Relecturas, esas “raras avis”

Qué curiosa sensación se genera cada vez que termino una de mis listas de libros. Una extraña sensación de agotamiento y la consecuente necesidad de no escribir durante un tiempo, como si se me hubieran acabado las palabras y no tuviera más que compartir aunque sigo consumiendo cultura en proporciones masivas. Me cuesta entender que sea interesante para alguien. De ahí que deje pasar un tiempo para que desaparezca esta sensación. La realidad es que, si no pongo en copia a las editoriales, prácticamente casi nadie comparte mis listas. Agradezco eternamente a esas personas que las pasan y que no tienen nada que ver con el mundillo cultural. Cada vez me sorprendo más cuando las comparte gente metida en el negocio. Pero es cierto que por cada una de estas personas que lo hace vale la pena seguir escribiéndolas.

Ahora me he tomado un pequeño descanso de lecturas de novedades para coger algún libro pendiente de la (interminable) pila de lecturas. He aprovechado para ponerme al día con Perdición de Jack Ketchum y esta lectura me ha llevado a la relectura de La chica de al lado del mismo autor. Qué extraño es, en esta dictadura de la novedad, realizar una relectura de un libro más antiguo, más aún si se trata de una novela que me prometí no volver a leerla por el impacto que me produjo, agravado por mi condición de padre que da una nueva dimensión a las barbaridades que escribió Ketchum en esta novela tan terrorífica.

Releer elimina de un plumazo el “qué” para fijarse en el “cómo” (al menos en este caso, sé perfectamente cómo terminaba, es imposible olvidarlo) y añade nuevos matices que antes no te parecieron tan significativos porque estaba totalmente subyugado por la sucesión de acontecimientos.

Gracias a esta nueva relectura se producen nuevas sensaciones y reflexiones que puede ser interesante reproducir aquí. Aviso de antemano que comentaré hechos relevantes del libro y que pueden ser considerados spoilers, quien no quiera leerlos puede pasar al siguiente epígrafe.

Se considera que el autor está enmarcado dentro del movimiento splatterpunk, en otros libros este hecho es muy acusado pero en este, planteado en un continuo crescendo no eres tan consciente de lo que llega hasta los dos tercios del libro.

Además, cuando lo lees por primera vez tenías la sensación de que va haber escapatoria, esta idea desaparece en la relectura. Sabes que no hay redención, que no hay ninguna escapatoria, que todo va a ser un horror y no hay forma de evitarlo, esto conlleva que cada pasaje sea aún más triste, más desesperanzador, cada palabra supone una puñalada a tu corazón.

Sin duda es el libro más misógino del autor, todos los tormentos se aplican a chicas/mujeres y, aún peor, con el consentimiento de la matriarca Ruth que va generando ese clima, deshumanizando cada vez más a las víctimas, sembrando una serie de mensajes que los menores absorben sin sensación de culpabilidad: “si lo dice nuestro mayor tiene que estar bien y está justificado….”. Muchas veces a lo largo del libro se producen justificaciones de estas violencias y vienen casi siempre de hombres.

También es cierto que la actitud de Ruth se desencadena porque es una madre abandonada por su marido teniendo que cuidar a cinco niños y niñas, su desesperación ante sentirse maltratada en la sociedad es derivar sus problemas en las dos niñas que le han llegado de postizo. Ejemplifica a la perfección todas las conductas tóxicas de una sociedad patriarcal que ahora sí que somos capaces de identificar.

No fui tan consciente de esta situación en la primera lectura y es muy posible que, incluso inconscientemente, Ketchum lo retratara a pesar de su misoginia interiorizada. También creo que quiero buscar algo positivo que extraer pero no es descabellada esta interpretación.

Por lo que se sabe ahora, el autor se inspiró en un caso real (lo dice también el autor Brian Keene en el prólogo) y esto reafirma que, en mi caso particular, me da más miedo el horror puede ocurrir en mi día a día. El más real. Y en este caso con un punto de gravedad muy importante: buena parte de la violencia es ejecutada por menores de edad. Este punto, como padre, es primordial y supone otro punto de intensidad, entre otras cosas porque el bullying está muy presente hoy en día y, al fin y al cabo, en esta novela hay bullying llevado al extremo.

Lo más terrorífico es que según lo vas leyendo, el autor fue ciertamente muy inteligente planteando cada una de las situaciones que van generando la escalada de sucesos, cada pequeña cosa es un ladrillo que construye un muro de dolor. Es tristísimo cómo demoniza que una mujer haga arte (un cuadro) y a partir de ahí todo vaya cuesta abajo y sin frenos.

También vuelve a enfatizar que cualquier persona, según las circunstancias puede ser capaz de hacer cualquier cosa. Todos estos elementos, sin haber llegado al final de la historia otra vez, contribuyen a crear una de las historias más terroríficas que yo haya leído, miedo tengo de llevar de nuevo a ese final. Lo que está claro es que luego necesitaré algo más sosegado.

El proceso de clasificar en los juegos de cartas

He hablado antes en estas cartas de lo que estoy disfrutando de los juegos de mesa de Marvel Champions y Arkham Horror. De hecho ahora estoy desgranando la campaña Motivos siniestros y es la primera vez que disfruto de un personaje con el aspecto de protección (Ghost-spider) y me encanta lo bien que se sincroniza con Miles Morales. Hay que reconocer el mérito de los escritores del juego que son capaces de dar el Do de pecho en el desarrollo de las campañas.

Lo que no había comentado hasta ahora es lo que disfruto de ordenar el material según me llega. En juegos de esta índole es muy importante tener bien clasificadas las cartas para que sean fácilmente identificables según la partida que quieras desarrollar. De ahí que, una vez recibo cualquier expansión a continuación tenga que seguir los siguientes pasos:

-Buscar separadores verticales u horizontales en webs de referencia.

-Imprimir los separadores para luego plastificarlos en una tienda de reprografía.

-Una vez plastificados hay que cortar cada uno de ellos y adaptarlos al recipiente en que van a estar incluidos.

-Un vez tenga todos los separadores preparados, comprar las fundas que uso habitualmente para las cartas.

-Introducir cada una de las cartas en sus fundas (al mismo tiempo las voy leyendo), colocarlas en sus compartimentos.

-Finalizado lo anterior, empezar a pensar cuál va a ser la siguiente partida (Marvel o Arkham) y empezar a leer las instrucciones (o nuevas reglas) que se van a aplicar a esa partida.

Este proceso de clasificado funciona más profundamente de lo que parece, establecer este orden, de alguna manera, da orden a mi vida personal y laboral, donde muchas veces no puedes ser tan metódico. Es una sensación placentera porque consigue que tengas una cierta sensación de pulcritud (aunque, posiblemente, el resto de cosas no vayan tan ordenadas en tu ajetreada vida).

Tristán e Isolda: la eterna emoción

Hacía un tiempo que no escuchaba a Wagner, bastaron los primeros acordes del preludio de Tristán e Isolda para que me pusiera a llorar.

La música y, específicamente, la Ópera (música sacra, instrumental, etc…) especialmente me generan una respuesta emocional como casi ninguna de otras artes. Lo hablé alguna vez en este blog, es una especie de sintonía total con lo que escucho que provoca lágrimas de felicidad por estar disfrutando de algo inmenso, algo que me llena hasta el extremo.

Me ocurre con muchas óperas y obras de música clásica y con obras modernas, pero es cierto que me ocurre más con lo clásico. Y el caso de esta ópera de Wagner es sangrante. Empiezo a llorar nada más empezar y a lo largo de sus casi 4 horas (según versiones) no exageró si estoy 45 minutos llorando. Es un poco espectacular, sobre todo cuando estoy en el teatro, es bastante incómodo.

La música de esta obra universal tiene algo especial, esa sensación de infinitud, es minimalismo que se vuelve prácticamente místico. Cada personaje está tan bien escrito musicalmente y psicológicamente que abruma. Cada escena se me representa mentalmente cada vez que la escucho y cuando llega el Liebestod estoy rendido, devastado emocionalmente (sobre todo si está bien cantado).

No descarto que, precisamente estos días, por lo que comentaba antes de la relectura de Ketchum, me encuentre un poco más blandito emocionalmente pero da lo mismo. Siempre caigo con ella y qué maravilla poder rendirme así ante el arte cuando no puedes controlar lo que te pasa en la vida.

Cuidaos mucho

Un abrazo

Siempre a vueltas con el terror

Hacía tanto tiempo que ni recordaba la última vez que fui al cine a ver específicamente una película de terror; me da la impresión de que alguna vez lo hice con mi madre, cuando estaba soltero en las sesiones de cine en las que aprovechábamos los días de espectador. Eso se me antoja una cantidad desorbitada de tiempo.

El pasado sábado me regalaron una entrada para ir a ver de estreno la sexta entrega de una de mis sagas favoritas: Scream. Tenía un poco de miedo, la quinta fue un intento de revitalizar la saga que se quedó a medias en prácticamente todo (a pesar de su éxito comercial). Afortunadamente fue un acierto mayúsculo, es mucho mejor que la quinta y pone la base para continuar en siguientes entregas. Destacaría lo siguiente como hechos que dan optimismo al respecto:

-La combinación de las dos hermanas (Jenna Ortega y Melisa Barrera) como Final Girls funciona, tiene química y sirve para tener dos tipos distintos de ellas (con la posibilidad futura de que Sam pueda acabar siendo como su padre).

-Se ha subrayado aún más el whodunit en esta entrega sin dejar de lado los elementos terroríficos y de slasher. El escenario escogido mucho más amplio (New York) me daba mucho miedo ya que Woodsboro (más contenido) parecía ser lo ideal para una película de este subgénero. La realidad es que no se consigue un slasher al uso, esto no tiene ya nada que ver con el comienzo de la saga pero está evolucionando a algo manejable y que trae diferentes sensaciones.

-El final es toda una herencia de las novelas de Agatha Christie, evidentemente no diré cuál porque cualquier avispado se daría cuenta antes de tiempo.

-POR FIN deja atrás la mayoría de los personajes originales, un cambio necesario y que refuerce aún más la sensación de legado. Espero que Gale ya no aparezca en la siguiente.

-Sigue igual de sangrienta, o puede que más que las anteriores. Aumenta el body count considerablemente, y…. ¡empuña una escopeta!

Y, además, me llevé una figura de Ghosface. Noche redonda.

Bestias, mis comienzos con Joyce Carol Oates

Gracias a Goodreads (la aplicación que utilizo para llevar mi biblioteca) recordaba que hacía más de diez años que leí el primer libro de Oates, no fue Bestias, sino A media luz, un libro descatalogado en Lumen que fue mi puerta de entrada. El segundo sí fue esta historia con la edición de la extinta editorial Papel de liar y supuso la confirmación de mi gusto por la autora.

Lo he dicho alguna vez, una de las mayores virtudes de Oates es su capacidad de cambiar de estilo y de género, siempre consigue adaptarse a la historia que está contando y metamorfosear su manera de contarla. En Bestias esta adaptación es más que patente, de ahí que el traductor/a tenga que saber reflejar esta circunstancia.

La nueva edición de contraseña con traducción de Pepa Linares me ha parecido fabulosa, refleja a la perfección el clima decadente y opresivo en el que se mueven los dos profesores y que les sirve para subyugar a sus alumnas y abusar de ellas. Y todo ello lo consigue dotando a cada frase de lirismo. Esa dicotomía arte-perversión está muy lograda y resulta, en la mayoría de las ocasiones, ciertamente poética. Trata temas muy duros de una manera muy sutil y desde el principio queda clara la naturaleza de los dos profesores: “Somos bestias, ese es nuestro consuelo.”

Espero que siga la buena racha y puedan traer alguna propuesta más de la autora con esta calidad de edición.

Ronan, defeated

Ronan ha supuesto mi primer momento para construir mazos, es la primera vez que lo he necesitado entre tres campañas y cuatro escenarios. Sin duda, para mí, “Los más buscados de la galaxia” en modo campaña (no cada escenario de manera individual) es el escenario más difícil de superar. Y lo es, sobre todo, porque vas heredando una serie de desventajas que, aunque intentes compensarlas comprando en la tienda, no resulta suficiente para la dificultad general.

Incluso utilizando a Gamora, una heroína completísima como ya he contado en alguna ocasión, tuve que cambiar algunas de sus cartas para encontrar una solución. Ronan es muy difícil porque la amenaza avanza rapidísimo y porque sus cartas de encuentro (siempre como mínimo dos de ellas…) tienen la palabra clave Oleada impresa con frecuencia (que hace que se muestren más cartas de encuentro). De ahí que, en la fase del villano, puedas recibir ataques descomunales (por el poderío de ataque de Ronan gracias a su lanza y la gema del poder cuando te la quita), o que te avance el plan a la siguiente etapa o incluso que recibas cuatro o cinco cartas de encuentro. Es insostenible.

Mi primer diseño fue reforzar las cartas con eventos de intervención, desde luego me sirvió para controlar la amenaza y para quitar planes secundarios molestos como el molesto Maniobra de pinza (dos aceleradores de amenaza), pero me di cuenta de que en cuanto cambiaba al alter ego para recuperar vida, el plan avanzaba tan rápido que ya no podía pararlo. La solución fue cambiar algún evento de justicia y complementarlos con alguno de defensa. Especialmente útil es uno del mazo del Doctor extraño que cura dos de vida y hace dos de daño al enemigo. Un bombazo.

Aún así, llegué a las dos últimas rondas justito, le acaba de quitar un montón de vida y me arriesgué a no cambiar a alter ego, tenía sólo 3 puntos de vida casi al final del turno. Quién iba a imaginar que mi salvación iba a ser un aliado, en este caso, además, uno que no he utilizado mucho: Angela. Este aliado tiene una característica especial, tiene coste cero a condición de buscar en el mazo de encuentros un esbirro para ponerlo frente a ti. El esbirro que puede sacar además tenía ataque veloz (de 1 afortunadamente). Llegué a la fase de villano con 2 de vida, el villano con 3. Tenía que sobrevivir para poder matarle en mi turno. Había vaciado la amenaza, el ataque del villano iba a ser brutal pero utilicé a Angela para defender ese ataque. De los dos esbirros que estaban enfrentados a mí, defendí uno de ellos. Me quedaba uno de vida. Había que desvelar dos cartas de encuentro. Era casi imposible.

La primera carta obligaba al villano a avanzar el plan… ufff… por ahora sobrevivía

La segunda carta era Fanatismo, se le asignaba con dos contadores de furia a Ronan pero sería para su próximo ataque, tenía oleada…. Había que sacar una más…..

La tercera fue un plan secundario: Corte de energía… no me dejaba quitar del plan por su icono de crisis. ÉPICO.

Tres cartas de encuentro y sobreviví. En mi siguiente turno le lancé un cañonazo de 3 de energía y lo derroté. De verdad, qué partida para el recuerdo.

