Una de libros ilustrados: “Cuentos de muerte y demencia” de Edgar Allan Poe y “Ciencia Ficción. Poemas, artículos y novelas cortas” de Emilio Carrere.

cuentos-de-muerte-y-demencia-9788415717287Este dúo tiene mucho más sentido que el que comenté anteriormente. No exagero si digo que estos dos libros se encuentran, por derecho propio, entre lo mejor que se ha publicado en lo que llevamos de año.

El primero de ellos se trata de la recopilación de cuentos de Edgard Allan Poe “Cuentos de muerte y demencia” con ilustraciones del norteamericano Gris Grimly. Enigmático artista, del que no se sabe ni su fecha de nacimiento y del que podéis haceros una idea de su obra en su web www.madcreator.com;  tiene gracia que sea una especie de Salinger/Pynchon de la ilustración, goza de bastante prestigio, de hecho,  últimamente ha ilustrado “El alfabeto peligroso” de Neil Gaiman.

Esta exquisita edición de Nórdica cuenta con cuatro de las historias del gran Edgar Allan Poe que se convierten, casi sin pensarlo, en una narrativa más cercana al cómic que al libro ilustrado. Las historias incluidas (“El corazón delator”, “El sistema del doctor Tarr y el profesor Fether”,  “La caja oblonga” y “Los hechos del caso del Sr. Valdemar”) se ven realzadas por un dibujo de trazo sucio pero detallista, que juega con la exageración pero que, ciertamente, resulta muy bello, vistoso y, por momento, terrorífico.

Una verdadera delicia con el único pero de hacerse demasiado corto. Una lástima.

El segundo de los libros ilustrados que he escogido se une en lo temático con el que he comentado anteriormente, se trata de “Ciencia Ficción. Poemas, artículos y novelas cortas” de Emilio Carrere, edición de Francisco Arellano para su Biblioteca del Laberinto con prólogo y selección de María José Gutiérrez; y digo que se une en lo temático porque Carrere, en vida, tradujo a Poe del francés y se convirtió en una de sus influencias más evidentes en su narrativa.

carrereEl prólogo de María José Gutiérrez resulta sumamente clarificador para hacerse una idea del personaje, me encanta la descripción de Emilio Carrere realizada por un joven Arturo Barea “Tenía cara de luna, una gran melena, un sombrero blanco con alas enormes, una bufanda atada al cuello y el corpachón de un campesino, fumando incesante una pipa que, a veces, rellenaba con colillas. Sentí como un gran honor que se dignara a permitir que le invitara a un vaso de de cerveza.”

A partir de ahí se desgrana el contenido de la selección empezando por sus poemas:

“Los poemas que incluye la selección que ofrecemos pertenecen en su mayoría a “Del Dolor, del Amor y del Misterio” y son un buen ejemplo de sus inquietudes”.

Estas inquietudes tienen que ver con “el amor como un maleficio del que no puede desprenderse y que le lleva irremisiblemente a la infidelidad” o sobre la vida después de la muerte, de la que no tiene certeza de que exista además de su visión del más allá o del espiritismo con influencias más que cercanas con Poe. La siguiente estrofa incluida en “La hora oportuna” es un buen ejemplo de ello:

“Siempre tarde o más temprano

Parece que en el arcano

Alguien trastrueca mi suerte,

Y cual sarcasmo fatal sólo seré puntual

Cuando me cite la muerte!”

Las inquietudes que mencionaba anteriormente están presentes en sus artículos igualmente, solo tenemos que echar un vistazo a este “Las visiones de Amichatis”:

 “-Es una cosa absolutamente real, aunque parezca un cuento de Poe o de Hoffmann. Y le advierto que entonces no había leído ni un solo libro de espiritismo. […]  Me impresionó el relato de Amichatis y yo había leído muchos casos de materialización del doble astral de los muertos. Las había leído, pero no es lo mismo que oírlas contar de viva voz por alguien que lo ha visto, por alguien que ha tenido el escalofriante privilegio de haberlo visto.”

Tanto el espiritismo como la vida después de la muertes estaban presentes en su narrativa, no digamos Poe, acentuado aún más este “Edgar Poe, ocultista”:

“Poe vino a la Tierra a hacer el doloroso aprendizaje del genio entre las almas inferiores. Realmente, si fue un genio fue un hombre infinitamente desgraciado. La Naturaleza le dotó de una inteligencia extraordinaria, como compensación de un destino implacablemente cruel. La única tacha que se le puede imputar fue la embriaguez contumaz; pero ¿ha sido el único poeta borracho? En los demás, y más entre nosotros, ese vicio ha sido una falta leve. Todos hemos tenido el decoro de no mirar con demasiada curiosidad el horror de vidas ajenas. Con Poe, no. Fue una jauría gazmoña, “burguesa”, cruel, que se cebó en su cadáver como poseída por un ataque de vampirismo. Fue el aborrecimiento de la zoocracia.”

Espléndida muestra de un talento más de lo anecdótico, capaz de momentos líricos y admirador apasionado del genio de Poe. Todos los artículos se convierten en algo imprescindible, como la parte final del libro formada por tres novelas cortas que gozan de las portadas e ilustraciones realizadas en la época por Carlos Masberger y Riquer; las ilustraciones interiores no tienen color, solo el dibujo, pero resultan precisas y claras, complementado la historia contada. Las portadas, con un claro aire pulp de Bolsilibro, son unas pequeñas joyas.

En cuanto al texto de las novelas en sí, en “El viaje sin retorno” nos encontramos con una novela de ciencia ficción o más bien científica, sobre el invento de una máquina para medir las vibraciones que emiten las personas y que terminará trágicamente, en la más fiel tradición de H. G. Wells. Sin embargo en la encantadora “El embajador de la luna” afrontaremos una invasión extraterrestre en Villacapuana donde el peculiar y entrañable Selenito se enfrentará a la realidad de la España profunda y realista, una realidad de la que no conoce ni el valor del dinero:

“-Oye, y eso del dinero, ¿qué es?

El melancólico remendón puso una grotesca cara de asombro.

-Pero ¿de dónde te has caído tú, que no conoces al Amo Tenebroso de las sociedades humanas?”

Finaliza esta breve recopilación con “La momia de Rebeque” donde, a través del mesmerismo, (los ecos con Poe y su extraño caso de Valdemar son evidentes)  el protagonista despierta en una nueva sociedad, distópica, en la que se ha producido una revolución antiburguesa, pero que no es todo lo benigna que podría haber imaginado: 

“Para los demás ciudadanos el acto de solicitar un pasaporte era castigado con la horca. El país era una jaula colosal de donde no se escapaba ni un gato.

-Pero esto es injusto. ¡Yo escribiré unos artículos protestando!…

-Has de saber que no hay periódicos desde hace treinta y nueve años. Las noticias se dan por altavoces de radio. Ni se publican libros. ¿Para qué? ¿Para adquirir la enfermedad de pensar? Sólo las tabernas gozan de  su tradicional prosperidad.” 

En este extraño mundo, Rebeque está a punto de cometer un error que llega a subsanar antes de llegar a la catástrofe.

Este tremendo combo es una manera sanísima de disfrutar de novela de género, máxime con este monográfico que estoy acometiendo. Para profanos y experimentados en este tipo de materias. Un disfrute total.

Una mezcla inverosímil: “La promesa” de Friedrich Dürrenmatt y “Tormenta” de Jim Butcher

Digo inverosímil porque, indudablemente, no creo que haya muchos puntos en común entre el suizo Dürrenmatt y el norteamericano Butcher; más allá de la realización de obras de género, claro está.

La-promesa“La promesa” del suizo Friedrich Dürrenmatt (1921-1990) es la primera novela de este original duelo; lleva el subtítulo suficientemente identificativo (o no, según veremos luego) de “Réquiem por la novela policíaca” y desde las primeras páginas podemos ver la intención del escritor en boca del investigador que narra la historia y del que solo sabemos la inicial de su nombre y su perspectiva: 

“Por desgracia, en todas esas  historias de crímenes subyace aún un fraude mayor. Y con esto ni siquiera aludo al hecho de que en ellas los criminales encuentran su castigo. Pues esos hermosos cuentos han de ser moralistas a la fuerza. Pertenecen al tipo de las mentiras necesarias para mantener el orden social, casi como un refrán piadoso: el crimen no vale la pena. […] todo eso puedo dejarlo pasar […] No, me irrita mucho más la cuestión del argumento en sus novelas. Aquí el fraude es enorme y descarado. Ustedes construyen sus argumentos sobre la base de la lógica, como en el ajedrez: aquí el criminal, aquí la víctima, aquí el confidente, las reglas y revise la partida, y ya tiene cazado al criminal y ha logrado que triunfe la justicia. […] La realidad se las arregla con la lógica sólo a medias. […] pero los factores disonantes que entran en juego son tan frecuentes que muy a menudo es la pura suerte o el azar lo que decide nuestra partida a favor. O en contra nuestra. […] También lo azaroso, lo incalculable, lo inconmensurable, juegan un papel, y un papel demasiado grande.”

Esta tesis es la que pretende demostrar, al menos en el fondo, cuando nos cuenta la historia de su subordinado, el detective Matthäi y su investigación del asesino en serie a la que asistimos, en las páginas que la confirman. Prescinde de un narrador omnisciente para mostrar, con todo detalle, los avances que hace. Precisamente, en este camino, el momento en que Matthäi pregunta a la niña Ursula por la última víctima, Gritli Moser, supone un cambio radical en la base, aparentemente formal y anclada en bases reales:

“-¿No se encontró Gritli con nadie?

-Sí, se encontró con alguien –respondió la niña.

-¿Con quién?

-No era un hombre –dijo la niña.

[…]

-Se encontró con un gigante –dijo la niña en voz baja.

[…]

-Y ese… gigante… ¿le regaló algo a Gritli?-pregunté.

[…]

-Un erizo.

-¿Un erizo? ¿Qué quieres decir, Ursula? –pregunté, confuso.

-El gigante tenía erizos pequeños por todas partes –aseguró la niña.”

Es en ese momento cuando el relato se vuelve onírico, mágico y más perturbador si cabe; sobre todo, una vez acabado, cuando somos conscientes del increíble final conociendo todo lo que ha ocurrido anteriormente. El papel que juega “lo azaroso, lo incalculable, lo inconmensurable” en la resolución final se convierte en algo simplemente imprescindible. Lo genial es que estos elementos no desacreditan la novela policíaca sino que, por el contrario, la engrandecen, convirtiéndola en una obra excelente.

tormenta_jimbutcherEncadenando lo mágico de lo que hablaba en el anterior libro, en el “Tormenta” de Jim Butcher nos encontramos con algo radicalmente distinto; su mayor  pretexto es la diversión, no busca intensión moralizante, no busca trascender (ni falta que le hace); lo que nos encontramos es un investigador de lo paranormal, como podemos ver en las primeras páginas en el cartel del despacho de Harry Blackstone Copperfield Dresden:

“HARRY DRESDEN – MAGO

Se encuentran objetos perdidos.

Investigaciones paranormales.

Asesoría. Consejos. Precios razonables.

No se hacen pócimas de amor, ni bolsos sin fondo, ni fiestas u otros entretenimientos”

“Te sorprenderías al saber cuánta gente llama solo para preguntarme si voy en serio. Pero si hubieras visto las cosas que yo he visto, si supieras la mitad de lo que yo sé, te preguntarías cómo puede pensar nadie que no voy en serio.”

