El rancho de la U alada de B.M. Bower. Costumbrismo inglés en el oeste

UAladaEngaña bastante el título de esta novela de la escritora norteamericana B.M. Bower (1871-1940), y lo hace porque El rancho de la U alada no referencia solamente a una novela de vaqueros, un típico western; sino que esconde una trama de un calibre bastante distinto y se dirige a un público bastante diferente al que podría comprarla a priori.

La trama, que nos brinda la editorial Hoja de Lata, sirve para clarificar la situación:

“Montana, un verano a principios del siglo xx. En el rancho de La U Alada, James G. Whitmore, el Viejo, y sus muchachos viven plácidamente entre bromas y ganado. Sin embargo, la visita inesperada de Della, la hermana del patrón, va a revolucionar el día a día de estos entrañables vaqueros, en especial de uno de ellos… Comienza así la accidentada y romántica historia de amor entre Chip, un vaquero aparentemente duro y reservado con increíbles dotes para la pintura, y Della, una joven doctora de armas tomar no muy encantada a priori de pasar unos meses entre caballos y reses. Una historia pícara y divertidísima que describe las rudezas de la mítica vida en un Salvaje Oeste tan desenfadado, cercano y sencillo que resulta imposible no zambullirse en él.”

Pocas diferencias hay entre esta novela del oeste y la típica novela costumbrista ambientada en la campiña británica y que podría firmar sin problemas D. E. Stevenson o Stella Gibbons; todo en un clima de humor desenfado y malentendidos de todo tipo, no en vano, Chip y la Doctorcita constituyen una de esas parejas impensables al comenzar la novela:

“-Por supuesto, para usted son una especie totalmente nueva. ¿Cómo se lleva con ellos? –preguntó Dunk.

Y la Doctorcita le respondió clara y sinceramente:

-Oh, muy bien, teniendo en cuenta las circunstancias. Me proporcionan algo de diversión y yo les ofrezco algo nuevo de lo que hablar, así que estamos en paz. Son buena gente, ¡pero tan ignorantes! No creo…

Las palabras continuaron convertidas en un murmullo indescifrable, enfatizado por las risotadas agudas y discordantes de Dunk.”

Chip, sin embargo, va más allá del típico vaquero rudo e ignorante, es un aficionado a la literatura y sobre todo al arte:

“Supuso que en el Este se le consideraría un ignorante. Comparado con el doctor Cecil Granthum -¡maldito fuera! – debía parecer un tipo lamentable, sin duda. Nunca había visto una universidad por fuera, ya ni hablar de imbuirse de conocimientos dentro de una. Había aprendido algo de la sabiduría que la naturaleza transmite a aquellos que pueden interpretar su lenguaje y había leído mucho tumbado boca abajo bajo un cielo estival, mientras que el ganado pacía a su alrededor y su caballo comía las dulces hierbas al alcance de su mano. Podía repetir páginas enteras de Shakespeare y de Scott, y de Bobbie Burns. Le hubiese gustado poner a prueba al doctor Cecil con algunos de ellos y ver quién ganaba. Aun así, él era ignorante, y nadie era más intensa y amargamente consciente de ello que Chip.”

Y, concretamente, un gran pintor, hay un relato de formación del artista que se muestra en su forma de pintar, momentos en los que la autora muestra toda la lírica de su propia pluma:

“Al principio, parecía que fuera a repetirse La última batalla. Se veían las mismas cimas irregulares y los mismos pinos achaparrados atenazados por el fiero abrazo del helado Chinook. ¿Los mismos? Pero había una diferencia. No podía explicarse, quizá, pero sí sentirse, sin duda. Las colinas de la Doctorcita eran colinas irregulares e inhóspitas; sus pinos eran pinos muy bonitos. Las colinas de Chip también eran irregulares e inhóspitas, pero se veían desoladas; sus pinos eran temblorosos pinos solitarios, porque había vagado solo entre ellos y había captado el Mensaje de la Naturaleza. Su cielo era el frío y siniestro cielo de La última batalla, pero aún más frío, más siniestro porque era de noche. Una joven luna brillaba baja al oeste, medio oculta tras un claro de apresuradas nubes de nieve. La diminuta cuenca se veía entre sombras y vagamente, el terraplén era un muro negro acariciado aquí y allá por un tembloroso rayo de luz.”

Chip, su microuniverso, ese rancho, ese pequeño corral, son el encanto de una aventura romántica sin caer en las ñoñerías habituales:

“Se detuvo en el lugar donde el sendero se bifurcaba, agitó su crin rizada con aire triunfal y miró atrás. Para él, la libertad era un dulce placer, dulce y raro. Todo su mundo era un amplio compartimento de establo con un pequeño corral como acontecimiento muy especial. Le parecía que dos millas era alejarse mucho de casa. Contempló la colina a su espalda un momento, alzó la cabeza y salió trotando por el camino que llevaba a casa de los Denson.”

Como podéis comprobar, estamos ante un libro encantador, donde la conjunción entre lo inglés costumbrista-la rudeza del oeste- el humor y la fina ironía se unen en una mezcla francamente entretenida y con una gran calidad por el estilo de la autora. Espero que haya suerte y veamos más aventuras de la serie por aquí.

Los textos provienen de la traducción de Raquel Duato García de El rancho de la U alada de B.M. Bower para la editorial Hoja de Lata.

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