Fouché. Retrato de un hombre político de Stefan Zweig. Paradigma maquiavélico

FoucheNo hace falta recomendar al autor austriaco Stefan Zweig. Afortunadamente, es uno de esos autores reconocidos en calidad y ventas. Además, tiene la rara cualidad de resultar emocionante y tiene muchas puertas de entrada según el lector, ya que cultivó todo tipo de formas y géneros. Desde la novela, relato corto, ensayo, etc… hasta la biografía , como la que traigo hoy. Fouché es, sin lugar a dudas, uno de los mayores logros del autor, una historia que aúna biografía, historia y buenas dotes narrativas al mismo tiempo. Una obra prácticamente perfecta y que saca a la luz a uno de los personajes de la historia, el paradigma de Maquiavelo encarnado en el ministro de policía de Napoleón.

El prefacio del autor pinta con profusión de adjetivos la personalidad de este personaje único (“no se ahorra con él ninguna palabra despreciativa”) y va más allá al entroncarlo con las narraciones de género, no en vano lo relaciona con Sherlock Holmes, convirtiéndole en un precursor,  pero va más allá, centrándose en su papel en las sombras, entre bastidores, un papel secundario principal:

“Joseph Fouché, uno de los hombres más poderosos de su tiempo, uno de los más singulares de todos los tiempos, encontró poco amor entre sus contemporáneos y aún menos justicia en la posteridad. A Napoléon En Santa Elena, a Robespierre entre los jacobinos, a Carnot, Barras, Talleyrand en sus memorias, a todos los historiadores franceses ya sean realistas, republicanos o bonapartistas, les empieza a brotar bilis de la pluma con tan solo escribir su nombre. Traidor nato, miserable intrigante, puro reptil, tránsfuga profesional, vil alma de corchete, deplorable inmoralista…,no se ahorra con él ninguna palabra despreciativa […] De vez en cuando, su figura aparece como un fantasma en una obra de teatro o una opereta napoleónica, pero la mayoría de las veces lo hace en el manido y esquemático papel del astuto ministro de policía, de un precursor de Sherlock Holmes; una presentación en este plan confunde siempre un papel entre bastidores con un papel secundario.”

Incide en el detalle de este perfil esquivo, precisamente por ser la clave de su misterioso papel; obrar desde lo invisible, sin grandes fuegos artificiales ni grandes discursos (muy al contrario, no duda en resaltar su aversión a hablar en público) pero manipulando poco a poco, con gran tenacidad y confianza:

“Pero, lo mismo que a lo largo de su vida, Fouché ha sabido mantenerse en un segundo plano en la Historia: no gusta de dejarse mirar a la cara ni de enseñar sus cartas. Casi siempre se esconde dentro de los acontecimientos, dentro de los partidos, actuando de forma tan invisible tras la envoltura anónima de su cargo como la maquinaria de un reloj, y solo muy raras veces se logra, en el tumulto de los acontecimientos, atrapar las curvas más cerradas de su trayectoria, su huidizo perfil.”

Y esta es la clave para entender, por extensión, lo que es la política; Acantilado, subtituló el libro como “Retrato de un hombre político”, añadido innecesario (que no aparece en la edición original) para los que conocemos la vida del personaje, pero que actúa como potenciador para el resto; Fouché es el reflejo del tahúr que sabe cómo manejar la política, sin moral, sin convicciones firmes:

“Y diariamente volvemos a ver que en el discutible y a menudo sacrílego juego de la política, al que los pueblos siguen confiando de buena fe sus hijos y su futuro, no se abren  paso los hombres de amplia visión moral, de inconmovibles convicciones, sino que siempre se ven desbordados por esos tahúres profesionales a los que llamamos diplomáticos, esos artistas de las manos ágiles, las palabras vacías y los nervios fríos. […] Así, esta biografía de Joseph Fouché es una contribución a la tipología del hombre político.”

Esto se ve reafirmado en  “Ascensión” donde Zweig nos saca a relucir otras características del gran embaucador; la primera de ellas es no ser fiel a nadie, ni siquiera a Dios:

“Podría llegar más alto, convertirse en sacerdote, quizá incluso un día en obispo o cardenal, si tomase los votos sacerdotales. Pero, típico de Joseph Fouché, ya en el primer escalón de su carrera, el más bajo, se pone de manifiesto un rasgo característico de su personalidad: su aversión a vincularse plenamente, irrevocablemente, a alguien o algo. […] Joseph Fouché no se siente obligado a ser fiel de por vida ni siquiera a Dios, no digamos a un hombre.”

La segunda tendría que ver con su sangre fría, con su confianza en su cerebro y su indudable gusto por la intriga, por los manejos subrepticios o subterráneos:

“Esta sangre fría es el verdadero genio de Fouché. Su cuerpo no le frena y no le arrastra, está por así decirlo ausente de todos estos osados juegos intelectuales. Su sangre, sus sentidos, su alma, todos esos perturbadores elementos sentimentales de un verdadero ser humano, jamás actúan de veras en este secreto jugador de azar, cuya entera pasión se encuentra desplazada hacia el cerebro. Porque este seco hombre de escritorio ama de manera viciosa la aventura, y su pasión es la intriga. […] Tender los hilos desde un despacho, atrincherado tras expedientes y registros, golpear de manera asesina, sin ser esperado y sin ser visto, es su táctica.”

Estos dos rasgos se ven reafirmados con, quizás, su principal virtud, que aparece en  “El mitrailleur de Lyon”, su capacidad para cambiar de bando según sea necesario: ser una veleta para sus intereses:

“El viejo miedo acomete a Fouché: dejar de estar con la mayoría. Los partidarios del Terror han sido vencidos…,  ¿para qué seguir siendo uno de ellos? Mejor pasarse rápidamente a los moderados, a Danton y Desmoulins, que ahora exigen un “tribunal de los mansos”, cambiar rápidamente de chaqueta siguiendo la dirección del viento.”

En “La lucha con Robespierre” nos encontramos con una lucha impactante, emocionante, que consigue que el relato se vuelva apasionante en los brazos de Zweig; la descripción de la lucha de ambos personajes, tan distintos, es simplemente épica; cada uno usa sus armas, Robespierre su grandilocuencia, su saber estar, Fouché, nuevamente sus enredos:

“En pocas palabras, todos tiemblan, todos consideran posible un ataque contra ellos, nadie se siente lo bastante puro como para responder plenamente a la hiperrigurosa exigencia que Robespierre plantea a la virtud ciudadana. Y una y otra vez, como el huso en la rueca, Fouché corre del uno al otro tendiendo nuevos hilos, anudando nuevas redes, enganchándolos  más en esa tela de araña de desconfianza y de sospecha. Pero el que practica es un juego peligroso, porque sólo teje una tela de araña, y un solo movimiento brusco de Robespierre, una palabra de traición, puede destruir su tejido.

Este misterioso, desesperado, peligroso y subterráneo papel de Fouché en la conspiración contra Robespierre no ha sido lo bastante destacado en la mayoría de los estudios, y en los superficiales ni siquiera se lo menciona.”

Lo bueno de Zweig es que muestra virtudes y defectos al mismo tiempo; e incluso, como parte del rol principal, muestra sus horas bajas, sobre todo en la lucha con Robespierre, se muestra su lado más humano a través de la enfermedad de su hija pequeña:

“Porque en esos días este hombre acosado con desesperación por todos los perros, constantemente amenazado por el brillo del hacha, añade a su caída en desgracia política una última y extrema desgracia en su propia vida. Duro, frío, intrigante y nada comunicativo en la vida pública y en la política, este hombre extraño es en casa el más conmovedor de los maridos, el más tierno padre de familia.[…] a la preocupación por su propia vida se une terriblemente la nueva preocupación por la de su hija. La más espantosa de las pruebas: sabe que el ser amado, débil, enfermo del pecho, yace moribundo junto a su esposa y, perseguido por Robespierre, no puede sentarse por las noches junto al lecho de su hija enferma, sino que tiene que esconderse en ajenas viviendas y desvanes. En vez de cuidar de ella y escuchar el aliento que se le escapa, ha de correr con las suelas al rojo de un diputado a toro, mentir, implorar, conjurar, defender su propia vida. Con los sentidos perturbados, con el corazón roto, el desdichado yerra incansable en esos ardientes días de julio (el más caluroso en muchos años) por entre las bambalinas políticas, y no puede asistir al sufrimiento y muerte de su amada hija.”

Si épica es la lucha con Robespierre, este umbral se sobrepasa, desde su primer enfrentamiento, con el gran Napoleón:

“Se encuentran frente a frente por primera vez; cuidadosamente, el uno examina y mide al otro para saber si será útil a su fines personales. Y siempre los seres superiores se reconocen al vuelo. Enseguida Fouché advierte en el inaudito dinamismo  de este hombre de poder el genio indomeñable de la autoridad; enseguida Bonaparte, con su mirada aguda de ave rapaz, reconoce en Fouché al auxiliar útil, empleable en cualquier cosa, que lo comprende todo con rapidez y lo lleva a la práctica con energía. […] Desde el primer momento se reparten los papeles, señor y criado, diseñador del mundo y político del momento; ahora puede empezar su colaboración.”

Es en esta época cuando asistiremos  al ascenso de Fouché que llegará a introducirse en su última faceta, como político de exteriores; es entonces cuando llegamos al culmen de sus dobleces, casi se comportará como una agente doble al servicio de nadie, simplemente al servicio de sí mismo, de un juego que le apasiona y sin el que no puede vivir:

“Completo traidor…, no ocasional, una genial naturaleza de la traición, eso es lo único que fue, porque la traición no es tanto su intención, su táctica, como su más auténtica naturaleza. Quizá la mejor forma de comprender su esencia sea la analogía con el agente doble, tan conocido en los casos de guerra, que entrega secretos a una potencia extranjera para conseguir a su vez de ella otros más valiosos, y que en ese ir y venir finalmente ya no sabe a qué potencia sirve en realidad; el agente al que ambos pagan y no es fiel a ninguno, entregado realmente tan solo al juego, al doble juego del ir y venir, de estar en el medio, un placer ya casi inmaterial, un placer diabólico y mortal.”

El excepcional último episodio nos muestra a un Maquiavelo crepuscular en total decadencia, refugiado, por mano propia, en el olvido:

“Nada en esta pobre sombra recuerda al hombre temido y peligroso que durante dos décadas confundió al mundo y puso de rodillas a los hombres más fuertes de su tiempo. Sólo quiere paz, paz y una buena muerte. Y, realmente, en sus últimas horas hace la paz con su Dios y con los hombres. Paz con Dios, porque el viejo y combativo ateo, el perseguidor del cristianismo, el destructor de altares, hace venir en los últimos días de diciembre a uno de esos “repugnantes estafadores” (como los llamaba en los días de esplendor de su jacobinismo), un sacerdote, y recibe con manos devotamente entrelazadas los últimos óleos. […] Se enciende un gran fuego, al que se arrojan cientos y cientos de cartas, probablemente también las temidas memorias ante las que temblaban centenares de personas. Fue una debilidad del moribundo o una última y tardía bondad, fue miedo a la posteridad o burda indiferencia… , en cualquier caso, con una novedosa y casi piadosa consideración, destruyó en su lecho de muerte todo lo que podía comprometer a otros y con lo que podía vengarse de sus enemigos, buscando por vez primera, en vez de la fama y el poder, otra dicha, cansado de los hombres y de la vida: el olvido.”

Magnífica biografía, uno de los mejores libros de Zweig. Un placer inconmensurable.

Los textos pertenecen a la traducción de Carlos Fortea Fouché. Retrato de un hombre político de Stefan Zweig en Acantilado.

La libélula de Amelia Roselli. Delirante flujo de pensamiento poético

libelulaLa libélula de la poetisa italiana Amelia Roselli (1930-1996) es la última propuesta que nos trae Sexto Piso en su flamante colección poética, una edición bilingüe con traducción de Esperanza Ortega que promete curvas, que nos sugiere y graba a fuego palabras, palabras que traen reminiscencias de sensaciones y nos brindan nuevas emociones. Palabras como las siguientes:

Nuevo modelo métrico,  música nunca antes escuchada, otra respiración, otro ritmo

 

Lirismo extremo, liberación, libertad absoluta

Liberación de: gramática, tradición, imágenes, pronombres, ritmo…el alma y el cuerpo

Espiral de belleza, rotativa como las alas de la libélula

“delirante flujo de pensamiento occidental”

 

Siguiendo una estructura compositiva de verso libre cada estrofa imprime en nuestra mente mensajes que van calando en nuestro cerebro como fuego, palabras sueltas que hablan de libertad y al mismo tiempo de ternura; se refleja una búsqueda de dicha libertad que no puede ser realizada a través de las palabras que se usaban anteriormente. Hay que inventar algo nuevo, un nuevo lenguaje, una nueva gramática, nuevas palabras, nuevos ritmos que nos saquen del orden establecido:

 

“[…] Yo me levanto, tú extiendes los brazos en un largo

penoso adiós, con la sonrisa rígida y forzada en

tu boca más bien poco atractiva. ¿Y qué es esa

luz de la verdad cuando ironizas? Nada más

que esa pobre prenda obtuviste de mi corazón herido.

Ya nunca sabré mirarte a la cara; lo que

deseaba decir se ha marchado por la ventana,

lo que tú eras era otro batallón contra el que

ya soy incapaz de enfrentarme; ¿entonces qué nueva

libertad

buscas entre las cansadas palabras? No la blanda

ternura

de quien está en casa bien protegido entre sus altas

paredes y piensa en sí mismo. No el cansado

descuido

del gigante que sabe que no puede rimar nada más

que

dentro del círculo cerrado de sus apesadumbrados conocidos; […]”

 

Se suceden los encabalgamientos y las aliteraciones, ritmos que irrumpen en nuestra lectura como si de una obra musical se tratase; repeticiones que alteran el orden establecido a pesar de su rareza; como si dos ritmos se alternaran en un contrapunto poético de inspiración bachiana:

 

“[…]No sé si moriré o no

de hambre, miedo, los ojos abiertos para

milagrosamente

comer, la tierra que rodea y sostiene el agua

demasiado negra para la levedad del cielo. Qué

extraña esta risa mía de murciélago, qué extraño

este desvariar mío sin orejas, qué extraño

este desvariar mío sin pájaros. Qué extraño

este amor mío a las penosas perezas de la vida.”

 

Imbuidos de su musicalidad la poetisa no se olvida del lirismo de su rima, establecida en el interior de sus estrofas:

 

“Yo no sé si entre la sonrisa del verde verano

y tu verde desacuerdo hay un desacuerdo

yo no sé si rimo por encanto o por laboriosa

pena. Yo no sé si rimo por encanto o por razón

y no sé si tú sabes que rimo solo

para ti. Demasiado sol ha embebido el mar en

su cautividad tranquila, donde la flora

marina renuncia a invadir los barcos hundidos.”

 

En este camino llega la ponderación exagerada de los superlativos, hay que forzar la situación, llegar al máximo de las redundancias; es entonces cuando se produce la evolución hacia la libertad, de lo máximo a lo mínimo:

 

“Por sus ojos blanquísimos, por sus

miembros limpísimos, ¡yo voy en busca de la gloria!

Por sus miembros dulcísimos, por sus ojos

velocísimos, yo voy en busca de gente que oculte

armas entre la maleza. Por sus ojos blanquísimos,

por su piel levísima por sus ojos

sagacísimos, yo voy en busca de la gente que oculta.

Por sus ojos ligerísimos y por su boca

fortísima, yo busco gente fortísima, que nos alimente

a los dos juntos en la noche entre las blancas alas

de los ángeles fortísimos dulcísimos ligerísimos.”

 

Disipar, Arrancar, Destruir: tres palabras que se suceden, repitiéndose en estrofas continuadas; para entrar en el nuevo orden hay que disipar…

 

“[…] Disipa 

tú el pudor de mi virginidad; disipa tú

la entrega del cuerpo al enemigo. Disipa mi imagen,

disipa el remo que golpea la rama desprendida.

Disipa tú si quieres está disipada vida disipa

mis incoherentes razones, disipa el número

tan elevado de demandas que me hacen agonizar:

disipa el horror, convierte el horror en bien. Disipa

tú si quieres esta débil vida que se queja,

pero yo no te encuentro, y no me atrevo a disiparme.

Disipa

tú, si puedes, si sabes, si tienes tiempo

y ganas, si viene el caso, si es posible, si

no te quejas débilmente, esta vida mía que

no se queja. […]”

 

Arrancar, destruir…

 

“[…] Destruye

la casa a la que te llevan los guardias, destruye al

pájaro

que no sueña con quedarse en el nido que le has

preparado,

destruye la tinta que hace burla de tu

ingratitud, destruye a los arcángeles que no

saben dónde has ocultado a los ángeles que no

saben temer.”

 

Todo en un flujo poético continuo y extremo, ahora es el momento de crear. De crear un nuevo orden poético universal occidental que refleje nuestras vidas sin las ataduras de etapas anteriores.

Belleza en la experimentación. Nuevas interpretaciones con cada relectura. Estimulante es decir poco.

Los textos pertenecen a la excelente traducción de Esperanza Ortega de La libélula de Amelia Roselli para la edición bilingüe de Sexto Piso.

¡Delizia! La historia épica de la comida italiana de John Dickie. Construir la identidad a través del disgusto

650_C924397.jpgSiempre he pensado que, en un ensayo, sea del tipo que sea, los primeros capítulos son imprescindibles para conseguir atraer el interés sobre lo que te quieran contar. La introducción del propio autor, John Dickie, a ¡Delizia! La historia épica de la comida italiana es tremendamente clarificadora sobre lo que nos vamos a encontrar y cumple a la perfección este objetivo desde el principio; en primer lugar, pone en contexto el lugar de la cocina italiana a nivel mundial como paradigma del “buen comer” y cómo esto puede afectar a nuestra vida:

“¿Cómo han llegado a comer tan bien los italianos? La historia del Mulino Bianco ofrece una sencilla lección para cualquiera que trate de encontrar una respuesta histórica a dicha pregunta: es posible amar la comida italiana sin que se nos llenen los ojos de lágrimas por las fábulas que se han creado a su alrededor, ya sea en Italia o en el extranjero. Italia se ha convertido en el modelo a imitar cuando se trata de producir ingredientes, cocinarlos y comérselos. Algunos creen que nuestra salud, el medio ambiente y la calidad de vida dependen de si logramos aprender algunas lecciones culinarias que puede brindar Italia. Razón de más para que necesitemos una historia sobre cómo llegó la comida italiana al lugar donde se encuentra hoy,( que resulte) menos almibarada que la que ha llegado hasta nosotros a través de la publicidad y los libros de cocina.”

A partir de ahí nos introduce el concepto autóctono de “civilización de la mesa” que va más allá de las simples recetas, entrando también a valorar la comida en sí misma y la gente que se dedica a cocinarla, producirla, etc. Los propios italianos:

“En ocasiones, los italianos hacen referencia a su “civilización de la mesa” el término abarca los numerosos aspectos de una cultura que se expresan a través de la comida: desde la economía agrícola hasta recetas para encurtir, desde lazos familiares hasta la técnica correcta para escupir el hueso de aceituna en la mano. La comida en sí misma es fascinante, pero, en última instancia, lo es mucho menos que la gente que la produce, la cocina, la consume y habla de ella. Por eso este libro es una historia de la civilización de la mesa en Italia y no solo de lo que ponen los italianos sobre la mesa.”

Por último establece el ámbito, centrándose en Italia y llegando a introducir el concepto de identidad que se asocia a dicha comida, la italiana, una identidad nacional:

“La exhaustividad es otra tentación a la que he tenido que resistirme. La comida italiana se ha convertido en una comida internacional, y un estudio completo abarcaría Gran Bretaña, Estados Unidos, Sudamérica y Australia, además de Italia. Muchas de las historias aquí relatadas demuestran que la comida italiana se ha formado tanto en sus promiscuos viajes como en sus firmes raíces en el terreno de la península. Pero allá donde la comida italiana ha viajado tan lejos, que ha pasado a formar parte en la historia de otros países, he cesado de seguir su rastro.