Me temo que Espiral (en el escenario de Mojomania) me va a obligar a tunear otro mazo… ya os contaré.

Cuidaos mucho

Un abrazo

Rebalanceo del tiempo de ocio

Cada cierto tiempo me gusta evaluar cómo gasto mi tiempo de ocio, es un tiempo valiosísimo y quiero disfrutar de cada minuto y, en muchas ocasiones, entras sin querer en rutinas que no resultan tan satisfactorias como parecen. En momentos así, cambio varias de esas rutinas para optar por opciones que me satisfagan más. También puede ocurrir que actividades en las que gastaba antes mucho tiempo ahora no necesitan esa cantidad de tiempo que le dedico e igualmente me dedico a hacer cambios.

Estas modificaciones pueden ser de diferente índole. En el caso de los libros, hago cambios prácticamente a diario, mi pila de pendientes se va modificando según mis necesidades, ahora mismo, por ejemplo, mi prioridad es terminar mi última carretilla de adquisiciones y preparar comentarios para aquellos libros que pueden estar en la lista del día del libro. Se pueden intercalar lecturas entre medias pero la prioridad está clara.

Sin embargo, he decidido suprimir dos juegos de Tablet/móvil, siendo uno de ellos el archiconocido Marvel Snap, un juego entretenido al que he dedicado un montón de tiempo pero que se ha vuelto muy rutinario y dependiente de si pones dinero o no mensualmente para obtener las cartas de temporada para ganar. Demasiado “pay to win”. Prefiero retomar el Marvel Unlimited y ponerme al día de las colecciones mutantes después de la marcha de Hickman. Así sigo leyendo en inglés a diario (aparte de mi trabajo) y me dedico más al Marvel Champions (un juego más versátil y seductor en el diseño de personajes y escenarios).

A pocos meses de la llegada del Zelda: Tears of the kingdom voy a continuar con Pokemon Púrpura y Fire Emblem: Three Hopes. A partir de mayo la única prioridad va a ser el Zelda y tengo que terminar lo pendiente con el tiempo que dejo disponible para juegos de consola (noches de fin de semana).

Finalmente, los visionados, la llegada de la siguiente temporada de The Mandalorian y el nuevo operador de streaming Sky Showtime modifican mis visionados semanales y toca adaptarse a las nuevas circunstancias.

Habrá que ver si todos estos cambios resultan como deberían. Esta semana atípica servirá como prueba.

Agencia Lockwood

La verdad es que fue una sorpresa agradable descubrir que Netflix iba a adaptar la serie de Jonathan Stroud, tuve la oportunidad de leer los dos primeros libros de la saga hace ya unos cuantos años y me parecieron entretenimientos de alto nivel, con buena caracterización de personajes, sólido wordbuilding y, sobre todo, tramas inteligentes y emocionantes.

Mi mayor miedo, como de costumbre, era que la serie se convirtiera en el típico producto de la plataforma, indistinguible, sin personalidad, un producto estándar. Menos mal que Joe Cornish (Attack of the Block) se esfuerza en conseguir que no sea así. Para ello no hay nada mejor como tener un buen casting de jóvenes ingleses (con dicciones impecables: Ruby Stokes, Cameron Chapman y Ali Hadji-Heshmati) y realizar la presentación de “El problema” y todo su vocabulario de una manera sutil, sin que ahogue la trama. Trama que adapta de manera fiel con pequeñas modificaciones que le sirven para mantener la tensión en la pantalla, no hay que olvidar que, siendo dos medios distintos, hay que tener muy claro lo que puedes hacer con uno y con otro. Uno de mis temores era comprobar cómo iban a quedar las espadas en la serie y lo solventa a la perfección, consiguiendo que estén totalmente integradas sin resultar ridículas, más bien al contrario, le dan un tono antiguo y caballeresco mezclado con la situación moderna que resultan por momentos incluso épicos.

Me gusta mucho que hayan optado por adaptar dos libros para una temporada, a la vista del resultado obtenido, hacer un libro por temporada habría resultado en un relleno de elementos superfluos para una narración más monótona y, sin embargo, de esta manera le da tiempo a avanzar y resultar, sobre todo, tremendamente divertida. También es una declaración de intenciones, no parece vaya a querer estirar el chicle si tiene muchísimo éxito con esta temporada.

El resultado final es, en mi opinión, aún mejor de lo esperado y es muy visible para un publico amplio, dirigido especialmente a sesiones familiares, mi hijo está tan encantado como yo y le está sirviendo para afrontar sus miedos. Sólo queda comprobar si la serie sobrevive para que veamos las adaptaciones de sus siguientes libros. Cruzo dedos, más con el ritmo actual de cancelación de series.  

Gamora, posiblemente mi personaje favorito del Marvel Champions

Continúo mis sesiones con el Marvel champions. Por si alguien está interesado, machaqué a Cráneo Rojo con Ojo de Halcón, no hay nada como sacar a Goliath y lanzar un par de flechas de vibranium. La tiranía del cráneo rojo me ha parecido una gran campaña y posiblemente sea la más sencilla de las tres que conozco (ojo, dentro de un nivel de dificultad). Muy bien diseñada y con mucha personalidad de cada uno de los villanos, además de tener dinámicas distintas de juego. En modo experto será otro cantar pero eso será más adelante.

Y con ello he pasado a Los más buscados de la galaxia, la campaña cósmica que tiene como protagonistas a los Guardianes de la galaxia. El pack de la campaña viene con escenarios y dos nuevos héroes (Rocket Racoon y Groot). Empecé a realizarla con mi querido mapache pero, tras el segundo escenario con el Coleccionista decidí cambiar a Gamora. El motivo no fue otro que la dificultad del segundo escenario: muchos planes secundarios y pocas cartas para poder eliminar amenaza con Rocket y una peculiaridad: cada vez que una carta se descarta va a la Colección (no puede llegar a cinco cartas de esa manera o pierdes la partida) y este personaje precisamente descarta mejoras para ganar más cartas, haciendo casi imposible controlar tantos temas a la vez. Posiblemente mejore con un mazo de justicia (en vez de agresividad que viene por defecto) pero como ahora todavía no afronto la personalización de mazos, lo he dejado para más adelante. Queda poco, espero que para mi cumpleaños en abril lleguen el resto de cartas y pueda jugar full equipe.

De ahí la decisión de escoger a la grandísima Gamora, un personaje divertidísimo que permite utilizar hasta 6 cartas de eventos de ataque e intervención de diferentes aspectos para construir su mazo dotándola de una flexibilidad increíble. Sólo estoy utilizando los que vienen en el deck inicial y ya de esta manera es un personaje brutal, entre otras cosas porque, además, la primera vez que realices un ataque o una intervención puedes quitar uno de amenaza (Sutileza) y hacer uno de daño (Precisión) respectivamente. Esto sirve para quitar cartas de estado molestas en un santiamén y te ayuda a tener controlada la amenaza al mismo tiempo que atacas.

Lo mejor con ella es conseguir cuanto antes sus cartas generadoras de recursos de ataque e intervención (Instinto agudizado) que producen sinergias muy interesantes con cartas como Vapuleo (si es la primera carta jugada, no la descartas, esto sólo lo puedes usar si tienes los dos generadores de recursos sobre la mesa), también es muy útil tener Plan de Ataque, carta que sólo puedes usar en Alter Ego pero que te ayuda a recuperar un evento del fondo del mazo de descartes al mismo tiempo que recuperas un poco de vida. Gamora es un personaje que puede alternar entre alter ego y héroe con bastante frecuencia sin tener muchos problemas con esos cambios.

Lo mejor de todo son todos los combos que puedes originar con estas características: cartas tan tremendas como Devolver el golpe que sirven para defenderte de un ataque devolviendo al mismo tiempo daño y quitando amenaza (y luego su Sutileza y Precisión) u otras que funcionan mejor tras un evento de intervención como Golpe decisivo (de 4 a 7 de daño por esto). En fin, un personaje divertidísimo, dinámico y muy potente. Podría enrollarme con otras cartas pero no hace falta para que cojáis la idea.

Esta semana afrontaré el dificilísimo Ronan el Acusador, el último escenario de Los más buscados…. La próxima semana a lo mejor os hablo de ello y de las dificultades increíbles de esa campaña, o quizá no. Nunca se sabe por dónde tiraré y eso es muy bonito.

Cuidaos mucho

Un abrazo

#LibTerrorTon: El único indio bueno

A estas alturas, la mayoría de las personas que me conoce a través de las redes sociales sabe mi predilección por la editorial Biblioteca de Carfax; desde siempre se seguido a las pocas editoriales que han sacado libros de terror más allá de Stephen King, Ann Rice o Dean Koontz, un hueco que sólo se ha mantenido constante gracias a Valdemar (no prodigándose mucho y demasiado cerrados a un tipo de catálogo) y algunas iniciativas que cayeron como el caso de La factoría de ideas, la aparición de Carfax en  el año 2017 fue un hecho bastante inusual, por un lado se dedicaban específicamente al terror (solía ser difícil mantenerse con algo tan específico), por el otro, su elección de catálogo era una mezcla de contemporáneo y clásico, recuperando autoras y trayendo autores y autoras modernas. Han pasado cuatro años y 25 novedades después está claro que se han consolidado en el mercado entre un público cada vez mayor, han anunciado un nuevo sello (Deméter) de novelas cortas, para complementar el catálogo habitual y se vuelve a confirmar el auge de un género como es el terror, que siempre ha estado estigmatizado por ser considerado literatura “menor”.

Teniendo todos sus libros, siempre he echado en falta una cierta continuidad de algún autor para que tengan la pequeña explosión que siempre es necesaria, ese autor o autora que empiece a ser editado repetidamente y que se convierta en un sello de identidad de la editorial. Puede que se de el caso con Stephen Grahan Jones, autor del que publicaron Mestizos hace un par de años (una de hombres lobo) y cuyo último libro es este fabuloso El único indio bueno, un slasher “a su manera” que triunfó en todos los últimos premios del género este año. Además, justamente en el momento que estoy escribiendo este texto, se ha confirmado su presencia en el Celsius del año que viene, todo un trampolín..

Me gusta mucho Stephen Graham Jones, especialmente tras la lectura de este último libro, y son muchas las razones de mi entusiasmo:

En primer lugar, su habilidad para usar su identidad (es miembro de la tribu de los Pies Negros en EEUU) como parte de la trama, no tanto como un pegote sino no sólo para caracterizar a sus personajes sino además para avanzar la trama o dotar de particularidades a momentos precisos que suceden: la maldición india, el momento de la purificación a través de las chozas del sudor, etc. Etc. Esto, inevitablemente, crea la sensación de estar leyendo algo nuevo, algo que el lector no reconoce como habitual. Una vez más, la diversidad para enriquecer las historias, sean del tipo que sean. Evidentemente, tratándose de una historia de terror es aún más interesante.

En segundo lugar, tomar las características de un slasher y añadirle elementos que lo hagan distinto. Buena parte del éxito de esta novela es que el slasher sea sobrenatural, ya que con este tipo de historias abre mucho el abanico de posibilidades  a presentar.  Evidentemente, tiene que haber una lógica interna pero no tiene problemas al establecerla y ser coherente.

En tercer lugar, lo que le faltaba a Mestizos para entrar en el gran público lo tiene de sobra esta novela, acción, un número elevado en el body count, y un buen uso de la explicitud. De hecho, cuando menos se lo espera uno, se producen escenas cercanas al gore pero que resultan más un acicate para seguir la historia que un óbice para disfrutarla. Un buen slasher tiene que tener sangre y Graham Jones surte de ella.

Lo último (no quiero extenderme más aunque podría dar más razones), y que ya estaba presente en otras novelas suyas, es su estilo y su forma de escribir excepcional, da gusto leer as este autor y, como no podía ser de otra manera, la traducción de Manuel de los Reyes ayuda lo suyo para trasladar el estilazo del autor. Gran decisión de las editoras de mantenerle en cada libro del autor que publican. No espero menos de su siguiente novela corta en el sello Deméter.

Qué gusto terminar el año con terror del bueno. Qué grande tener una editorial como La Biblioteca de Carfax todos estos años, y que sigan por muchos más.   

Abrazos y ¡buenas lecturas!

#LibTerrorTon: Crisol

Me sorprendió (muy gratamente) el último avance de novedades de este año de la editorial Dilatando mentes por la cantidad de títulos de terror, weird, etc, que iban a salir (y que han conseguido sacar) y la variedad de autores y autoras. Es un nuevo indicador que demuestra no sólo el crecimiento de esa editorial (centrada en el terror y el weird) sino, en general, la buena salud del género: hay mucho público lector ávido de historias de este tipo.

Lo bueno del asunto es que tanto esta editorial (como Carfax, Obscura, etc…) está fijándose en muchos autores y autoras y se están arriesgando a publicar algunos/as que estaban inéditos en castellano. Tal es el caso de Livia Llewellyn, una escritora nacida en Anchorage (Alaska) y que es una especialista en publicar historias cortas de terror y de la que no se sabía nada por estos lares.

De las dos antologías en su haber, Engines of Desire: Tales of Love & Other Horrors (2011) y Furnace (2016), Dilatando ha optado por empezar por la última (Crisol) con muy buen criterio ya que, probablemente se trata de su antología más completa y madura, quizá la mejor forma de conocer a la autora y saber si te gusta.

Crisol es un nombre muy adecuado ante la experiencia que supone afrontar los cuentos de Llewellyn, sobre todo porque, aplicado a una persona se puede hablar de “una experiencia transformadora a través de la cual una persona adquiere un sentimiento de identidad nuevo o modificado”, no en vano,  en varios de los cuentos, no sólo el homónimo, se puede encontrar el término en algún momento y se convierte en un sello de identidad del conjunto.

Es importante mencionar que los cuentos de esta autora no juegan en unos parámetros habituales, en muchas ocasiones, lo onírico se une con lo real y hay una buena carga psicológica y sexual. Elementos no tan sencillos de digerir para todo el mundo, pero para los que entren en ello, les espera un festín.

Festín porque se puede decir, sin asomo de duda, que el estilo es muy “literario” (no me gusta la palabra pero creo que la mayoría entenderá a lo que me refiero), muy cuidado en todo momento con imágenes muy poderosas y sensoriales, obviando la explicitud (excepto en lo que se refiere a la sexualidad/sensualidad) para dotarla de texturas, estrambóticas en ocasiones, pero cargadas de lirismo.

Lo cual no quiere decir que, en alguna ocasión se vuelva más accesible para presentar algo más realista en clave poética:

“Estas tranquilas calles de los solitarios barrios marginales eran los lugares en los que nunca pensábamos, porque dábamos por sentado que estarían allí para siempre, inmutables en el ámbar antiséptico de nuestros recuerdos imperturbables. Esas tranquilas calles eran siempre las primeras en desaparecer.”

