“La vida de las mujeres” de Alice Munro

la-vida-de-las-mujeres-9788499898582Si hay una escritora que tiene posibilidades de ganar el Nobel de literatura en este año o en los siguientes es, sin duda, la canadiense Alice Munro; sería el pretexto perfecto para los  miembros de la academia sueca para decir que han elegido a un escritor norteamericano, y encima es mujer. Son un par de factores de peso.

Aprovechando entonces la proximidad de la entrega del Nobel de literatura de este año y este pequeño monográfico de mujeres aspirantes tenía muchas ganas de profundizar en su prosa.

Curiosamente me había preguntado alguna vez si había escrito novelas además de relatos cortos, su verdadera especialidad. Dicho y hecho, este “La vida de las mujeres” escrito en 1971, lo podemos considerar una novela, o, hablando con propiedad un ciclo de relatos cortos, no exactamente continuos entre sí, pero que conforman una novela en su conjunto, muy a la manera del “Winesburg, Ohio” de Sherwood Anderson.

Anderson usaba cada uno de los relatos de los personajes de las vidas de Winesburg como un microuniverso para extrapolarlo a la sociedad norteamericana; Munro, en cambio, usa cada una de las narraciones como partes en las que divide la evolución, la formación del personaje principal, la narradora Del Jordan en un pueblo del sur de Canadá: Jubilee; en efecto, nos encontramos con un Bildungsroman que, al final, no solo será de formación como persona, sino de formación como artista, esto es, una escritora.

La implacable sencillez de Munro se basa en relatar a través de las sensaciones de Del el prisma de lo cotidiano y de las personas que la rodean para hacer evolucionar al personaje; en este centrarse en lo cotidiano, tanto en acciones como en personajes, se encuentran  la mayoría de los temas que usará la escritora. Una buena muestra de ello es la siguiente descripción de lo que vive uno de sus familiares, el tío Benny:

“Así, paralelo a nuestro mundo, estaba el mundo de tío Benny, como un perturbador reflejo distorsionado, que era lo mismo pero sin serlo del todo. En este mundo la gente podía hundirse en arenas movedizas, ser derrotada por fantasmas o por horribles y vulgares ciudades; la suerte y la maldad eran colosales e impredecibles; nada era merecido, todo podía suceder; las derrotas eran recibidas con demencial satisfacción. Era su gran logro sin él saberlo, hacérnoslo ver.”

La influencia se revelará aún más decisiva en el caso de su familia más directa, concretamente en su madre:

 “Nadie quiere –dijo ella con franqueza-. A nadie le gusta ir. Pero tienes que hacerlo. Has de aprender a afrontar las cosas algún día.

No me gustó cómo lo dijo. Su brusquedad y su celo me parecieron falsos y ramplones. No me fiaba de ella. Siempre que la gente te dice que tendrás que afrontar algo algún día y te empuja con toda naturalidad hacia el dolor, la obscenidad o la revelación indeseada que te acecha, en sus voces hay una nota de traición, un frío y mal disimulado júbilo, algo ávido de tu dolor. Sí, en los padres también; en los padres sobre todo.”

Que especialmente influirá su posible papel como madre en el futuro en contraposición con su inherente inclinación a su faceta de artista:

“-Creo que va a haber un cambio en la vida de las niñas y las mujeres. Sí. Pero depende de nosotras que se produzca. Todo lo que las mujeres han tenido hasta ahora ha sido su relación con los hombres. Eso es todo. No hemos tenido más vida propia, en realidad, que un animal doméstico. “Él te abrazará, cuando su pasión haya agotado su fuerza original, un poco más fuerte que a su perro, con un poco más de cariñó que a su caballo”, escribió Tennyson. Y es cierto. Era cierto. Pero tú querrás tener hijos.

Eso demostraba lo bien que me conocía.

-Pues espero que… utilices la cabeza. Utiliza la cabeza y no te distraigas. Una vez que cometes el error de distraerte pegándote a un hombre, tu vida ya no vuelve a pertenecerte. Tendrás que hacerte cargo de todo, a la mujer siempre le pasa.”

Más adelante empezamos a comprobar este avance, está centralización en las sensaciones que le produce el arte con mayúsculas, en este caso a través de la ópera.

“De todos modos yo prefería estar sola cuando escuchaba Lucia di Lammermoor, Carmen o La Traviata. Ciertos fragmentos me emocionaban tanto que no podría estarme quieta en la silla; tenía que levantarme y dar vueltas por el comedor, cantando mentalmente con las voces de la radio, abrazándome y pellizcándome los codos. Se me llenaban los ojos de lágrimas. Dentro de mí bullían fantasías que iban formándose a toda prisa.”

En el prodigioso final “Epílogo: el fotógrafo” tenemos una declaración fundamental de su estilo y que ya propuso en el momento en que escribió esta novela:

“Y ninguna lista podía contener lo que yo quería, porque lo que yo quería era hasta el último detalle, cada capa de discurso y pensamiento, cada golpe de luz sobre la corteza o las paredes, cada olor, bache, dolor, grieta, engaño, y que se mantuvieran fijos y unidos, radiantes, duraderos.”

Este es uno de los secretos de su escritura, el gusto por el detalle, por todas las capas de lo cotidiano que nos configuran a nosotros y a la realidad que vivimos. Si hay que empezar con un libro de Munro, qué mejor que irse de cabeza a esta obra maestra.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Aurora Echevarría Pérez para esta edición de “La vida de las mujeres” de Alice Munro.

La sombra de Flórez es muy alargada.

Parece mentira que Rossini compusiera “El barbero de Sevilla” en 1816, con apenas 24 años y en menos de 20 días; sobre todo porque con tan tierna edad y en tan poco tiempo creó una obra maestra imperecedera, una de esas maravillas que no solo no te cansas de escuchar sino que es posible que encuentres nuevos detalles cada vez.

barbier_0191Esto es posible, además, por el auge de voces rossinianas, muy al contrario de la escasez que se está produciendo con Verdi y Wagner. Con este contexto, es indudable que Juan Diego Flórez ha sido un artífice indispensable en la revitalización de las obras del de Pessaro; solo hay que recordar la recuperación de la difícil tercera aria del tenor “Cessa di più resistere”  en esta misma ópera y las sucesivas grabaciones de otras a menudo olvidadas.