La razón de este enfoque decididamente italiano es que, en su mejor versión, la comida italiana tiene carisma. Y su carisma se deriva de una relación casi poética con el lugar y la identidad. Los italianos comen muy bien porque comer enriquece su sentido del lugar del que provienen y de quienes son. Las ciudades italianas son los lugares donde se forjaron esos vínculos entre comida e identidad.”

A partir de ahí es exhaustivo el recorrido cronológico  que lleva a cabo el autor desde la mesa medieval pasando por la Segunda Guerra mundial hasta los tiempos actuales; un recorrido que va uniendo indefectiblemente la evolución histórica de la nación con la evolución culinaria, desde la misma entrada de los espaguetis en Italia:

“La historia de la comida italiana comienza con la llegada de los espaguetis, que fueron introducidos en Sicilia por los invasores musulmanes. Más concretamente, la historia de la comida italiana empieza cuando los espaguetis entran en el diálogo culinario entre las ciudades italianas, en cuyo proceso dejaron de ser una importación exótica. Cómo llegó a suceder tal cosa lo entenderemos mejor a través de la historia de un musulmán siciliano en particular y del mapa que creó, que ofrece la primera prueba crucial de la historia de la comida italiana. También es uno de los tesoros artísticos más hermosos de la civilización medieval y un documento de la barbarie.”

En este orden de cosas, no solo la pasta es decisiva para esta evolución, de ahí la importancia que cobraron en la antigüedad las especias:

“Pero, aunque Venecia no fuera el puerto a través del cual entró la pasta en Italia, la ciudad de Marco Polo tuvo una enorme influencia en la cocina medieval italiana. De hecho, las razones por las que Venecia ocupa un lugar tan preponderante en la historia de la comida, por las que los venecianos encontraban tan atractivas las historias de Marco Polo sobre China y por las que los mercaderes venecianos se sintieron inspirados por la avaricia y la grandeza, son una y la misma: las especias. […] La ciudad sobre la laguna era el mayor centro europeo de comercio de especias.”

Sin embargo no será hasta el siglo XVIII cuando será  autoconsciente la identificación de la pasta con el pueblo:

“Pero en el siglo XVIII, Nápoles también adquirió una representación ritual de la abundancia que podía recrearse a diario: comer maccheroni. A mediados del siglo XVIII, la ciudad se había labrado una reputación como capital italiana de los maccheroni. Fue en Nápoles donde la pasta se convirtió en lo que es hoy: un plato del pueblo, la gloria suprema de la dieta italiana cotidiana.”

No hay muchas comparaciones con otros países, sin embargo, hay una excepción muy evidente (y ciertamente divertida) al describir las “costumbres británicas” a la hora de comer:

“Los británicos –al menos a juicio de los italianos- son ajenos a ese refinamiento. Sin pensar en colocar una servilleta entre sus dedos mugrientos y su nauseabunda comida, mastican bocadillos en el coche, devoran hamburguesas en trenes o autobuses y engullen kebabs o patatas mientras se tambalean de una taberna a otra. De hecho, los británicos comen cualquier cosa, en cualquier lugar y en cualquier momento. Cuando celebran una fiesta, incluso se sientan con las piernas cruzadas encima de las alfombras y se zampan caóticas montañas de pasteles, bocadillos, patatas fritas y salchichas.

Para los italianos es un misterio que los británicos parezcan quererlo todo en el mismo plano. Pizza y ensalada. Y pan con ajo. Y patatas. En ocasiones especiales, a los italianos les gusta saborear cómo el antipasto, el primo, el secondo, el contorno y el dolce describen un patrón evolutivo de sabores y texturas distintos. Para embutir toda una comida en diez  minutos, los británicos inventaron el almuerzo dominical; para anular sus diferentes sabores, inventaron la salsa de carne.”

Lo que nos lleva una reflexión muy interesante y que revela una faceta de nosotros mismos (que por cierto Facebook se está perdiendo) que sirve para construir la identidad de una persona: la definición de la persona a través de lo que  le disgusta.  Es en el disgusto en donde la persona se muestra más visceral, donde de verdad da pistas sobre lo que es; los italianos son tan proteccionistas con sus aspectos culinarios que no pueden evitar despreciar y disgustarse ante la misma existencia de algo tan opuesto como “lo británico”:

“El pavor de los italianos hacia la comida británica se expresa en numerosos estereotipos, pero también revela una verdad sobre las emociones humanas más viscerales: nos definimos por lo que nos disgusta. Cuando nos estremecemos de repugnancia, nuestros cuerpos vibran al son de nuestros prejuicios más rígidos. Se ha incumplido una norma; se ha producido una contaminación. Y lo sabemos porque lo notamos tanto física como mentalmente. Quizá de manera más convincente que cualquier otra sensación, el disgusto demuestra quiénes somos. Porque no nos gustan esas cosas.”

No quería dejar pasar este último párrafo al respecto de Giovanni Rana, el gran artífice y creador de los tortellini en Italia como empresa; hablar de su éxito no es más que un pretexto que Dickie utiliza para sacar a relucir el verdadero triunfo actual de la comida italiana: esa mezcla de innovación y conservadurismo que tanto gusta los italianos:

“La trayectoria de Giovanni Rana ilustra muchas cosas sobre la historia reciente de Italia. Su negocio es típico de las empresas familiares que se convirtieron en el motor de la economía italiana en los años ochenta e hicieron del Véneto una de las regiones más ricas de Europa. Su espectacular éxito se debe fundamentalmente a dos cosas: cómo ha sacado rédito de los profundos cambios experimentados en la cultura alimentaria de las familias italianas; y su capacidad para innovar a la vez que halaga el conservadurismo de los italianos a la mesa, su obsesión por consumir alimentos buenos y auténticos y su preciada idea de que la comida debe ser rural, tradicional y típica.

Si Giovanni Rana ha de ser considerado un héroe o un villano de la civilización italiana de la mesa depende de su punto de vista. También de cómo se interpretan términos como “tradicional” y “auténtico” y de si ha renunciado a demasiada creatividad y a algunas cualidades valiosas para liberar las mujeres del duro trabajo semanal que conllevaba preparar tortellini.”

Suculento el ensayo que nos trajo Debate: una perfecta conjunción entre evolución histórica y culinaria que es sabroso por naturaleza y viene muy bien aderezado con un aliño de buen humor.

Los textos pertenecen a la traducción de Efrén del Valle Peñamil de ¡Delizia! La historia épica de la comida italiana de John Dickie en Debate.

Resumen Enero 2015. Nuevo año, nuevas lecturas

Me he retrasado muchísimo este mes. La falta de tiempo actual no me permite actualizar convenientemente las reseñas que tengo pendientes y el resumen del mes anterior no puede esperar. Estamos hablando de enero y estoy acabando febrero, aquí tenéis el resumen de las lecturas de enero y que siguen, más o menos, lo que había previsto en este post. Aunque me quedó alguno de los previstos por leer, se han sumado al mes de febrero donde daré buena cuenta de ellos. Sin más, los comentarios, pinchando en el título tenéis el enlace de varias de ellas: 

The taqwacores de Michael Muhammad Knight, me extendí mucho en su reseña donde encontraréis razones de sobra para leerlo a pesar de las dificultades. No podía ser de otra manera con la novela fundacional del punk islámico.

Guía ilustrada de monstruos y fantasmas de Japón de Sekien Toriyama, las cosas que saca Quaterni son deliciosas. En este caso, es un catálogo de monstruos de todo tipo con sus consiguientes grabados y su descripción. Una selección necesaria y que complementa muchas lecturas que saca la propia editorial.

En el café de la juventud perdida de Patrick Modiano, me temo que el último Nobel está en ese segmento que solo me provoca indiferencia. Y eso que este libro se acerca más a la temática de género, no veo más que buen oficio, nada comparable a lo que son capaces de hacer los más grandes, tanto en estilo como en el fondo. No creo que le dé más oportunidades.

Los atracadores de Tomás Salvador, recuperación de novela negra española en tiempos del franquismo. A pesar de su inevitable mensaje moralizante se trata de una propuesta excelente en forma y contenido.

Invasión Secreta de Brian Michael Bendis, Bendis es el fetiche de Marvel, no creo que tenga talento para escribir grupos y más, cuando se trata de crossovers comiqueros,; buenas ideas, buen dibujo, realización irregular. Buen forraje por momentos.

¡Delizia!: La historia épica de la comida italiana de John Dickie, tengo pendiente la reseña, ya podéis suponer que es un libro suculento.

Carthage de Joyce Carol Oates, me extendí mucho en su reseña que podéis buscar en el enlace. Como de costumbre, un buen libro de Oates.

La Santa de Mado Martínez, me arrepiento de no haber hecho reseña para este libro, se puede quedar muy perdido en el limbo de autores no destacados y no sería justo. Buena novela de terror con fantasmas, múltiples puntos de vista y narración dislocada que se lee con gran disfrute.

Relatos Japoneses de misterio e imaginación de Edogawa Rampo, tarde o temprano escribiré algo sobre esta deliciosa recopilación de relatos de terror y misterio.

La calavera bajo la piel de P.D. James, la maestra británica nos dejó pero sus libros reflejan a la perfección cómo escribir novela policíaca con buen gusto y estilo.

Asedio de Brian Michael Bendis, peor que Invasión secreta… aunque no se puede negar que es muy efectivo y contiene imágenes impactantes.

El santo del monte Koya y otros relatos de Kyoka Izumi, otro libro de relatos imprescindibles y del que hablaré algo, aunque ya no sé el qué.

El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos de Charles Dickens, recuperación de un Dickens ocurrente en condiciones ciertamente extrañas.

Mr Mercedes de Stephen King, no es el mejor King pero esta aproximación a la novela policíaca, a su manera, se lee con indudable satisfacción.

Fouché. Retrato de un hombre político de Stefan Zweig, otro de los que me faltan y NO puede faltar. Es, sin lugar a dudas, una obra maestra: la biografía de uno de los personajes más maquiavélicos que podemos encontrar a lo largo de la historia.

No se ha dado nada mal enero para comenzar este nuevo año. Aquí tenéis las últimas adquisiciones.

Compras_Enero

Y, nuevamente, intentaremos que los siguientes libros sean los previstos.

Previsión_lecturas_febrero De estos libros tienen prioridad los que no me leí el mes anterior: El Glow de Beauman, El mundo deslumbrante de Siri Husdvedt, Los políglotas de Gerhardie, Divagaciones Rossinianas de Zedda y La sala del crimen de P.D. James. El resto está compuesto por una buena mezcla de novela negra clásica y varios de los autores que tengo en mi proyecto (Roth, Woolf… Oates). Este mes, desgraciadamente, no creo que lo consiga por los siguientes motivos: en primer lugar cogí demasiados libros teniendo en cuenta que febrero es, precisamente, el mes más corto; en segundo lugar, en el camino me ha llegado el último libro en inglés de Joyce Carol Oates, The sacrifice. Por lo tanto… me temo que no lo cumpliré. Veremos hasta dónde puedo llegar.

Carthage de Joyce Carol Oates. Viviendo en la paradoja de Zenón

carthage“Porque cada paso no es más que una fracción de la distancia total. Y la distancia total es algo que queda más allá de la experiencia.

En la paradoja de Zenón no llegas nunca a tu destino.

En la paradoja de Zenón te encuentras en un estado de anhelo perpetuo.”

La paradoja de Zenón simplemente da un nombre a algo inherente en el ser humano: el anhelo. Un anhelo que se vuelve perpetuo, una vez alcanzamos un aparente destino no nos sentimos completos, sino que vamos a por otra meta que creemos que será lo que nos complete definitivamente.

Cressida Mayfield, la protagonista del Carthage de Joyce Carol Oates, es la personificación de dicho anhelo en la narración de la norteamericana. A lo largo de tres partes (Joven desaparecida, Exilio, El Regreso)  se nos relata el viacrucis de la protagonista y las consecuencias de sus decisiones para los que la rodean. Si hay algo que caracteriza a Oates es el estudio de las consecuencias de las acciones que se producen; todo ello cargado de una gran ración crítica ante la situación de un pueblo como el americano.  Dos factores funcionan como desencadenantes narrativos en este caso. Por un lado la guerra de Iraq, legitimada religiosamente como único cauce para defenderse del enemigo; Brett Kincaid, el novio de la hermana de Cressida sufrirá esta situación:

“Toda la feligresía rezaba por ti. Por ti y por los demás que habían ido a la guerra…a las guerras.

Son tantos los que han muerto, me resulta difícil recordar la cifra, ¿más de mil?

La mayoría, soldados como tú, no oficiales. Y todos amados por Dios, es lo que una quiere pensar.

Porque a todos los ama Dios. Incluso al enemigo.

De todos modos tenemos que defendernos. Un cristiano tiene que defenderse de los enemigos de Jesucristo.

Esta guerra contra el terror es una guerra contra los enemigos de Jesucristo.

Sé que no querías matar a nadie. Te conozco, Brett, cariño mío,y eso lo sé: no querías matar a ningún enemigo ni a nadie. Pero eras militar y era tu obligación.”

Aunque ya en Mujer de Barro anticipaba este argumento, Oates vuelve a sacar a la palestra la necesidad de identificar un enemigo visible tras el atentado del 11-S: Al Qaeda es la sustitución del Fantasma comunista del que hablaba Robert Coover en su celestial hoguera.

“La lucha contra el terror es una lucha contra los enemigos de la moralidad norteamericana, contra la fe cristiana. En algún lugar de aquel país olvidado de Dios estaban los imanes de los terroristas de Al Qaeda que habían volado las Torres Gemelas. Nada más que por el simple deseo, lleno de odio, de destruir la democracia americana y sus principios cristianos como querían hacerlo los paganos de la Antigüedad, siglos atrás. La Roma imperial de los tiempos de los gladiadores: se te exigía morir por tu fe. Se lo había explicado su capellán: esto es una cruzada para salvar a la cristiandad.[…]  los Estados Unidos se habían visto forzados a reaccionar militarmente. Los Estados Unidos nunca pactarán con el mal. No había otro remedio que mandar tropas antes de que el enloquecido dictador Sadam utilizara las armas de destrucción masiva: Bombas atómicas, y guerra biológica con gases y gérmenes.”

Las consecuencias originadas a la vuelta de Kincaid son, como podía ser esperable, de dos tipos: físicas, por lo que ha sufrido en su cuerpo; y psicológicas, por lo que ha visto allí y tiene que callar para no tener represalias:

“Estaba enfermo de vergüenza. Enfermo de culpabilidad. Que se le acumulaba como en un sumidero. Y no era capaz de expulsarla.

Mejor morir. Haber muerto… “en combate”.

Pero ya era demasiado tarde. Lo habían matado pero no había muerto… exactamente.

Se sentía como algo hecho a la buena de Dios para parecer un ser humano: un híbrido de maniquí y momia. Trozos de piel verdadera curtidos como cuero, mechones de cabellos semejantes a lo que se puede ver en un museo de historia natural.”

La situación de Brett es la causa, de alguna manera, del segundo motor de la historia: la desaparición de Cressida; una Cressida que se siente cohibida, desde el primer momento, por el etiquetado al que se la ha sometido en contraposición con su hermana:

“Era evidente que le fastidiaba cómo en Carthage, entre las personas que conocían a los Mayfield, probablemente se la describía como la lista mientras que su hermana era la guapa.

¡Qué claro estaba que una adolescente prefería ser guapa antes que inteligente!

Y es que, por supuesto, se consideraba que Cressida era demasiado lista.

Como en “demasiado lista para su propio bien”.

Como en “demasiado lista para una chica de su edad.”

A propósito de la publicación de este libro, en una entrevista la escritora comentaba su fascinación por indagar en las causas que, en una misma familia, originan dos personalidades tan distintas en aparente igualdad de condiciones. Parte de culpa de estas diferencias está implícito en “lo establecido socialmente”, eso es lo que lleva a juzgar a una persona como “lista”, “guapa”, etc…

Lo que nos lleva de nuevo al anhelo, mientras Cressida deseaba haber sido guapa, se nos revela más adelante que Arlette deseaba haber sido valorada por su inteligencia más allá que por su belleza. Aunque Cressida huye por no cumplir el destino que cree que necesitaba, su huida funciona más como alienación que como satisfacción:

“Todavía era una convaleciente. Llevaba convaleciendo tantos años que había perdido la cuenta.

Había huido. Se había exiliado. Aquel otro sitio era un modo de nombrar lo innombrable.

Básicamente estás en la vida en el Punto X –este, donde estamos- de manera continua. Es mentira creer que se puede volver a aquel otro sitio del que has sido expulsado.”

El inesperado regreso es un deseo más, nuestra protagonista se da cuenta de que lo que necesita de verdad es a su familia; aunque su familia, como es el caso de su hermana, no lo aceptará tan fácilmente; por el anhelo que le hace sufrir por una vida que podría haber tenido y que no ha podido disfrutar por culpa de su hermana:

“Y lo sé: debería perdonarla.

Los demás piensan que reboso de Alegría tanto como ellos. Creen que soy una verdadera hermana para ella. Todo el mundo piensa: Las hermanas Mayfield, reunidas.

Pero no la perdono, creo que la detesto.

La sensación de odio es brutal y nueva para mí, me deja sin aliento. ¿Cómo voy a perdonarla? Me ha destrozado la vida, a mí y a Brett Kincaid. Durante siete años ha sido la causa de los sufrimientos de mis padres, todas las horas y los minutos de su vida envenenados por su ausencia.

Detesto su egoísmo, que el mundo malinterpreta como enfermedad.

Enfermedad mental, angustia psicológica, “amnesia”…

Mi hermana es moralmente deficiente.”

La misma Cressida se dará cuenta  de que lo que ahora busca no será fácil de cumplir porque las acciones que realizó en el pasado fueron dolorosas para su familia y para Brett:

“Mi hermana sigue enamorada de Brett Kincaid. El soldado joven, con el brillo de la inocencia. Está enamorada del recuerdo que tiene de Brett Kincaid antes de que lo hirieran y por lo tanto no quiere verlo y sentir que se despiertan de nuevo en ella aquel amor y aquella nostalgia.

Entendí aquel amor. Lo entendí y me amargaron los celos y el rencor. Y fui yo quien mató su amor y nunca me podrán perdonar de verdad.

Tengo que aceptarlo; aceptar que nunca me podrán perdonar. No querría que Juliet me perdonara. Ni Brett.

Quien tendría que estar en la cárcel soy yo, Cressida, la lista,  [..]”

A pesar de la intuición  que tenemos de no estar nunca satisfechos, Oates deja una nota final optimista que nos llena de esperanza. Quizá el conseguir estar felices depende, en primera instancia, de nosotros mismos, de cómo reaccionamos a las vicisitudes que nos suceden.

Los textos pertenecen a la traducción de José Luís López Muñoz de Carthage  de Joyce Carol Oates para Alfaguara.

La hoguera pública de Robert Coover. La corrupción del sueño americano

Hoguera_CubiertaIntentando escribir algo sobre una obra como esta, recordé un texto que escribí hace tiempo sobre La abadesa de Crewe de Muriel Spark; en aquel post enlazaba lo que nos contaba la británica con otro texto de características parecidas como era Nuestra Pandilla de Philip Roth. Ambas obras tienen como protagonista de fondo a Richard Nixon, Tricky Nixon, como lo llama Roth en su particular sátira (“Nadie en este país supera mi deseo de PARECER religioso”). En el caso de Spark la crítica era más velada y no tan explícita y se relaciona con el famoso Watergate  que trajo a la palestra el fin político de Nixon. Me resulta muy conveniente recordar este texto sobre la prensa:

“-Lo tergiversarán –dice la abadesa-. Eso es lo que necesitamos ahora, hermanas, una tergiversación. Estamos abandonando el ámbito de la historia para entrar en el ámbito de la mitología. La mitología no es otra cosa que la historia tergiversada, igual que la historia es una tergiversación de la mitología; a eso se reduce la historia de la humanidad. ¿Quiénes somos nosotras para alterar la naturaleza de las cosas? En lo referente a nuestro caso, mis queridas hermanas, buscar la verdad sería como buscar los miembros, los dedos y las uñas perdidas de un cadáver desmembrado en un accidente aéreo.”