No quiero enrollarme, no es el objetivo de estos pequeños posts encuadrados en el #LibTerrorTon, más bien presentar una serie de ideas con respecto a ciertos autores/as. Con esto basta para hacerse una idea de una autora distinta, con uno de esos sellos propios. Esa labor es impagable gracias a Dilatando Mentes y su editor, que se están esforzando en indagar entre todo el espectro disponible en la actualidad.   

Abrazos y ¡buenas lecturas!

Nota: El texto proviene de la traducción de José Ángel de Dios de Crisol de Livia Llewellyn

#LibTerrorTon: Cadáver exquisito

Antes que nada me veo en la obligación de explicar cuál será mi dinámica en los próximos meses; primero, hay que entender mi situación: recién terminada la lista de la rentrée, empiezo a preparar la hipotética lista para Halloween y me doy cuenta que este año, siguiendo un trabajo continuado de años anteriores, se publican muchos libros de terror, mucha variedad, diferentes géneros, muchos y variados autores y autoras.

Hace unos años, cuando Canino todavía estaba en marcha pensé en realizar un artículo hablando de un micro-boom en el género, ahora estoy convencido de que es un boom en toda regla y es de agradecer la constancia de editoriales que han apostado casi enteramente por editar un montón de obras, como es el caso de Biblioteca de Carfax, Dilatando Mentes, Obscura, Cerbero, Orcinny y otras muchas más. Y se ha visto refrendado con una gran respuesta de los lectores.

Como resultado de ello, se pueden hacer unas selecciones para Halloween de un nivel altísimo; y también ha ocurrido que, lógicamente, me he juntado con un carro de libros de terror (aún sin leer) a los que quiero ir dando la salida adecuada además de promover el género y su lectura.

Para avanzar en ello he pensado en desencadenar un hilo en twitter, lo llamaré #LibTerrorTon y lo voy a dedicar exclusivamente a ir poniendo las lecturas de libros y cómics de terror, algunas tendrán post en mi blog, otras no pero tendrán comentarios en twitter, y lo que vaya surgiendo, nunca se sabe todo lo que puede dar de sí y no estoy seguro del tiempo que le voy a dedicar. Lo que sí prometo es una cantidad ingente de libros leídos. A mí me viene bien para aclarar mis pensamientos una vez leídos y si le sirve a alguien para buscar posibles lecturas, genial.

Aprovecho este post inicial para introducir un de esos libros impactantes del género con algún comentario que me sugiere su desasosegante lectura; es importante comentar que llegué a este libro un poco después de su publicación (2020) y no fui consciente de su existencia hasta que ganó el Shirley Jackson Award a la novela (por encima del excepcional Mexican Gothic de Silvia Moreno-García).

Una vez leído, entiendo perfectamente su relevancia, en Cadáver exquisito, su autora, Agustina Bazterrica, propone una de las distopías más perversas que he tenido la oportunidad de leer. Para quien no sepa de qué trata, su trama (sin spoilers prácticamente) se basa en la posibilidad de que un virus en el futuro origina la imposibilidad de comer la carne de los animales, este hecho desencadena la normalización del consumo de carne humana (sí, canibalismo). 

Una de las cosas más terribles del libro es encontrarse con todo un mazazo de normalización de una conducta actualmente reprobable presentado de una forma tan “razonable”, su lectura te hace transitar entre lo grotesco sin que apenas te des cuenta debido a que la autora sabe perfectamente mostrar la situación como si fuera algo aceptable dado el contexto.

Especialmente dolorosas son las descripciones brutales de los procesos normalizados para llevar a cabo ese canibalismo, descripciones muy poderosas e inolvidables por su crudeza y, en ocasiones, tremendamente líricas…. generando un contraste aún mayor. No en pocas ocasiones tuve que retirar la mirada para recuperarme de la situación leída.

En este orden de cosas, es lógico que se pueda buscar una interpretación más alegórica al libro, un alegato en contra del consumo de carne, interpretación que puede hacer más llevable su lectura pero que no diluye el fuerte contenido que se refleja.

Uno puede pensar que la autora relajaría el pistón al final, ofrecer una pequeña redención, aligerar la intensidad…… sin embargo, ofrece una conclusión sin concesiones a lo sentimental. En línea con todo lo que ha ido desarrollando a lo largo de esta horripilante historia. Fascinante, pero….. hay que ser muy consciente de lo que vas a leer.    

Abrazos y ¡buenas lecturas!

2018_05_14: Emil Ferris, Scarpa y más…

Vuelvo del fin de semana más cansado de lo que lo empecé. Lo peor de todo es que tenía previsto ver y leer muchas cosas y, como de costumbre, se ha quedado en agua de borrajas. Muchos creen que soy capaz de consumir cultura a todas horas pero, con el tiempo, no es poco habitual que me quede dormido en el camino. Un pequeño desastre, sobre todo si tienes previsto hacer un montón.

Afortunadamente, algo hice, y fue bastante satisfactorio. En series de TV vi poco pero acabamos en casa la segunda temporada de The good place, comedia absolutamente maravillosa, imaginativa y transgresora. Capaz de cambiar su premisa tres veces en dos temporadas y sobrevivir en el intento proponiendo no pocos momentos absurdos para goce de sus fieles televidentes. Es difícil que una serie en la que se encuentran Ted Danson y Kristen Bell no me guste, pero esto es el no-va-más. Queda por comprobar lo que ocurrirá en la tercera temporada pero no dudo de que lo sabrán resolver.

Y paso a las lecturas, en primer lugar, por la compleja Lo que más me gusta son los monstruos de Emil Ferris, primer (y voluminoso) tocho, que contiene la historia de Karen Reyes, una particular niña de 10 años que vive en el Chicago de finales de los sesenta y que lleva un diario gráfico donde refleja su pasión por las películas de terror y la revistas pulp. Ella misma se autodibuja como una niña lobo vestida de detective y se propone resolver el misterio del asesinato de una vecina. Esta adorable premisa le sirve a la autora para presentar una galería de personajes alucinante que interactúan con la protagonista y presentan conflictos sociales de la importancia de la guerra del Vietnam o la Alemania nazi. Todo ello acompañado de unos dibujos como mínimo espectaculares, siniestros por momentos, pero siempre dotados de una expresividad fascinante. Parece mentira que sea capaz de tratar tantos temas (relacionados con identidad, género, raza, etc..) en tan poco tiempo y con tal grado de profundidad sin olvidarse en ningún momento de entretener. Un lujo al alcance de pocos.

Otro cómic con el que me he llevado una grata sorpresa es el de Las escalofriantes aventuras de Sabrina, Roberto Aguirre-Sacasa, acompañado de la tenebrosa puesta en escena gráfica de Robert Hack; nos muestran una versión bastante más horripilante de la que estamos acostumbrados. La inocencia con la que fue concebida la protagonista es aquí llevada unos cuantos pasos más adelante, las brujas son caníbales, los demonios implacables, la sangre, todo un leit motif de una historia muy diferente y, para qué engañarnos, espeluznante (y subyugadora al mismo tiempo).

Mis lecturas terminaron con un paseo por una de mis ciudades favoritas: Venecia. Gracias a la recomendación de Óscar Mora, Venecia es un pez, de Tiziano Scarpa, pasó a engrosar mi biblioteca particular. Qué mejor que un veneciano para reflejar lo que es la ciudad: la forma de hacerlo, corporizando la experiencia a través de las partes de nuestro cuerpo humano. Una manera creativa y dotada de una indudable lírica, cada capítulo usa una de ellas (las manos, pies, rostro…) y las relaciona con algún aspecto de la ciudad. Lo bueno es que se lee con facilidad y se disfruta de una manera totalmente hedonista. Justo lo que necesitaba en este momento para recordar la mágica ciudad.

Lunes de trabajo, justo antes de San Isidro, vuelvo a mi lectura de Goenawan. Mañana espero traer más a este humilde diario, o si no es mañana, que sea pronto.

Abrazos y ¡buenas lecturas!

La sonámbula y más relatos inquietantes de Marie Luise Kaschnitz. Renovada inquietud

Un 30 de octubre del 2015 salía publicada mi crítica al primer libro de la autora austriaca que publicaba la siempre interesante Hoja de lata, fue mi primera crítica en Canino y una apuesta por todo lo alto. Los cuentos que se incluían en dicha antología transitaban caminos inesperados que, finalmente, han tenido continuidad.

Después de un año y medio, los editores han sacado una segunda edición del título anteriormente mencionado y han podido sacar una nueva antología de Marie Luise Kaschnitz con el título La sonámbula y más relatos inquietantes;  es uno de esos casos en los que estoy más orgulloso ya que, de alguna manera, he contribuido a su difusión y ha habido confirmación de mis expectativas por el público.

¿Y qué nos ofrece este nuevo libro?

Afortunadamente otros doce momentos gozosos, en forma de inquietud/turbación.

En aquella crítica, utilicé turbación o inquietud en vez de los típicos términos usados para describir la literatura de terror debido a que, como otras autores van explorando, estas historias no buscan el susto fácil, al contrario, establecen situaciones en las que se van introduciendo elementos que nos causan incomodidad; me encanta recordar al hilo de esto la frase del epílogo del anterior libro del traductor y editor Santiago Martín Arnedo: 

“No es la suya una literatura de entretenimiento, de fantasía. No le interesa tanto explorar nuevos niveles de realidad como de iluminar zonas oscuras, investigar en el problema de la identidad, sacar a la luz los miedos y los sinsentidos en los que a veces estamos enredados, y la fantasía es un medio al servicio de este autoconocimiento. El conocimiento de algún modo nos hace ver todo de otra forma. Y al final del relato descubrimos que hemos profundizado un poco más en nuestra misteriosa condición de humanos.”

Su utilización de la fantasía es muy aplicada a la realidad, su objetivo último es que investiguemos sobre nosotros y lo que pasa, discernir lo más oculto de nuestra vida y la de los demás. Esta reflexión aplica a la perfección de nuevo a los relatos escogidos en esta ocasión; se le puede echar un vistazo a este fragmento de “La brizna de paja.”

“Todavía reina una calma tensa y de pronto le llega intensamente el aroma de los miles de arbustos del lugar, invisibles, dulces como la miel, amargos como la berza, y en esta quietud y esta intensidad aromática, el niño se desploma como un muñeco al que se le estuviera desparramando el serrín. Es imposible de concebir, se podría pensar que ha sido solo la mirada de Rosie, seguramente terrible, un instinto primigenio ha debido despertar en el interior del chico, el instinto de defensa, del mismo modo que antes había surgido el instinto de codicia en sus súplicas y en sus balbuceos y en sus últimas muecas embravecidas. Todo es novedoso, todo ha surgido por primera vez en esta tarde calurosa y radiante, experiencias desnudas, inéditas, el apego a la vida, el ansia y la vergüenza, estos chicos, El despertar de la primavera, pero sin amor, tan solo anhelo y temor.”

Me gusta mucho por su capacidad (muy viva) de mostrar una escena real mediante un uso acusado de adjetivos, encontramos la familiaridad y, sin embargo, se rompe en pedazos porque todo es nuevo y acaba en “anhelo y temor.” Ese momento hace que nos inquietemos y nos sintamos más incómodos, como es el caso de este otro texto de “La sonámbula”:

“Resultaba un alegre cuadro, al que la sonámbula se entregó con embelesamiento. Pero pronto se hizo evidente que no era el mejor momento para embelesarse inconscientemente. Pues apenas había entrado en la tienda, lo invisible se mostró de nuevo.

¿Qué ve usted?, preguntó.

Pescado, dijo la sonámbula con lago de candidez.

¿Qué clase de pescado?

La sonámbula se fijó en los ojos de los pescados y descubrió que parecían lagos de cráter entre collados cenagosos o platos de nácar en cuyo interior refulgían granos negros. Y entonces percibió en todos estos ojos algo de la inexorabilidad de la muerte violenta y algo de la terrible estupidez de las criaturas que no son capaces de mirar el futuro ni de atemorizarse.” 

No es solo que aparezca un elemento invisible, lo que de verdad me vuelve loco es la comparación de los ojos de los pescados (“lagos de cráter entre collados cenagosos…”), impactante, y cómo luego aprovecha ese símil para hablar de algo relacionado con lo que vivimos, en este caso de la “inexorabilidad de una muerte violenta” o de la incapacidad de muchas personas para mirar más adelante. 

Uno de los cuentos más logrados rompe un poco las reglas establecidas narrativamente en los anteriores, en “Historia de un barco” (de forma parecida a “Sueños de Jennifer”, incluido en la anterior entrega) utiliza un diario que, progresivamente, va mostrando elementos más bizarros, en un continuo crescendo que acaba con un final al estilo de Poe, con un fuerte efecto final: 

“Tal y como don Miguel ya había sospechado, las fotografías no acompañaban a los folios. En la quinta hoja que cogió, ya algo desanimado, Viola había registrado las cosas más extrañas, como el hecho de que en su barco fuera sencillamente imposible fijar la fecha, la hora o la posición. Todos los relojes, escribió ella, continuamente se retrasan o se adelantan, de camino al almuerzo pueden ser las doce y de vuelta al camarote pueden ser las cinco de la tarde. En el salón hay un almanaque que unas veces muestra un día perteneciente a un pasado lejano y otras veces un día del futuro más lejano. La banderita que debería indicar nuestra posición actual sobre el mapa del océano está ahora sobre los mares del polo norte, lo cual no puede ser otra cosa que una broma del oficial encargado de ubicar dicha banderita. Lo más sorprendente es la prensa de a bordo, que un día informa sobre acontecimientos del siglo pasado, y al día siguiente sobre las fiestas de recepción que han tenido lugar en Venus.”

Otro cuento estupendo (“Persona enigmática”) plantea, en un momento de su narración, una situación conocida, el momento de antes de dormirse, pero consigue darle la vuelta para mostrar un momento en el que la protagonista supera su miedo para entrar en un mundo de fantasía en la que ella es la reina; todo ello va muy unido a la necesidad de tener un refugio ante la existencia, ese lugar imaginario es un lugar seguro, un lugar necesario para luchar contra la adversidad:

“Me gusta leer un poco, respondí inocentemente.

No me refiero a eso, respondió con severidad la desconocida. Me refiero al momento en que apaga la luz.

Me pongo a pensar, dije yo.

Ajá, pensar, dijo la desconocida, y dejó caer la cabeza despectivamente hacia atrás. Eso no es nada.

¿Y  qué hace usted en ese tiempo?, pregunté con curiosidad.