Partiendo de una base tradicional, la del detective clásico, enmarca los casos en lo sobrenatural;  en la última frase encontramos la promesa potencial de diversión, de maravillas que podremos ir encontrando en la serie (“Tormenta” es el primero de una serie de novelas que tienen como protagonista al mencionado Harry Dresden) asentadas en las tradicionales figuras ya clásicas del género; así podemos ir encontrando magos, varitas mágicas, calaveras que hablan, demonios, enemigos indefinibles y rastreros:

“El demonio nos acechaba. Podía verlo claramente gracias a la luz de mi bastón, pero hubiese preferido que no fuera así. Era horripilante, deforme, asqueroso, muy musculoso y lo he comparado con un sapo porque no conozco nada más que se aproxime lo más mínimo a su descripción.”

Y el protagonista tiene la mordacidad de los más grandes de la novela policíaca y hace gala de su destreza:

“Y así, caminé a través de un paisaje espectral plagado de calaveras, a pesar de la tormenta que se avecinaba, hacia una casa llena de poder maligno que latía con una fuerza mística feroz y salvaje. Avancé para enfrentarme a un adversario asesino que tenía todas las ventajas, que estaba preparado y deseaba matarme desde lo más hondo de su destructivo poder, mientras que yo estaba armado con nada más que mi propia destreza, mi ingenio y mi experiencia.

¿Tengo un trabajo genial o no?”.

La novela funciona estupendamente a todos los niveles, hay imaginación, hay respeto por los elementos clásicos con la suficiente innovación, hay un sano cóctel de fantasía aderezado con truculencia y criaturas maravillosas o demoníacas; un elenco de personajes en formación pero que empiezan a definirse y, sobre todo, no nos engañemos, entretenimiento del más alto nivel. Más que recomendable ponerse con ella ahora, además, está saliendo una edición en bolsillo muy ajustada en precio y tamaño. Estimo que es una ocasión fantástica para conocerlo y disfrutarlo…

“La serie de Martin Beck” de Maj Sjöwall y Per Wahlöö

Han tenido que pasar casi 250 novelas de la excelente colección de novela negra de RBA en su Serie Negra para poder tener publicada, en su totalidad, las diez novelas que componen la serie del comisario Martin Beck; perpetradas por el comprometido matrimonio sueco Maj Sjöwall y Per Wahlöö, posiblemente nos encontremos ante una de las series más influyentes en el género europeo, no sólo para los nórdicos, punto de obligada referencia para entender la marea nórdica actual, sino para toda Europa.

el-policia-que-rieEn mi caso personal, la primera novela que leí fue la excelsa “El policía que ríe” (1968), novela que se caracterizaba por un argumento original que generaba una trama excitante en la línea más clásica de los grandes del género; a partir de ahí, comencé con “Roseanne” (1965) y se fueron publicando en estricto orden cronológico, que seguí a rajatabla, hasta este año 2013 donde hemos visto la publicación de la última: “Los terroristas” (1975).

Vista en retrospectiva, hasta los dos últimos libros que comentaré más adelante, hay que reconocer que la serie resulta muy consistente en cuanto a calidad e interés por diferentes aspectos y, además, curiosamente, hay muchas variaciones en cuanto a la forma de planificar y realizar los libros. Para los neófitos en los autores suecos, intentaré explicar un poco la evolución de los libros.

La Serie

En “Roseanne” (1965) asistíamos a la presentación de Martin Beck, el taciturno investigador y protagonista principal de la serie, y también a algunos de sus secundarios que se convertirán poco a poco en un elemento principal de la serie. El caso (el asesinato de una mujer en el fondo de un canal) entra dentro de la más firme tradición de novelas de investigador puro y duro. Empiezan a comprobarse las buenas maneras del matrimonio con una trama muy bien llevada.

“El hombre que se esfumó” (1966) y “El hombre del balcón” (1967) suponen una transición inevitable y enriquecedora que nos llevará progresivamente a su obra maestra “El policía que ríe” (1968); experimentan con la narración cambiando los puntos de vista, añadiendo incluso el del asesino; aunque el protagonista principal es Martin Beck (que es dibujado a la perfección en sus relaciones personales), el resto de personajes ganan tal importancia que se vuelven prácticamente “corales” en la tradición del gran McBain y su comisaría del distrito 87. También se caracterizan por ser muy ingeniosos en la resolución de los casos, tramas hiladas con maestría y, desde luego, mucho sentido del humor.

cochedebomberos“El coche de bomberos que desapareció” (1969), quinto libro de la serie, se convierte en la consolidación de lo que habían avanzado. En tradición con sus anteriores entregas, se trata de una novela coral clásica, donde la trama está muy bien hilada, el pulso narrativo está llevado con maestría, tiene humor… en fin, otra muy buena muestra de literatura policíaca que, además, tiene una resolución muy creativa.

“Asesinato en el Savoy” (1970) es un giro radical en el estilo de los suecos, la novela se convierte en un pretexto claro para la crítica evidente (no sutil como en las anteriores) de una sociedad sueca desgastada por el crimen. Una clara muestra de novela social donde los escritores cargaron contra el capitalismo, las grandes empresas que lo controlan todo confabuladas con un estado corrupto. Todo ello redunda en una trama que es bastante más floja que la de las anteriores y sin ese punto de genialidad. Aún así, está estupendamente escrita, con descripciones muy gráficas pero al mismo tiempo cargadas de detalles y que resultan entretenidas. Una obra, aún así, por encima de la media

“El abominable hombre de Säffle” (1971). Tras la novela de transición anterior donde parecían haber perdido un poquito la chispa, aquí los volvemos a recuperar en plena forma, creando una trama excelente sobre la corrupción y la brutalidad policial de la sociedad sueca de la época de los setenta. Novela cargada de grises y que hacen llevar a Beck y a sus compañeros a tomar posiciones ante una situación difícil, llegando a plantear dilemas de todo tipo, tanto éticos como de funcionamiento del propio cuerpo de policía y la sociedad.

 “La habitación cerrada” (1972). Supone la revisitación del clásico de las novelas policíacas en su vertiente más detectivesca. Una obra teñida nuevamente de la vertiente más amoral de una sociedad en descomposición. Muy densa, con una progresiva descoralización que fructificará definitivamente en la novena novela de la serie que comentaré más adelante.

Los dos últimos libros

asesino_policias“El asesino de policías” (1974) se convierte en la novela que cierra un círculo, Beck vuelve a sus inicios, el caso de Roseanne, con el mismo acusado Folke Bengtsson y un caso de similares características en la misma zona en que se produjo el primero.

A pesar de la amargura de Martin, hay resquicios de una belleza que contrasta severamente con la crisis de la sociedad de bienestar.

“De pronto pensó en un par de frases inconexas de la quejumbrosa cantinela general acerca de las cada vez peores condiciones que reinaban en el país. Suecia es un país espantoso, pero sin duda es espantosamente hermoso. Alguien lo había dicho o escrito, pero no recordaba quién.”

Crisis que se ejemplifica sobre todo en el cuerpo policial: “-No, yo sé lo que usted piensa –gritó-. Piensa que yo le he hecho algo a Sigbrit. Pero no le he hecho nada. ¿No puede entender eso? Malditos maderos, sois todos iguales, aquí y en todas partes. Los policías sois ratas de cloaca y para lo único que servís es para subir a bordo a pillar alcohol y cigarrillos a cambio de dejarnos en paz.”

Y en el propio Estado: “Estado de Derecho. La expresión estaba desde hacía tiempo tan corrompida que muchos suecos no osaban pronunciarla y otros se echaban a reír cuando alguien la mencionaba en serio. Ciertamente, existía una ley, pero la evolución de los últimos años había demostrado que esa ley podía subvertirse a conveniencia por las autoridades y el régimen. Los que estaban en el medio eran de costumbre los ciudadanos.”

El final es una vuelta de los personajes y la recuperación de la trama a una ligera coralidad sin  perder de vista el papel de Beck, un Beck crepuscular pero no tan amargado sino rehaciendo una vida que no entendió en un principio.

No es su mejor novela pero, indudablemente, es una buena novela policíaca.

los-terroristas_maj-sjowall_per-wahloo_libro-OAFI777“Los terroristas” (1975), la última novela comienza con una nota de humor, ya que la perspectiva cambia al gigantón Gunvald Larsson:  “Es cierto que tiene tendencia a ser un poco bruto y grosero y se comporta de modo demasiado despótico. Pero no se puede negar que es uno de nuestros mejores inspectores criminales, a pesar de que le cuesta obedecer órdenes y atenerse a las normas.”

En su progresivo viraje hacia la crítica social y al supuesto Estado de Bienestar, en esta última entrega se centran en la justicia:  “En gran medida tenía razón. Los miembros del jurado eran elegidos entre la escoria de los partidos políticos, a menudo tenían una censurable relación de amiguismo con el fiscal o se dejaban dominar por jueces de carácter resuelto, que, básicamente, los despreciaban. En su mayoría no se atrevían a contradecir  a las autoridades judiciales y a menudo no eran sino representantes de la mayoría silenciosa de la nación, quien ponía todo su empeño en conseguir el orden a base de leyes sumarias y no mucho más.”

De lo micro, pasarán a lo macro, las autoridades del país son fuertemente censuradas, como podemos ver en la conversación de la pobre Rebecka Lind con Beck: “Sólo me habrían enviado a unos asistentes sociales y luego me habrían quitado a Camilla. Yo no creo que se pueda confiar en las autoridades de este país. No les preocupa la gente común, los que no son ni famosos ni ricos, y lo que ellos llaman ayuda no es ayuda de verdad. Simplemente te engañan.”

Lo mejor del crepuscular Beck es que, a pesar de no estar de acuerdo con lo que vive, no entra en una espiral de autodestrucción como en otras novelas del género sino que más bien, reconstruye su vida hasta llegar una felicidad mayor de la que poseía antes; es un buen tipo, los autores están muy de acuerdo, y lo podemos comprobar en palabras de Rhea, su amante: 

 “-Tú eres un tío estupendo Martin. Pero tienes un trabajo de mierda. ¿A qué clase de personas metes en la cárcel por asesinato y otros horrores? ¿Cómo hace poco? ¡Un currante marginado que trataba de vengarse del cerdo capitalista que había arruinado su vida! ¿Cuántos años le van a caer?”

Y cómo no, su gran amigo Kollberg en esa conversación final:  “-Lo que haces mal, Martin, es trabajar donde trabajas. Es un mal trabajo. En una mala época. En una mala parte del mundo. En un mal sistema.”

Posiblemente esta última novela, la más voluminosa, sea el ideal al que trataban de aspirar y que reunía sus aspiraciones para construir una novela negra. En mi opinión no es la mejor, la trama está más diluida y menos elaborada; sin embargo es un digno colofón a una serie excelente y que tiene en sus primeras novelas, sobre todo hasta “El policía que ríe” y “El coche de bomberos que desapareció” sus momentos más sublimes.

