“La casa y el cerebro” de Edward Bulwer-Lytton

La casa y el cerebroTengo que reconocer que el subgénero de casas de fantasmas dentro de las historias de terror siempre me atrae, quizá el que más junto con los vampiros y los “slashers”. No son pocos los que lo han practicado y no son pocos los que lo harán en el futuro. También en el cine se ha hecho con mejor o peor suerte y el número de muestras es prácticamente tendente al infinito.

De ahí que cada vez que sale algún exponente del género no pierda ocasión en hacerme con él; siempre tengo en la mente a muchos autores, quizá Henry James es el primero que se me viene a la cabeza por su relato cargado de ambigüedad “Vuelta de tuerca” pero tampoco olvido a Shirley Jackson y su “La maldición de Hill House”, espléndida muestra psicológica y la aproximación científica de “La casa infernal” de Matheson. En el cine, últimamente siempre me viene a la mente el “Expediente Warren”, última y terrorífica actualización simplemente sorprendente.

El caso que nos ocupa hoy es el de “La casa y el cerebro” de Edward Bulwer-Lytton, publicada en 1857 con el nombre de “The Haunted and the Haunters” o “The House and the Brain” y que ahora nos trae Impedimenta en su excelente colección. Esta obra supone un antecedente ineludible en el género porque fue una de las primeras publicadas en este tipo de novelas y, desde luego, influenció inevitablemente a escritores posteriores.  El planteamiento en este tipo de historias es fundamental, tiene que ser lo suficientemente terrorífico y al mismo tiempo inconcreto para que nos entren ganas de saber lo que sucede a continuación, en el siguiente párrafo podemos comprobar que se cumple con creces esta premisa:

“-Disculpa; no deseo que se burlen de mí y me tachen de soñador supersticioso, ni tampoco podría solicitar que aceptes bajo mi testimonio lo que tú, sin la evidencia de tus propios sentidos tendrías por increíble. Déjame decirte solo una cosa: más que lo que vimos u oímos (respecto a eso supondrías con justicia que éramos víctimas de nuestra imaginación alterada o de la impostura de otros), lo que nos ahuyentó fue un terror indefinible que nos atenazaba a ambos al pasar junto a la puerta de cierta habitación vacía en la que ninguno de los dos vio ni oyó nada; y lo más asombroso y extraño es que, por primera vez en mi vida, estuve de acuerdo con mi esposa, pese a lo estúpida que sea, y admití tras la tercera noche que era imposible permanecer una cuarta en aquella casa.”

El protagonista de la historia, ese narrador en primera persona, se hace eco de una teoría que, probablemente, era la misma del proprio Bulwer-Lytton y que intenta dar sentido a lo sobrenatural indicando que, en realidad, está dentro de la naturaleza pero no ha sido comprobado aún:

“Ahora bien, mi teoría afirma que lo sobrenatural es un imposible; lo que se llama sobrenatural solo es algo, dentro de las leyes de la naturaleza, que hasta ahora hemos ignorado. Si un fantasma se alza delante de mí, no tengo razón al decir: Luego lo sobrenatural es posible, sino más bien; Luego la aparición de un fantasma está, en contra de la opinión recibida, dentro de las leyes de la naturaleza, es decir, no sobrenaturales.”

Con esta base puede permitirse entonces jugar con lo sensorial y resolverlo de la manera que él crea conveniente, le permite cualquier posibilidad; no ahorra en descripciones de lo más ominoso para mostrarnos una situación horrorosa dentro de la casa:

“A veces sentía que me tocaban, pero no ellas; me tocaban manos invisibles. Una vez sentí que unos dedos fríos y suaves me oprimían la garganta. Aún era consciente de que si me rendía al miedo me hallaría en peligro físico, así que concentré mis facultades en resistir con voluntad obstinada. Y alejé la mirada de la sombra, sobre todo por aquellos extraños ojos de serpiente… Ojos que eran claramente visibles. Pues ahí, y no en las otras cosas que me rodeaban, me daba cuenta de que había una voluntad; y una voluntad de una maldad intensa, creativa, activa, que muy bien podría aplastar a la mía.” 

Una vez resuelto el “enigma” viene un epílogo que explica con todo lujo de detalles lo que sucedió, ahí se mezclan mesmerismo (muy en boga en la época), vida más allá de la muerte, superstición, maldiciones… de una manera explosiva, es en ese epílogo donde se comprende el porqué de que a Lovecraft le gustara tanto esta historia y, además, la que la vuelve más redonda. Lástima que se lea en un suspiro, habría estado bien hacer una recopilación de historias del autor con esta como buque insignia para que no se pasara tan rápido. Aún así, es una historia de fantasmas estupenda de esas que nos gustan tanto a los apasionados del terror.

Los textos provienen de la traducción y prólogo a la edición de Arturo Agüero Herranz de “La casa y el cerebro” de Edward Bulwer-Lytton.

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