En La hoguera pública Coover entra de lleno en lo mitológico, es tan consciente de la entelequia que supone la búsqueda de la verdad, que inventa una narración ficcional alrededor de un hecho real y utiliza como narrador la mayor parte del tiempo a Richard Nixon (posiblemente el mayor paradigma de narrador poco fiable), que supone la corrupción total del hombre hecho a sí mismo, el caballero en busca del grial que escenifica el fracaso de un sueño que se convierte en una fruta podrida.

El hecho real del que parte son los sucesos que llevaron a la muerte de los judíos Ethel y Julius Rosenberg, acusados en plena Guerra Fría de haber filtrado información sobre la bomba atómica a Rusia. A partir de ahí Coover construye dos tipos de narraciones que establece temporalmente en los tres días en los que sucede todo: una en tercera persona que describe los hechos que suceden desde una especie de realismo mágico y otra en primera persona, Richard Nixon, por aquel entonces, vicepresidente de EE. UU.

En este particular libro que consta de un prólogo y cuatro partes (miércoles-jueves, mañana viernes, tarde viernes, noche del viernes) con intermezzos intercalados como si se tratara de una ópera y un epílogo del que hablaré más adelante; toman protagonismo todos los personajes que intervinieron en el suceso real aunque teatraliza lo que pudo suceder; origina una sátira que, como las grandes sátiras, más que divertir, asusta. No se queda en la simple narración de unos posibles hechos históricos sino que, para escenificar la situación, personifica entes que solo aparecían en el imaginario colectivo. Tal es el caso del Tío Sam y del Fantasma, personificaciones reales del sueño americano y de la amenaza comunista respectivamente. Todo ello le sirve para pintar una sociedad como la norteamericana que se guía por los mandatos del gran buhonero (un charlatán mercachifle), la esperanza del mundo; todo ello a través de un flujo de pensamientos donde todo es posible gracias a la prosa de Coover:

“Tampoco es que los americanos sean supersticiosos, claro está. ¿Cómo iban a serlo los ciudadanos de esta la nación (bajo el mandato de Dios) más racional de la tierra? Ellos no necesitan presagios para pulsar un interruptor, ganar pasta o cambiar el mundo, pues son los hijos e hijas electos del Tío Sam, nacido Sam Slick, este astuto buhonero yanqui que, al igual que aquella resuelta chica griega de hace mucho, apareció virginal y completamente formado de entre los residuos destrozados de la mismísima Ilustración: “escurridizo”, como se expresa en la Escrituras, “como una culebra que acabase de mudar la piel”. El joven Sam, “terso como un olmo sin hojas”, ya con perilla y sombrero de copa y ataviado con sus faldones y sus pantalones a rayas, los bolsillos llenos de discursos, patentes y pirotecnia, irrumpió de modo avasallador en el Viejo Mundo como un cohete del Cuatro de Julio, bufando y relinchando como un caballo salvaje: “Quién. Quieén. ¡Quién! ¿Quién vendrá a chamarilear conmigo? ¿Quién vendrá a pegar mordiscos conmigo? Grumpf. Yug. Buf. ¡YUJU! En nombre de Jehová y del Congreso Continental, he atravesado el Rubicón: a nado o en una bañera, vivo o muerto, en pie o desfallecido, aquí estoy para pelear, pelearé hasta morir y, con la firme confianza en la protección de los divinos protestantes, una pelea es lo que tendré, ¡o si no tendrán que conservarme en salazón para evitar que me vaya de la lengua! ¿Me oís, alimañas fracasadas? ¡Os habla la esperanza del mundo! Soy Sam Slick, el Buhonero Yanqui.”

Sucesivamente, el Tío Sam va manteniendo conversaciones donde maneja a su antojo a cada uno de los personajes implicados; cada charla, cada momento sirve para destruir poco a poco el ideal de un sueño que se ha corrompido hasta la médula; tal corrupción implica que la moralidad no debe ser tenida en cuenta:

“Puede que hoy nos hayas reventado el espectáculo, ¡pero mañana tus amigos te van a tener escarbando en la mierda, muchacho!

-Puede…

-Nada de puede. Si fueran a ponerse de tu lado por un principio, lo habrían hecho hoy. No, es momento de saldar la cuenta y poner buena cara. Van a bailar un zapateado encima de ti, Billy.

-Si lo hacen, se equivocan. La cruda verdad es que puede que la sentencia de muerte no sea…

-La cruda verdad no existe, amigo…-Encuentra la pipa y atisba la cazoleta con los ojos entornados desde debajo del ala de su sombrero. […]

-Bueno, en el fondo de mi corazón sé que tengo a la ley de mi parte.

-En el fondo de tu corazón, ¿eh? – El Tío Sam baja los pies, se yergue lentamente, empuja el sombrero por encima de la nariz, echa una mirada al magistrado Douglas-. Bien, ¡al diablo la ley y tu corazón sensiblero! Ten cuidado, amigo mío, la moralidad es un lujo privado y caro.”

En contraposición a este personaje, siempre aparece la amenaza del Fantasma, que personifica de un modo más general; mientras que el Tío Sam te habla de tú a tú como si fuera tu amigo, el Fantasma se convierte en una amenaza a escala mundial, una conspiración con infinitos hilos entrelazados donde se encuentran unidos irremediablemente los Rosenberg:

“Tumban edificios, aplastan automóviles bajo sus cuerpos, se tragan policías enteros, se enredan en una montaña rusa de Coney Island. Las balas no los detienen. Se les une Walter Ulbricht, el Fabricante de Ataúdes, el cual recorre la orilla con sus pelotones de fusilamiento; el necrófilo John Reginald Hallyday Christie, con su enorme órgano sangriento y gangrenoso; un gigante negro ojiblanco con la leyenda SÚPER MAU MAU estampada en su pecho salvaje; miles y miles de víctimas gemebundas, ciegas, de carne putrefacta, de Hiroshima y Nagasaki; y el Presidente Mao, surgido de un remolino entre los vapores de los antros de vicio, como un Fu Manchú abotargado de dientes de oro. Los Rosenberg pulverizan sinagogas y catedrales entre sus tentáculos monstruosos. Súper Mau Mau destroza escaparates de supermercados y grandes almacenes, dejándolos a oscuras. Con un latigazo de su coleta, el Presidente Mao reduce Wall Street a escombros.”

Es necesario indicar por lo tanto un enemigo palpable al que combatir y que siempre está en la delantera; en ese orden de cosas cualquier decisión-manipulación es perfectamente admisible:

“Aún no hemos empezado a explorar el verdadero valor de la Palabra, pensé. ¿Y si quebrantábamos todas las reglas, jugábamos con las pruebas, manipulábamos el lenguaje, convertíamos a la Historia en una aliada guerrillera? Por supuesto, el Fantasma ya estaba en ello, ¿o no? De nuevo nos llevaba la delantera. ¿Qué eran sus maquinaciones dialécticas sino la disolución de los límites naturales del lenguaje, la invención consciente de un espacio, una siniestra tierra de nadie, entre alternativas lógicas? Me encantaba debatir ambas posturas de cada asunto, pero pensar en aquel extraño espacio intermedio me provocó sudores. La paradoja era lo que más odiaba aparte de los psiquiatras y las periodistas.”

El Fantasma entonces deja de ser algo etéreo y se puede luchar contra él: los Rosenberg se convierten, en la pluma del norteamericano, en la encarnación del comunismo y deben ser destruidos para mantener el estatus quo del pueblo, de América, y por extensión, del mundo:

“Ahora yo era el Vicepresidente de los Estados Unidos de América. Ellos estaban condenados a arder por traidores. ¿Qué se torció? ¿Por qué hacía falta esto? Claro que ellos habían tenido conocimiento carnal con el Fantasma, yo creía firmemente en ello, habían sido acariciados por el maligno y por tanto estaban infestados: Y yo sabía que sus muertes acabarían con una parte del Fantasma. ¿Qué se sentiría al ser poseído por el Fantasma?, me pregunté. Algunos decían que era como tragarse un viento frío, otros que era como una especie de fuego que recorría las venas.”

Sorprende en este desfile de complicada prosa que parezca que nos encontremos inmersos en una gran obra musical en la que cada intermezzo reafirma esta condición como el discurso con la visión de Dwight Eisenhower o el último acto de la Ópera Sing sing con Julius y Ethel Rosenberg de protagonistas. Hasta los hermanos Rosenberg llegan a transmutarse en los hermanos Marx en un momento dado. El discurso de Ike es una confirmación del carácter mesiánico de dicho sueño:

“¡Es necesario

que salgamos seriamente en busca de cualquier traza de comunismo en cualquier lugar

donde pueda afectar a la vida de nuestra nación y la arranquemos

de todos nosotros, mediante nuestras dedicación

y devoción combinadas,

seamos merecedores de las mayores bendiciones

que el Todopoderoso ha depositado en esta nuestra nación!”

No se olvida en este caso de la prensa como simple conductor del discurso, que nos recuerda una y otra vez el Tío Sam y sus acólitos; nada puede estar fuera de la onda dictada por el gran buhonero:

“PLANTAS DISPERSADAS / PARA DESBARATAR PLANES DE BOMBARDEO. HIJO DE PASTOR DEL BRONX RECIBE LA LLAMADA. Bodas, asesinatos, fusiones velatorios. Recetas y disturbios, promedios de bateo y reseñas de libros. La Guerra Fría entre el Tío Sam y sus enemigos, guerras abiertas entre bambalinas. Para colmo de males, el mundo elige publicar hoy El arte del jaque mate y, dicen las planas, Frankenstein será reeditado. ¿Reeditado? HACE POCO, 19 EJEMPLARES DE ESTE LIBRO HAN SIDO LITERALMENTE QUEMADOS. Los rostros de los peregrinos se ensombrecen cuando se enteran de que la estrella de la Primera Guerra Mundial que derribó setenta y cinco aviones Bosch desde su viejo biplano Spade ha muerto, […]”

El final lleva la parodia a un límite exacerbado, con un paralelismo sexual; una última relación entre Nixon y el Tío Sam, el título del epílogo “La Bella y la Bestia” identificaría al gran chamarilero con la Bestia y al gran mentiroso Nixon con la Bella; el colmo de esta corrupción es que te dejes hacer lo que sea por dicho sueño, que te dejes sodomizar por la esencia de tu ambición:

“-Deseas hacerlo conmigo –dijo jadeante, arrastrándome brutalmente fuera de la penumbra y dándome la vuelta-, tienes que amarme como soy en realidad: San Slick el Buhonero Yanqui, estafador empalmado y domador con uñas y dientes de las paganas tierras salvajes, lozano y chillón entrometido, novus rompepelotas ordo seclorum, ese soy yo, muchacho, ¡y buenas noches señora Calabaza a cualquier estúpido que se interponga en mi camino! –Se chupó el dedo.”

El Tío Sam se aprovecha de la debilidad de los personajes; nunca un halago estuvo tan envenenado como en este caso:

“-Estoy malo –gruñí.

-Ja, ja, no estás malo, tan solo estás enamorado –dijo con una enorme sonrisa y se dobló para besarme la mejilla-. ¡Eh, eres el elegido, sabes! –susurró o pareció susurrar; su voz era extraña: casi como si ya no hablase en voz alta. Las palabras parecían caerle calladamente de los labios, enroscarse en silencio en mis oídos, para acabar floreciendo con una especie de soplo audible contra mi oído interno, como semillas…-. ¡Lo digo en serio, Gus! ¡Eres mi apuesto vocero de feria, mi salvaje fuguilla irlandés, mi colega vendedor ambulante, mi pequeño accidente, mi marinerito guapo! –Me palmeó el trasero afectuosamente-. Eres mi todo, ¡eres mi muchacho!”

El último alarde de Coover, es tremendamente perverso, Nixon, y el pueblo americano, se dejan hacer lo que sea, hasta lo más humillante; para perpetuar la esencia de un sueño que, en realidad, se ha convertido en una parodia en sí mismo:

“[…] Fuera lo que fuese, era hermoso (¿cómo había llegado a pensar que era feo?), lo más hermoso del mundo. Por fin estaba preparado para hacer lo que nunca antes había hecho.

-¡Te …. Te amo, Tío Sam! –confesé.

Pero él ya se había ido, yo estaba solo. Únicamente quedaban sus últimas palabras estallando tiernamente contra mi oído interno mientras permanecía echado, con los ojos llenándoseme de lágrimas y el pecho palpitante, en la solitaria oscuridad…”

Nos encontramos ante una obra maestra de una lucidez, no exenta de dificultad, donde la forma (con un estilo que se transforma página a página) y el fondo (el fracaso del sueño americano) se encuentran indisolublemente unidos. Por expresar como decía De Forest  “la imagen de las maneras y emociones ordinarias de la existencia del pueblo americano” (“the picture of the ordinary emotions and manners of American existence”), es decir, pintar el espíritu americano dentro de una novela (“this task of painting the american soul within the framework of a novel”), entraría de lleno en el canon de la Gran Novela Americana, una novela inolvidable y abrumadora. Un clásico contemporáneo.

Los textos pertenecen a la excelente traducción de José Luís Amores de La hoguera pública de Robert Coover de Pálido fuego.

Galatea de Melisa Tuya. Un inicio prometedor y ciertamente adictivo

galatea_melisa_tuyaNo pocas han sido las vicisitudes por las que ha tenido que pasar Melisa Tuya hasta ver publicada su ópera prima; arriesgarse a empezar a escribir con una novela de ciencia ficción sabiendo que este género es un nicho en España es encomiable; además de todo esto, tener éxito es casi milagroso. Galatea ha cambiado y evolucionado desde que la conozco y, el resultado final, sencillamente, es muy satisfactorio.

El punto de partida no resulta novedoso, es la típica historia de colonización espacial en un posible futuro altamente tecnificado y adelantado a nuestra realidad; la colonia es Galatea y cada uno de los jóvenes colonos tiene asignados unos robots llamados módulos que, en la narración de Melisa, toman vida propia. La protagonista y narradora en primera persona de buena parte del libro no tiene nombre pero es dibujada y tratada con extrema precisión por la autora desde la despedida con sus padres:

 “Poco después se encontraba en la sala de embarque abrazando a sus padres antes de partir. No podía permitirse llorar. En su familia, las lágrimas no eran algo aceptable. Con la única excepción de haberse hecho daño físico de verdad, claro. Y aun en esos casos se premiaba una reacción contenida.

“A mamá no le gusta que llores.” “No se consigue nada llorando.” “Las niñas fuertes y listas no lloran.” ”¡Qué orgulloso estoy de mi niña, que no llora!”

Ella nunca había visto llorar a sus padres. Y tampoco les vería hacerlo esa tarde.”

Cada detalle que se nos muestra va configurando una personalidad de muchísima fuerza que se irá rebelando ante una situación que no considera justa; la selección de las parejas para la colonización, de una manera establecida desde la colonia central, será el pequeño desencadenante de una revolución:

“Quince días atrás había escrito el nombre de diez de sus compañeros varones. Diez entre cerca de tres mil. Esos nombres habían sido entregados al Consejo. Era de esperar que ella estuviera también en unos cuantos cartones. Era imposible saberlo. En cualquier caso, todo estaba ya en manos de los médicos.

Ellos cruzarían preferencias con idoneidades genéticas y de personalidad, y hoy se haría público al fin el emparejamiento de los ocupantes de la Pegasus. La gran mayoría los acataría. […]”

Junto a ella su módulo ClaX, un robot cuidado “hasta en las imperfecciones”, acercándose al ideal humano:

“Bajo la luz del sol de media tarde, la niña pudo apreciar más detalles: el pelo, cortísimo, no era castaño, sino de un pelirrojo tan oscuro que la diferencia era difícil de notar salvo que la luz brillase directamente sobre él. La boca era pequeña, de labios muy finos. Tenía la piel ligeramente tostada y pequeñas pecas irregulares, apenas perceptibles. Una ceja estaba algo más poblada que la otra.

Las pequeñas imperfecciones hacían de los módulos una compañía más tolerable, sus creadores lo habían descubierto con los primeros que elaboraron.”

La total compenetración que siente la protagonista con su módulo, junto con el emparejamiento que considera inadecuado, actúan como disparo, ocasionando “el despertar” del módulo que toma consciencia propia, y con ello una serie de decisiones comenzando por una matanza indiscriminada, descrita desde el punto de vista del propio módulo:

“Fue demasiado fácil. Adormilados y confiados, sus cráneos eran frágiles cáscaras para sus fuertes manos.

La Pegasus dormía profundamente. Primero fueron los guardas. Luego la tripulación de guardia, después los que soñaban. Tras ellos, los colonos, habitación por habitación.

Las dos porras fueron de gran ayuda. Con una en cada mano, ClaX avanzó como un ángel exterminador, incansable, veloz, inmutable, invisible.”

Uno de los puntos más interesantes es, precisamente, la evolución de ClaX, paralela a la de la protagonista y opuesta a la suya, según avanza la narración:

“-He empezado a sentir anhelos para los que no había sido programado. ¿No te agrada?

Ella lo pensó durante un segundo.

-Sí, lo prefiero así. Pero no entiendo cómo ha podido pasar.

-Yo tampoco –dijo él, depositando un beso en su frente-. Sé lo que ha cambiado en mi código, pero como las otras veces, no sé cómo se ha producido.

-Empiezo a creer que no hay nada imposible para ti.

-Por desgracia, eso no es cierto. Si lo fuera, no habríamos tenido esta discusión.”

Solo hay que ver un momento de una conversación con su hija más adelante para comprender esta situación a la perfección, sobre todo porque es el centro del devenir de la trama:

“-No quiero pasar por Nueva Europa sin pisarla, pero a este paso estoy viendo que no saldré de la Aurora hasta que volvamos a estar con Galatea. Otros doce años con el mismo techo sobre mi cabeza.

-No estaremos las dos en el exterior al mismo tiempo, de ninguna manera –concluyó ella sin perder la calma y tomando una nueva cucharada de avena.

Cala no insistió. Sabía de sobra que era más fácil mover la Aurora a empujones que convencer a su madre. Se levantó y tomó otro albaricoque antes de volver a hablar.

-Será como deseas, mamá. Como siempre.”

Curiosamente mientras el robot se vuelve más humano, su dueña pierde cada vez más características humanas, volviéndose cada vez más dictadora, tirana e impredecible. Melisa, muy consciente de esta situación, no solo sabe escribir mujeres de gran personalidad sino que pinta quizá el mejor personaje del libro, el gran Duncan, contraposición a la protagonista y que sirve para equilibrar la situación de cara al lector. Tengo que reconocer que su forma de caracterizar al hombre está muy lograda, exquisitamente ambiguo, manipulador pero al mismo tiempo noble y cargado de sensatez, duro pero no indestructible, cargado de sensibilidad si hace falta:

“Cualquier módulo hubiera podido encargarse de llevarle el alimento, pero a ella le gustaba al menos una vez al día acercarse a charlar con él. Y no podía jurarlo, pero le daba la impresión de que era algo mutuo. No se había dado cuenta en una década, pero lo cierto es que había echado de menos el sentido del humor de otro adulto. Era además un hombre peculiar. Considerado y duro. A ella le recordaba una piedra de afilar: suave y romo pero irrompible.”