Cuando era niña, respondió la desconocida rápidamente, nos permitían dejar abierta la puerta del dormitorio, la que daba al cuarto de al lado, hasta que nos durmiésemos, y un rayo de luz tenue se deslizaba hasta nosotros.  Mientras mis hermanos cerraban valientemente los ojos, comenzaba para mí, justo en ese preciso instante, propiamente la vida. Retiraba la colcha y me escurría bajo la sábana, que ahora albergaba, como una amplia tienda de campaña, diversos espacios con figuras y misterios. En este palacio encantado yo era la señora, en tal paisaje lunar yo era como una diosa extasiada…”

Ese lugar puede ser imaginario o puede ser, simplemente, la capacidad para superar los reveses que, inevitablemente, surgen a lo largo de nuestro devenir diario. Descubrir a Marie Luise Kaschnitz es descubrirse a sí mismo y descubrir a los demás, y todo ello gracias a la literatura, al poder indefinible de las letras, de los cuentos de la autora austríaca.

Los textos provienen de la traducción de Santiago Martín Arnedo de La sonámbula y más relatos inquietantes de Marie Luise Kaschnitz para Hoja de Lata.

Mi individualismo y otros ensayos de Natsume Sōseki. Profundizar con el ensayo

Diez años llevan en Satori Ediciones acercándonos a la cultura nipona de la mejor manera posible: trayéndonos las obras emblemáticas de los/as grandes escritores/as japonesas. Coincidiendo con esta efemérides se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Natsume Sōseki, todo un paradigma de lo que supone su cultura. Afortunadamente, su obra ficcional está siendo publicada por diferentes editoriales con cierta asiduidad, de ahí que hayan decidido centrarse en faceta ensayística, menos conocida, pero imprescindible para comprender lo poliédrico que era el autor.

En este libro se recogen cuatro ensayos, destacando especialmente el que le da el título, su obra más conocida en esta faceta, una obra que “marcó un punto de inflexión en la evolución del pensamiento japonés de comienzos del siglo XX e hizo germinar una nueva intelectualidad japonesa cimentada en la libertad individual y una mentalidad progresista.”  A pesar de la brevedad, la edición es un lujo, gracias sobre todo a la fabulosa traducción, notas y epílogo de Kayoko Takagi. Y lo es porque consigue introducir el contexto de una época, la Meiji, que, a estas alturas, nos queda un poco lejos a los potenciales lectores. El epílogo es ejemplar, ya que consigue explicar las pocas dudas que te hubieran quedado de los cuatro ensayos. Teniendo en cuenta esto, es difícil introducir ideas que no vaya a encontrar ya esbozadas, de ahí que me centré en algunos puntos que me han llamado la atención.

Por ejemplo, el prólogo de Carlos Martínez Shaw funciona a la perfección como introducción ya que presenta, precisamente esta faceta menos conocida del autor para, a continuación sacar los elementos comunes a las cuatro conferencias (1911), dos rasgos principales:

Su enraizamiento en los grandes dilemas generados  en Japón por la revolución Meiji (Modernización frente a mantenimiento de los valores del pasado, occidentalización frente a fidelidad para con las tradiciones autóctonas, derechos de los individuos frente a obligaciones impuestas por un estado fuertemente imbuido de nacionalismo y aun de belicismo expansionista) y su inteligencia para convertir estas cuestiones que responden a planteamientos de un tiempo y un lugar en una línea de pensamiento que va más allá de esta cronología y esta geografía concretas para hablarle al hombre de los tiempos venideros y alcanzar una dimensión universal.”

Una vez leídos los ensayos puedo confirmar esta percepción, reflejan muchos de los grandes dilemas que preocupan en la época y se adelantaban en cuanto a su marco temporal-geográfico, llegando a una universalidad que, al mismo tiempo, ayudaba a la sociedad japonesa a abrir sus puntos de mira más allá de sus fronteras. Buena muestra de ello es el primer ensayo en el que desgrana el significado de “kaika” (apertura y progreso), o el segundo de ellos en el que desarrolla los conceptos de forma y contenido para ponderar la importancia de la experimentación frente a “idealismos vacuos”, a veces contrarios a la naturaleza humana. O, el maravilloso Mi individualismo que sorprenderá a más de uno por, precisamente, resaltar la proyección social del individuo y la necesidad de “respetar la libertad de los demás al tiempo que se defiende la propia o la posibilidad de cohonestar la (prioritaria) autoexigencia personal con otros valores respetables como el servicio a la nación.” 

Yendo a los textos propiamente dichos, me gustaría comentar el siguiente extracto en el que demuestra facetas de su personalidad que, quizá, no eran discernibles en sus obras de ficción:

Para empezar, dicho título no es demasiado sugerente y el contenido tampoco parece atractivo. Hablo de vez en cuando, presentando ponencias en los congresos académicos a los que me invitan. Sin embargo, no tengo experiencia en hablar delante de un público variado, es decir, de gente con diferentes ocupaciones. Además, generalmente no me invitan a este tipo de actividad y, aunque me inviten, yo no acepto. La razón es que no me veo capacitado para hablar a un grupo de gente con diversos intereses y profesiones de un tema que pueda satisfacer a todos, siendo mi campo de estudio e interés bastante limitado. Por esta razón, intento evitarlo a ser posible, pero cuando, como hoy, no puedo rehusar la invitación, procuro elegir algún tema relaciona con la sociedad que pueda ser de provecho para todo tipo de personas. A pesar de ello, como cosa natural, mi modo de analizar la sociedad o de observar al ser humano también se contamina por lo que he estudiado e investigado hasta ahora y se inclina hacia una dirección de mi gusto.” 

Sorprende su educación, más todavía si hablamos de tiempos actuales, tal educación le lleva presentarse como casi una persona más, humilde, incapaz en muchas ocasiones de presentar algo que sea del interés de todo su público. Por si fuera poco, no elude su responsabilidad y, desde luego, no habla de manera dogmática, reconoce que su gusto es parte de lo que va a contar pero no está hablando de verdades absolutas e irrefutables, sino polarizadas por su experiencia. En su infinita educación, consigue romper el hielo y, además mostrarse especialmente cercano a los que le van a escuchar.

Natsume Sōseki es excepcionalmente didáctico, explica ideas más o menos complejas con elementos sencillos fácilmente comprensibles para la mayoría del público potencial, el texto siguiente es buena muestra de este didactismo:

Imaginen que tenemos un plano y que si se cruza otro plano tenemos que mostrar esa relación con los ángulos que se producen entre los dos planos. No se trata de decir cuál de los planos es más alto o más bajo. Pueden ser de treinta grados o de sesenta grados. Está tan claro que no hace falta explicar o preguntar más. Sin embargo, aun en esta situación, es una pena observar a la gente que pregunta cuál está más alto o más bajo, como si los planos fueran paralelos.” 

Parece mentira que luego utilice esta comparación para definir los conflictos entre las personas, mucho más complejos por no tener todos los elementos necesarios como para juzgarlos. Pero hay que reconocer que partir de lo sencillo para explicar algo más complejo es la mejor forma de hacerse entender. Es un método que el escritor utiliza en varias ocasiones y siempre con resultado muy satisfactorio en mi opinión.

Quiero terminar con el ensayo que da título a esta antología porque es paradigmático de su sapiencia y es un colofón maravilloso aplicable no solamente a su sociedad sino a la sociedad actual:

Sin embargo, al igual que uno decide, y su elección es respetada por la sociedad, sería lógico reconocer y respetar las tendencias de los otros. No me cabe ninguna duda de que esto es lo necesario y lo correcto. No es de recibo pensar que, como yo miro siempre a la derecha, no me agrada que el otro mire a la izquierda.” 

La palabra “respeto”, desgraciadamente, sigue sin estar de moda. Lo dijo el gran Natsume Sōseki pero no le hicimos caso.

Los textos provienen de la traducción (notas y epílogo) de Kayoko Takagi para Ediciones Satori.

La carrera por el segundo lugar de William Gaddis. Historia incompleta de la pianola

Nada más terminar de leer La carrera por el segundo lugar me vino a la cabeza la idea de que Gaddis no se sentía cómodo fuera de sus obras de ficción, como si el ensayo no fuera su medio de expresión. La publicación de estos ensayos (y textos de ocasión) de manera póstuma me reafirman en la idea de que el autor no estaba demasiado convencido en vida y la introducción y notas de Joseph Tabbi para esta edición aclaran ciertas ideas interesantes al respecto:

“Para Gaddis, la novela, en cuanto forma genérica, podía incluir cualquier cosa y, desde luego, era un buen medio para ejercer la crítica.” Dando este papel preponderante a la forma novelística, no creo que el ensayo le llamara demasiado como género, con la novela lo podía conseguir todo, lo que nos lleva al siguiente punto.

“[…] desarrolló algunos de los temas que aparecen en sus novelas en piezas escritas para la radio, revistas, ceremonias de entregas de premios, coloquios universitarios y una publicación académica. Incluso hay guiones de cine, tratamientos y discursos escritos para ejecutivos, todo de la época en que se ganaba la vida escribiendo para pequeñas empresas y corporaciones internacionales […] los ensayos y textos de ocasión están hechos, en muy buena medida, de retales de citas, no todas literarias; y, al igual que las obras de ficción de Gaddis, pueden leerse (o, mejor dicho, escucharse, como una partitura de varias voces.”  Dichos textos, en realidad, parece como si hubieran sido las semillas que generaron sus obras de ficción, más que escritos a propósito; es importante señalar igualmente su forma de gestarlos, como un continuo de citas que se sumaban a sus pensamientos y que, posiblemente, hicieran su concepción dificultosa para el autor. El propio Tabbi acaba reconociendo que “No todas las piezas son de primera categoría. Algunas nunca se publicaron, y hay unas pocas que no pasaron de ser borradores, meras notas para una intervención oral.”  Todo ello producto de lo que he dicho anteriormente y que sirve de argumentación para entender su lectura.

“Gaddis no había leído la obra de Benjamin sobre la mecanización y el arte cuando le pregunté por el tema en 1990, pero reconoció la “pertinencia” de Benjamin como un ejemplo más de convergencia, no de influencia.” Esto enlaza directamente con la obsesión de Gaddis por la pianola, esa historia incompleta de la que tenemos retazos en sus ensayos o en alguna de sus obras, pero de la que nunca sabremos enteramente lo que tenía pensado. El binomio mecanización-arte es, sin lugar a dudas, otro de los sellos de identidad del escritor.

4º “Gaddis, que estaba demasiado débil para asistir a la ceremonia (de recepción del Premio a la Trayectoria profesional que se le daría a Schnabel), elogió la obra de Schnabel por obligarnos a “mirar, y mirar de nuevo.” Este elogio deviene en una forma necesaria de interpretación de la compleja obra de William Gaddis, mirar de nuevo, una y otra vez, hasta poder discernir todo lo que nos quería transmitir.

Dicho lo anterior, esta recopilación de textos (que contiene ensayos, textos, discursos y homenajes) es, por la propia naturaleza de su creación, irregular, por momentos farragosa, pero, indudablemente, contiene destellos de la genialidad del autor que justifican su lectura. El ensayo homónimo, por ejemplo, es fantástico y recoge perlas como la siguiente al hilo de la unión entre tecnología y arte:

“La auténtica maravilla de nuestro complejo mundo tecnológico, dada la frustración que hay implícita en la ley de Murphy, no es que si algo puede salir mal, saldrá mal, sino que todavía haya algunas cosas que salgan bien.“

Especialmente ocurrente se mostró cuando tenía que recoger premios, impagable por ejemplo este texto cuando recibió el National Book Award por Jota Erre: 

“Debo decir que formo parte de esa estirpe en vías de extinción que piensa que los escritores deben leerle y no escucharse, y mucho menos verse. Creo que esto es porque en la actualidad parece haber una tendencia a colocar a la persona en el lugar de su obra, a convertir al artista creativo en un artista escénico, a considerar que lo que un escritor dice sobre la escritura es, en cierto modo, más válido, o más real, que su propia escritura.”

Me gusta especialmente el párrafo porque desvela varias facetas del autor: su aversión a la prensa y a ser una figura pública es ya conocida, a la manera de otros autores esquivos que consideraban que lo más interesante, lo que tienen que decir, está en sus libros, de ahí su incomodidad para ir a recoger un premio o tener que agradecerlo en público; parte de esta incomodidad viene igualmente de tener que expresarse mediante un ensayo, su medio era, sin lugar a dudas, la ficción. También porque la ficción la entendía como una extensión de su persona, de sus obsesiones, un proyecto de vida reflejado en todo lo que escribió. Todo se ordenaba con respecto a este fin.

No puedo terminar sin poner otro de los textos que más aparecerá en las reseñas/críticas que se hagan de estos ensayos y en el cuál se refiere a un crítico que comentó ciertos aspectos sobre su segunda novela:

“Recientemente, un grupo de críticos vanguardistas ha planteado la idea de que los libros deberían ser ilegibles. Este movimiento tiene ventajas evidentes. Al ser ilegible, un texto repele a los reseñistas, críticos, antólogos, académicos y otras formas parasitarias de vida.”. Y después sobre la idea de que cualquiera puede escribir un libro, añade: “¿Qué pasa entonces con el libro realmente ilegible? Sin duda esto parece estar alcance de cualquiera y sin embargo, no es así. Crear un texto ilegible, mantener este atractivo propósito a lo largo de 726 páginas, es algo que exige unas facultades poco corrientes. El señor Gaddis las tiene.”

Totalmente consciente de su estatus, Gaddis bromea sobre su ilegibilidad, una señal de identidad que se conserva en la actualidad; me siento privilegiado por haber disfrutado de todas sus obras (a falta de cartas 😉 y haberlas criticado todas en este humilde espacio virtual. Disfruto de sus momentos “ilegibles” porque, al final, me han llevado a momentos tremendamente lúcidos y, sobre todo, me he divertido descubriendo todas y cada una de sus obras.

El apéndice con el cuál finaliza esta recopilación lleva por título el Resumen del proyecto y notas sobre “Ágape se paga: la historia secreta de la pianola” y hay unas notas, hasta una cronología de la pianola hasta 1929, lástima que todo se quedará en retazos, me habría encantado descubrir la historia de la pianola que tenía en mente.

Para llenar este agujero no me va a quedar más remedio que leer sus cartas, necesito mi ración anual de Gaddis, bueno, también me quedan las relecturas. No parece un mal plan.

Los textos provienen de la traducción de Mariano Peyrou de La carrera por el segundo lugar de William Gaddis para Sexto Piso.

Prosas reunidas de Wislawa Szymborska. Ocurrencias geniales

Es habitual que, cada cierto tiempo, realice un artículo con las novedades verdaderamente interesantes que se aproximan en los meses siguientes; en el artículo de comienzos de este año 2017 una de mis elecciones era, sin dudarlo, este Prosas reunidas de Wislawa Szymborska por méritos propios; en este artículo hablaba someramente sobre algunas de las características de su poesía e, igualmente, me extendía con su prosa gracias a sus Lecturas no obligatorias; es sobresaliente la forma en que afrontaba las reseñas de libros (y su poesía) fundamentada en su filosofía del no-saber, toda una doctrina de vida que viene de reconocer que no se sabe sobre algo para, a continuación, estudiarlo y ponerse con ello.