Lo que nos lleva a la función de ayer: el montaje de Emilio Sagi ya se había visto en enero del 2005; sorprende bastante que se comience la temporada con algo ya visto y encima con un reparto netamente inferior al de aquel año (Juan Diego Flórez, María Bayo, Pietro Spagnoli y Ruggero Raimondi); aun así, el resultado no estuvo mal. El montaje, no me quiero detener mucho en él, pero funciona realmente bien por momentos, la dirección artístico da importancia a actores secundarios que añaden líneas secundarias verosímiles, al mismo tiempo que cómicas, a la trama principal, esto hace que la naturalidad se convierta en bandera y se refuercen las situaciones humorísticas además de añadir otras; las carcajadas del público se dejaron oír, y esto contribuye al buen recuerdo de los espectadores, esto es indudable. Además, el juego  de colores, la transición en la tormenta hacia esa plenitud en el amor de los protagonistas, es una metáfora que resulta muy efectiva. Poco más queda por decir.

El checo Tomas Hanus realizó una dirección sólida y muy dirigida a la sensación orquestal en su conjunto, olvidándose un poco de otras direcciones más camerísticas, en mi opinión más apropiadas; contribuyó a que en los concertantes la orquesta no estuviera equilibrada con respecto a los cantantes, estaba en la sexta fila y me costaba distinguir pasajes que, habitualmente, son fáciles de seguir por los contrastes de Rossini. Precisamente por esto faltó sutileza en los efectos: crescendos que no fueron tales, tiempos acelerados o lentos que causaron alguna dificultad por momentos a ciertos cantantes y, en general,  a  pesar de sonar bien,  poca atención a los detalles.

malfi-granPara acabar, cómo no, los cantantes; a pesar del “éxito” que tuvo Kurchak quiero empezar con el papel de la encantadora Rosina que ejecutó Serena Malfi, precisamente por su regularidad y por tener la voz que más se ajustaba al papel  en la noche de ayer. Malfi eligió, por tesitura, el papel de mezzo, y su interpretación se aproximó más a aquellas de Horne y Bartoli, lejos de la canónica Berganza, pero sin la extensión de la voz de aquellas; con un puntito de ordinariez y bravura que la hacía ciertamente encantadora; estuvo espléndida y rotunda en los agudos, segurísima y clara en la ejecución de las endiabladas articulaciones; su papel quizá no pase a la historia pero es muy solvente. A Kurchak le escuché en el Don Pasquale de Muti e indiqué su potencial aún por pulir; lo que hizo ayer con su Almaviva me sorprendió,  ¿cómo es posible que en el primer acto tuviera tan malos momentos y, sin embargo, se marcara un segundo acto como el que hizo ayer, pleno de facultades? En “Ecco Ridente in cielo” tuvo, sorprendentemente, momentos en los que calaba notas, sobre todo en las transiciones de notas bajas e incluso problemas articulatorios, alternados con improvisaciones de notas de calidad;  o cambios de registro al falsete inexplicables en la romanza; sin embargo se marcó un aria final, la que, gracias a Flórez, ahora tienen que cantar todos los tenores, plena, con articulación casi impecable, agudos brillantes, bien timbrados, con volumen; quizá es parte de su planificación, consciente de que si hace este aria bien, el público va a quedar con la idea de que lo ha bordado; pero si esto hace que descuide el resto de su papel, me parece ciertamente absurdo;  en cuanto al Figaro de Cassi, fue de menos a más, empezó tan frío que ni la letra de su aria más conocida “Largo al factotum” se pudo oír con claridad en el patio de butacas, estuvo más concentrado en actuar y tuvo bastantes problemas con el ritmo además de cantar de una manera muy tosca; mejoró luego en los dúos con Almaviva y Rosina pero le falta delicadeza,  para conseguir construir un papel más digno; de todos modos, su actuación no se resintió en el conjunto. Buena actuación de Bruno de Simone en configuración del papel de Bartolo, con una voz clásica de bajo cantante o buffo que era perfecta para las trampas recitadas de Rossini; estuvo aderezado con agudos potentes y resultó muy divertido; el Basilio de Ulyanov fue claramente insuficiente en fiato y volumen para hacer la famosa “Calumnia”, no pasó del aprobado raspado; es de destacar el papel excelente, por gracia e intención de nuestra Susana Cordón en una divertidísima Berta; el coro, magnífico como de costumbre.

Buen comienzo de temporada, que deja buen sabor de boca a pesar de que, a priori, no pudiéramos tener estas expectativas.

“La maravillosa O” de James Thurber

la-maravillosa-o-9788493829568El libro que vengo a comentar hoy tiene dos hándicaps a priori: el primero, evidentemente tiene que ver con su extensión, es demasiado corto; y nos guste o no, mucha gente compra libros “al peso”; es decir, si no le va a proporcionar horas de lectura no va a parecer necesario hacer el gasto; el segundo problema tiene que ver con el tema, es una fábula humorística, esto no debería ser tan importante, pero, hoy en día, el gran James Thurber no es muy conocido en el país, y menos, su humor; si a eso sumamos la aparente necesidad que tienen muchos lectores de que un libro sea “serio” porque si no, no se trata de alta literatura…. lo tiene más que difícil.

De ahí que me vea en la obligación de hacer la defensa de la deliciosa “La maravillosa O” de Thurber que acaba de publicar la editorial Ático de los libros; al menos por los que puedan caer y pasar un rato más que agradable, aunque sea breve. Ya sabéis: “Lo bueno si breve, dos veces bueno.”

La sencilla y original premisa tiene que ver con la llegada del capitán pirata Black a la isla Ooro; la búsqueda frustrada de un tesoro desencadenará una  venganza: intentará evitar que nadie pronuncie la letra O, letra que odia profundamente como podemos comprobar por el nombre del barco del capitán (Aieu).

Tan estrambótica situación es utilizada por Thurber para hacer un despliegue de medios lingüísticos y mostrarnos todo el vocabulario que se  tendría que eliminar, y por extensión, todas las acciones que quedarían prohibidas en nuestras vidas. Tal situación generará una resistencia al cambio que estimará que hay palabras que nunca pueden desaparecer:

“-Hay cuatro palabras con O. No debéis perderlas. Descubrir su significado y sobre todo, aprended a usarlas.

-Ilusión es una –dijo Andreus.

-Y amor –dijo Andrea.

-Y valor, me atrevería a decir –afirmó el anciano.

Y entonces intentaron encontrar y nombrar la cuarta.”

El libro se convierte pues en una fábula, una alegoría que le sirve al escritor norteamericano para hacer una defensa a ultranza con buen humor de los valores, de la lengua y nuestra capacidad de comunicarnos y, sobre todo, de la literatura; aunque puede ser etiquetado de infantil primordialmente, es un tipo de libro que sirve tanto para niños como para adultos, ya que estos encontrarán algo para reflexionar y buen humor a raudales.

Una pequeña delicatesen que no debe pasar desapercibida.

“-¿Fue una batalla? ¿Ganamos nosotros? –preguntaron los niños.

El anciano negó con la cabeza y suspiró.

