Divagaciones rossinianas de Alberto Zedda. Virtuosismo al servicio del drama

Cub Rossini Lomo 13.inddEra necesaria la aparición de un libro de esta índole para dotar a Rossini de la importancia que realmente se merece, sobre todo entre los músicos, que suelen considerarlo un sucedáneo de Mozart  con todo lo peyorativo que conlleva esta etiquetación. Nadie mejor para escribirlo que el maestro Alberto Zedda, verdadero conocedor y estudioso de la obra del autor de Pésaro desde sus propios orígenes, lo que le ha llevado a realizar la mayoría de las ediciones críticas existentes de sus obras.

El maestro avisa en el comienzo del libro sobre su composición en “Libreta de Estudio y de pasión” hablando de sí mismo en tercera persona y alertando sobre la heterogeneidad de los textos que pueden resultar en una cierta irregularidad:

“Este libro recoge heterogéneas reflexiones de un músico que, tras encontrarse fortuitamente con Rossini, quedó fascinado por la profundidad de sus creaciones musicales y dramatúrgicas, hasta el punto de dedicarle una gran parte de su energía. Su interés por la materia ha podido crecer sin límite porque no se trataba solo de un viaje iniciático por el campo de la fenomenología musical, sino que ha abarcado toda una serie de temáticas de primera importancia, como una concepción teatral de descollante originalidad, una conciencia artística de valor paradigmático, una capacidad para juzgar hombres y hechos con gran inteligencia, un intrigante modo de relatar mediante imágenes figuradas recurriendo a la metáfora alusiva, a la paradoja lógica, a la gozosa locura del nonsense: un constante e irónico distanciamiento que tiñe de misterio y ambigüedad la figura de un genio, huidizo a pesar de la luminosidad de su mensaje.”

De hecho, él interpreta el libro como un resumen de sus experiencias en el sucesivo estudio de la obra de Rossini:

“El libro no es una biografía ni un análisis técnico-artístico de la producción de Rossini: es el resumen de una exaltante convivencia con un músico cuyo verbo se desea difundir, una ocasión para traducir una larga experiencia en sugerencias útiles para entender e interpretar sus obras.”

Sin embargo, el libro no se resiente de esta mezcla, muy al contrario, ahonda de tal manera en la obra del compositor que, en sí mismo, se convierte en un estudio musicológico de primer orden que va más allá de un simple acercamiento crítico. La profundidad del análisis sirve para entender la verdadera magnitud de un músico superlativo. Zedda no duda en mostrar las grandes virtudes del compositor resaltando en primer lugar el ritmo:

“Sobresale un componente de la sintaxis de Rossini que juega un papel absolutamente preponderante: la pulsión motora que anima su música, una rítmica distinta de la de todos los operistas que lo precedieron o que lo seguirán. No hay duda de que el ritmo constituye el aspecto más original y revolucionario de su modo de componer, animando con una escansión fantasiosa y traviesa incluso páginas repetitivas difíciles de justificar. Se trata de una rítmica perentoria, en absoluto mórbida y discreta, en aparente contraste con la aérea libertad que buscan las florituras del predilecto canto belcantista que marcan indiferentemente páginas apolíneas, no vulneradas por ella, y páginas inflamadas por la urgencia dionisíaca. Esclarecedoras son al respecto las palabras de Antonio Zanolini tras un paseo parisiense con el Maestro: “La expresión musical está en el ritmo, en el ritmo está toda la potencia de la música.”

Está pulsión se suma a las características innatas de Rossini, su versatilidad  y su maduración precoz, que le convirtieron en un maestro de la orquestación y la vocalidad:

“Una versatilidad comparable a la de su idolatrado Mozart favoreció en él una maduración precoz y la posibilidad de desarrollar en tiempos muy breves una profesionalidad de asombrosa concreción. Su memoria prodigiosa le permitió un ritmo frenético de aprendizaje y de trabajo; el dominio de técnicas instrumentales complejas, que van del violín al contrabajo, del clave a la voz de óptimo timbre bari-tenoril, hace de Rossini un maestro de la orquestación y de la vocalidad. Experiencias adquiridas en directo por su asistencia a los teatros y el trato con músicos en compañía de su madre, discreta cantante, carente de teoría musical pero infatigable para prodigarse por el bienestar de su familia, privada a menudo del apoyo paterno por las tendencias libertarias de un progenitor rebelde a la autoridad vigente.”

Solo Zedda, por sus estudios críticos, es capaz de discernir la personalidad del compositor a través de los trazos, de los signos escritos en las partituras originales, a través de una serie de dicotomías podemos hacernos una idea del carácter de un compositor tremendamente ambiguo:

“Los signos trazados por Rossini con febril exaltación en miles de páginas revelan júbilo y tormento, duda y cansancio, frenesí y distensión, conciencia y extravío, intuición sublime y gran oficio, expresados con el trazo autorizado y fluido de quien tiene muy claro en la cabeza lo que quiere decir, de quien es consciente de poseer el don de la revelación. Los trazos de pluma, fuertes y decididos o débiles e inciertos, se convierten en palpitantes confesiones que no engañan porque reflejan el diálogo directo entre el individuo y su yo. En las páginas manuscritas de sus partituras, cada vez más atormentadas y despaciosas, se refleja el drama que ha transformado al más grande compositor lírico de su tiempo en un inquieto superviviente, asaltado por turbaciones no calmadas por el placebo de los aplausos.”

Hablando de la dramaturgia rossiniana, resalta una de esas anomalías que caracterizan su obra: escapa a la fisiología de la evolución, cosa que, por ejemplo, no sucede en Mozart (aunque también podemos observarlo en compositores posteriores como Verdi y Wagner) y alerta sobre la escucha superficial que se ha practicado frecuentemente en el caso del compositor italiano:

“Entre las tantas anomalías del fenómeno Rossini, resulta sorprendente la de escapar de la regla fisiológica de la evolución. Mientras que no hay un mozartiano que prefiera Lucio Silla  a Don Giovanni o Ascanio in Alba a La flauta mágica, hubo y sigue habiendo quieres, con argumentos no peregrinos, anteponen Tancredi a Guillaume Tell o L’Italiana in Algeri a Le Comte Ory. Cuando un Rossini adolescente llega a enfocar de forma perentoria el vocabulario y la gramática de un código musical personalísimo, es difícil establecer para sus óperas una clasificación de primacía, y ello porque también a él, como a Mozart, le fue impedido ceder al mal gusto, perderse en la banalidad. Cada uno de sus melodramas representa un discurso completo y diferente, a pesar de que la peculiaridad de un léxico inmediatamente reconocible pueda dar ante una escucha superficial la impresión del déjà entendu.”

A la hora de definir las características esenciales del compositor Zedda enmarca el  “virtuosismo” como elemento diferenciador de sus composiciones, le quita la posible superficialidad dotándole  de vida cuando encuentra su conjunción con el texto:

“El secreto para transformar en efusiones de poesía unas fórmulas de por sí inexpresivas y genéricas se encierra en el concepto de virtuosismo, en el que el término exalta el valor de la raíz primaria “virtú”, y pierde ese ligero sentido de fastidio y suficiencia que ha adquirido para algunos intérpretes. Hay que aclarar ante todo que el virtuosismo de Rossini no puede ser solo la capacidad de plasmar correctamente las figuraciones de un belcantismo acrobático. Cantar arduas secuencias a una velocidad vertiginosa es obligado sin duda alguna, pero solo de ello no puede nacer la conmoción del sentimiento. Es indispensable dominar toda la gama de los sonidos, desde los tonos dulces y apagados a las emisiones fuertes y viriles, para que la “virtud” del intérprete llegue a insuflar vida a estas fórmulas asemánticas por antonomasia, a iluminarlas con el concurso de la fantasía y la imaginación, a transformar áridos mecanismos en éxtasis de amor, delirio de pasión, estallidos de furor.”

La ornamentación entonces se convertiría en la función fundamental que utiliza Rossini para dotar de significado a cada momento de sus composiciones, el cantante podrá entonces introducir los adornos que considere para subrayar la expresividad y la teatralidad:

“[…] pero Rossini no se limita a emplearlas como elementos complementarios de exorno: la ornamentación tiene una función primordial en el desarrollo del discurso, convirtiéndose en el elemento portante. Transformar en datos fundamentales del lenguaje unos artificios que otros compositores utilizan como oropeles secundarios es una tarea que exige al cantante una severa toma de conciencia y una escrupulosa disección analítica del texto.

El artificio exornativo tiene de por sí un valor musical limitado y escaso significado semántico pero consiente al intérprete inteligente sacar de él gestos teatrales eficaces para subrayar la emoción del momento. Por ello, el intérprete de Rossini tiene derecho a modificarlo o a sustituirlo para conseguir todo su potencial expresivo.”

Esta vocalidad es heredera del barroco, pero se vuelve más terrena:

“La vocalidad en Rossini hunde sus raíces en la práctica del canto barroco, a pesar de que el teatro barroco y Rossini sean antitéticos en sustancia: el teatro barroco exige una rica gestualidad para encontrar su realista irracionalidad. En el barroco son los dioses del Olimpo quienes hablan y actúan como los hombres; en el teatro de Rossini son los hombres los que buscan el distanciamiento y sublimidad de los dioses.”

Más que inspiradas son las reflexiones de Zedda al respecto de sus dos obras maestras sacras: lo religioso le sirve como excusa para liberar toda la tensión emotiva:

“En los interminables años de su exilio creativo, Rossini rompió la consigna de silencio justamente con dos obras sacaras de gran compromiso, el Stabat Mater y la Petite Messe solennelle, a lo que se añadieron algunas páginas corales como La foi, l’esperance et la charité, el Tantum Ergo y el O salutaris hostia, de modesta relevancia. En el Stabat Mater y en la Petite Messe se verifica un fenómeno interesante: bajo el signo de la inspiración religiosa, Rossini rompe la reserva y el pudor que siempre frenaron la manifestación de sus sentimientos para abandonarse por fin a un canto de gran tensión emotiva, de terrenal efervescencia.”

Como es el caso de su maravillosa Petite Messe Solennelle, un oxímoron en sí mismo, un logro sin igual que supone la culminación de esta liberación emotiva:

“[…] Rossini, antes de despedirse del mundo, da muestras de que ha comprendido  los “mecanismos” del canto romántico, aunque se niega a aplicarlos a los sentimientos de los hombres. El texto latino de la liturgia católica, simbólico y cifrado, lo protege de la retórica sentimental, consintiéndole dar libre curso a la carga de la emoción. […] La oximorónica contradicción del título, Petite y solennelle, encierra, como sucede a menudo con Rossini, una doble verdad: la definición de Petite, amén de consentirle la irónica profesión de humildad expuesta en la dedicatoria del Buen Dios, afecta al carácter íntimo de una confesión religiosa expuesta sin los esplendores de la pompa ritual con una plantilla inusual y muy reducida: la de solennelle se refiere a la ambiciosa profundidad de los contenidos musicales más que a su dimensión estructural.”

En la parte final del ensayo nos encontramos con consejos directos para los directores, aprovechando la experiencia de su conocimiento adquirido vuelve al tema del tempo como generador del ritmo que hablaba anteriormente, para el compositor de Pésaro, el tempo animato se convierte en un vehículo para su expresividad:

“De las tres variantes a disposición del intérprete para insuflar vida rítmica al discurso musical –tempo sostenuto, tempo giusto, tempo animato- el tempo giusto (entendido como escansión rígida, carente de oscilaciones) es el que menos se adecua a la música de Rossini. La frase en Rossini exige continuas mutaciones de tempo aún en ausencia de indicaciones explícitas del autor, y el intérprete que quiera aprovechar por completo la potencialidad de un canto destinado a transformarse en gestos teatrales concretos debe recurrir a ellas continuamente. El tempo ideale para la música de Rossini es, por tanto, el que consiente que el cantante alcance en todo momento el máximo resultado expresivo, y la articulación rítmica se vuelve la clave que proporciona al canto la linfa vital que exige la poética musical.”

Y no solo los consejos, imprescindibles, tienen que ver con el ritmo, sino también con las dinámicas, los instrumentos a utilizar, la forma de afrontarlo, es toda una “guía de la interpretación óptima de las obras de Rossini”:

“Para obtener una ejecución fluida y animada es indispensable recurrir a la variedad propiciada por los tres aspectos diferentes de la rímica de Rossini: el tempo giusto (raro), el tempo animato (frecuentísimo), el tempo sostenito (en los Adagi y en general en los pasajes de ritmo lento).

Un cuidado muy particular hay que reservárselo a las dinámicas. Dada la ampliada sonoridad de los instrumentos modernos, es oportuno disminuir un grado cada prescripción dinámica referida a los pasajes de sonoridad intensa, para que ff se vuelva f, f=mf, mf=mp. […] en las arias de naturaleza dulce y amorosa, el f debería tener un carácter diferente del que suena en arias de significado dramático; más en general, el f de Rossini deberá ser ligero, rebotante y proyectado hacia adelante.”