La perspectiva es indudablemente femenina y esto es un reclamo, entre otras cosas, porque nos salimos del yugo patriarcal y vemos un mundo futuro, una historia de una posible sociedad desde un punto de vista muy distinto;  la fuerza de todos los caracteres femeninos contrasta con sus acompañantes masculinos. Hasta ClaX demuestra más fortaleza y es el único que se acerca a ellas, exceptuando el ya nombrado Duncan.

Si sumamos a todo lo anterior una historia cargada de acción (muy bien narrada por cierto), parajes inhóspitos; escenas de alto contenido sexual y torturas brutales narradas con concisión, que nos acercan al más encantador género pulp; un final subyugador; y todo ello con un estilo falto de artificios pero efectivo en la descripción; nos encontramos con una novela muy adictiva y que proporciona un entretenimiento de buen nivel; estoy convencido que hará disfrutar a la mayoría de sus potenciales lectores.

No quiero dejar de mencionar como colofón que se trata de una novela solidaria, en palabras de la autora en esta entrevista que apareció en Nuevo Best Seller Español:

“Sí, la mitad de los beneficios que nos genere a mí y a la editorial irán destinados a los perros y gatos abandonados de la Asociación Nacional de Amigos de los Animales , la protectora en la que adopté a mi perra, que ahora es una viejita de unos 15 o 16 años. No es que me sobre el dinero, tengo hipoteca y dos hijos, uno de ellos con discapacidad, pero tengo la suerte de trabajar y tener un sueldo todos los meses y me siento más cómoda repartiendo el dinero extra que pueda recibir. Ya lo hice así con los 10.000 euros del premio al Ingenio en Internet que me dieron en el Congreso de Periodismo Digital hace cinco años.”

Poco más puedo decir, ¡chapeau Melisa! ¡Y mucha suerte!

Mr Mercedes de Stephen King. Aproximación a la novela policíaca “a lo King”

mr-mercedesA estas alturas, el Sr King es muy consciente de su posición aventajada, ha ganado un estatus tal, que sabe que, haga lo que haga, tiene un rédito muy grande: siempre venderá sus grandes clásicos y de lo nuevo tiene un núcleo de seguidores que confía bastante en lo que va realizando. Teniendo en cuenta esta situación, lo que más me gusta de King es que no se ha relajado, como hacen muchos escritores a su edad, se dedica a experimentar, intentar nuevas temáticas, modificar estilo, etc. Pocos escritores se podrían haber arriesgado a hacer los siete tomos de la indigesta Torre oscura (cuando hablo de indigestión me refiero sobre todo al juego arriesgado que propone: metaficción, artificios postmodernos y mucha, mucha aridez; una obra que, en su aproximación holística, se encuentra en un camino indefinido que va desde la inquietud pop pasando por el pastiche hasta llegar a conformar una obra casi de “auteur”  por su ambición); el norteamericano sale continuamente de su círculo de comodidad para intentar siempre crear con mayor o menor éxito, pero sin acomodarse; no en vano, sigue sacando dos o tres libros al año.

Mr Mercedes se ha vendido, a nivel de marketing, como la primera novela netamente policíaca que intenta; no es que esperara una trama netamente “hardboiled”, tampoco creía que se fuera a ir a un “whodunit”; en efecto adopta un tramo intermedio que, sinceramente, empieza policíaco y desencadena más bien en un thriller “a su manera” (como diría Frankie); la misma contraportada del libro lo deja claro desde el principio: dos personajes, por un lado Bill Hodges, policía jubilado; por el otro, Brady Hartsfield, asesino múltiple. El mal y el bien enfrentados en una lucha sin cuartel aunque con una investigación policíaca de fondo; un Apocalipsis policíaco, por coger una de las novelas que el escritor ha utilizado con esta base general. Quizá uno de los sellos de King es llevar a su terreno cualquier tema que trate, cualquier novela que escriba.

Y eso que, inicialmente, en la presentación de los dos protagonistas, podría haberlo llevado a otro sitio, sobre todo en el caso del policía jubilado es sintomático el intento de presentar un policía alcohólico pero  que ya no lo es, intentando subvertir  la estampa habitual:

“Hodges toma otro sorbo de cerveza y sabe que ni siquiera se beberá la mitad de la lata. Es curioso, porque cuando aún estaba en la policía, era prácticamente un alcohólico. Después, cuando la bebida acabó con su matrimonio, asumió que era un alcohólico. Hizo acopio de toda su fuerza de voluntad, controló el hábito y se prometió entonces que en cuanto llevara cuarenta años trabajados –una antigüedad más que considerable habida cuenta de que el cincuenta por ciento de los policías se retiraban a los veinticinco años de servicio y el setenta por ciento a los treinta- bebería tanto como quisiera. Y ahora que ha superado esos cuarenta años, el alcohol apenas le interesa. Se obligó a emborracharse unas cuantas veces, solo para ver si aún era capaz, y lo era, pero estar borracho, como vio, no era mucho mejor que estar sereno. De hecho era un poco peor. “

La presentación del villano, Brady, mediante una carta que envía a Hodges, es muy conveniente; resulta efectiva y desasosegante por lo que implica, una especie de persecución, un fin para el que los medios no importan, hará lo que sea para conseguir ese fin:

“[..] En un artículo (cuya publicación coincidió con su ceremonia de jubilación), su compañero durante mucho tiempo (el ins. de 1er grado Peter Huntley) lo describió a usted como “una combinación de fidelidad al reglamento y brillante intuición.”

¡Un buen cumplido!

Si es verdad, y creo que lo es, ya habrá deducido a estas alturas que soy uno de esos pocos a los que no consiguió atrapar. Soy, de hecho, el hombre a quien la prensa decidió llamar:

  1. El Joker,
  2. El payaso, o
  3. El Asesino del Mercedes.

¡Yo prefiero este último!

Estoy seguro de que sudó la camiseta, pero lamentablemente (para usted, no para mí) no le sirvió de nada. Imagino que si alguna vez ha deseado de verdad atrapar a un “mareante”, inspector Hodges, ese ha sido el hombre que el año pasado embistió con toda intención a la muchedumbre congregada ante el Centro Cívico con motivo de la Feria de Empleo, matando a ocho personas e hiriendo a otras muchas. (Debo admitir que superé mis expectativas más optimistas.) ¿Me tenía en mente cuando le entregaron aquella placa conmemorativa en la ceremonia oficial de jubilación?”

Como de costumbre, aprovecha su universo (el Universo King), la existencia de una serie de novelas que ya ha creada, para realizar multirreferencias para sus seguidores más acérrimos, referencias que, por otra parte, no entorpecen la trama ni la tensión dramática, no hacen más que enriquecer la situación:

“Mechones de pelo anaranjado, a lo Bozo, sobresalían por encima de las sienes como cuernos. La nariz era un bulbo de goma rojo. Sin cabeza que la tensara, la sonrisa de aquellos labios rojos se había convertido en una mueca de desdén.

-Pone la carne de gallina. ¿Has visto esa película del payaso en la alcantarilla?

Hodges negó con la cabeza. Más tarde –solo unas semanas antes de jubilarse- compró esa película en DVD, y Pete tenía razón. La máscara se parecía mucho al rostro de Pennywise, el payaso de la película.”

Su objetivo final, el de este atípico psicópata, no es otro que conseguir que el policía jubilado se acabe suicidando:

“De vez en cuando Brady se pregunta si sería muy difícil envenenar todos los helados de la camioneta: el de vainilla, el de chocolate, el de frutas del bosque, el sabor del día, los sorbetes Tastey, las chocodelicias, incluso los polos clásicos y los silbatos helados. Ha llegado al punto de investigar por internet. Ha hecho lo que Anthony Frobisher, alias Tones, su jefe en Discount Electronix, probablemente llamaría “estudio de viabilidad”, y ha decidido que si bien podría hacerse, sería una estupidez. No es que sea reacio al riesgo. Al fin y al cabo, salió airoso de la Matanza del Mercedes, cuando tenía más probabilidades de ser atrapado que de quedar impune. Pero no quiere que lo pillen ahora. Tiene un trabajo pendiente. Para lo que queda de primavera y principios del verano, su trabajo es el ex poli gordo: G. William Hodges.”

Y para ello no duda en realizar cualquier tipo de acción desproporcionada, una acción que conlleve, incluso si hace falta, el sacrificio de un gran grupo de personas.

“El sol es agradable, pero sus beneficios serán efímeros. Brady reflexiona sobre los beneficios más duraderos que le proporcionará la oscuridad. Ya no tendrá que escuchar las diatribas lesbofeministas de Freddi Linklatter. Ya no tendrá que escuchar a Tones Frobisher cuando pretexta que no puede asumir los servicios a domicilio por su RESPONSABILIDAD PARA CON LA TIENDA, pese a que la verdad es que no distinguiría un fallo de disco duro ni aunque le mordiera la polla. Ya no tendrá que sentir el frío en los riñones mientras conduce la camioneta de Mr. Tastey en agosto con los frigoríficos a plena potencia. Ya no tendrá que dar manotazos al salpicadero del Subaru cuando la radio pierde la señal. Ya no tendrá que pensar en las bragas de encaje y los larguísimos muslos de su madre. Ya no tendrá que indignarse porque nadie le hace caso ni lo valora. Ya no tendrá que padecer más dolores de cabeza. Y ya no tendrá más noches de insomnio, porque a partir de hoy dormirá para siempre.

Sin sueños.”

“Se acordarán de mí –piensa cuando se detiene al borde de la carretera, esperando un hueco en el tráfico para poder regresar al motel-. El mayor número de víctimas de todos los tiempos. Pasaré a la historia”. Ahora se alegra de no haber matado al ex poli gordo. Hodges debe vivir para enterarse de lo que va a ocurrir esta noche. Tendrá que recordarlo. Tendrá que convivir con eso.”

No quiero desvelar nada de la trama pero baste decir que avanza con solvencia: continuos cliffhangers que van uniendo capítulos y que te obligan prácticamente a seguir leyendo, muertes absurdas, a veces casi de casualidad, un equipo de atípicos ayudantes que ayudan a nuestro jubilado en la investigación, un final que deja sin aliento hasta que se resuelve  como un gran thriller, etc; lo tiene todo para conseguir un resultado final más que digno, de muy buen nivel, como el que nos tiene usualmente acostumbrados.

De fondo, toda la novela respira un miedo por el desconocido internet y todo lo derivado de él, es tan palpable que, está claro que King, que ha entrado recientemente en twitter, teme, como si de una novela de terror se tratase, lo que pueda llegar a través de este gran mastodonte global. No dudo que en las próximas novelas puede jugar más con este factor.

También adolece la novela del abuso de la presentación de los personajes; viendo que tiene previstas otras dos entregas para hacer una trilogía, es muy posible que podamos evaluar en su plenitud estas obras cuando haya escrito las siguientes, ya sin las ataduras (obligadas eso sí) de estos necesarios orígenes.

El resultado es, para nuestro regocijo, una novela de género que está por encima de la media y que nos vuelve a traer a King a la palestra. Habrá que esperar lo nuevo con el mismo anhelo que de costumbre, está claro.

Los textos provienen de la traducción de Carlos Milla Soler de Mr Mercedes de Stephen King para Penguin Random House Mondadori

El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos de Charles Dickens. Sello de calidad y variedad

el-indolenteEn su afán por publicar libros para los completistas dickensianos, las editoriales están buscando combinaciones de sus narraciones breves de todo tipo, con desigual resultado. Ya comenté aquí  la irregularidad de la propuesta que nos traía Periférica.  Mejor suerte ha habido con este El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos (escrito el cuento que da nombre conjuntamente con Wilkie Collins y que fue publicado en 1988 con el nombre Los perezosos por ediciones B) ya que los cinco capítulos que engloban el sugerente título del cuento principal son de un nivel alto; pero, en este caso, los otros tres relatos que completan el volumen (“El secreto del ahorcado”, “El armario viejo” y “Excursión de placer”) también guardan una calidad similar;  quizá ayuda el que se trate de cuentos más cercanos al género policíaco como es el caso del primero de ellos, pero también es cierto que su prosa es indicativa de esta calidad y destila buen humor como en el caso del tercero:

“-Se lo agradecemos mucho, querida; pero mi hija ha cantado siempre sin acompañamiento.

-Y sin voz –murmuró por lo bajo la señora Briggs.

Sentada a su lado la señora Taunton, aunque no pudo captar la frase íntegra, se dio cuenta de su sentido y replicó con todo descompuesto:

-Quizá no tenga voz, pero sería mejor que la de ciertas personas no llegase a los oídos de las gentes bien educadas.

La señora Briggs no se mordió la lengua:

-Quizá también, si los señores a quienes se quiere acaparar para las hijas de ciertas personas no tuviesen el buen gusto de ocuparse de las hijas de otras personas, algunas personas no tendrían que demostrar el mal carácter que, gracias a Dios, las distingue de otras personas.

-¿Personas dice usted? –exclamó la señora Taunton roja de ira.

-¡Digo Personas! –afirmó no menos excitada la señora Briggs.

-¡Pécora!

-¡Arpía!”

El cuento homónimo, de ocurrente título, El indolente viaje de dos aprendices perezosos, reúne todas esas características que ya he enumerado en alguna ocasión y que nos enamoran a los dickensianos, como esa descripción única de los personajes, en este caso, dos vagos como la “copa de un pino” descritos desde sus propios nombres:

“Los mal aconsejados jóvenes que así eludían el cumplimiento de sus deberes con la noble dama que les prestara muchos y señalados favores, obraban a impulso de la vil idea de realizar un viaje perfectamente ocioso en una dirección cualquiera. No tenían el propósito de encaminarse a ningún sitio concreto, ni de ver nada, ni de conocer nada ni de aprender nada: sólo deseaban no hacer nada. Únicamente querían no trabajar. A imitación de Hogarth, se aplicaron a sí mismos los nombres de Thomas Idle (Ocioso) y de Francis Goodchild (Niño bueno); pero conviene advertir que en cuanto a ociosidad no diferían uno de otro, moralmente hablando, ni el blanco de una uña, pues ambos eran holgazanes a más no poder.”

Entra dentro de su genialidad la capacidad de Dickens de distinguir entre diferentes tipos de holgazanes según su localización geográfica, todo ello contribuye a dotar a la narración de un dinamismo que recuerda sus mejores momentos, además de seguir sacándonos sonrisas:

“Sin embargo, entre Francis y Thomas existían algunas diferencias de carácter: Goodchild era un holgazán diligente, capaz de soportar toda clase de trabajos y molestias con tal de proporcionarse la certeza de estar ocioso en absoluto. Para abreviar, diremos que su noción de la holganza consistía en creer que al practicarla se entregaba a una ocupación útil. Por su parte, Thomas Idle era un perezoso mixto del tipo de holgazán irlandés y vago napolitano, o sea uno holgazán pasivo, un perezoso de nacimiento y por educación, un ocioso consecuente, que practicaba lo que hubiese predicado de no haber sido harto indolente para predicar. Era, pues, la encarnación completa y perfecta de la holgazanería.”

Entre otras cosas porque es capaz de definir, a lo largo de los cinco capítulos que consta, la vagancia y las acciones derivadas de ella desde diferentes puntos de vista y estados; hasta en la enfermedad se puede ser un indolente, como es el caso de Idle, uno de los protagonistas:

“[…]¿cómo Thomas Idle, lisiado y confinado en casa, pasaba las horas del largo día?

Replicaré que Thomas, tendido en el sofá, no hacía intento alguno por pasar las horas, sino que se limitaba, pasivo, a dejar que las horas pasasen por él. Mientras otro hombre en su situación hubiera leído y tratado de aumentar el caudal de sus conocimientos mentales, él dormía y dejaba aumentar su reposo corporal. Mientras otro hombre hubiese pensado con anhelo en su existencia futura, Thomas repasaba perezosamente su vida pasada. “

Lo bueno es que no se limita a la narración de los hechos sino que le añade elementos fantásticos, a veces entre los protagonistas que se van encontrando, como es el caso del anciano fantasma que se convierte en uno más según pasan las horas y rememora su muerte:

“Pero durante el mes que yo fui por violencia despojado de la vida (el actual mes de treinta días) la cámara nupcial está desierta y en paz. No así mi antigua prisión, ni las estancias donde habité inquieto y temeroso diez años. Una y otras están entonces horrendamente hechizadas. A la una de la madrugada soy lo que usted vio a esa hora: uno solo viejo. A las dos de la madrugada soy dos viejos. A las tres, tres. A las doce, soy doce viejos: uno a razón de cada cien por cien de la antigua ganancia. Y cada uno de los doce experimenta doce veces mi antiguo sufrimiento y tortura. Desde esta hora hasta las doce de la noche, yo, trocado en doce hombres enloquecidos de terror y angustia, espero la llegada del verdugo. A las doce de la noche, yo, convertido en doce viejos, pendo, invisible, en el exterior del Castillo de Lancaster, de cara a la pared.”

El resultado es, desde luego, lúcido, una narración que se caracteriza por el buen humor y que recoge retazos de la genialidad de nuestro Dickens además de su habilitad innata para mezclar relatos de género y ficción de tipo más costumbrista; es imposible no terminar con una sonrisa al acabar el libro de esta manera:

“¿Adónde llevarán los perezosos vientos estas perezosas páginas y dónde la última de ellas se perderá un día para ser definitivamente olvidada? Ociosa pregunta y ocioso pensamiento, tras de formular los cuales el señor Idle hace una correcta inclinación y el señor Goodchild otra, dando con esto fin al INDOLENTE VIAJE DE DOS APRENDICES PEREZOSOS.”

No me canso nunca de encontrarme con Dickens.

Los textos pertenecen a la traducción de El indolente viaje de dos aprendices perezosos y otros relatos de Charles Dickens de la editorial Espuela de plata.

Fajas de enero: Nuevo año, nuevas fajas

Después de un pequeño descanso vuelvo a realizar un post donde recojo otras muestras de fajas. Es evidente que esto no para y las editoriales piensan más en ellas y su impacto de lo que nos quieren hacer pensar. Os traigo como de costumbre una buena muestra de ellas con diferentes estrategias:

Faja_desmoronamientoPRHM cuando se pone se lo monta muy bien, aprovechando la publicación del ensayo El desmoronamiento de George Packer realiza un diseño ciertamente curioso para poder conseguir que se venda la obra, no olvidemos que el autor es prácticamente un desconocido. Cualquiera que vea la faja tendrá muy claro el mensaje, poco importa quién lo ha dicho, sino que fue el mejor libro del 2013. De ahí que las fuentes de la clasificación aparezcan en un tono muy parecido al de la faja mientras que lo verdaderamente importante (National Book Award 2013, Uno de los mejores libros del 2013, Mejor libro de 2013, Mejor libro político de 2013…) aparece en color blanco, resaltando muchísimo con respecto al resto. ¿Aún no tenéis claro que fue el MEJOR LIBRO del 2013? Lo tengo en casa y podré deciros si es tan bueno.

faja_kerr-El segundo ejemplo del mes me ha llamado la atención por lo macabro de la apuesta de Serie negra de RBA. Pongamos en antecedentes, antes de que miréis la faja, de un hecho necesario para entenderla en su extensión: Mourinho, ENTRENADOR PORTUGUÉS (guiño), se fue del Real Madrid con más pena que gloria y suscitando el ODIO (guiño) de aficionados al equipo en cuestión y, en general, aficionados al deporte (un núcleo numeroso, no lo olvidemos, de la sociedad actual). En el inconsciente colectivo aficionado al deporte, e incluso no aficionado, Mourinho es considerado una persona NON-GRATA y ODIABLE (guiño, guiño) justificadamente. Serie negra, aprovechando que Philip Kerr saca una novela negra donde se asesina a un FAMOSO TÉCNICO PORTUGUÉS (codazo, codazo) para recordarlo en su faja y atraer a un público que podría haber pensado faja_MAclaneen esa posibilidad con el técnico real y que puede verlo fructificar en un relato ficcional. Audaz  la propuesta, veremos, tengo curiosidad, si funciona.