Comentario personal/crítico

Como dice Liza Marklund en el prólogo de “El asesino de policías” : “La pareja Sjöwall-Wahlöö estableció un nuevo estándar para la narrativa político-criminal, conjugando una alta calidad literaria con hábiles intrigas dramáticas, así como añadiendo un compromiso social que proporcionó un especial ardor a sus páginas. La combinación de su gran éxito creo que radica en la combinación de estos tres factores, y el tercero es quizás el más importante”

Totalmente de acuerdo en lo que comenta Marklund, la pareja sueca aspiraba a que sus novelas se convirtieran en una forma de denunciar las injusticias sociales y fueron transformándolas,  partiendo de la base de novela negra norteamericana, en este tipo de novela de denuncia sin olvidar, claro, está, la trama policíaca. Quizá añadiría dos detalles más: los personajes, gracias a la coralidad que manejaron, todos ellos evolucionaron y es imposible olvidarse ahora de los entrañables Beck, Koellberg, Larsson, Melander o Rönn, verdaderos protagonistas de todas las historias; el segundo detalle es el sorprendente buen humor, con escenas dignas de los hermanos Marx que no puedo negar que me sacaron carcajadas.

Creo que he relatado con exactitud las virtudes de estos clásicos de la novela policíaca europea y mundial. Si alguno no los ha empezado a leer, es un momento excelente para disfrutarlos. Son grandes, muy grandes. Los echaré mucho de menos. Han sido muchos años y muchas sensaciones.

 

PS: Los párrafos citados pertenecen a las ediciones de RBA en su serie negra de “Los Terroristas” y “El asesino de policías” de la traducción del sueco de Elda García-Posada.

Mozart no hubiera disfrutado tampoco: “Don Giovanni” en el Teatro Real

En unas de las últimas declaraciones que ha hecho Mortier, comentaba lo siguiente al hilo de los abucheos que está recibiendo la última producción en escena:

“La gente que abuchea hace más ruido, pero son seis que empiezan y algunos se dejan llevar. A otros, claro, no les gusta, pero parece que a la mayoría sí. Los abonos no se devuelven y está completamente lleno.”

Se pueden hacer dos puntualizaciones a la magnificencia del belga, ayer, en la función a la que pude asistir no se empezó con abucheos orquestados, no; de hecho en los primeros momentos se interrumpió para aplaudir; lo cual no quita que, según fue avanzando, el grado de cabreo de los asistentes empezó a aumentar considerablemente hasta acabar en un abucheo generalizado, no hizo falta que lo hiciera nadie; lo de los abonos, claro que no señor Mortier, la gente quiere ver la ópera, no los va a devolver; lo que no va a hacer es renovarlos, me gustaría saber cuánto es el grado de renovación de abonos de este año.

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No dudo de que Tcherniakov sea bueno, de hecho, rompiendo una lanza a favor de él, tengo que reconocer que su Macbeth (de este mismo año por cierto, y hablé extensamente de él aquí), no estaba mal del todo a pesar de ciertos tics que, por lo que veo, repite en sus montajes. El problema es cuando haces algo como lo que haces ayer y el texto, la música y la acción teatral van cada uno por su lado. En efecto, la puesta en escena no funcionaba, era inconsistente y, para colmo, rozaba un mal gusto bastante patente que no tiene que asociarse, precisamente, a lo vanguardista.

Según la visión del ruso, Don Giovanni es un libertino que no solo abusa de las mujeres sino también del alcohol y progresivamente se va volviendo cada vez más loco (porque ve al fantasma del Comendador rondando por la sempiterna habitación), hasta llegar al paroxismo en esa escena final, donde Leporello se convierte en una especie de “Grey” dominador que desnuda y abusa de Donna Anna, Zerlina o Donna Elvira. Evidentemente esta visión no se corresponde con nada de lo que estén declamando o cantando en ese momento con lo que contribuye a una confusión más que evidente, sobre todo para los que quieran descubrir esta obra con ese montaje. Especialmente absurdos son algunos momentos que destacan por una desgana evidente en no intentar ni siquiera crear, como la escena de la estatua “O statua gentilissima”;  donde Leporello y Don Giovanni, en la omnipresente habitación presente en toda la obra, hablan e interactúan con una estatua imaginaria; debido principalmente a que ni se ha molestado en presentar algo, ni siquiera figurativamente, lo único que hacen es saltar y trotar de un lado a otro; no creo que haya gastado más de diez minutos en contarles lo que tenían que hacer; contrasta que este mismo director haya exigido a Arteta unos esfuerzos brutales en todos los aspectos para asimilar sus escenas, que, por otra parte, estaban muy bien dibujadas. Aparte de los problemas evidentes de perfilar ciertos papeles, totalmente en desacuerdo con su psicología (ese Leporello es indignante) hay ciertos tics (como comentaba anteriormente) que se repiten asiduamente en sus producciones y que ayudan a desconectar totalmente. Eso de que caiga el telón en cualquier momento, se interrumpa toda la acción para que nos muestre un cartel con el tiempo que va a pasar, enerva a la décima vez que cae;  podrá reforzar lo teatral, pero, indudablemente desestructura  toda la unidad musical de la obra (esta caída del telón me recordaba al Google maps de transición entre escenas que utilizó en la susodicha Macbeth); tampoco me cautiva el hecho de hacer cantar a los cantantes fuera de escena o mirando a las paredes, de espaldas al público, sin ningún tipo de necesidad, más bien, para ser original y vanguardista; y hacerles cantar en posiciones difíciles es ya marca de la casa; curioso que, casi siempre hace cantar a los coros fuera de escena, aunque oficialmente no lo sean, me temo que no sabe dirigir mucha gente a la vez y prefiere no tenerlos presentes (esto era patente en Macbeth también). No me voy a extender más, sobre todo con otros detalles de mal gusto, especialmente la metáfora sexual final donde la comida del banquete está representada por las cantantes, de las que abusan repetidamente o lo intentan, desvistiéndolas en todo momento sin motivo aparente o intentando una violación del todo absurda en el caso de Donna Elvira… cuando le pretende salvar. Intentar buscar el sentido a todo este cúmulo de despropósitos es más de lo que merece el montaje.

Braun

Si por lo menos lo musical hubiera estado bien, habría salido con buen sabor de boca, pero me temo que esto me cabreó más; el argentino Alejo Pérez era debutante en la dirección de esta ópera, Russel Braun también con Don Giovanni; esto no disculpa el espectáculo que ofrecieron; el director musical estuvo monótono, aburrido en casi cada momento , parece mentira que una obra como esta, tan rica, con tantos matices, quedará tan desdibujada, sobre todo por las elecciones de algunos tempi nada adecuados; su impotencia fue evidente en el caos musical producido en el final del primer acto: habían situado unos violines fuera de escena, estaban en unas butacas para poder interpretar lo que se tocaba en la fiesta en escena (ese baile de máscaras sin máscaras); la idea podría haber estado bien, el problema es que se desacompasaron con respecto a la orquesta, pero en los dos lados, parecía que la orquesta, los cantantes y la música de los violines iban “a su bola”, ocasionando un tumulto musical sin intención; un desastre que enmendó con gestos ostensibles, parecía que no se veía bien e intentó que percibieran por dónde iba el tema. Un reflejo fidedigno de lo que estábamos viviendo. Lo de Braun, sinceramente, es de juzgado de guardia, me sorprende que se haya dado un papel de esta envergadura a este cantante; leo por ahí (Mortier, de nuevo) que es bajo barítono… ¿eh? ,¿Cómo? ,¿Un bajo barítono que no se oye nada en el registro medio?. Cada conjunto musical estaba descafeinado por el la ausencia de contraste de su voz con Leporello; cada momento musical era insulso hasta decir basta; encima su voz era desagradable. ENSAYO GENERAL ÓPERA "DON GIOVANNI"Me preguntaba si había oído cantarlo peor, y no creo que lo haya oído…  La sobreactuación no se la achaco a él, desgraciadamente, nuestro ruso tuvo más que ver en pintar el personaje de esta manera.  En cuanto al resto, afortunadamente, estaba nuestra Ainhoa Arteta que dibujó una Donna Elvira plena en lo vocal, atormentada en lo artístico; cada momento suyo fue un lujazo y no debe quedar ensombrecido por todo lo que ha rodeado la obra; encomiable cómo cantó a pesar de las posiciones en que se le obligó a cantar por la parte escénica, brava, no hay más que decir; aceptable Leporello de Ketelsen, con una voz noble y bella; el veterano Kotscherga demostró la rotundidad de su voz en el corto papel del Comendador; Schäfer y Erdmann como Donna Anna y Zerlina estuvieron irregulares, con algunos momentos interesantes, sobre todo en la segunda y con otros momentos no tan felices en el caso de la primera, qué fría entró; regular el Massetto de Bizic, con voz amplia pero todavía por pulir; mal, muy mal, el Ottavio de Groves, no se pueden hacer portamentos en las arias de Mozart, no, por favor. Y si se va a cantar tan mal “Il mio tesoro”, casi prefiero que no lo cante, qué mal los cambios de registro dentro del área, el manejo del fiato, el canto legato, el recitado.. en fin, rematadamente mal, solo comparable a Braun. El Coro estuvo bien, no suele fallar, afortunadamente…

Me encanta en el postmodernismo, las nuevas vanguardias, deconstruyamos, no estoy en contra de ello; el problema es que hay que hacerlo con inteligencia, con sentido común, si no, se convierte en provocación tras provocación absurda. Por favor. Más vanguardismo, pero bien hecho.

Estoy convencido de que Mozart no habría disfrutado tampoco de esta visión en su obra, ay si se levantara….

“The teleportation accident” de Ned Beauman

The Teleportation AccidentNo hace mucho estaba hablando de la ópera prima de Ned Beauman “Boxer, Beetle” ; en su reseña me despachaba a gusto con todas sus virtudes; de ahí que me decidiera a ponerme con su segunda obra, “The teleportation accident” que, además, ganaba el Golden Sark para el imprescindible lector Jónatan Sark  en sus premios del año pasado. La descripción de la solapa, y la propia portada, me cautivaron:

“From de author of the acclaimed Boxer, Beetle comes a historical novel that doesn’t know what year it is; a noir novel that turns all the lights on; a romance novel that arrives drunk to dinner; a science fiction novel that can’t remember what isotope means; a stunningly inventive, exceptionally funny, dangerously unsteady and (largely) coherent novel about sex, violence, space, time, and how the best way to deal with history is to ignore it.”

En esta obra, Beauman parte de una base histórica (Berlin, 1931) y utiliza a uno de esos personajes inolvidables por lo enervantes que resultan, Egon Loeser (no puede ser casualidad que su nombre se derive de “Ego” y “Loser”). Es un perdedor obsesionado por dos temas: el científico Lavicini, al cual intenta replicar en su experimento de teleportación con efecto, más bien adversos en alguno de sus compañeros:

“Whatever the truth, that was Lavicini’s Teleportation Accident. As for Loeser’s Teleportation Accident, that wasn’t nearly so bad. Nobody died. The Allien Theatre was not rended apart. Klugweil just dislocated a couple or arms.”

Y, ¡cómo no!, por el sexo, o más bien su falta de él:

“The fact that you are so neurotic about your past lovers makes it both fortunate and predictable that you have so few of them. It’s one of those elegant self-regulating systems that one so often finds in nature.” “I can’t lose this break-up. We’ve all seen what happens to the defeated.” “You didn’t even like her.” “I know. But at least she had sex with me. And it was really good. When am I ever going to have sex with anyone again?” I mean, without paying. Honestly- when? Sometimes I wish I was queer like you. I’ve never seen you worry about all this. Upon how many lucky pilgrims have you bestowed your blessing this year?”