Zedda resume a la perfección las sensaciones que origina su música, esa simbiosis entre placer y reflexión crítica que nos lleva a una complacencia, a un disfrute inigualable:

“Al escuchar sus obras, la coincidencia de un placer sensual hedonísticamente saboreado y de una reflexión crítica espiritualmente orientada puede conducir a una festiva complacencia, pero también puede contribuir a responder al imperativo del “conócete a ti mismo”, sin conculcar el derecho del arte a no expresar nada, ni explicar nada, fuera de sí mismo y de su propia magia.”

Estas Divagaciones rossinianas se convierten, por sí mismas, gracias a la sapiencia del maestro, en una obra imprescindible para comprender la verdadera relevancia del compositor además de acentuar aún más la satisfacción que produce su escucha. Quizá esta última reflexión sirva como colofón a este comentario:

“Con Guillaume Tell, Rossini se demuestra a sí mismo y al mundo que su talento era capaz de triunfar en el dominio del nuevo romanticismo, a condición de renunciar al canto artificial de los virtuoso castrati. Como había hecho con Semiramide, Rossini forja con Guillaume Tell una ópera que sobrepasa las dimensiones normales para reafirmar la validez de sus opciones artísticas y preanunciar su voluntad de apartarse de un mundo sediento de emociones explícitas. Equidistante entre pasado y futuro, Rossini no se preocupa por las clasificaciones: las etiquetas de conservador o de revolucionario no valen para un compositor que ha hecho dar  a la música italiana un salto de gigante, reintroduciendo en la tradición europea un lenguaje que se había empantanado en fórmulas de elemental superficialidad.”

Los textos pertenecen a la traducción de Carlos Alonso Otero de Divagaciones rossinianas de Alberto Zedda en Turner.

Fouché. Retrato de un hombre político de Stefan Zweig. Paradigma maquiavélico

FoucheNo hace falta recomendar al autor austriaco Stefan Zweig. Afortunadamente, es uno de esos autores reconocidos en calidad y ventas. Además, tiene la rara cualidad de resultar emocionante y tiene muchas puertas de entrada según el lector, ya que cultivó todo tipo de formas y géneros. Desde la novela, relato corto, ensayo, etc… hasta la biografía , como la que traigo hoy. Fouché es, sin lugar a dudas, uno de los mayores logros del autor, una historia que aúna biografía, historia y buenas dotes narrativas al mismo tiempo. Una obra prácticamente perfecta y que saca a la luz a uno de los personajes de la historia, el paradigma de Maquiavelo encarnado en el ministro de policía de Napoleón.

El prefacio del autor pinta con profusión de adjetivos la personalidad de este personaje único (“no se ahorra con él ninguna palabra despreciativa”) y va más allá al entroncarlo con las narraciones de género, no en vano lo relaciona con Sherlock Holmes, convirtiéndole en un precursor,  pero va más allá, centrándose en su papel en las sombras, entre bastidores, un papel secundario principal:

“Joseph Fouché, uno de los hombres más poderosos de su tiempo, uno de los más singulares de todos los tiempos, encontró poco amor entre sus contemporáneos y aún menos justicia en la posteridad. A Napoléon En Santa Elena, a Robespierre entre los jacobinos, a Carnot, Barras, Talleyrand en sus memorias, a todos los historiadores franceses ya sean realistas, republicanos o bonapartistas, les empieza a brotar bilis de la pluma con tan solo escribir su nombre. Traidor nato, miserable intrigante, puro reptil, tránsfuga profesional, vil alma de corchete, deplorable inmoralista…,no se ahorra con él ninguna palabra despreciativa […] De vez en cuando, su figura aparece como un fantasma en una obra de teatro o una opereta napoleónica, pero la mayoría de las veces lo hace en el manido y esquemático papel del astuto ministro de policía, de un precursor de Sherlock Holmes; una presentación en este plan confunde siempre un papel entre bastidores con un papel secundario.”

Incide en el detalle de este perfil esquivo, precisamente por ser la clave de su misterioso papel; obrar desde lo invisible, sin grandes fuegos artificiales ni grandes discursos (muy al contrario, no duda en resaltar su aversión a hablar en público) pero manipulando poco a poco, con gran tenacidad y confianza:

“Pero, lo mismo que a lo largo de su vida, Fouché ha sabido mantenerse en un segundo plano en la Historia: no gusta de dejarse mirar a la cara ni de enseñar sus cartas. Casi siempre se esconde dentro de los acontecimientos, dentro de los partidos, actuando de forma tan invisible tras la envoltura anónima de su cargo como la maquinaria de un reloj, y solo muy raras veces se logra, en el tumulto de los acontecimientos, atrapar las curvas más cerradas de su trayectoria, su huidizo perfil.”

Y esta es la clave para entender, por extensión, lo que es la política; Acantilado, subtituló el libro como “Retrato de un hombre político”, añadido innecesario (que no aparece en la edición original) para los que conocemos la vida del personaje, pero que actúa como potenciador para el resto; Fouché es el reflejo del tahúr que sabe cómo manejar la política, sin moral, sin convicciones firmes:

“Y diariamente volvemos a ver que en el discutible y a menudo sacrílego juego de la política, al que los pueblos siguen confiando de buena fe sus hijos y su futuro, no se abren  paso los hombres de amplia visión moral, de inconmovibles convicciones, sino que siempre se ven desbordados por esos tahúres profesionales a los que llamamos diplomáticos, esos artistas de las manos ágiles, las palabras vacías y los nervios fríos. […] Así, esta biografía de Joseph Fouché es una contribución a la tipología del hombre político.”

Esto se ve reafirmado en  “Ascensión” donde Zweig nos saca a relucir otras características del gran embaucador; la primera de ellas es no ser fiel a nadie, ni siquiera a Dios:

“Podría llegar más alto, convertirse en sacerdote, quizá incluso un día en obispo o cardenal, si tomase los votos sacerdotales. Pero, típico de Joseph Fouché, ya en el primer escalón de su carrera, el más bajo, se pone de manifiesto un rasgo característico de su personalidad: su aversión a vincularse plenamente, irrevocablemente, a alguien o algo. […] Joseph Fouché no se siente obligado a ser fiel de por vida ni siquiera a Dios, no digamos a un hombre.”

La segunda tendría que ver con su sangre fría, con su confianza en su cerebro y su indudable gusto por la intriga, por los manejos subrepticios o subterráneos:

“Esta sangre fría es el verdadero genio de Fouché. Su cuerpo no le frena y no le arrastra, está por así decirlo ausente de todos estos osados juegos intelectuales. Su sangre, sus sentidos, su alma, todos esos perturbadores elementos sentimentales de un verdadero ser humano, jamás actúan de veras en este secreto jugador de azar, cuya entera pasión se encuentra desplazada hacia el cerebro. Porque este seco hombre de escritorio ama de manera viciosa la aventura, y su pasión es la intriga. […] Tender los hilos desde un despacho, atrincherado tras expedientes y registros, golpear de manera asesina, sin ser esperado y sin ser visto, es su táctica.”

Estos dos rasgos se ven reafirmados con, quizás, su principal virtud, que aparece en  “El mitrailleur de Lyon”, su capacidad para cambiar de bando según sea necesario: ser una veleta para sus intereses:

“El viejo miedo acomete a Fouché: dejar de estar con la mayoría. Los partidarios del Terror han sido vencidos…,  ¿para qué seguir siendo uno de ellos? Mejor pasarse rápidamente a los moderados, a Danton y Desmoulins, que ahora exigen un “tribunal de los mansos”, cambiar rápidamente de chaqueta siguiendo la dirección del viento.”

En “La lucha con Robespierre” nos encontramos con una lucha impactante, emocionante, que consigue que el relato se vuelva apasionante en los brazos de Zweig; la descripción de la lucha de ambos personajes, tan distintos, es simplemente épica; cada uno usa sus armas, Robespierre su grandilocuencia, su saber estar, Fouché, nuevamente sus enredos:

“En pocas palabras, todos tiemblan, todos consideran posible un ataque contra ellos, nadie se siente lo bastante puro como para responder plenamente a la hiperrigurosa exigencia que Robespierre plantea a la virtud ciudadana. Y una y otra vez, como el huso en la rueca, Fouché corre del uno al otro tendiendo nuevos hilos, anudando nuevas redes, enganchándolos  más en esa tela de araña de desconfianza y de sospecha. Pero el que practica es un juego peligroso, porque sólo teje una tela de araña, y un solo movimiento brusco de Robespierre, una palabra de traición, puede destruir su tejido.

Este misterioso, desesperado, peligroso y subterráneo papel de Fouché en la conspiración contra Robespierre no ha sido lo bastante destacado en la mayoría de los estudios, y en los superficiales ni siquiera se lo menciona.”

Lo bueno de Zweig es que muestra virtudes y defectos al mismo tiempo; e incluso, como parte del rol principal, muestra sus horas bajas, sobre todo en la lucha con Robespierre, se muestra su lado más humano a través de la enfermedad de su hija pequeña:

“Porque en esos días este hombre acosado con desesperación por todos los perros, constantemente amenazado por el brillo del hacha, añade a su caída en desgracia política una última y extrema desgracia en su propia vida. Duro, frío, intrigante y nada comunicativo en la vida pública y en la política, este hombre extraño es en casa el más conmovedor de los maridos, el más tierno padre de familia.[…] a la preocupación por su propia vida se une terriblemente la nueva preocupación por la de su hija. La más espantosa de las pruebas: sabe que el ser amado, débil, enfermo del pecho, yace moribundo junto a su esposa y, perseguido por Robespierre, no puede sentarse por las noches junto al lecho de su hija enferma, sino que tiene que esconderse en ajenas viviendas y desvanes. En vez de cuidar de ella y escuchar el aliento que se le escapa, ha de correr con las suelas al rojo de un diputado a toro, mentir, implorar, conjurar, defender su propia vida. Con los sentidos perturbados, con el corazón roto, el desdichado yerra incansable en esos ardientes días de julio (el más caluroso en muchos años) por entre las bambalinas políticas, y no puede asistir al sufrimiento y muerte de su amada hija.”

Si épica es la lucha con Robespierre, este umbral se sobrepasa, desde su primer enfrentamiento, con el gran Napoleón:

“Se encuentran frente a frente por primera vez; cuidadosamente, el uno examina y mide al otro para saber si será útil a su fines personales. Y siempre los seres superiores se reconocen al vuelo. Enseguida Fouché advierte en el inaudito dinamismo  de este hombre de poder el genio indomeñable de la autoridad; enseguida Bonaparte, con su mirada aguda de ave rapaz, reconoce en Fouché al auxiliar útil, empleable en cualquier cosa, que lo comprende todo con rapidez y lo lleva a la práctica con energía. […] Desde el primer momento se reparten los papeles, señor y criado, diseñador del mundo y político del momento; ahora puede empezar su colaboración.”

Es en esta época cuando asistiremos  al ascenso de Fouché que llegará a introducirse en su última faceta, como político de exteriores; es entonces cuando llegamos al culmen de sus dobleces, casi se comportará como una agente doble al servicio de nadie, simplemente al servicio de sí mismo, de un juego que le apasiona y sin el que no puede vivir:

“Completo traidor…, no ocasional, una genial naturaleza de la traición, eso es lo único que fue, porque la traición no es tanto su intención, su táctica, como su más auténtica naturaleza. Quizá la mejor forma de comprender su esencia sea la analogía con el agente doble, tan conocido en los casos de guerra, que entrega secretos a una potencia extranjera para conseguir a su vez de ella otros más valiosos, y que en ese ir y venir finalmente ya no sabe a qué potencia sirve en realidad; el agente al que ambos pagan y no es fiel a ninguno, entregado realmente tan solo al juego, al doble juego del ir y venir, de estar en el medio, un placer ya casi inmaterial, un placer diabólico y mortal.”

El excepcional último episodio nos muestra a un Maquiavelo crepuscular en total decadencia, refugiado, por mano propia, en el olvido:

“Nada en esta pobre sombra recuerda al hombre temido y peligroso que durante dos décadas confundió al mundo y puso de rodillas a los hombres más fuertes de su tiempo. Sólo quiere paz, paz y una buena muerte. Y, realmente, en sus últimas horas hace la paz con su Dios y con los hombres. Paz con Dios, porque el viejo y combativo ateo, el perseguidor del cristianismo, el destructor de altares, hace venir en los últimos días de diciembre a uno de esos “repugnantes estafadores” (como los llamaba en los días de esplendor de su jacobinismo), un sacerdote, y recibe con manos devotamente entrelazadas los últimos óleos. […] Se enciende un gran fuego, al que se arrojan cientos y cientos de cartas, probablemente también las temidas memorias ante las que temblaban centenares de personas. Fue una debilidad del moribundo o una última y tardía bondad, fue miedo a la posteridad o burda indiferencia… , en cualquier caso, con una novedosa y casi piadosa consideración, destruyó en su lecho de muerte todo lo que podía comprometer a otros y con lo que podía vengarse de sus enemigos, buscando por vez primera, en vez de la fama y el poder, otra dicha, cansado de los hombres y de la vida: el olvido.”