-Como bien dijo mi librero, no creo que Mary MacLane merezca una faja tan fuera de su tiempo e injusta como esta: “LA PRIMERA BLOGUERA DE LA HISTORIA, Un best seller de 1902 inédito en español.” La combinación anacrónica de 1902-bloguera funciona fatal, por mucho que el prólogo lo haya escrito una bloguera famosa… y resaltar que es un best seller de principios del siglo XX no habla demasiado de su calidad sino de que vendió mucho, ¿es esta la forma de vender una escritora interesante? Habrá que comprobarlo.

-Para acabar, un despropósito,; tampoco podíamos esperar más de los Faja_EGB20150128_180354creadores de Yo fui a EGB, que nos sacan ahora Yo fui a EGB 2, la faja lo tiene todo: dibujines de fantasmas y HEIDI, frases que nos retrotraen de nuevo a esa nostalgia mal entendida que fue el motor de ventas de esta infame propuesta (¿A qué esperas para viajar de nuevo a EGB?), otras frases que quieren atraer a nuevos lectores (el tópico ¡El libro más esperado del año!) o la patibularia “Vuelve el fenómeno que ha revolucionado todas las librerías” (revolución=ventas). El sello de “calidad” definitivo lo pone en un pequeño sello “Incluye adhesivos exclusivos y El gran juego de YO FUI A EGB”. Imaginad el gran juego, las pegatinas… ¿cómo no he caído todavía?  Fassscinante.

Después de esta faja se me han acabado las ganas de poner más. Temo el día, más próximo de lo que parece, en que salga el Yo fui a BUP o a FP o cualquier cosa. Es inevitable que esta moda siga, para nuestro pesar…

Espero que os hayan gustado y ya sabéis, proponed y veremos si entran en el siguiente mes. Estoy abierto a todas las posibilidades.

Los atracadores de Tomás Salvador. Novela negra en plena dictadura

AtracadoresSe está produciendo una deslocalización evidente en cuanto a la publicación de novela policiaca, negra, de detectives, etc… Se puede comprobar por la falta de una colección central, en alguna editorial, que saque todos los meses una buena remesa de novelas de género; Serie Negra de RBA lo estaba haciendo hasta hace poco, pero ahora mismo, como mucho, saca dos al mes y es ciertamente insuficiente, ya que el equilibrio necesario entre clásico-consagrados y novedades es imposible sacando tan poca cosa. Que no exista un referente ha ocasionado que cada editorial saque un sello negro alternativo, tal es el caso de varias como Salamandra, Navona, Alfaguara, Anagrama, Siruela, RHM… que, en la mayoría de los casos, utilizan autores que ya tenían y le unen otros para completarlo un poco. Esta descentralización tiene cosas buenas y cosas malas: las buenas tienen que ver con una cierta variedad en novedades, cada editorial busca autores fetiche que les ayuden en las ventas y están explorando mercado, están saliendo autores que no se han leído por aquí con frecuencia con resultados de éxito desiguales; las malas, como ya he comentado varias veces, tienen que ver nuevamente con la ausencia de clásicos y la prácticamente inexistente presencia de novedades detectivescas más allá de lo ya conocido.

Hoy traigo un caso afortunado, la recuperación de novela española realizada en medio de la dictadura franquista: tal es el caso de Los atracadores de Tomás Salvador gracias a la labor de Salto de Página. El prólogo de Javier Sánchez Zapatero introduce de manera admirable el contexto de la obra y el autor:

“Relegada hoy a mera nota a pie de página de las historias de la literatura, la de Tomás Salvador Espeso (1921-1984) es una de las más singulares e interesantes trayectorias de la narrativa española del siglo XX. Autor de una extensa producción que incluye alrededor de cuarenta novelas, una decena de compilaciones de cuentos y varios ensayos, disfrutó de cierta popularidad durante las décadas de 1950 y 1960.”

Y lo emparenta con la tradición ya conocida con la dicotomía policía-escritor, una tradición que venía del siglo XIX, la figura de Vidoq se convirtió en proto-policía-escritor:

“Al regresar a España, aprovechando los beneficios que se le concedían a los divisionarios, ingresó en el Cuerpo General de Seguridad y fue destinado a Barcelona como inspector de la Brigada Político-Social, la policía secreta encargada de reprimir cualquier tipo de disidencia durante el régimen franquista. Su condición de “policía-escritor” lo vincula con la tradición instaurada a mediados del siglo XIX por Eugène-Francois Vidocq –quien escribió sus memorias después de abandonar su pasado delictivo para convertirse en el primer director del departamento de “Seguridad Nacional” francés- y que, en el caso español, tuvo como representantes fundacionales a Luis Fernández-Vior y Tomás Gil Llamas.”

Subraya en dicho prólogo las virtudes del autor (y de la novela) sacando a colación el retrato psicológico que realiza con admirable precisión Tomás Salvador; no duda en comentar su punto débil, la necesidad de presentar a la policía en toda su rectitud estatal:

“Los atracadores destaca por la forma en la que aborda una temática no especialmente transitada en la literatura española de mediados del siglo XX. La capacidad para penetrar en la psique de los criminales, reflejar de forma realista los ambientes del hampa de la época y transmitir una interpretación social del delito –alejada, eso sí, de cualquier atisbo crítico y filtrada por un obvio mensaje moralizante que concordaba con la ideología oficial- sitúan a la novela, junto a títulos de Mario Lacruz y Francisco García Pavón, en el reducido grupo de obras que durante el régimen franquista comenzó a sentar las bases de la tradición de género policiaco en la literatura española.”

La novela se estructura en tres libros y un epílogo que describen a la perfección el esquema ya habitual en el caso de los criminales: inicios-ascensión-caída. En esta ocasión Salvador utiliza tres libros con títulos muy sugerentes y que conectan con el esquema: Libro de la inquietud, libro de la violencia y libro de la muerte y un epílogo policial.  No hace falta que explique los paralelismos evidentes. No se queda ahí, en cada uno de los tres libros se divide en tres grupos de narraciones (1,2 y 3) según el atracador que esté describiéndola desde su primera persona. No resulta previsible esta asociación ya que elige en cada uno de los libros un orden distinto de narradores acorde a la evolución de la novela.

Si estructuralmente no se rige por lo habitual, su adecuación estilística es todavía más dispar, destacando su eclecticismo, dado que la adapta al protagonista que esté narrando en ese momento, se atreve hasta a hacer un monólogo interior “joyceano” donde se salta toda regla de puntuación y así reflejar la confusión mental de uno de los protagonistas:

“Había dejado que las manos fueran colgando ta ca ta corre las manos así colgando y los hombros por allí y los hombros por allá Ramón que eres un bailón y ya está oh la zorra que te llama chico es muy vieja déjala que llame salta por el agua otra vieja cuidado vieja casi tropiezas Ramón tenía los ojos cerrados zas y ya está ni siquiera se ha dado cuenta nadie se daba cuenta iba corriendo y no se daban cuenta ni miraban y podía llevar una pistola o un puñal o una bomba que hiciera mucho ruido y matara mucha gente eso podría saltar por encima del chaval su madre se enfadaría no era que le importara que la madre se enfadara pero habían quedado atrás eso no sabía porque la calle estaba oscura tenía sucia la camisa no iba afeitado pero debía ser joven y guapoooo eso es idiota […]”

La alternancia de los narradores le sirve para dar riqueza al texto, en el caso de las descripciones es más que evidente, utiliza la narración de Chico Ramón para describir al “Señorito” y a Compare Cachas, las descripciones no se quedan en lo meramente físico sino que añaden características psicológicas e incluso la propia opinión personal del narrador:

“El Señorito era un tipo alto y delgado, muy alto, muy delgado. Todo era largo en él: la nariz, las manos, el pelo, hasta las pestañas casi femeninas. Miraba pocas veces de frente y por eso no podía decir cómo eran sus ojos. Llevaba buena ropa, pero muy arrugada. Largo estómago y largas piernas. Sobre las escurridas caderas el pantalón se le sostenía casi de milagro. Su gesto más característico era llevar las manos en el bolsillo del pantalón, manoseándose. Aquel gesto le resultó a Ramón profundamente antipático; pero al Señorito, por lo visto, le importaba muy poco ser esto o lo otro.”

“Compare Cachas tenía un bigote extraordinariamente fino y bien cuidado. Compare Cachas era todo bigote y mano en la nariz, sacándose punta, hablando gangosamente. Tenía una barbilla débil y unos labios gruesos. No parecía muy listo. No lo era, desde luego… Hasta le escurría un poco de baba. Pero en algunos instantes lograba alcanzar una serenidad casi perfecta, pasmosa. Sucedía esto cuando no se creía observado. El afán de comprender las cosas le obligaba a una atención tan forzada que durante la misma llegaba a ser inteligente. Cuando se le miraba, y se le preguntaba algo, volvía a reír tontamente, a tocarse la nariz. Una de sus manos, la derecha, estaba siempre cerrada, con el puño apretado sobre unas legendarias cachas.”

Las tres narraciones son, como se puede esperar, poco fiables, los tres atracadores, los tres fuera de la ley; en ningún momento se tiene noticia de los avances policiales pero se atisba una sombra que cumple su labor siempre, un departamento policial aparentemente invencible, una amenaza. Utiliza a los tres atracadores para criticar, de alguna manera, la situación de la sociedad, lo puede hacer porque en el final invalidará todo lo contado/pensado por ellos mediante el epílogo que salvaguardaba la posible censura franquista:

“-Tú representas la inquietud. No sabes lo que quieres, del mismo modo que yo no sé para lo que vales. Si yo lo supiera, te lo diría. Y se acabarían tus dudas y se acabarían las mías. Mira, Chico, la inquietud es esto: es no saber, no tener confianza, es desear hacer una cosa y empezarla con grandes ánimos para ir decayendo a medida que se avanza; inquietud es tener pocos años y sentirse viejos. Todos nosotros tenemos pocos años y sin embargo somos viejos. Somos una generación de viejos. Somos unos mierdas que antes de antes de pensar en la vida sabíamos lo que era la muerte.”

Hay una progresiva evolución hacia su caída, Salvador indaga en la posible causa antes de que se produzca este hecho. Camina de mano del lector, guiándole en el camino policial encubierto:

“Al decirle eso, Chico Ramón se estaría figurando que le llevaba una estupenda noticia. Y no sabía que con ello remachaba el último claro que quedaba suelto en el enorme cajón de madera que los contenía todos. El miedo venía después. Cuando pensados los hechos asustan, no su consecuencia, sino su facilidad. Aquella facilidad en la acción, en la violencia, era un peligro. El peligro de su misma soberbia. El peligro de creerse todopoderosos.”

El epílogo, narrado desde la perspectiva policial, da luz a los hechos de los últimos capítulos, de esta manera desacredita las opiniones que han tenido anteriormente ensalzando a la vez la labor policial con todas sus consecuencias.

“El pensamiento pasa a serlo todo. Le basta con pensar: “entre los ojos”. Y la pistola se dispara sola. Tal es la realidad. No disfracemos las cosas. Sintamos piedad por los delincuentes, pero no busquemos para ellos ninguna disculpa. Han borrado las distancias, las leyes. Contra ellos solo puede defenderse la sociedad eliminándolos de su seno. Todo atracador debe suscitar en los hombres honrados una repulsión violenta. No son héroes, no lo serán nunca. En un héroe podrá haber un asesino; pero es un hombre que lucha gallardamente. Cuando termina la circunstancia personal que lo empujó, el héroe vuelve a su casa, abandona sus armas y se pierde en el anonimato. Un atracador es un cobarde. Y no conoce principio ni fin en sus fechorías.”

Una verdadera suerte tener con nosotros esta fantástica novela. Roguemos porque podamos  ver más ejemplos de este tipo en un panorama negro cargado de incertidumbres.

La calavera bajo la piel de P.D James. El recuerdo a una gran dama del crimen

LacalaverabajolapielEl pasado 27 de noviembre del 2014 nos dejó Phyllis Dorothy James, mundialmente conocida por P.D. James. La británica, nacida en Oxford en 1920, fue uno de los mejores exponentes del género policíaco. En casos como este, con una dilatada carrera por detrás, con una cantidad razonable de títulos entre los que escoger, al lector que no conoce al autor siempre se le plantea la típica pregunta de qué leer para saber si le puede gustar.

Lo más habitual es que hubiera escogido algún libro de la serie de Adam Dalgliesh, su detective más famoso, y que reúne algunos títulos sobresalientes como es el caso de Sabor a muerte (1986), Intrigas y Deseos (1989) o Un impulso criminal (1963); no me equivocaría al recomendarlos ya que representan de manera fidedigna las virtudes de la escritora. Sin embargo, saliéndome un poco de  esta zona cómoda, voy a recomendar sus novelas de la investigadora Cordelia Gray.

Me refiero a No apto para mujeres (1972, An unsuitable job for a woman), descatalogada e inencontrable en la actualidad; y a La calavera bajo la piel (1982,The Skull Beneath the Skin), de la que sí se pueden encontrar algunas ediciones de bolsillo. La trama es aparentemente sencilla: el noble sir George Ralston contrata a nuestra heroína para acompañar a su esposa, Clarissa, amenazada por unos curiosos anónimos, a una isla, Courcy Island, donde actuará en una obra de teatro; el objetivo es conseguir protegerla y que recobre la confianza en sí misma de cara a su carrera como actriz.

Si hay algo que caracteriza a P.D. James es la profundización psicológica que realiza de los personajes, esto conlleva un ritmo sosegado, se toma su tiempo para presentar la acción y los personajes, dotándoles de mucha personalidad. De ahí que la mayoría de sus libros tengan un número bastante más elevado del tipo medio de trescientas páginas. Cordelia Gray, la protagonista, es un ejemplo claro de esta caracterización, como podemos ver cuando conoce a Ralston:

“En realidad, soy un cliente, en caso de que usted sea Cordelia Gray. ¿La gente no suele decirle…?

Aunque irracionalmente, Cordelia se sintió decepcionada. ¿Por qué había supuesto que era diferente del resto de sus parroquianos de sexo masculino? Terminó la oración por él:

-¿Que es un trabajo impropio de una mujer? Me lo dicen, pero se equivocan.

-Iba a preguntarle si la gente no suele decirle que es difícil encontrar su oficina –aclaró Sir Ralston […]” 

Cordelia es insegura y concienzuda, comprometida con lo que hace; es tozuda y lucha contra lo establecido en una época en la que lo que se llevan son los detectives masculinos. Ella se rebela contra esta situación predeterminada y considera que su “trabajo no es impropio de una mujer” (referencia clara a la primera novela, de magnífico título An unsuitable job for a women).

El manejo de la trama policíaca es honesto en su presentación, prolijo en detalles y muy centrado en la investigación, James es una heredera del Detection club, de la escuela de Christie, Chesterton y Sayers. No duda en dedicar todo el tiempo necesario para presentar los personajes y la trama, de hecho, el asesinato se produce cuando ya ha pasado la mitad de libro.

Afortunadamente este despliegue de páginas está más que justificado, no solo por el “qué” sino por el “cómo”, dentro del género policíaco es una fina estilista que juega con el lenguaje cuando es necesario:

“En aquella habitación Clarissa había entrado una sola vez, estremecida y ahora fingía que no existía. Pero él había observado con placer que aquellos de sus invitados  que eran amantes –confesos o furtivos- gustaban en ocasiones de dormir allí, a la manera en que las prostitutas del siglo dieciocho copulaban con sus clientes en las superficies planas de las tumbas de los cementerios del East End londinense. Gorringe contemplaba con una mirada sardónica y ligeramente desdeñosa aquella simbiosis de erotismo y morbosidad, la misma mirada que dedicaba a todas las posibilidades humanas que no compartía.”

Sus descripciones están cargadas de detalles que, la verdad sea dicha, no dejan lugar a la imaginación por lo completas que resultan. El uso de “carmesí” le da la nota de color necesaria para que la escena, a pesar de lo poética que es la descripción, resulte al mismo tiempo violenta y llena de color:

“Clarissa yacía, fantasmal, sobre su lecho carmesí, con ambos brazos delicadamente plegados a los costados, las palmas hacia arriba, la mata de pelo en una deslumbrante cascada sobre la almohada. La ropa de cama había sido doblada a los pies; la vio boca arriba, descubierta, con la clara bata de raso levantada casi hasta las rodillas. Cuando alzó los brazos para abrir las cortinas, Cordelia pensó que la evanescente luz de la estancia le estaba gastando una broma: el rostro sombreado de Clarissa parecía tan oscuro como el dosel, lo mismo que si su piel hubiese absorbido el vivo carmesí.”

Me imagino que la escritora pensó en cruzar en algún momento a su heroína en alguna aventura con Adam, como en el anterior, su otro investigador aparece de forma indirecta en la narración en varias ocasiones, un Dalgliesh ya establecido y alejado de la esfera más policíaca:

“Pero al menos Cordelia podía tener la certeza de que, quienquiera que visitara la agencia, no sería Adam Dalgliesh. En las enrarecidas y misteriosas alturas de las jerarquías en que éste moraba ahora, semejantes tareas eran inimaginables. Se preguntó si leería algo sobre el crimen, si se enteraría de que ella estaba implicada.”

No quedaría dejar pasar tampoco la oportunidad de poner el siguiente fragmento que me recordó poderosamente a una novela de, quizá, la más grande del crimen:

“El silencio de aquel claro de luna le pareció casi de mal agüero. Mientras les daba las buenas noches, la idea que había intentado sofocar las últimas veinticuatro horas salió a la superficie con toda su desnuda y aterradora lógica: “En esta pequeña y solitaria isla estamos reunidas diez personas y una de ellas es un asesino.”

¿Isla? ¿Asesinato? ¿Diez personas? No me digáis que no habéis pensado en Diez negritos. Yo lo veo como un pequeño homenaje, no solo el momento sino la novela en sí.

En el final, además de la resolución del crimen, no falta tampoco aventura, situaciones extremas y muertes y un dilema moral que Cordelia tendrá que resolver:

“Repentinamente se sintió invulnerable. La policía tendría que tomar sus propias decisiones. Ella ya había tomado la suya, sin vacilación y sin debate: diría la verdad y sobreviviría. Nada podía hacerle mella. Se sujetó la bandolera firmemente en el hombro y avanzó resuelta hacia la lancha. Durante un soleado instante tuvo la impresión de que Courcy Island y todo lo que había ocurrido durante aquel fatídico fin de semana eran tan ajenos a su vida y a su futuro, a su rítmico latido del corazón, como el indiferente mar azul.”

Lejos de arrugarse, nuestra heroína irá a por todas y será consecuente con lo que ella piensa, demostrando que, en la debilidad, cuando más frágiles nos sentimos, es en el momento en el que precisamente debemos mostrar nuestra fortaleza, como el caso de Cordelia.  Lástima que no escribiera más novelas con ella como protagonista, las dos que creó son excelentes: Novelas policíacas de mucha calidad.

Los textos provienen de la traducción de Iris Menéndez de La calavera bajo la piel de P.D James en Ediciones B.

“The Taqwacores” de Michael Muhammad Knight. La raíz del punk islámico

The taqwacoresNacido en Nueva York en 1977, Michael Muhammad Knight descubrió a los 16 años el Islam tras leer la biografía de Malcolm X, viajó a Islamabad para profundidad en la realidad del islamismo militante llegando a cambiar de opinión y a cuestionarse la ortodoxia musulmana, sus restricciones y su rigidez doctrinal. Fue así como decidió escribir “The taqwacores”, novela fundacional del movimiento punk islámico, una más que curiosa propuesta que nos traído Ginger Ape Books & Films.

