escritor y, además, escribía a destajo, sin ocasión de corregir. Algo debía estar haciendo muy bien para compensar todo eso y mantener hipnotizada a su gran masa de lectores. Aunque tienda a olvidarse, ciertamente “redactar” no es sinónimo de “escribir”. Emilio Salgari quizá no redactase muy bien, pero imaginaba en su fantasía desmesurada historias que uno quería oír, leer, conocer. Las narraría mal, de forma atropellada, con diálogos increíbles y situaciones imposibles… pero creaba personajes, escenarios y acontecimientos que llevaban al lector a donde este nunca había estado y ensoñaba estar.”

Esa sensación de sueño, de magia, de fantasía… que arrastraba a los lectores, se reafirma en el  dedicado a Karl May: “Lo cierto es que el Oriente de Kara Ben Nemsi o el Oeste de Winnetou tienen tanto que ver con las ubicaciones auténticas como el exaltado lector quiera. No son lo real, sino la imagen enfebrecida, idealizada, mítica, de la idea de lo real. En ese marco legendario, más grande que la vida,; desde luego más grande que la vida de los lectores e incluso que la de May, novelesca de por sí,; los europeos podían vivir sus propias aventuras, crear sus propios paisajes y construir su propia mitopoética en tierra extraña, en un país de sueños, en una topografía mental.”

Las mismas virtudes aparecen en distintos autores que resaltan además esa capacidad para crear una mitopoética de una tierra extraña, tan atractiva para el lector de estas novelas.

En la segunda parte escogieron personajes de gancho: dos policías americanos y una heroína francesa, Lemmy Caution, Jerry Cotton y Angélica.

Muy interesante resulta especialmente el retrato que hacen del primero de ellos, verdadero precursor de la literatura posterior: “Lemmy Caution (creado por el escritor inglés Peter Cheney) surgió en 1936, agente del FBI, prefigura esa retahíla de detectives/policías/espías típica de los decenios posteriores, que esgrimen cual tarjeta de visita una fanfarronería machista que hoy por hoy resulta casi (auto) caricaturesca, incluyendo el gusto por la violencia y una lujuria sin fondo. En efecto, sin Lemmy Caution acaso no habrían existido Mike Hammer y James Bond (creaciones de Spillane y Fleming, respectivamente), por escoger los epígonos más populares y representativos de sus continentes correspondientes.”

Que además entrelazan con el actor que le dio vida en la pantalla grande (Eddie Constantine) “logró ganar una celebridad especial, por esta su recreación de Humphrey Bogart en formato irónico-casposo, valga la definición con su físico algo simiesco, los ojos saltones, una faz correosa con secuelas de viruela y una sonrisita repelente.”

Esto mismo lo realizan con Jerry Cotton y con la menos conocida Angélica que, sin embargo, se trata prácticamente de una institución en Francia: “Ningún francés o aficionado avezado al folletín contemporáneo, ha dejado de reconocer a Angélica. En ese homenaje al género de capa y espada, que es Belladona, aparecen hermanados, con categoría de mitos, los tres mosqueteros, el jorobado de Lagardere y Angélica.”

En la presentación de los tres personajes ya tenemos ese esfuerzo por emparentarlos con sus documentos cinematográficos, y esto se agradece porque sirve para comprobar cómo de las grandes fuentes pulp surgieron historias para el cine y cómo se realizaron dichas adaptaciones a un medio tan distinto.

Ya en la tercera parte contemplamos los espléndidos capítulos dedicados a la relación entre los bolsilibros y la cinematografía; en el caso español se relata la menor o mayor suerte en estas adaptaciones de autores como Keith Luger, Curtis Garland o Clark Carrados; en la parte europea no podían faltar los entrañables Fantomas, Fu Manchú o el Doctor Mabuse.

Para acabar, la última parte contiene un repaso final a la labor que desempeñaron portadistas e ilustradores realizando verdaderas obras de arte  que contribuyeron con su arte al éxito de los bolsilibros.

La galería de portadas del final de este conjunto de artículos es un digno colofón, muy gráfico, para finalizar un libro estupendo, bien documentado, riguroso, y que se lee sin esfuerzo para mostrar un marco de tiempo tan atractivo como olvidado. Más que recomendable para aficionados al género y su extensión al cine.