Antes de hablar sobre ella de nuevo, me veo en la obligación de aclarar las características de la edición que nos trae Malpaso, el título puede llevar a engaño a un potencial lector que puede esperar obras de prosa ficcional; sin embargo, estas prosas recogen todas sus lecturas no obligatorias, es decir, reseñas de libros (la mayoría de ellos polacos y bastante desconocidos); lo más curioso es que todas ellas fueron publicadas con anterioridad por la editorial Alfabia en tres volúmenes: Lecturas no obligatorias, Más lecturas no obligatorias y Siempre lecturas no obligatorias. Por lo tanto, este libro agrupa los tres volúmenes en uno, la traducción y prólogo son los mismos, de Manel Bellmunt Serrano; buena idea por parte de la editorial que aprovecha para poner un precio más competitivo comparado con comprar los tres anteriores.

El contenido es, lógicamente, maravilloso, como ya comenté en la reseña que he mencionado; si bien es cierto que en esta ocasión me he fijado en la capacidad que tiene de sorprendernos y de hacer interesantes (y divertidas) reseñas de obras de autores polacos que, posiblemente, no los veamos publicados por aquí nunca. He sido aún más consciente de la capacidad que tenía la autora de centrarse en aspectos que nunca me pasarían por la cabeza en la lectura de un libro; todo se explica mejor con un ejemplo, como cuando realiza la reseña de un libro de memorias del excepcional tenor italiano Beniamino Gigli.

En la primera parte de su reseña, Szymborska recalca cómo es la vida habitual de un cantante de ópera, yendo durante 40 años de una estación a un hotel, de un hotel a la ópera, de vuelta al hotel, etc. Las mismas preguntas de los periodistas, más o menos las mismas respuestas. De hecho acaba indicando:

La vida del cantante trascurrió en medio de un inmenso ningún sitio, perpetuo escenario de un mismo teatro que solo cambiaba de nombre.” 

Sin embargo, a continuación, con su característico ingenio, le da la vuelta a esta aparente monotonía, dándole un vuelco al lector que, evidentemente, no lo espera:

Las memorias de Beniamino son aburridas, pero es un aburrimiento en cierta manera fascinante” 

¿Puede ser fascinante el aburrimiento? Desde luego, en las manos de la escritora polaca tiene una explicación que argumenta a continuación resaltando en primer lugar la época en que vivió el cantante, desde el comienzo de la I Guerra Mundial hasta un poco después de la II. Tiempo convulso donde lo haya para la mayoría de los mortales y que, sin embargo, no tiene ninguna importancia para Gigli, bautizado por la escritora como “el primer memorialista para el que no existe la historia.” 

Un tenor que se preocupó únicamente de su diafragma y de que su voz sonara hermosa para el espectador. Una despreocupación que no le impidió cantar en ningún sitio, ni siquiera para un espectáculo de Hitler, no era fingida su extrañeza cuando se le reprochó esto último. La escritora utiliza entonces una metáfora manida pero que, en el contexto de lo que estamos leyendo, suena diferente, ciertamente hermosa:

Cantó cómo un pájaro posado sobre la rama de un árbol, ¿por qué iba a preocuparte un pajarillo de quién había a su lado?” 

El último giro no hace más que refrendar lo fascinante que resulta leer a alguien así, con la única pretensión de cantar bellamente, un personaje que, sin duda conoció a los grandes ogros de la época pero que no tiene reparos en reconocer lo poco que le aportaron:

No presté atención a ninguno de esos señores. Y además, ni siquiera tengo algo interesante que decir sobre ellos.” 

Estoy seguro de que la grandísima Szymborska escribía cada uno de sus textos con una sonrisa en la cara, una sonrisa dulce que, probablemente, se ensanchara cuando cerraba cada una de sus reseñas. Da la impresión que ese gesto se transmite en cada una de sus palabras, como si estuviera leyéndolas a nuestro lado.

Los textos provienen de la traducción de Manel Bellmunt Serrano  de Prosas reunidas de Wislawa Szymborska para la editorial Malpaso.

Escribir sobre deporte. Momentos Federer.

Imaginad artículos capaces de explicar el deporte, artículos que fueran capaces de mostrar las grandes gestas, en general, talentos individuales, juego en equipo y, sobre todo, que no se dejaran llevar de las típicas parcialidades. Si esto fuera así, veríamos portadas diversas, incluso podríamos haber visto en portada que Serena Williams ha sido capaz de ganar la desorbitada cantidad de 23 gran slams.

Hay que dejar de soñar, porque la realidad es más bien al contrario, los grandes diarios deportivos no se dedican más que a poner el fútbol en portada, centrado especialmente en Barcelona y Real Madrid… y alguna portada para el Atlético. Lo cierto es que al público no le gusta el deporte, le gusta solo ver ganar a sus favoritos y todo se convierte en un juego de rivalidad que enturbia cualquier juicio crítico. Te llaman antimadridista si dices que has disfrutado del último gol de Messi, no puede haber filtraciones, o te gusta todo lo que haga tu equipo o no eres un verdadero forofo. En este orden de cosas, casi todos los comentaristas deportivos se dedican a escribir “patochadas” llenas de “forofismo” en las que solo describen lo que ha sucedido sin mayor análisis. Es desangelante.

Y no será por oportunidades, la final del Open de Australia de este año 2017 fue calificada por varios medios como “vintage”. No era para menos, se volvía a reeditar el duelo clásico de los últimos años hasta la irrupción de Djokovic y Murray: Rafa Nadal contra Roger Federer. También es cierto que el duelo le encanta a los medios, entre otras cosas, porque el Head 2 Head de Nadal contra Federer es desorbitado a su favor. Sin lugar a dudas, puede ser considerado la bestia negra del suizo, con ningún otro tiene esa desventaja. De hecho, el duelo cerraba un círculo, el que se inició en el 2009, en aquella increíble final Roger Federer acabó llorando de frustración tras haberlo dado todo y darse cuenta de que era insuficiente ante la tenacidad y la resistencia del jugador español.

De ahí que la mayoría de los medios creyeran, no sin razón, que iba a ser otra oportunidad de que Nadal hiciera crecer su palmarés; yo mismo pensé que no iba a haber color en esta final por las características inherentes de ambos tenistas. La historia, sin embargo, nos demostró en este año 2017 que todo puede cambiar: un Roger Federer, de 35 años nada menos, fue capaz de cambiar el sentido de un quinto set y ganar al mallorquín donde siempre perdía. Un momento único sin lugar a dudas.

Nada más acabar la final, me acordé de un ensayo de David Foster Wallace (Recogido en El tenis como experiencia religiosa, con traducción de Javier Calvo) llamado Federer, en cuerpo y en lo otro, que aproveché para volver a leer. El mismo comienzo fue revelador:

“Casi todo el mundo que ama el tenis y sigue el circuito masculino por televisión ha vivido durante los últimos años eso que se puede denominar Momentos Federer. Se trata de una serie de ocasiones en que estás viendo jugar al joven suizo y se te queda la boca abierta y se te abren los ojos como platos y empiezas a hacer ruidos que provocan que venga corriendo tu cónyuge de la otra habitación para ver si estás bien. Los Momentos Federer resultan más intensos si has jugado lo bastante al tenis como para entender la imposibilidad de lo que acabas de verle hacer.”

Inmediatamente me acordé del punto más largo de la final, 26 golpes seguidos entre ambos que terminó con un golpe ganador de Roger Federer; no he practicado tenis, pero ese punto, en el contexto en que se encontraba (quinto set y casi siempre ganado en el pasado por el español) suponía todo un presagio además de producirme las mismas sensaciones que comenta Wallace. Esa increíble sensación de estar ante algo tan increíble como imposible (también me sucedió lo de los ruidos, mi mujer lo puede certificar).

El autor, tras desvelar un Momentos Federer que recordaba de un partido contra Agassi expone cuál es el objetivo de su ensayo, y ese objetivo va más allá de convencionalismos y, sobre todo partidismos por un tenista u otro:

“El presente artículo trata más bien de la experiencia de presenciar el juego de Federer y del contexto de esa experiencia. La tesis concreta que presento es que si nunca has visto jugar en directo a ese joven y de pronto lo ves, en persona, sobre la hierba sagrada de Wimbledon, primero durante el calor literalmente abrasador y luego bajo el viento y la lluvia que imperan en la quincena del torneo de 2006, entonces tienes todos los números de vivir lo que uno de los conductores del autobús de prensa describe como “una puñetera experiencia casi religiosa.” 

Lástima no haber podido vivir esa experiencia, ya que no he podido verlo en directo pero, gracias a lo que escribe el norteamericano soy aún más consciente de que no tengo ni idea de la velocidad que llevan las bolas, el poco tiempo que tienen los tenistas para darle ni de lo deprisa que son capaces de moverse. En este contexto, un súper campeón como Federer es, posiblemente, aún más rápido y potente pero con una característica añadida, “la impresión engañosa de serlo sin esfuerzo alguno.”

Me encanta cómo intenta luego explicar esta sensación que produce el tenista, y es especialmente impresionante la que él llama la explicación metafísica según la cual sería uno de esos privilegiados, “atletas sobrenaturales que parecen estar exentos, por lo menos en parte, de ciertas leyes de la física”, esta frase gloriosa emparenta directamente con otros deportistas de élite como Michael Jordan o Zinedine Zidane, el primero siempre parecía que duraba más en el aire que el resto, el segundo llevaba siempre el balón pegado al pie de manera absolutamente imposible. Como si hubieran nacido para practicar estos deportes, como si fueran capaces de practicarlo sin crispación, con un estilo único e irrepetible.

Esta facilidad innata, esta forma de entender el deporte y de practicarlo ha sido y será una tendencia que ha provocado una nueva forma de jugar, Wallace es consciente de esto y lo transmite a la perfección en el siguiente párrafo:

“De la misma forma enfática, empírica y dominante en que Lendl comunicó su lección, Roger Federer está demostrando que la velocidad y la fuerza del tenis profesional de hoy día son simplemente su esqueleto, no su carne. Él ha reencarnado, de forma tanto literal como figurada, el tenis masculino, y por primera vez en años el futuro de este deporte resulta impredecible.”

Los sucesores más recientes han intentado imponer su forma de hacer las cosas, tal es el caso de Murray o Djokovic pero, sin lugar a dudas, les falta bastante para suponer un hito como el que ha supuesto Federer para la historia. Qué suerte tenemos de haber vivido una época como esta.

Sueños en tiempos de Guerra de Ngũgĩ wa Thiong’o. La plenitud de una idea

suenyos-en-tiempos-de-guerraEscribía no hace mucho tiempo este artículo sobre Ngũgĩ wa Thiong’o en la web de Canino  para justificar la más que sobrada trayectoria del escritor keniata para ganar el premio Nobel de literatura. En dicho post establecía una unión indisoluble de la experiencia vital del autor con su literatura y cómo se ha erigido en uno de los principales adalides del postcolonialismo y, además, aprovechaba para repasar aquellas obras que habían sido publicadas en España.

Sueños de guerra (Dreams in a Time of War: a Childhood Memoir, 2010) es el primer libro de una trilogía de memorias autobiográficas que nos trae la editorial Rayo Verde; por ahora solo se han publicado dos volúmenes pero esta primera entrega supone, como comentaba en el texto, toda una vuelta a sus orígenes, un repaso a su infancia y a la vida de su familia y, al mismo tiempo, el retrato de una época caracterizada por una serie de cambios políticos y sociales de gran calado.

Da la impresión de que Ngũgĩ quiere transmitir a sus lectores, gracias a esta ambiciosa trilogía, una historia del colonialismo/imperialismo vs postcolonialismo y ligarlo definitivamente a su biografía y la de su familia. Su vida ha estado marcada por estas circunstancias, por un compromiso que le ha causado no pocos problemas pero el escritor, incansable en su propuesta, no quiere dejar que nos olvidemos de lo que ha sucedido y sigue sucediendo:

“Los cambios en el paisaje físico y social no se sucedían según un orden discernible sino que se solapaban entre sí, lo que contribuía a generar cierta confusión. No obstante, y a pese a ello, con el tiempo empecé a atar cabos y a verlo todo con más claridad, como si dejara atrás una densa niebla. Aprendí que nuestra tierra no era exactamente nuestra; que nuestro poblado familiar se hallaba en una finca propiedad de un terrateniente africano, el señor reverendo Stanley Kahahu o bwana Stanley, como lo llamábamos nosotros; también aprendí que nos habíamos convertido en ahoi, desposeídos, arrendatarios sin contrato ni derechos cuya suerte dependía de la voluntad del amo. ¿Cómo habíamos acabado convertidos en ahoi en nuestras propias tierras? ¿Acaso habían pasado a manos de los europeos? La niebla no acababa de disiparse.”

El pasaje anterior le sirve al autor para mostrarnos como una epifanía el modo en que despierta ante la situación colonialista/imperialista; utiliza la figura de la niebla que se disipa (aunque no totalmente) y el cómo su familia y sus habitantes son una suerte de “desposeídos” (ahoi), sus tierras no les pertenecen y lo que todavía no es capaz de discernir es cómo ha llegado esa situación. Se puede hablar de cómo el autor configura, a través de estas memorias, un relato de formación del postcolonialismo del que hará partícipe al lector en su mismo camino, un coming of age que, seguramente alargará en sus dos siguientes volúmenes de memorias.

Lo bueno de estas memorias es que no solo se limita a lo que he dicho anteriormente (historia y biografía) sino que utiliza los recuerdos  (los suyos y los que le cuentan) para discutir sobre el proceso de creación literaria. Me encanta la parte en la que habla de los relatos orales, de aquello que utilizaban sus compañeros para entretenerse por no tener otras posibilidades:

“Además, ningún juego lograba cautivarnos como los relatos. En el camino de vuelta solíamos apiñarnos en torno al compañero que estuviera contando una historia, y aquellos que poseían un talento especial como narradores se convertían en los héroes del momento. A veces, en el afán por situarse cerca del orador, unos chicos lo empujaban hasta apartarlo del camino mientras otros hacían lo propio desde el lado contrario, y todo el grupo seguía avanzando en zigzag como un rebaño de ovejas.”