Una publicación que me trajo dos o incluso tres problemas iniciales, que suponen un hándicap para la mayoría de los lectores que se acerquen a esta obra; el primero de ellos tiene que ver con el punk, fenómeno o movimiento del que, prácticamente, no conozco nada de nada y que el autor define, a su manera, en estos términos:

“Llegué a comprender inevitablemente que la palabra punk no tiene un significado tangible como árbol o coche. Más bien, el punk es una bandera; un símbolo abierto que solo significa lo que la gente cree que significa. Hubo un tiempo que en la China las luces rojas de los semáforos significaban pasar. ¿Qué se puede decir ante eso?

Dejé de intentar definir el Punk más o menos al mismo tiempo que dejé de intentar definir el Islam. Son dos conceptos no tan alejados entre sí como uno pudiera pensar.”

El segundo problema, lógicamente, tiene que ver con el Islam, y en concreto, con su terminología, el siguiente párrafo lo ilustra a la perfección:

“[…] y ahora hay mogollón de musulmanes que no tienen miedo a morir. MASH’ALLAH, pero, joder ¡ahora los musulmanes tienen miedo a vivir! Tienen miedo a la vida, tío, más del que tienen a Satán, al SHIRK, a la PITNA, a la BID’AH, al KAFR, a la QIYAMAH o a los tormentos de ultratumba; ellos temen a la Vida, le tienen miedo a esto… Alzando su brazo desnudo, se agarró y pellizcó la piel para señalar lo que era esto. “Ahí tienes a todos esos pobres chavales que se creen inferiores por no hacer las dos FAJR, las cuatro ZUHR, las cuatro ASR, las tres MAGHRIB, las cuatro ISHA, la puta SUNNA, sus WITR o sus NAFL; por no llevar calcetines de cuero, ni cepillarse los dientes con ramitas, por no dejarse barba o no llevar HIYAB; […]”

La aparición de términos muy específicos del Islamismo es muy habitual y obligan a consultar con mucha frecuencia el ingente glosario del final de libro, ralentizando considerablemente su lectura; necesita una aclimatación mayor de lo que viene siendo costumbre al acometer cualquier libro. El último problema, consecuencia de este segundo, es el desconocimiento de la doctrina islámica con profundidad.

Estas dificultades iniciales son superables con tesón (en el caso del vocabulario) y gracias a la prosa de Knight; en efecto, se trata de una novela de formación, en una nueva forma de pensar con respecto al Islam; sus ideas son claras:

“No vamos a cortarle las manos nadie, ni lapidaremos a los fornicadores, ni lanzaremos a los homosexuales desde los alminares, como decía ALI que hiciésemos. Y puedes estar seguro que no habrá matrimonios con niñas de nueve años, hermano. Y tampoco habrá una policía religiosa patrullando las calles para asegurarse de que la gente está rezando.”

“MASH’ALLAH.”

“Ni matanza de apóstatas”, añadió.

“Eso también es muy importante.”

“Sí, Yusef. Tenemos la oportunidad de hacer algo grande.”

Para llegar a hacer esto, será imprescindible algo tan radical como el movimiento “taqwacore” para, aunque parezca mentira llegar a una moderación e, incluso, sentido común, él mismo define el carácter transgresor (y muy subido de tono):

“Una parte importante del movimiento taqwacore consiste simplemente en echar mierda por ahí y tocar las narices a la gente”, me explicó al ver la reacción que reflejaba mi rostro. “La gente se pone tan tensa y sensible con la religión, la toma tan en serio que a veces es necesario que llegue un punk y les diga ‘que te jodan, que te jodan, que te jodan, que jodan a todo lo que representas, estás lleno de mierda y tienes esperma en el pelo’. Nadie tiene por qué darse tantos aires.”

De hecho, es la conexión entre punk e Islam lo que desencadena esta doctrina:

“El punk rock implica música malintencionada, ropa malintencionada, lenguaje malintencionado y comportamientos malintencionados. Significa cavar tu propia tumba respecto a las expectativas que la sociedad depositó alguna vez en ti; y con todo, permanecer orgulloso, feliz de ser quien eres, forjando, en cierto modo, una comunidad común con el resto de extraviados.

El taqwacore es la aplicación de esta virtud al Islam. Me encontraba rodeado de musulmanes deliberadamente malvados, pero que amaban a Alá con una pasión gonzo que escapaba a ritualismos absurdos y aburridos, al estúpido Islam de los campamentos, ese que aseguraba que nuestro DEEN poseía cierta superioridad moral inherente que hacía que el mundo nos perteneciese legítimamente.”

No es banal la comparación de Muhammad Knight con Hunter S. Thompson, la narración se estructura como si de una narración periodística se tratase con toda la viveza de un narrador incluido en ella, ese narrador intradiegético involucrado en la acción primordialmente. Al final su idea del Islam es salirse de lo estrictamente obligado  sin dejar de creer en el propio Alá como organizador de sus vidas.

“Si Alá quiere decirme algo, lo hará delante de mis hermanos y hermanas. Si hay alguna ley que seguir, la encontraré ahí fuera, en el mundo.”

Es consciente, finalmente, de que ser musulmán tal y como es entendido en la religión islamista en la actualidad, lo que sí busca es el sentido común en su interpretación, la religión nos tiene que ayudar a ser hombres:

“Y eso es todo. Como musulmán, he fallado. Pero de lo que estoy seguro es que continúo siendo un ser humano.”

El libro está de rabiosa actualidad, más después del atentado a los integrantes de #CharlieHebdo, de hecho, hace nada, la editorial ha sacado a colación la carta de repulsa del escritor ante dicho atentado y las consecuencias de integrismo islámico. Este libro complementa a la perfección la actitud necesaria y ejemplifica la lucha por la libertad. Una lectura muy necesaria.

Los textos pertenecen a la traducción de JMT & B. Orzos de “The Taqwacores” de Michael Muhammad Knight de Ginger Ape Books & Films.

Leer mucho no es causa de admiración…

el_arcoirirs“El día 10 de diciembre de 2014 empecé con El arco iris de la gravedad de Thomas Pynchon, primer libro de la lista. Casi un mes más tarde puedo decir que he abandonado exitosamente esta novela tras haber leído la friolera de 257 páginas (y me han parecido casi 2000). No puedo más, es total y absolutamente infumable, un despropósito y un sinsentido. No me gusta cómo está escrito, pensado fríamente no sucede nada y la narración consiste en una serie de descripciones encadenadas que apenas tienen que ver una con la otra. Vamos, primer “éxito” del reto.”

Esta cita, encontrada en el blog de una de las blogueras más influyentes en la actualidad (le siguen miles), desencadenó esta entrada que, a primera vista, podría resultar polémica y contraproducente. La lectora en cuestión es admirada por su capacidad para leer libros en tiempo récord y reseñarlos a la misma velocidad; de hecho, lee casi 400 libros todos los años y en diferentes idiomas.

Por otro lado, uno de los fenómenos que ayudan a leer es ponerse retos, desafíos; este blog está plagado de ellos (a ese ritmo de lecturas es lógico…), pero en realidad se pueden reducir a uno solo: son retos basados en la cantidad (10 libros de colores, 30 libros en un mes, libros que contengan las notas musicales, etc…), herederos del ya conocido reto de la red social más conocida (Goodreads) que te desafía a poner los libros que te vas a leer en un año y, por consiguiente, te hace el seguimiento.

Como ya comenté en este post, la valoración cuantitativa de la lectura hizo que disminuyera mi capacidad de comprensión, debido al estrés que me producía pensar que tenía que acabar un libro para poder ponerme en seguida con el siguiente; no existen retos, o hay muy pocos de ellos que se basen en la comprensión, disfrute o formación.

Volviendo al texto que comenta la conocida bloguera demuestra, para mi pesar, varias consecuencias funestas:

-Primero, leer mucho no garantiza comprensión y esto es algo que no pensaba que llegara a ocurrir. Es evidente por lo comentado (en un primer atisbo) que ni siquiera sabe que está describiendo  características postmodernistas, que identifica como fallos. No tiene que gustarte Pynchon por obligación pero su problema viene más unido a la lentitud para leerlo (recordad que no le dura un libro nunca más de tres días, ni los de mil páginas). Si un libro cuesta leerlo, ¿ya no vale la pena?

-Segundo, “no sucede nada”, ¿tenemos que reducir los libros que leemos a solamente aquellos en los que suceden cosas? El “qué” prevalece sobre el “cómo”.

-Tercero, debido a su influencia, de golpe y porrazo, todos sus miles de seguidores no creo que piensen nunca más leer a Pynchon tras desaconsejarlo de una manera tan tajante (“total y absolutamente infumable, un despropósito y un sinsentido”).

Todo esto me lleva a la cada vez más poca importancia que se da a una de las características esenciales que debería tener un lector: necesidad de formarse, bien a través de alguien o autoformarse. Y lo digo porque esa formación te puede ayudar en dos sentidos fundamentales:

-Para comprender “por qué” no te gusta una obra o corriente literaria que la engloba. Dar un paso más allá del “megustismo” imperante y saber dar razones con rigor.

-Para, gracias a la comprensión, disfrutar aún más de la obra en cuestión cuando te gusta. Este crecimiento del disfrute es exponencial, para nada lineal y el lector debería ser consciente de ello.

Esta formación debería cubrir más allá del contexto histórico e iría encaminada también al contrapunto con otros autores (por similitud o disimilitud), al estudio de las corrientes literarias y su evolución, así como al estudio del estilo de cada autor. Un repaso a las posibilidades críticas desde el pasado hasta la actualidad también complementaría infinitamente el disfrute.

Leer es genial, pero leer y comprender es uno de los mayores placeres que nos brinda esta vida. Creo que el esfuerzo inicial bien vale la pena.

“La escucha oblicua. Una invitación a John Cage” de Carmen Pardo. Comprender lo incomprensible

LAEscuchaOblicuaEl creador de “Silencio” fue, sin lugar a dudas, una de esas figuras inolvidables del siglo XX. Su figura resulta tan incomprensible para el no lego musical que cualquiera de sus “obras” pueden ser entendidas como simples excentricidades, como transgresiones para llamar la atención de la opinión pública. No en vano, en la mayoría de ocasiones, sus manifestaciones artísticas finalizaron en sonoros abucheos, como con la paradójica 4’ 33”.

Carmen Pardo se adentra en este aparente cenagal para intentar dar un poco de comprensión a esta figura; el resultado, ya en su título “La escucha oblicua. Una invitación a John Cage”, es una invitación a adentrarnos en ello y va mucho más allá de lo musical, este ensayo recoge a la perfección la evolución de la filosofía del autor, filosofía que origina su concepción de la música.

En el prefacio a la primera edición de Gloria Moure que abre el libro en cuestión me quedo con dos ideas necesarias para el devenir de los argumentos de Carmen; en primer lugar, pretende que salgamos de la única idea musical para dar al personaje una perspectiva más artística y completa, donde se integra la música y otras facetas:

“John Cage fue un activador sonoro de espacios y un escultor de sonidos igual  que lo fue Duchamp con su Erratum Musical; por eso, como tal y no sólo como pintor o dibujante, los teóricos del arte jamás han tenido el menor inconveniente en considerarlo un artista plástico de extraordinaria valía.  Es más, es muy posible que conceptuando su trabajo desde esta perspectiva más configurativa y objetual fuera más fácil entender el auténtico sentido de su obra musical, al poder sortear mejor el pesado imperativo litúrgico y discursivo que desvirtúa la desnudez cognitiva que la música requiere para ser auténticamente apreciada.”

Una vez hemos salido de esta parte más cómoda nos adentraremos en profundidad en todas sus perspectivas creativas, sin dar especial atención a unas sobre otras, entendió a la perfección la descentralización de un mundo postmodernista y lo reflejó a lo largo de toda su obra:

“Reclamó para lo sonoro una libertad perceptiva absoluta, resaltó sus posibilidades plásticas y espaciales, y subrayó la esencia fónica de los textos por encima de su significación, de modo que su aportación superó  con creces el ámbito de lo estrictamente musical e integró otros géneros artísticos. Por eso, como ocurre con el ensayo de Carmen Pardo Salgado, cualquier incursión en su obra musical debe estructurarse cubriendo las diferentes ópticas desde las que él creo, sin privilegiar ninguna de ellas en particular. Nos dejó en medio de un mundo sin centralidad donde el caos es un requisito creativo y la inestabilidad del lenguaje una exigencia poética. Sabía que siempre había sido así, a pesar del espejismo ilustrado, y que tarde o temprano también aprenderíamos a vivir-escuchar-crear sin temor ni soberbia.”

Del prefacio a la edición francesa de Daniel Charles (traducida y anotada por la propia Carmen Pardo) extraigo otro par de ideas que nos ayudarán a entender, en primera instancia, la noción de oblicuidad, la propia forma de estructurar su ensayo  se adecua a la perfección al sentido de la vida de John Cage:

“Una parte importante de la originalidad de libro se debe justamente a la oblicuidad de la lectura misma, que permite el desglose y la dosificación de las ideas y de los rectificativos; a cada nivel, sea el de la estrategia o de la simple táctica, la eficacia está en función, como lo había sido ya para un filósofo de la talla de Jean Wahl, de las elecciones que distribuyen las diferentes nociones. Se es libre, en este sentido, de despacharlas, según el caso, a derecha o a izquierda, aquí o allá.”

El que la escucha sea oblicua es debido a su forma de entenderla y que explicaré más adelante; romper lo establecido se convierte en una consecuencia de las ideas de Cage:

“La escucha se vuelve oblicua cuando rompe todas las trabas.”

Establecido lo anterior podemos ir al texto de la autora; cómo es lógico, inicialmente se dedica a definir su visión del norteamericano y redunda en lo que hablaba anteriormente: su incomprensibilidad es resultado de su imposibilidad de categorización como artista:

“Hay tal vez voces que marcan una época, voces que son audibles en medio del murmullo que pretende articular el tiempo. Hay tal vez voces que permiten entonar el propio  tiempo desvelando las tensiones que conducen a unos modos determinados de obrar y contar. Si existieran tales voces, en el siglo XX destacaría sin duda la voz de John Cage. Pero ¿quién fue John Cage?, ¿un músico?, ¿un pensador?, ¿un pintor?, ¿un micólogo? Ninguna de estas acotaciones por sí misma podría ofrecer un entramado que acordó el tono de esa voz, y es que no parece legítimo hacer entrar en estos límites a alguien que con su pensamiento y sus acciones indicó el modo de escapar a toda voluntad de categorización.”

Es justo, en este orden de magnitud, que solo él fuera capaz de definirse a sí mismo, su nombre, en este caso le sirvió para hacerlo:

“Por ello, la única definición posible, es tan sólo la que él mismo, jugando con su apellido, ofreció a un periodista: “Salid de la jaula, poco importa en la que se esté”. La voz de Cage sería entonces aquella que en su resonar quiere quebrar los muros que delimitan un espacio, cualquier espacio, para mostrar que esos muros se construyen con ideas, con valores, con prejuicios. Unos muros que contribuyen a fragmentar la experiencia y a reconducirla haciéndola recorrer los cauces del pensamiento. Y de entre esos muros, serán los que limitan el ámbito musical los que tensarán aquí el oído.”

Ese pensamiento “fuera de la jaula” (muy de moda actualmente con ese “think out of the box” equivalente) lo aplicó a lo musical en una primera instancia; salir de lo establecido supone atender a la música en sí misma, no en cuanto a las relaciones que tiene una nota con otra sino a lo que es el fenómeno musical en sí mismo:

“En el solfeo se expone la relación entre los sonidos, se enseñan las notas, la clave en la que deben ser entonadas, el compás… Se aprenden los protocolos que hacen del sonido una nota, pero no se atiende al sonido mismo. Insertado en una clave y un tono determinados, el sonido cobra sentido en función del intervalo que lo separa del resto de los sonidos y lo circunscribe a un espacio musical determinado. Es en ese espacio por recorrer, declarará Cage, donde el pensamiento olvida el sonido en sí, fuera de esa relación. La música se convierte en una artificio mental  que reviste el sonido y que impide oírlo sin mediaciones.”

Es fácilmente comprensible entonces que expusiera sus tres convicciones en su conferencia de 1937 “The future of Music: Credo”, postulados de su porvenir:

“En ella el compositor expone tres convicciones: 

1.La música es organización del sonido.

2.La organización del sonido incluirá el ruido y, con él, toda la música de percusión.

3.La organización del sonido se realizará también en centros de música experimental donde se producirá música sintética. 

La definición de música ofrecida amplía la categoría de lo musical al aplicarse a todo tipo de organización sonora y no solamente a las organizaciones que corresponden a unas épocas determinadas de la historia.”

Su filosofía, heredera del budismo Zen, derivaría entonces en su defensa de un renacimiento, una interpretación distinta cada vez que se haga, no por repetición de algo, sino porque nada está establecido, cada vez que se interpretara sería única al derrocar todos los artificios establecidos (como el solfeo):

“[…] debe vivir el instante sin crear el intervalo de tiempo, la distancia que lo conduciría a la enunciación de un juicio de valor. En la vivencia del instante el hombre se encontrará en lo que el músico denomina el eterno renacimiento, un renacer exento de identidad. Un renacimiento en el que la partícula “re” no se refiere a nada anterior, un nacer cada vez en y con la experiencia. […] El yo se hace así cambiante, disgregándose en una experiencia que no puede, ni quiere ser delimitada. Emergerá entonces lo que Cage, en sintonía con el budismo zen, denomina el Sí mismo.”

La consecuencia directa de todas sus ideas es la génesis de lo que denominó “armonía horizontal” como se indica en este texto:

“Todos los elementos puestos en obra: su experiencia silenciosa, la crítica al antropocentrismo, la entrada del azar y el budismo zen confluyen en lo que será la postulación de una armonía horizontal que podría ser la propia del caos, de esa visión igualitaria que conduce a situar todas las cosas en el centro. Una armonía que se aleja de aquella otra fundada en las relaciones de alturas y para la que Cage, a decir de Schoenberg, estaba negado. Después de golpear repetidamente el muro de esa armonía, Cage encuentra la armonía horizontal.”

Esta nueva forma de entender la armonía, que nace del caos, tiene como centro de su espectáculo, como marco en el que realizarlo, el “happening”, la indeterminación es la base de dicho “happening”, la intencionalidad es la amenaza a esta experiencia:

“El happening presenta multiplicidad de acontecimientos, de centros que no se obstruyen, ya que ninguno pretende imponer un sentido que domine. Lo que posibilita que un happening funcione, según Cage, es la indeterminación, la no-intencionalidad. Si hay intencionalidad es como si hubiera un texto, no puede darse la interpenetración de centros y se cae de nuevo en el establecimiento de límites entre arte y vida.”

Comprendida su forma de entender la música, Carmen se centra en la escucha de dicho fenómeno, es la escucha oblicua, exigente, la única forma en que puede afrontarla el oyente, esta experiencia nos saca de nuestro intervalo de comodidad y es muy exigente; Cage propugnaba que olvidáramos nuestra parte racional para entrar en la propia experiencia musical sin reglas establecidas:

“La referencia a la escucha oblicua tiene por objeto designar esta transformación del oído que Cage propugnaba. El término oblicuidad indicará esa forma en la que la escucha atraviesa el sonido y su representación. Consiste en un escuchar a través del sonido, y no de las ideas, para percibir que el sonido nunca cesa. Por eso, la escucha oblicua surge de la modificación de un oído que estaba dormido en los parajes del pensar. Este espacio intermedio se hace posible gracias al vacío extendido por Cage, pero está poblado tanto de ideas como de vacío que se avienen en perfecta consonancia.”

Nadie dijo que fuera fácil entrar en ello; se “requiere disciplina, aceptación” es, para Cage, “la oblicuidad ” “la forma más alta de responsabilidad ante uno mismo”:

[…] lo que se escucha a través de un fragmento de música es el sonido en cuanto sintiente, es la propia experiencia sonora aconteciendo. Se deja oír el grano de la música, su inserción en la vida, el grado cero que el músico reclama. Esta escucha, que se podría denominar de superficie, requiere disciplina, la aceptación, la oblicuidad podría constituirse en la forma más alta de responsabilidad ante uno mismo. Es una responsabilidad atravesada por la irresponsabilidad.”

