No suelo prodigarme con la poesía… soy más dado a leer ficción; ergo, no tenía pensado que apareciese este libro por aquí.
Sorpresas de la vida, en efecto, estoy aquí para hablar de él. Por lo tanto, podéis suponer que me ha impactado.
Sexto Piso, otra de esas editoriales inquietas, se han lanzado a una nueva aventura, en este caso poética y el primer libro que han escogido, “Alfabeto” de la danesa Inger Christensen, es una absoluta delicia.
Es una de esas extrañas obras en las que ese concepto tan difuso, “el aliento poético”, está tan presente que impacta por su calidez/calidad literaria. Estructuralmente, puede parecer inicialmente rígida; de la sinopsis editorial sacamos dos concurrencias que utiliza la danesa para componer su obra:
“Es un largo poema cuya forma sigue dos principios de composición. El primero es la secuencia de Fibonacci. Es decir, cada verso es la suma de los dos precedentes: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13… El segundo es el alfabeto. Cada poema, y las palabras que utiliza, sigue el orden de las letras: a, b, c, d, e. Sin embargo, bajo esta forma aparentemente estricta, hay lugar para el azar.”
En efecto, en primer lugar la famosa serie de Fibonacci, cada verso es la suma de los dos precedentes y, desde luego, el alfabeto que le da nombre. Sin embargo, como bien dice, la editorial, no denota rigidez, muy al contrario, es tan variada en la forma de tramar los temas y los estilos que supone un pequeño caos poético que se une a la aparente “rigidez” estructural para conseguir una mezcla ciertamente subyugadora.
Me gustaría transcribir a continuación alguno de los poemas de su muestra poética, avisando por adelantado que se resienten del sentido total de un poema que funciona al completo tan bien, que sacar muestras individuales puede desvirtuaran dicha completitud. Lo bueno de esta obra es que permite diferentes interpretaciones-obsesiones cada vez que lo lees y, aunque hoy saque estos temas, otro día podría sacar otros:
“las glaciaciones existen, las glaciaciones existen,
el hielo del océano Ártico y el hielo del martín pescador;
las cigarras existen; chicoria, cromo
y el iris amarillo-cromo, el azul; el oxígeno
sobre todo; existen también los témpanos del océano Ártico,
el oso polar existe, marcado como una piel
con número de identidad existe, condenado a su vida;
de marzo azules de hielo existe, si existen los arroyos;
si el oxígeno en los arroyos existe, el oxígeno
sobre todo; existe sobre todo donde existe el sonido i
de las cigarras, sobre todo donde existe el cielo
de la chicoria como azul turquesa diluido
en agua, […]”
Es especialmente reseñable el contraste que logra la danesa mediante las dicotomías existencia-creación/destrucción; en el fragmento anterior se centra especialmente en elementos de la existencia utilizando las repeticiones para obtener el ritmo y jugando con lo sensorial tanto a través de los colores como incluso del sonido.
Esta simbiosis color-sonido tan sensorial es especialmente bella cuando se refiere al canto de los pájaros, donde se mezcla el canto de los pájaros con el susurro de las hojas, y el propio silencio del cielo con la luz resplandecente como una hipérbole que nos trae al tiempo presente, el de la existencia de la bomba atómica, la propia existencia de la bomba trae la destrucción-no-existencia a su alrededor:
“[…] los pájaros
cantan y casi
ahogan el susurro
de las hojas al viento;
las hojas susurran
y casi ahogan
con su silencio el cielo,
el cielo que resplandece,
y la luz que casi
desde entonces se ha parecido
al fuego de la bomba atómica
un poco”
De ahí que vaya más allá en esta comparación, la bomba de hidrógeno es la evolución de dicha destrucción, de esa falta de existencia, en un párrafo que rompe el ritmo anterior y lo emparenta directamente con la muerte, en un instante, un ritmo de versos cortos con encabalgamientos continuos que transmiten una rapidez mortal a un instante en el que se acaba todo:
“la bomba de hidrógeno existe
una plegaria para morir
como se suele morir
un día con un tiempo
corriente, ya sepas
que vas a morir o
no sepas nada, un día
en que quizá como de costumbre
has olvidado que vas a morir,
un día un poco ventoso
quizás de noviembre, […]”
El hombre se torna como agente de dicha destrucción, como creador de su propia aniquilación:
“[…] nosotros
garantizamos
que aniquilamos
todo, destruimos
todo, de manera que
a la primera nada
la decisiva
no se le dará permiso
para escribir poesía
como escribe el viento
en aire o agua; […]”
Afortunadamente, la naturaleza, y todo lo bello que contiene existe para nuestro placer; entre tanta destrucción, “la alegría florece” y “la compasión existe”.
“[…] cuéntame que la luna es hermosa,
que la extinta ave moa como del melón
verde, que la alegría florece, existe,
que los briozoos existen, el banco de caballa existe,
métodos de renuncia, de descenso existen,
reparto físico, como en poemas, de incomparables
bienes terrenales existe, la compasión existe”
Y aunque escribamos poesía como escribía una estación, el resultado de esa escritura poética, aunque esté “marcado por la muerte”, se acercará a lo sublime:
“[…] escribo como escribe un otoño
marcado por la muerte
como esperanzas inquietas
como tormentas de luz
atravesando una memoria brumosa
escribo como el invierno
escribo como la nieve
y el hielo y el frío
y la oscuridad y la muerte
escriben”
Vaya poemario el de Inger Christensen, variado como pocos en lo estílistico y en los temas utilizados. Nos acercamos a lo sublime y a una experiencia única, la de leer esta joya. Un comienzo inmejorable el que nos ofrece la editorial que tantas buenas noticias nos da.
Los textos provienen de la traducción de Francisco J. Uriz de “Alfabeto” de Inger Christensen para Sexto Piso.
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