-No soy tan joven como solía, y las épocas lejanas son un misterio, pero sí que recuerdo una cosa: fue una gran victoria.”

Los textos provienen de la traducción del inglés de Joan Eloi Roca para esta edición de “La Maravillosa O ” de James Thurber de la editorial Ático de los libros.

“Un día es un día” de Margaret Atwood

undíaesundíaEl impulso que Lumen ha dado este año a la obra de Margaret Atwood comenzó con esta curiosa propuesta: “Un día es un día”, ya que se trata de una obra que no tiene título en inglés, ya que, es una recopilación hecha para la ocasión con la propia escritora que ha elegido los cuentos que se encuentran incluidos en él.

Lo original es que se trata de un recorrido vital a la manera de un Bildungsroman en la carrera literaria de la escritora con un prólogo ad hoc para la edición, donde ella indica la temática “es sobre todo doméstica. Tratan de la gente y de sus relaciones en momentos determinados, de niveles sociales específicos y de lugares determinados. La cara más salvaje de mi escritura no está representada aquí. […] No hay guerras.[…] No hay futuros distópicos […] Pero sí hay personas, y al fin y al cabo de eso hablan todas mis historias: de seres humanos que hacen cosas que hacen los seres humanos.”

Esta evolución se ve claramente en la misma estructura, los cuentos se dividen en tres grandes grupos: Infancia, Madurez y Vejez. Lo bueno es que se han escogido estos relatos en base al momento en que los escribió y reflejan, tanto en el narrador como en la temática, esta evolución. Además, en los extremos tendemos  dos relatos sobre sus padres hechos ex profeso para esta ocasión por la escritora: “Momentos significativos de la vida de mi madre” y “Un hallazgo extraordinario”.

Desgraciadamente hay que ponerle un pero, y es que tres de los relatos escogidos  ya estaban incluidos en “Chicas bailarinas”: “Betty”, “Vidas de Poetas” y  “La tumba del famoso poeta.”  Y es un poco frustrante que, con todo lo que queda sin publicar de ella, repitan tres que tienen en su propio catálogo. Un tirón de orejas para Lumen por ello.

Una vez dicho esto, he seleccionado tres momentos que pueden servir como reflexiones e ideas con respecto a los períodos  en los que se estructura y que comenté anteriormente.

De la “Infancia”  en el relato “Auténtica basura”, ante la importante sorpresa final, la adolescente protagonista comenta:

“¿Debería contárselo? El melodrama la tienta, la idea de una revelación, de una sensación, de un buen final.

Pero no sería un final, sería solo el principio de otra cosa. En cualquier caso, la propia historia parece haber quedado obsoleta. Es una historia arcaica, una fábula, un antiguo  mosaico. Es una historia que ahora no ocurriría.”

La juventud, la curiosidad y el afán de notoriedad: unión indisoluble que se confronta con la idea de no dar un final cerrado sino interpretable.

De la “Madurez” en “El jardín de sal”, el significado de la palabra que desencadena la deconstrucción de lo que debe ser una relación de pareja:

“Aprecio.  ¿Final o continuación? Como le sucede a menudo con Theo, no sabe muy bien qué está diciendo. ¿Le está expresando devoción o se ha terminado de verdad, sin que ella se diera cuenta? Está acostumbrada a pensar que en una relación como la de ambos se da todo y no se pide nada, pero quizá sea al revés. No se da nada. Nada se da por sentado.”

Por último en la “Vejez” en “Un hallazgo extraordinario”, de cómo la vejez sirve para darse cuenta del verdadero valor que tienen las cosas en la vida, en este caso de los padres:

“¿Cuál es el secreto de mi madre? Porque desde luego ha de tener uno. Nadie puede llevar una vida en apariencia tan dichosa, tan falta de avalanchas y pantanos, sin tener también un secreto. Por “secreto” me refiero al precio que ha tenido que pagar. ¿Cuál fue el pacto que firmó con el Diablo para obtener esta diáfana serenidad?”

Espléndida forma de conocer a esta fabulosa escritora para un neófito, no es la mejor recopilación que he leído pero se lee con avidez y pasan las páginas sin apenas enterarse. Si, además, sirve para que se la pueda descubrir, bienvenida sea. Es siempre un placer leer cada una de sus obras.

 “Nada dura eternamente. Tarde o temprano tendré que renunciar a mi inmovilidad, abandonar esos hábitos de contemplación, especulación y letargo que me ayudan a subsistir. Tendré que enfrentarme al mundo real, que no se compone de palabras, lo sé, sino de tubos de desagüe, hoyos en la tierra, malas hierbas que se multiplican rabiosamente, piedras de granito y pilas de materiales más o menos pesados que han de trasladarse de un lugar a otro, por lo general cuesta arriba.

¿Cómo me las apañaré? Solo el tiempo, que en modo alguno lo revela todo, lo dirá.”

“El cuaderno dorado” de Doris Lessing

el-cuaderno-dorado-9788483468227No deja de ser sintomático de su complejidad que, 9 años después de su publicación, la propia escritora Doris Lessing tuviera que escribir un prefacio para su obra maestra: “El cuaderno dorado”, reconociendo su frustración ante las opiniones críticas que había suscitado su obra:

“Por razones de las que no voy a hablar, tempranas y valiosas experiencias en mi vida de escritora me dieron un sentido de perspectiva acerca de los críticos y comentaristas. Pero a propósito de esta novela, El cuaderno dorado, lo perdí: pensé que en su mayor parte las críticas eran demasiado tontas para ser verdaderas. Recuperando el equilibrio comprendí el problema. Y es que los escritores buscan en los críticos un álter ego, ese otro yo más inteligente que él mismo, que se ha dado cuenta de dónde quería llegar, y que le juzga tan solo sobre la base de si ha alcanzado o no el objetivo. “

Está claro que los críticos se perdieron en este remolino postmodernista y simplificaron en exceso un mensaje más ambicioso y más allá de lecturas feministas.  Afortunadamente, con el tiempo, se ha puesto justicia a su legado literario y es una de los pocos escritores vivos que tiene en su haber el Nobel y el Príncipe de Asturias.

La premisa de la obra es sencilla pero muy original en su momento (y me atrevo a decir que incluso ahora). El personaje, Anna Wulf, es una escritora,  una “mujer libre” que, tras el éxito de su primera novela, sufre el ya consabido bloqueo del escritor. Siente que la realidad se desmorona a su alrededor, la rodea un caos que no puede abarcar, que le desestabiliza y necesita encontrar una forma de superarlo: encontrar un orden.

Y la forma que utilizará para hacer esto es fragmentar su vida y escribir esos fragmentos en diferentes cuadernos: negro, rojo, amarillo y azul.

