“Roméo et Juliette” de Charles Gounod en el Teatro Real. Gato por liebre

Publicado inicialmente en Ópera World en este enlace.

“Por motivos debidamente justificados, la soprano Irina Lungu interpretará el papel de Juliette en sustitución de Sonya Yoncheva en la representación de hoy.”

Rom-Julieta-0037Esta pequeña hoja confirmaba los peores augurios. Al día siguiente, se aclaró desde el teatro que esos “motivos debidamente justificados” eran médicos, sumados a los “motivos familiares” de Alagna, dejaron la función en las manos de Lungu y Castronovo. Lo mismo, claro. Lo extraño es que el teatro ocultara que esos “motivos familiares” no surgieron de un día para otro; parece evidente que Alagna no tenía pensado hacer esa función y el Teatro Real ocultó dicha información de una manera poco transparente para sus clientes, los que pagan las funciones. La función se convirtió en una broma de mal gusto para aquellos que pagaron oro (porque las entradas de el Real son caras, busquen cuánto cuesta ver a Kauffmann en Munich por poner un ejemplo) por ver a dos divos que se transformaron, por arte de birlibirloque, en los pobres Lungu y Castronovo. Y esto, digan lo que digan, es engañar al público, que compra dichas entradas con unas expectativas y se encuentra con algo muy distinto. Ya se dice por ahí que Alagna (si las condiciones higrométricas no lo  impiden) ha matizado sus declaraciones  y podría venir a hacer Luisa Miller el año que viene… Lo que está claro es que habrá que ir al estreno, es lo único “un poco seguro”. El resultado es que el teatro estaba a media entrada tras la ya sabida baja de Alagna y los pocos que fueron se quedarían con una sensación agridulce.

Menos mal que quien dirigía era Michel Plasson, el solo pudo mantener el buen tono de la función y el público se lo agradeció generosamente.  Su batuta estuvo muy medida en todo momento, concisa en la intimidad, intensa y pasional en los momentos de mayor densidad orquestal. Me atrevo a decir que hacía tiempo que no oía las cuerdas con una riqueza como la de este día. Desgranó la fantástica partitura de Gounod demostrando que todavía podemos pensar en los grandes directores de orquesta más allá de escenógrafos. Una labor maravillosa y emocionante que, en mi opinión, no estuvo tan bien acompañada como se merecía.

lunguCastronovo es un tenor de escasos medios, con unas dificultades en los agudos más que notorias, abusando del vibrato y con la amenaza de romperse en cualquier momento. Todavía en las voces medias, con mucha potencia, su voz sacó algún pasaje bello, incluso en su aria de referencia. El problema aún mayor fue su manejo de los “pianos”, teniendo que recurrir a un “falsete” estrangulado  bastante feo en ejecución y timbrado,; en la parte final incluso se le fue, sorprendentemente… por si alguien no tenía claro que no estaba Alagna, esto fue tan evidente que provocaba un poco de vergüenza. Irina Lungu tampoco es que estuviera muy familiarizada con el papel (tuvo que salir, como Castronovo, con la partitura en la mano, fueron los únicos) pero los medios de la rusa son bastante mejores que los del tenor. Sin tener demasiada extensión vocal  y a pesar de la oscuridad de su color (que lo acercan a una soprano más spinto que lírica) lidió su papel con soltura, pese a algunas agilidades que no corrieron como deberían. El agudo tiene volumen (se comió irremisiblemente lo que intentaba su pareja) y su voz es muy juvenil en las medias voces dibujando una Juliette inocente en algunos momentos, más dramática y temperamental en otros. No fue errónea su intención y es de agradecer su entrega. Viene a hacer La traviata el año que viene y quizá se me antoja limitada en tesitura para el primer acto pero habrá que darle el beneficio de la duda. El resto de comprimarios estuvo bastante bien en general, destacando el Stéphano de Marianne Crebassa, qué bella canción de la tórtola realizó, pizpireta y consistente vocalmente, o el Tybalt de Atxalandabaso  y el grandísimo Hermano Laurent de Tagliavini. Todos rayando a un nivel bastante alto con un punto negro difícilmente explicable, Laurent Alvaro hizo una actuación bochornosa como Capulet, peor no se puede cantar. Por último muy destacable la labor del coro, muchos pasajes de gran dificultad y con una cada vez mejor dicción francesa que para todos los que nos dedicamos a esto comprendemos su dificultad. Un hito más en su gran evolución.

En fin, menos mal que nos quedaba Plasson

“Los reconocimientos” de William Gaddis. La ambición de un maestro

losreconocimientosEl mundo se divide entre los que han leído “Los reconocimientos” y los que no. Ni más, ni menos.

Me siento orgulloso de estar entre los primeros. Haber disfrutado de una experiencia única que he definido como lectura reverencial-agotadoramente-jubilosa.

Y cada adjetivo tiene su sentido y guarda una evolución en mi caso:

“Reverencial”: nada más empezar, esa sensación de estar leyendo algo que no puedes abarcar, una obra que te deja pequeño (mucho más pequeño de lo habitual). Sí, es una primera obra, pero sorprende tanto que el norteamericano se atreviera a hacer algo tan ambicioso…, desde el principio es palpable la transformación desde la perspectiva decimonónica hasta empezar a experimentar poco a poco,  dotándolo de una evolución inconcebible en la época, y puestos a ser justos, hoy tampoco.

“Agotadora (mente)”: no voy a engañar a ningún lector, según las páginas van pasando, me sentí agotado física y (sobre todo) mentalmente; intentar quedarte con todos los detalles que utiliza Gaddis, con todas las estrategias, transformaciones de estilo, estructura,… es improductivo, apuntas y apuntas citas y luego tienes tal ristra que resulta que podrías escribir hasta doscientas páginas solo con los textos; todo esto va unido a una sensación de obra que no tiene fin, ineludible y la vez interminable.

“Jubilosa”: en la recta final, una vez pasas las dudas y te sobrepones al cansancio mencionado; de la misma manera,  te invade una gozosa sensación de felicidad que me ayudó a terminarla. Hay júbilo por terminarla, por saber que continúa en tu interior, porque habrá una relectura futura en la que la disfrutarás aún más. Sin duda. El halo de una obra maestra.

Parafraseando a William H. Gass en el prólogo, “no voy a profanar esta obra de arte intentando explicarla o analizarla”; simplemente citaré unas observaciones, ideas, cavilaciones… que puedan servir al lector futuro, acompañadas, eso sí, de algún texto del autor:

“El reverendo Gwyon hizo las maletas y viajó lentamente por la península. Vio gente y reliquias, movimiento y colapso, la acumulación del tiempo en los muros, los pórticos derruidos, mosaicos en monocroma exposición que recuperaban sus colores de vida romana cuando se les echaba encima un cubo de agua, las fachadas rotas de catedrales donde el tiempo no había pasado, sino que se había aglomerado, y que perduraban no como testigos de su destrucción, sino como custodios de su pervivencia. Al entrar en las ciudades lo perseguían los gritos de los buhoneros, hombres que compraban botellas, que vendían escobas, que gritaban como hombres afligidos por grandes dolores. Por las calles lo perseguía la desesperada esperanza de felicidad de las melodías rotas de los organillos, y se detenía a contemplar los juegos de los niños sobre el pavimento, buscando allí (como buscaba en la forma de los tejados, en el trazado de las escaleras, los pasillos, los dormitorios y las cocinas abandonados en paredes todavía en pie donde el edificio colindante se había derrumbado, o en la sombra del respaldo de una silla sobre el embaldosado repetitivo de un suelo) indicios de un modelo persistente, de una forma significativa. Visitó catedrales, la desentrañada mezquita de Córdoba, la inmensa mole de Granada, y esa frenética demostración gótica de Burgos donde hay un Cristo firmemente clavado del que una vez se dijo que estaba hecho con un pellejo humano disecado, pero que luego había pasado por cuero de búfalo, un material menos frecuente, que recordaba en su humor a la sirena compuesta de un mono y un bacalao.”

-El engañoso comienzo, anclado en la tradición realista, puede dejar a al lector con una sensación errónea; de hecho, en el texto anterior vemos una narración habitual donde el narrador omnisciente relata los viajes del reverendo Gwyon con todo lujo de detalles, comparaciones y metáforas. Toda la primera parte se puede entender como un Künstlerroman, cuyo núcleo es la figura del pintor Wyatt Gwyon, verdadero protagonista, y en la que se narra la evolución (el destino irá avanzando según pasen las páginas).  Sin embargo esa evolución del protagonista se verá acompañada de un continuo transitar hacia características postmodernistas, alejándose entonces de la narración tradicional y probando nuevas formas:

“Pueblo fundado en 1666 annus mirabilis Oh Caray Oh caramba s-Santo Cristo t- Tenemos gan labor por delante interconfesional infra supra sub tiró el tintero: conferencia en el Convento de Monjas, ilustrada, ceremonia Pagana, curas con sotana, Monjas, altar mayor, &c. Un gemido de ultratumba. Vean chica en mazmorra. Tío Sam al rescate. Público invitado. Entrada 50 $  no nos dejes caer en la tentación.”

-A pesar de lo que pueda parecer, el autor es consciente de lo que está realizando; lo podemos ver claramente en este “tumulto de pensamientos” en una fase inicial, un preludio a lo que realizará en “Jota Erre” y en “Gótico Carpintero”; estamos viendo los inicios de una narración en multiperspectiva, sin identificación de los hablantes, que llevará hasta sus últimas consecuencias en sus últimas obras; ese tumulto es su idea para reflejar el caos en el que vivimos:

“En aquella mesa alguien dijo: “Eso no me hace ningún efecto. ¿Pero no habéis notado que el cielo se está acercando?”. “Por supuesto que amo el arte, por eso estoy en París”, dijo una chica. El chico que estaba con ella dijo: “Ye man fú, eso significa en francés…”, “Putas, putas, putas”, murmuró el hombre del traje de zapa. Alguien dijo: “Tengo las manos ocupadas, ¿te importaría sacarme unas cerillas del bolsillo…? Aquí, el bolsillo de los pantalones”. Alguien dijo: “¿Te gusta esto?”. Otro dijo: “Por la mañana no quería, así que se la puse bajo el brazo mientras molía café”. Un hombre con un opaco monóculo marrón dijo “Gshzhzhzht… uh…”, y se cayó de la silla. Alguien contó el chiste de Carruthers y su caballo.”