Magnífica biografía, uno de los mejores libros de Zweig. Un placer inconmensurable.

Los textos pertenecen a la traducción de Carlos Fortea Fouché. Retrato de un hombre político de Stefan Zweig en Acantilado.

La libélula de Amelia Roselli. Delirante flujo de pensamiento poético

libelulaLa libélula de la poetisa italiana Amelia Roselli (1930-1996) es la última propuesta que nos trae Sexto Piso en su flamante colección poética, una edición bilingüe con traducción de Esperanza Ortega que promete curvas, que nos sugiere y graba a fuego palabras, palabras que traen reminiscencias de sensaciones y nos brindan nuevas emociones. Palabras como las siguientes:

Nuevo modelo métrico,  música nunca antes escuchada, otra respiración, otro ritmo

 

Lirismo extremo, liberación, libertad absoluta

Liberación de: gramática, tradición, imágenes, pronombres, ritmo…el alma y el cuerpo

Espiral de belleza, rotativa como las alas de la libélula

“delirante flujo de pensamiento occidental”

 

Siguiendo una estructura compositiva de verso libre cada estrofa imprime en nuestra mente mensajes que van calando en nuestro cerebro como fuego, palabras sueltas que hablan de libertad y al mismo tiempo de ternura; se refleja una búsqueda de dicha libertad que no puede ser realizada a través de las palabras que se usaban anteriormente. Hay que inventar algo nuevo, un nuevo lenguaje, una nueva gramática, nuevas palabras, nuevos ritmos que nos saquen del orden establecido:

 

“[…] Yo me levanto, tú extiendes los brazos en un largo

penoso adiós, con la sonrisa rígida y forzada en

tu boca más bien poco atractiva. ¿Y qué es esa

luz de la verdad cuando ironizas? Nada más

que esa pobre prenda obtuviste de mi corazón herido.

Ya nunca sabré mirarte a la cara; lo que

deseaba decir se ha marchado por la ventana,

lo que tú eras era otro batallón contra el que

ya soy incapaz de enfrentarme; ¿entonces qué nueva

libertad

buscas entre las cansadas palabras? No la blanda

ternura

de quien está en casa bien protegido entre sus altas

paredes y piensa en sí mismo. No el cansado

descuido

del gigante que sabe que no puede rimar nada más

que

dentro del círculo cerrado de sus apesadumbrados conocidos; […]”

 

Se suceden los encabalgamientos y las aliteraciones, ritmos que irrumpen en nuestra lectura como si de una obra musical se tratase; repeticiones que alteran el orden establecido a pesar de su rareza; como si dos ritmos se alternaran en un contrapunto poético de inspiración bachiana:

 

“[…]No sé si moriré o no

de hambre, miedo, los ojos abiertos para

milagrosamente

comer, la tierra que rodea y sostiene el agua

demasiado negra para la levedad del cielo. Qué

extraña esta risa mía de murciélago, qué extraño

este desvariar mío sin orejas, qué extraño

este desvariar mío sin pájaros. Qué extraño

este amor mío a las penosas perezas de la vida.”

 

Imbuidos de su musicalidad la poetisa no se olvida del lirismo de su rima, establecida en el interior de sus estrofas:

 

“Yo no sé si entre la sonrisa del verde verano

y tu verde desacuerdo hay un desacuerdo

yo no sé si rimo por encanto o por laboriosa

pena. Yo no sé si rimo por encanto o por razón

y no sé si tú sabes que rimo solo

para ti. Demasiado sol ha embebido el mar en

su cautividad tranquila, donde la flora

marina renuncia a invadir los barcos hundidos.”

 

En este camino llega la ponderación exagerada de los superlativos, hay que forzar la situación, llegar al máximo de las redundancias; es entonces cuando se produce la evolución hacia la libertad, de lo máximo a lo mínimo:

 

“Por sus ojos blanquísimos, por sus

miembros limpísimos, ¡yo voy en busca de la gloria!

Por sus miembros dulcísimos, por sus ojos

velocísimos, yo voy en busca de gente que oculte

armas entre la maleza. Por sus ojos blanquísimos,

por su piel levísima por sus ojos

sagacísimos, yo voy en busca de la gente que oculta.

Por sus ojos ligerísimos y por su boca

fortísima, yo busco gente fortísima, que nos alimente

a los dos juntos en la noche entre las blancas alas

de los ángeles fortísimos dulcísimos ligerísimos.”

 

Disipar, Arrancar, Destruir: tres palabras que se suceden, repitiéndose en estrofas continuadas; para entrar en el nuevo orden hay que disipar…

 

“[…] Disipa 

tú el pudor de mi virginidad; disipa tú

la entrega del cuerpo al enemigo. Disipa mi imagen,

disipa el remo que golpea la rama desprendida.

Disipa tú si quieres está disipada vida disipa

mis incoherentes razones, disipa el número

tan elevado de demandas que me hacen agonizar:

disipa el horror, convierte el horror en bien. Disipa

tú si quieres esta débil vida que se queja,

pero yo no te encuentro, y no me atrevo a disiparme.

Disipa

tú, si puedes, si sabes, si tienes tiempo

y ganas, si viene el caso, si es posible, si

no te quejas débilmente, esta vida mía que

no se queja. […]”

 

Arrancar, destruir…

 

“[…] Destruye

la casa a la que te llevan los guardias, destruye al

pájaro

que no sueña con quedarse en el nido que le has

preparado,

destruye la tinta que hace burla de tu

ingratitud, destruye a los arcángeles que no

saben dónde has ocultado a los ángeles que no

saben temer.”

 

Todo en un flujo poético continuo y extremo, ahora es el momento de crear. De crear un nuevo orden poético universal occidental que refleje nuestras vidas sin las ataduras de etapas anteriores.

Belleza en la experimentación. Nuevas interpretaciones con cada relectura. Estimulante es decir poco.

Los textos pertenecen a la excelente traducción de Esperanza Ortega de La libélula de Amelia Roselli para la edición bilingüe de Sexto Piso.

¡Delizia! La historia épica de la comida italiana de John Dickie. Construir la identidad a través del disgusto

650_C924397.jpgSiempre he pensado que, en un ensayo, sea del tipo que sea, los primeros capítulos son imprescindibles para conseguir atraer el interés sobre lo que te quieran contar. La introducción del propio autor, John Dickie, a ¡Delizia! La historia épica de la comida italiana es tremendamente clarificadora sobre lo que nos vamos a encontrar y cumple a la perfección este objetivo desde el principio; en primer lugar, pone en contexto el lugar de la cocina italiana a nivel mundial como paradigma del “buen comer” y cómo esto puede afectar a nuestra vida:

“¿Cómo han llegado a comer tan bien los italianos? La historia del Mulino Bianco ofrece una sencilla lección para cualquiera que trate de encontrar una respuesta histórica a dicha pregunta: es posible amar la comida italiana sin que se nos llenen los ojos de lágrimas por las fábulas que se han creado a su alrededor, ya sea en Italia o en el extranjero. Italia se ha convertido en el modelo a imitar cuando se trata de producir ingredientes, cocinarlos y comérselos. Algunos creen que nuestra salud, el medio ambiente y la calidad de vida dependen de si logramos aprender algunas lecciones culinarias que puede brindar Italia. Razón de más para que necesitemos una historia sobre cómo llegó la comida italiana al lugar donde se encuentra hoy,( que resulte) menos almibarada que la que ha llegado hasta nosotros a través de la publicidad y los libros de cocina.”

A partir de ahí nos introduce el concepto autóctono de “civilización de la mesa” que va más allá de las simples recetas, entrando también a valorar la comida en sí misma y la gente que se dedica a cocinarla, producirla, etc. Los propios italianos:

“En ocasiones, los italianos hacen referencia a su “civilización de la mesa” el término abarca los numerosos aspectos de una cultura que se expresan a través de la comida: desde la economía agrícola hasta recetas para encurtir, desde lazos familiares hasta la técnica correcta para escupir el hueso de aceituna en la mano. La comida en sí misma es fascinante, pero, en última instancia, lo es mucho menos que la gente que la produce, la cocina, la consume y habla de ella. Por eso este libro es una historia de la civilización de la mesa en Italia y no solo de lo que ponen los italianos sobre la mesa.”

Por último establece el ámbito, centrándose en Italia y llegando a introducir el concepto de identidad que se asocia a dicha comida, la italiana, una identidad nacional:

“La exhaustividad es otra tentación a la que he tenido que resistirme. La comida italiana se ha convertido en una comida internacional, y un estudio completo abarcaría Gran Bretaña, Estados Unidos, Sudamérica y Australia, además de Italia. Muchas de las historias aquí relatadas demuestran que la comida italiana se ha formado tanto en sus promiscuos viajes como en sus firmes raíces en el terreno de la península. Pero allá donde la comida italiana ha viajado tan lejos, que ha pasado a formar parte en la historia de otros países, he cesado de seguir su rastro.

La razón de este enfoque decididamente italiano es que, en su mejor versión, la comida italiana tiene carisma. Y su carisma se deriva de una relación casi poética con el lugar y la identidad. Los italianos comen muy bien porque comer enriquece su sentido del lugar del que provienen y de quienes son. Las ciudades italianas son los lugares donde se forjaron esos vínculos entre comida e identidad.”

A partir de ahí es exhaustivo el recorrido cronológico  que lleva a cabo el autor desde la mesa medieval pasando por la Segunda Guerra mundial hasta los tiempos actuales; un recorrido que va uniendo indefectiblemente la evolución histórica de la nación con la evolución culinaria, desde la misma entrada de los espaguetis en Italia:

“La historia de la comida italiana comienza con la llegada de los espaguetis, que fueron introducidos en Sicilia por los invasores musulmanes. Más concretamente, la historia de la comida italiana empieza cuando los espaguetis entran en el diálogo culinario entre las ciudades italianas, en cuyo proceso dejaron de ser una importación exótica. Cómo llegó a suceder tal cosa lo entenderemos mejor a través de la historia de un musulmán siciliano en particular y del mapa que creó, que ofrece la primera prueba crucial de la historia de la comida italiana. También es uno de los tesoros artísticos más hermosos de la civilización medieval y un documento de la barbarie.”

En este orden de cosas, no solo la pasta es decisiva para esta evolución, de ahí la importancia que cobraron en la antigüedad las especias:

“Pero, aunque Venecia no fuera el puerto a través del cual entró la pasta en Italia, la ciudad de Marco Polo tuvo una enorme influencia en la cocina medieval italiana. De hecho, las razones por las que Venecia ocupa un lugar tan preponderante en la historia de la comida, por las que los venecianos encontraban tan atractivas las historias de Marco Polo sobre China y por las que los mercaderes venecianos se sintieron inspirados por la avaricia y la grandeza, son una y la misma: las especias. […] La ciudad sobre la laguna era el mayor centro europeo de comercio de especias.”

Sin embargo no será hasta el siglo XVIII cuando será  autoconsciente la identificación de la pasta con el pueblo:

“Pero en el siglo XVIII, Nápoles también adquirió una representación ritual de la abundancia que podía recrearse a diario: comer maccheroni. A mediados del siglo XVIII, la ciudad se había labrado una reputación como capital italiana de los maccheroni. Fue en Nápoles donde la pasta se convirtió en lo que es hoy: un plato del pueblo, la gloria suprema de la dieta italiana cotidiana.”

No hay muchas comparaciones con otros países, sin embargo, hay una excepción muy evidente (y ciertamente divertida) al describir las “costumbres británicas” a la hora de comer:

“Los británicos –al menos a juicio de los italianos- son ajenos a ese refinamiento. Sin pensar en colocar una servilleta entre sus dedos mugrientos y su nauseabunda comida, mastican bocadillos en el coche, devoran hamburguesas en trenes o autobuses y engullen kebabs o patatas mientras se tambalean de una taberna a otra. De hecho, los británicos comen cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier momento. Cuando celebran una fiesta, incluso se sientan con las piernas cruzadas encima de las alfombras y se zampan caóticas montañas de pasteles, bocadillos, patatas fritas y salchichas.

Para los italianos es un misterio que los británicos parezcan quererlo todo en el mismo plano. Pizza y ensalada. Y pan con ajo. Y patatas. En ocasiones especiales, a los italianos les gusta saborear cómo el antipasto, el primo, el secondo, el contorno y el dolce describen un patrón evolutivo de sabores y texturas distintos. Para embutir toda una comida en diez  minutos, los británicos inventaron el almuerzo dominical; para anular sus diferentes sabores, inventaron la salsa de carne.”

