“Candentes cenizas” de Erwin Schrödinger. La contradicción de un artista

candentescenizasParece una paradoja digna del gran Chesterton hablar, en la misma frase, del físico Erwin Schrödinger y de poesía o inspiración artística; sin embargo, en el prólogo de Feliz Schmelzer a “Candentes cenizas”, el sorprendente libro que acaba de sacar Salto de página con textos del físico, confirmamos rápidamente que no existe tal contradicción:

“De hecho, mi deseo de joven fue ser poeta, pero me di cuenta rápidamente de que la poesía no era un negocio pagado. La ciencia, por otro lado, me ofreció una carrera.” Eso decía Erwin Schrödinger en una entrevista, en 1931. Sabemos que dicha elección le otorgó  cierto éxito, nada menos que el Premio Nobel de Física, dos años más tarde en 1933. No obstante, es evidente que Erwin Schrödinger no podía o no quiso renunciar a su lado poético durante su vida, como demuestra el volumen presente, que reúne su poesía, por primera vez traducida a la lengua española. A veces, la lucha aparente entre la poesía y la ciencia, con una preferencia secreta por la primera, toma cuerpo en los mismos poemas: “Con frecuencia me reprochan /pasar la vida en el sueño, /preferir la rima al cálculo.”

El premio Nobel de Física era una persona marcada por dos mundos; mundos que consideraba totalmente complementarios y necesarios para su vida:

“La relación entre la poesía y la ciencia es, en última instancia la relación entre los sentidos y la razón, el sentir y el pensar, y el entrelazamiento indisoluble de ambos es algo que, evidentemente, fascinó a Erwin Schrödinger a lo largo de su vida. Como revela su obra ensayística, el físico poeta austríaco no se cansa de recordarnos el hecho de que la razón obtiene su contenido de los sentidos, y por eso de ninguna manera juega un papel superior a ellos.”

No puedo estar más de acuerdo con que “la razón obtiene su contenido de los sentidos” y “de ninguna manera juega un papel superior a ellos.” Lo que cuenta Schmelzer en este prólogo quedó perfectamente reflejado en la poesía de Schrödinger donde muestra un anhelo, quizás contraproducente por su condición de científico, por esa necesidad de algo que está por encima, en su caso Dios, es inevitable que la primera estrofa no nos recuerde a la escena del Nuevo Testamento y a la Magdalena en particular:

 

ANHELO

Tus Pies que yo lavé y besé

y sequé -y soñé día tras día…

por qué, de pronto, tendría que sentir tanto miedo

si  una noche no supiera de ti…

[…]

si no existieras tú, tú diosa, reina.

Si no existieras tú, quién querría afrontar la necia luz del día y un pasivo seguir.

 

Uno siente la vida meramente volátil

y acepta de buen grado presto desvanecerse

para perderse luego en tus honduras.

 

A pesar de su confianza en la ciencia, esta no era incondicional; muy al contrario, se encargó de desmitificarla, de librarla de su condición divina; en este poema habla precisamente de la falibilidad del empirismo como fuente para dar sentido a nuestra vida:

 

PARÁBOLA

[…] La confusa vibración de las manchas luminosas

no te hace captar las leyes.

Tus júbilos y temblores

no conforman el sentido de esta vida.

Tan sólo el alma del mundo, si se lanza,

apuntará el resultado

de miles de experimentos.

¿Acaso esto nos atañe todavía?

 

El poema homónimo es una total personificación del alma de Schrödinger, el alma de un poeta; las cenizas son en realidad ascuas de su genio poético:

 

CANDENTES CENIZAS

Irradian por el rescoldo los carbones candentes

y despiertan lo que sólo a medias conocemos

 

y convocan lo que es nuestro sólo a medias

y, por estar lejos, es casi molesto.

 

Deja que esta noche silente sea la última.

No tendría importancia. No sería asombroso.

 

Pues cuando el orbe del mundo habita,

como mucho, con rauda muerte recibe recompensa.

 

Creas en los dioses, o creas en Dios:

invócalos, invócalo, o se convierten en burla.

 

Yo creo en las cenizas vivas en las ascuas,

a nadie envidio, por más que sea su condición alta.

 

En este orden de cosas, para el poeta-físico, la mayor satisfacción, la gran recompensa, está en el amor, paradigma de la lírica; la última estrofa cierra el círculo, son las que refería Schmelzer en su prólogo y que suponen la encarnación de la personalidad del germánico.

 

RECOMPENSA 

Por qué todavía hoy una hermosa mujer

joven cual rocío matutino

me brinda sus cálidos labios

con precisión te comunico:

 

porque para mí nunca hubo

joya alguna terrenal,

ni gloria alguna de valor más alto

que el amor de las mujeres.

Todo resultaba pobre

frente al beso de la boca amada.

 

Con frecuencia me reprochan

pasar la vida en un sueño,

preferir la rima al cálculo.

Ahora -yo me desquito.

 

Después del “Fragmento inédito de un diálogo de Galileo” que añade una nota científica curiosa aunque anecdótica, tenemos el artículo de Clara Janés llamado:

“Los límites del mar

Erwin Schrödinger: conocimiento y gozo.”

Este artículo recoge textos de entrevistas al autor alemán bastante esclarecedores de lo que resulta su personalidad y que ya habían quedado adelantados anteriormente en su obra poética, me quedó con su reflexión sobre el papel de esa dicotomía ciencia-arte:

“-Al darme cuenta de que deportes, arte y ciencia son meramente salidas para la energía superflua. Observamos que, cuando un animal se libera en cierto modo de la lucha por la existencia, empieza a jugar. Así los animales domésticos que dependen de nosotros para su comida, usan su energía superflua en el juego. El hombre, cuando hubo conquistado su entorno, de modo que toda su vida no era ya una lucha por la existencia, empezó a jugar. inventó deportes, inventó las artes y la ciencia. Todas esas cosas son formas de juego. Existen para darnos placer.”

En efecto, ni más ni menos que están ambas para darnos placer; exquisita y sorprendente la propuesta de Salto de Página que, además, adereza el texto con fotografías de Adriana Veyrat que complementan otros textos de Schrödinger; una obra pequeña que se convierte en algo muy grande. Que no os eché para atrás su reducido continente.

Los textos provienen de la traducción de Felix Schmelzer y Clara Janés de “Candentes cenizas” de Erwin Schrödinger en Salto de página

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