Monstruo de ojos verdes de Joyce Carol Oates. Violencia de género para jóvenes

Monstruo de ojos verdesAprovechando la lectura de Sexy de la misma autora, ya comenté por aquí la faceta de la autora relacionada con la creación de libros para jóvenes; libros que aprovecha para contar temas controvertidos en clave más accesible a nivel de estilo pero con el suficiente fondo para que valgan la pena. El tratamiento que realiza la autora va encaminado a hacer conscientes a los jóvenes de actitudes que pueden ser difíciles de percibir y el modo de hacerlo es llevándolo a su terreno: aquí mismamente recurre a una historia policíaca.

La historia comienza con la típica historia familiar a la que añade elementos que auguran distintos desarrollos. La protagonista, Franky, afronta la posibilidad de que un chico la viole y del que consigue escapar afortunadamente; es parte de la evolución de su identidad, consciente del hecho, tan joven, de haber podido ser violada desarrollará una escisión de su identidad, una especie de reverso tenebroso que le servirá para afrontar todo lo que se encuentre y que sea peligroso para su vida:

“Pero ahora estoy A SALVO.

Soy una buena corredora. Me gusta correr casi tanto como nadar. Así que me voy corriendo hacia casa junto a la carretera de la costa, evitando los coches, con el pelo al aire y dándome contra la espalda. Supongo que para los que pasan en coche tengo aspecto de loca. Pero me siento muy bien. No es lo que podría esperarse; ni siquiera pienso: Oh, Dios, casi me violan. Al contrario, pienso en lo contenta que estoy. Mi madre decía que ella había sido más afortunada que lista cuando tenía mi edad. Creo que yo he sido afortunada y también lista. He luchado contra el atacante y no ha podido conmigo. Le he dado con la rodilla en la ingle, le he dado patadas y le he mordido. Me he escapado. Ni siquiera he tenido tiempo de tener miedo. Era un abusón y un miedica y me imagino que ahora estará preocupado por si les cuento a mis padres lo que ha sucedido y se ve metido en un buen lío.” 

Ese reverso es su personalidad como Monstruo de ojos verdes y se trata de un mecanismo de defensa que utilizará de forma alienante, evadiéndose de hechos a los que no encuentre explicación. Es importante la aparición de este elemento de la identidad ya que, al mismo tiempo que actúa como escudo, inconscientemente irá enmascarando acciones que van sucediendo y que afectan a la relación con sus padres: 

“Bueno, no lo iba a contar. Era suficiente con haber escapado.

Él me había llamado “MONSTRUO DE OJOS VERDES.”

El MONSTRUO DE OJOS VERDES me salvó la vida.”

De hecho, aunque sea capaz de ver el cambio en la personalidad de su madre, cambio que se expresa igualmente en la apariencia y en la forma de actuar, deliberadamente optará por omitirlos, como si una especie de filtro operase en su cerebro:

“Mamá empezó a usar pañuelos. Hermosos pañuelos de seda de colores vivos, chales, blusas de manga larga y jerséis. A veces las mangas eran demasiado largas y le ocultaban por completo las muñecas.

¿Qué ocultaba? ¿Cardenales en las muñecas, en el cuello, en la parte superior de los brazos? ¿Violentas marcas rojas hechas por los dedos fuertes de un hombre?

No podía preguntar. Las palabras se me amontonaban en la garganta pero de allí no pasaban. En presencia de mamá empecé a estar muy callada. Y ella estaba más callada conmigo.”

En este orden de cosas, la toxicidad del ambiente no le ayuda a superar estas reticencias, preguntará a su hermano por lo que está sucediendo y el no contestará (más adelante nos enteraremos de que el hermano es hermanastro y está profundamente influenciado por la fuerte personalidad del padre):

“Pasaba gran parte de las noches en vela, así que, ya muy tarde, solía mandar mensajes de correo electrónico en mi cabeza. A veces, un poco desesperada, me levantaba, revisaba mi correo (casi nunca tenía mensajes; los releía continuamente de forma compulsiva y respondía enseguida) y envidaba alguno. Muchas veces a Todd; me daría vergüenza echar la cuenta de cuántos le envié. 

Hola, Todd…

No sé de ti desde hace algún tiempo. Espero que las cosas te vayan bien por ahí.

Me preguntaba si sabes lo que pasa entre papá y mamá estos días (supongo que si papá se lo cuenta a alguien será a ti).

Franky.”