-En las manos del escritor ese caos reinante (y que quería reflejar en sus obras) es el que gobierna nuestras vidas, muy especialmente la del artista y su relación con la obra de arte:

“Era a través de esta acumulación de caos impuesta donde luchaba ahora por moverse: más allá estaba la simplicidad, inconmensurable, residencia de la perfección, donde nada era creado, donde la originalidad no existía, porque era el origen; donde, una vez llegaba, no existían el trabajo ni el pensamiento en secuencia causal y vacilante, sino sólo la trascripción: donde el poema que conocía pero no podía escribir existía, ya formado, esperando su recuperación ene se momento en que escribirlo resultaba imposible, porque ella era el poema.”

Gaddis exige como nadie al lector, pero lo respeta, no solo quiere hacernos partícipe de su obra sino que no entendería su obra sin nuestra aportación como verdaderos creadores de la misma; la obra de arte sale de la órbita inherente al creador tradicional y cobra sentido en la esfera de cada lector; la teoría de la recepción, más cercana en su interpretación al postmodernismo actual:

“-Pero si el señor Feddle ve un ejemplar de una obra de Ibsen, si le encanta “El pato salvaje” y le gustaría haberlo escrito, si quiere ser Ibsen sólo por un momento y dedicar su obra a alguien que ha sido amable con él, ¿es eso mentir? No es tan malo como la gente que hace un trabajo por el que no siente ningún respecto. Todo el mundo tiene esa sensación cuando mira una obra de arte y está bien, esa súbita familiaridad, una especie de… reconocimiento, como si la estuvieran creando ellos mismos, como si la estuvieran creando a través de ellos mientras la miran o la escuchan, ¿y ha de ser pecado el querer haber creado belleza?”

-Si hay un eje sobre el que gira toda la obra es el de la dicotomía auténtico-falso u original-reproducible/falsificable, que nos lleva a la consiguiente creador-farsante (que identifica con mercantil), en los dos siguiente textos tenemos dos facetas referentes a estas dos posibilidades:

“No es por amor a la cosa misma por lo que trabaja un artista, sino porque a través de ella expresa su amor por algo superior, porque esa es la única forma en que el arte es realmente libre, sirviendo a algo superior a sí mismo, como nosotros, como lo somos nosotros…”

-Eleva el arte a un estatus muy superior, a una esfera en la que sólo están los propios lectores, verdaderos receptores-creadores; ¿son ellos los que tienen que “reconocer” la obra de arte? Desde luego Gaddis los consideraba así, dentro de sus diversas acepciones de la palabra que tantas veces se repite a lo largo del texto. Sentirse reconocido a través de los lectores como ideal artístico.

“-No tiene suficiente imaginación para eso. Probablemente estará escribiendo otro libro.

-Ya ha escrito cincuenta. Si tenía algo que decir es para pensar que ya lo habría dicho. ¿Por qué siguen publicándoselos?

-Porque sigue escribiéndolos. Y a un editor le cuesta más parar el negocio que mantener en funcionamiento las prensas, así que las ceban con cualquier cosa.”

Lo mercantil se identifica entonces como la creación del farsante, es identificado como no-auténtico por el autor, contrario a todo lo que rodea la creación artística con su comercialización (“No lo habrás comprado, ¿verdad? Cristo, ¿a ese precio? Quién demonios creen que va a pagar tanto por una novela. Cristo, podría habértelo dado, lo único que necesito para escribir la reseña es la nota de la solapa.”)

-Erudición. Gaddis es un erudito de lo artístico, del lenguaje y de la forma de escribir. Esta sapiencia es más que palpable en la conjunción música-texto que aparece en todo momento en cada obra suya. En esta no podían faltar, como de costumbre, referencias musicales que van más allá del aficionado y que nos llevan al diletante que fue; este último texto refleja esta simbiosis sensorial:

“A estas alturas, la música se había convertido en algo inherente a la habitación; era como si se hubiera amalgamado con el humo y los olores incongruentes en una presencia tangible, el desecho del refinado sobrenadando en el atanor, donde el alquimista esperaba con la paciencia de toda una vida, contemplando su improbable compuesto de ingredientes tan dispares en naturaleza como en proporción, mezclándose pero negándose a fundirse bajo su mano, y tan ajenos a su mano como a su propia finalidad, de modo que unos se hundían y otros salían enteramente a la superficie, todo ello como si nada hubiera cambiado desde que la mano filtraba la escoria de la Edad Media en busca de lo que todas las edades han buscado, y encontrado, al descubrir que lo que buscan se ha refinado hasta consumirse, dejando solo las cenizas de la necesidad.”

Seguramente si escribiera otro día sobre él, escribiría otras reflexiones. Posiblemente quedaría mejor incluso; lo que está claro es que nada como leer directamente a Gaddis; puede que se convierta en esa “lectura reverencial-agotadoramente-jubilosa” que comentaba al principio. ¡Pero vaya experiencia!

Los textos pertenecen a la traducción de Juan Antonio Santos de “Los reconocimientos” de William Gaddis en Sexto Piso.

“Ananda. 108 poemas Zen” de Ko Un. Cuando los análisis (y las palabras) sobran

ananda-108-poemas-zen-9788486760748En este post hablé extensamente del poeta surcoreano Ko Un; a propósito de la lectura de “Ananda. 108 poemas Zen” opto por la simplicidad. Que mis palabras no emborronen la claridad y la sapiencia de cada verso del autor oriental. Que me convierta en simple transmisor de su obra. Una obra sencillamente magistral en su minimalismo aunque sin exención de lirismo. Bastan tres reflexiones del prólogo de Jesús Ferrero para introducirse en este libro:

“Estos sutras modernos salidos de la mente diáfana y turbia de Ko Un, son también una escritura flotante y transparente, que hiere y acaricia, que hiela y quema a la vez, y que convida a disfrutar en profundidad de la vida de la mente y de la vida de la piel.” 

“[..] la buena poesía no exige que la entendamos, exige que entremos en ella como quien entra en su casa (lo más propio) y como quien entra en el mar (lo más ajeno). Así hay que entrar también en Ananda: Cada poema es un atolón que pide que nos hundamos en su laguna para ver la luz que surge del mismo fondo, y es que la llave que abre el sentido y el sinsentido de cada composición está casi siempre en el último verso, que ilumina de forma inesperada los versos anteriores y que convierte cada poema en una pequeña revelación, en un pequeño satori.” 

“Acabo de darte las claves fundamentales para adentrarte en este archipiélago de ciento ocho islas afortunadas y te juro que no necesitas más. Ya sólo me queda desearte una feliz navegación. Cuando llegues al último poema, se sentirás despojado de gravedad y pesadumbre. Los poemas de Ko Un, que sin embargo no ocultan verdad alguna, son un antídoto contra el sentimiento tétrico de la vida y el sentimiento trágico de la existencia.”

A partir de aquí sólo quedan los versos de Ko Un:

 

“Bebé”

Antes de tu nacimiento

Antes que tu padre

Antes que tu madre

 

Tu balbuceo ya estaba ahí.

 

“Sala de meditación”

Intenta sentarte

No sólo un Kalpa

Sino durante diez Kalpas,

Ninguna iluminación llegará

 

Simplemente diviértete

Con tus angustias e ilusiones

 

Entonces levántate

*Un kalpa es el número de años que tardan el Cielo y la Tierra en completar un ciclo de terminación y renacimiento, la mayor unidad de tiempo concebible.

 

“Simplemente”

Se dice que seguimos

El camino que cada uno ha tomado

Porque alguien nos dijo que lo tomemos

Se dice que el agua que fluye simplemente

por el valle

Está fluyendo

Porque alguien le dijo que lo hiciera

 

Qué pobre es la sabiduría humana

 

“Verano”

Los veranos siguen al sol

                                                Ciegos

Las campanillas se abren a la luz de la luna

                                                Ciegas

 

¡Qué locura!

Esto es todo lo que saben

Las libélulas vuelan por el día

Los escarabajos por la noche

 

“Una siesta”

El mundo reposa en el útero

Aquello fue un buen sueño

Ahora quisiera salir afuera

 

Llorar. Eso es todo.

 

¿Verdad que no hace falta nada más?

 

Los textos provienen de la traducción del coreano de Jong Kwon Tae (revisada por Isabel R. Cachera) de “Ananda. 108 poemas Zen” de Ko Un para la Editorial Casariego.

“El gran mínimo” de Gilbert K. Chesterton. Una faceta para profundizar más en el autor

El_Gran_MínimoDespués de tantos libros leídos de Chesterton, con cada nueva edición de su ingente obra siempre encuentro algo nuevo (o recuerdo lo que ya sabía) y vuelvo a disfrutar con él. Es el caso de esta antología poética bilingüe del autor inglés que nos trae Salto de página. La introducción de Miguel Salas Díaz nos ofrece en pocas líneas un resumen que serviría para cualquier obra del prolífico autor, en este caso particularizada para su obra poética. De hecho, es muy relevante el comienzo donde repasa varias de las características de sus poemas a nivel estilístico y temático:

“No es de extrañar tal éxito popular, pues la poesía de Chesterton combina elementos muy atractivos: fue un excelente versificador y, a pesar del tradicionalismo de sus formas poéticas y de su léxico –utiliza a menudo formas arcaicas-, sus imágenes son muy modernas y sugerentes. A veces su estilo es transparente –en sus poemas más tiernos, ya hable del amor humano o del divino, y también en los humorísticos o más claramente combativos- y otras su voz se adensa y se vuelve hermética, dando lugar a composiciones de sesgo más visionario, cargadas de difíciles presagios y hondas intuiciones. Sus temas –la religión, los problemas sociales, el amor, la guerra- eran los que preocupaban a la mayoría de sus contemporáneos.”

En efecto, el tratamiento de dichos temas (universales) hace que no pierda vigencia y el manejo de formas resulta muy acorde con lo tratado. Salas Díaz aprovecha esta antología para subrayar la característica esencial de la obra de Chesterton para lo bueno y para lo malo, aunque en menor medida: ser un autor de tesis:

“Si hay algo que hace especial la poesía de Chesterton, pero que a su vez limita su vuelo, es que en todo lo que escribió a lo largo de su vida fue un autor de tesis. Sus ensayos, sus novelas, su teatro y su poesía –incluso los relatos detectivescos del padre Brown- pretenden demostrar algo, transportar una idea de carácter moral hasta el corazón del lector, y a veces esto los lastra en exceso.”