Lo que empieza como una comedia adolescente en el tiempo se va transformando en relatos de distintos géneros, que van desde el simple relato histórico hasta lo noir, pasando por la ciencia ficción; mezcla de géneros que es marca de la casa, y que, como ya he comentado en alguna otra ocasión,  deviene en una narración caracterizada por su ingenio, multirreferencialidad y capacidad de innovación; reforzando su carácter metaficcional. Sólo tenemos que comprobar, en palabras del protagonista, su opinión por la historia:

“History is a sort of fantasy, and Fantasy softens the blow.”

En esta ficción, no puedo negar que me ganó definitivamente en el momento en que encuentra una carta de Lavicini a Nicolas Sauvage para entrar en los terrenos del terror y la ciencia ficción: “Nicolas, my dear friend, mark this: if you persist in your intention to conquer those… dark lower depths, then you will soon find yourself entombed in them. I know it is your proud belief that man should be free to make these –I haven’t been able to work out quite what this next phrase means- unprecedented travels? (ese aviso en la intención de conquistar aquellas bajas y oscuros abismos en los que te puedes sentir como enclaustrado en una tumba, esos viajes sin precedentes, no creo que sea el único que pensó en Lovecraft y sus terrores primigenios y primordiales).

Sensación que se vio corroborada en la segunda parte “Ten pins in a map”  ambientada en Los Ángeles gracias al librero Blimk: “Blimk held up a magazine. It was called Astounding Stories, and on the cover was a lurid painting of a big green blob with lots of eyes and tentacles chasing two explorers through an icy cave, above a banner advertising a serial called “At the mountains of Madness” by H. P. Lovecraft.”

“Who’s H.P.Lovecraft?” “Fella from Rhode Island. Writes stories about monsters from other dimensions. Cults. Human sacrifice. Alien Gods. They’re pretty good.”

De ahí hasta el final todo es posible, viajes en el tiempo y en el espacio, asesinos en serie, amor y… como colofón, una cuarta parte  llamada “Zeitgeisterbahnhöfe (four endings)” donde se suceden cuatro conclusiones:

En uno de los finales, el de Washington de 1947 Loeser acabará diciendo sobre la historia…

“THE CHIEF INVESTIGATOR: So what you’re contending, Mr Loeser, is that history is a nightmare from which you are trying to awake?

MR LOESER: No. History is an alarm clock I want to throw through the window”

Por si aún no nos había quedado claro que la historia es un simple pretexto para construir su ficción.

Los otros finales, bastante sorprendentes, sobre todo el último, los dejo para quien se atreva a leer esta pequeña maravilla de novela contemporánea que aún no está disponible en castellano, sólo es posible leerla en su lengua original; yo creo que, si hay que hacer el esfuerzo, mejor hacerlo con esta. No exagero al considerar que, con lo buena que era su ópera prima, posiblemente esta sea aún mejor. Habrá que esperar la siguiente, el listón se ha puesto muy alto, esperemos que se supere aún más.

“Integridad” de Luisfer Romero Calero

integridadEn “Ubik”, una de las obra maestras de Philip K. Dick, me llamaron la atención estos “momentos”:

“-El día menos pensado, la gente como yo se rebelará –le contestó airado Joe-, y habrá llegado el fin de la tiranía de la máquina homeostática. Habrá llegado el día de los valores humanos, de la piedad y del calor afectivo; ese día, cualquiera que como yo las haya pasado moradas y necesite un café para tenerse en pie y seguir funcionando mientras deba funcionar, podrá tomar su café caliente tanto si tiene un contacred a mano como si no.”

“-Me decidí por Ubik después de probar otros soportes de realidad débiles y anticuados. Mis cacharros de cocina se convertían en un montón de herrumbre. Los suelos de mi apartamento se hundían, y un día mi marido, Charley, agujereó con el pie la puerta del dormitorio. Pero ahora uso el nuevo Ubik, potente y económico y me da un resultado maravilloso.

“[…] Pat Conley, una mujer que no conocíamos y cuya facultad no entendíamos.[…] Es una habilidad relacionada de alguna manera con la reversión del tiempo, no exactamente la capacidad de viajar por él. […] Se ha reiniciado el flujo temporal normal, el que avanza; vamos de nuevo hacia el futuro partiendo del pasado.

Luisfer Romero (a.k.a “Ubik” en el Focoforo) hace su prometedor debut literario con la  novela corta “Integridad”, debut que se me antoja más allá de lo prometedor. En esta novela plantea igualmente un mundo dixtópico donde ha habido una tercera guerra mundial y en el que  Eric Burton es un alto rango del Organigrama (la Sociedad de Ubik?), institución juvenil que hace labores humanitarias en las zonas más devastadas. Los ecos con la novela de Philip K. Dick, y de otras suyas, son evidentes, no se puede negar. Pero Luisfer no se conforma con homenajearlo sino que la dota de una personalidad propia que, sorprendentemente, se refleja hasta en el estilo (ese capítulo seis donde se enreda en un monólogo interior; un flujo de pensamientos que, en el siete, lo adapta a manera de flashbacks que le sirven para montar el pasado del personaje principal).

Elige una narración en primera persona a través de Eric Burton, narrador poco fiable; y propone una sociedad distinta gracias a plantear un posible futuro atemporal:

“-Vivimos en una sociedad en la que la información tiene libre albedrío. Nada mas nacer, como ciudadano de Murrayland, aceptaste involuntariamente que tu información personal quedaría al descubierto. Es cierto, unos se enteran de la verdad. Otros no. Claro que uno puede usar la información como le convenga.”

“Conocía las Reglas Imprescindibles. En el apartado  3, se decía: No hay una persona mejor que otra. Si todos los hombres y mujeres del planeta se pusieran de dos en dos en una balanza que midiese las virtudes y defectos, y valía personal, dicha balanza siempre estaría en equilibrio.”

“-Es curioso, ¿no? Que en una época como ésta, la música, y el arte en general, sigan siendo tan importantes. –No en todo el mundo –apuntó Elle-. Si fuera porque a Murray se le ocurrió subvencionar a los artistas…”

ubikEsa sociedad pragmática se plantea el problema del tercio (un “tercio de nuestra vida durmiendo”) y la solución que plantean ante esta “pérdida de tiempo” es terrorífica de por sí:   “encontraron una manera de acostumbrar al cuerpo a dormir exactamente 119 minutos. Antes, cuando se dormía, se completaban 5 o 6 ciclos del sueño. Ahora nos basta con uno. Hicieron pruebas con miles de personas, infinidad de estadísticas, de estudios, y vieron si podían compensar el dormir menos con tomar frecuentemente una sustancia parecida a una vitamina, llamada ambrotos, desarrollada en laboratorios de Asia. Murray aprobó introducir ambrotos en el agua corriente, en todas las comidas y bebidas, para dar lugar a una dosis que nos permitiera dormir solo un ciclo de sueño.” “por alguna razón misteriosa que todavía no ha sido aclarada, nos ayuda a no cansarnos durante el día, pero llegamos más pronto a la teórica vejez que nuestros antepasados”. (¿El ambrotos es el ubik de Luisfer ;-)?)

Con esta base, este heredero de Dick, hace avanzar una historia donde los equívocos se suceden, las tramas se entrelazan, para llegar a un final sorpresivo;  no los avanzaré, porque vale la pena descubrirlos cada uno individualmente. Sí que confirmo que la sorpresa final, estupendamente bien hilada y, como el mismo me confirmó, pensada desde el principio, está bien cerrada. Las pequeñas dudas de estilo (aún así no mal solventadas) y la sobreexplicación final para conseguir un final más edulcorado y cerrado no ensombrecen una obra estupenda que ya empieza a ser reconocida (no en vano optará al premio Ignotus a la mejor novela corta) y que recomiendo sin dudar.

Qué mejor que acabar con una cita que, en la obra, cierra el círculo con el capítulo inicial: Y aunque no te sirva de nada correr, hazlo. Corre como si fuera el último día de tu vida. Corre como si tu familia, todo lo que pienses, todo lo que eres, todo aquello que amas, dependiera de ello.” Sí, Luisfer, corre, sigue tu camino y que podamos seguir disfrutándolo.

“La escoba del sistema” de David Foster Wallace

escobaLa publicación de “La escoba del sistema” de David Foster Wallace (en adelante DFW) llama especialmente la atención, en mi opinión, por dos particularidades fundamentales que rodean la edición:

-Uno, el nacimiento y consolidación (después de “Conversaciones con David Foster Wallace”) de una oferta literaria de calidad a través de la editorial “Pálido fuego” y de su traductor José Luís Amores. En su web podéis pasar a echar un vistazo y comprobar si os gusta lo que ofrecen.

-Dos, la publicación de la primera obra de un autor al que ya se le han publicado la mayoría de sus libros en otra editorial española (Random House Mondadori).

La mayoría de los grandes conocedores de DFW ven esta publicación “a posteriori”,  una vez leído todo lo posterior. En mi caso, empiezo prácticamente con ella su lectura cronológica incluida en mi proyecto, con lo cual mi visión será muy distinta del resto, o no. Solo conocía su magnífico e intenso libro de ensayos “Algo supuestamente divertido y que no volvería a hacer” donde abrumaba con su sana combinación de erudición y buen humor.

“-Una historia, por favor.

-¿Una historia, aquí?

-Tengo muchas ganas de una historia. Tal vez una historia haga que te olvides de tus oídos.”

“-Bueno, me gustan las historias. Y a Rick también le gustan. Creo que esa es una de las razones por las que parece que nos llevamos tan bien. Pero lo que en realidad le gusta a Rick es contarlas. A veces, cuando estamos juntos, él simplemente me cuenta historias, todo el tiempo. De las que le envían…. “

“-Rick, ¿cómo se supone que sé si algo es mordaz o tonto? No sé nada de literatura.

-A, la enorme mayoría del material que circula por aquí ni siquiera se acerca a la literatura, y b, ¡genial!

-¿Qué es genial?

-Que no sepas nada de literatura, o como mínimo que creas que no sabes. Significa que eres perfecta: fresca, intuitiva, separando la paja estética de tu pelo….”

“No sabes la clase de cosas que recibo de gente que está meramente… interesada. Y tristes, historias tristes. ¿Qué ha pasado con las historias felices, Lenore? ¿O con al menos moralidad? Me lanzaría con voracidad sobre uno de los textos didácticos salingerianos tipo “el consuelo se encuentra en el lugar más improbable” de los que recibía a docenas en Hunt and Peck. Me preocupan los chicos de hoy día. Esos chicos deberían estar fuera bebiendo cerveza y viendo películas y asaltando medias y perdiendo la virginidad y contorsionándose con música provocativa, no inventando historias largas, tristes y enrevesadas. Y por norma general son unos mecanógrafos simplemente atroces. Deberían estar fuera divirtiéndose y aprendiendo a mecanografiar. Estoy bastante preocupado. En serio.”

En los fragmentos anteriores se resaltan los aspectos de los que quería hablar en este pequeño comentario, sobre todo teniendo en cuenta que se ha escrito mucho y muy bien sobre la primera novela del ya fallecido literato norteamericano en blogs y diferentes medios.

En esta primera novela asistimos a una narración postmodernista con retazos, saltos en el tiempo, cambios de perspectiva,… conformando por momentos una “campus novel” desde el comienzo del libro (la infancia de Lenore) hasta el crepúsculo de alguno de sus personajes que vuelve posteriormente a la universidad.