Lo que nos lleva una reflexión muy interesante y que revela una faceta de nosotros mismos (que por cierto Facebook se está perdiendo) que sirve para construir la identidad de una persona: la definición de la persona a través de lo que  le disgusta.  Es en el disgusto en donde la persona se muestra más visceral, donde de verdad da pistas sobre lo que es; los italianos son tan proteccionistas con sus aspectos culinarios que no pueden evitar despreciar y disgustarse ante la misma existencia de algo tan opuesto como “lo británico”:

“El pavor de los italianos hacia la comida británica se expresa en numerosos estereotipos, pero también revela una verdad sobre las emociones humanas más viscerales: nos definimos por lo que nos disgusta. Cuando nos estremecemos de repugnancia, nuestros cuerpos vibran al son de nuestros prejuicios más rígidos. Se ha incumplido una norma; se ha producido una contaminación. Y lo sabemos porque lo notamos tanto física como mentalmente. Quizá de manera más convincente que cualquier otra sensación, el disgusto demuestra quiénes somos. Porque no nos gustan esas cosas.”

No quería dejar pasar este último párrafo al respecto de Giovanni Rana, el gran artífice y creador de los tortellini en Italia como empresa; hablar de su éxito no es más que un pretexto que Dickie utiliza para sacar a relucir el verdadero triunfo actual de la comida italiana: esa mezcla de innovación y conservadurismo que tanto gusta los italianos:

“La trayectoria de Giovanni Rana ilustra muchas cosas sobre la historia reciente de Italia. Su negocio es típico de las empresas familiares que se convirtieron en el motor de la economía italiana en los años ochenta e hicieron del Véneto una de las regiones más ricas de Europa. Su espectacular éxito se debe fundamentalmente a dos cosas: cómo ha sacado rédito de los profundos cambios experimentados en la cultura alimentaria de las familias italianas; y su capacidad para innovar a la vez que halaga el conservadurismo de los italianos a la mesa, su obsesión por consumir alimentos buenos y auténticos y su preciada idea de que la comida debe ser rural, tradicional y típica.

Si Giovanni Rana ha de ser considerado un héroe o un villano de la civilización italiana de la mesa depende de su punto de vista. También de cómo se interpretan términos como “tradicional” y “auténtico” y de si ha renunciado a demasiada creatividad y a algunas cualidades valiosas para liberar las mujeres del duro trabajo semanal que conllevaba preparar tortellini.”

Suculento el ensayo que nos trajo Debate: una perfecta conjunción entre evolución histórica y culinaria que es sabroso por naturaleza y viene muy bien aderezado con un aliño de buen humor.

Los textos pertenecen a la traducción de Efrén del Valle Peñamil de ¡Delizia! La historia épica de la comida italiana de John Dickie en Debate.

Resumen Enero 2015. Nuevo año, nuevas lecturas

Me he retrasado muchísimo este mes. La falta de tiempo actual no me permite actualizar convenientemente las reseñas que tengo pendientes y el resumen del mes anterior no puede esperar. Estamos hablando de enero y estoy acabando febrero, aquí tenéis el resumen de las lecturas de enero y que siguen, más o menos, lo que había previsto en este post. Aunque me quedó alguno de los previstos por leer, se han sumado al mes de febrero donde daré buena cuenta de ellos. Sin más, los comentarios, pinchando en el título tenéis el enlace de varias de ellas: 

The taqwacores de Michael Muhammad Knight, me extendí mucho en su reseña donde encontraréis razones de sobra para leerlo a pesar de las dificultades. No podía ser de otra manera con la novela fundacional del punk islámico.

Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón de Sekien Toriyama, las cosas que saca Quaterni son deliciosas. En este caso, es un catálogo de monstruos de todo tipo con sus consiguientes grabados y su descripción. Una selección necesaria y que complementa muchas lecturas que saca la propia editorial.

En el café de la juventud perdida de Patrick Modiano, me temo que el último Nobel está en ese segmento que solo me provoca indiferencia. Y eso que este libro se acerca más a la temática de género, no veo más que buen oficio, nada comparable a lo que son capaces de hacer los más grandes, tanto en estilo como en el fondo. No creo que le dé más oportunidades.

Los atracadores de Tomás Salvador, recuperación de novela negra española en tiempos del franquismo. A pesar de su inevitable mensaje moralizante se trata de una propuesta excelente en forma y contenido.

Invasión Secreta de Brian Michael Bendis, Bendis es el fetiche de Marvel, no creo que tenga talento para escribir grupos y más, cuando se trata de crossovers comiqueros,; buenas ideas, buen dibujo, realización irregular. Buen forraje por momentos.

¡Delizia!: La historia épica de la comida italiana de John Dickie, tengo pendiente la reseña, ya podéis suponer que es un libro suculento.

Carthage de Joyce Carol Oates, me extendí mucho en su reseña que podéis buscar en el enlace. Como de costumbre, un buen libro de Oates.

La Santa de Mado Martínez, me arrepiento de no haber hecho reseña para este libro, se puede quedar muy perdido en el limbo de autores no destacados y no sería justo. Buena novela de terror con fantasmas, múltiples puntos de vista y narración dislocada que se lee con gran disfrute.

Relatos Japoneses de misterio e imaginación de Edogawa Rampo, tarde o temprano escribiré algo sobre esta deliciosa recopilación de relatos de terror y misterio.

La calavera bajo la piel de P.D. James, la maestra británica nos dejó pero sus libros reflejan a la perfección cómo escribir novela policíaca con buen gusto y estilo.

Asedio de Brian Michael Bendis, peor que Invasión secreta… aunque no se puede negar que es muy efectivo y contiene imágenes impactantes.

El santo del monte Koya y otros relatos de Kyoka Izumi, otro libro de relatos imprescindibles y del que hablaré algo, aunque ya no sé el qué.

El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos de Charles Dickens, recuperación de un Dickens ocurrente en condiciones ciertamente extrañas.

Mr Mercedes de Stephen King, no es el mejor King pero esta aproximación a la novela policíaca, a su manera, se lee con indudable satisfacción.

Fouché. Retrato de un hombre político de Stefan Zweig, otro de los que me faltan y NO puede faltar. Es, sin lugar a dudas, una obra maestra: la biografía de uno de los personajes más maquiavélicos que podemos encontrar a lo largo de la historia.

No se ha dado nada mal enero para comenzar este nuevo año. Aquí tenéis las últimas adquisiciones.

Compras_Enero

Y, nuevamente, intentaremos que los siguientes libros sean los previstos.

Previsión_lecturas_febrero De estos libros tienen prioridad los que no me leí el mes anterior: El Glow de Beauman, El mundo deslumbrante de Siri Husdvedt, Los políglotas de Gerhardie, Divagaciones Rossinianas de Zedda y La sala del crimen de P.D. James. El resto está compuesto por una buena mezcla de novela negra clásica y varios de los autores que tengo en mi proyecto (Roth, Woolf… Oates). Este mes, desgraciadamente, no creo que lo consiga por los siguientes motivos: en primer lugar cogí demasiados libros teniendo en cuenta que febrero es, precisamente, el mes más corto; en segundo lugar, en el camino me ha llegado el último libro en inglés de Joyce Carol Oates, The sacrifice. Por lo tanto… me temo que no lo cumpliré. Veremos hasta dónde puedo llegar.

Carthage de Joyce Carol Oates. Viviendo en la paradoja de Zenón

carthage“Porque cada paso no es más que una fracción de la distancia total. Y la distancia total es algo que queda más allá de la experiencia.

En la paradoja de Zenón no llegas nunca a tu destino.

En la paradoja de Zenón te encuentras en un estado de anhelo perpetuo.”

La paradoja de Zenón simplemente da un nombre a algo inherente en el ser humano: el anhelo. Un anhelo que se vuelve perpetuo, una vez alcanzamos un aparente destino no nos sentimos completos, sino que vamos a por otra meta que creemos que será lo que nos complete definitivamente.

Cressida Mayfield, la protagonista del Carthage de Joyce Carol Oates, es la personificación de dicho anhelo en la narración de la norteamericana. A lo largo de tres partes (Joven desaparecida, Exilio, El Regreso)  se nos relata el viacrucis de la protagonista y las consecuencias de sus decisiones para los que la rodean. Si hay algo que caracteriza a Oates es el estudio de las consecuencias de las acciones que se producen; todo ello cargado de una gran ración crítica ante la situación de un pueblo como el americano.  Dos factores funcionan como desencadenantes narrativos en este caso. Por un lado la guerra de Iraq, legitimada religiosamente como único cauce para defenderse del enemigo; Brett Kincaid, el novio de la hermana de Cressida sufrirá esta situación:

“Toda la feligresía rezaba por ti. Por ti y por los demás que habían ido a la guerra…a las guerras.

Son tantos los que han muerto, me resulta difícil recordar la cifra, ¿más de mil?

La mayoría, soldados como tú, no oficiales. Y todos amados por Dios, es lo que una quiere pensar.

Porque a todos los ama Dios. Incluso al enemigo.

De todos modos tenemos que defendernos. Un cristiano tiene que defenderse de los enemigos de Jesucristo.

Esta guerra contra el terror es una guerra contra los enemigos de Jesucristo.

Sé que no querías matar a nadie. Te conozco, Brett, cariño mío,y eso lo sé: no querías matar a ningún enemigo ni a nadie. Pero eras militar y era tu obligación.”

Aunque ya en Mujer de Barro anticipaba este argumento, Oates vuelve a sacar a la palestra la necesidad de identificar un enemigo visible tras el atentado del 11-S: Al Qaeda es la sustitución del Fantasma comunista del que hablaba Robert Coover en su celestial hoguera.

“La lucha contra el terror es una lucha contra los enemigos de la moralidad norteamericana, contra la fe cristiana. En algún lugar de aquel país olvidado de Dios estaban los imanes de los terroristas de Al Qaeda que habían volado las Torres Gemelas. Nada más que por el simple deseo, lleno de odio, de destruir la democracia americana y sus principios cristianos como querían hacerlo los paganos de la Antigüedad, siglos atrás. La Roma imperial de los tiempos de los gladiadores: se te exigía morir por tu fe. Se lo había explicado su capellán: esto es una cruzada para salvar a la cristiandad.[…]  los Estados Unidos se habían visto forzados a reaccionar militarmente. Los Estados Unidos nunca pactarán con el mal. No había otro remedio que mandar tropas antes de que el enloquecido dictador Sadam utilizara las armas de destrucción masiva: Bombas atómicas, y guerra biológica con gases y gérmenes.”

Las consecuencias originadas a la vuelta de Kincaid son, como podía ser esperable, de dos tipos: físicas, por lo que ha sufrido en su cuerpo; y psicológicas, por lo que ha visto allí y tiene que callar para no tener represalias:

“Estaba enfermo de vergüenza. Enfermo de culpabilidad. Que se le acumulaba como en un sumidero. Y no era capaz de expulsarla.

Mejor morir. Haber muerto… “en combate”.

Pero ya era demasiado tarde. Lo habían matado pero no había muerto… exactamente.

Se sentía como algo hecho a la buena de Dios para parecer un ser humano: un híbrido de maniquí y momia. Trozos de piel verdadera curtidos como cuero, mechones de cabellos semejantes a lo que se puede ver en un museo de historia natural.”

La situación de Brett es la causa, de alguna manera, del segundo motor de la historia: la desaparición de Cressida; una Cressida que se siente cohibida, desde el primer momento, por el etiquetado al que se la ha sometido en contraposición con su hermana:

“Era evidente que le fastidiaba cómo en Carthage, entre las personas que conocían a los Mayfield, probablemente se la describía como la lista mientras que su hermana era la guapa.

¡Qué claro estaba que una adolescente prefería ser guapa antes que inteligente!

Y es que, por supuesto, se consideraba que Cressida era demasiado lista.

Como en “demasiado lista para su propio bien”.

Como en “demasiado lista para una chica de su edad.”

A propósito de la publicación de este libro, en una entrevista la escritora comentaba su fascinación por indagar en las causas que, en una misma familia, originan dos personalidades tan distintas en aparente igualdad de condiciones. Parte de culpa de estas diferencias está implícito en “lo establecido socialmente”, eso es lo que lleva a juzgar a una persona como “lista”, “guapa”, etc…

Lo que nos lleva de nuevo al anhelo, mientras Cressida deseaba haber sido guapa, se nos revela más adelante que Arlette deseaba haber sido valorada por su inteligencia más allá que por su belleza. Aunque Cressida huye por no cumplir el destino que cree que necesitaba, su huida funciona más como alienación que como satisfacción:

“Todavía era una convaleciente. Llevaba convaleciendo tantos años que había perdido la cuenta.

Había huido. Se había exiliado. Aquel otro sitio era un modo de nombrar lo innombrable.

Básicamente estás en la vida en el Punto X –este, donde estamos- de manera continua. Es mentira creer que se puede volver a aquel otro sitio del que has sido expulsado.”

El inesperado regreso es un deseo más, nuestra protagonista se da cuenta de que lo que necesita de verdad es a su familia; aunque su familia, como es el caso de su hermana, no lo aceptará tan fácilmente; por el anhelo que le hace sufrir por una vida que podría haber tenido y que no ha podido disfrutar por culpa de su hermana:

“Y lo sé: debería perdonarla.