Complejo acercamiento al gran John Cage el que realiza Carmen Pardo en esta obra y que, como de costumbre, nos trae con gran felicidad Sexto Piso. Muy recomendable para todos los grandes amantes de su figura así como de este siglo XX que nos trajo tantos retos tanto en lo musical como en lo literario.

Resumen Diciembre 2014. Grandísimo colofón

Menuda forma de terminar el año. Diciembre fue un mes excelente por las lecturas escogidas. Empezó con Gaddis y acabó con Coover, pasando por Rohan O’Grady, Allie Brosh o “American Noir”. Todos ellos incluidos en mi top del año por méritos propios, por su calidad. Fue difícil llegar al reto que me había propuesto, porque la lectura de “La hoguera pública” estuvo marcada por su complejidad… ¡se reducía mi capacidad lectora a la mitad! Pero vaya lectura. Un mes, como de costumbre, muy variado y de buen nivel, con alguna pequeña decepción. El resumen, a continuación:

“Hipérbole y media” de Allie Brosh, entró con pleno derecho en el top del año la recopilación de posts del blog de la autora. Una mezcla irresistible de buen humor, estética inocente y tragicomedia.

“Los reconocimientos” de William Gaddis, una obra para nada redonda pero, sin embargo, una obra maestra en su irregularidad y pretensiones. Obra clave para entender el postmodernismo literario norteamericano.

“Nobles y rebeldes” de Jessica Mitford, por falta de tiempo no me pude extender en una reseña, sin embargo, no quiero dejar pasar la oportunidad de recomendar este libro; la hermana de Nancy  ofrece un ensayo autobiográfico al que no le falta diversión y un fresco inolvidable de su familia y la época histórica que vivió.

“El gran mínimo” de G. K. Chesterton, como ya comenté, no es la mejor obra para conocer al gran Chesterton, pero sí que es una manera de complementar su obra para los que ya estamos rendidos al orondo escritor británico.

“Pero…¿quién mató a Harry?” de Jack Trevor Story, tampoco hice reseña, no porque no lo mereciera sino por falta de tiempo. Una comedia negra que, a pesar de llevar un chiste hasta la extenuación sorprendentemente funciona.

“Las cinco máquinas simples” de Todd McEwen, Automática intentó repetir el éxito de su maravillosa “Boston” con esta recopilación de cuentos sexuales del autor. Desafortunadamente, está lejos de aquel, se deja leer pero no embriaga para nada. Prescindible.

“Matemos al tío” de Rohan O’Grady, una verdadera delicia que me sorprende que no haya aparecido en ninguna lista del año. Así están las cosas.

“La escucha oblicua, una invitación a John Cage” de Carmen Pardo, espléndido intento de explicar la figura del polémico Cage. En breve aparecerá reseña por aquí.

“Un impulso criminal”  de P.D. James, la segunda novela de su detective Dalgliesh es, como de costumbre, un gran ejemplo de las virtudes por las que destacó la inglesa.

“Ananda:108 poemas Zen” de Ko Un, qué lástima que no podamos ver más poesía del surcoreano por estos lares, todavía espero que gane el Nobel y se produzca el milagro.

“Los papeles de Mudfog” de Charles Dickens, uno de esos libros al que completistas como yo no nos podemos resistir a pesar de la desigual propuesta.

“American Noir” de varios autores, edición de James Ellroy y Otto Penzler, imprescindible selección de relatos negros con varios autores que han engrandecido el género.

“El nadador en el mar secreto” de William Kotzwinkle, me temo que no entré demasiado bien con él. Donde algunos ven sutileza yo veo torpeza a la hora de extender la metáfora en la que se basa y abuso del sentimentalismo como herramienta para empatizar con el lector. Me consta que muchas personas que lo están disfrutando, yo no lo he hecho.

“Viaje a Rusia” de Stefan Zweig, anecdótico viaje del escritor austriaco que tampoco pasará a la historia por su calidad.

“La hoguera pública” de Robert Coover, el último libro del año fue, sin lugar a dudas, una obra maestra. Y entra en ese panteón de los mejores libros que he leído. Intentaré en unos días escribir algo más largo sobre esta obra capital

No puede faltar, como de costumbre, una foto de las últimas adquisiciones de la biblioteca.

Últimas compras

Como ya adelanté en este post  intentaré hacer una previsión de lecturas del mes, sobre todo para centrarme en las lecturas que me interesan más allá de cantidad. Las elegidas del mes de enero son las siguientes:

Lecturas_Enero Este mes he cogido varios de los que tenía pendientes del mes anterior como es el caso de los de King, Dickie, PD James, etc… y los he complementado con los del siguiente mes donde he puesto una muestra de literatura japonesa y alguno de mi proyecto como Dickens, Oates o Nooteboom. Claro que, al final, me he dado cuenta de que son más de los quince que tenía previstos. Es probable que no acabe con todos. Pero quiero ver hasta dónde va el asunto.

Lo que sí tengo claro es que son muy disfrutables y no me saldría de lo previsto cumpliendo con mi proyecto y con los objetivos de principios de año.

Ya os contaré qué tal va la cosa y cómo avanzo.

“Viaje a Rusia” de Stefan Zweig. Travesía anecdótica

Viaje-a-Rusia-250x369“Viaje a Rusia” es más anecdótico que otra cosa. No pienso engañar a nadie, no tenemos aquí al mejor Zweig, pero no es una lectura desdeñable. Hay reflexión e, indudablemente, lo que más se perfila es la figura del propio austriaco. Es una manera de conocer aún más a la persona, ya que, alejado de su estilo habitual, opta por un estilo más directo de lo acostumbrado, más allá del virtuosismo, abogando por la claridad de la exposición. Es una manera de conocer al autor más que a su obra.

Solo hay que comprobar sus reticencias a viajar a la Unión Soviética, consecuencia de los miedos del propio autor a una situación europea altamente inestable; será la figura de Tolstoi en forma de homenaje el que le animará a dicha travesía:

“[…] no me acababa de decidir a viajar a la Unión Soviética”, escribió años después Zweig en su autobiografía, “El mundo de ayer” […] La ocasión llegó con ese homenaje a Tolstoi, exento a priori de partidismo y ajeno a la política. Zweig se trasladó a Moscú sin ánimo alguno de elaborar juicios, antes al contrario, sólo con la intención de observar. Y lo hizo, no sin desconcierto, maravilla y alguna sospecha, y sabiendo en todo momento que tan breve visita no podía fundamentar impresiones que aspiraban a tener validez objetiva”

Sus dudas se resuelven una vez está allí, está claro que el cruce de culturas es tan impactante que no puede evitar sentirse en un mundo diferente al que está viviendo habitualmente, hay aquí un rejuvenecimiento del autor, subyugado por Rusia y sus encantos:

“¿Qué otro viaje puede hacerse hoy que sea más interesante y fascinante, más enriquecedor y apasionante, que una visita a Rusia? […]  Cada encuentro, cada conversación, cada trozo de ciudad suscita en nosotros mil preguntas, nuevas curiosidades sobre el pensar y el vivir en este mundo inédito; y sin cesar va y viene uno del entusiasmo a la duda, y del asombro a la vacilación. Y cada hora tiene aquí un contenido tan denso y apretado, que con sólo diez días de estar en Rusia podría escribirse un voluminoso libro acerca de este país.”

Encantos que tienen que ver con lo cultural inevitablemente, el trato a los museos diferencia, en este caso, la sensibilidad de los rusos sobre todo si se compara con los franceses:

“El flujo de visitantes es incesante: soldados, campesinos, mujeres del pueblo llano que aún hace diez años ignoraban lo que fuera un museo. Todos recorren ahora las salas con devoción. Conmueve verles avanzar sobre el parquet, con sus altas y pesadas botas, con prudencia y respeto, y comprobar con cuanta deferencia, con cuanta ansia de aprender, conducidos por benévolos guías, se detienen en grupos ante las obras de arte. Es este motivo de orgullo de los directores de los museos, de los dirigentes y de todo el pueblo: a diferencia de la Revolución francesa, que destruyó no pocos tesoros arrasando iglesias, la Revolución rusa (aunque más dura y radical que aquella) no destruyó ninguna obra maestra.”

Tostoi es prácticamente el álter ego para Zweig, la visita a su habitación le ayuda a descubrir al autor ruso, su persona; para nosotros, como lectores, la figura de Tolstoi sirve para dibujar aún más rasgos de la personalidad del escritor austriaco:

“Y en la habitación de trabajo –que ningún escritor europeo reservaría hoy para sus sirvientes-, todavía se ve, clavado en la pared, el gancho al que Tolstoi, durante el año de su crisis, pensó ahorcarse.  Y lleno de veneración contempla uno la famosa escalera por la que Tostoi, el viejo escritor de ochenta y tres años, descendió un amanecer, a las cuatro de la mañana, hasta la cuadra, para huir a caballo de su pueblo y de su familia e irse en busca de la muerte. Y aquí se respira la historia, tan densa y apasionante, de su vida, y el recuerdo de su obra da a todas estas pequeñas cosas de su hogar una calidad emocional que nos llega a lo más hondo del alma.”

Zweig toma partido por los rusos y alienta a olvidar “lo político” en favor de “lo humano” gracias al desarrollo intelectual que considera cargado de vitalidad:

“Cuando un pueblo viene padeciendo tantos sufrimientos y acepta con semejante heroísmo tantos sacrificios por amor a una idea, me parece más importante incitar a admirar el aspecto humano que tomar posición política. Además, ante tamaña vitalidad intelectual, la humilde posición del testigo me resulta más honesta que la demasiado temeraria de juez.”

La obra de Gorki, nos desvela, es la llave para entender el sentir del pueblo ruso:

“El que conoce la obra de Gorki, conoce el pueblo ruso de hoy y en él la miseria y privación de todos los oprimidos; sabe con el alma que participa de ellos, por su sentimiento último, más raro y apasionado, lo mismo que por su miserable existencia cotidiana: todos sus tormentos y pruebas de los años de transición podemos conocerlos de forma más turbadora que en cualesquiera otros en los libros de Gorki.” 

Lo bonito de completar la obra de un autor es descubrir facetas pequeñas que pueden llegar a ser grandes. Este texto corrobora esa sensación. En lo pequeño se descubre lo grande de un autor, en muchas ocasiones.

Los textos provienen de la traducción de Sequitur para “Viaje a Rusia” de Stefan Zweig

“Los papeles de Mudfog” de Charles Dickens. Curiosidades dickensianas

Papeles de MudfogEs mi afán completista, con todo lo que tiene que ver con Dickens, lo que me lleva a comprar todo lo que sale relacionado con él. Tal es el caso de “Los papeles de Mudfog” donde Periférica reúne siete relatos de etapas primerizas del autor, cuando escribía bajo el seudónimo de Boz; en el postfacio de la traductora Ángeles de los Santos podemos aclarar el origen de dichos textos:

“Los textos recogidos en este volumen fueron publicados originalmente en la revista literaria Bentley’s Miscellany entre enero de 1837 y febrero de 1839, período en el que el propio Dickens, que todavía firmaba con el seudónimo Boz, fue editor de la revista. Estas historias no se recopilaron y publicaron como libro hasta 1880, diez años después de la muerte del autor, y constituyen una de las obras menos conocidas y menos estudiadas de Charles Dickens, incluso en el Reino Unido. Probablemente quedaron para siempre en segundo plano debido a que coincidieron en el tiempo con “Oliver Twist”, que fue recibida desde el principio con gran interés.”

Realmente solo tres de los textos son referidos a Mudfog (“La vida pública del señor Tulrumble, en otro tiempo alcalde de Mudfog” e “Informe completo de la primera (y segunda) reunión de la Sociedad Mudfog para el Avance de Todo”). En los cuatro restantes sobresalen dos: “La pantomima de la vida” y “Epístola familiar de un padre a su hijo de dos años y dos meses”. Los últimos textos, mucho peores (“Detalles referentes a un león” y “Roberto Bolton, el caballero con contactos en la prensa”) complementan un volumen ciertamente irregular.

El postfacio, bien ubicado en este caso, ya que desvela detalles de trama, en su análisis resalta dos ideas que me parecen muy interesantes para afrontar este volumen de relatos. En primer lugar, la presencia de las características esenciales de la obra del autor británico:

“Por otra parte los textos aquí recogidos anuncian los temas y las claves que seguirán apareciendo y desarrollándose en las posteriores obras de Dickens, y que definen su estilo: de un lado, el compromiso social, la preocupación por los desfavorecidos y la crítica a las instituciones; de otro, el talento para la caracterización de personajes, la capacidad de observación de la realidad, la ironía, el sentido del humor, la tendencia a la exageración y al “surrealismo”, la utilización de elementos autobiográficos, la presencia de la ciudad de Londres como un personaje más, etc.”

Especialmente reseñables son estas características en los tres primeros relatos, los relativos a Mudfog, por ejemplo, al describir la ciudad, hay aquí como alguien más ha comentado, ecos del Dickens “pickwickiano”, el creador efervescente con descripciones muy vivas y cargadas de buen humor tanto a la hora de definir la ciudad como para pintar personajes:

“Mudfog es un lugar saludable –muy saludable-, húmedo quizás, pero no peor por ello. Es un error suponer que la humedad es malsana: las plantas crecen muy bien en lugares húmedos, ¿por qué no habría de ser igual para las personas? Los habitantes de Mudfog son unánimes al afirmar que no hay mejor raza de personas sobre la faz de la tierra. Ahí tenemos una refutación, irrebatible y veraz al mismo tiempo, del error común. Así que, admitiendo que Mudfog es húmeda, afirmamos categóricamente que es saludable.”

“Consideramos el ayuntamiento uno de los mejores ejemplos que existen de arquitectura de establo: es una combinación de los estilos pocilga y granja, y la simplicidad de su diseño es de una belleza incomparable.”

La descripción de Ned Nariz de Botella entraría de lleno en este Dickens efervescente:

“Se emborrachaba por encima de la media una vez al día, y se arrepentía más o menos al mismo nivel una vez al mes. Y cuando se arrepentía estaba invariablemente en la última etapa de una borrachera llorosa. Era un tipo andrajoso, errabundo, protestón, con tendencia al alboroto, agudo y listo, y era capaz de trabajar cuando le apetecía. En absoluto se oponía al trabajo duro por principios, porque podía trabajar sin descanso en un partido de cricket durante un día entero, corriendo y atrapando y bateando y lanzando y disfrutando con un esfuerzo que dejaría exhausto a un galeote. Habría tenido un valor incalculable para un parque de bomberos: nunca hubo un hombre con tal gusto natural por una bomba de agua, por subir escaleras corriendo y por tirar muebles por la ventana de un segundo piso; ni era este el único elemento en el que se sentía a sus anchas.”

La segunda idea del postfacio tiene que ver con algo particularizado a estos relatos:

“Estos informes de la Sociedad Mudfog reflejan especialmente un rasgo fundamental de la época anteriormente citado: los continuos avances tecnológicos, científicos e industriales. […] Dickens, atento observador y cronista de su mundo, refleja igualmente en su parodia la inseguridad y la inquietud por los cambios que dichos avances traían consigo.”

De hecho, Dickens, adelantado a su tiempo, es capaz de crear un proto-steampunk patente en los dos informes de la sociedad Mudfog donde la mezcla de lo victoriano con los inventos resulta ocurrente e inspirada:

“El pasado mes de octubre nos otorgamos el inmortal honor de reflejar, a un coste enorme y con unos esfuerzos sin precedente en la historia del periodismo, los actos de la Sociedad Mudfog para el Avance de Todo, que en este mes celebró su primera gran reunión anual para maravilla y deleite de todo el imperio.”

El único relato al nivel de los tres ambientados en Mudfog es el que lleva por título “La pantomima de la vida” y nos traen de nuevo al mejor Dickens con su identificación de los payasos y la vida:

“Sí, el gran parecido que hay entre los payasos del escenario y los de la vida real es, en verdad, extraordinario. Mucha gente suspira al hablar del declive de la pantomima y murmuran con tono triste y sombrío el nombre de Grimaldi. No pretendemos despreciar a ese honorable y excelente caballero cuando decimos que esto es una verdadera tontería. Los payasos que superan con creces a Grimaldi surgen cada día, y nadie los patrocina. ¡Es una pena!”

A pesar de su irregularidad, esta recopilación de cuentos reúne trazas del talento de Dickens y solo por ellas vale la pena, aunque, ciertamente, estaríamos hablando de una obra que está más dirigida a completistas de su obra. Como conclusión os dejo con el final del cuento que acabo de mencionar donde utiliza al ”bardo” como inspiración parafraseando unos versos de “As you like it”:

“Un caballero, no del todo desconocido como poeta dramático, escribió hace dos o tres años: “El mundo es un escenario/y los hombres y mujeres meros actores”, y nosotros, siguiendo sus huellas a una pequeña distancia que no merece la pena mencionar, de unos cuantos millones de leguas, nos aventuramos a añadir, a modo de nueva lectura, que el poeta se refería a una pantomima y que todos somos actores en la pantomima de la vida.”

En efecto, todos somos actores en esta pantomima que es la vida.

Los textos provienen de la traducción de Ángeles de los Santos de “Los papeles de Mudfog” de Charles Dickens en Periférica

Mis estadísticas del 2014. Propósitos 2015

Los números sirven, con su frialdad, para poner en perspectiva. Ese es el objetivo de este post: complementar la visión cualitativa que ya comenté en Mis libros favoritos del 2014.

barkEn el 2014 he batido mi récord, he llegado a 200 libros…  superando los 171 del anterior. Han supuesto un total de 55746 páginas que son más que las 50195 del año anterior.  Este número de páginas supone que:

1º El libro medio tenía 278,73 páginas; sin embargo, en el 2013 fue de 295 páginas aproximadamente, ha habido una cierta disminución totalmente lógica por una cuestión que comentaré al hilo de propósitos.

2º Teniendo en cuenta los 12 meses del año, la media de libros mensual ha sido de casi 17 (lo que supone unas 4645 páginas mensuales)

3º Si dividimos el año en 52 semanas, compruebo de esta manera que he leído, de media, casi cuatro libros por semana (1072 páginas) por semana.

El “mamotreto” del año fue Gaddis y sus “Reconocimientos” con 1376 páginas.

En cuanto a la lista de libros ha sido la que pongo al final del post,  muchísima variedad de autores este año, los únicos de los que he leído tres libros o más son en orden de mayor a menor: Charles Dickens (7), Stephen King (6), Jim Thompson y Rick Riordan (5), Lawrence Block (4), Jim Butcher, Harry Houdini y Joyce Carol Oates (3).

Esto significa que mi proyecto a tres años, que lo he alargado a cuatro, ha avanzado poco… En cuanto a la famosa distinción de hombres y mujeres, de estas últimas han caído 42 libros, lo que supone un 21% de libros de mujeres. En inglés, ha habido 10, sólo un 5% sobre el total. Y las nacionalidades, ha habido de todo.

Las consecuencias de estos números son más importantes de lo que parecen, saco estas reflexiones:

-He llegado a un límite de compromiso entre lo que puedes leer sin que perjudique la calidad de lo que lees. En mi caso, leer más podría ser contraproducente. Sobre todo porque en la parte final condicionaba el tipo de lectura para conseguir esa cantidad que tenía en Goodreads. La cantidad no debe ser el criterio de selección de lecturas sino el gusto, el disfrute por encima de todo, o los intereses que tengas.

-Me he centrado tanto en las lecturas nuevas que he olvidado demasiado mi proyecto de lecturas, que he escogido porque son los autores que más me gustan.

-He leído poco en inglés. Muy poco.

Por ello, este año he bajado mi reto de cantidad a algo más cómodo (180) y me voy a centrar en dos temas primordiales:

-Mi proyecto.