Oates refleja a la perfección cómo los hechos van afectando a los hijos (especialmente a las hijas y particularmente a Franky) y cómo sus reacciones están cargadas de absolutismos, no hay grises cuando eres joven, o es blanco o es negro, a veces es casi imposible elegir entre una y otra cosa porque están muy cerca; tal es el caso cuando tiene que elegir entre padre y madre, no hay un término medio que lo aúne:

“-¿Lo ha dicho? ¿Papá?

-Y no hemos hablado de divorciarnos, cariño. Si Samantha habla sobre eso alguna vez, Franky, por favor, dile que tu padre y yo no hemos hablado de divorciarnos, ni ahora ni nunca.

Su forma de decir estas palabras, “ni ahora ni nunca”, fue extraña, como si no fueran suyas sino de alguien más.

Mamá se dio la vuelta, frotándose los ojos, y salió de mi habitación. Quería pedirle que volviera, quería abrazarla y sentir sus brazos alrededor de mí. Pero a la vez quería que se fuera; no soportaba seguir viendo esa sonrisa o el cardenal amoratado que le asomaba un poco bajo la mandíbula.”

Esto se demuestra especialmente ante las acusaciones del padre de infidelidad de la madre; la potente figura heteropatriarcal manipula poco a poco con su personalidad dominante la percepción que pudieran tener las hijas, hasta el punto de incitar un odio manifiesto hacia la madre, culpabilizada de los problemas de la pareja:

“Enamorada de otro hombre. Nunca podremos perdonarla.

¿Me creía estas palabras? No lo sé. ¿Creía que había un hombre en la vida de mamá? No lo sé. ¿Me lo creía cuando me parecía saber que no, que no había un hombre, no podía haber un hombre, puesto que mamá se había ido a Skagit Harbor para ser libre? Sin embargo, si papá decía que había un hombre, entonces tenía que haber un hombre.

Y nunca la perdonaríamos.”

La forma de conseguir esta manipulación es una mezcla de violencia (de la que a veces ni es consciente) y un chantaje emocional que le sirve como desencadenante de una situación final insostenible; al final la madre acaba desapareciendo y todo se articula como una investigación policíaca:

“Ha conocido a alguien más con quien se quiere casar. Todo este numerito que ha montado es por dinero. Chantaje. Ha estado exigiendo millones de dólares por el divorcio, además de pagos mensuales y pagos por manutención de las hijas, y yo me he negado, porque no quiero que destruya nuestra familia. Me importa un comino el dinero. Solo me importáis tú, Samantha y Todd. Yo no creo en el divorcio. Me he resistido a sus exigencias, y esto es lo que nos hace, no solo a mí, sino a todos nosotros.. Tú me crees, cielo, ¿verdad?

Vi brillar la verdad en los ojos de papá, y la verdad era el amor y la verdad me protegería.”

Solo la aparición de unos terceros, los investigadores y otros familiares conseguirá sacar de su burbuja a la protagonista que empezará a ser consciente de lo que de verdad estaba sucediendo, el maltrato al que le sometía su padre:

“Sí. Creo que los llegué a oír, a veces.

Nunca delante de nosotras. Normalmente en dormitorio, con la puerta cerrada.

Mi padre se enfada con facilidad. Yo antes pensaba que mi madre le provocaba, pero esa es una forma equivocada de pensar, culpar a mi madre por ser maltratada.

Llevaba pañuelos al cuello, mangas largas para tapar las marcas. Pero yo sabía de qué se traba.

Porque yo tenía miedo, creo. Era más fácil odiarla.”

Maltrato que se replicaba igualmente con las dos hijas; la escritora norteamericana consigue mostrarnos las dudas de un joven ante una situación de este tipo y, al acabar como acaba la investigación policíaca, nos alerta (especialmente al joven lector/a) de las consecuencias que pueden desencadenarse por no actuar a tiempo:

“¡No! Estoy bien, no estoy llorando. Quiero que sigamos.

Sí, es verdad. A veces, Era “disciplina”.

No recuerdo muy bien. Lo tengo un poco borrado, como una pesadilla o algo que has visto en la tele hace mucho tiempo y se te mezcla con la vida real.

Azotes, bofetadas, puñetazos, sacudidas fuertes. Papá me agarraba por los hombros y me sacudía, me sacudía como si quisiera romperme el cuello.”

Un libro ciertamente fantástico para utilizarlo en las aulas; además la editorial ha incluido una guía final muy educativa relacionada con las formas de actuar ante un caso de violencia de género que resulta muy ilustrativa. Espléndida muestra del buen hacer de una escritora comprometida.

Los textos provienen de la traducción de Mª Dolores Crispín de Monstruo de ojos verdes de Joyce Carol Oates para la editorial SM

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