En el cuaderno negro: Anna Wulf como escritora,  la británica se encargará de demoler el discurso literario:

“Para mí está claro que ahora no puedo leer la novela sin sentir vergüenza, como si fuera desnuda por la calle. No obstante, nadie más parece haberlo notado. Ninguno de los críticos, ninguno de mis amigos cultos y literarios lo vio. Es una novela inmoral porque esta nostalgia soterrada ilumina cada una de las frases. Y sé que para escribir esos cincuenta informes sobre la sociedad utilizando los datos que guardo en mi poder, tendría que excitar en mí, deliberadamente, esa misma emoción. Y esa emoción haría que esos cincuenta libros fueran novelas y no reportajes.”

“Hoy he vuelto a leer lo anterior por primera vez desde que lo acabé. Está lleno de nostalgia en cada palabra y cada frase, aunque cuando las escribí creí que eran objetivas. Pero ¿nostalgia de qué? No lo sé.”

La nostalgia se convierte en “mediador” de lo que escribe, tiñe todo lo que está escribiendo; ¿de verdad podemos confiar en el lenguaje? Está claro que el lenguaje es tan falible que no podemos fiarnos del discurso literario.

En el segundo cuaderno, el cuaderno rojo, Anna lo dedica a la política, particularizado al régimen comunista:

“He llegado a casa pensando en que, cuando me inscribí en el Partido (comunista), debía de existir en mí un secreto deseo de totalidad, de terminar con esa forma de vida dividida, fragmentaria e insatisfactoria en que todos estamos sumidos. Sin embargo, al ingresar, la división se había agrandado, y no por aquello de pertenecer a una organización cuyo dogma, sobre el papel, contradice constantemente las ideas de la sociedad en que vivimos, sino por algo más profundo. O, por lo menos, más difícil de comprender.”

Precisamente la integración en la colectividad destruye lo individual de la persona y, desde luego, no ayuda a construir la identidad de la persona.  Desecha también el discurso político por esta razón.

El cuaderno amarillo lo usa para narrar historias que proceden de su experiencia como mujer, estas experiencias le ayudan a crear una historia dentro de él y que reúnen muchas de sus experiencias sexuales, la historia que crea tiene un triángulo amoroso “The shadow of the third”, esa tercera es la mujer de su amante, Ella, la protagonista es un reflejo de la vida de Anna:

“Poco a poco, acaba comprendiendo que esa imagen corresponde a lo que le gustaría a ella; que la mujer imaginada es su propia sombra, todo lo que no es ella misma. Porque ahora comprende, y eso le horroriza, su absoluta dependencia de Paul. […] Y finalmente debe reconocer que se aferra a la visión de esta otra mujer –la tercera persona- como si se tratase de un recorte de seguridad o de protección para ella misma.”

“El problema planteado por esta historia es que está escrita analizando las leyes destructoras de la relación entre Paul y Ella. […] Se percibe en términos de lo que ha acabado por destruirla.[…] Supongamos que la narrase describiendo dos días enteros, con todos los detalles, uno hacia el comienzo y otro hacia el final de la aventura. ¿Es ello posible? No, porque instintivamente seguiría aislando y acentuando los factores que la han destruido y que dan forma a la historia.”

El hecho de vivir esa historia de una manera “mediada”, sin objetividad, ya que se basa en todo lo que destruyó la relación entre los dos protagonistas elimina un discurso, el sexual, el de los sentimientos.

Por último el cuaderno azul es un diario, con varias tentativas de objetividad plena: la primera mediante el collage de recortes de periódicos que se convierte en un diario de sucesos; la segunda mediante la anotación de datos objetivos desprovistos de cualquier subjetividad. De fondo Anna tiene reuniones con un psicólogo que pretende que lo subjetivo quede en el terreno de los sueños; de ahí que le recomiende la realización de este diario, pero ¿qué es una persona sin su subjetividad? Al fin y al cabo construye la identidad personal, no puede ser que el discurso psicoanalítico sirva como aglutinador y ordenador del caos.

Esta progresiva deconstrucción de los discursos vigentes en su realidad viene de la deconstrucción del lenguaje como elemento que refleje nuestra propia vivencia.

“Ocurrió cuando hurgué en mis recuerdos y empecé a desenterrar alguna de mis propias fantasías. Pero a mi entender, lo importante era que pudiera leerse como una parodia, ya fuese irónica o seria. Pienso que esta es otra muestra de la fragmentación de todo, de la penosa desintegración de algo que me parece estrechamente ligado a lo que yo siento que es cierto acerca del lenguaje, es decir: la progresiva imprecisión del lenguaje frente a la densidad de nuestra experiencia.”

Siente la imposibilidad de vivir la experiencia tal y como la percibe:

 “Anna, ¿me ocurre solo a mí? Siento que vivo como en una farsa inverosímil

-No, no eres tú sola.

-Ya lo sé, y esto empeora las cosas.”

La última posibilidad que le queda estriba en el cuaderno dorado como unión de experiencias que le permitan obtener este orden:

“Entonces fue terrible, porque me enfrenté con la carga de crear el orden dentro del caos en que se había convertido mi vida. El tiempo había desaparecido y mis recuerdos no existían. Yo era incapaz de distinguir entre lo que me había inventado y lo que había experimentado, si bien sabía que todo lo que me había inventado era falso. Era un remolino, una danza desordenada, como la danza de las mariposas blancas en el calor vibrante sobre la llanura arenosa y húmeda.”

Desgraciadamente fracasa en el intento, su vida no puede ser ordenada mediante los cuadernos y ella misma se da cuenta conscientemente de que no son la respuesta debido a la falibilidad del lenguaje en sí mismo.

“Pasó una y otra vez las páginas de los cuadernos, pero sin sentir ninguna relación con ellos.”

“No sé por qué encuentro aún tan difícil aceptar que las palabras son deficientes y, por naturaleza, inexactas –se dijo-. Si creyera que son capaces de expresar la verdad, no escribiría diarios que no dejo ver a nadie.[…]”

La única forma de afrontar esta indefensión es aceptar la realidad, caótica y fragmentada, que estamos viviendo, esta falta de un único significado, y buscar lo bueno que tiene la multiplicidad y la falta de una interpretación común para todos.

Volviendo al prefacio que comenté al principio, una frase de la escritora británica resume a la perfección la posición de la literatura y del arte en general en nuestra coyuntura actual.

 “El arte occidental se convierte cada vez más en un grito de dolor. El dolor se está transformando en nuestra realidad más profunda…”

En efecto, qué mejor forma de retratarla que con libros tan imprescindibles como este.