Sorprende la capacidad de fabulación de DFW, de tejer y entretejer historias dentro de la historia principal; este carácter metaficcional, de narración autoconsciente, de recordarnos en todo momento que no es realidad sino ficción; se ve resaltado por el tipo de narración que escogió y le sirve para traer a colación aspectos relacionados con la literatura como la epistemología asociada a ella o la capacidad de crear historias de sus contemporáneos universitarios.

Es curioso que escoja, sin embargo, como personaje principal a una mujer, Lenore Beadsman, que se embarcará en la búsqueda de su abuela que desaparece junto con otros residentes y empleados en Shaker Heights y que se encuentra relacionada con Rick Vigorous de la editorial “Frequent and Vigorous” en la que ella trabaja. Esta viva descripción por parte de Rick nos trae a colación su fuerza vital:

“[…] encima de la cumbre de esa montaña de lo inimaginable estaría el hecho de que yo estuviera enamorado, escandalosa y patética y violenta y completamente enamorado de una persona dieciocho años más joven que yo, una mujer perteneciente a una de las familias más prominentes de Cleveland, que vive en una ciudad propiedad de su padre pero que trabaja respondiendo al teléfono por cuatro dólares a la hora, una mujer cuya indumentaria consistente en un vestido blando de algodón y unas zapatillas altas negras Converse es una constante perturbadora e indescifrable, que, sospecho, se ducha entre cinco y ocho veces al día, que trata la neurosis como un ballenero sus tallas de marfil, que vive con una chica esquizofrénicamente narcisista y una zorra casi seguramente ninfómana como compañera de habitación, y que encuentra en mí, quién sabe por qué, al amante total…. “

Digo que es curioso porque no suele ser fácil escribir a una mujer si no eres mujer, es otro tipo de sensibilidad del que eres consciente cuando lees a escritoras. Sin embargo, me atrevo a asegurar que sale airoso de su dibujo del carácter de la gran protagonista.  La galería de secundarios y resto de personajes es ciertamente reseñable desde el Doctor Curtis, con sus tronchantes sesiones en el diván con Lenore y Rick hasta el locuaz loro Vlad el Empalador, rebautizado como Ugolino posteriormente y su obsesión con el sexo.

A lo largo del libro, se van sucediendo las historias que había mencionado anteriormente para conformar un relato que se caracteriza por los cambios de estilo y de tipo de narración además de lo ya comentado: el final, abierto, desértico, con un predicador desatado, me recuerda a otra obra que ya comenté por aquí, el “Americana” de Don Delillo.

Es significativo que, en el diálogo de Lenore con uno de sus hermanos, este le comente: Todo el mundo aquí tiene un problema. Tú tienes un problema. El mío es ser el Anticristo, ser más o menos un residuo y mantener a mi pierna. Un intelecto mágicamente desperdiciado. Por así decirlo.”

La temprana muerte de DFW nos ha privado del que podría haber sido uno de los mejores narradores vivos, “un intelecto mágicamente desperdiciado”, ya se convirtió, quizá, en el mejor ensayista.

Recomendaciones de clásicos de novela negra

Con la ingente cantidad de novelas policíacas que se están sacando en la actualidad, tendemos a olvidar de dónde venimos; es decir, quiénes son los padres del género; este post busca que no se pierda la perspectiva en este aspecto, entre otras cosas porque un buen gusto literario se construye desde el pasado, desde las verdaderas fuentes originales.

Y digo esto porque no puedo evitar enervarme al comprobar el montón de medianías que se hacen con el corazón de lectores gracias a campañas publicitarias cargadas de sensacionalismo pero sin mordiente ni buen hacer. Esto es patente día a día desde la publicación de los famosos libros de Stieg Larsson, con el caso de la literatura nórdica; me hizo gracia comprobar las últimas manifestaciones de la madre de la novela negra sueca Maj Sjöwall, creadora de la fantástica serie de Martin Beck junto con su marido Per Wahlöö, de la que pronto haré una retrospectiva aprovechando la publicación completa de todos sus libros; la sueca no se casa con nadie y declaraba, sin complejos: “No entiendo el éxito de la novela negra nórdica: le falta calidad”. Tampoco reconoce que tenga discípulos que sigan su legado: “Los libros que me gustaría leer no existen. Escriben historias medio de amor medio criminal en las que no me reconozco. Los autores ya no se interesan por la política, solo por el dinero. En una historia de amor ponen cuatro cadáveres y un policía y ya está: una novela un poco esquizofrénica. Hay menos compromiso político”.

Lo que está ocurriendo es que, con esta vorágine de nuevos títulos, lo nuevo es lo que se lleva, olvidando las raíces; y ocurre no solo en novela negra, sino en todos los géneros,; la mayoría de lectores se enfrasca en la novedad y nunca deja tiempo para recuperar a los clásicos; conclusión final: nunca se lee a los clásicos de cada género y te acostumbras a leer medianías que ponen el listón de lectura a ese nivel, de ahí que cualquier “novelucha” se ensalce a unos límites insospechados teniendo en cuenta la verdadera calidad que atesora.

el-atracador-de-mujeres-9788490063743Todo esto sustenta mi tesis de que, lo que falta, es un poco de visión de las obras que estructuraron y dieron la fama y calidad que merecía al género, de ahí que aproveche hoy para ensalzar a tres de estos autores que no deben permanecer en el olvido, más bien, deberían estar en lo más alto, a pesar de las irregularidades que tengan; hablaré de ellos sacando a colación su última novela publicada por aquí:

“El atracador de mujeres” de Ed McBain (1926-2005), seudónimo del escritor Evan Hunter con el que escribió muchas de sus novelas policíacas, concretamente, las referentes a la serie que le hizo más famoso, las del Distrito 87. En esas novelas McBain inauguró lo que se dio en llamar “novela coral” y que servía para separarse de las típicas novelas de detectives/investigadores  asociadas por defecto al género. Dos son los hallazgos que llevó a cabo en esta serie: 1) El emplazamiento de la comisaría del distrito 87 no está ubicado en una ciudad conocida, en ningún momento se menciona; esta ciudad mítica refuerza la idea de la posible existencia de un cuerpo de policías parecido en cualquier ciudad que conozcamos, es la extensión de este concepto lo que lo lleva a lo mítico y a que nosotros podamos extrapolarlo a cualquier lugar conocido. 2) La mencionada “coralidad”, que consiste, ni más ni menos, en que ningún protagonista lleva la voz cantante como papel principal, sino que todos ellos constituyen, en sí, una coral de secundarios protagonistas, un colectivo sorprendente que puede variar de un libro a otro y en medio de cualquiera de ellos sin que lo veamos venir. Esto es llevado con singular maestría en el primer libro de la saga “Odio” (Cop Hater) (1956) donde los policías empiezan a ser asesinados y no sabemos quién se quedará para las siguientes novelas haciendo gala de suspense y emoción en cada página. Ciertamente puede ocurrir que, al no tener un detective principal, no se logre la necesaria empatía con el lector más típico, pero lo genial de la situación es que el escritor conseguía renovarse en cada novela. “Atracador de mujeres” es una historia bien hilvanada, aunque es bien cierto que se queda un poco atrás del ya mencionado “Odio” o de esa obra maestra posterior que es “Ojo con el sordo”. Lo bueno es que, con suerte podremos ir viendo la evolución que llevó a cabo el autor si las ventas acompañan.

acuestala-sobre-los-lirios-9788490063767“Acuéstala sobre los lirios” de James Hadley Chase (1906-1985), es la última novela publicada del gran escritor inglés de novela negra; clásico entre los clásicos desde la publicación de su excepcional “El secuestro de miss Blandish”, una trama donde la mala leche más hardboiled no ahogaba una trama estupendamente orquestada por el británico. En esta ocasión, tenemos una novela que, aún basándose en elementos clásicos, le sirve para crear una adictiva acción que tiene uno de sus mejores momentos en la parte en que Vic Molloy (el sufrido investigador de circunstancias) es encerrado en un manicomio y cómo saldrá de allí, rodeado por un interno loco y peligroso capaz de matar a una mujer a dentelladas. Es imposible no sorprenderse por los vuelcos de violencia que, en ocasiones, es capaz de mostrar este autor, clasicazo mayúsculo. No dudo que en poco tiempo RBA recuperará para su serie negra la novela que he mencionado anteriormente, mientras tanto podemos disfrutar de esta o de “Un loto para miss Quon” o “Eva”.

algodon-en-harlem-9788490063729“Algodón en Harlem” de Chester Himes (1909-1984), y quería dejar para el final a uno de los grandes padres del género; sobre todo porque este escritor de color no dudó en reconocer la influencia que le produjeron Hammet y Chandler, pero, partiendo de ello creó algo totalmente distinto. Sus novelas están ambientadas en Harlem, el barrio de los negros por excelencia de Nueva York y en ellas se respira, se sufre, se huele, se siente lo mismo que ellos. Qué ejemplo de sabor policíaco es el comienzo de esta novela donde se cocinan unas costillas al mismo tiempo que se produce un tiroteo. Los protagonistas, inimitables, son una potencial fuente de problemas. Se ha optado en esta traducción por mantener los nombres en inglés (“Grave Digger” Jones y “Coffin” Ed Johnson), opción muy respetable y correcta, pero, en mi opinión, se pierde la fuerza que tienen sus nombres para el público general que antiguamente los conoció como “Sepulturero” Jones y “Ataúd” Ed Johnson. Como se les describe en el libro te puedes hacer una idea de su magnitud (“Pero él ya se había ido: un hombre alto, duro, peligroso, que necesitaba afeitarse, vestido con un arrugado traje negro y un viejo sombrero del mismo color, con el bulto de una pistola marcándose claramente en el lado izquierdo de su amplio pecho.”). Tremendas humanidades en busca de la justicia, aunque esta tenga que ser a palos, quizá la única forma posible, en boca de “Grave Digger” Jones: “- La población negra de Harlem tiene el mayor índice de criminalidad del mundo. Solo hay tres modos de enfrentarse a ello: hacer que paguen los criminales (y usted no desea eso), pagar a la gente para que pueda vivir decentemente (cosa que no se hará), o dejar que se maten unos a otros, que es lo que queda.” Este es el mundo que refleja en sus obras Himes, y no hay lugar para medias tintas, pero sí, mucho sabor a buena novela negra.

“El cuento de la criada” de Margaret Atwood

cuentocriadaYa empecé a hablar de Margaret Atwood con esta recopilación de cuentos. Ahora toca meterse en sus garras con una de sus obras más conocidas, “El cuento de la criada”, multipremiada y considerada como una de sus obras de más calidad; curiosamente se trata de una novela de género, ciencia ficción pura y dura, un reflejo de una sociedad distópica futura al estilo de Huxley u Orwell, donde las Criadas, las Esposas y las Tías dominan aparentemente el matriarcado.

Antes de pasar al comentario sobre la misma, tengo que intercalar un hecho muy importante para mí y mi familia en lo personal y que han convertido esta obra en algo aún más especial, por lo emocional que conlleva (afortunadamente se corresponde en este caso con una gran calidad). El mismo día en que estaba leyéndola sucedieron unos hechos sin precedentes: la había empezado hace un par de días pero, sin embargo, ese día no estaba atento, la disfrutaba pero estaba un poco distraído por unos hechos que se solucionaron ese día en el trabajo. Por la tarde, mi mujer rompió aguas y, raudo y veloz cogí el tren de vuelta para recogerla. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando fui consciente de que el capítulo que había dejado para empezar se titulaba “El día del nacimiento” y me encontré precisamente con un párrafo como este donde se relata el nacimiento de una de las Criadas:

“Pero nosotras no prestamos atención a la Esposa, tenemos la mirada fija en Janine. Bajo la luz tenue, ataviada con su traje blanco, brilla como una luna que asomara entre las nubes.