Su explicación de la “teoría del gran mínimo” es inspiradora y esclarecedora para el lector habitual del orondo escritor:

“¿Y cuál es esa tesis que Chesterton defendió en toda su obra, y también, si hemos de hacer caso a los testimonios de los que le conocieron bien, con su ejemplo diario a lo largo de toda su vida? Él mismo la denominó la “teoría del gran mínimo” –uno de los poemas recogidos en esta antología se titula así-. Surgió de una intensa crisis vital –después de unos años ensimismado, apático, dedicado sin entusiasmo y sin éxito a los estudios de bellas artes, durante su primera juventud- convencido de que el pesimismo reinante –fruto del relativismo moral propio de la época, del venenoso industrialismo contra el que se rebeló con tanta virulencia en sus posteriores artículos, del materialismo cientificista- era el ácido que corroía el alma del de sus contemporáneos. El hombre debe, en su opinión, ejercitarse en la contemplación de las maravillas de la existencia y en el sentimiento de gratitud que inevitablemente deriva de ellas. La gloria de lo minúsculo –la convicción de que hasta lo más pequeño es un regalo lleno de infinitas posibilidades- es la base en la que se funda la cosmovisión chestertoniana.”

Miguel de Salas, en un arranque de sinceridad  que comparto, precisamente, establece que no parece que la poesía sea la mejor forma de conocer la obra de Chesterton; estos poemas se convertirían en una manera imprescindible de conocer otras facetas del autor que complementan su obra; es mejor, por tanto, recomendarlo a conocedores de su obra que a neófitos:

“Es cierto que jamás recomendaría la poesía de Chesterton a quien no lo conozca ya como novelista o ensayista, pero no lo es menos que quien no haya leído sus poemas no puede tener una visión completa de su obra. Están en ellos todos los grandes temas de su prosa, pero expresados en un personalísimo lenguaje poético que los convierte en algo completamente nuevo. Para elaborar esta antología hemos seguido la primera edición de sus Collected Poems, publicada cuando Chesterton aún estaba vivo. No recoge todos sus poemas, pero sí todos aquellos que él consideró esenciales y quiso que se incluyeran –que son la gran mayoría-, y sigue también el orden en el que decidió disponerlos: de los más modernos a los más antiguos.”

Su original forma de hacer la antología va a la contra de lo habitual, pasamos de los más elaborados a los más sencillos; lo que perdemos en evolución, lo ganamos en frescura y lozanía de los primeros poemas, más cortos por otra parte. La “teoría del gran mínimo” que comentaba el prologuista y traductor es más que patente en sus últimos poemas, en las siguientes dos muestras se puede observar:

“A second childhood”

 “[…]

A thrill of thunder in my hair:

Though blackening clouds no be plain,

Still I am stung and startled

By the first drop of the rain:

Romance and pride and passion pass

And these are what remain.”

 

“To M.E.W.”

“[…]

In the calm of the last white winter, when all the past is ours,

Old tears are frozen as jewels, old storms frosted as flowers.

Dear Lady, may we meet again, stand up again, we four,

Beneath the burden of the years, and praise the earth once more.”

En ambos ejemplos podemos apreciar ese énfasis chestertoniano por encontrar el más pequeño detalle para justificar tu propio sentido en la vida; dar gracias por el más mínimo detalle creado (“and praise the earth once more”, y alabad lo creado (la tierra que pisamos) una vez más”. )

Su poesía más elaborada posiblemente sea “Lepanto” donde hace un repaso histórico-poético a la batalla, aquí es más palpable el uso tradicional del lenguaje y los arcaicismos léxicos, aunque no falten las rimas, en muchos casos consonantes, y otros recursos como aliteraciones o encabalgamientos, el resultado es excelente, no faltan ni Cervantes ni Don Juan de Austria:

“[…]

Cervantes on his galley sets the sword back in the sheath

 (Don John of Austria rides homeward with a wreath)

And he sees across a weary land a straggling road in Spain,

Up which a lean and foolish knight forever rides in vain,

And he smiles, but not as Sultans smile, and settles back

                [the blade…

(But Don John of Austria rides home from the Crusade.)”

Redundando en la teoría anteriormente mencionada, el poema homónimo “The great mínimum” es un compendio de la tesis del autor:

“[…]

Lo, blessed are our ears for they have heard;

Yea, blessed are our eyes for they have seen:

Let the thunder break on man and beast and bird

And the lightning. It is something to have been.”

No me gustaría terminar este pequeño post sin poner un poema de su primera etapa,  en este “At night” vemos varios de los temas ya mencionados anteriormente y funcionan maravillosamente a pesar de su pequeña extensión, la brevedad en este caso alienta la belleza:

“How many million stars there be,

That only God hath numbered;

But this one only chosen for me

In time before her face was fled.

Shall not one mortal man alive

Hold up his head?” 

Por si fuera poco, esta antología se complementa con un ensayo “On bad poetry” (Sobre la mala poesía) que sirve como perfecto colofón, utiliza referencias eruditas a los grandes poetas de los de la antigüedad a los clásicos y lo lleva a su terreno, la última frase vuelve a tratar sobre la teoría de la que he hablado extensamente:

“And he (Carlyle) did whitewash Cromwell and Frederick, as nobody whitewashed Achilles. Shakespeare and Shelley were better than Cromwell and Frederick; but they also were men and not statues. Even their bad poetry may be productive of good philosophy.”

Selección, traducción y prólogo de Miguel Salas Díaz para esta edición de “El gran mínimo” de G. K. Chesterton en Salto de Página.

“Matemos al tío” de Rohan O’Grady. Más allá de lo gótico.

MatemosTíoRohan O’Grady  es el seudónimo de la novelista canadiense June Skinner. De vocación literaria tardía, no empezó a escribir hasta casi cumplir cuarenta años, pero entre 1961 y 1970 publicaría cuatro novelas, entre las que destaca con luz propia “Matemos al tío” (1963) (incluso fue llevada al cine en 1966 por el director William Castle). Aunque se tiende a clasificar esta obra como gótica, la mezcla de géneros que destila esta rareza hace que sea bastante difícil limitarse a uno en concreto. De hecho, a pesar de lo gótico no dejaría de incluirlo en la novela policíaca o negra igualmente.

Independientemente de estas formalidades, uno puede encontrar dicotomías de todo tipo en cada página: perversidad-inocencia, realismo-onirismo, etc.; es tan infrecuente, sorprendente y encantadora que  es difícil resistirse a la historia que nos cuenta.

Dos niños son los protagonistas, Christie y Barnaby  Gaunt, niños, que, aparentemente, siguen las normas tópicas establecidas en cuanto a niños traviesos; sin embargo, una vez llegan a la Isla para tener sus vacaciones, la autora se desmarca y va introduciendo poco a poco elementos que llaman la atención sobre una situación no tan típica; por ejemplo, cuando el sargento Coulter conoce a Barnaby:

“El sargento Coulter sonrió al recordar la admiración en los ojos del chico. Todos los niños querían ser Montados.

Pero la sonrisa se desvaneció casi al instante. A aquel niño le pasaba algo grave, estaba seguro. No era solo que estuviera asustado. Parecía casi demente, y esa expresión en su rostro cuando preguntó por su tío…

¿De qué se trataba? ¿Dónde lo había visto antes? Su mente de avezado sabueso le daba vueltas y más vueltas. Entonces todo encajó y se acordó. Era la misma mirada que exhibe el prisionero recién librado de la horca.”

El tercer protagonista, aunque parezca mentira es Una Oreja, un puma al que los niños conocerán y que será parte esencial de su historia. O’Grady no duda en añadir su propio hilo de pensamiento, un punto de vista que le sirve para resaltar la crueldad inherente en el ser humano:

“Dondequiera que fuese, lo perseguirían. Colocó su gran cabeza sobre las patas extendidas y parpadeó cansinamente. Tenía una vieja cicatriz, del tamaño del puño de un hombre, justo encima de la articulación de su enorme hombro. Los humanos. ¡Ellos le habían hecho eso! Junto con los perros, los humanos eran lo que más odiaba en el mundo. Profundamente corrompidos, ¡todos ellos! ¿Perseguían los pumas a los hombres con armas y perros? ¿Acorralarían cuarenta pumas a un hombre, lo herirían, y lo despedazarían si tuvieran oportunidad de hacerlo?”

La relación entre los dos niños es simplemente genial, sus diálogos destilan todo tipo de detalles y son utilizados por la escritora para desarrollar poco a poco el problema con el tío de Barnaby,  partiendo de un hecho común pero le da la vuelta para mostrarnos el grado de perversidad del tío:

“-Me pega.

-Vaya, no me digas –se burló Christie-. A muchos niños les dan azotes. Mi madre me da bien fuerte si no me porto bien.

-¡No lo entiendes! ¡Solo me azota si me porto bien! Si soy malo me hace regalos. Está loco y nadie lo sabe excepto yo. Es la verdad, Christie, solo me pega si soy bueno.

Hizo una pausa y añadió con tristeza:

-No me pega muy a menudo.”

En otro de esos diálogos memorables nos muestra una faceta más, pero está unida a los niños que se comportan con una frialdad que va más allá de su inocencia; el tío es tal amenaza que solo existe una solución a dicho problema:

“Christie se quedó pensativa, entornó los ojos y apretó los labios en una fina línea.

-Bueno –dijo finalmente-, para empezar, deja de comportarte como un bebé. Si es tan malo como dices, y que conste, Barnaby Gaunt, que no estoy diciendo que me crea todo lo que dices porque siempre lo exageras todo, pero si es tan malo, solo nos queda una opción.

-¿Y cuál es? ¿Qué vamos a hacer, Christie? ¡Haré lo que sea!

-Tendremos que asesinarlo a él primero –dijo Christie.”

Con toda esta puesta en escena basada en el punto de vista de los niños solo falta que haga su aparición el villano; su aparición engaña al resto de adultos, pero no así a los niños:

“Barnaby levantó la mirada hacia el rostro de su tío, pero se detuvo a la altura de la boca, que parecía una cuchilla. No se atrevía a mirar los ojos que había tras las gafas oscuras.

Tío tenía ojos de demente.

Tío, por supuesto, lo sabía, y por eso siempre llevaba gafas oscuras.

Mientras se alejaba, Barnaby inhaló y exhaló profunda, lentamente. Tío no había cambiado en absoluto.”

En todo este cóctel maravilloso solo falta algo: lo sobrenatural, o, al menos la apariencia de ello; y curiosamente toma como referencia al sargento Coulter, que servirá para ligar toda la historia a la posible existencia de fenómenos mágicos; esto cargará al cuento de un onirismo que nos lleva a lo gótico de manera indefectible:

“Los borrachos, asesinos, falsificados o estafadores no lo perturbaban lo más mínimo, pero era pensar en ellos y se le ponía la carne de gallina.

Uno casi llegaba a creer en las leyendas sobre la luna llena, los aquelarres de las brujas, las misas negras y las balas de plata para los corazones de los hombres lobo. Los crímenes que habían cometido algunos eran casi inconcebibles, y aun así no se los podía juzgar. Encarcelados a disposición de Su Majestad. Todo aquello tenía una apariencia ligeramente medieval.”