“Resurgir” de Margaret Atwood

Resurgir-ATWOODPocas cosas hay más gratificantes que encontrarse poco a poco con libros de tus escritores favoritos e ir perfilando su carrera literaria, la evolución en su escritura y los temas que van tratando. Esto es sencillo cuando esta lectura es cronológica y se vuelve un caos inconexo cuando los lees desordenados, aunque al final consigas unir todos los flecos.

Esto último me está sucediendo con la obra de Atwood; buena parte de culpa la tiene la publicación errática que se ha realizado en España de su obra por parte de varias editoriales. También es cierto que, hasta ahora, no ha gozado del favor del  público ni con el “Príncipe de Asturias” y de ahí, que no hayamos conseguido la continuidad deseada.

Todo lo indicado viene por la lectura de su obra de 1972, “Resurgir” y que supuso posiblemente el espaldarazo definitivo a la carrera de la canadiense; incluso el polémico Harold Bloom la incluyó en su famoso “Canon Occidental”; pero claro, yo he leído antes que esta obra “El asesino ciego” y “El cuento de la criada” (de las que podéis ver sendas reseñas pinchando en los títulos) y coger ahora esta, supone un abismo de distancia en temática y estilo.

He dicho alguna vez que lo que me fascina de esta escritora es su eclecticismo y su progresiva mezcla de géneros y, sin embargo, esta obra es una muestra de introspección que, también es cierto, me desvela otra de las temáticas que usa habitualmente la escritora y que en los anteriores aparecía más de pasada: el ecologismo.

La obra se divide en tres partes muy diferenciadas; en las dos primeras aprovecha la reunión de los cuatro protagonistas para profundizar en sus relaciones interpersonales; de hecho asistimos, desde la perspectiva de la narradora, a un ordenamiento de lo que siente, a una serie de epifanías que le ayudan a darse cuenta de lo que en realidad siente (o no siente), por ejemplo con respecto a su amante actual:

“Le tengo cariño, prefiero tenerlo cerca que no tenerlo; aunque estaría bien que significara algo más para mí. El hecho de que no sea así me entristece: no me ha vuelto a pasar con nadie después de mi marido. Un divorcio es como una amputación, sobrevives pero queda menos de ti.”

O con respecto a la naturaleza, el maltrato que sufre y la indefensión ante un futuro nada halagüeño:

“Pero, de todas formas, habían matado a la garza. No importa de qué país sean, decía mi cabeza, siguen siendo americanos, son lo que nos espera, en lo que nos estamos convirtiendo. Se propagan como un virus, se meten en el cerebro y atacan las células, y las células cambian desde dentro, y las que tienen la enfermedad no lo notan. Como en las películas de ciencia ficción de sesión de noche, criaturas del espacio exterior, ladrones de cuerpos inyectándose a sí mismos dentro de ti, desposeyéndote de tu cerebro; sus ojos, cáscaras de huevo sin pupila bajo las gafas oscuras. Si tienes el mismo aspecto que ellos y hablas como ellos y piensas como ellos, entonces eres ellos, decía yo, hablas su idioma, un idioma que representa  todo lo que eres.”

Sin embargo, no se queda en esto la novela, es mucho más ambiciosa; solo tenemos que observar la siguiente reflexión de la protagonista:

“De nuevo el idioma. Yo no podía usarlo porque no era mío. Él debía saber lo que quería decir, pero era una palabra imprecisa; los esquimales tenían cincuenta y dos palabras para la nieve porque era importante para ellos; debería haber la misma cantidad para el amor.”

Esto nos alerta sobre la cualidad falible del lenguaje como pintor de la realidad que nos rodea,  que se suma al fracaso que supone intentar salvar un mundo que se va a pique para la narradora:

“Salvar al mundo, todos quieren hacerlo; los hombres creen que pueden hacerlo con pistolas, las mujeres con sus cuerpos, el amor lo conquista todo, los conquistadores aman a todos, espejismos creados por las palabras.”

Todo ello produce una deconstrucción que empieza en el lenguaje y se extiende a la realidad que nos rodea; la única forma, entonces, de salvar a la naturaleza de la destrucción que lo rodea es abandonar las palabras y unirnos a ella:

“Me llama otra vez, balanceándose sobre el muelle que no es tierra ni agua, manos sobre las caderas, cabeza echada hacia atrás y ojos oteando. Su voz está furiosa: no va a esperar mucho más. Pero de momento espera.

El lago está en silencio, los árboles me rodean, sin preguntar ni dar nada.”

Somos uno con la naturaleza en este ejercicio regresivo; quizá no estamos salvándola pero sí que nos estamos salvando nosotros; en la naturaleza, en lo salvaje, se encuentra nuestro lado más primitivo y menos exigente; es una comodidad para nuestras vidas.

Obra muy introspectiva que nos desvela aspectos diferentes de la obra de Margaret Atwood y que, desde luego, no se puede dejar de leer.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Gabriela Bustelo Tortella para la obra “Resurgir” en Alianza Editorial.

“Chicas Bailarinas” de Margaret Atwood

chicas-bailarinas-9788426421906Todo el mundo conoce la capacidad de crear historias de su compatriota Munro, lo que quizá no se conoce tanto es la de Margaret Atwood. Ya hablé convenientemente sobre ella en el recopilatorio “Asesinato en la oscuridad” y ahora todo ello se refrenda con este “Chicas bailarinas” que reedita Lumen en su sello de narrativa.

En el anterior recopilatorio que comenté jugaba con factores distintos: más cercanos a la narración de género policíaco, ciencia ficción… En este caso, sin embargo tenemos una aproximación más acorde con la temática usada por Munro:  Esa narración de lo cotidiano.

Atwood es capaz de mostrarnos toda la belleza de lo sutil y hacer lo extravagante más cercano a la realidad.

Consecuentemente, la mayoría de los casos estamos ante narraciones en primera persona y las mujeres son las verdaderas protagonistas. Solo tenemos que leer el relato “Betty”:

“Cuando me dieron la noticia de su muerte me sentí condenada, pues me dije que por lo visto aquel era el castigo por ser abnegada y solícita, que eso era lo que les ocurría a las chicas que eran como yo (creía ser).[…] Pero las personas cambian, sobre todo después de muertas. Al dejar atrás la edad melodramática, me di cuenta de que si no quería ser como Betty tendría que cambiar. […] En cuanto a Fred, ha dejado de intrigarme. Los Freds de este mundo se delatan por lo que hacen y por lo que eligen. Son las Bettys las que resultan misteriosas.”