Los demás piensan que reboso de Alegría tanto como ellos. Creen que soy una verdadera hermana para ella. Todo el mundo piensa: Las hermanas Mayfield, reunidas.

Pero no la perdono, creo que la detesto.

La sensación de odio es brutal y nueva para mí, me deja sin aliento. ¿Cómo voy a perdonarla? Me ha destrozado la vida, a mí y a Brett Kincaid. Durante siete años ha sido la causa de los sufrimientos de mis padres, todas las horas y los minutos de su vida envenenados por su ausencia.

Detesto su egoísmo, que el mundo malinterpreta como enfermedad.

Enfermedad mental, angustia psicológica, “amnesia”…

Mi hermana es moralmente deficiente.”

La misma Cressida se dará cuenta  de que lo que ahora busca no será fácil de cumplir porque las acciones que realizó en el pasado fueron dolorosas para su familia y para Brett:

“Mi hermana sigue enamorada de Brett Kincaid. El soldado joven, con el brillo de la inocencia. Está enamorada del recuerdo que tiene de Brett Kincaid antes de que lo hirieran y por lo tanto no quiere verlo y sentir que se despiertan de nuevo en ella aquel amor y aquella nostalgia.

Entendí aquel amor. Lo entendí y me amargaron los celos y el rencor. Y fui yo quien mató su amor y nunca me podrán perdonar de verdad.

Tengo que aceptarlo; aceptar que nunca me podrán perdonar. No querría que Juliet me perdonara. Ni Brett.

Quien tendría que estar en la cárcel soy yo, Cressida, la lista,  [..]”

A pesar de la intuición  que tenemos de no estar nunca satisfechos, Oates deja una nota final optimista que nos llena de esperanza. Quizá el conseguir estar felices depende, en primera instancia, de nosotros mismos, de cómo reaccionamos a las vicisitudes que nos suceden.

Los textos pertenecen a la traducción de José Luís López Muñoz de Carthage  de Joyce Carol Oates para Alfaguara.

Lo que podemos esperar de la temporada 2015-2016 del Teatro Real

Zauberflöte

Publicado inicialmente en Ópera World en este enlace.

Está claro que esta temporada va a ser la confirmación del trabajo de Joan Matabosch, la apuesta por lo clásico popular es más que palpable, Donizetti, Verdi, Mozart, Wagner, Haendel, apuestas seguras acompañadas de producciones ya realizadas, aderezado todo ello con cantantes de buen nivel. Es evidente que es necesario recuperar al público que se ha perdido en el camino y qué mejor forma que esta. Vamos a hacer el repaso de rigor para comprobarlo en profundidad:

 

Roberto Devereux

22/09-08/10

Bruno Campanella, Andrily Yurkevych

Mariella Devia/Maria Pia Piscitelli, Gregory Kunde/Ismael Jordi, Mariusz Kwiecien/Simone Piazzola, Silvia Tro Santafé/Veronica Simeoni

Producción: Welsh National Opera

Empezar la temporada con un Donizetti puede ser un gran presagio. En este caso uno ya programado aunque en su versión concierto hace poco. Los atractivos son evidentes en lo vocal. La grandísima Mariella Devia y el consagrado Gregoy Kunde, unidos a la sobriedad de Kwiecien y Silvia Tro Santafé y la batuta contrastada y fiable de Campanella que ya triunfó este año con “La fille…”. Gran ópera de belcanto que hará las delicias del coliseo madrileño.

 

Alcina

27/10-10/11

Christopher Moulds

Karina Gauvin/Sofia Soloviy, Anna Christy/Maria José Moreno, Malena Ernman/José Maria Lo Monaco, Sonia Prina

Producción: Ópera Burdeos en coproducción con el Teatro Real. 

Tengo especial cariño, dentro del dilatado repertorio Häendeliano, a esta ópera; no puedo ser imparcial con Häendel y el barroco en general. Si encima nos traen a Karina Gauvin para hacer el papel estelar, todo apunta a que vaya a triunfar si la producción acompaña. Alcina es una ópera que guarda la ortodoxia musical del autor y es ciertamente deslumbrante.

 

Rigoletto

30/11-29/12

Nicola Luisotti

Leo Nucci/Juan Jesús Rodriguez/Luca Salsi, Olga Peretyatko/Lisette Oropesa, Stephen Costello/Francesco Demuro/Piero Pretti/Ho-Yoon Chong

Producción: Royal Ópera House  a cargo de David McVicar 

Quizá los dos autores más efectivos para presentar la ópera a alguien que quiera descubrirla pueden ser Mozart y Verdi, este año tenemos a los dos escenificados y son puertas de entrada muy valiosas. En el caso del italiano, Rigoletto es una de las más representativas (junto con La traviata y El trovador) del paradigma musical e interpretativo del compositor. Perfecta conjunción de música, teatro y drama, y, además plagada de momentos musicales sobradamente conocidos como “La donna é mobile” o el cuarteto más famoso de la historia (“Bella figlia dell’ amore”). ¿Será capaz Leo Nucci de hacer otro bis en la Vendetta? ¿Y Olga Peretyako cuadrará  con el enrevesado papel de Gilda? La oscuridad de la producción de McVicar buscará intensificar al máximo el dramatismo de una obra inmortal.

 

Die Zauberflote

16/01-30/01

Ivor Bolton

Christof Fischesser/Rafal Siwek, Joel Prieto/Norman Reinhardt, Ana Durlovski/Kathryn Lewek, Sophie Bevan/Sylvia Schwartz, Joan Martin-Royo/ Gabriel Bermudez

Producción: Komische Oper Berlin

Si antes hablaba de Verdi, a continuación se ha programado una de las óperas más conocidas de Mozart, La flauta mágica es deliciosa desde cualquier punto de vista y cada momento musical es conocidísimo y cargado de inspiración, del Mozart del final de su vida, mucha gente alucinará escuchando las endiabladas arias de la Reina de la Noche que Ana Durlovski (tras su éxito con los Cuentos de Hoffman en el mismo teatro) intentará realizar con un más que posible éxito de ejecución. El reparto parece tener garantías, más si tenemos en cuenta la presencia de Sylvia Schwartz tras su éxito con el Gretel de la obra de Humperdinck . Bolton deberá confirmar que este repertorio es el suyo tras la pifia de su anterior Mozart.

 

Das Liebesverbot

19/02-05/03

Ivor Bolton

Christopher Maltman/James Rutherford, Manuela Uhl/ Sonja Gornik, Andrew Stapels/Peter Lodahl, Ante Jerkunika/Martin Winkler

Producción: Teatro Real en coproducción con el Royal Opera House

Bolton de nuevo, como director titular, dirigirá también este Wagner tempranero, La prohibición de amar no es una ópera que se programe tanto (igual que ocurre con Las hadas) como las típicas óperas wagnerianas; no estamos ante una obra que entre dentro del drama y la obra de arte total que concibió el compositor alemán. Muy al contrario, la gente se encontrará con una ópera influida por la música de sus contemporáneos franceses e italianos y alejada de su estilo. Es una curiosa propuesta, una comedia (Wagner solo tiene dos) pero cuya música es atractiva. El reparto parece solvente para las circunstancias. 

 

Parsifal

02-30/04

Semyon Bychkov/Paul Weigold

Christian Elsner, Detlef Roth, Franz Josef Selig, Ante Jerkunika, Evgeny Nikitin, Anja Kampe

Producción: Teatro Liceu de Barcelona y la Opernhaus Zurich

Semyon Bychkov es una de las batutas más en forma en la actualidad. Parsifal es todo un reto para cualquier director, el crepúsculo wagneriano con una música que aunaba a la perfección el ideal de la obra de arte total que ideo el genio.  Una obra simplemente agotadora para los intérpretes, con una densidad orquestal y una profundidad que llegan directamente al corazón.  El reparto, prácticamente nórdico, deberá ofrecer una digna lectura a priori de tan magna obra. 

 

Moses Und Aron

24/05-17/06

Lothar Koenings

Albert Dohmen, John Graham-Hall, Catherine Wyn Rogers, Michael Pflumm, Julie Davies

Producción: Teatro Real en coproducción con la Ópera De Paris 

Schöenberg es siempre difícil para el público, se acerca más al oratorio que a la ópera, pero es un digno representante del siglo XX y sus incertidumbres. Plenamente dodecafónica, ocasionará no pocos abandonos en el público más clásico. Qué mejor forma de acercarse a ella que con una representación escénica. Es una obra para experimentar con tus gustos, más adecuada para los más audaces. Es, a pesar de lo que parece, muy interesante. 

 

Der Kaiser Von Atlantis

10-18/06

Pedro Halffter

Alejandro Marco-Buhrmester, Martin Winkler, Torben Jüngers, Roger Padullés, Sonia De Munck, Ana Ibarra y José Luis Sola

Producción: Teatro Real/Teatro De La Maestranza

El emperador de la Atlántida, o el rechazo de la muerte es una ópera en un acto con música de Viktor Ullmann y libreto en alemán de Peter Kien, estrenada en 1975, no es una obra muy representada y hay muy pocas grabaciones. Con ella se cubre el expediente de obras del siglo XX y tiene su fuerte en el texto. El compositor la hizo durante su cautiverio en un campo de concentración de donde no salió. La música, en la órbita de sus contemporáneos Weill, Schöenberg,… no esperéis mucha tonalidad.  Lo bueno de esta es que va a servir para que veamos una sana mezcla de intérpretes españoles y extranjeros. Empezando por el director, nuestro Pedro Halffter, pasando por nuestras magníficas Sonia de Munck y Ana Ibarra y acabando con el ya conocido por estos lares Alejandro Marco-Buhrmester. Será una más que interesante propuesta. 

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I Puritani

04-24/07

Evelino Pidó

Diana Damrau/Venera Gimadieva, Javier Camarena/Celso Albelo, Ludovic Tezier/Nicola Alaimo

Producción: Teatro Real/Teatro Municipal Santiago De Chile

El final de año termina con esta maravilla de Bellini, un paradigma del bel canto con una partitura bellísima. Elvira y Arturo tienen probablemente dos de los papeles más endiablados escritos por el compositor y será un placer disfrutarlos con los cantantes escogidos. Damrau/Girmadieva deberán lidiar con las impresionantes agilidades de Elvira y Albelo/Camarena son un lujo para cantar Arturo, ¿eludirán el Fa sobreagudo “rubiniano” o lo cantarán, aunque sea en falsette? Tezier/Alaimo acometerán uno de los papeles más hermosos que se han escrito para barítono. Yo, si fuera vosotros, no me lo perdería. 

Hasta aquí el repaso a las que se van a representar, nos quedan tres propuestas más en versión concierto que no son para nada desdeñables:

 

Written On Skin

17/03

George Benjamin, Christopher Purves, Barbara Hannigan, Tim Mead, Victoria Simmonds, Robert Murray

El propio compositor dirigirá esta curiosa ópera con libreto de Martin Crimp con quien ya colaboró en su otra composición de este tipo Into the Little Hill y que estrenó en el 2012 en el Festival de Aix-en Provence. Para ello se trae a los intérpretes que ha utilizado en su propia grabación. Es contemporánea, extravagante, da colorido y variedad, con todo lo que conlleva de positivo y negativo. Una verdadera maravilla contemporánea.

 

Luisa Miller

23-26/03

James Conlon

Lana Kos, Francesco Meli, Leo Nucci, Maria José Montiel, Dimitry Beloselskiy

Nuevo verdi, con la dirección del contrastado Conlon y un Meli que intentará que me olvide de Bergonzi al escucharla, cosa bastante difícil, aunque Meli canta realmente bien. Leo Nucci volverá a deleitarnos con su actuación y nuestra maravillosa Maria José Montiel dará colorido español. Lástima que solo venga en versión de concierto, a pesar de no ser tan conocida, tiene una música inolvidable.

 

I Due Foscari

12-18/07

Pablo Heras Casado

Plácido Domingo, Ainhoa Arteta, Michael Fabiano, Roberto Tagliavini.

Y acabamos con otro plato fuerte, otro Verdi, pero esta vez con la presencia escénica del incombustible Domingo haciendo papel de barítono, además gozaremos con Ainhoa Arteta, el lleno está asegurado, la calidad de la batuta del internacionalísimo Heras Casado es una verdadera garantía. Lástima que no dirija alguna ópera más, para ser el segundo titular puede resultar escaso, en mi opinión.

En esta ocasión, aunque otras veces no lo haga, no me gustaría dejar pasar la ocasión de comentar el Ciclo de grandes voces ya que la calidad de los cantantes es de un nivel elevado. Natalie Dessay, aun no estando en plenitud es toda una artista; Juan Diego Flórez es un éxito asegurado por su canto con gusto y ciertamente espectacular de cara al público; Bejun Mehta y Andreas Scholl nos deleitarán como contratenores de mucha calidad; lo femenino estará más que representado con Susan Graham y la fabulosa Renee Fleming. Dentro de los conciertos es reseñable la presencia de nuestro Xavier Sabata, completando un trío de contratenores de gran altura a lo largo del año.