-Lecturas de género (negro, terror, ciencia ficción…)

Y para conseguirlo voy a cambiar la forma de elegir las lecturas, todos los meses pondré una foto de las lecturas que he elegido para el mes que viene y donde la mitad de ellas serán seguro, referentes a mi proyecto. El resto serán de género, inglés, etc…

Es la única manera de asegurar lecturas. Cierto que se vuelve un poco programático… pero avanzaré las lecturas del proyecto y deja margen para añadiduras varias. No sé cómo saldrá el experimento.

Y para acabar, la lista…. Que ya toca…

Jacques Abeille

Los jardines estatuarios

 

Edmond About

La nariz de un notario

 

Ryunosuke Akutagawa  (y otros)

Antología de relatos japoneses

 

Nina Allan

Máquinas del tiempo

 

Martin Amis

Lionel Asbo: El estado de Inglaterra

 

Sherwood Anderson

Muerte en el bosque

 

Freddy Arteaga Canessa

Un Zombi ilustrado y otras anomalías

 

Daniel Ausente

Mentiré si es necesario

Mataré a vuestros muertos

 

John Banville

El mar

 

Leigh Bardugo

Sombra y hueso

 

Julian Barnes

Niveles de vida

 

Bruce Bégout

Le park

 

Ambrose Bierce

El clan de los parricidas y otras historias macabras

 

Lawrence Block

Cuchillada en la oscuridad

Cuanto el antro sagrado cierra

Un baile en el matadero

Caminando entre tumbas

 

Arturo Borja

Los entusiastas

 

Alan Bradley

Flavia de luce y el misterio de la gitana

 

Allie Brosh

Hipérbole y Media

 

Fredric Brown

La noche a través del espejo

 

Mijail Bulgákov

El maestro y Margarita

 

Edward Bunker

Huida del corredor de la muerte

 

Jim Butcher

La tumba

El caballero

Máscaras de muerte

 

Angela Carter

La cámara sangrienta

 

Noel Ceballos

La escuela nocturna

 

Gilbert Keith Chesterton

El gran mínimo (inglés)

 

Lincoln Child, Douglas Preston

Fuego Blanco

 

Inger Christensen

Alfabeto

 

Ann Cleeves

Una trampa para cuervos

 

Eoin Colfer

El ultimo guardián

 

J.M Coetzee

La infancia de Jesús

Vida y época de Michael K

 

Robert Coover

La hoguera pública

 

Edmund Crispin

Trabajos de amor ensangrentados

 

Roger Crowley

Imperios del mar

 

Don Delillo

Jugadores

 

Emilio de Marchi

El sombrero del cura

 

E. M. Delafield

La dama de provincias prospera

 

Sergio De la Pava

Una singularidad desnuda

 

Charles Dickens

Relatos londinenses

Paseos nocturnos

Escenas de la vida de Londres por “Boz”

La navidad cuando dejamos de ser niños

La declaración de George Silverman

Estampas de caballeretes y de parejitas/Estampas de señoritas

Los papeles de Mudfog

 

Paula Daly

¿Y tú qué clase de madre eres?

 

Leonid Dobychin

La ciudad de N

 

Fiodor Dostoievski

La mujer de otro hombre y su marido debajo de la cama

Los hermanos Karamazov

 

Will Eisner

Contrato con Dios y otras historias de Nueva York

 

James Ellroy (y otros)

American Noir

 

Jeffrey Eugenides

La trama nupcial

 

Gillian Flynn

Heridas abiertas

 

C.S.Forester

Los perseguidos

 

David Foster Wallace

This is Water (inglés)

 

Matt Fraction

Ojo de Halcón 2: Pequeños aciertos

 

William Gaddis

Los reconocimientos

 

Enrique Gallud Jardiel

Historia estúpida de la literatura

 

Curtis Garland

El fantasma de Baker Street

 

Ángel Gil Cheza

El hombre que arreglaba las bicicletas

 

Francisco González Ledesma

El adoquín Azul

Rancho Drácula (como Silver Kane)

 

Sue Grafton

Kinsey y yo

 

Alexander Grin

El cazador de ratas

 

Jack Handey

The stench of Honolulu (ingles)

 

Chad Harbach

El arte de la defensa

 

Joe Hill

NOS4A2

 

Hugo Von Hofmannsthal

Carta de Lord Chandos

 

Harry Houdini

Sherlock Holmes contra Houdini (con sir Arthur Conan Doyle)

Traficantes de milagros y sus métodos

Valle-Inclán y el insólito caso del hombre con rayos X en los ojos (Con Grace Morales y Ramón Mayrata)

 

Bohumil Hrabal

Clases de baile para mayores

 

Víctor Hugo

Nuestra señora de París (vol 1)

Nuestra señora de París (vol2)

 

Jorge Ibargüengoitia

Maten el león

 

Eva Illouz

El futuro del alma

 

Henry James

Pandora

El comienzo de la madurez

 

P.D. James

Un impulso criminal

 

Paul Jenkins

Origen: Lobezno

 

Geoff Johns

La noche más oscura Omnibus

 

Nikolay Karanzim (y otros)

Rusia Gótica

 

Hannah Kent

Ritos funerarios

 

Stephen King

El ciclo del hombre lobo

The colorado Kid

Riding the bullet

El fugitivo

Carretera maldita

La larga marcha

 

Chuck Klosterman

I wear the black hat (inglés)

 

William Kotzwinkle

El nadador en el mar secreto

 

Ko Un

Ananda: 108 poemas Zen

 

Jhumpa Lahiri

La hondonada

 

Roque Larraquy

La comemadre

 

Maurice Leblanc (y otros)

Tras las huellas de Arsenio Lupin

 

Elmore Leonard

Mr Paradise

Yibuti

 

Nell Leyshon

Del color de la leche

 

Daniel Lipkowitz

Lego Star Wars: The Yoda Chronicles (ingles)

 

Rob Lloyd Jones

Wild boy

 

Diego López

Silencios de pánico: Historia del cine fantástico y de terror 1897-2010

 

H.P Lovecraft

El resucitador

 

Richard Matheson

Nacido de hombre y mujer (y otros relatos espeluznantes)

 

Ana María Matute

Pequeño Teatro

 

Ed McBain

El estafador

El traficante

 

Eimear McBride

A girl is a Half-formed Thing (ingles)

 

Cormac McCarthy

El guardián del vergel

 

James McCLure

Piel de serpiente

 

Ian McEwan

Operación Dulce

 

Todd McEwen

Las cinco máquinas simples

 

William McIllvaney

Laidlaw

 

Gretchen McNeil

Diez

 

Margaret MacMillan

1914: De la paz a la guerra

 

José-Carlos Mainer

Historia Mínima de la literatura española

 

Seicho Matsumoto

El expreso de Tokio

 

George Meredith

El general Ople y Lady Camper

 

Edmond Michotte

La visita de Wagner a Rossini

 

Jessica Mitford

Nobles y rebeldes

 

Charlotte Moberly

Una Aventura en el tiempo

 

Alan Moore

Miracleman 1: El sueño de volar

 

Lorrie Moore

Bark Stories (inglés)

 

Ian Morris

¿Por qué manda Occidente… por ahora?

 

John Mortimer

El regreso de Titmuss

 

Tasashea Nesbit

Las esposas de los álamos

 

Jo Nesbo

El doctor Proctor y el fin del mundo. O no

El leopardo

 

Chimamanda Ngozi Adichie

Americanah

 

David Nobbs

EL regreso de Reginald Perrin

 

Joyce Carol Oates

Un jardín de placeres terrenales

The fabulous beasts (inglés)

Zombie (inglés)

 

Rohan O’Grady

Matemos al tío

 

Okamoto Kido

Fantasmas y samuráis

 

Seumas O’Kelly

Al borde del camino

 

Carmen Pardo

La escucha oblicua

 

Stephen Pastis

Desastre total 2: Mira lo que has hecho

 

Carlos Pérez Merinero

Días de guardar

 

Inmaculada Pertusa Seva

Fundido en negro (varias escritoras)

 

Nic Pizzolatto

Galveston

 

Edgar Allan Poe (con Benjamin Lacombe)

Cuentos Macabros

 

Robert Polito

Arte salvaje: Una biografía de Jim Thompson

 

Patricio Pron

Nosotros caminamos en sueños

El libro tachado

 

Alexander Pushkin

Historias de Belkin

 

Louis Raemaekers

Historia en viñetas de la Gran Guerra

 

Marcel Reich-Ranicki

Sobre la crítica literaria

 

Arturo Reverter

Las 50 mejores arias de Verdi

 

Sofía Rhei

El joven Moriarty: El misterio del Dodo

El joven Moriarty y la planta carnívora

 

Rosa Ribas

La detective miope

 

Manfred von Richthofen

El avión rojo de combate

 

Rick Riordan

El ladrón del rayo

El mar de los monstruos

La maldición del titán

La batalla del laberinto

El último hérode el olimpo

 

Charles Rosen

Schoenberg

 

Philip Roth

Deudas y dolores

 

Carlos Salem

Muerto el Perro

 

Emilio J. Sales Dasí

Relatos hispánicos asombrosos y de terror

 

James Salter

La última noche

 

Mikel Santiago

La última noche en Tremore Beach

 

George Saunders

Pastoralia

 

Erwin Schrödinger

Candentes Cenizas

 

Peter Sís

El piloto y el principito

 

Lemony Snicket

¿Cuándo la vio por última vez?

 

Somerset Maugham

Collected Short Stories Vol. 1 (ingles)

 

Jean Stafford

Los niños se aburren los domingos

 

Anna Starobinets

La glándula de Ícaro

 

D. E. Stevenson

Las dos señoras Abott

 

Steve Stevenson

Asesinato en la Torre Eiffel

 

Igor Stravinski

Poética Musical

 

Jonathan Stroud

Agencia Lockwood

 

Matt Sumell

Hacer el bien

 

Jiro Taniguchi

Enemigo

 

Donna Tartt

El jilguero

 

Danielle Thiéry

Clavos en el corazón

 

Jim Thompson

El exterminio

Libertad Condicional

Aquí y ahora

Asesino burlón

La sangre de los King

 

Karin Tidbeck

Jagannath

 

Jack Trevor Story

Pero… ¿quién mató a Harry?

 

Ivan Turquenev

Primer Amor

 

Ana Useros

Cuentos de detectives victorianos

 

Kurt Vonnegut

Que levante mi mano quien crea en la telequinesis

 

Richard Wagner

Cartas sobre Luís II de Baviera y Bayreuth

 

Thornton Wilder

La cábala

 

Virginia Woolf

La fiesta de la señora Dalloway

¿Soy una Snob? ¿Qué regalar a una snob?

 

Guillermo Zapata

Una bala para Dios y otra para el Diablo

 

Stefan Zweig

Confusión de sentimientos

Viaje a Rusia

 

Mis lecturas favoritas del año 2014

Pasan los años y ya se está convirtiendo en una pequeña tradición realizar una selección con mis lecturas preferidas del año pasado. Os recuerdo que podéis consultar las de años anteriores en los siguientes enlaces.

Lecturas favoritas Año 2011.

Lecturas favoritas Año 2012.

Lecturas favoritas Año 2013.

Sinceramente, la utilidad de estas listas es la manera de hacer balance personal del año, sirven para valorar lo que he leído de manera cualitativa y junto con el post que suelo hacer con las estadísticas, complemento cuantitativamente esta información. Me consta que a varios lectores les sirven para prever posibles lecturas (o no), pero, sinceramente, no es el objetivo, lo hago porque me apetece a mí, como todo lo que aparece en este blog.

Los criterios son los mismos del resto de años pero los voy a resumir de manera esquemática:

-Hago la lista sobre libros publicados o reeditados en el 2014. Ni mucho menos me leo todo (ni nadie lo hace) y tengo mayor afinidad por libros de editoriales pequeñas independientes que por las grandes monopolizadoras (esta afinidad tiene que ver con leer antes un libro que otro), aun así podréis comprobar que hay de todas. Otros años introducía un libro de otro año pero este año, habiendo varias reediciones, no lo creo necesario.

-El número de libros varía de un año a otro, no pongo límites, este año han caído veinte, eso lo adelanto ya.

-El orden en el que aparecen es cronológico, desde principios de año hasta las últimas lecturas, no asigno posiciones, son mis libros favoritos sin más.

-No hay restricciones en cuanto al género escogido ni la temática.

Lo más importante: el criterio de elección es mi gusto personal, aparecen los libros con los que más he disfrutado (por los motivos que sean) y, por lo que he estado observando en otras listas, no suelen coincidir con la mayoría de ellas.

-Ah, NO MENOS IMPORTANTE, los he leído todos.

lepark_grandePasemos entonces a la lista en cuestión:

“Le park” Bruce Bégout, empezó el año inmejorablemente con esta novela del filósofo Bruce Bégout y que editó con mucho gusto Siberia; un parque de atracciones terrorífico por sus implicaciones y, quizá, porque está más presente en la realidad de lo que creemos. Muy poco se ha hablado de esta pequeña maravilla.

 

la-noche-a-traves-el-espejo-9788415973225“La noche a través del espejo” de Fredric Brown, reedición de la obra maestra de Brown que nos trae Reino de Cordelia y que debería hacer las delicias de cualquier aficionado a la novela policíaca; seguro que no va a estar en ninguna lista del año pero esta mezcla de onirismo y realidad es sencillamente mágica.

 

nariznotario“La nariz de un notario” de Edmond About, otra reedición de la mano, en este caso, de Ginger Ape Books & Films, una sátira de la beau monde parisien que le sirve de vehículo para criticar las relaciones de clase e indagar en la reflexión sobre la construcción de la identidad de una persona como fin último.

 

la-camara-sangrienta“La cámara sangrienta” de Angela Carter, otra más, en este caso la de los cuentos de Angela Carter que toman como base los cuentos de hadas de Perrault y los subvierte de tal manera que se convierten en vehículos para la defensa de la mujer y el feminismo, en una lectura de género ciertamente imprescindible. Máxime si, además, tienes las magníficas ilustraciones de Alejandra Acosta.

 

relatos-hispanicos-asombrosos-y-de-terror-9788437632667“Relatos hispánicos asombrosos y de terror” edición de Emilio J. Sales,  “asombrosa” recopilación de relatos a cargo de Cátedra que nos descubre una faceta deliberadamente ignorada: los escritores clásicos españoles también escribían narraciones de género, y lo hacían muy bien.

 

cuentosvictorianos“Cuentos de detectives victorianos” edición de Ana Useros, selección primordial para entender la evolución histórica de las novelas de detectives desde sus inicios, antes incluso de “Los crímenes de la calle Morgue”, que era considerada fundacional. Espléndida edición a cargo de Alba.

 

americanah“Americanah” de Chimamanda Ngozi Adichie, deliciosa novela que era de lo mejor del Baileys prize (junto con la novela de Lahiri) y que ahonda en el papel de la mujer, su emancipación y lucha contra el patriarcado inherente además de exponer con mucho humor los problemas de una inmigrante nigeriana. Una gran novela que se convierte en un clásico casi instantáneo de narrativa contemporánea con multitud de matices de raza y género.

 

thompson_portada“Arte Salvaje. Una biografía de Jim Thompson” de Robert Polito, exhaustiva es la palabra que mejor define este ensayo de Robert Polito sobre el gran Jim Thompson, no creo que se pueda escribir más y mejor sobre la vida y obra del autor. Además, se me antoja muy acertado el análisis crítico de su obra. Un triunfo de Es Pop Ediciones, que trabaja cada obra como si fuera la última en una edición excelente.

 

NOS4A2_cover“NOS4A2” de Joe Hill, el hijo del señor King sigue demostrando libro a libro que puede hacer obras del nivel de su padre; en esta conjuga su amor por lo clásico y le añade los suficientes elementos modernos para crear una narración ciertamente fascinante sin caer en los tópicos habituales.

 

maestro_previa_corregida_rgb“El maestro y Margarita” de Mikhail Bulgákov, esta reedición del clásico ruso se convierte, por derecho propio en la edición definitiva de la obra de Bulgákov. La traducción de Marta Rebón y la edición de Nevsky en consonancia contribuyen a realzar aún más esta obra, ya imperecedera, con infinidad de matices y posibilidades.

 

Nacido de hombre“Nacido de hombre y mujer (y otros relatos espeluznantes)”  de Richard Matheson, parece mentira que, después de tantos años, tengamos el primer volumen de los relatos de Matheson. La espera ha valido la pena, Matheson entendía a la perfección el género y los artificios que sirven a ello.

 

Una-singularidad-desnuda“Una singularidad desnuda” de Sergio de la Pava, no se ha hablado suficiente de la primera excelente novela de Sergio de la Pava. El autor nos brinda una novela muy completa ahondando en una manera de hacer postmodernismo desde el humanismo y, encima, está cargada de buen humor. Es imposible que Casi, su protagonista, no te seduzca.

 

los-ninos-se-aburren-los-domingos-9788494236709“Los niños se aburren los domingos” de Jean Stafford, se acostumbra uno a que Sajalín Editores nos saque siempre alguna joya y claro, nuevamente este año, lo vuelven a hacer recuperando varios de los cuentos que hicieron famosa a la norteamericana y por los que ganó el Pulitzer en 1970. Cuentos que, enmarcados en el gótico sureño, nos traen a colación las penurias de ser mujer en una época como la que vivió la escritora y la forma en que reaccionó ante estas injusticias. Sencillamente necesarios.

 

Alfabeto2“Alfabeto” de Inger Christensen, Sexto piso inició su nueva colección poética de manera inmejorable. Este largo poema que sigue el abecedario y la serie de Fibonacci no se encorseta en una faja sino que ahonda en la libre composición y en la diversidad de estilos y temas. Una verdadera delicia poética.

 

comemadre 1“La comemadre” de Roque Larraquy,  dentro de su nueva colección “El cuarto de las maravillas” Turner nos ha traído esta pequeña rareza dentro de su “gabinete de curiosidades”; en esta obra no vas a encontrar algo habitual, tenlo por seguro, pero también ten en cuenta que vas a disfrutar de lo lindo.

 

Hiperbolemedia“Hipérbole y media” de Allie Brosh, hablando de rarezas… esta recopilación de entradas del blog de la inimitable Brosh se sale también de lo habitual y me vuelve loco con esta tragicomedia ilustrada cargada de humor negro.

 

losreconocimientos“Los reconocimientos” de William Gaddis, lo sé, Gaddis ya es un habitual, todos los años aparece por aquí. Pero ¿os habéis dado cuenta de qué primera novela se marcó? Ambición es una palabra que se queda corta para lo que intenta abarcar en esta novela fundacional. Un ochomil literario.

 

MatemosTío“Matemos al tío” de Rohan O’Grady, utilizar niños en una narración siempre es espinoso; en este caso lo es más por la forma de mezclarlos con una trama gótica, con elementos ciertamente perversos; pero el resultado es excepcional e inolvidable.

 

american-noir“American Noir” de varios autores, edición de Ellroy y Penzler, ¿de verdad hace falta que recomiende a alguien una recopilación de relatos de novela negra que incluye a Goodis, Ellroy, Oates, Leonard, etc.? Pues eso, si te gusta el género negro te apasionará. Si no te gusta, también. Qué buena colección de novela negra está montando Navona.

 

Hoguera_Cubierta“La hoguera pública” de Robert Coover, a pesar de su dificultad a todos los niveles, este es uno de los mayores acontecimientos literarios del años,  José Luís Amores lo ha vuelto a hacer con su humilde “Pálido Fuego”, esta vez para traernos la obra maestra del autor y una de las obras claves de la literatura contemporánea norteamericana.

 

Termino, agradeciendo, como siempre a los lectores de este blog su presencia y sus lecturas. No os cortéis en opinar sobre esta extensa lista y aportar vuestras lecturas favoritas.

 

Ah… y ¡Feliz año 2015 cargado de lecturas!