Es fascinante que uno de ellos se convirtiera en un héroe por el hecho de ser mejor narrador que ninguno; el germen de su literatura viene, por tanto, de la tradición oral y funciona como fundamento a la hora de crear todas sus obras; si a ello le sumamos lo siguiente:

“Juntar retazos de aquí y allá para formar un relato coherente, como hacía Ngandi, no es tarea fácil. Es como intentar completar un rompecabezas al que le faltan piezas. Puede que Ngandi sintiera lo mismo, pero reemplazaba las piezas ausentes con su fértil imaginación. No pasa nada si no alcanzo el nivel del  maestro narrador, me consuelo porque no tengo que contar mis historias ante un público deseoso de comer de la palma de mi mano.”

En efecto, toda una serie de retazos se junta para “formar un relato coherente”; Ngũgĩ wa Thiong’o es consciente de que quizá no sea el mejor narrador del mundo, ni tenga todas las piezas pero se consuela en el hecho de no tener que aparentar una forma de escribir. Esta obra da comienzo al que puede ser el colofón de su carrera. El trabajo que corrobore y dé todavía más sentido a su compromiso. Una forma de aunar toda la historia del postcolonialismo con sus memorias autobiográficas y que se configuren, al mismo tiempo, como un relato de formación artística.

No puedo más que aplaudir la iniciativa de una editorial independiente como Rayo Verde que arriesga y nos trae unas de las mejores formas de conocer a este aspirante al Nobel, a lo mejor el año que viene tiene más suerte pero, independientemente de este hecho, es un escritor magnífico.

Los textos provienen de la traducción de Rita da Costa de  Sueños en tiempos de Guerra de Ngũgĩ wa Thiong’o para la editorial Rayo Verde.

El siglo de Jenufa: Anatomía de la ópera desde sus orígenes hasta el siglo XX de Santiago Martín Bermúdez

1456857035Publicado inicialmente en Ópera World en este post.

Todavía recuerdo con verdadero gozo la lectura el libro del crítico musical Alex Ross El ruido Eterno; un libro de referencia donde el autor intentaba explicar el convulso (tanto en lo musical como en otros ámbitos) siglo XX mostrándonos la evolución de la música clásica y cómo había ocurrido debido a la propia historia del siglo. La obra era tremendamente ambiciosa ya que intentaba llegar a prácticamente toda la música clásica independientemente del género que se tratase; el trabajo fue colosal y desmitificaba el aura de dificultad que normalmente se le asocia.

Santiago Martín Bermúdez define el alcance limitándolo desde el propio título (al género operístico) y al mismo tiempo revela un enfoque que, por ser tan poco habitual, resulta ciertamente refrescante. En efecto, el autor basa su tesis en la importancia del compositor checo Janacek y toma como referencia para lo que vendría más adelante su primera gran ópera, Jenufa. También realiza una acotación en el tiempo que tiene bastante importancia, lo deja entre 1900 y 1950; a pesar de estas limitaciones su trabajo constará de dos volúmenes, siendo este el primero (casi mil páginas) y hay que reconocer que es una lectura monumental.

Lógicamente, según su premisa de partida, no duda en dedicarle la cuarta parte de las páginas del libro, en la zona central, al compositor checo, subrayando lo que le hace diferente e innovador:

“Además: su innovación radica en una revalorización jamás vista de la palabra cantada, lo cual quiere decir in concreto de la palabra checa, incomprensible en el noventa y nueve por ciento de los teatros del mundo. Es difícil imaginar mayor acumulación voluntaria de obstáculos. Sus óperas son el más hermoso homenaje que jamás se haya rendido a la lengua checa. ¿Homenaje? Sí. En forma de sacrificio. Inmoló su música universal a una lengua casi desconocida.”

Siguió el camino establecido por Smetana y Dvorak para crear una verdadera prosodia checa, todo un logro dadas las circunstancias motivadas por las características inherentes a una lengua difícil a la hora de cantar. Este capítulo sirve como paradigma de la forma en que Martín Bermúdez es capaz de estructurar cada uno de los epígrafes (unos más extensos que otros): unas primeras páginas en las que aprovecha para ubicar históricamente al músico del que habla, a continuación se produce un relato de sus vicisitudes relacionándolas con lo musical y con el resto de intérpretes del momento para después contar los rasgos generales del compositor y acabar con un análisis pormenorizado (y en profundidad) de cada una de sus óperas (vocalidad de los personajes, relación entre música y drama, conexión con la trama, etc.). Normal que los apartados más extensos sean los dedicados al ya mencionado Janacek y al ruso Prokófiev, ellos fueron los que dedicaron más impulso al género.

Más que seguir un orden cronológico de los autores, podríamos definirlo más bien como unidades temáticas, si bien es cierto que transmite la sensación de homogeneidad y, gracias a profundidad con la que trata cada uno de ellos, no se percibe falta de cohesión. Muy al contrario, la obra tiene muchísimos aciertos y se lee con verdadera fruición.

Sería imposible extenderse entre tantos textos pero quiero poner algunas ideas ciertamente interesantes para los potenciales lectores, así se pueden hacer una idea del fantástico trabajo realizado; el primero de ellos tiene que ver con Debussy y su obra maestra Pélleas et Mélisande:

Sin dárselas de vanguardista, sin adoptar poses malditas, Debussy fue el verdadero culpable, el auténtico enemigo de la armonía tradicional. En él flaquea eso que para nosotros ha sido siempre la base de todo, lo que sustentaba el discurso sonoro, cualquier discurso sonoro: la permanente tensión consonancia-disonancia. Su discurso sonoro nos engaña: busca el descanso tonal, pero lo defrauda de manera sistemática. ¿Siempre? Acaso no siempre. A partir de cierto momento, en cualquier caso. Miren las superposiciones que trata de imponer este delincuente armónico: en sus superposiciones no hay dominio ni de lo consonante ni lo disonante…Qué sucede, dónde estamos”

Ejemplo que sirve no solo para encontrar el origen de la ruptura musical (junto con Jenufa claro) sino para comprobar la forma en la que el escritor se dirige al lector, apelándole, creando un clima de familiaridad, siendo capaz de expresar conceptos dificultosos con un lenguaje sencillo. Un segundo detalle (insisto, entre tantos…) está relacionado con los nacionalismos, muy bien explicados en la vertiente musical, la que nos interesa:

“En música, nacionalismo quiere decir adopción de pautas musicales autóctonas y diferenciadas por parte de compositores, eventualmente integrados en una escuela que pertenecen a una misma nación. La nación se identifica, culturalmente, por determinados aspectos, en especial por un idioma. Es una afirmación, pero también es una exclusión. Porque el nacionalismo musical depende de otro nacionalismo menos relacionado con la cultura, que tiene que ver con el surgimiento de un pueblo que hasta ese momento se consideraba o realmente estaba disminuido, a menudo a manos de otro.”

No puedo dejar de recomendar esta obra y esperar ardientemente el segundo volumen en el que se extenderá sobre autores que, por falta de espacio, no estuvieron en esta entrega (Strauss,Gershwin…), entre otras cosas, porque sirve, una vez más, para darnos cuenta de lo fascinante que fue el agitado siglo XX en lo musical. Gracias a libros como este, el dodecafonismo y autores como Alban Berg o Béla Bartók no están tan lejos como pensamos.

Historia insólita de la música clásica II de Alberto Zurrón. Humor a raudales

PortadaHistoriainsolitamusicaclasicaIIPublicado inicialmente en Ópera World en este post.

Alberto Zurrón lo ha vuelto a hacer, nada más comprobar que había un segundo volumen de esta historia insólita de la música clásica y ya estaba zambullido en él. El prólogo de, nada menos, Joaquín Achúcarro vuelve a incidir en los aspectos que nos acompañaron en el primer volumen y que, afortunadamente siguen mostrándose en esta segunda entrega.

Es indudable que el autor ha tenido que pasar muchas horas para indagar entre las toneladas de material que hay en la historia de la música para encontrar todo esto y poner un poco de orden en epígrafes que se entiendan. Sus mayores virtudes, nuevamente, son las siguientes:

Tipo de narrador escogido, Zurrón escoge un narrador muy cercano, él mismo, que nos trata con mucha familiaridad y busca la complicidad con el lector mediante el uso de signos de expresión y una escritura sencilla, incluso con afirmaciones directas y preguntas al lector. Es capaz de abordar cualquier tema pero lo hace con tal liviandad que no resulta difícil digerirlo.

Capacidad de síntesis, es difícil, muy difícil, montar un libro con sentido utilizando como fuentes anécdotas o hechos históricos tan diversos  y no morir en el intento de unirlos. Cada capítulo tiene, además, diferente epígrafes que pueden ser reunidos debajo porque funcionan dentro del mismo tema presentado inicialmente. La recopilación, afortunadamente funciona bastante bien como un todo.

Creatividad, el autor utiliza su ingenio para evitar entrar en la monotonía. Buen ejemplo de esto es la forma de construir los títulos de los capítulos, es capaz de moldear una frase de Sartre en el segundo capítulo, “El infierno son las otras (Los eternamente indecisos)” o de modificar el título de una película en el capítulo nueve, “Murieron con los compases puestos”; pero no solo el cine o la literatura son algunas de las fuentes utilizadas, no duda en apelar a  nuestro refranero (“Buscando a los gatos no tres pies sino uno alma”) o la canción popular (“Toda una vida estaría contigo”), haciéndolo incluso en los subtítulos de los apartados incluidos en cada capítulo.

Cambios de perspectivas, es evidente que afronta nuevas formas de ver a los intérpretes y a los músicos, muy alejadas de las habituales y es refrescante, además de lograr dotar a temas serios de un carácter lúdico, lo cual nos lleva a su característica más importante.

Humor a raudales, todo el libro está orientado a que lo leamos con una sonrisa en la boca, abundan los juegos de palabras y los gestos de complicidad anteriormente mencionados (como si estuviéramos hablando con un amigo) y se suelen multiplicar en los comienzos y en los finales de los capítulos para reafirmar el “enganche” del lector según pasa las páginas. La estructura y la elección de los temas (desde el dinero como como motivación hasta la inspiración o el fervor religioso) ayudan a reforzar esta sensación y conforman una lectura ciertamente amena.

Como resultado tenemos un libro muy entretenido que se disfrutará especialmente en la época estival: no requiere esfuerzo, es un pasa-páginas y los temas tratados son muy agradables, especialmente para los aficionados a la música clásica.

Quiero acabar precisamente con las palabras del prólogo del gran Achúcarro que hago mías:

“Disfrutadlo Adagio. Hacedlo durar.

¿Quizá leerlo justo antes de dormir? Y agradecer a Alberto Zurrón su

enorme esfuerzo, que no ha sido en vano.

Felices sueños.”

No hay mejor forma de recomendarlo.

Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos de Cynthia Ozick. La relevancia del ensayo

OzickMi primer acercamiento a la norteamericana Cynthia Ozick ha sido directamente una confirmación; había pensado en ir a sus famosos cuentos, pero la editorial Mar Dulce ha publicado Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos en este mismo año y me parecía una buena solución intermedia para empezar con ella. Como podéis suponer me ha convencido, y mucho; esta antología contiene ensayos que se dividen en dos grandes grupos: aquellos relativos a las temáticas (cualquier tema en particular asociado a la literatura principalmente)  y los que se refieren a los autores (con reflexiones sobre diferentes escritores).

Sentía la necesidad de poner algo sobre ellos y en el horizonte se me planteaban dos posibilidades: por un lado, adoro todo lo relativo a Henry James que aparece en sus segunda parte; por el otro, un metaensayo con el que se inicia la antología llamado “Ella: retrato del ensayo como cuerpo tibio” donde encontramos una reflexión tremendamente lúcida sobre el carácter y la forma del propio género. Me he decidido por este último desde que leí la primera página:

Un ensayo es un producto de la imaginación. Si en un ensayo hay información, es solo circunstancia, y si hay una opinión, es necesario desconfiar de ella a largo plazo. Un ensayo genuino no tiene aplicación educativa, polémica, ni sociopolítica; es el movimiento de una mente libre que juega. Si bien está escrito en prosa, se halla más cerca en esencia de la poesía que de cualquier forma literaria. Al igual que un poema, un ensayo genuino está hecho de lenguaje, de personalidad, de un estado de ánimo, de temperamento, de agallas, de azar.

Y si hablo de un ensayo genuino es porque los falsos abundan. Podemos recurrir aquí al anticuado término poetastro, aunque indirectamente. Lo que el poetastro es al poeta –u aspirante menor-, el artículo es al ensayo: una imitación consumada destinada a envejecer pronto. Un artículo es chisme. Un ensayo es reflexión y visión interior.” 

Ozick reflexiona sobre la esencia del ensayo y lo equipara con la poesía distinguiendo entre ensayos genuinos y ensayos falsos, abundando desgraciadamente estos últimos. Es imposible no rendirse ante la elocuencia de la escritora, sobre todo cuando compara el ensayo genuino con el “artículo” y define su sentido ontológico en base a su perdurabilidad y su capacidad de reflexión. De estas características es capaz de dilucidar sobre una característica que no había pensado anteriormente: el poder:

De modo que el ensayo es antiguo y variado, pero esto es un lugar común. Hay algo más y es algo todavía más sorprendente: el poder del ensayo. Por “poder” me refiero precisamente a la capacidad de lograr lo que la fuerza siempre logra: obligarnos a asentir.  No importa que la forma y la inclinación de un ensayo se opongan a la coerción o la persuasión ni que el ensayo tampoco se proponga ni busque hacernos pensar como su autor, al menos no abiertamente. Si un ensayo tiene una “motivación”, esta se vincula más con la casualidad y la oportunidad que con la voluntad aplicada. Un ensayo genuino no es un tratado doctrinario, un esfuerzo propagandístico ni una jeremiada.” 

En efecto, según lo leía me ocurría exactamente lo que comentaba la autora, sentía la necesidad de asentir; y este asentimiento estaba en contra de lo que yo pensaba sobre el género:

A fin de cuentas, en ensayo es una fuerza destinada a obtener un consentimiento. Se apropia del consentimiento, lo corteja, lo seduce. Porque durante la breve hora que nos entregamos a él es seguro que nos rendiremos, convencidos. Todo esto ocurrirá aunque estemos intrínsecamente decididos a resistirnos.”

El ensayo, según Ozick, no debería convertirse en un tratado doctrinario o propagandístico, más bien debería ser “esa fuerza destinada a obtener el consentimiento” de sus lectores que sentirán cómo sus ideas preestablecidas cambian ante los argumentos que nos está mostrando. Para entender aún mejor sus cualidades, lo contrapone con la novela:

La novela tiene la capacidad para someternos. Suspende nuestra participación en la sociedad en la que vivimos cada día, de modo tal que mientras leemos, la olvidamos por completo. Pero el ensayo no nos permite olvidar nuestras sensaciones y opiniones habituales; hace algo aún más potente: nos hace negarlas. La autoridad de un ensayista magistral –la autoridad del lenguaje sublime y de la observación íntima- es absoluta. Cuando estoy con Hazlitt, no conozco mayor compañía que la naturaleza. Cuando estoy con Emerson no conozco mayor soledad que la naturaleza.” 