Janine gruñe a causa del esfuerzo.

-Empuja, empuja, empuja –susurramos-. Relájate. Jadea. Empuja, empuja, empuja. –La acompañamos, somos una con ella, estamos ebrias. Tía Elizabeth se arrodilla; en las manos tiene una toalla extendida para sostener el bebé. He aquí la coronación de todo, la gloria, la cabeza de color púrpura y manchada de yogur, otro empujón y se deslizará hacia fuera, untada de flujo y sangre, colmando nuestra espera. Oh, alabado sea.”

Eso fue justo lo que sucedió esa noche, qué casualidad más maravillosa y qué bien reflejada toda la situación, comprenderéis entonces lo especial que se ha vuelto comentarla.

Atwood nos plantea una sociedad futura, Gilead, en la que las mujeres tienen un “aparente” papel primordial, un matriarcado que parece que ha superado la sociedad patriarcal anterior; las Tías se dedican al adiestramiento de las futuras mujeres; las Esposas, vestidas de azul son las cabezas visibles del poder junto con los Comandantes; y las Criadas, reconocibles por ir vestidas de rojo son las que sirven para tener hijos y su papel es ese; sin embargo, podemos comprobar en boca de “Defred”, la protagonista principal, que no todo es lo que parece:

“En este momento me siento desgarrada, exhausta. Me duelen los pechos, incluso me gotean; no es verdadera leche, a algunas nos ocurre. Nos sentamos en nuestros bancos, frente a frente, mientras nos transportan; nos hemos quedado sin emoción, casi sin sensaciones, debemos de ser como fardos de tela roja. Nos duele todo. En nuestros regazos llevamos un espectro, un bebé fantasma. Ahora que el nerviosismo ha pasado, debemos hacer frente al fracaso. Mamá, pienso. Estés donde estés, ¿puedes oírme?  Querías una cultura de mujeres. Bien, aquí la tienes. No es lo que pretendías pero existe. Tienes algo que agradecer.”

Este engaño de matriarcado es, en realidad, un patriarcado encubierto, en el que los hombres utilizan a las propias mujeres para dominarse entre sí, qué mejor que ellas para hacerlo:

“Ahora son las madres, y no los padres, quienes entregan a las hijas y facilitan los arreglos de las bodas. Los matrimonios, por supuesto, están concertados. Hace años que a estas chicas no se les permite estar a solas con un hombre; de alguna manera durante mucho tiempo a todas nos ha ocurrido lo mismo.

¿Tienen edad suficiente para recordar algo de los tiempos pasados, como jugar al béisbol, vestirse con tejanos y zapatillas, montar en bicicleta? ¿Y leer libros, ellas solas? Aunque algunas no tienen más de catorce años, igualmente recordarán. Y las que vengan después de ellas, durante tres o cuatro o cinco años, también recordarán; pero después no. Habrán vestido siempre de blanco y formado grupos de chicas; siempre habrán guardado silencio.”

Aún así encontrará una pequeña forma de salida, de tiempos antiguos, el enamoramiento con el chófer Nick; que la retrotraerá a tiempos distintos, mejores, tiempos que prometen una esperanza a pesar de la triste situación que está viviendo en Gilead; el amor, entonces, se convierte en elemento posible de salvación:

“Estamos citando frases de películas viejas, de otros tiempos, que ya entonces eran películas antiguas […], resulta asombrosa la facilidad con que acuden a la mente estas bromas trilladas y falsamente alegres de tipo sexual. Ahora comprendo qué sentido tienen, qué sentido han tenido siempre: mantener la esencia de cada uno fuera de peligro, encerrada, protegida.

Estoy triste, la manera de hablar de ambos es infinitamente triste: una música que se desvanece, flores de papel que se marchitan, raso desgastado, el eco de un eco. Todo ha terminado, ya nada es posible. De pronto me echo a llorar.”

Atwood nos ofrecerá casi al final un capítulo llamado “El salvamento” que se convierte en una paradoja, ya que resulta la condena de una mujer, con un estallido de violencia brutal, narrado con especial viveza, que desencadena el maltrato físico de las mujeres que se unen aún más, reforzando el colectivo que está siendo dominado. El relato acaba con un atisbo de esperanza del que no tenemos noticia definitiva hasta el epílogo final.

Este sorprendente epílogo de notas históricas tiene lugar años después de haber sucedido en los eventos narrados, a modo de flashback en toda la primera parte, es una conferencia en una universidad y el ponente se refiere a esos hechos como algo improbable ya; cómo habrá podido ocurrir, las bromas del conferenciante y los asistentes se suceden y por ello resulta aún más macabro y terrorífico todo; creo que Atwood es totalmente consciente de la posibilidad de que existan sociedades de este estilo, deshumanizadoras, vejatorias y salvajes; “el hombre es un lobo para el hombre”, y este epílogo sirve para reforzar este terrible hecho; no en vano hay dos momentos  a lo largo del flashback, que creíamos el presente, en lo que se comentan las dos siguientes afirmaciones:

“Pero ¿quién puede recordar el dolor una vez que este ha desaparecido? Todo lo que queda de él es una sombra, ni siquiera en la mente o en la carne. El dolor deja una marca demasiado profunda para que se vea, una marca que queda fuera del alcance de la vista y de la mente.” 

“La humanidad es muy adaptable decía mi madre. Es sorprendente la cantidad de cosas a las que llega a acostumbrarse la gente si existe alguna clase de compensación.”

En efecto, es increíble a lo que puede llegar a acostumbrarse la gente si al final saca algo con ello. La lección es clara, lo que no tengo tan claro es si la seguiremos en el futuro viendo lo que se está produciendo en el momento actual.

Abril 2013, un mes dedicado a la literatura de género

Sin duda, marzo ha supuesto coger carrerilla en las lecturas; ya que han aumentado tanto en calidad como en cantidad. De los catorce libros que han caído ha habido de todo; en español, en inglés; de ciencia ficción, histórico, novela negra, comedia; una mezcla que, sinceramente, ha resultado muy fructífera. Paso a resumirlas de modo somero, dado que de algunas ha habido ya reseñas y de otras llegarán más adelante:

“Americana”  del gran Don Delillo , la primera novela del autor norteamericano resultó ser un comienzo brutal, donde ya podíamos ver un escritor maduro, nos mostraba lo que sería su literatura posterior.

“Acuéstala sobre los lirios” de James Hadley Chase, en Abril pondré un comentario sobre él, aprovechando el mes monográfico. Baste adelantar que el británico es un seguro en materia policíaca.

“Asesinato en la oscuridad” de Margaret Atwood, mi debut con ella presagiaba muchas maravillas a descubrir.

“El canto del cisne” de Edmund Crispin, otra inspirada novela de detectives con el gran Gervase Fen, encima ambientada en el mundo de la ópera, mezcla irresistible.

“El cuento de la criada” de Margaret Atwood, la confirmación, en mi caso personal, de una de las más grandes actuales.

“¡Abajo el colejio!” de Geoffrey Willans y Ronald Searle, gamberrada británica ilustrada, divertida, satírica…

“Algodón en Harlem” de Chester Himes, no, ahora no voy a defender al norteamericano, quien no lo conozca todavía, se pierde uno de los más grandes de literatura policíaca.

 “Boxer, beetle” de Ned Beauman, el comienzo de mis reseñas de novelas en inglés; una propuesta arriesgada, una narración contemporánea, una novela actual.

“En la corte del lobo” de Hilary Mantel, ¿quién ha dicho que la novela histórica no puede ser interesante?, ¿quién ha dicho que no se puede contar el período de los Tudor otra vez y no aburrir?

“Ubik” de Philip K. Dick, apasionante muestra de la mejor ciencia ficción, hay vida más allá de “Blade Runner”.

“Integridad” de Luisfer Romero Calero, me extenderé este mes, debut excepcional de uno de los hijos bastardos de Philip K. Dick.

“El asesino ciego” de Margaret Atwood, sí, una obra perfecta, ya hablaré ya…

“The teleportation accident” de Ned Beauman, segunda obra del escritor británico, un festín literario en todos los sentidos.

“La saga del sagú de Slatery” de Flann O’Brien, póstumo comienzo de una serie de novelas que prometían… pero que no pudo acabarlas por su temprana muerte. Una lástima…

Para el mes de abril me apetece un montón olvidarme un poco de mi proyecto literario y dedicarlo a la novela de género; caerán lecturas de todo tipo, con predilección por la novela negra/policíaca; pero también habrá ciencia ficción, aventuras, etc… los motivos para realizar este monográfico son, más o menos, los siguientes:

-Acumulación de títulos, de esta manera liberaré la ingente pila de libros pendientes.

-Necesidad de centrarme en la carrera el tiempo disponible, leeré los títulos que me quedan en inglés. De ahí que necesite alternarlo con títulos más ligeros y fáciles de leer.

-Darle la importancia que se merece a este tipo de literatura, poner un granito de arena a impedir que sea denostada sistemáticamente por no ser “literatura”.

Entre los libros que caerán, echad un vistazo a mis últimas adquisiciones….

2013-04-04 23.04.19

Sí, varias de ellas van a ir, y algunas de las que tengo ya por aquí. Como no sé por dónde concluirá el tema, prefiero dejarlo ahí. Será sorpresa tras sorpresa. Será un mes fantástico para introducirse en nuevas historias, nuevas fabulaciones. Eso es literatura.

“En la corte del lobo” de Hilary Mantel

en-la-corte-del-lobo_9788423323456Aunque no suelen gustarme las novelas de ambientación histórica, sí que es cierto que hay períodos que, aunque no sea mi campo de interés, me atraen más de lo habitual y tolero libros relacionados con ellos. Este es el caso de la fascinante etapa de los Tudor, ambientada durante el reinado de Enrique VIII, de ahí que me atrajera inicialmente el título del que vengo a hablar hoy: “En la corte del lobo” de la multipremiada Hilary Mantel que, además, ganó por esta novela el Man Booker (y ya puestos por la posterior, que leeré en un futuro próximo).

Esta etapa, ciertamente, ha sido contado de mil maneras posibles; tanto a través de otras interpretaciones literarias como por adaptaciones a la pequeña y la gran pantalla como la famosa serie de televisión “Los Tudor” con Jonathan Rhys-Meyer como Enrique VIII, de no hace mucho tiempo. Por lo tanto, ¿qué añade este libro publicado en 2009 a todo lo que ya se ha hecho sobre la misma etapa?