Para comprobar cómo busca profundizar en la construcción de la identidad de la mujer en sí misma y de la evolución en la construcción de dicha identidad. Da un paso más en el fantástico “La tumba del famoso poeta” ya que adopta el entorno de la pareja para mostrarnos esa misma evolución en un marco distinto, pero muy real para la mayoría de mujeres que afrontan matrimonios no del todo avenidos:

“Esto es un intervalo, una tregua. Ambos sabemos que no puede durar, han surgido demasiadas diferencias (de opinión, decimos nosotros), pero ha habido algo más; lo que para él significa seguridad para mí significa peligro. Hemos hablado demasiado o no lo suficiente: para lo que tenemos que decirnos no hay lenguaje, lo hemos intentado todo. Pienso en las antiguas películas de ciencia ficción, en el ser de otra galaxia al que finalmente se encuentra tras años de señales y de peripecias, para a la postre destruirlo porque no logra hacerse entender. En realidad, más que una tregua se trata de un descanso, esos cómicos mudos en blanco y negro que se pegan hasta desplomarse y, tras una pausa, se levantan para emprenderla de nuevo a golpes. Nos amamos, eso es cierto, signifique lo que signifique, pero no nos amamos bien; para algunos es un talento, para otros solo una adicción.”

Su idea no es pontificar estableciendo una posible solución, sino mostrar una situación con todas sus consecuencias, y que cada uno juzgue en esta lectura lo que crea conveniente. Precisamente en el párrafo anterior juega con la semántica habitual de las palabras que ya conocemos para dotarlas de significados distintos, como es el caso de amor. Esta multiplicidad de resultados es signo de la realidad contemporánea que vivimos.

A pesar de la indudable calidad de este tipo de relatos, no se diferencian de esas obras de arte que suponen los que ejecuta Munro. Sin embargo, cuando juega con otros factores se producen, en mi opinión, los destellos de genialidad a los que nos tiene acostumbrados Atwood.

En el fantástico “Joyería capilar” encontramos muestras de este buen hacer, derrumbando a golpes uno de esos tópicos que, en la mayoría de las ocasiones, la nostalgia oculta:

“Nunca he entendido por qué la gente considera la juventud una época de libertad  y alegría. Probablemente se debe a que ha olvidado la propia. Rodeada ahora de lastimeros jóvenes, solo puedo sentir gratitud por haber escapado, espero que para siempre (pues ya no creo en la reencarnación), de la insoportable esclavitud de tener veintiún años.”

Parece ser que cualquier tiempo pasado NO fue mejor para la canadiense. Yo particularmente estoy muy de acuerdo y prefiero disfrutar del momento actual con todas sus consecuencias.

En el excepcional “Aprendizaje” y en “Dar a luz” es donde encontramos toda la fuerza poética de la escritora; del primero, con solo dos frases:

“Era uno de los pocos movimientos voluntarios que podía hacer”

“Lo extraño era el silencio. A esta edad, lo normal sería que los chicos gritasen, formaba parte del juego; pero allí los partidos se jugaban en silenciosa concentración.”

Nos describe con una sutileza sin igual la situación, que se vuelve claustrofóbica según la estás leyendo, es un relato cargado de intensidad y que refleja con toda su crudeza los difíciles momentos que se viven en el campamento de minusválidos. Vale la pena leerlo para disfrutarlo en primera persona.

“Dar a luz” supone un colofón inmejorable a esta recopilación:

“Posa los dedos en mis labios cuando pronuncio esas palabras; aún no ha aprendido el secreto de formarlas. Espero su primera palabra: sin duda será milagrosa, algo que no se ha dicho todavía.”

Esa primera palabra en un bebé es, indudablemente,  un milagro; como cada muestra de esta estupenda escritora.

“La maldición de Eva” de Margaret Atwood

la-maldicion-de-eva-9788426421890Adoro los escritores versátiles, aquellos capaces de transformar su estilo y escribir diferentes géneros y técnicas narrativas, además de alternar entre diferentes temas. Precisamente por esto hoy vuelve al blog la canadiense Margaret Atwood, para mostrar una faceta suya más: la de ensayista.

Lumen, sello perteneciente a Random House Mondadori, ha hecho un relanzamiento de algunas de las obras de Atwood durante este año y voy a aprovechar la ocasión para ir poniéndolas por aquí. “La maldición de Eva” recoge ocho ensayos que tratan, de manera general, sobre el rol de la mujer como escritora, lectora y protagonista de narrativa y me han sorprendido un montón porque demuestran su capacidad de reflexión por encima de tópicos y modas. Una sensatez a prueba de balas.

Y eso que el primero, y arduo artículo homónimo, “La maldición de Eva, o lo que aprendí en el colegio” no auguraba esta opinión a pesar de alguna idea interesante aunque muy anclada a ideas más tópicas sobre las mujeres: “Los escritores, tanto los hombres como las mujeres, han de ser egoístas para tener tiempo de escribir, pero las mujeres no están entrenadas para ser egoístas.”

Sin embargo, en el segundo, el fabuloso “Crear el personaje masculino”, tenemos un salto de calidad exponencial y me gustaría destacar dos momentos especialmente:

El primero es la falta de objetividad de los escritores, y por extensión, de los críticos: “Hoy sabemos que la novela sin ideología no existe. La creación no sucede en una campana de vidrio y el novelista, él o ella, o bien describe o bien expresa, algunos de los valores de la sociedad en la que vive. Numerosos novelistas, de Defoe a Dickens y Faulkner, así lo hicieron. Pero a veces se nos escapa que lo mismo vale para los críticos. Todos somos organismos en un determinado ambiente, e interpretamos lo que leemos a la luz de cómo vivimos y cómo nos gustaría vivir, algo que casi nunca coincide, al menos para la mayoría de los lectores de novela. “ Está claro que la creación no se produce en una campana de cristal, ni la lectura, todo está teñido del filtro de nuestra vida y de nuestro bagaje anterior.

Lo segundo, me apasionan las metáforas de género que utiliza para describir la creación literaria y su lectura y el valor de social que asigna a este arte: “Cuando era joven y leía muchos cómics y cuentos de hadas solía desear dos cosas: una capa para ser invisible, de manera que pudiera seguir a la gente a todas partes y escuchar lo que decían cuando no estaba presente; y el poder de teletransportar mi mente a la mente de otro, conservando mis propias percepciones y recuerdos. Pueden ver que estaba destinada a ser novelista, porque esas son las dos fantasías con las que juegan los novelistas cada vez que escriben una página. […] Si escribir novelas, y leerlas, tiene algún valor de redención social, tal vez es porque obliga a imaginar cómo es ser otra persona.”

En “Nueve comienzos” plantea nueve respuestas distintas a la pregunta  “¿Por qué escribe usted?”, escojo el último comienzo (¡oxímoron!), epítome de lo que llegamos a hacer, a procrastinar, por evitar la lucha contra la página en blanco: “Está la página en blanco y el tema que te obsesiona. Está la historia que quiere dominarte y está tu resistencia a que eso suceda. Está tu deseo de liberarte de aquello, de esa servidumbre, hacer novillos, hacer cualquier otra cosa.”