Y esto es todo, sinceramente, sobre el papel, el programa promete. Habrá que ver si la realidad lo confirma, la idea es, claramente, que el público vuelva al teatro; parece que la mejor idea es programar este tipo de repertorio que se puede afianzar el año que viene con Strauss y Puccini.

La hoguera pública de Robert Coover. La corrupción del sueño americano

Hoguera_CubiertaIntentando escribir algo sobre una obra como esta, recordé un texto que escribí hace tiempo sobre La abadesa de Crewe de Muriel Spark; en aquel post enlazaba lo que nos contaba la británica con otro texto de características parecidas como era Nuestra Pandilla de Philip Roth. Ambas obras tienen como protagonista de fondo a Richard Nixon, Tricky Nixon, como lo llama Roth en su particular sátira (“Nadie en este país supera mi deseo de PARECER religioso”). En el caso de Spark la crítica era más velada y no tan explícita y se relaciona con el famoso Watergate  que trajo a la palestra el fin político de Nixon. Me resulta muy conveniente recordar este texto sobre la prensa:

“-Lo tergiversarán –dice la abadesa-. Eso es lo que necesitamos ahora, hermanas, una tergiversación. Estamos abandonando el ámbito de la historia para entrar en el ámbito de la mitología. La mitología no es otra cosa que la historia tergiversada, igual que la historia es una tergiversación de la mitología; a eso se reduce la historia de la humanidad. ¿Quiénes somos nosotras para alterar la naturaleza de las cosas? En lo referente a nuestro caso, mis queridas hermanas, buscar la verdad sería como buscar los miembros, los dedos y las uñas perdidas de un cadáver desmembrado en un accidente aéreo.”

En La hoguera pública Coover entra de lleno en lo mitológico, es tan consciente de la entelequia que supone la búsqueda de la verdad, que inventa una narración ficcional alrededor de un hecho real y utiliza como narrador la mayor parte del tiempo a Richard Nixon (posiblemente el mayor paradigma de narrador poco fiable), que supone la corrupción total del hombre hecho a sí mismo, el caballero en busca del grial que escenifica el fracaso de un sueño que se convierte en una fruta podrida.

El hecho real del que parte son los sucesos que llevaron a la muerte de los judíos Ethel y Julius Rosenberg, acusados en plena Guerra Fría de haber filtrado información sobre la bomba atómica a Rusia. A partir de ahí Coover construye dos tipos de narraciones que establece temporalmente en los tres días en los que sucede todo: una en tercera persona que describe los hechos que suceden desde una especie de realismo mágico y otra en primera persona, Richard Nixon, por aquel entonces, vicepresidente de EE. UU.

En este particular libro que consta de un prólogo y cuatro partes (miércoles-jueves, mañana viernes, tarde viernes, noche del viernes) con intermezzos intercalados como si se tratara de una ópera y un epílogo del que hablaré más adelante; toman protagonismo todos los personajes que intervinieron en el suceso real aunque teatraliza lo que pudo suceder; origina una sátira que, como las grandes sátiras, más que divertir, asusta. No se queda en la simple narración de unos posibles hechos históricos sino que, para escenificar la situación, personifica entes que solo aparecían en el imaginario colectivo. Tal es el caso del Tío Sam y del Fantasma, personificaciones reales del sueño americano y de la amenaza comunista respectivamente. Todo ello le sirve para pintar una sociedad como la norteamericana que se guía por los mandatos del gran buhonero (un charlatán mercachifle), la esperanza del mundo; todo ello a través de un flujo de pensamientos donde todo es posible gracias a la prosa de Coover:

“Tampoco es que los americanos sean supersticiosos, claro está. ¿Cómo iban a serlo los ciudadanos de esta la nación (bajo el mandato de Dios) más racional de la tierra? Ellos no necesitan presagios para pulsar un interruptor, ganar pasta o cambiar el mundo, pues son los hijos e hijas electos del Tío Sam, nacido Sam Slick, este astuto buhonero yanqui que, al igual que aquella resuelta chica griega de hace mucho, apareció virginal y completamente formado de entre los residuos destrozados de la mismísima Ilustración: “escurridizo”, como se expresa en la Escrituras, “como una culebra que acabase de mudar la piel”. El joven Sam, “terso como un olmo sin hojas”, ya con perilla y sombrero de copa y ataviado con sus faldones y sus pantalones a rayas, los bolsillos llenos de discursos, patentes y pirotecnia, irrumpió de modo avasallador en el Viejo Mundo como un cohete del Cuatro de Julio, bufando y relinchando como un caballo salvaje: “Quién. Quieén. ¡Quién! ¿Quién vendrá a chamarilear conmigo? ¿Quién vendrá a pegar mordiscos conmigo? Grumpf. Yug. Buf. ¡YUJU! En nombre de Jehová y del Congreso Continental, he atravesado el Rubicón: a nado o en una bañera, vivo o muerto, en pie o desfallecido, aquí estoy para pelear, pelearé hasta morir y, con la firme confianza en la protección de los divinos protestantes, una pelea es lo que tendré, ¡o si no tendrán que conservarme en salazón para evitar que me vaya de la lengua! ¿Me oís, alimañas fracasadas? ¡Os habla la esperanza del mundo! Soy Sam Slick, el Buhonero Yanqui.”

Sucesivamente, el Tío Sam va manteniendo conversaciones donde maneja a su antojo a cada uno de los personajes implicados; cada charla, cada momento sirve para destruir poco a poco el ideal de un sueño que se ha corrompido hasta la médula; tal corrupción implica que la moralidad no debe ser tenida en cuenta:

“Puede que hoy nos hayas reventado el espectáculo, ¡pero mañana tus amigos te van a tener escarbando en la mierda, muchacho!

-Puede…

-Nada de puede. Si fueran a ponerse de tu lado por un principio, lo habrían hecho hoy. No, es momento de saldar la cuenta y poner buena cara. Van a bailar un zapateado encima de ti, Billy.

-Si lo hacen, se equivocan. La cruda verdad es que puede que la sentencia de muerte no sea…

-La cruda verdad no existe, amigo…-Encuentra la pipa y atisba la cazoleta con los ojos entornados desde debajo del ala de su sombrero. […]

-Bueno, en el fondo de mi corazón sé que tengo a la ley de mi parte.

-En el fondo de tu corazón, ¿eh? – El Tío Sam baja los pies, se yergue lentamente, empuja el sombrero por encima de la nariz, echa una mirada al magistrado Douglas-. Bien, ¡al diablo la ley y tu corazón sensiblero! Ten cuidado, amigo mío, la moralidad es un lujo privado y caro.”

En contraposición a este personaje, siempre aparece la amenaza del Fantasma, que personifica de un modo más general; mientras que el Tío Sam te habla de tú a tú como si fuera tu amigo, el Fantasma se convierte en una amenaza a escala mundial, una conspiración con infinitos hilos entrelazados donde se encuentran unidos irremediablemente los Rosenberg:

“Tumban edificios, aplastan automóviles bajo sus cuerpos, se tragan policías enteros, se enredan en una montaña rusa de Coney Island. Las balas no los detienen. Se les une Walter Ulbricht, el Fabricante de Ataúdes, el cual recorre la orilla con sus pelotones de fusilamiento; el necrófilo John Reginald Hallyday Christie, con su enorme órgano sangriento y gangrenoso; un gigante negro ojiblanco con la leyenda SÚPER MAU MAU estampada en su pecho salvaje; miles y miles de víctimas gemebundas, ciegas, de carne putrefacta, de Hiroshima y Nagasaki; y el Presidente Mao, surgido de un remolino entre los vapores de los antros de vicio, como un Fu Manchú abotargado de dientes de oro. Los Rosenberg pulverizan sinagogas y catedrales entre sus tentáculos monstruosos. Súper Mau Mau destroza escaparates de supermercados y grandes almacenes, dejándolos a oscuras. Con un latigazo de su coleta, el Presidente Mao reduce Wall Street a escombros.”

Es necesario indicar por lo tanto un enemigo palpable al que combatir y que siempre está en la delantera; en ese orden de cosas cualquier decisión-manipulación es perfectamente admisible:

“Aún no hemos empezado a explorar el verdadero valor de la Palabra, pensé. ¿Y si quebrantábamos todas las reglas, jugábamos con las pruebas, manipulábamos el lenguaje, convertíamos a la Historia en una aliada guerrillera? Por supuesto, el Fantasma ya estaba en ello, ¿o no? De nuevo nos llevaba la delantera. ¿Qué eran sus maquinaciones dialécticas sino la disolución de los límites naturales del lenguaje, la invención consciente de un espacio, una siniestra tierra de nadie, entre alternativas lógicas? Me encantaba debatir ambas posturas de cada asunto, pero pensar en aquel extraño espacio intermedio me provocó sudores. La paradoja era lo que más odiaba aparte de los psiquiatras y las periodistas.”

El Fantasma entonces deja de ser algo etéreo y se puede luchar contra él: los Rosenberg se convierten, en la pluma del norteamericano, en la encarnación del comunismo y deben ser destruidos para mantener el estatus quo del pueblo, de América, y por extensión, del mundo:

“Ahora yo era el Vicepresidente de los Estados Unidos de América. Ellos estaban condenados a arder por traidores. ¿Qué se torció? ¿Por qué hacía falta esto? Claro que ellos habían tenido conocimiento carnal con el Fantasma, yo creía firmemente en ello, habían sido acariciados por el maligno y por tanto estaban infestados: Y yo sabía que sus muertes acabarían con una parte del Fantasma. ¿Qué se sentiría al ser poseído por el Fantasma?, me pregunté. Algunos decían que era como tragarse un viento frío, otros que era como una especie de fuego que recorría las venas.”

Sorprende en este desfile de complicada prosa que parezca que nos encontremos inmersos en una gran obra musical en la que cada intermezzo reafirma esta condición como el discurso con la visión de Dwight Eisenhower o el último acto de la Ópera Sing sing con Julius y Ethel Rosenberg de protagonistas. Hasta los hermanos Rosenberg llegan a transmutarse en los hermanos Marx en un momento dado. El discurso de Ike es una confirmación del carácter mesiánico de dicho sueño:

“¡Es necesario

que salgamos seriamente en busca de cualquier traza de comunismo en cualquier lugar

donde pueda afectar a la vida de nuestra nación y la arranquemos

de todos nosotros, mediante nuestras dedicación

y devoción combinadas,

seamos merecedores de las mayores bendiciones

que el Todopoderoso ha depositado en esta nuestra nación!”

No se olvida en este caso de la prensa como simple conductor del discurso, que nos recuerda una y otra vez el Tío Sam y sus acólitos; nada puede estar fuera de la onda dictada por el gran buhonero:

“PLANTAS DISPERSADAS / PARA DESBARATAR PLANES DE BOMBARDEO. HIJO DE PASTOR DEL BRONX RECIBE LA LLAMADA. Bodas, asesinatos, fusiones velatorios. Recetas y disturbios, promedios de bateo y reseñas de libros. La Guerra Fría entre el Tío Sam y sus enemigos, guerras abiertas entre bambalinas. Para colmo de males, el mundo elige publicar hoy El arte del jaque mate y, dicen las planas, Frankenstein será reeditado. ¿Reeditado? HACE POCO, 19 EJEMPLARES DE ESTE LIBRO HAN SIDO LITERALMENTE QUEMADOS. Los rostros de los peregrinos se ensombrecen cuando se enteran de que la estrella de la Primera Guerra Mundial que derribó setenta y cinco aviones Bosch desde su viejo biplano Spade ha muerto, […]”

El final lleva la parodia a un límite exacerbado, con un paralelismo sexual; una última relación entre Nixon y el Tío Sam, el título del epílogo “La Bella y la Bestia” identificaría al gran chamarilero con la Bestia y al gran mentiroso Nixon con la Bella; el colmo de esta corrupción es que te dejes hacer lo que sea por dicho sueño, que te dejes sodomizar por la esencia de tu ambición:

“-Deseas hacerlo conmigo –dijo jadeante, arrastrándome brutalmente fuera de la penumbra y dándome la vuelta-, tienes que amarme como soy en realidad: San Slick el Buhonero Yanqui, estafador empalmado y domador con uñas y dientes de las paganas tierras salvajes, lozano y chillón entrometido, novus rompepelotas ordo seclorum, ese soy yo, muchacho, ¡y buenas noches señora Calabaza a cualquier estúpido que se interponga en mi camino! –Se chupó el dedo.”

El Tío Sam se aprovecha de la debilidad de los personajes; nunca un halago estuvo tan envenenado como en este caso:

“-Estoy malo –gruñí.