Mientras la novela nos aliena, nos aísla de la sociedad, nos somete al dictado de la ficción; el ensayo actúa sobre nuestras opiniones y sensaciones habituales, siempre y cuando el ensayista sea tan magistral que sea capaz de convencernos de sus argumentos; sí está claro que el ensayo no nos sustrae de la realidad que vivimos, más bien nos integra con ella y nos ilumina sobre temas de los que no éramos conscientes. Una vez establecidas estas bases, da un paso más allá entrando en la aparente arbitrariedad de los argumentos, o la dispersión de la que a veces se le puede culpar y define varias de sus cualidades:

Lo maravilloso de todo esto es que de esta Parente arbitrariedad, de esta caprichosa dispersión del ver y del contar, nace un mundo coherente. Es coherente porque un ensayista debe ser, después de todo, un artista y todo artista, cualquier que sea el medio que utilice, llega a un marco imaginativo singular y sólido, o llamémoslo, en menor escala, una cosmogonía.

Y es dentro de este marco, de esta obra de arte, donde quedamos atrapados como peces en una red. ¿Qué nos mantiene atrapados allí? La autoridad de una voz, el placer  -a veces la ansiedad- de una nueva idea, de un ángulo insólito, de un trocito de reminiscencia, de una dicha revelada o de un susto transmitido. Un ensayo puede ser el fruto del intelecto o de la memoria, de la liviandad o del abatimiento, del bienestar o de la irritación. Pero siempre hay en él una cierta quietud, a veces una suerte de distanciamiento. La furia y la venganza, creo, pertenecen a la ficción. El ensayo es más apacible.” 

Posiblemente la que más me gusta es su cualidad de ser apacible, alejado de la furia y la venganza. Es la autoridad del narrador la que nos engancha a un ensayo pero no lo hace de manera violenta, muy al contrario, hay una calma inherente a todo ensayo genuino. El giro final de la autora, simplemente excepcional, es atribuir el género femenino (el del título: ella) al ensayo, toda una subversión del valor tradicional asociado a lo masculino, de esta manera le asigna características insospechadas y nos prepara ante la posibilidad de que el poder se desplace, nada malo hay en que “ella” sea el ensayo, importa más que este ahí, que esté viva, que nos invite a entrar para sumergirnos en su autoridad magistral:

Digamos que no tiene sentido decir (como lo he hecho repetidamente, aborreciéndolo cada vez) “el ensayo”, “un ensayo”. El ensayo –un ensayo- no es una abstracción;  puede ser una forma femenina de contornos reconocibles, pero también muy colorida y con una identidad individual; no es un tipo. Es demasiado fluida, demasiado esquiva para ser una categoría. Puede ser osada, puede ser tímida, puede confiar en su belleza, en su inteligencia, en su erotismo o en su exotismo. Sea cual fuere su historia, es la protagonista, la personificación del yo secreto. Cuando llamamos a su puerta, nos abre, es una presencia en el umbral, nos guía de una sala a la otra; entonces ¿por qué no deberíamos llamarla “ella? Puede que en privado se muestre indiferente a nosotros, pero no puede ser más hospitalaria. Por encima de todo, no es un principio oculto ni una tesis ni una construcción: ella está allí, es una voz viva. Y nos invita a entrar.” 

No sé si he convencido a alguien para leer a esta escritora, espero que alguno lo tenga ya claro; de todos modos me permito terminar con su idea de lo que debe ser la meta de la literatura; nos presenta la dicotomía universal-particular; siendo la segunda la verdadera definición de lo que busca el arte literario en la actualidad: mostrar, reconocer aquello que es particular:

Así llegamos, al fin, al pulso y a la meta de la literatura: rechazar el borrón de lo “universal”; distinguir una vida de otra; iluminar la diversidad; encender la menor partícula de un ser para mostrar que es concretamente individual, diferente de cualquier otro; narrar, en toda la maravilla de su singularidad, la santidad intrínseca de la partícula más pequeña.

La literatura es el reconocimiento de lo particular.” 

Los textos vienen de la traducción de Ernesto Montequin de Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos de Cynthia Ozick para la editorial Mar Dulce

El misterio de Gramercy Park de Anna Katharine Green. Oasis detectivesco

ElMisterioGramercyPark_AnnaKatharineGreeEs curioso cómo la gente confunde una buena edición con el hecho de que tenga tapa dura; una y otra vez encontramos  sorpresas desagradables de este tipo, en el que editores intentan vender motos poniendo este comodín para luego encontrar faltas de ortografía, malas traducciones, ningún tipo de estudio crítico, etc. Todo un desastre. Y si se trata de novelas policíacas de detectives, estos casos se agravan. Afortunadamente queda alguna isla entre tanta mediocridad, y este es el caso de la editorial dÈpoca que aúna ediciones estéticamente bellas, de calidad en el encuadernado, hojas de denso gramaje y un cuidado interior que se manifiesta no sólo en el cuidado de la traducción/edición sino también en introducir cada publicación con un estudio de la época, circunstancias y temas tratados principalmente.

La novela que traigo hoy, El misterio de Gramercy Park de Anna Katharine Green, tiene un prólogo tan bueno que no me hace falta poneros ningún  texto de la traducción de la autora, me limitaré a utilizar parte del trabajo excelentemente realizado y que es todo un tratado para entender la relevancia de la autora norteamericana. Green es todo un ejemplo de superación en una época en la que estaba mal visto que una mujer quisiera publicar libros, más si se trataba de novela policíaca: 

“Al acabar sus estudios pocas opciones tenía una mujer soltera salvo volver a la casa familiar. Y así lo hizo. En ella trabajó en su siguiente objetivo, convertirse en escritora profesional en un momento, recordemos, en el que el mundo literario no veía con buenos ojos la incursión de las mujeres. […] Su padre había respaldado su dedicación a la poesía –una forma expresiva delicada y apropiada para una mujer-  pero Anna tenía muy serias dudas de poder contar con su apoyo en el caso de la novela, además de temática policíaca, por lo que se dedicó cerca de seis años a la redacción casi en secreto de la que sería su primera novela y todo un éxito de ventas, El caso Leavenworth que, además de abrirle las puertas de su anhelada carrera como escritora profesional, le granjearía con el tiempo el título de Mother of Detective Novel, no tanto por haber escrito la primera novela de detectives –Metta Victoria Fuller Victor ya había publicado en 1866 su dime novel The Dead Letter- sino por ser la primera mujer en publicar una novela policíaca en un solo volumen, crear la primera serie de detectives y familiarizar al lector con este nuevo género.”

La autora pasa por ser la verdadera precursora del género ya que fue la mujer que creó la primera serie de detectives y, además, poniendo como protagonista de las investigaciones una mujer; sin embargo, como mujer de su tiempo, no podemos hablar de una estricta feminista, aunque el concepto de domestic feminist define su moderación en estas cuestiones; de todos modos, hasta esta moderación podía convertirse en un paso de gigante en sus manos, simplemente por el hecho de visibilizar ciertas actitudes, estructuras, con respecto a las mujeres y plantear modelos distintos:

“[…] a pesar que no pueda definirse a Anna Katharine Green como feminista […] sí puede ser considera, como D. Maida la denomina, a domestic feminist preocupada por las situaciones de indefensión a la  que las mujeres frecuentemente se veían enfrentada.

En sus obras, y El misterio de Gramercy Park no es una excepción, la autora nos presenta diferentes situaciones de desigualdad. Al hombre le eran permitidas ciertas actitudes que victimizaban a la mujer imposibilitada para una reacción de defensa: matrimonios concertados basados en intereses económicos y/o sociales, abandonos, deslealtades, engaños y ultrajes… Presentando estas situaciones, Anna Katharine Green no pretendía transgredir ni alterar el orden social […] sino apelar al decoro, sentido común y caballerosidad de los hombres y proporcionar a las mujeres modelos de conducta a seguir.”

El resultado de esto fueron sus dos heroínas, Violet Strange y, como protagonista de esta novela, la audaz entrometida, la impertinente solterona Amelia Butterworth, precursora de la Miss Marple de la gran Agatha Christie y todo un paradigma del género; un personaje que demuestra sus capacidades detectivescas en una continua lucha contra la supremacía masculina en estos asuntos; me encanta la idea de que fuera considerada “masculina” (en cuanto a inteligencia, valor…) por haber conseguido realizar una novela de detectives con una gran trama al nivel del sexo dominante:

“Y esta domestic feminist fue la que dio voz a Amelia Butterworth y Violet Strange, dos de sus creaciones femeninas que son, con sus diferencias, mujeres fuertes, independientes y audaces. Así Amelia Butterworth en El misterio de Gramercy Park planta clara a la presunta superioridad intelectual masculina y sin perder su femineidad en el intento llegar a afirmar, en una frase que ha dado pie a las más peregrinas y variopintas interpretaciones: “Subyace algo masculino en mi naturaleza” (cap. XXIV)

Tal vez esa masculinidad –no entendida como atracción por el sexo femenino sino como coraje, inteligencia, valor, fuerza de carácter, iniciativa e independencia, características todas ellas asociadas entonces exclusivamente con el sexo masculino –sea el tipo de masculinidad que algunos críticos creyeron percibir en Anna Katharine Green con la publicación de El caso Leavenworth, al no creer posible que una obra de tan preciso y complejo argumento y que mostraba conocimientos legales pudiese haber sido escrita por una mujer.

Podemos concluir en este sentido que Anna Katharine Green fue, en definitiva, una feminista de talante conservador o una no-feminista progresista, según como caiga la moneda; una reformadora desde dentro, sin ruido, que rechazaba el carácter revolucionario y rompedor de las luchadoras sufragistas, bien es verdad que como muchos otros hombres y mujeres de su tiempo.”

Yendo ya hacia la novela, el prólogo nos lo pone igual de fácil al señalar cuándo fue publicada y en qué orden apareció entre todas las que publicó la autora; es importante indicar también alguno de sus valores: la trama intrincada y el retrato del siglo XIX en Norteamérica:

“El misterio de Gramercy Park, publicado en 1897, es la décima novela policíaca de Anna Katharine Green y la primera en la que se introduce el inolvidable personaje de Amelia Butterworth, dama soltera y detective aficionada, que aparecerá en otras dos novelas, Lost Man’s Lane y The Circular Study. Pero además de la aparición de este personaje seminal que dará pie a posteriores creaciones dentro de la ficción policial, en El misterio de Gramercy Park destaca un intrincado argumento de cuidada construcción y un magnífico retrato de la sociedad de la época, los últimos años del siglo XIX e Norteamérica.”

Dos apuntes más me gustaría subrayar, en primer lugar la acepción de sensation-novels, novelas con un secreto, que fueron las precursoras de las novelas de enigma de más adelante; en efecto no se me ocurre mejor nombre para La dama de blanco del gran Wilkie Collins, una mezcla, para nada indigesta, de lo romántico con lo detectivesco que ha escogido la editorial como sello de identidad y que le sirve para ganarse un nicho en el mercado que es bastante fiel:

“El misterio de Gramercy Park cumple los principios del género pero añade alguna característica de las sensation novels de las que, junto con la novela gótica, deriva la ficción detectivesca. Este subgénero de novelas sensacionalistas, muy del gusto de la época, fueron llevadas a su cima de popularidad por autores como Wilkie Collins y Mary Elizabeth Braddon. Las sensation novels, que Kathleen Tillotson denomina novels-with-a-secret, por ese secreto que invariablemente contienen y en torno al que se desarrolla la historia, serán el germen que de modo inevitable evolucionará hacia las novels-of-enigma. En ese sentido, el misterio de Gramercy Park conserva todavía en su trama romántica y en el desarrollo final ciertos elementos melodramáticos propios de estas novelas sensacionalistas.”

El último aspecto es muy interesante y parte de la idea de la dualidad que se encuentra en este tipo de novelas enigma, a la historia del crimen se une la historia de las pesquisas para solucionarlo pero es muy cierto que, en esta novela en particular se produce un tercer elemento ya que las pesquisas son llevadas por dos investigadores al mismo tiempo (Amelia y Gryce) resultando en una pesquisa completa una vez se saben todos los detalles de las dos líneas alternativas según el investigador:

“Como afirma el escritor, crítico y lingüista Tzvetan Todorov en el primer capítulo de su libro Poética de la prosa, “en la base de la novela de enigma se encuentra una dualidad”. Con esta dualidad se refiere Todorov al hecho de que este tipo de novelas de enigma, la novela policíaca clásica como El misterio de Gramercy Park, no contienen una sino dos historias: la historia del crimen, de lo que sucedió realmente, y la historia de las pesquisas, del desarrollo de la investigación que va reconstruyendo el crimen, el modus operandi del ejecutor o ejecutores, sus motivaciones… Esta dualidad es la que crea el suspense y la curiosidad del lector que no se ve saciada hasta las últimas páginas.

En el caso de El misterio de Gramercy Park podemos añadir un tercer elemento. El desarrollo de la investigación se duplica; seguimos los pasos, por un lado, de la investigación narrada en primera persona de Butterworh, pero al poner en común sus avances con Gryce, Amelia, y con ella el lector, ha de recolocar todo de nuevo al contar con nuevos datos, eliminar erróneas suposiciones  y volver a hacer encajar las piezas del puzle. Y así, con dos líneas de investigación, dos hermanos, dos hermanas, dos esposas, damas enamoradas, ocultaciones, mentiras y giros varios el lector no tiene tregua hasta lograr finalmente saber quién lo hizo, en este clásico whodunit.”

Lo bueno de hacerlo de esta manera es que se duplican las líneas de investigación y se consigue extender la trama hasta el mismo momento final en el que se resuelve todo de forma satisfactoria para el lector.

No me resisto a poner un único texto que resulta característico de la identidad creada por Green para la encantadora Amelia;  todo un ejemplo de cómo utilizar una digresión para dotar de personalidad, en este caso independiente, a su protagonista:

“Acababa de darle las buenas noches a su enamorado y su rostro me trajo a la memoria un tiempo en el que mis propias mejillas eran redondeadas y mis ojos brillaban, y… ¡Basta! ¿De qué sirve afligirse por asuntos largo tiempo enterrados y olvidados? Una mujer soltera, tan independiente como es mi caso, no tiene necesidad alguna de envidiar la dudosa bendición de un esposo. Tomé la decisión de ser independiente, y lo soy. ¿Acaso se puede decir algo más al respecto? Perdón por la digresión.”

Me parece que con la editorial dÉpoca vamos a vivir buenos momentos policíacos en un futuro no demasiado lejano.

Los textos provienen de la traducción de Rosa Sahuquillo Moreno y Susanna González de El misterio de Gramercy Park de Anna Katharine Green editado por Editorial dÉpoca.