A partir de ahí todo se desencadenará, un juego macabro de los niños (y el puma) con el tío; un juego en el que tiene que haber víctimas por lo extremo de la situación; el final, cargado de tensión, es inimaginable y crudísimo en su conclusión; el tío recuerda por su aire mítico y por su oscuridad al inolvidable protagonista de “La noche del cazador”. Hay tantos detalles cargados de protervia y sangre fría que hacen que, desde luego, sea una novela para adultos por su maldad. A veces nada es lo que parece y las situaciones extremas llevan a decisiones extremas que quizá no esperábamos.

Impresionante, no he puesto ningún texto del final, cada lector debe descubrirlo por sí mismo.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Raquel Vicedo de “Matemos al tío” de Rohan O’Grady en la edición de Impedimenta.

“Death in Venice” de Benjamin Britten en el Teatro Real. Simbiosis perfecta

Publicado inicialmente en Ópera World en este enlace.

El quejarse de los montajes escénicos es una mala costumbre adquirida, dado que habitualmente la música y el texto difieren entre sí o no tienen nada que ver entre sí.

death1

Afortunadamente, tenemos logros como el de Willy Decker y Wolfgang Gussmann; un montaje atemporal que no pierde su vigencia en ningún momento, sobre todo porque funciona a modo de simbiosis perfecta de música y letra, y todo ello sin tener que recurrir a montajes anacrónicos (como habría sido una típica decoración con Venecia de fondo). Funciona porque han entendido a la perfección el sentido de la obra de Britten, su testamento musical y, sobre todo vital y la escena no solo es acorde sino que refuerza lo que estamos escuchando: la subyugante música de un compositor inigualable. “Death in Venice” transcurre prácticamente como un monólogo interior en el que el protagonista, Gustav von Aschenbach, el propio Britten ni más ni menos; transcurre como un Künstlerroman literario,cuyo núcleo es la figura del artista y en la que se narra la evolución y el destino de este. El escritor descubrirá la belleza a través de los sentidos, una belleza física;  se trata como dice Willy Decker: no de una “meditación, aparece la vivencia directa y sensual, la voluntad vital de la belleza.” En su epifanía descubrirá que este anhelo por la belleza estaba siempre presente en él, pero necesita despojarse de todo lo que era para vivir esa devoción total por esa belleza personificada real y oníricamente por Tadzio, el joven polaco, uno de los personajes mudos que tan significativamente intercala Britten en la ópera. El montaje realza esta situación, el flujo de conciencia se desarrolla mediante escenas minimalistas que transcurren a la perfección, las transiciones son sutiles; se alternan coros y ballet y las entradas de una sombra que simboliza su destino final; cada escena está tan bien planeada reforzando no sólo el texto sino la fabulosa música del británico, tan rica en texturas,  desplazándose de números minimalistas hasta otros de gran densidad orquestal: en conclusión, la vivencia de una simbiosis perfecta.

death2

Alejo Pérez vuelve a demostrar una vez más que en sus lecturas de los autores del siglo XX y contemporáneas está mucho más cómodo que en lecturas más clásicas. Preciso en la interpretación e intentando sacar las infinitas posibilidades que le ofrece Britten aunque se queda un poco a medio camino, con buenos momentos puntuales sobre todo en la recta final, quizá su lectura adolece de algo más pasional aunque esté bien interpretada; la orquesta respondió en general bien a pesar de algún momento puntual dubitativo, especialmente reseñable es el trabajo de la percusión, que no denotó dichas dudas. En conclusión, más de “La conquista de México” que de su “Don Giovanni” lo cual agradecemos enormemente.

Es inevitable, al hablar de las óperas de Britten, pensar en Peter Pears, su actor fetiche y al que estaba unido sentimentalmente, para el que escribió particularmente estos papeles; John Daszak conformó un Gustav von Aschenbach muy cercano en la vocalidad e incluso el timbre al del británico: una voz de poca extensión pero que encarnaba a la perfección ese canto declamado que le hace característico al tenor “britteniano”; teniendo en cuenta que prácticamente no abandona la escena en ningún momento, Daszak dibujo a la perfección su papel en cuanto a la intencionalidad y evolución psicológica, mostrando trazas de gran belleza por cuanto se acercaba pasionalmente a ese momento de descubrimiento de la belleza que mencioné con anterioridad. Una interpretación muy inteligente, con buena línea de canto además de no olvidar los momentos más sensoriales. Contrariamente a esto, Leigh Melrose abusó, a veces sin medida, de lo histriónico que le ofrecía su múltiple cometido en todos los papeles que iban sucediéndose. Tampoco es que su voz ofreciese algo mejor, estentórea, destemplada, demasiado abierta, rozando en ciertos momentos la  desafinación sobre todo en notas bajas.

death3

La voz de Apolo del contratenor Anthony Roth Constanzo cumplió en tesitura aunque no ofreciese nada especial, correcta sin alardes. Lo mismo podemos decir de Duncan Rock en su doble cometido, aunque su voz es más adecuada para el papel; fantástica la expresividad en todo momento de Tomasz  Borczyk en el papel del mudo Tadzio, su interpretación artística (en su papel y como ballet) fue excelente y acompañó en todo momento al protagonista con muchos matices y una espléndida sensibilidad;  muy bien todos los comprimarios que aparecían en interpretación conjunta, entre ellos destacando varios cantantes españoles como Itxaro Mentxaka, Nuria García Arrés , Ruth Iniesta, Antonio Lozano y Damián del Castillo; el contraste con Melrose fue evidente ya que actuaron sin tantos excesos pero sin dejar de caracterizar adecuadamente sus papeles, especialmente las intérpretes femeninas estuvieron bastante bien en sus intervenciones. El coro, en su línea, muy bien en lo vocal, especialmente los hombres,  aunque momentos puntuales quedaron emborronados por la dicción inglesa que se podría trabajar un poco más en aras de la claridad.

Noche fabulosa, de esas donde la buena música se une indefectiblemente a lo que estás viendo; una noche, en definitiva, para disfrutar de un gran espectáculo.

Las fotos pertenecen a Javier del Real

“Hipérbole y media” de Allie Brosh. Tragicomedia (aparentemente) inocente

Allie Brosh decidió un buen día llevar a cabo la ”pésima”  idea de “escribir y dibujar cosas y colgarlas en Internet”; el resultado fue la creación de un blog extremadamente original y divertido que se hizo muy famoso, el nombre del blog era “Hipérbole y media”; en el 2013, en vista del éxito del blog decidió pasar varios de sus posts a libro con el maravilloso subtítulo: “situaciones desafortunadas, maneras equivocadas de solucionar problemas, caos y otras cosas que pasan”.

No pocas virtudes tiene el libro (y el blog) que explican el fenómeno; en primer lugar la elección del dibujo:

hiperbole

Las ilustraciones son sencillas, para nada requieren una elaboración muy grande; en pocos trazos y con un uso más bien limitado de colores transmiten una inocencia y una simplicidad que, a veces no tienen nada que ver con el texto que está mencionando.

Es fundamental el uso del humor del que hace gala, en dos vertientes, primero el que surge de la observación; Brosh en el siguiente párrafo refleja a la perfección lo que siente un niño cuando le niegan tomarse un pastel e intenta buscar la forma de comérselo por encima de cualquier prohibición:

“Me lo comí entero. Recuero que en un momento dado fui dolosamente consciente de la opresiva saturación que crecía en mi interior, pero seguí comiendo por una mezcla de tozudez y rencor. Nadie podía decirme que no me comiera el pastel entero –ni mamá, ni Santa Claus, ni Dios-, nadie. Era mi pastel y todos se podrían ir a la mierda.”

La otra vertiente es más relativa al humor absurdo, muchas veces aplicado a los consejos que da a los animales, muy en particular a los perros, a los que atribuye cualidades humanas; el siguiente caso con un perro apretando varias veces un juguete se ajusta a este patrón:

Hiperbolemedia“Apretar el juguete que pita durante tres horas seguidas mientras estás tirada en el suelo ni siquiera es técnicamente un juego, pero vosotras creéis que sí y por eso ya no podéis tener juguetes que hagan ruido.

La lección importante a extraer de este tema es que se debe practicar la moderación en todo lo que hagáis, incluso mordisquear los juguetes que al apretarlos pitan. Si sentís impulso de hacer algo muchas veces, hacedlo solo una décima parte de las veces que tenéis ganas de hacerlo.”

No se acaban aquí las excelencias de la autora, falta aquello por lo que se diferenció: el tratamiento psicológico que hizo de diferentes asuntos, por ejemplo la depresión. Su tratamiento racionalizado, mezclado con humor y la combinación con los dibujos aparentemente inocentes eran un cóctel explosivo que convertía la obra en una tierna tragicomedia ciertamente deliciosa; solo hay que ver su descripción de la depresión para rendirse ante el novedoso tratamiento empleado:

“Es muy frustrante sentirse triste sin motivo. La tristeza puede ser casi placenteramente indulgente cuando está justificada. Puedes escuchar canciones tristes e imaginar que eres el protagonista de alguna película dramática. Puedes mirar por la ventana mientras lloras y pensar: “Es todo tan triste. No puedo creer lo triste que es mi situación. Apuesto a que una recreación de mi tristeza haría que todo el público del cine acabara bañado en lágrimas.”

Pero mi tristeza carecía de propósito. Escuchar música triste e imaginarme como la protagonista de un drama me hacía sentir extraña porque no acababa de hacerme a la idea de una película en la que la protagonista está triste sin motivo.”

Incluso para ir describiendo la evolución de la depresión:

“Al principio intentaba explicarles que ya no era negatividad ni tristeza, sino más bien una niebla distante y sin sentido en la que no sientes nada por nada –ni siquiera por las cosas que amas, ni por las divertidas- y te sientes aburrida y sola de un modo horrible, pero puesto que has perdido tu habilidad para conectar con todas las cosas que habitualmente te harían sentir menos aburrida y sola, estás atrapada en el vacío aburrido, solitario y sin sentido sin nada que te distraiga de lo aburrido, solitario y sin sentido que es.” 

¡Y cómo no es tan fácil salir de ella!, es capaz de extrapolarlo a sus períodos felices de juventud y refleja su incapacidad ante esta situación:

“Pero de mayor se volvió cada vez más difícil acceder a aquel gran espacio de mi imaginación que hacía que mis juguetes fueran divertidos. Recuerdo haberlos mirado y haberme sentido frustrada y confundida porque las cosas ya no fueran como antes.”