-Ja, ja, no estás malo, tan solo estás enamorado –dijo con una enorme sonrisa y se dobló para besarme la mejilla-. ¡Eh, eres el elegido, sabes! –susurró o pareció susurrar; su voz era extraña: casi como si ya no hablase en voz alta. Las palabras parecían caerle calladamente de los labios, enroscarse en silencio en mis oídos, para acabar floreciendo con una especie de soplo audible contra mi oído interno, como semillas…-. ¡Lo digo en serio, Gus! ¡Eres mi apuesto vocero de feria, mi salvaje fuguilla irlandés, mi colega vendedor ambulante, mi pequeño accidente, mi marinerito guapo! –Me palmeó el trasero afectuosamente-. Eres mi todo, ¡eres mi muchacho!”

El último alarde de Coover, es tremendamente perverso, Nixon, y el pueblo americano, se dejan hacer lo que sea, hasta lo más humillante; para perpetuar la esencia de un sueño que, en realidad, se ha convertido en una parodia en sí mismo:

“[…] Fuera lo que fuese, era hermoso (¿cómo había llegado a pensar que era feo?), lo más hermoso del mundo. Por fin estaba preparado para hacer lo que nunca antes había hecho.

-¡Te …. Te amo, Tío Sam! –confesé.

Pero él ya se había ido, yo estaba solo. Únicamente quedaban sus últimas palabras estallando tiernamente contra mi oído interno mientras permanecía echado, con los ojos llenándoseme de lágrimas y el pecho palpitante, en la solitaria oscuridad…”

Nos encontramos ante una obra maestra de una lucidez, no exenta de dificultad, donde la forma (con un estilo que se transforma página a página) y el fondo (el fracaso del sueño americano) se encuentran indisolublemente unidos. Por expresar como decía De Forest  “la imagen de las maneras y emociones ordinarias de la existencia del pueblo americano” (“the picture of the ordinary emotions and manners of American existence”), es decir, pintar el espíritu americano dentro de una novela (“this task of painting the american soul within the framework of a novel”), entraría de lleno en el canon de la Gran Novela Americana, una novela inolvidable y abrumadora. Un clásico contemporáneo.

Los textos pertenecen a la excelente traducción de José Luís Amores de La hoguera pública de Robert Coover de Pálido fuego.

Galatea de Melisa Tuya. Un inicio prometedor y ciertamente adictivo

galatea_melisa_tuyaNo pocas han sido las vicisitudes por las que ha tenido que pasar Melisa Tuya hasta ver publicada su ópera prima; arriesgarse a empezar a escribir con una novela de ciencia ficción sabiendo que este género es un nicho en España es encomiable; además de todo esto, tener éxito es casi milagroso. Galatea ha cambiado y evolucionado desde que la conozco y, el resultado final, sencillamente, es muy satisfactorio.

El punto de partida no resulta novedoso, es la típica historia de colonización espacial en un posible futuro altamente tecnificado y adelantado a nuestra realidad; la colonia es Galatea y cada uno de los jóvenes colonos tiene asignados unos robots llamados módulos que, en la narración de Melisa, toman vida propia. La protagonista y narradora en primera persona de buena parte del libro no tiene nombre pero es dibujada y tratada con extrema precisión por la autora desde la despedida con sus padres:

 “Poco después se encontraba en la sala de embarque abrazando a sus padres antes de partir. No podía permitirse llorar. En su familia, las lágrimas no eran algo aceptable. Con la única excepción de haberse hecho daño físico de verdad, claro. Y aun en esos casos se premiaba una reacción contenida.

“A mamá no le gusta que llores.” “No se consigue nada llorando.” “Las niñas fuertes y listas no lloran.” ”¡Qué orgulloso estoy de mi niña, que no llora!”

Ella nunca había visto llorar a sus padres. Y tampoco les vería hacerlo esa tarde.”

Cada detalle que se nos muestra va configurando una personalidad de muchísima fuerza que se irá rebelando ante una situación que no considera justa; la selección de las parejas para la colonización, de una manera establecida desde la colonia central, será el pequeño desencadenante de una revolución:

“Quince días atrás había escrito el nombre de diez de sus compañeros varones. Diez entre cerca de tres mil. Esos nombres habían sido entregados al Consejo. Era de esperar que ella estuviera también en unos cuantos cartones. Era imposible saberlo. En cualquier caso, todo estaba ya en manos de los médicos.

Ellos cruzarían preferencias con idoneidades genéticas y de personalidad, y hoy se haría público al fin el emparejamiento de los ocupantes de la Pegasus. La gran mayoría los acataría. […]”

Junto a ella su módulo ClaX, un robot cuidado “hasta en las imperfecciones”, acercándose al ideal humano:

“Bajo la luz del sol de media tarde, la niña pudo apreciar más detalles: el pelo, cortísimo, no era castaño, sino de un pelirrojo tan oscuro que la diferencia era difícil de notar salvo que la luz brillase directamente sobre él. La boca era pequeña, de labios muy finos. Tenía la piel ligeramente tostada y pequeñas pecas irregulares, apenas perceptibles. Una ceja estaba algo más poblada que la otra.

Las pequeñas imperfecciones hacían de los módulos una compañía más tolerable, sus creadores lo habían descubierto con los primeros que elaboraron.”

La total compenetración que siente la protagonista con su módulo, junto con el emparejamiento que considera inadecuado, actúan como disparo, ocasionando “el despertar” del módulo que toma consciencia propia, y con ello una serie de decisiones comenzando por una matanza indiscriminada, descrita desde el punto de vista del propio módulo:

“Fue demasiado fácil. Adormilados y confiados, sus cráneos eran frágiles cáscaras para sus fuertes manos.

La Pegasus dormía profundamente. Primero fueron los guardas. Luego la tripulación de guardia, después los que soñaban. Tras ellos, los colonos, habitación por habitación.

Las dos porras fueron de gran ayuda. Con una en cada mano, ClaX avanzó como un ángel exterminador, incansable, veloz, inmutable, invisible.”

Uno de los puntos más interesantes es, precisamente, la evolución de ClaX, paralela a la de la protagonista y opuesta a la suya, según avanza la narración:

“-He empezado a sentir anhelos para los que no había sido programado. ¿No te agrada?

Ella lo pensó durante un segundo.

-Sí, lo prefiero así. Pero no entiendo cómo ha podido pasar.

-Yo tampoco –dijo él, depositando un beso en su frente-. Sé lo que ha cambiado en mi código, pero como las otras veces, no sé cómo se ha producido.

-Empiezo a creer que no hay nada imposible para ti.

-Por desgracia, eso no es cierto. Si lo fuera, no habríamos tenido esta discusión.”

Solo hay que ver un momento de una conversación con su hija más adelante para comprender esta situación a la perfección, sobre todo porque es el centro del devenir de la trama:

“-No quiero pasar por Nueva Europa sin pisarla, pero a este paso estoy viendo que no saldré de la Aurora hasta que volvamos a estar con Galatea. Otros doce años con el mismo techo sobre mi cabeza.

-No estaremos las dos en el exterior al mismo tiempo, de ninguna manera –concluyó ella sin perder la calma y tomando una nueva cucharada de avena.

Cala no insistió. Sabía de sobra que era más fácil mover la Aurora a empujones que convencer a su madre. Se levantó y tomó otro albaricoque antes de volver a hablar.

-Será como deseas, mamá. Como siempre.”

Curiosamente mientras el robot se vuelve más humano, su dueña pierde cada vez más características humanas, volviéndose cada vez más dictadora, tirana e impredecible. Melisa, muy consciente de esta situación, no solo sabe escribir mujeres de gran personalidad sino que pinta quizá el mejor personaje del libro, el gran Duncan, contraposición a la protagonista y que sirve para equilibrar la situación de cara al lector. Tengo que reconocer que su forma de caracterizar al hombre está muy lograda, exquisitamente ambiguo, manipulador pero al mismo tiempo noble y cargado de sensatez, duro pero no indestructible, cargado de sensibilidad si hace falta:

“Cualquier módulo hubiera podido encargarse de llevarle el alimento, pero a ella le gustaba al menos una vez al día acercarse a charlar con él. Y no podía jurarlo, pero le daba la impresión de que era algo mutuo. No se había dado cuenta en una década, pero lo cierto es que había echado de menos el sentido del humor de otro adulto. Era además un hombre peculiar. Considerado y duro. A ella le recordaba una piedra de afilar: suave y romo pero irrompible.”

La perspectiva es indudablemente femenina y esto es un reclamo, entre otras cosas, porque nos salimos del yugo patriarcal y vemos un mundo futuro, una historia de una posible sociedad desde un punto de vista muy distinto;  la fuerza de todos los caracteres femeninos contrasta con sus acompañantes masculinos. Hasta ClaX demuestra más fortaleza y es el único que se acerca a ellas, exceptuando el ya nombrado Duncan.

Si sumamos a todo lo anterior una historia cargada de acción (muy bien narrada por cierto), parajes inhóspitos; escenas de alto contenido sexual y torturas brutales narradas con concisión, que nos acercan al más encantador género pulp; un final subyugador; y todo ello con un estilo falto de artificios pero efectivo en la descripción; nos encontramos con una novela muy adictiva y que proporciona un entretenimiento de buen nivel; estoy convencido que hará disfrutar a la mayoría de sus potenciales lectores.

No quiero dejar de mencionar como colofón que se trata de una novela solidaria, en palabras de la autora en esta entrevista que apareció en Nuevo Best Seller Español:

“Sí, la mitad de los beneficios que nos genere a mí y a la editorial irán destinados a los perros y gatos abandonados de la Asociación Nacional de Amigos de los Animales , la protectora en la que adopté a mi perra, que ahora es una viejita de unos 15 o 16 años. No es que me sobre el dinero, tengo hipoteca y dos hijos, uno de ellos con discapacidad, pero tengo la suerte de trabajar y tener un sueldo todos los meses y me siento más cómoda repartiendo el dinero extra que pueda recibir. Ya lo hice así con los 10.000 euros del premio al Ingenio en Internet que me dieron en el Congreso de Periodismo Digital hace cinco años.”

Poco más puedo decir, ¡chapeau Melisa! ¡Y mucha suerte!

Mr Mercedes de Stephen King. Aproximación a la novela policíaca “a lo King”

mr-mercedesA estas alturas, el Sr King es muy consciente de su posición aventajada, ha ganado un estatus tal, que sabe que, haga lo que haga, tiene un rédito muy grande: siempre venderá sus grandes clásicos y de lo nuevo tiene un núcleo de seguidores que confía bastante en lo que va realizando. Teniendo en cuenta esta situación, lo que más me gusta de King es que no se ha relajado, como hacen muchos escritores a su edad, se dedica a experimentar, intentar nuevas temáticas, modificar estilo, etc. Pocos escritores se podrían haber arriesgado a hacer los siete tomos de la indigesta Torre oscura (cuando hablo de indigestión me refiero sobre todo al juego arriesgado que propone: metaficción, artificios postmodernos y mucha, mucha aridez; una obra que, en su aproximación holística, se encuentra en un camino indefinido que va desde la inquietud pop pasando por el pastiche hasta llegar a conformar una obra casi de “auteur”  por su ambición); el norteamericano sale continuamente de su círculo de comodidad para intentar siempre crear con mayor o menor éxito, pero sin acomodarse; no en vano, sigue sacando dos o tres libros al año.

Mr Mercedes se ha vendido, a nivel de marketing, como la primera novela netamente policíaca que intenta; no es que esperara una trama netamente “hardboiled”, tampoco creía que se fuera a ir a un “whodunit”; en efecto adopta un tramo intermedio que, sinceramente, empieza policíaco y desencadena más bien en un thriller “a su manera” (como diría Frankie); la misma contraportada del libro lo deja claro desde el principio: dos personajes, por un lado Bill Hodges, policía jubilado; por el otro, Brady Hartsfield, asesino múltiple. El mal y el bien enfrentados en una lucha sin cuartel aunque con una investigación policíaca de fondo; un Apocalipsis policíaco, por coger una de las novelas que el escritor ha utilizado con esta base general. Quizá uno de los sellos de King es llevar a su terreno cualquier tema que trate, cualquier novela que escriba.

Y eso que, inicialmente, en la presentación de los dos protagonistas, podría haberlo llevado a otro sitio, sobre todo en el caso del policía jubilado es sintomático el intento de presentar un policía alcohólico pero  que ya no lo es, intentando subvertir  la estampa habitual:

“Hodges toma otro sorbo de cerveza y sabe que ni siquiera se beberá la mitad de la lata. Es curioso, porque cuando aún estaba en la policía, era prácticamente un alcohólico. Después, cuando la bebida acabó con su matrimonio, asumió que era un alcohólico. Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad, controló el hábito y se prometió entonces que en cuanto llevara cuarenta años trabajados –una antigüedad más que considerable habida cuenta de que el cincuenta por ciento de los policías se retiraban a los veinticinco años de servicio y el setenta por ciento a los treinta- bebería tanto como quisiera. Y ahora que ha superado esos cuarenta años, el alcohol apenas le interesa. Se obligó a emborracharse unas cuantas veces, solo para ver si aún era capaz, y lo era, pero estar borracho, como vio, no era mucho mejor que estar sereno. De hecho era un poco peor. “

La presentación del villano, Brady, mediante una carta que envía a Hodges, es muy conveniente; resulta efectiva y desasosegante por lo que implica, una especie de persecución, un fin para el que los medios no importan, hará lo que sea para conseguir ese fin:

“[..] En un artículo (cuya publicación coincidió con su ceremonia de jubilación), su compañero durante mucho tiempo (el ins. de 1er grado Peter Huntley) lo describió a usted como “una combinación de fidelidad al reglamento y brillante intuición.”

