“Bark: Stories” de Lorrie Moore. Dark Stories

barkTengo que suponer que este libro acabará publicándose por aquí. Pero no me he podido resistir, al final lo he leído en inglés. Lorrie Moore es escritora de contrastes, de ella, y de sus propios lectores, no hay término medio entre los que la amamos sin remedio  y los que la odian sin piedad.

Hacía dieciséis años de su última y famosa recopilación de cuentos, el fabuloso “Pájaros de América”. Este “Bark: Stories” recoge ocho pequeños relatos que nos traen nuevamente el genio de la escritora, aunque en este caso estén cada vez más teñidos de pesadumbre, de amargura y falta de determinación, es un cotidiano deprimente; las historias de Moore no tienen artificios, no hay crescendos que nos lleven a un clímax final, no hay posibilidad, la mayoría de las veces, de empatizar con los personajes; sus historias son un reflejo de la vida, de lo que ocurre cada día, de rutinas que pueden llegarnos o no, pero ante las que tenemos que adoptar una cierta distancia.

La historia que abre el tomo, “Debarking”, me sorprendió por la nota de humor constante, solamente tenemos que fijarnos en la conversación que Ira mantiene con su hija Bekka; Ira está recientemente divorciado de su mujer y es uno de esos momentos que comparte con su hija:

“Bekka  shrugged and chewed. “Whatever,” she said, her new word for “You’re Welcome,” “Hello”, “Good-bye,” and “I’m only eight.” “I really just don’t want all his stuff there. Already his car blocks our car in the driveway.”

“Bummer,” said Ira, his new word for “I must remain as neutral as possible” and “Your mother’s a whore.”

“I don’t want a stepfather,” Bekka said.

“Maybe he could just live on the steps,” Ira said, and Bekka smirked, her mouth full of mozzarella.

“Besides,” she said. “I like Larry better. He’s stronger.”

“Who’s Larry?” Ira said, instead of “Bummer.”

“He’s this other dude,” Bekka said. She sometimes referred to her mother as a “dudette.” “She’s a dudette, all right,” Ira would say.

“Bummer,” said Ira now, “Big, big bummer.”

El humor, ciertamente, no es brillante, no es para sacar sonrisas, entre otras cosas porque lo que hay detrás es un fondo en el que las cosas no salen todo lo bien que uno esperaba: Ira está divorciado y su mujer se relaciona con otras personas en varias ocasiones (el juego con “dudette”  que hace su hija es el reflejo de esta situación); el uso de los eufemismos es un reflejo de su propia impotencia, es un perdedor, ni más ni menos.

Otra característica es su reflejo de la situación política en EE.UU., con el mismo tipo de humor satiriza la gestión del archiconocido George Bush, desde luego no sale bien parado:

“WAR IS NOT THE PATH TO PEACE, she read slowly aloud. Then added, “Well duh.”

WAR IS NOT THE ANSWER, She read on another. “Well that doesn’t make sense,” she said to Ira. “War is the answer,” she said. “It’s the answer to the question What’s George Bush going to do real soon?”

Esta mezcla de cotidianidad y amargura es paradigmática en el comienzo  de “The Juniper Tree”:

“The night Robin Ross was dying in the hospital, I was waiting for a man to come pick me up -a man she had once dated, months before I began dating him- and he was late an I was wondering whether his going to see her with me was even wise. Perhaps I should go alone. Her colleague ZJ had called that morning and said, “Things are bad. When she leaves the hospital, she’s not going home.”

El comienzo y el final del párrafo son demoledores, no hay nada positivo que se le pueda sacar a esa situación, en el medio, las disquisiciones que haríamos cualquier día de nuestra vida; la vida no es un “camino de rosas” y, sobre todo, está llena de indecisiones ante los grandes problemas que pueden surgir.

Esta infelicidad es más que palpable en “Paper Losses” donde vuelve a tratar el tema del divorcio, del fracaso de la pareja, y más allá, extendiéndolo, de las relaciones entre personas, más si eres mujer:

“It had been a year since Rafe had kissed her. She sort of cared and sort of didn’t. A woman had to choose her own particular unhappiness carefully. That was the only happiness in life: to choose the best unhappiness. An unwise move, good God, you could squander everything.” 

“La única felicidad (de una mujer) es poder elegir su propia infelicidad”, no hay lugar para bromas  de una historia ciertamente demoledora.

En “Referential” volvemos a encontrarnos con esta carencia de alegría que nos trae, a veces, vivir; el objetivo es conseguir tener menos dolor, por lo menos, la esperanza como única posibilidad para superar esa infelicidad, a pesar de ser etérea, se vuelve una posible respuesta:

“There he was a plumpish teenager, his arm around Pete. And there in the corner he was an infant again, held by his dignified, handsome father, whom her son did not recall because he had died so long ago. All this had to be accepted. Living did not mean one joy piled upon another. It was merely the hope for less pain, hope played like a playing card upon another hope, a wish for kindnesses and mercies to emerge like kings and queens in an unexpected change of the game. One could hold the cards oneself or not: they would land the same regardless. Tenderness did not enter except in a damaged way and by luck.”

Hasta un relato que aparenta una acción de gracias, como es “Thank you for having me” no se libra de una enfermiza falta de optimismo, reflejado especialmente en los vestidos que llevan las damas de honor:

“The bridesmaids were in pastels: one the light peach of baby aspirin; one the seafoam  green of low-dose clonazepam; the other the pale daffodil of the nest lowest close of clonazepam. What a good idea to have the look of Big Pharma at your wedding. Why hadn’t I thought of that? What hadn’t I thought of that until now?”

Que el narrador identifique los colores con un medicamento como el clonazepam que se usa para tratar trastornos de ansiedad, pánico, fobia social y hasta trastornos bipolares, desde luego, no parece una casualidad. Es el reflejo de lo más oscuro de nuestro interior, de nuestras dificultades para relacionarnos con los demás, de nuestras dudas ante lo que nos va ocurriendo.

Una telaraña de cuentos cuyas hebras se hunden en una complejidad estilística y estructural con un fondo de dolor y aflicción continua: una mezcla indigesta para muchos, un cóctel irresistible para otros.

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