Lo que llama más la atención es la perspectiva escogida por la escritora británica, el punto de vista de toda la narración es el hijo de un herrero, Thomas Cromwell, de origen humilde, y que se irá convirtiendo en la mano derecha del rey y que moverá el reino a su antojo; en las primeras páginas tenemos una descripción que nos sirve para hacernos a la idea de lo que es nuestro protagonista:

“Thomas Cromwell ya tiene más de cuarenta años. Es un hombre de constitución fuerte, aunque no alto. Su rostro dispone de varias expresiones, y una es legible: una expresión de alegría contenida. Tiene el pelo oscuro, tupido y ondulado, y unos ojos pequeños, de mirada muy penetrante, que se iluminan en la conversación: eso nos contará muy pronto el embajador español. Se dice de él que sabe de memoria el Nuevo Testamento en latín, y que gracias a ello tiene siempre a su disposición como sirviente del cardenal una cita oportuna cuando los abades titubean. Habla con gravedad y rapidez, sus modales indican seguridad; se siente en casa en la sala de un tribunal y en un muelle, en el palacio del obispo y en el patio de una posada. Sabe redactar un contrato, adiestrar un halcón, trazar un mapa, detener una pelea callejera, amueblar una casa y encandilar a un jurado. Sabe emplear citas alusivas de los autores de la Antigüedad, desde Platón a Plauto y viceversa. Trabaja todas las horas del día, desde que se levanta hasta que se acuesta. Gana dinero y lo gasta. Acepta toda clase de apuestas.”

La escritora británica escogerá un narrador omnisciente pero dando todo el protagonismo a este carácter al que se refiere siempre, curiosamente, en tercera persona (“él” o “he”en inglés) que causa en la mayoría de los lectores confusión a pesar de reforzarlo en ciertas ocasiones con un Cromwell a continuación. No creo que exista tal confusión, ya que, desde el principio, lo hace de esta manera; sí que entiendo que la mayoría de los lectores esperan que sea el rey al que se refiera en tercera persona y por eso el lío.

El resto de figuras tienen tratamientos más acordes con lo que ya conocemos de otras interpretaciones; tenemos el caso del manipulador, conspirador y maestro de nuestro protagonista, el arzobispo y después cardenal Wolsey, en el siguiente párrafo vemos a pequeña escala lo que luego será el secretario:

“Y todos los desenlaces son posibles, todos pueden manejarse, e incluso manipularse hasta que resulten deseables: oración y presión, presión y oración, lo que ha de pasar, pasará por designio divino, un designio reenfocado y rediseñado mediante útiles enmiendas por el cardenal. Al principio solía decir: “Haremos esto y aquello”. Ahora dice: “Esto es lo que haré”.

Tampoco vacila en la forma de dibujar a Ana Bolena, la siguiente descripción es sintomática de la fuerza del carácter de la futura reina que no duda en masacrar a Catalina de Aragón y su hija María:

“Yo soy Jezabel. Vos Thomas Cromwell, sois los sacerdotes de Baal –dice Ana con ojos centelleantes-. Como soy mujer, soy el medio por el que entra el pecado en este mundo. Soy la fuerza del demonio, la vía de acceso del maldito. Soy el medio por el que Satanás ataca al hombre, al que no era lo suficientemente audaz para atacar directamente, solo a través de mí. En fin, esa es la idea del asunto. La mía es que hay demasiados sacerdotes con escasa cultura y trabajo todavía más escaso. Ojalá el papa y el emperador y todos los españoles estuviesen en el mar y ahogados. Y si hay que arrojar a alguien por la ventana de un palacio…, alors, Thomas, sé muy bien a quién me gustaría arrojar. Salvo que en la niña María los perros no encontrarían ni pizca de carne que mascar. Y, en cuanto a Catalina, está tan gorda que rebotaría.”

Estas son las bases sobre las que la inglesa construye una trama con un cuidado del detalle histórico exhaustivo y que sabe contar lo que ya se ha contado en otras ocasiones como si fuera prácticamente nuevo y, desde luego, ameno; a pesar de la densidad de personajes y subtramas que se originan y que pueden echar para atrás a más de un lector no avezado en lides de estas características. Quizá lo más polémico es el retrato del ultraconservador-ortodoxo Thomas Moro y me imagino que causó impresión en su momento; me parece una visión distinta pero, por supuesto, vivificadora, que complementa aún más una etapa histórica tremendamente folletinesca y conspiranoica.

Quería terminar mi recomendación de esta maravilla citando uno de los párrafos finales donde nos da la clave de lo que es el poder, eso a lo que no llegaremos ninguno y que, al fin y al cabo, da la impresión que mueve el mundo:

 “El destino de los pueblos se hace de este modo, dos hombres en habitaciones pequeñas. Olvida las coronaciones, los cónclaves de cardenales, la pompa y los desfiles. Así es como cambia el mundo: la carta que se empuja sobre una mesa, un trazo de pluma que altera la fuerza de una frase, el suspiro de una mujer cuando pasa dejando en el aire un rastro de azahar o de agua de rosas; su mano cerrando la cortina del lecho, la discreta visión de piel sobre piel.”

La intimidad de lo minimalista que, paradójicamente, controla el mundo, el destino de los pueblos y los hombres. Excelente.

“The sense of an ending” de Julian Barnes

sense-of-an-ending1Me adelanté a la asignatura de literatura inglesa, sí, no lo pude evitar; se supone que tenía que leer una obra de Julian Barnes para el trimestre final, pero la aparición de su última obra en España me motivo para leerla en inglés; y además, no era demasiado larga. Así que aprovecharé para utilizarla en mis reseñas sobre obras en inglés inaugurada con la increíble “Boxer, Beetle” de Beauman.

“The sense of an ending” ganó en el año 2011 el Man Booker Prize y se ha publicado, para no anglo parlantes, en España con el sugestivo título de “El sentido de un final” gracias a la editorial Anagrama. Los comentarios serán sobre la obra inglesa, sin tener en cuenta la labor del traductor, evidentemente.

La obra se divide en dos partes muy diferenciadas, la primera, más corta, contiene un flashbacks donde conocemos en primera instancia a los protagonistas, el narrador Tony Webster y sus amigos; entre ello se encuentra el curioso Adrian Finn; la explicación de este flashback nos la da el propio Tony:

“I need to return briefly to a few incidents that have grown into anecdotes, to some approximate memories which time has deformed into certainty. If I can’t be sure of the actual events any more. I can at least be true to the impressions those facts left.”

Hechos de la niñez que se convierten en anécdotas, recuerdos aproximados que el tiempo deforma sin que seamos conscientes de ellos, se convierten en impresiones de los hechos reales, es muy importante tener en cuenta lo que comenta, ya que se convertirá en una de las claves.

No en vano, en boca de su amigo Finn se concreta el verdadero valor de la historia: “History is that certainty produced at the point where the imperfections of memory meet the inadequacies of documentation.” Esa certeza en medio de las imperfecciones de los recuerdos y lo inadecuado de la documentación oficial.

El narrador corrobora esta sensación: “Again, I must stress that this is my reading now of what happened then. Or rather, my memory now of my reading of what was happening at the time.” Es muy interesante la segunda parte de la frase ya que, en realidad, constata que un recuerdo ahora es la lectura que tenemos de lo que nos estaba pasando entonces, por lo tanto, el recuerdo, de por sí, es inexacto y no refleja lo que ocurrió realmente.

Esta parte finalizará con el suicidio de su amigo tras haberle comunicado que iba a salir con su antigua novia Verónica. En la parte 2 ya volvemos al tiempo actual; un hecho, dos documentos que la madre de Verónica le deja, harán que vuelva a recordar todo lo que ocurrió en ese momento. Y nos llevará en volandas hacia el sorprendente final, con la amargura del recuerdo real, que le traerá otra persona, de lo que ocurrió y de lo que no era consciente en el momento pasado.

sentidodeunfinalDurante ese camino Barnes jugará especialmente con conceptos extendidos de lo que comenta en la primera parte, así diferenciará entre la juventud y la vejez:

“It strikes me that this may me one of the differences between youth and age: when we are young, we invent different futures for ourselves; when we are old, we invent different pasts for others” (cuando somos jóvenes inventamos futuros, cuando somos viejos inventamos pasados diferentes para los otros).

Me gusta especialmente el tratamiento poco habitual que da a lo nostalgia, ese enemigo del raciocinio:

“[…]Nor do I want to deceive myself sentimentally about something that wasn’t even true at the time –love of the old school, and so on. But if nostalgia means the powerful recollection of strong emotions – and a regret that such feelings are no longer present in our lives – then I plead guilty.”

La mayoría de las veces la nostalgia es el recuerdo de algo sentimental que ni siquiera nos gustaba en ese momento; sin embargo, tiene más sentido definirlo como ese montón de emociones fuertes que ya no están presentes en nuestra vida. Lo mismo sucede con el tiempo y nuestra concepción del mismo:

“But time… how time first grounds us and then confounds us. We thought we were being mature when we were only being safe. We imagined we were being responsible but were only being cowardly. What we called realism turned out to be a way of avoiding things rather than facing them. Time… Give us enough time and our best-supported decisions will seem wobbly, our certainties whimsical.”

Con el tiempo todo lo que creamos que ha sido seguro parecerá voluble e inestable, el tiempo desarma nuestras certezas y nos lleva, inevitablemente al remordimiento:

“And no, it wasn’t shame I now felt, or guilt, but something rarer in my life and stronger than both: remorse. A feeling which is more complicated, curdled, and primeval. Whose chief characteristic is that nothing can be done about it: too much time has passed, too much damage has been done, for amends to be made.” (Un sentimiento primario, mucho más complicado que la culpa o la vergüenza y ante el que nada se puede hacer, ya que, normalmente, el daño se hizo antes de poder solucionarlo.)

Ante la sorpresa final, consecuencia de varias acciones pasadas, entre ellas las del propio Tony, poco se puede hacer; lo mismo suele suceder en nuestras vidas a menos que estemos atentos a lo que realmente estamos haciendo. El tiempo, los recuerdos, el remordimiento…. Sobre ellos, y con mucho humor, hace que reflexionemos Barnes en está gran novela.

“There is accumulation. There is responsibility. And beyond these, there is unrest. There is great unrest.” (Hay acumulación. Hay responsabilidad, y más alla de estos, hay intranquilidad, desasosiego, una gran intranquilidad). 

“Asesinato en la oscuridad” de Margaret Atwood

asesinatooscuridadUna de las muchas asignaturas pendientes en literatura la voy a cubrir con mi reto a tres años  y tiene que ver con la profundización en la carrera literaria de la canadiense Margaret Atwood; nacida en Ottawa en 1939, esta prolífica escritora y crítica, pasa por ser la más importante de Canadá junto con la más que conocida Alice Munro, que también entrará en el reto lector. En España se hizo más famosa por ganar el Príncipe de Asturias de las letras en el año 2008.

Aún así, sus obras, a estas alturas están prácticamente inencontrables, lo que tuve que buscar y rebuscar para conseguir encontrar ejemplares de “El cuento de la criada” o “El asesino ciego” (de próxima aparición en este blog). Afortunadamente, Mondadori en su sello Lumen va a lanzar ahora a finales de marzo la Biblioteca Atwood, con lo que espero que estas obras vuelvan a la palestra; es buena noticia ver algo de todo lo que tiene publicado, a pesar de que es difícil ver todo, debido a su extensión, como ocurre con la sin par Joyce Carol Oates.