 “En resumen, las novelas son ambiguas y tienen muchas caras, no porque sean perversas, sino porque intentan enfrentarse a aquello que llamamos condición humana, y lo hacen por medio de algo que es notoriamente escurridizo, a saber, el propio lenguaje.” : Esta es la definición de novela, esencial,  que hace en “Villanas de manos manchadas. Los problemas del mal comportamiento femenino en la creación literaria.”

Más joyceana que nunca: “La mujer indeleble” habla sobre su relectura de “Al faro” de Virginia Woolf y de cómo, por fin, encuentra un sentido. Esa epifanía. “Algunos libros han de esperar a que estemos preparados para ellos. Leer es muy a menudo una cuestión de suerte.”

Si añadimos el clarividente ejercicio de análisis sobre las obras de Orwell y sus interpretaciones críticas “contemporáneas”, o la no menos cargada de sentido común y emoción “Carta a América”, donde denuncia sin ambages la paulatina destrucción de la sociedad norteamericana y la necesidad de “grandes figuras del pasado (de la historia norteamericana) a las que puedes recurrir: hombres y mujeres valientes, conscientes, visionarios. Acude a ellos ahora para que estén a tu lado, para que te inspiren, para que defiendan lo mejor que hay en ti.”

Como dice precisamente Atwood: Qué suerte encontrarme en este momento con este grupo de ensayos. Qué disfrute me han proporcionado.

Textos escogidos de la traducción de Montse Roca para esta edición de Lumen de “La Maldición de Eva.”

Resumen de lecturas de agosto y mujeres de Nobel

Después de celebraciones hay que seguir en el tajo, y qué mejor forma que comentando las lecturas del mes de agosto:

“Héroes aventureros y cobardes” de Jacinto Antón, exquisita recopilación de los diversos artículos que el periodista ha publicado en “El país”; enraizados en la novela de aventuras y el más puro pulp, cada uno de estos artículos y entrevistas son una oda al periodismo, eso que ya vamos olvidando hoy en día. Apasionante lectura y, desde luego, muy acorde para la época veraniega.

“Los hermanos Sisters” de Patrick DeWitt, novela negra del oeste, no es que esperara más que una lectura veraniega, pero me temo que se quedó en menos aún, la historia resulta tremendamente edulcorada, sin garra, sin tripas… un caramelo en el mal sentido. Un poco decepcionante.

“La verdad sobre el caso Harry Quebert” de Joël Dicker, el best seller del verano se quedó, como el anterior, un poco a medias, la primera mitad del libro se lee con interés y hay un intento de hacer algo más, una novela policíaca y metaliteratura, es por ello inevitable la comparación con Roth y su Zuckerman; sin embargo la segunda parte decae debido al olvido tácito de la trama policíaca y una conclusión apresurada como poco. Aun así es recomendable.

“Chicas bailarinas” de Margaret Atwood, recopilación de cuentos cortos de la que hablaré más profundamente en un artículo futuro.

“Cartas de Cumpleaños” de Ted Hughes, edición maravillosa de las famosas cartas de Hughes a Sylvia Plath. Baste decir que tienen fuerza, energía, aliento poético. Hughes es un coloso que llega cada verso con la energía de la naturaleza y la mezcla con lo confesional. Qué salvaje por momentos, emotivo, todo se puede unir en la poesía del inglés. Una joya.

“La banda que escribía torcido” de Marc Weindgarten, recopilación de artículos que buscaban rememorar el nacimiento y desarrollo de lo que se dio en llamar “New periodism” en EE.UU. gracias Tom Wolfe, Hunter S. Thompson y otros…  A pesar de la profusión de datos es una muy buena lectura de la época y está narrada brillantez, resulta muy apasionante la verdad.

“La intromisión” de Muriel Spark, nueva muestra de su maestría, nos encontramos ante la novela más autobiográfica pero sin perder un atisbo de su mala baba. Espléndida.

“Stark” de Edward Bunker, publicado póstumamente, la primera novela de Bunker es toda una declaración de principios de lo que vendría más adelante. Si es la primera que descubres, desde luego, irás a por las siguientes; no obstante, se queda un escalón por debajo de las increíbles “No hay Bestia tan feroz”, “Little boy blue” o “Perro come perro”. Me gustaría hacer un artículo futuro con los méritos del norteamericano, pero será cuando lea su autobiográfico “La educación de un ladrón”.

“El único problema” de Muriel Spark, obra más comedida de la inglesa, aunque tiene su sello de identidad y se lee sin esfuerzo.

“La plenitud de la señorita Brodie”, la falta de tiempo no me dejará comentarla, quizá en otro momento, pero estamos ante una tragicomedia perfecta, Muriel Spark es un ejemplo de la literatura de postguerra en su máxima plenitud. Es tan perversa en sus planteamientos y en su forma de definir los personajes que nunca puede aburrir.

“Amsterdam” de Ian McEwan, Mc Ewan no es sólo “Expiación”, una buena muestra es esta maravilla que comenté hace poco aquí.

“El cuaderno dorado” de Doris Lessing, densísima obra de la premio Nobel de literatura británica, un ejemplo perfecto de escritura postmodernista y con la que me extenderé más adelante.

“Poesía completa” de Sylvia Plath, edición bilingüe magistral de Bartleby Editores para disfrutar como se merece la poesía de la prematuramente fallecida Plath. Edición profusa en detalles y que contiene las notas de Ted Hughes que reflejan con toda su profundidad la evolución de esta escritura. Me atrevo a decir que es imprescindible por muchísimos motivos: sobre todo por la creatividad de esta poetisa confesional.

Una vez finalizados los exámenes y esperando la finalización de la licenciatura, se acerca el acontecimiento literario por excelencia en cuanto a premios se refiere: la entrega del Nobel de literatura. Se producirá en la semana del 7 al 13 de octubre, y aunque nunca ponen el día de este, los que lo seguimos ya sabemos que será el jueves 10 de octubre. Si os acordáis, fieles seguidores (jaja) ya hice un post el año pasado con las posibilidades que había. Este año, tras el triunfo de Mo Yan, los asiáticos tardarán bastante en recibir otro; por lo tanto, las posibilidades este año tiran a que se trate de una mujer, posiblemente norteamericana (ojo, canadiense o estadounidense) o de otro país, africano por ejemplo. Me voy a tirar a la piscina con esta predicción (aunque luego puedo estrellarme) y voy a aprovechar septiembre para hacer un monográfico de las más grandes escritoras actuales que podrían ganarlo.  En esta foto podéis ver la muestra de libros que intentaré que vaya apareciendo por aquí. No sé si llegaré con todas, pero lo voy a intentar.

