“Chicas Bailarinas” de Margaret Atwood

chicas-bailarinas-9788426421906Todo el mundo conoce la capacidad de crear historias de su compatriota Munro, lo que quizá no se conoce tanto es la de Margaret Atwood. Ya hablé convenientemente sobre ella en el recopilatorio “Asesinato en la oscuridad” y ahora todo ello se refrenda con este “Chicas bailarinas” que reedita Lumen en su sello de narrativa.

En el anterior recopilatorio que comenté jugaba con factores distintos: más cercanos a la narración de género policíaco, ciencia ficción… En este caso, sin embargo tenemos una aproximación más acorde con la temática usada por Munro:  Esa narración de lo cotidiano.

Atwood es capaz de mostrarnos toda la belleza de lo sutil y hacer lo extravagante más cercano a la realidad.

Consecuentemente, la mayoría de los casos estamos ante narraciones en primera persona y las mujeres son las verdaderas protagonistas. Solo tenemos que leer el relato “Betty”:

“Cuando me dieron la noticia de su muerte me sentí condenada, pues me dije que por lo visto aquel era el castigo por ser abnegada y solícita, que eso era lo que les ocurría a las chicas que eran como yo (creía ser).[…] Pero las personas cambian, sobre todo después de muertas. Al dejar atrás la edad melodramática, me di cuenta de que si no quería ser como Betty tendría que cambiar. […] En cuanto a Fred, ha dejado de intrigarme. Los Freds de este mundo se delatan por lo que hacen y por lo que eligen. Son las Bettys las que resultan misteriosas.”

Para comprobar cómo busca profundizar en la construcción de la identidad de la mujer en sí misma y de la evolución en la construcción de dicha identidad. Da un paso más en el fantástico “La tumba del famoso poeta” ya que adopta el entorno de la pareja para mostrarnos esa misma evolución en un marco distinto, pero muy real para la mayoría de mujeres que afrontan matrimonios no del todo avenidos:

“Esto es un intervalo, una tregua. Ambos sabemos que no puede durar, han surgido demasiadas diferencias (de opinión, decimos nosotros), pero ha habido algo más; lo que para él significa seguridad para mí significa peligro. Hemos hablado demasiado o no lo suficiente: para lo que tenemos que decirnos no hay lenguaje, lo hemos intentado todo. Pienso en las antiguas películas de ciencia ficción, en el ser de otra galaxia al que finalmente se encuentra tras años de señales y de peripecias, para a la postre destruirlo porque no logra hacerse entender. En realidad, más que una tregua se trata de un descanso, esos cómicos mudos en blanco y negro que se pegan hasta desplomarse y, tras una pausa, se levantan para emprenderla de nuevo a golpes. Nos amamos, eso es cierto, signifique lo que signifique, pero no nos amamos bien; para algunos es un talento, para otros solo una adicción.”

Su idea no es pontificar estableciendo una posible solución, sino mostrar una situación con todas sus consecuencias, y que cada uno juzgue en esta lectura lo que crea conveniente. Precisamente en el párrafo anterior juega con la semántica habitual de las palabras que ya conocemos para dotarlas de significados distintos, como es el caso de amor. Esta multiplicidad de resultados es signo de la realidad contemporánea que vivimos.

A pesar de la indudable calidad de este tipo de relatos, no se diferencian de esas obras de arte que suponen los que ejecuta Munro. Sin embargo, cuando juega con otros factores se producen, en mi opinión, los destellos de genialidad a los que nos tiene acostumbrados Atwood.

En el fantástico “Joyería capilar” encontramos muestras de este buen hacer, derrumbando a golpes uno de esos tópicos que, en la mayoría de las ocasiones, la nostalgia oculta:

“Nunca he entendido por qué la gente considera la juventud una época de libertad  y alegría. Probablemente se debe a que ha olvidado la propia. Rodeada ahora de lastimeros jóvenes, solo puedo sentir gratitud por haber escapado, espero que para siempre (pues ya no creo en la reencarnación), de la insoportable esclavitud de tener veintiún años.”

Parece ser que cualquier tiempo pasado NO fue mejor para la canadiense. Yo particularmente estoy muy de acuerdo y prefiero disfrutar del momento actual con todas sus consecuencias.

En el excepcional “Aprendizaje” y en “Dar a luz” es donde encontramos toda la fuerza poética de la escritora; del primero, con solo dos frases:

“Era uno de los pocos movimientos voluntarios que podía hacer”

“Lo extraño era el silencio. A esta edad, lo normal sería que los chicos gritasen, formaba parte del juego; pero allí los partidos se jugaban en silenciosa concentración.”

Nos describe con una sutileza sin igual la situación, que se vuelve claustrofóbica según la estás leyendo, es un relato cargado de intensidad y que refleja con toda su crudeza los difíciles momentos que se viven en el campamento de minusválidos. Vale la pena leerlo para disfrutarlo en primera persona.

“Dar a luz” supone un colofón inmejorable a esta recopilación:

“Posa los dedos en mis labios cuando pronuncio esas palabras; aún no ha aprendido el secreto de formarlas. Espero su primera palabra: sin duda será milagrosa, algo que no se ha dicho todavía.”

Esa primera palabra en un bebé es, indudablemente,  un milagro; como cada muestra de esta estupenda escritora.

2 thoughts on ““Chicas Bailarinas” de Margaret Atwood

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