¡Un buen cumplido!

Si es verdad, y creo que lo es, ya habrá deducido a estas alturas que soy uno de esos pocos a los que no consiguió atrapar. Soy, de hecho, el hombre a quien la prensa decidió llamar:

  1. El Joker,
  2. El payaso, o
  3. El Asesino del Mercedes.

¡Yo prefiero este último!

Estoy seguro de que sudó la camiseta, pero lamentablemente (para usted, no para mí) no le sirvió de nada. Imagino que si alguna vez ha deseado de verdad atrapar a un “mareante”, inspector Hodges, ese ha sido el hombre que el año pasado embistió con toda intención a la muchedumbre congregada ante el Centro Cívico con motivo de la Feria de Empleo, matando a ocho personas e hiriendo a otras muchas. (Debo admitir que superé mis expectativas más optimistas.) ¿Me tenía en mente cuando le entregaron aquella placa conmemorativa en la ceremonia oficial de jubilación?”

Como de costumbre, aprovecha su universo (el Universo King), la existencia de una serie de novelas que ya ha creada, para realizar multirreferencias para sus seguidores más acérrimos, referencias que, por otra parte, no entorpecen la trama ni la tensión dramática, no hacen más que enriquecer la situación:

“Mechones de pelo anaranjado, a lo Bozo, sobresalían por encima de las sienes como cuernos. La nariz era un bulbo de goma rojo. Sin cabeza que la tensara, la sonrisa de aquellos labios rojos se había convertido en una mueca de desdén.

-Pone la carne de gallina. ¿Has visto esa película del payaso en la alcantarilla?

Hodges negó con la cabeza. Más tarde –solo unas semanas antes de jubilarse- compró esa película en DVD, y Pete tenía razón. La máscara se parecía mucho al rostro de Pennywise, el payaso de la película.”

Su objetivo final, el de este atípico psicópata, no es otro que conseguir que el policía jubilado se acabe suicidando:

“De vez en cuando Brady se pregunta si sería muy difícil envenenar todos los helados de la camioneta: el de vainilla, el de chocolate, el de frutas del bosque, el sabor del día, los sorbetes Tastey, las chocodelicias, incluso los polos clásicos y los silbatos helados. Ha llegado al punto de investigar por internet. Ha hecho lo que Anthony Frobisher, alias Tones, su jefe en Discount Electronix, probablemente llamaría “estudio de viabilidad”, y ha decidido que si bien podría hacerse, sería una estupidez. No es que sea reacio al riesgo. Al fin y al cabo, salió airoso de la Matanza del Mercedes, cuando tenía más probabilidades de ser atrapado que de quedar impune. Pero no quiere que lo pillen ahora. Tiene un trabajo pendiente. Para lo que queda de primavera y principios del verano, su trabajo es el ex poli gordo: G. William Hodges.”

Y para ello no duda en realizar cualquier tipo de acción desproporcionada, una acción que conlleve, incluso si hace falta, el sacrificio de un gran grupo de personas.

“El sol es agradable, pero sus beneficios serán efímeros. Brady reflexiona sobre los beneficios más duraderos que le proporcionará la oscuridad. Ya no tendrá que escuchar las diatribas lesbofeministas de Freddi Linklatter. Ya no tendrá que escuchar a Tones Frobisher cuando pretexta que no puede asumir los servicios a domicilio por su RESPONSABILIDAD PARA CON LA TIENDA, pese a que la verdad es que no distinguiría un fallo de disco duro ni aunque le mordiera la polla. Ya no tendrá que sentir el frío en los riñones mientras conduce la camioneta de Mr. Tastey en agosto con los frigoríficos a plena potencia. Ya no tendrá que dar manotazos al salpicadero del Subaru cuando la radio pierde la señal. Ya no tendrá que pensar en las bragas de encaje y los larguísimos muslos de su madre. Ya no tendrá que indignarse porque nadie le hace caso ni lo valora. Ya no tendrá que padecer más dolores de cabeza. Y ya no tendrá más noches de insomnio, porque a partir de hoy dormirá para siempre.

Sin sueños.”

“Se acordarán de mí –piensa cuando se detiene al borde de la carretera, esperando un hueco en el tráfico para poder regresar al motel-. El mayor número de víctimas de todos los tiempos. Pasaré a la historia”. Ahora se alegra de no haber matado al ex poli gordo. Hodges debe vivir para enterarse de lo que va a ocurrir esta noche. Tendrá que recordarlo. Tendrá que convivir con eso.”

No quiero desvelar nada de la trama pero baste decir que avanza con solvencia: continuos cliffhangers que van uniendo capítulos y que te obligan prácticamente a seguir leyendo, muertes absurdas, a veces casi de casualidad, un equipo de atípicos ayudantes que ayudan a nuestro jubilado en la investigación, un final que deja sin aliento hasta que se resuelve  como un gran thriller, etc; lo tiene todo para conseguir un resultado final más que digno, de muy buen nivel, como el que nos tiene usualmente acostumbrados.

De fondo, toda la novela respira un miedo por el desconocido internet y todo lo derivado de él, es tan palpable que, está claro que King, que ha entrado recientemente en twitter, teme, como si de una novela de terror se tratase, lo que pueda llegar a través de este gran mastodonte global. No dudo que en las próximas novelas puede jugar más con este factor.

También adolece la novela del abuso de la presentación de los personajes; viendo que tiene previstas otras dos entregas para hacer una trilogía, es muy posible que podamos evaluar en su plenitud estas obras cuando haya escrito las siguientes, ya sin las ataduras (obligadas eso sí) de estos necesarios orígenes.

El resultado es, para nuestro regocijo, una novela de género que está por encima de la media y que nos vuelve a traer a King a la palestra. Habrá que esperar lo nuevo con el mismo anhelo que de costumbre, está claro.

Los textos provienen de la traducción de Carlos Milla Soler de Mr Mercedes de Stephen King para Penguin Random House Mondadori

El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos de Charles Dickens. Sello de calidad y variedad

el-indolenteEn su afán por publicar libros para los completistas dickensianos, las editoriales están buscando combinaciones de sus narraciones breves de todo tipo, con desigual resultado. Ya comenté aquí  la irregularidad de la propuesta que nos traía Periférica.  Mejor suerte ha habido con este El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos (escrito el cuento que da nombre conjuntamente con Wilkie Collins y que fue publicado en 1988 con el nombre Los perezosos por ediciones B) ya que los cinco capítulos que engloban el sugerente título del cuento principal son de un nivel alto; pero, en este caso, los otros tres relatos que completan el volumen (“El secreto del ahorcado”, “El armario viejo” y “Excursión de placer”) también guardan una calidad similar;  quizá ayuda el que se trate de cuentos más cercanos al género policíaco como es el caso del primero de ellos, pero también es cierto que su prosa es indicativa de esta calidad y destila buen humor como en el caso del tercero:

“-Se lo agradecemos mucho, querida; pero mi hija ha cantado siempre sin acompañamiento.

-Y sin voz –murmuró por lo bajo la señora Briggs.

Sentada a su lado la señora Taunton, aunque no pudo captar la frase íntegra, se dio cuenta de su sentido y replicó con todo descompuesto:

-Quizá no tenga voz, pero sería mejor que la de ciertas personas no llegase a los oídos de las gentes bien educadas.

La señora Briggs no se mordió la lengua:

-Quizá también, si los señores a quienes se quiere acaparar para las hijas de ciertas personas no tuviesen el buen gusto de ocuparse de las hijas de otras personas, algunas personas no tendrían que demostrar el mal carácter que, gracias a Dios, las distingue de otras personas.

-¿Personas dice usted? –exclamó la señora Taunton roja de ira.

-¡Digo Personas! –afirmó no menos excitada la señora Briggs.

-¡Pécora!

-¡Arpía!”

El cuento homónimo, de ocurrente título, El indolente viaje de dos aprendices perezosos, reúne todas esas características que ya he enumerado en alguna ocasión y que nos enamoran a los dickensianos, como esa descripción única de los personajes, en este caso, dos vagos como la “copa de un pino” descritos desde sus propios nombres:

“Los mal aconsejados jóvenes que así eludían el cumplimiento de sus deberes con la noble dama que les prestara muchos y señalados favores, obraban a impulso de la vil idea de realizar un viaje perfectamente ocioso en una dirección cualquiera. No tenían el propósito de encaminarse a ningún sitio concreto, ni de ver nada, ni de conocer nada ni de aprender nada: sólo deseaban no hacer nada. Únicamente querían no trabajar. A imitación de Hogarth, se aplicaron a sí mismos los nombres de Thomas Idle (Ocioso) y de Francis Goodchild (Niño bueno); pero conviene advertir que en cuanto a ociosidad no diferían uno de otro, moralmente hablando, ni el blanco de una uña, pues ambos eran holgazanes a más no poder.”

Entra dentro de su genialidad la capacidad de Dickens de distinguir entre diferentes tipos de holgazanes según su localización geográfica, todo ello contribuye a dotar a la narración de un dinamismo que recuerda sus mejores momentos, además de seguir sacándonos sonrisas:

“Sin embargo, entre Francis y Thomas existían algunas diferencias de carácter: Goodchild era un holgazán diligente, capaz de soportar toda clase de trabajos y molestias con tal de proporcionarse la certeza de estar ocioso en absoluto. Para abreviar, diremos que su noción de la holganza consistía en creer que al practicarla se entregaba a una ocupación útil. Por su parte, Thomas Idle era un perezoso mixto del tipo de holgazán irlandés y vago napolitano, o sea uno holgazán pasivo, un perezoso de nacimiento y por educación, un ocioso consecuente, que practicaba lo que hubiese predicado de no haber sido harto indolente para predicar. Era, pues, la encarnación completa y perfecta de la holgazanería.”

Entre otras cosas porque es capaz de definir, a lo largo de los cinco capítulos que consta, la vagancia y las acciones derivadas de ella desde diferentes puntos de vista y estados; hasta en la enfermedad se puede ser un indolente, como es el caso de Idle, uno de los protagonistas:

“[…]¿cómo Thomas Idle, lisiado y confinado en casa, pasaba las horas del largo día?

Replicaré que Thomas, tendido en el sofá, no hacía intento alguno por pasar las horas, sino que se limitaba, pasivo, a dejar que las horas pasasen por él. Mientras otro hombre en su situación hubiera leído y tratado de aumentar el caudal de sus conocimientos mentales, él dormía y dejaba aumentar su reposo corporal. Mientras otro hombre hubiese pensado con anhelo en su existencia futura, Thomas repasaba perezosamente su vida pasada. “

Lo bueno es que no se limita a la narración de los hechos sino que le añade elementos fantásticos, a veces entre los protagonistas que se van encontrando, como es el caso del anciano fantasma que se convierte en uno más según pasan las horas y rememora su muerte:

“Pero durante el mes que yo fui por violencia despojado de la vida (el actual mes de treinta días) la cámara nupcial está desierta y en paz. No así mi antigua prisión, ni las estancias donde habité inquieto y temeroso diez años. Una y otras están entonces horrendamente hechizadas. A la una de la madrugada soy lo que usted vio a esa hora: uno solo viejo. A las dos de la madrugada soy dos viejos. A las tres, tres. A las doce, soy doce viejos: uno a razón de cada cien por cien de la antigua ganancia. Y cada uno de los doce experimenta doce veces mi antiguo sufrimiento y tortura. Desde esta hora hasta las doce de la noche, yo, trocado en doce hombres enloquecidos de terror y angustia, espero la llegada del verdugo. A las doce de la noche, yo, convertido en doce viejos, pendo, invisible, en el exterior del Castillo de Lancaster, de cara a la pared.”

El resultado es, desde luego, lúcido, una narración que se caracteriza por el buen humor y que recoge retazos de la genialidad de nuestro Dickens además de su habilitad innata para mezclar relatos de género y ficción de tipo más costumbrista; es imposible no terminar con una sonrisa al acabar el libro de esta manera:

“¿Adónde llevarán los perezosos vientos estas perezosas páginas y dónde la última de ellas se perderá un día para ser definitivamente olvidada? Ociosa pregunta y ocioso pensamiento, tras de formular los cuales el señor Idle hace una correcta inclinación y el señor Goodchild otra, dando con esto fin al INDOLENTE VIAJE DE DOS APRENDICES PEREZOSOS.”

No me canso nunca de encontrarme con Dickens.

Los textos pertenecen a la traducción de El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos de Charles Dickens de la editorial Espuela de plata.