La memoria, el recuerdo, no sirve en esta situación como refugio ni para recuperarse de la sensación depresiva. La descripción de todo el proceso depresivo es cristalina, con prosa sencilla pero demoledora en lo que cuenta.

En el capítulo dedicado a sus “Pensamientos y sentimientos” tenemos nuevos alardes de su creatividad, en este caso para definir sus reglas inconscientes:

“Tengo una serie de reglas inconscientes sobre cómo debería funcionar la realidad. No las desarrollé a propósito, y la mayoría de ellas no tienen sentido –lo que resulta preocupante, sobre todo si se tiene en cuenta que su objetivo es gobernar el comportamiento de la realidad-, pero existen y juegan un papel importante a la hora de determinar cómo reacciono ante las cosas que me pasan. Tan importante, de hecho, que la mayoría de mis sentimientos son una reacción al hecho de que la realidad no se ajuste a mi arbitraria lista de reglas.”

Lo que la lleva a reflejar a continuación su necesidad de sorprenderse ante lo que le ofrece la vida. Sí podemos hablar  de sinceridad a la hora de escribir, una sinceridad que te deforma y que reconoces más palpable en tu propia vida. Es esta empatización con el lector otra de las razones para su triunfo: sabe expresar inigualablemente lo que nos ha sucedido alguna vez y lo compensa con su dibujo de estética “naif”:

“Parece que paso mucho tiempo sintiéndome vagamente decepcionada por cosas que no son decepcionantes. Sin embargo, parecen decepcionantes porque siempre quiero que las cosas me impresionen o sorprendan. Me produce placer encontrar cosas excepcionales de forma inesperada. Incluso si la cosa en sí no me gusta, me sigue produciendo un subidón descubrir que algo es malo de verdad. Si estuviera herida y desangrándome, pero la cantidad de sangre fuera sorprendente, me sentiría casi animada al verla. Me gusta tanto que las cosas me impresionen que busco esa sensación activamente.”

Creo, sinceramente, que está tragicomedia aderezada con dibujos no puede dejar a nadie indiferente; te hace reír, te hace sufrir y, sobre todo, te ayuda a vivir. No hay que perdérselo.

“Al pensar en hacer buenas obras te sientes casi como si las hicieras. Disfruto de todas las buenas sensaciones sin ninguno de los inconvenientes. Es repugnante lo orgullosa que estoy de mí misma por cosas que nunca he hecho.”

¡Genial! ¿O no?

Los textos provienen de la traducción de la traducción del inglés de Joan Eloi Roca de  “Hipérbole y media” de Allie Brosh para Principal de los Libros.

Resumen Noviembre 2014. Compromisos para el siguiente mes

Es indudable que Gaddis y sus “Reconocimientos” han causado un alud en mis lecturas mensuales, he tenido que dedicarle mucho tiempo (tiempo muy valioso porque la obra lo merece) y esto ha lastrado el resto de lecturas posibles; a pesar de todo estoy bastante orgulloso de comprobar que he logrado leer nada más y nada menos que dieciséis libros, que paso a comentar brevemente, de varios de ellos tenéis la reseña anexada:

“Valle-Inclán y el insólito caso del hombre con rayos X en los ojos” de varios autores, no pude empezar mejor con una de estas pequeñas joyitas que saca La Felguera. No falta nada, Houdini, Valle-Inclán, fenómenos extraños y muy buen hacer.

“Carta de Lord Chandos” de Hugo Von Hofmannsthal, me recomendaron leerlo mientras escuchaba a Messiaen y similares y, en efecto, funciona a la maravilla, un maridaje excelso y enriquecedor. Me falta otra lectura por llegar de este estilo.

“¿Por qué manda Occidente… por ahora?” de Ian Morris, un pequeño dinosaurio lleno de buen hacer y muchas páginas, una premisa fabulosa, un buen desarrollo y un final un poco a destiempo, una grandísima lectura.

“Las mejores 50 arias de Verdi” de Arturo Reverter, estamos ante un libro imprescindible para todo buen aficionado a la ópera, y más particularmente a Verdi.

“La tumba” de Jim Butcher, el tercer volumen de la saga del inspector de lo paranormal da lo de costumbre y suele funcionar bastante bien, es una mezcla que a mí particularmente me encanta, lo sobrenatural y lo noir.

“Sobre la crítica literaria” de Marcel Reich-Ranicki, un clásico de la crítica alemana, una obra capital para entender el papel de la crítica ayer y hoy en día.

“Mataré a vuestros muertos” de Daniel Ausente, Daniel sabe exactamente lo que hay que hacer para crear una novela pulp hoy en día. ¡Cuánta diversión!

“El futuro del alma” de Eva Illouz, dos discursos de la marroquí que me sirven para descubrirla y comprobar nuevas posibilidades críticas. Más centradas en Estudios Culturales.

“La escuela nocturna” de Noel Ceballos, Noel deja un rato el blog y se dedica crear una conspiración en el Madrid de principios del siglo XX. Buen pulp.

“Una bala para Dios y otra para el Diablo” de Guillermo Zapata, una historia que podría haber firmado perfectamente Joss Whedon para su Buffy.

“La glándula de Ícaro” de Anna Starobinets, nueva remesa de relatos de la rusa que vuelve a la senda de la magnífica “Una edad difícil”, ciencia ficción y terror, mezclados con todas las obsesiones habituales de la escritora. Una recopilación fantástica.

“El caballero” de Jim Butcher, la cuarta entrega se acerca al ideal del trabajo, evolución de los personajes, un aprovechamiento de cada una de las subtramas, la aparición del mundo de las hadas y acción a raudales. De lo mejor de la serie.

“Máscaras de muerte” de Jim Butcher, cierta relajación pero manteniendo el entretenimiento habitual.

“Clases de baile para mayores” de Bohumil Hrabal, pequeña delicia que nos trae Nórdica para que conozcamos al escritor checo. Funciona muy bien casi desde cualquier perspectiva: estilo, fondo y humor.

“Antología de relatos japoneses. Tres maestros de la literatura” de Varios autores, recopilación de relatos de Ryūnosuke Akutagawa, Kenji Miyazawa y Osamu Dazai, tres clásicos japoneses con diferentes temáticas aunque la perspectiva fantástica está muy presente. Me encanta todas estas cositas que saca esta editorial.

“Lobezno Origen” de Paul Jenkins y Andy Kubert, relectura que vuelve a demostrar que, si quitamos el dibujo de Kubert y ese entintado… nos queda una historia más bien floja, a pesar de alguna sorpresa interesante.

No puede faltar la foto de compras de la última vez que fui a ver a mi insigne librero.

ÚltimasNovedades1

Y este mes voy a intentar algo distinto, es una prueba piloto para ver si podré realizarlo el año que viene en el que ya tengo claro que quiero centrarme más en mi proyecto literario y en novela negra/terror. Voy a poner una foto tentativa de los libros que pretendo leerme el siguiente mes. Me vais a poder regañar si no lo cumplo, aunque es cierto que se puede romper por mil motivos. De hecho este mes… la extensión del Gaddis ha causado un retraso que será difícil de cumplir, veremos si es posible.

Aleer1

¿Qué os parece la tentativa? ¿Me he pasado? ¿Os gusta la selección? Creo que me ha salido bastante equilibrada. Ya aviso que me estoy retrasando un poco para empezar el mes…. 😉

“Sobre la crítica literaria” de Marcel Reich-Ranicki. Crítica de ayer, crítica de hoy

elm_reich_cubdilve_a6913fa30a5b824197b37e49adeeb953Pequeños libros, en ocasiones, pueden encerrar grandes tesoros. Tal es el caso de “Sobre la crítica literaria”, el ensayo del crítico polaco Marcel Reich-Ranicki (1920- 2013) que se acaba de publicar recogiendo sus reflexiones sobre la crítica literaria alemana; para los que no le conozcan, en una de las solapas del libro editado por Elba aclara su figura: “destacado crítico literario y escritor de origen judeo-polaco y superviviente del gueto de Varsovia, era conocido como “el Papa de la literatura alemana”. Fue durante varios años director de las páginas literarias del diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, aunque su mayor influencia la logró desde el programa de televisión El cuarteto literario, con el que contribuyó a impulsar el éxito internacional de escritores como Javier Marías o Cees Nooteboom.

Los juicios de Reich-Ranicki eran temidos por editores y escritores, y cuando se trataba de escritores consagrados, como Günter Grass o Martin Walwe, solían desatar grandes polémicas.”

En cuanto al contenido que podemos encontrar, los propios editores nos lo indican en una nota:

“El presente ensayo fue escrito en 1970 como introducción a una antología de críticas de Marcel Reich-Ranicki titulada Latuer Verrisse (algo así como Críticas demoledoras y nada más). Dicho libro reunía reseñas y ensayos acerca de Günter Eich, Hans Magnus Enzensberger, Günter Grass, Peter Härtling, Günter Kunert, Anna Seghers, Martin Walser y Peter Weiss, entre otros autores. […] Únicamente se han suprimido los dos primeros párrafos, que concernían a la selección y al objeto del volumen Lauter Verrisse.”

Este ensayo viene complementado por otro pequeño ensayo que relaciona “Crítica y negatividad” al respecto de la labor de Reich-Ranicki a cargo de Ignacio Echeverría que, siendo interesante, no me voy a detener en él. Bastante podemos desgranar del primero; llama a la relectura con locura, sobre todo para aquellos que, como yo, nos hemos introducido humildemente en dichas sendas.

En los primeros apartados Reich-Ranicki se centra especialmente en las particularidades de la crítica alemana; relacionándola con el contexto histórico: la unificación alemana ahonda en la visión ciertamente negativa que se le otorga a los críticos literarios:

“[…] dicha hostilidad fue aún en aumento porque “el trauma de la unidad y la unificación alemanas […] advierte debilidad en aquella pluralidad que conduce a la formación de la voluntad democrática. Quien critica viola el tabú de la unidad, que tiende a la organización totalitaria. El crítico se divide y se convierte, en la retórica totalitaria, en un disidente.”

Más específica aún es la semántica asociada a la palabra ‘criticar’ en Alemania; es imposible que, en este caso, se acerque al significado mucho más extendido (y a veces constructivo) que pueda tener dicho término:

“Porque, al contrario de lo que ocurre en las principales lenguas europeas, en alemán la palabra criticar no significa por lo común ‘discernir, examinar, analizar evaluar o dictaminar’, sino que tiene un sentido exclusivamente peyorativo o, cuando menos, un tono inequívocamente despectivo. Se confunde “evaluar” con “devaluar”, y “emitir un juicio”, con “dictar una condena.”