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Aparte de este monográfico alguna otra cosa caerá, ya que este 17 de septiembre tendremos por fin a la venta la nueva novela del grandísimo (y eterno candidato al Nobel) Thomas Pynchon: “The bleeding edge”. Como podéis suponer ya la tengo reservada y será una lectura “extensa” del mes, leer a Pynchon en inglés es del estilo de Joyce por la dificultad, así os hacéis una idea aproximada. Todo un reto.

Y eso es todo, que no ha sido poco como siempre. El próximo mes será “terrorífico”, os podéis imaginar los motivos.

Efeméride: ¡1 año en la brecha!

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Según el DRAE:

“efeméride”

(De efemérides).

1. f. Acontecimiento notable que se recuerda en cualquier aniversario de él.

2. f. Conmemoración de dicho aniversario.

Las dos acepciones me sirven para presentar el primer año de andadura de este blog. No voy a esconder que, durante este tiempo, ha habido los suficientes sinsabores como para cuestionarme la necesidad de seguir poniendo posts. Pero siempre ha habido algo que me ha convencido para seguir y tampoco voy a negar que, al final, las satisfacciones superan con creces los momentos difíciles. ¡Y así y la loco, ya van 160 posts!!!

Bebamos por ello con el maestro Kraus:

Soy consciente de que no estoy entre los 100 blogs literarios más influyentes y, además, soy un total novato en estas lides (sobre todo por la experiencia que tienen otros blogs literarios…) pero aún así afronto el reto de seguir por lo menos otros dos años, tengo que acabar mi proyecto literario (enlace) por lo menos.

El futuro traerá monográficos de diferentes tipos, más ópera, otros contenidos y desde luego más libros, esos no pueden faltar. Como dije en mi post inicial:

“Los protagonistas serán los libros (desde Charles Dickens y Pynchon hasta la novela de género, haciendo especial mención a la novela negra-policíaca y de terror, dos de mis grandes aficiones)  pero no serán los únicos; la ópera, mi otra gran pasión, puede aparecer en cualquier momento, y la música clásica, y las series de televisión… “

Sí, me estoy citando a mí mismo. Demasiado solipsista. Abramos el abanico:

Y qué mejor forma de hacerlo que agradeciendo a los lectores, a los seguidores de este blog, verdaderos artífices con sus ánimos y su lectura constante de que siga más adelante.  También, como no puede ser de otra manera, a mi familia ¡que me apoyan a pesar de leer tantos libros!!! Sobre todo a mi mujer, que edita mis textos con paciencia y mucho amor, a mi madre y mi hermano.  Espero que en unos años nuestro pequeñín (con menos de un año de vida todavía) pueda echarle un vistazo al blog y disfrute con lo que hay por aquí.

Que no falte la música para terminar, un grito de esperanza para el futuro ejecutado con maestría por Franco Corelli.

!!! GRACIAS!!!

“Amsterdam” de Ian McEwan

amsterdam“La fotografía ocupaba el ancho de ocho columnas, e iba justo desde el pie de la cabecera hasta tres cuartos del largo de la página. La muda estancia contempló el sencillo vestido, la fantasía de pasarela, la atrevida pose, juguetona y tentadora, que simulaba querer evitar la mirada de la cámara, los minúsculos pechos y el taimadamente insinuado tirante del sostén, el leve arrebol del colorete de los pómulos, la caricia de lápiz labial moldeando la turgencia de los labios (y su mohín, casi un puchero), la expresión íntima, anhelante del aquel alterado aunque fácilmente reconocible rostro público.”

No pensaba hacerlo, pero cambié de opinión según iba leyendo la novela, es necesario que la gente conozca a Ian McEwan.

Cierto que McEwan vivió su gran momento de reconocimiento gracias a la película “Expiación” que, además, fue multinominada a los óscars y tenía un reparto de campanillas. La película reflejaba, con mayor o menor suerte, la novela “Atonement” y era fiel al mensaje que el escritor británico trataba de transmitir en la obra: esa posibilidad de redención de un personaje  a través de la ficción reescribiendo la vida de unos protagonistas malogrados por la supuesta ética de unos personajes que impusieron su sentido común.

Es imposible no dejar de descubrir con cada lectura nuevos matices a esta interpretación, así que os dejaré leerla y emocionaros con ella.

La obra que traigo hoy, sin embargo, es anterior a esta,; escrita en 1998, “Amsterdam”, ganadora del Booker, supone para un servidor, su madurez literaria;  según voy rememorando cada momento, más perfecta me parece en su realización.

Cinco vértices constituyen el eje de la novela: Molly Lane, seductora protagonista en la sombra, amante de cuatro personas muy diferentes y nexo de unión entre ellos desde el primer capítulo, su entierro, al que asisten todos ellos. Los amantes: Clive Linley, músico de éxito; Vernon Halliday, periodista y director del periódico “El juez”; George Lane, multimillonario marido; Julian Garmony, político conservador y aspirante a convertirse en primer ministro.

La figura de Molly Lane es dibujada a través de las vidas de sus amantes y las vivencias de estos con ella, de hecho McEwan aprovechará para cambiar de perspectiva y punto de vista narrativo, especialmente a través de los inmorales Linley y Halliday. De hecho una fotografía, la que he citado en el texto inicial, se convertirá en el hilo de argumento que los ligará de manera invisible a todos y que desencadenará una serie de dilemas éticos que se convierten en sello de identidad del autor británico.

Y no sólo se queda ahí, sino que estas relaciones personales entre ellos le servirán para pintar el estado de la nación (se trata de una “state-of-the-nation novel”); una sociedad, la inglesa, sustentada en figuras cuya amoralidad es, desde luego, más que evidente, y que rigen los destinos de los ciudadanos.  No deja de ser irónico que cada personaje se caracterice por su falta de ética y que, a pesar de ella, se dedique a juzgar al resto de los personajes por eso mismo. Qué mejor forma de retratar nuestra realidad.

Mc Ewan, a pesar de no utilizar un narrador omnisciente para tomar parte de ese juicio, nos propone un final que, a su manera, supone un castigo ante la actitud egoísta de sus protagonistas;  en un guiño paradójico a las novelas policíacas de género y que constituye un colofón más que digno a una trama milimétricamente concebida; esa maravillosa sensación de encontrarse ante una novela redonda, casi perfecta se ensancha en un halo de felicidad al recordarla en estos momentos. No dejéis de leerla, y de leer al  británico claro.

Fragmento de la traducción del inglés de Jesús Zulaika para esta edición de “Amsterdam” en Anagrama.