Giles, el niño-cabra de John Barth. Esquizofrenia lectora

gilesHe pasado por tantas fases en la lectura y posterior asimilación de esta obra de Barth que ya he perdido la cuenta.

Al principio ni siquiera iba a escribir nada de ella y ahora, sin embargo, vuelvo a ella, a esa relectura de los textos que apunté y vuelvo a cambiar de opinión.

¡ESQUIZOFRENIA! ¡O BIPOLARIDAD! (o cualquier cosa…)

El caso es que no me puedo resistir a escribir unas notas. No las necesita, pero aportaré algo de mi experiencia a la hora de afrontar esta obra excepcional.

Argumento: cualquiera se pone a intentar resumir más de 1100 páginas de trama, calla, ¡que el propio autor lo hace en el prólogo! Está hecho. Qué mejor posibilidad que esta:

 “Misterio, tragedia, comedia. El lugar donde se cruzaron estos tres caminos ante mí fue Giles, el niño-cabra: las aventuras de un joven engendrado por un ordenador gigante en una bibliotecaria desgraciada, pero dócil, y criado en los establos experimentales para cabras de una universidad universal, dividida ideológicamente en el Campus Este y el Campus Occidental. Al joven se le encarga una serie de tareas cuando se matricula y tiene que aceptar tanto su caprinidad como su humanidad (por no hablar de su maquinidad) y, en las entrañas mismas de la Universidad, trascender no sólo las categorías que representan ambos campus, sino también todas las demás; trascender incluso el lenguaje, y después regresar al campus a la luz del día, expulsar al falso Gran Maestro, que él entiende que es un aspecto de sí mismo, y hacer todo lo que esté en su mano para explicar lo inexplicable.”

Según podéis ver por la trama, muy anclada en la realidad que conocemos no parece lo que nos lleva al siguiente punto.

Alegoría: “Figura que consiste en hacer patentes en el discurso, por medio de varias metáforas consecutivas, un sentido recto y otro figurado, ambos completos, a fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente. “ Que nadie se engañe, todas las páginas son una sucesión de metáforas. Ello requiere un esfuerzo brutal ya que el texto no es evidente, entre otras cosas porque juega con diferentes  ejes temáticos para estas metáforas que es conveniente tener en la cabeza:

1º Guerra fría: la división en ideologías (Campus Occidental-Campus Oriental) está explotada al límite y rememora la situación vivida entre las dos grandes potencias de la época (Rusia-EEUU), esta vez en el marco de la universidad. Hay un juego continuo tremendo que juega con ideologías inventadas y que no deja de ser una parodia-sátira de la importancia que tienen todos los –ismos:

“Haciendo un esfuerzo considerable (porque él ya estaba fatigado de tanto recordar, y consideraba que su punto de vista ya había sido expuesto de un modo concluyente), logré sacarle la siguiente información: Entre los extravagantes planes del Proyecto Cum Laude en el mes anterior a su abandono estaba la preparación por parte del ORDACO, bajo la supervisión de Eierkopf y en el más alto secreto, de algo llamado “el GILES”. Todo cuanto Max pudo o quiso explicarme fue que la palabra era un acrónimo de Granmaestro Ideal del Laboratorio Eugenésico de Sujetos. Lo que significaba aquella frase (por lo que yo comprendía, bien podría estar formulada en el idioma de las ovejas), y si el intento de preparar dicho Giles resultó un éxito, y en tal caso cuál era su objetivo, fueron cosas de las que no me enteré hasta un tiempo más tarde. Pero comprendí, en cualquier caso, que había una relación incierta entre este misterio y mi postulación para el puesto de héroe.”

Novela de Campus: en efecto, el eje más evidente  nos lleva a la representación, de alguna manera del ambiente universitario que Barth conocía a la perfección y que devienen en novelas de formación, el camino que sigue nuestro entrañable niño-cabra está estructurado como un Bildungsroman típico que se irá centrando específicamente en un avance de dicha formación a través del sexo.

“Mi nombre es George; mis actos se han relatado en la Sala de la Torre y la crónica de mi infancia ha aparecido en el Journal of Experimental Psychology. Soy el que en esa época fue llamado Billy Bocksfuss, un apelativo cruel y poco apropiado. Y es que si realmente tuviera una pezuña hundida ahora no iría renqueando apoyado en un palo, ni necesitaría que me llevaran a caballito a clase cuando llueve. Sí, fue precisamente por falta de una pezuña por lo que a los catorce años fui pateado en vez de pateador; por lo que caí tullido sobre la hedionda turba y tuve que ver cómo un bruto carnero de Angora cubría a mi primer amor. Que dios se apiade de aquel macho que me expulsó de un mundo a otro, cuyos cuernos retorcidos inflamaron la imaginación de mi amada, que me sacó de los pastos y me puso a cojear por el camino que todavía recorro. Él coronó esta frente desnuda, oprobio de mi descendencia, con el oprobio de los hombres; dije adiós a mi caprina infancia carente de cuernos y partí, un estudiante humano y cornudo, con rumbo a las Puertas de la Graduación.”