De ahí que críticos como Lessing (y el propio Reich-Ranicki) hayan tenido que hacer apología de dicha labor desde tiempos bien lejanos; un reconocimiento mucho más difícil en un país como el germano:

“Es razonable que Lessing se viera obligado a hacer un firme alegato en favor de la crítica como institución, a defenderla y a luchar por su reconocimiento. Más curioso y digno de atención, no obstante, parece la circunstancia de que, al cabo de los siglos, también en este sentido su figura siga siendo ejemplar: y es que la historia de la crítica literaria alemana es la historia de la lucha por su reconocimiento.”

A partir de entonces, aunque las conclusiones las aplique a su contexto, ciertamente podemos extenderlas a nuestra situación, claro que con una diferencia primordial, la crítica y la labor crítica, en general, han sido mucho más tenidas en cuenta en aquel país que en el nuestro y no debemos perder dicha perspectiva;  el polaco no duda en transitar uno de los lugares comunes de la crítica, “languidece y se consume”; posiblemente ahora lo vería incluso peor, pero no debemos olvidar que este discurso se lleva repitiendo desde siempre:

“La crítica literaria alemana es mala. Atraviesa por una grave crisis, languidece y se consume lentamente. Su estado deplorable es manifiesto; su declive, aterrador; su nivel, tan bajo que resulta ya imposible de disimular. Eso es al menos lo que se dice hoy. Pero ¿sólo hoy?”

Lo bueno de partir de este lugar común es que luego da las causas que originan esa percepción negativa. Una de estas causas viene parafraseada por el polaco de la tesis de Georg Lukács:

“Georg Lukács, el cual, después de un montón de consideraciones complicadas y eruditas, desconcierta a los lectores de su tratado sobre “El escritor y la crítica” con una tesis tan simple como iluminadora, a saber: “En general, para el escritor una “buena” crítica es aquella que lo elogia a él o censura a sus rivales; una “mala” crítica, la que le reprocha algo a él o favorece a sus rivales.”

Esto es tan real como la vida misma y lo he vivido en mis carnes…. sobre todo cuando hago una crítica negativa; afortunadamente, Reich-Ranicki toca todos los palos y descarga responsabilidad al referirse a la posible subjetividad que pueda tener el crítico:

“Puesto que “no existe ninguna ciencia que enseñe a juzgar de manera puramente objetiva y universal”, la crítica, de acuerdo con su esencia, está necesariamente obligada a ser individual y a contener siempre un elemento subjetivo.”

Es inevitable que existan elementos subjetivos, que los haya no restan validez a dicha crítica; si es negativo sin embargo que una crítica resulte oscura, deliberadamente complicada o no entendible; este alegato por el análisis y la claridad es todo un manifiesto sobre cómo hacer crítica literaria, sobre todo si le sumamos otra idea que usa a continuación:

“Pero allí donde se prefiere el crepúsculo y lo misterioso a la claridad y la templanza, allí donde se confía más en el conjuro que en el análisis, allí donde se aprecia sobre todo a los pensadores cuando escriben poesía, y a los poetas cuando no piensan, allí donde, por otra parte, existe una obstinada debilidad por los abstruso y lo confuso, por cuando es profundo o, mejor dicho, por cuanto parece profundo, es evidente que no puede haber lugar para la crítica, allí la crítica no puede por menos de parecer algo molesto e indecente.”

Esta segunda idea que, junto a lo anterior, suponen mi ideal de crítico, tiene que ver con el carácter pedagógico:

“Y de la socorrida comparación del crítico con un pedante que se dedica a dar lecciones –lo cual, ya puestos, no es lo peor que puede ocurrirle a un crítico-, sólo se libran, por lo que veo, aquellos que prefieren evitar la valoración o bien, por el contrario, cifrar de tal modo los juicios de valor que el desciframiento en sí entraña ya un arte específico. Anotemos de pasada que toda crítica, abierta o camuflada, alberga también por supuesto una intención pedagógica. Forma parte del oficio desde tiempos inmemoriales.”

Sorprende mucho esto si tenemos en cuenta que el escritor fue bien conocido por sus juicios ciertamente demoledores, incluso en el caso de los consagrados; no exime de error a un crítico, más bien defiende el derecho a equivocarse, poniéndolo por encima de una de las peores plagas de la labor crítica: el elogio entre escritores realizando “aparentes labores críticas”:

“Los errores de la crítica”, escribió en 1755 Nicolai, “no son ni de lejos tan dañinos como los elogios que se prodigan los autores entre ellos”.

El mismo mal objetan los críticos antes mencionados a la crítica literaria de nuestro siglo. Tucholsky habla indignado y con desdén de las “sociedades de seguros mutuos del elogio”. Musil se queja en 1933 de que “se ha dejado la crítica de libros en manos de gran parte de literatos que se elogian entre sí.”

Esto, como podéis comprobar se sigue produciendo hoy en día, si le sumamos la afinidad de ciertos periódicos a según qué publicaciones, estamos hablando, ni más ni menos, de nuestra situación crítica.

Habida cuenta de la importancia cada vez menor de un crítico literario en la actualidad; lo único que le queda al crítico es una pequeña capacidad de influencia de que ya era consciente el propio Reich-Ranicki.

“Existe la costumbre de culpar a los críticos de asesinatos literarios. Pero deberíamos guardarnos de considerar asesinos a aquellos entre cuyas obligaciones figuran diagnosticar epidemias y expedir partidas de defunción. Pero promover o impedir la circulación de bestsellers no atañe al crítico (eso es competencia de otro gremio): el crítico sólo está en situación de alentar y suscitar, de favorecer y acelerar y, por supuesto, también de impedir procesos de comprensión y descubrimientos.”

Cada vez que un lector de mi blog me dice que ha leído a un autor por mí, siento que esta pequeña influencia ha conseguido algo grande; gracias a ello, a lo mejor hay algún lector más de Joyce Carol Oates o de Thomas Pynchon y me siento totalmente realizado en mi pequeño ámbito. No puedo estar más de acuerdo con el polaco.

“Ojalá este libro se entienda como una aportación al debate sobre la literatura y la crítica alemanas de estos años, y como una defensa de aquella negación detrás de la cual no se esconde más que una afirmación rotunda, tal vez incluso apasionada.”

Esta última frase, con la que se cierra el ensayo, refleja la simple pretensión de un clarividente Marcel Reich-Ranicki;  el texto funciona como apología de la crítica en general y, al mismo tiempo, refleja una situación histórica en particular, la alemana; pero, sobre todo, nos hallamos ante un texto indispensable sobre la labor de la crítica en la sociedad.

Los textos provienen de la traducción de Juan de Sola de  “Sobre la crítica literaria” de Marcel Reich-Renicki  editado por Elba.

“¿Por qué manda Occidente…. por ahora?” de Ian Morris. Un final deslucido ante un trabajo monumental

Occidente_frontaldilveLas expectativas que tenía hace unos meses se van cumpliendo, al menos en cuanto a la calidad que se podía esperar de las obras que voy leyendo. Había mucho que esperar del tercer título de la colección Ático Historia de la editorial Ático libros por varios motivos: calidad de los dos volúmenes anteriores (los  reseñé por aquí y aquí), por el gusto exquisito de las ediciones, por las buenas traducciones y, en este caso, además, por el tema tratado en la obra “¿Por qué manda Occidente… por ahora?” por el británico Ian Morris, todo un reto, un desafío cargado de incógnitas. Las expectativas se han visto cumplidas en su mayoría, aunque también he encontrado un “pero” importante que explicaré a continuación.

La introducción del catedrático le sirve para establecer  las reglas que va a poner en juego para tamaña gesta:

“Y punto. Fin de la historia.

Excepto, claro está, que es no es el fin de la historia. Solamente lleva a otra pregunta: ¿por qué tenía Occidente la ametralladora Maxim y el resto del mundo no? Esta es la primera pregunta que pienso abordar, porque la respuesta nos dará la clave de por qué Occidente sigue mandando hoy en día. A continuación, respuesta en mano, podremos hacernos una segunda pregunta. Cuando la gente se plantea las causas del dominio de Occidente, la mayor parte de las veces lo que quiere saber es si esta hegemonía durará mucho, y si es así, cuánto tiempo y bajo qué condiciones. En resumen: ¿qué pasará en el futuro?”

Se puede adivinar que su idea es estudiar el porqué de algunos eventos pasados que le ayudarán a ver lo que puede deparar el futuro; en este camino desarma las teorías vigentes, la de los partidarios del azar moderno y, sobre todo, las de los partidarios del destino antiguo:

“La idea unificadora que subyace en las teorías de los “antiguos” es que desde tiempos remotos existe un factor esencial que ha diferenciado  a Oriente y Occidente de forma total y absoluta, y que ha sido determinante para que la revolución industrial tuviera lugar en Occidente. Los defensores de esta teoría, sin embargo, están en ferviente desacuerdo sobre cuál es ese factor y cuándo empezó a operar. Algunos ponen el acento en las fuerzas materiales, como el clima, la topografía o los recursos naturales; otros señalan aspectos más intangibles, como la cultura, la política o la religión.”

Desde luego no está a favor de esa predestinación y una simple especulación le sirve para demostrar lo infundado de dicha teoría:

“Quizá debamos dejar a un lado la vieja pregunta y hacernos otra nueva: no por qué manda Occidente, sino si es verdad todavía que Occidente manda. Si la respuesta es no, entonces todas las teorías de un destino antiguo que cimientan la explicación del dominio de Occidente en razones arraigadas en un pasado histórico no tienen mucho sentido, especialmente si creemos que Occidente ya no gobierna el mundo.”

Esto le sirve para plantearse una perspectiva distinta como indica en la siguiente afirmación:

“El hecho de que tantos expertos distintos puedan llegar a conclusiones tan dispares indica que algo no cuadra en cómo se ha abordado el problema. En este libro sostengo que tanto los defensores de las teorías de un destino antiguo como los que abogan por el azar moderno no han comprendido correctamente la forma de la historia, y por lo tanto solo han llegado a conclusiones parciales y contradictorias. Lo que necesitamos, en mi opinión, es una perspectiva distinta.”

Lo novedoso de dicha nueva perspectiva es, precisamente, que se remonta a los orígenes de la humanidad, entender lo que ha sucedido desde nuestros ancestros nos debería llevar, en su opinión, a predecir, de alguna manera el devenir de los tiempos futuros:

“Lo único que podemos hacer para resolver el debate es analizar los periodos anteriores y tratar de establecer la forma de la historia desde un punto de vista general. Solo entonces, con un punto de partida previamente establecido, podremos debatir acerca de por qué las cosas sucedieron como lo hicieron y llegar a alguna conclusión.”

