Las cosas han empeorado desde la última vez que hablamos

Lo bueno de dedicar mucho tiempo a leer es que puedes probar muchas propuestas, en mi caso particular, todavía me dan ganas de experimentar con las temáticas, estilos… y así sigo descubriendo, a mis 46 años, autores y autoras nuevas, todavía no se ha terminado mi curiosidad (y ojalá nunca se acabe) y es muy satisfactoria.

Esta semana ha tenido un balance lector diferente, recuperé el famoso Psicosis de Robert Bloch, uno de esos libros que es imposible imaginar sin tener presente la película de Alfred Hitchcock; vaya ojo tuvo el director realizando la película un año después de la publicación del libro (1960), condenándola, casi sin proponérselo, a una existencia únicamente fílmica. ¿Quién iba a querer leer el libro una vez vista la película? Sobre todo en un caso tan particular en el que la sorpresa final cambia la concepción de lo visto en pantalla, esto se acentúa aún más con el libro y a ello se le suma la perversa mirada de Anthony Perkins como la encarnación de Norman Bates. Es imposible imaginar a otra persona para hacer su papel a pesar de que Bloch describa a Bates como gordo y con gafas. Por si alguien aún no lo tiene claro, hay otro ejemplo de este estilo en el caso de El silencio de los corderos, en el que la versión audiovisual ha canibalizado (chiste involuntario) completamente la experiencia lectora, incluso aún más por las inolvidables presencias artísticas de Anthony Hopkins y Jodie Foster. Volviendo a la novela de Bloch, aún con estos hándicaps, es estupenda y está muy bien pensada en sus momentos más ambiguos.

Podría hablar de los libros del ilustrador Benjamin Lacombe (qué paleta de colores más atractiva despliega en su adaptación de La sirenita) pero me gustaría terminar hablando de Eric LaRocca y su espléndido volumen de cuentos de título subyugador  

Las cosas han empeorado desde la última vez que hablamos, editado con su habitual mimo por Dilatando Mentes, otra de esas editoriales junto a la Biblioteca de Carfax (o Dimensiones Ocultas) que dedican prácticamente todo su catálogo al terror. El libro en cuestión contiene una historia homónima que podría ser considerada una novella y otras dos historias cortas. Sin haberlo terminado aún, me quería centrar en la que da nombre al volumen, es una narración en la que el autor se centra en la necesidad de toda persona de tener alguien con quien cuadrar y los límites que se pueden traspasar para mantener esta compañía. La forma en que está estructurada (como una sucesión de chats y correos electrónicos) sirve también para alertar cómo puede influir la presencia de redes sociales en esta situación. No es un tropo nuevo, pero LaRocca lo actualiza y le dota de la suficiente perversidad para que resulte aún más desasosegante y, por qué no decirlo, bastante triste.

El amor y la representación

No creía yo que iba a hablar otra vez de ella pero sería muy injusto no mencionar (tras mi frialdad de la semana pasada) lo hermoso que me ha parecido el tercer capítulo de The last of us. Qué historia de amor más excepcionalmente llevada, desde el comienzo hasta el inevitable ocaso. Me emocionó profundamente y es de agradecer que los showrunners hayan sido capaces de mostrar algo así. Para mí, aunque sólo sea por este capítulo, ya habrá valido la pena. Y qué importante es la representación cuando encuentras una forma de hacerlo tan preciosa como es la relación entre Bill y Frank.

Probablemente, The Big Sky no sea la mejor serie del mundo ni va a aparecer en ningún top, ni se va a llevar ningún premio pero debo reconocer que me intriga mucho lo que David E. Kelley tiene pensado para sus protagonistas. Adoro a sus dos detectives Hoyt y Dewell y siento un placer extraño cuando escucho al resto de sus protagonistas hablando en ese acento arrastrado tejano. Lo bueno es que siempre hay tramas transversales que no dificultan la aparición de subtramas que se resuelven en uno o dos episodios y siempre puedes encontrar algo distinto. Siempre a favor de leer, ver y disfrutar en general de obras que no aspiran a ser obras maestras.

¡Que no se me olvide! He vuelto a ver un anime, hacía tiempo que no lo introducía en mis rutinas habituales y, aprovechando que lo están emitiendo en Disney +, he empezado Tokyo Revengers, los viajes en el tiempo siempre me atraen, en este caso la trama también a pesar de su tono especialmente violento. No puede faltar un anime en tu vida.

Mis conciertos

Para los que aún no lo sepan también dedico parte de mi tiempo libre a cantar, llevo cantando en coros desde que tenía diecisiete años (sí, todos esos años) y es una de las experiencias más satisfactorias de mi vida. En los últimos años pude entrar en el coro de la UPM de Madrid y me ha dado la oportunidad de cantar obras de gran magnitud (Pasión según San Mateo, Requiem de Brahms….) a pesar de ser un cantante aficionado. Estamos inmersos en la preparación del próximo concierto, un doble programa compuesto por dos obras contemporáneas (Sunrise Mass de Ola Gjeilo y Lux Aeterna de Morten Lauridsen). Es un repertorio muy diferente al clásico que suele requerir una afinación dificultosa y otras formas expresivas. Todavía nos estamos haciendo a las partituras y va a costar más que de costumbre pero, como siempre, qué sensacional es interpretar una obra musical.

Estoy especialmente convencido con la obra de Gjeilo porque, a pesar de jugar demasiado con el minimalismo (las repeticiones…) resulta lo suficientemente variada para no aburrir y, por momentos, incluso roza lo épico, lo emocional. Todavía hay que profundizar bastante en su interpretación pero tengo la sensación de que vamos por el buen camino.

No quiero extenderme más de lo necesario, la próxima semana sigo por aquí.

Cuidaos mucho y hasta la próxima carta

Un abrazo

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