Religión: el relato del niño-cabra guarda un paralelismo evidente con la vida de Jesucristo de una  manera ciertamente irreverente, equivaliendo la caprinidad a la divinidad y convirtiendo a Giles en un extrañísimo Mesías antiheroico; no hace falta mucho pensar para encontrar todas y cada una de las metáforas asociadas a la religión católica, como es el caso de este peculiar Padre Nuestro que se transforma en “Petición al Gran Maestro”:

“Fundador nuestro, que eres omnisciente,

graduado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu facultad.

Háganse tus deberes

así en el campus como en el otro lado de la puerta.

La palabra tuya de cada curso,

dánosla este curso.

Perdona que copiemos

como nosotros perdonamos a quienes nos copian.

No dejes que se nos pasen las fechas de entrega

más líbranos de cometer errores.

Apruébanos.”

Confusión-postmodernidad, parece mentira que después del apoteósico (y accesible) Plantador de tabaco del que hablé con profusión de detalles en este post  saltara a este juego postmodernista de alto calibre, con un avance hacia delante en la estrategia narrativa que convierte la lectura en un desafío de importancia, hasta para los más avezados lectores; es fascinante hasta dónde es capaz de llegar con la parodia, la sátira y los momentos de confusión se multiplican cuando parece que ya estás en la onda:

“-Me estás diciendo que me tendiste una trampa antes para que piense que no es cierto –dijo con prudencia-. Pero te salió el tiro por la culata.

-¿Eh?

-Yo sabía desde el principio que un aprobado y un suspenso no son opuestos -¿no te dije que Aprobar es Suspender?-, pero también sabía que tú sabías que intentaría tenderte una trampa que suspendieras . Entonces te dije que eran lo mismo para que tú creyeras que yo pensaba que eran diferentes y tú llegaras solo a esa conclusión. ¿Por qué crees, si no, que fingí que seguía tus consejos?

-Sé por qué los seguiste –le contesté y sonreí con la esperanza de confundirlo con inversiones de inversiones durante el tiempo suficiente para poder averiguar qué era lo correcto-. Lo que tú no sabes, cuando te dijo que “Suspender es aprobar”, es si quiero que creas que eso es cierto porque es falso o que eso es falso porque es cierto.”

Resulta que el autor era totalmente consciente de todo lo que os estoy comentando, tras el prólogo, creó una introducción en la que exponía las hipotéticas recepciones de cuatro críticos a esta obra y, anda, si también resume lo que podías encontrar en ella:

“Observemos la diferencia con el N.P.R: aquí el fornicio, el adulterio, incluso la violación, de hecho hasta el propio asesinato (por no hablar del autoengaño, la traición, la blasfemia, la prostitución, la hipocresía y los actos de crueldad deliberada), no sólo se representan para nuestro deleite ¡sino que por momentos se los aprueba e incluso se los recomienda! También desde un punto de vista estético (aunque este argumento palidece ante las cuestiones morales), la obra es inaceptable: la retórica es extrema, las ideas y la acción son por completo inverosímiles, la interpretación de la historia es superficial y claramente sesgada, la narración está llena de incoherencias y tiene un ritmo muy pobre, y es en ocasiones tediosa y, con más frecuencia, excesiva; y la forma, como el estilo, es poco ortodoxa, asimétrica, inconsistente. Los personajes, sobre todo el protagonista, no son realistas. ¡Nunca ha habido un niño-cabra! ¡Nunca lo habrá!”

Excesiva, extrema, inverosímil, inconsistente, poco ortodoxa, inaceptable, tediosa….  John Barth.

Un verdadero disfrute, lo mejor, acercarse sin prejuicios y… a disfrutar. Cada vez que la leas encontrarás algo diferente. Inabarcable. Subyugadora.

Los textos provienen de la traducción de Mariano Peyrou de Giles, el niño-cabra o el Nuevo Programa revisado de John Barth publicado en Sexto Piso.

2 thoughts on “Giles, el niño-cabra de John Barth. Esquizofrenia lectora

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