En esa teoría realiza la invención de lo que él denomina Índice de desarrollo social, un valor matemático que calculará independientemente para Occidente y Oriente y que calculará con una suma de factores que él considera indispensables para medir este desarrollo social de la civilización: Captura de energía, urbanización, tecnología de la información y capacidad bélica.

Este índice lo utilizará en cada uno de los epígrafes en los que se divide el libro y, de esta manera, explicará cada uno de los cambios que se produzcan según sus cálculos.

Sin embargo, antes de esto, en la misma introducción desarrolla dos conceptos muy creativos y que le servirán para hilar acontecimientos; el primero de ellos es muy ingenioso, ya que utiliza una frase del escritor de ciencia ficción Robert Heinlein:

“El gran escritor de ciencia ficción Robert Heinlein sugirió una vez que “el progreso lo provocan los hombres perezosos en busca de maneras más fáciles de hacer las cosas. “ […] Pero si lo pulimos un poco, creo que el punto de vista de Heinlein se convierte en un acertado resumen, tan bueno como cualquier otro, de las causas del cambio social. De hecho a medida que avancemos por este libro empezaré a mencionar una versión menos sucinta de este aforismo y lo bautizaré como mi propio “teorema de Morris”: “El cambio se debe a la gente perezosa, cobarde y codiciosa que busca maneras más fáciles, rentables y seguras de hacer las cosas. Y raramente sabe lo que hace.” La historia nos enseña que cuando la situación apremia, el cambio despega como un cohete.”

El Teorema de Morris establece entonces que los cambios se suelen deber a “gente perezosa, cobarde y codiciosa que buscan maneras más fáciles, rentables y seguras de hacer las cosas.” Otra de las grandes ideas que utilizará lo denomina paradoja del desarrollo y define, ni más ni menos, que la marcha de nuestras vidas, nunca cesan los problemas, más bien se generan nuevos después de un éxito:

“Pero este no es el punto final de nuestra historia, porque si la gente tiene éxito en su propósito de extraer energía de su entorno y reproducirse, su actividad desembocará inevitablemente en más presión sobre los recursos de los que dispone (recursos materiales y también intelectuales y sociales). Paradójicamente, entonces, es el auge del desarrollo social el que genera las fuerzas que impiden un crecimiento social aún mayor. A este fenómeno lo he bautizado como “paradoja del desarrollo”. El éxito da lugar a nuevos problemas; al solucionarlos, se crean otros problemas nuevos. La vida, como suele decirse, es un valle de lágrimas.”

Según van pasando los capítulos Morris (apoyado por su equipo) utiliza el índice de desarrollo social como hilo conductor y partir del resultado intenta deducirlo mediante las herramientas mencionadas (y va),  añadiendo otras que explican dichos cambios. Es muy importante mencionar, a raíz de que Oriente se ponga delante de Occidente en el siglo VI, la influencia innegable de uno de los factores que sacará a colación en varias ocasiones: la geografía:

“¿Por qué Oriente se puso por delante en el siglo VI? ¿Y por qué su puntuación de desarrollo social ascendió tan rápido durante el siguiente medio milenio mientras Occidente se quedaba cada vez más rezagado? Estas preguntas son cruciales para explicar por qué manda hoy occidente, y al intentar darles respuesta en este capítulo encontraremos un nutrido reparto de héroes y villanos, de genios e idiotas. Tras todo el ruido y la furia, sin embargo, encontraremos el mismo sencillo hecho que ha marcado la diferencia entre Oriente y Occidente a lo largo de la historia: la geografía.”

Morris desarrolla sucesivamente cada uno de los capítulos con una prosa muy clara y una mezcla de conceptos bien llevados que hacen que la lectura sea ligera a pesar de los temas tratados y de la densidad de información. El culmen se produce con la llegada de uno de los hechos más importantes para el aumento del índice del desarrollo social: la Revolución industrial:

“Boulton y sus competidores habían abierto la caja de Pandora de la captura de energía. Aunque su revolución tardó varias décadas en desarrollarse por completo (en 1800 los fabricantes británicos todavía generaban tres veces  más energía a partir de ruedas hidráulicas que por motores de vapor), fue de todos modos la mayor y más rápida transformación acaecida en la historia del mundo. En tres generaciones los cambios tecnológicos destrozaron el techo duro del nivel del desarrollo. […] Los combustibles fósiles hicieron posible lo imposible.”

Y su consiguiente segunda revolución con la entrada del petróleo y la mezcla consistente de ciencia tecnología:

“Alemania y Estados Unidos lideraron lo que los historiadores a menudo denominan la segunda revolución industrial, consistente en aplicar de forma más sistemática la ciencia a la tecnología. Pronto hicieron que las gestas de Phileas Fogg parecieran arcaicas y convirtieron el siglo XX en una era de petróleo, automóviles y aviones.”

Es a partir del capítulo “ …Por ahora”, el último epígrafe, cuando llega el “pero” que indiqué anteriormente y que hace que la obra no sea redonda del todo.  Solo tenemos que leer el siguiente párrafo:

“Aquí es donde todos los pronósticos que comenté en la sección anterior se desmoronan. Todos extrapolan el presente al futuro próximo y todos –como es normal- concluyen que el futuro será más o menos como el presente pero con una China más rica. Si en lugar de limitarnos a eso traemos a colación todo el peso de la historia –es decir, si hablamos con el espíritu de las navidades pasadas- nos vemos obligados a reconocer que el aumento del nivel de desarrollo social que se va a producir no tiene precedentes.”

De pronto, él mismo desmonta sus teorías, aquellas que ha desarrollado razonablemente durante más de 600 páginas para decir que mira, que a lo mejor  es imprevisible lo que va a suceder y lo fundamenta en un aumento exponencial del índice del desarrollo social y en el comportamiento imprevisible del hombre:

“El cambio climático no es lineal: todo está interconectado y los fenómenos se retroalimentan de modos tan complejos y desconcertantes que resultan imposibles de prever. Habrá momentos críticos en los que el clima cambiará abrupta e irreversiblemente, pero no sabemos cuándo serán ni qué sucederá cuando llegue ese momento.

Y la más aterradora de las cosas que aún no sabemos es cómo reaccionarán los humanos.”

Lo que le lleva a lo siguiente:

“Y ahí radica la ironía más profunda: contestar a la primera pregunta de este libro (por qué manda Occidente) responde también en buena parte la segunda (qué pasará en el futuro próximo), pero esa segunda respuesta a la segunda pregunta desposee a la primera de casi toda su trascendencia. Ver lo que nos aguarda revela lo que quizá debería haber sido obvio desde hace tiempo: que la historia que realmente importa no es sobre Oriente, Occidente o cualquier otra subsección de la humanidad. La historia que importa es global y evolutiva y explica cómo pasamos de organismos de una sola célula a la Singularidad.”

Al final, ¿para qué queremos Occidente y Oriente? ¿Quiere esto decir que la premisa de partida en realidad no valía la pena? No sé si buscaba un final efectista para romper los esquemas del lector, esto lo cumple a la perfección; sin embargo la impresión del que lo lee es de incoherencia, obvia elementos mencionados en sus argumentaciones para, de pronto, dejar de tener validez para el futuro. Una lástima, podría haber sido una obra que rozara la perfección.

De todos modos, y a pesar de este extraño final, ciertamente, el esfuerzo del escritor merece la lectura muchísimo; es un camino fabuloso por la historia de la humanidad y con una premisa muy atractiva. Una excelente lectura que no dejo de recomendar.

Los textos provienen de la traducción de la traducción del inglés de Joan Eloi Roca de  “¿Por qué manda Occidente…. por ahora?” de Ian Morris para Ático Libros.

“Las 50 mejores arias de Verdi” de Arturo Reverter. Más que lectura, experiencia musical

50ariasCon motivo del bicentenario de Verdi que tuvo lugar el año pasado, Alianza Editorial, gracias a la figura del crítico musical Arturo Reverter, lanzó este compendio que incluye las 50 mejores arias de Verdi según el autor; a priori, reunía todos los ingredientes que a un buen aficionado de ópera podría buscar; sobre todo si, como es mi caso particular, acompaño la lectura del libro con la atenta audición de cada uno de los momentos mencionados.

Hoy en día, con los medios que se nos ofrecen: youtube, spotify, etc… este tipo de libros se convierten en verdaderas experiencias musicales, más que simples lecturas; me atrevo a asegurar que es imprescindible dedicarle el tiempo necesario para leer las explicaciones del autor al mismo tiempo que se escucha el aria porque es la mejor manera de: primero, entender el carácter  musical gracias al análisis particularizado; segundo, deleitarse con el genio del gran Verdi a la hora de componer música.

Una vez entendida esta parte indispensable, vayamos al  prólogo del propio Reverter para comprobar el objetivo del libro en cuestión:

“¿Qué mejor homenaje se puede hacer a un compositor que estudiar su música y promover su escucha? Esto es lo que pretende el presente libro, en el que se disponen las bases de conocimiento necesarias para empezar a penetrar en los secretos de la escritura de Giuseppe Verdi, de cuyo nacimiento se han cumplido no hace mucho doscientos años. Durante ellos, al menos a partir de 1839, el del estreno de su primera ópera: “Oberto, Conte di San Bonifacio”, la figura del músico de Busetto no ha hecho sino crecer hasta convertirse en una de las más preclaras, trascendentes, influyentes y conocidas del mundo de la ópera. “

En efecto, lo primero, y más fundamental, conseguir que se estudie su música y promover la escucha; más en este caso, ya que estamos hablando de uno de los compositores más conocidos por la mayoría de la gente; se trata, ni más ni menos que de escuchar activamente, el estudio, como muchas veces he dicho, refuerza la ya de por sí excelente música convirtiendo la experiencia en algo aún más sublime.

El punto polémico viene, como no podría ser menos, en la elección de las arias, así como el número escogido, Reverter también se refiere a este asunto en particular en su introducción:

“En cuanto a la selección, el número redondo nos parecía indicado considerando que era suficiente para dar una vívida y fiel imagen, adecuadamente contrastada, del arte del compositor dentro de una dimensión razonable, en busca de un manejo cómodo a la hora de la consulta y de la localización. También, evidentemente, de la extensión de un libro de estas características, que ha de buscar ante todo la máxima claridad, la sencillez expositiva y la incorporación del dato pertinente. ¿Qué criterios hay que seguir en un caso así? Las posibilidades son múltiples.

Si se hubieran elegido las arias buscando la pureza musical, la perfección de la forma, el equilibrio estructural, la profundidad, no estarían incluidas algunas de las páginas más famosas.”