Hasta este momento solo había leído algún cuento corto, así que me decidí a empezar con esta recopilación de relatos breves, poemas en prosa, miniaturas, microrrelatos, o como queramos llamarlo; antes de ponerme con sus obras de mayor enjundia. “Asesinato en la Oscuridad” engaña mucho desde su título, mucha gente podría esperar una recopilación de novelitas de misterio, pero no, la cosa no va por ahí, en las cuatro partes de las que consta encontramos relatos de todo tipo y con diversa extensión y sin apenas unión aparente; pero funciona y funciona realmente bien porque Atwood sabe perfectamente lo que tiene que hacer para que un relato funcione, cosa nada fácil, ya que es el género literario que más se acerca a la poesía y los medios que se utilicen en él no tienen nada que ver con las novelas convencionales.

En “El espectáculo de variedades del Victory”, uno de los relatos incluidos en esta pequeña antología empiezas a sentir esa hipnosis que genera su prosa:

“Una mujer empezó de espaldas al público, iluminada por el foco. Lucía unos guantes largos de color blanco y un vestido de noche con mangas negras de gasa que cuando extendía los brazos parecían unas alas membranosas. Utilizaba mucho los brazos y la espalda; pero, cuando finalmente se volvió, resultó que era una vieja. Tenía el rostro empolvado de blanco y los labios pintados de un rojo intenso, pero era una vieja. Me sentí profundamente avergonzada, la cosa ya no tenía gracia, no quería que aquella mujer se quitase la ropa, no quería mirar. Era como si fuese yo y no la mujer del escenario, quien se exhibía y humillaba. Seguro que se burlarían de ella y le gritarían barbaridades, seguro que pensarían que los habían estafado.

La mujer se bajó la cremallera del vestido negro, lo dejó caer al suelo y empezó a mover las caderas. Sonreía y entre los labios pintados de rojo brillaban unos dientes que semejaban unos guijarros de un blanco mate, ella sabía que se trata de una burla, aunque no lo pretendiese, era una broma de otra clase, pero ignorábamos quién la gastaba. La broma consistía en el hecho de que no se trataba de ninguna broma: el cuerpo de allí arriba era auténtico, estaba envejeciendo, no flotaba bajo el foco en algún lugar separado de nosotros; como nosotros, estaba atrapado en el tiempo.

El espectáculo de variedades del Victory se quedó mudo. Nadie emitió ningún sonido.”

Esa última frase refleja exactamente lo que sentí al terminarlo, el silencio reverencial ante un hecho extraño, ante algo que te saca de lo que puedes esperar y que, desde luego, te impacta, como tiene que hacer un cuento.

En el resto de historias tenemos un poco de todo, como ya he comentado, un eclecticismo patente, heredero de sus heterogéneas lecturas que abarcaron todo tipo de géneros, un afán lector que no distinguía entre “bajas” ni “altas” literaturas, sino por historias.

Me encanta cómo en “Novelas de mujeres” define cómo debería ser una novela de mujeres: “Algunas personas creen que una novela de mujeres es cualquier cosa donde no se hable de política. Algunos creen que es cualquier cosa que hable de relaciones. Algunos creen que es cualquier cosa con muchas operaciones, quirúrgicas quiero decir. Algunos piensan que es cualquier cosa que no te ofrezca una amplia visión panorámica de nuestra emocionante época. Yo…, bueno, sencillamente quiero algo que puedas dejar sobre la mesita del café sin preocuparte demasiado de que los niños lo lean. ¿Crees que no es una consideración auténtica? Te equivocas.” O cuál sería la frase que le volvería loca ver escrita en una novela: “Tenía los ojos asustados de un pájaro salvaje” Esta es la clase de frase que me vuelve loca. Me encantaría escribir semejantes frases sin avergonzarme. Me gustaría leerlas sin avergonzarme. Si pudiera hacer estas dos sencillas cosas, creo que pasaría el tiempo que se me ha asignado en esta tierra como una perla envuelta en terciopelo.”

Capaz de lirismo cuando es necesario, me vuelve especialmente loco, su forma de reflexionar en un pequeño cuento sobre la literatura, así en “Finales felices” propone un ejercicio metaficcional de plantear diferentes finales a una historia partiendo de los mismos datos; llega al final con la siguiente conclusión: “Ya basta de finales. Los principios son mucho más divertidos. Es bien sabido, sin embargo, que a los verdaderos expertos suele gustarles la parte central porque es aquella con la que resulta más difícil hacer algo.

Eso es todo lo que puede decirse acerca de los argumentos, que en cualquier caso son una cosa detrás de otra, un qué y un qué y un qué.

Ahora prueben con el cómo y el por qué.”

Cada persona que lea esta recopilación se motivará especialmente con cada uno de ellos y cualquier relectura permitirá diferentes variaciones sobre lo que pienses, esta es la riqueza de los libros; Atwood lo sabe muy bien y lo sabe transmitir como las más grandes.

No quiero alargarme más en esta reseña, es mejor que vayáis a por él y lo disfrutéis; aunque me gustaría acabar con esta frase del relato “Una parábola”: “Pregúntame más bien quién eres: cuando entras en esta habitación por la puerta que no existe, no es a mí a quien veo, sino a ti.” Al fin y al cabo, nos vemos reflejados en esa habitación que constituyen los libros de esta genial escritora canadiense.

“Americana” de Don Delillo

Cuando hablé de su novela “Los nombres” , ya comenté la necesidad de establecer diferentes ritmos de lectura según los autores que se lean. En el caso de Delillo, las prisas van reñidas con la calidad de su prosa; cuanto más la paladeas, mas te dejas mecer por su verborrea inconfundible. La sorpresa es encontrarse la primera novela que perpetró el magnífico escritor en la reedición de Seix Barral, añadirla al proyecto de lecturas , empezar la lectura cronológica de lo que te queda de él y, para tu estupefacción, encontrarte con una obra de una madurez inusitada y que bebe de las fuentes de los orígenes de la literatura norteamericana.

americana_9788432214738En “Americana”, David Bell, personifica el epítome del “self-made” man, ese hombre hecho a sí mismo que es el sueño americano en una sociedad fragmentada, llena de rutinas que reflejan lo contemporáneo:

“Tenía la costumbre de contar a los presentes. La cuestión de cuánta gente había en un sitio determinado me parecía importante, quizá porque los informes periódicos sobre catástrofes aéreas y escaramuzas militares siempre subrayaban el número de muertos y desaparecidos; esa precisión es como una chispa de electricidad para las mentes abotargadas. Después de eso, lo más importante es averiguar el grado de hostilidad, algo relativamente sencillo. Todo cuanto hay que hacer es devolver la mirada a las personas que te miran al entrar. Una larga ojeada suele bastar para obtener una lectura más o menos precisa. Había treinta y una personas en la estancia, de las que aproximadamente tres o cuatro eran hostiles.”

“Estábamos en una fiesta, y no nos apetecía charlar el uno con el otro. De lo que se trataba precisamente era de separarse durante la velada y de encontrar gente con la que resultara excitante hablar. Luego, al final, volveríamos a reunirnos y nos contaríamos qué terrible había sido todo y cuánto nos alegrábamos de estar de nuevo juntos. He ahí la esencia de la civilización occidental.”

Ahogado por esa sociedad opresora Bell decidirá emprender un viaje para filmar pequeñas escenas, llenas de anónimos, que se supone que reflejarán la esencia americana; es impagable el momento en que se encuentra un indio sioux: “Y entonces le pregunté si habían cambiado mucho las cosas desde su niñez. Me respondió que aquélla era la pregunta más inteligente que alguien le había hecho nunca. Las cosas apenas habían cambiado, tan sólo lo habían hecho los materiales, las tecnologías. Vivíamos en la misma nación de ascéticos, de expertos en competitividad, de enemigos del desperdicio.”

Momento que sirve para mostrarnos uno de los temas que profundizará en su obra posterior, el avance de la tecnología como elemento peligroso y deshumanizador y su aparente repulsión a ella.

En una curiosa segunda parte viviremos el pasado de Bell (“Era el invierno de mi duodécimo año de vida”) y que servirá para corroborar la importancia del tiempo en lo que hacemos, la única constante (en realidad variable?):

“Lo único que existe es el tiempo. El tiempo es lo único que sucede por sí mismo.”

En la tercera parte se producirá la filmación propiamente dicha, fragmentada, postmodernista; cobra importancia el cine y la propia televisión; elementos comunes, como ya indiqué anteriormente, que se irán repitiendo sucesivamente:

“La ilusión de movimiento apenas resultaba relevante. Quizá lo que estaba creando no era tanto una película como un rollo manuscrito. Un delicado fragmento de papiro temeroso de ser descubierto. Los veteranos de la industria cinematográfica jurarían que todo aquello se remontaba a épocas anteriores al cinetoscopio de Edison. Para ellos mi respuesta es muy simple. Se tardan siglos en inventar lo primitivo.”

Su opinión de la televisión, en boca del curioso protagonista es más que profética, habida cuenta de lo que estamos presenciando:

“-¿Cuál es el papel de la televisión comercial en el siglo XX y más alla?

-En mis peores estados de humor, siento que nos anuncia el caos a todos.”

En la caótica última parte las palabras finales de Ton Thumb Goodloe, el evangelista de la medianoche, de veintiséis años de edad y ya camino de la gloria, reúnen todo lo que significa Delillo, para lo bueno y para lo malo,; prosa desbordante, magnífica, gloriosa, pero, al mismo tiempo, enervante para un público bastante amplio: “Necios, hipócritas, fariseos y bellacos. Con vosotros, Bestial y la hora final de La muerte está a la vuelta de la esquina. Un poco de charla filosófica. Un paseo que otro por lobotomilandia. Alguna que otra bolsa de aire rancio. Acaba de ocurrírseme, como a los patriotas y los demagogos, que no va a haceros falta mi particular concepto de la verdad a partir de ahora. Se ha decidido que las drogas habrán de suplantar a los medios de comunicación. El ardiente temor de vuestras noches y madrugadas ha de verse sustituido por un estado de dicha apagada y mortecina. Confiad en que pronto experimentaréis una liberación drogoinducida de la ansiedad, la amargura y la felicidad. Endoparásitos que sois, podréis aferraros a las paredes intestinales del propio tiempo. Pero me echaréis de menos. Las pastillas y los chicles no pueden sustituir el amor transistorizado que nos conecta en la noche salvaje. […]

Esta reseña, formada por retazos, ejemplifica a la perfección las sensaciones que me produce la lectura del libro de Delillo; me cuesta recomendarlo, veo todo lo bueno, pero, al igual que ocurre con Pynchon, si no entras, no entras; no se puede obligar a la mayoría de los lectores habituales, no hablemos ya de los poco habituales; aún así, este titán inició su carrera con una obra excepcional, increíblemente buena y que, atención, parece que funciona como un círculo con su última novela escrita, “Punto omega”; donde el desierto, el tour de Force del protagonista, filmaciones en él,… suponen demasiados puntos en común para pensar en ello como una casualidad en una obra tan consistente en lo narrativo como la de DeLillo. En efecto, en “Punto Omega”, la obsesión tenía que ver con la vejez y la búsqueda de la muerte; en esta primera obra, buscaba su identidad, por extensión, la identidad de un pueblo americano en decadencia. El reflejo del “zeitgeist” de una nación:

“Conduje durante toda la noche en dirección nordeste, y una vez más sentí que todos aquellos días los había pasado enfrentándome a la literatura, a los arquetipos de un misterio lúgubre, a los hijos e hijas de esos arquetipos, a imágenes que no podían alcanza la certeza de cuál de dos confusiones distintas albergaba más terror, si la suya o lo que la suya podría llegar a ser si alguna vez se enfrentara a la verdad.”