Lo que da de sí el Baileys Prize 2016

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Hace dos años le dediqué un post completo y no creo que deba explicar de qué va a estas alturas. Lo que sí tengo claro es que este año cobra aún más importancia por el proyecto de leer mujeres. Indudablemente suele ser un premio en el que, al centrarse en mujeres exclusivamente, la selección puede recoger las autoras menos esperadas. De hecho, suele haber debuts que gozan de la oportunidad de hacerse conocidas de esta manera.

El pasado día once de abril del 2016 se publicó la shortlist con las seis finalistas de las que saldrá la ganadora que será elegida el día 8 de junio. En los premios anglosajones de literatura suele hacerse una longlist de candidatos y, a continuación, escoger las seis finalistas de las que se obtendrá la galardonada definitiva. En el tiempo en que dura la shortlist se promueve la lectura de las obras seleccionadas, además de realizar entrevistas a las autoras y diversos análisis. Muy constructivo, sin secretismos, todo lo contrario a los premios que se entregan en España que siempre están ocultos los títulos, autores y, desde luego, un lector de a pie nunca podrá leerla antes.

La shorlist de este año ha sido la siguiente:

Cynthia Bond: Ruby (debut)

Anne Enright: The Green Road (consagrada)

Lisa McInerney: The Glorious Heresies (debut)

Elizabeth McKenzie: The Portable Veblen (cuarta obra)

Hannah Rothschild: The Improbability of Love (Segunda )

Hanya Yanagihara: A Little Life (Segunda novela)

A primera vista tenemos una heterogénea lista donde hay varios debuts como el de Bond o McIrneney, o segundas novelas como es el caso de Rothschild o Yanagihara; sólo podríamos referirnos a  Enright como una escritora consagrada, ya que McKenzie lleva cuatro obras en total. En tales condiciones, voy a intentar abarcar el mayor número de obras posible para emitir mi propio juicio e intentaré dedicar mayo a la mayoría de ellas; por razones de tiempo he descartado a Enright (probablemente la que menos me interesa aunque, curiosamente, podéis leer su obra en castellano, está a punto de sacarla Siruela con el nombre El camino de los Madigan). Del resto sólo una está disponible en castellano por ahora,  teniendo que leerse en la lengua del bardo en su mayoría. Vayamos entonces a mis lecturas de cada una de ellas:

ImprobabilityloveHannah Rothschild: The Improbability of Love: Traducida (muy fidedignamente) como La improbabilidad del amor 

Recientemente publicada por Suma, la obra de Rothschild me recordó en un primer momento a la archiconocida y multipremiada El jilguero de Donna Tartt, ya que el nombre al que hace referencia el título es el nombre de una pintura. Afortunadamente, el tema es tratado de una manera muy diferente, Rothschild empieza con una prolepsis en la que se va a producir una subasta en la cual dicho cuadro puede llegar a alcanzar pujas millonarias, la presentación de los candidatos a llevárselo es una simple exposición, ya que, después del prólogo, nos traslada seis meses antes para mostrar cómo la pintura forma parte de una tienda de antigüedades y nadie la conoce todavía. El objetivo de la estrategia es claro: mostrarnos a los personajes y la evolución de ellos y la trama hasta llegar al punto final. Sin embargo, una novedad que presenta la autora tiene que ver con el uso del cuadro como si de un personaje se tratara, hasta tal punto es esta identificación que le asigna características humanas dotándolo de un pensamiento propio (con sus propios capítulos), proporcionando una perspectiva más al conglomerado final. De hecho, lo utiliza como catalizador para la presentación de la historia relacionada con el cuadro: sus dueños, elaboración, etc. A ello se le suman misterios familiares en la Alemania Nazi, historias de amor imposibles y recetas que son puro deleite para formar un menú nada indigesto y bastante bien acabado. No me resisto a poner uno de los textos con el protagonismo del cuadro:

“A pesar de mí mismo, de pronto me entraron ganas de que aquella tal Agatha se pusiera a trabajar en mí. Anhelaba regresar al panteón de los grandes, ocupar el lugar que me correspondía junto a mis amigos, colgar de una pared tapizada con adamascado, oír a la gente hablar en discreto tono reverencial en mi presencia, ser amado, admirado y estudiado por lo que en realidad soy. Deseaba asimismo que Annie se empapara de mi gloria y fuera feliz. Resultaba extraño que después de trescientos años me encariñara de verdad con un propietario. La edad está volviéndome tonto.”

Texto de la traducción de Isabel Murillo de La improbabilidad del amor para Suma.

RubyCynthia Bond: Ruby 

Debut de la escritora estadounidense y un cambio radical de registro con respecto al anterior. Es inevitable pensar en Toni Morrison o Zora Neale Thurston cuando afrontas esta historia que tiene lo racial como elemento conductor. En el eje de la historia dos protagonistas: Ruby Bell y Ephram Jennings. Otra de las conexiones que se han utilizado al hablar de él lo referencia al realismo mágico y, ciertamente, es parte indisoluble de la historia, aunque diría que se integra excepcionalmente con ella para tratar lo más importante: el retrato de la mujer en la sociedad, particularmente de la mujer negra. Bond no tiembla al retratar situaciones injustas y cargadas de violencia física y sexual que sufren tanto la protagonista como su única luz, Ephram. Me ha recordado a los mejores momentos de Morrison, esos comienzos con The bluest eye,  pero con un tono contemporáneo que se integra muy bien en el aspecto narrativo, un gótico sureño de nuestros días. Muy buena novela y radicalmente distinta a la de Rotshchild.

portable-veblen-coverElizabeth McKenzie: The Portable Veblen 

Ésta era, junto con Enright, la más consagrada, al menos con cuatro novelas en su haber. Estaba pensando que debe ser imposible no querer una novela que tenga un apéndice con 65 maneras de decir ardilla. Y no andaba equivocado. Veblen, la protagonista, es sencillamente deliciosa en su excentricidad: que hable con las ardillas para tranquilizarse, que sea capaz de traducir el noruego y que se predisponga a ver el bien por encima de cualquier cosa, a priori, son algunos de sus rasgos. Su futura pareja es exactamente todo lo contrario, no soporta todo lo que se salga de la realidad, capaz de detestar a su hermano disminuido y metido de lleno en el corrupto mundo de las farmacéuticas. McKenzie utiliza el núcleo frontal que les tiene a ellos y a su hipotética boda para, al mismo tiempo, pintar un retrato de la sociedad capitalista desde la institución familiar y las relaciones entre sus miembros hasta las mismas raíces consumistas que son parte inherente de dicha sociedad. El resultado final, desgraciadamente, baja ligeramente el nivel sobre todo en los últimos compases. La solución para unirlos resulta demasiado convencional y manida teniendo en cuenta el planteamiento final. Hay que reconocer, a pesar de esto, que la lectura es satisfactoria aunque se queda por debajo de las anteriormente analizadas. 

GloriousHeresiesLisa McInerney: The Glorious Heresies 

Otro debut, el de la irlandesa McInerney, del que, aparentemente no esperaba nada malo ni nada bueno. Lo mejor en estos casos es estar abierto y receptivo ante las posibilidades que ofrezca. La historia de cómo un asesinato influencia la vida de cinco inadaptados de diversa índole promete mucho, sobre todo porque la autora quiere ligar el hecho con la historia de Irlanda del siglo XX. Me gustaría haber leído más a estas alturas, pero Yanagihara me tiene absorbido. Una verdadera pena no tener más tiempo.

ALittleLifeHanya Yanagihara: A Little Life 

El libro de la norteamericana ha transitado todas las shorlists posibles (Man Booker, National Book Award, Andrew Carnegie Medal for Excellence in Fiction, Kirkus Prize) con suerte desigual llegando a esta última con el reconocimiento de lectores y crítica. Llega el momento de juzgar si es para tanto o se ha inflado su fama inmerecidamente. Me llama mucho la atención el libro ya que la escritora narra la vida de cuatro hombres, algo poco habitual en el caso de una escritora que suele coger una narradora femenina. La primera parte es fantástica, son las páginas que utiliza para presentar la amistad entre los cuatro y está muy lograda en cuanto a la caracterización particular  y la general del propio hecho de conocerse y la forma que interrelacionan, podría entenderse como un prólogo. A partir de la segunda parte empieza verdaderamente la historia ya que el núcleo de la relación (y del libro) está basada en Jude (es inevitable pensar aquí en El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers y su protagonista principal John Singer), todo se ordena según la figura de Jude: su pasado, su presente, las personas que le quieren (Andy, Harold y Julia y, por supuesto, sus tres amigos, Willen, JB y Malcolm). La estrategia de Yanagihara es mostrar poco a poco el pasado, que se cierne de manera ominosa en la narración y, al mismo tiempo, mostrar momentos del presente que suelen ser más felices. El mayor problema es que se mantenga el equilibrio y no entrar en una exaltación masoquista de las dificultades que pasa el protagonista. Según terminaba este post, con la mitad del libro ya leído, se mantenía a un buen nivel y estoy dispuesto a considerarlo mi favorito para el premio en cuestión pero todo se puede torcer.

Anne Enright: The Green Road 

Según escribía estas líneas surgió la típica ironía que me vuelve loco (gracias a la ayuda inestimable de Jonatan Sark):

Enright

En la noticia del Guardian se hablaba de las posibilidades de ganar de cada uno de ellos y, justamente, aquellos que no he leído (las dos irlandesas) son las que tienen más posibilidades mayores de ganarlo. Son cosas que pueden suceder. Estará gracioso ver cómo eligen a cualquiera de las que no puedo hablar. Así está la cosa:

GreenRoadBaileys prize 2016 runners and riders 

The Glorious Heresies by Lisa McInerney 3/1

The Green Road by Anne Enright 5/2

The Improbability of Love by Hannah Rothschild 11/2

A Little Life by Hanya Yanigahara 9/2

Ruby by Cynthia Bond 9/2

The Portable Veblen by Elizabeth McKenzie 15/2

Y el caso es que la historia tiene buena pinta, la típica reunión familiar que se produce cuando van a vender parte del patrimonio familiar pero, ciertamente, era el argumento más manido.  Habrá que comprobar de todos modos por donde vas la cosas el día de la entrega. Si me tengo que leer todos este año, bienvenido sea, la verdad es que estoy disfrutando bastante de la selección. 

Leyendo lo que he leído Rothschild y Yanagihara serían mis favoritos, ya habéis visto los motivos, pero está por ver lo que de verdad sucederá.

Haré una actualización con el ganador y mis impresiones.

Un abrazo.

Historia insólita de la música clásica de Alberto Zurrón: una visión diferente

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Publicado inicialmente en Ópera World en este post.

Acostumbrados como estamos a encontrarnos una y otra vez con remozadas visiones históricas de las mismas vidas de los grandes protagonistas de la historia de la música clásica, normalmente muy sesudas, documentadas y difícilmente amenas, es toda una sorpresa que alguien se haya atrevido a hacer una propuesta tan original como nos trae Alberto Zurrón en este primer volumen de lo que ha llamado Historia insólita de la música clásica.

Vida y obra de J.S. Bach edición de John Butt. Bach, de nuevo

portada_19530 (1)Publicado inicialmente en este post de Ópera World.

Como bien dice el responsable de la edición de Vida y obra de J.S. Bach a estas alturas de la película, se ha escrito muchísimo sobre el genio alemán; es casi imposible aportar algo interesante sin que el lector habitual de música exclame “¡Bach, de nuevo!” al encontrarse este libro en su librería habitual. Butt se explaya, por lo tanto, en lo que quiere aportar con respecto al resto, empezando por la estructura utilizada.

El libro se divide en tres partes diferenciadas que, a priori, tienen bastante sentido:

En primer lugar, un bloque de cinco capítulos en el que se trata sobre el contexto histórico y social desde la influencia que tuvo la misma familia de Bach en la creación del compositor, centrándose después en la situación política y religiosa para acabar con intento de explicar la motivación que le movió a la hora de componer.

En la segunda parte, se entra en faena en cuanto a la inmensa obra de Bach, de una manera bastante resumida ya que se opta por definir perfiles musicales y de ahí profundizar en las características que lo definen.

Por último, esto es bastante interesante, se estudia la influencia y recepción de la música de Bach desde diferentes puntos de vista empezando por su faceta como profesor y modelo y llegando a las diferentes interpretaciones que se han hecho de su música a lo largo de la historia según la corriente vigente.

Para ello Butt toma la decisión de distribuir el trabajo, escoger a los mejores para cada epígrafe. Esto es bueno y malo al mismo tiempo: es bueno porque escoge a las personas que más se supone que saben sobre un tema en particular; es malo porque, indudablemente, hay una cierta irregularidad en la forma de escribir de cada uno de ellos que deviene en una cierta inconsistencia narrativa del texto al completo, nada menos que once autores distintos es demasiado lastre en este aspecto.

Es evidente que el responsable buscó la concreción antes que nada y eso se logra con creces ya que el libro no es excesivamente largo; sin embargo está concreción es también un problema cuando hablamos de su obra, se vuelve insuficiente.

Tanto las partes primera como la tercera funcionan bastante bien. Especialmente la primera, ya que consigue reflejar a la perfección el contexto en el que puede ubicar al autor alemán y, de esta manera, entender cómo ese contexto influyó a la hora de sus composiciones, como el uso de la liturgia luterana. Hay un intento de explicación de las motivaciones a la hora de componer con un fallido enfoque racionalista que, a lo mejor, no necesitaba un capítulo completo.

De la tercera parte es reseñable el intento de medida de la influencia e interpretación histórica del compositor, aunque todo se hace desde un entorno muy académico, podría haber sido una buena oportunidad para aplicar la teoría de la recepción a aquellos que la escuchan, los oyentes a lo largo del tiempo. Es una parte muy técnica que adolece de un enfoque menos férreo en estos aspectos.

La parte central, desgraciadamente, se queda muy corta, es lógico pensar que no tenían mucho más espacio para explayarse, de ahí el indicativo nombre de “Perfiles de la música”; además de tener poco espacio dedican un capítulo entero a las obras tempranas para llegar a la conclusión de que no está claro cuáles son todavía, un capítulo entero igual para toda su música instrumental o las obras vocales maduras no parece una proporción demasiado adecuada. Echo de menos un análisis más detallado de su ingente obra. Es inevitable.

Teniendo en cuenta las consideraciones anteriormente mencionadas, el libro se lee bien (aunque nuevamente la edición no me apasione por lo abigarrado de las letras buscando aprovechar bien el espacio) y funciona mejor como libro complementario para ofrecer información alternativa sobre Bach que como obra de referencia del autor. Seguramente un iniciado se sentirá cómodo con esta recopilación de textos y un lector avezado se sienta como acabo de describir.