Es evidente que la elección obedece a dos motivos: el de tamaño: el formato estándar del libro no debe superar las alrededor de trescientas páginas para que no se suban los costes; el de la comercialidad: de ahí que este la mencionada aria de Verdi o, incluso una cabaletta como es el caso de “Di quella pira”, o que la mayoría de arias sean conocidas o interpretadas por tenores o sopranos. No vamos a poner más énfasis en el tema, la elección es la que viene y, sinceramente, funciona muy bien por los motivos mencionados  y por otro motivo que diré en la parte final de esta reseña.

Por otro lado, el autor se centra en identificar lo que va a comentar por cada una de las arias en el siguiente párrafo:

“En cada caso se manejan similares elementos de conocimiento, bien que no siempre expuestos de la misma manera o en un idéntico orden: estudio musical riguroso, con ejemplos pentagramáticos adjuntos;  descripción del momento dramático que se vive; aproximación a la psicología del personaje; rememoración de los cantantes que intervinieron en el estreno; valoración del tipo vocal adecuado, al aria en cuestión y a la ópera en la que se inscribe en general; repaso sucinto de los cantantes que, en la historia del fonógrafo, mejor han servido la parte y, en especial, la pieza analizada. No se suelen dar datos relacionados con la discografía, ni referencias numéricas, muchas veces variadas y variables en los catálogos.”

Las arias vienen ordenadas en estricto orden cronológico de  composición de la ópera y en cada una de ellas se empieza con una introducción a dicha ópera: contexto histórico y musical, circunstancias del estreno, intérpretes, etc. El siguiente ejemplo, en el caso de “Macbeth” resulta muy ilustrativo:

“Pero Macbeth, pese a sus carencias, a sus artificios, a sus irregularidades, es una obra apasionante en la que, encontramos páginas de enorme contenido emotivo y musical; como el aria La luce langue, que estudiamos en página vecina. Son, por supuesto, de excelente factura los grandes finales de los actos primero y segundo, y brillantes y tópicos, en la mejor tradición del Verdi guerrero, el coro de los prófugos escoceses y el himno de la victoria que cierra la ópera.

Fuera como fuera, Verdi consiguió hacer verdaderamente algo distinto, nuevo, unitario, de extremada concisión dramática; una ópera experimental, en palabras de Degrada, un drama a lo Séneca releído según los esquemas culturales de moda para unir el mundo de las brujas a las creencias contemporáneas y a las tradiciones populares, fabricando una metáfora horrible y grandiosa de la conciencia atormentada del protagonista. Una especie de intuitiva y sui generis Gesamtkunstwerk wagneriana que establece la unión entre canto, declamación, parlato, gesto escénico; nuevas relaciones entre música y drama. Tenemos aquí la búsqueda del nuevo ideal: “la palabra escénica.”

A continuación se hace el estudio de cada aria o arias que pertenezcan a la ópera mencionada y que merezcan dicho estudio según la selección. En todas ellas se pone el texto en el idioma original (italiano) y se traduce justo al lado de la misma. Después se procede a examinar/analizar con la ayuda de varios pentagramas la descripción exacta del momento musical/dramático, así como de la conjunción música/letra que utiliza Verdi para evolucionar el personaje, en el mismo “Macbeth” vemos uno de estos ejemplos:

“La voz insiste luego en la coda en la palabra cadrá, que representa el anhelo soberano de la dama y también su historia. Los contratiempos de la orquesta, que desarrolla una figura rítmica impetuosa y motora, animan esa parte conclusiva, que es coronada con un brillantísimo si natural agudo.

Esa brillantez también dependerá de la soprano, que habrá de ser evidentemente una dramática de agilidad, en la línea de Odabella de Attila y, sobre todo, de Abigaille de Nabucco –de la que hemos hablado en otro capítulo y de cuyo tipo vocal hemos dado pistas-  que se puede aplicar al personaje de la pérfida Lady Macbeth, que, evolucionada, posee hechuras similares en cuanto a carácter con otras criaturas verdianas, dotadas en cualquier caso de mayores claroscuros, como Azucena de Trovador, Eboli de Don Carlo o Amneris de Aida.”

Por último, y a la luz del tipo de vocalidad necesitada para dicho aria (y dicha ópera), se analizan los intérpretes históricos ponderando especialmente el interés en aquellos que han conseguido la interpretación más adecuada.  En este caso es donde puede cansar un poco más porque, desgraciadamente hay pocos intérpretes ideales para Verdi y siempre aparecen los mismos nombres por la calidad que han atesorado.

Si todavía no he convencido a alguien de leer este libro, me queda una última baza, aquel motivo que mencioné al principio y que saco ahora a colación: la selección ayuda a la apreciación de la evolución musical del compositor en toda su escala, desde las primeras óperas,  más influenciadas por los belcantistas hasta el final de su carrera (con Wagner de fondo) pero con personalidad propia.

Estamos, sin lugar a dudas, ante un libro imprescindible para todo aficionado a la ópera en particular y, por extensión, a la música clásica. No hay que dejar pasar esta oportunidad de vivir una experiencia tan íntima en lo musical.

“Clases de baile para mayores” de Bohumil Hrabal. Un insolente y divertido libertino

ClasesBaileBohumil Hrabal (1914-1997) es un escritor checo cuya obra se caracteriza “por una visión satírica de la realidad y la importancia que confiere a sus aspectos absurdos”. “Considerado uno de los más grandes autores del siglo XX en su lengua por su facilidad narrativa y el uso alternativo del humor y la tragedia en un mismo plano.” Nórdica nos trae ahora una de sus obras emblemáticas, “Clases de bailes para señoras” donde un anciano cuenta sus batallitas a una señorita con todo lujo de detalles.

Para entender su estilo y su forma de escribir me voy a basar en tres fuentes, en primer lugar la opinión del escritor británico Julian Barnes:

“Hrabal es un novelista muy sofisticado, con un gran gusto por el humor y una sutil ternura en los detalles.”

De esta frase hay tres datos importantes a tener en cuenta: sutileza en los detalles, gusto por el humor y lo sofisticado de su propuesta.

Como segunda fuente vamos a utilizar al propio autor que en la novela que me ocupa hoy dice lo siguiente en el prólogo:

“Pienso que las expresiones idiomáticas poco ortodoxas a las que he recurrido en la construcción de Clases de Baile para mayores son necesarias en la misma medida, en la prosa contemporánea se aprecia un deslizamiento en la selección en la figura del héroe. Creo que existe un continuo trasvase entre la lengua coloquial y las jergas, y que un nivel idiomático presupone la existencia del otro. Las jergas, más que la lengua coloquial, tienen un interés en el idioma académico, puesto que se basan en saltarse las reglas establecidas mediante la creatividad, buscando un efecto de sorpresa y singularidad, para cogerte desprevenido.[…]”

Su defensa a ultranza de la jerga idiomática como elemento desestabilizador del orden establecido le ayuda a desplazar la figura de un héroe atípico, como es en este caso el insolente, tierno, divertido anciano que nos cuenta las típicas batallas de los abuelos. La tercera fuente es mi propia experiencia observadora: Hrabal plantea una narración en primera persona que es un flujo continuo de pensamientos, de anécdotas y experiencias que se van sucediendo a lo largo de toda la narración; no utiliza el diálogo, pero se sabe que está narrándoselo a alguien.

A pesar de la apariencia poco amigable (no hay apenas puntos y apartes) la narración avanza con solidez y resulta bastante adictiva ya que Hrabal es capaz de aderezarla con todo tipo de detalles que la enriquecen, tal es el caso de su descripción de lugares en los que nuestro querido anciano ha estado; en ese momento es cuando acentúa el uso de los adjetivos para exaltar el colorido de lugares tan exóticos como Hungría:

“[…] y me fui  a hacer mundo, a Hungría ¡qué delicia!… en Sopron había una hermosa fábrica de cerveza, un edificio rojo y blanco con ventanas verdes como las tirolesas, y todo estaba alicatado, junto a cada una de las ventanas había una escalera de hierro para que los bomberos, en caso de incendio, pudieran subir y bajar con facilidad, como los monos aquellos de Dresde… y Budapest, ¡qué maravilla de ciudad!, una calle blanca con ventanas rojas y otra toda verde con ventanas amarillas; las había azules, doradas y con pintas; incluso durante la guerra se hacía un pan tan blanco como si fueran bollos…[…]”

Todo esto salpicado de momentos metaliterarios donde reflexiona sobre el verdadero fin de la poesía en particular; el símil, desde luego, ayuda a entenderlo además de sacarnos una sonrisa:

“[…] por ello el poeta Bondy me decía que la verdadera poesía debe ser dolorosa, como si uno olvidara la cuchilla de afeitar en un pañuelo y, al sonarse, la nariz se cortara con ella, que un buen libro no es el que sirve al lector para mejor conciliar el sueño, sino que, por el contrario, debe sacarle de la cama para que corra, tal como está, en calzoncillos, a propinarle unos coscorrones al señor escritor…[…]”

En este vendaval de grandilocuencia, no duda en atribuirse las palabras de su teniente Hovorka a la hora de conquistar a una mujer, esa sutileza en los detalles de la que hablaba anteriormente:

“[…]¡Chicos!, decía el teniente Hovorka, “a una mujer así hay que tratarla con suavidad, como si uno estuviera afilando un lápiz: eso con las mujeres es más eficaz que sacarles la bayoneta; […]”

Y hace gala continuamente del humor, hasta cuando le llegaron a incluir en el parte de bajas, ¡estando él presente!

“[…] y me sucedió a mí que un día, al pasar revista, leyendo el parte de bajas, me señalaron entre los caídos: todo coincidía, incluso la fecha de nacimiento, conque dije en voz alta: “¡Pero si yo estoy vivo!”, a lo que me cayeron dos semanas de arresto por hablar durante el pase de revista; […]”

Es en el epílogo donde adivinamos por fin a quién está narrando sus peripecias; es entonces cuando el gran escritor checo hace gala de una mayor profusión lírica; en efecto, su escena final es de un gusto ciertamente conmovedor, un colofón extraordinario a esta pequeña sorpresa literaria.

[…] y empezó a lavarse, y el anciano, que se había pasado toda la tarde contándole historias, en ese instante quedó como fulminado, su rodilla doblada, presa de unas manos anudadas, mirando más allá de ella, hierático, arrebatado, tierno, mientras ella le hacía ese regalo que solamente una mujer puede hacer a un hombre, lavándose, a la caída del día, para unos ojos emocionados…”

Los textos provienen de la traducción del checo de Jitka Mlejnková y Alberto Ortiz de “Clases de baile para mayores” de Bohumil Hrabal para la editorial Nórdica.