Resumen Monográfico Estival. Refrescante relax (2ª parte)

BrokenMonstersSi el otro día os ponía lo leído en julio; ahora os traigo las lecturas del monográfico en agosto donde, nuevamente, he tenido la suerte de encontrar verdaderas joyas del género policíaco; allá van: 

La maldición de los Dain de Dashiell Hammett, una posible maldición es el hilo conductor de una novela que es ciertamente curiosa en su concepción (tres partes diferenciadas en tres escenarios distintos y delirantes de gran encanto pulp) que demuestran, una vez más, la capacidad del genio  para crear tramas enrevesadas y dar posibles soluciones distintas en cada uno de las partes. Lees a Hammett, lees a algunos autores contemporáneos y se te cae el alma a los pies… 

La muerte no es un juego de niños de Alan Bradley, el segundo libro de la serie de Flavia acusa inicialmente la repetición de ciertos gags, situaciones, e incluso frases; sin embargo, para mi estupefacción, la cosa no hace más que mejorar para construir una trama excelente de nuevo, más que recomendable nuevamente.

Cien dólares baby de Robert B. Parker, no deja de ser curioso que, teniendo dos libros sin leer de Parker, encontrara este otro entre mis libros; mucho más avanzado en la serie de Spenser que los que ha publicado RBA, nos muestra un detective mucho más maduro, con una relación seria y estable y con un compañero de fatigas (Hawk) que le complementa a la perfección; la historia, centrada en la prostitución y con discusiones de género de fondo tiene un final amargo (e inevitable); es un hardboiled gamberro y agridulce. 

Maximillien Heller de Henry Cauvain, exquisita edición (nuevamente) de dÉpoca que nos trae en este caso al personaje que, muy probablemente, sirvió para que Conan Doyle diseñara su Sherlock Holmes; las similitudes son evidentes y no es descartable que el inglés visitara Francia en esa época; independientemente de esta anécdota, sí es cierto que nos encontramos ante una buena novela de detectives, bien terminada aunque le sobra un epílogo edulcorado y redundante que nunca necesitó Doyle para explicar lo que hacía su personaje. 

Testigo de la noche de Kishwar Desai, la ópera prima de Desai se puede leer desde dos perspectivas distintas o simplemente unirlas para disfrutar en su conjunto; por un lado hay una investigación de un crimen, por el otro la representación de una sociedad que relega el papel de la mujer a una mera comparsa, un instrumento del hombre, el ejemplo de una sociedad patriarcal y de la lucha de las mujeres por rebelarse contra esta situación injusta; da lo mismo, porque funciona muy bien en su conjunto, aunque al final, poco importa la investigación debido a la gravedad de lo que se cuenta. 

AF algunas heridas techo+grande.inddAlgunas heridas nunca se curan de Nele Neuhaus, inexplicable que haya tardado tanto en leer esta grandiosa novela. Neuhaus me convence porque es capaz de crear subtramas a mansalva, unir un montón de personajes y ensamblarlos al final para crear una novela policíaca excelente; ya comprendo por qué la gente no la lee (favoreciendo “cosas” como La chica del tren), su complejidad a la hora de plantear la trama no es apta para aquellos que quieren leer una novela sin esfuerzo, desafía al lector, cosa que otros ni se plantean para conseguir una novela que se lea rápido; una pena, es un esfuerzo que vale muchísimo la pena. Se confirma que es una de las mejores escritoras de novela negra actualmente. 

Asesino bajo la lluvia y otros relatos de Raymond Chandler, muy buena recopilación de relatos (dos de ellos del gran Marlowe) que vuelven a demostrar que el maestro lo era por algo, hasta en las distancias cortas: un orfebre capaz de hacer verdadera poesía del relato policíaco. 

Quien siembra vientos recoge tempestades de Nele Neuhaus, tengo que reconocer que no me atraía para nada la elección del escenario en esta ocasión por parte de la escritora alemana y esa sensación perduraba durante la primera parte de la novela; afortunadamente Neuhaus lo lleva a su terreno y subdivide la trama principal en otra secundaria que cobra importancia según avanza la lectura ofreciendo uno de esos narradores poco fiables que no sueles olvidar con facilidad. 

Broken Monsters de Lauren Beukes, la autora sudafricana sabe conjugar a la perfección los géneros, sin dejar el relato policíaco, le añade los elementos de cultura pop necesarios y lo salpica con reflexiones de género que ahondan sobre el papel de la mujer en la sociedad patriarcal. En este caso, su última novela no podía ser menos, un asesino en serie con características imaginativas y un análisis del impacto en la sociedad de internet y las redes sociales. Como de costumbre se lee con placer, se disfruta y se vuelve a esperar con ganas el siguiente libro de la autora.

GokumontoLa hermana pequeña de Raymond Chandler, acabo de comprobar que esta es la última novela que me quedaba del autor (ya solo me quedan los cuentos y algunas cartas y ensayos). Colosal. Este Chandler está en plena madurez creadora, después de este haría El largo adiós y demuestra su manejo del género en un libro excepcional donde conjuga una gran trama que no se resuelve hasta el último momento en todas sus consecuencias con un estilo maravilloso, humor negro y reflejo de la sociedad de la época. Cuando acabe sus cuentos habrá que empezar las relecturas. Nunca se acaba con el autor americano.

Gokumon-to: La isla de las puertas del infierno de Seishi Yokomizo, dos libros de la editorial Quaterni este verano y dos exitazos; si en julio hablé sobre las maravillosas aventuras de Byomkesh Bakshi ahora traigo una novela de misterio, un whodunnit ambientado en esa época maravillosa de principios de siglo XX pero con un escenario exótico, una isla, Gokumon-To, la isla de las puertas del infierno donde tiene lugar una trama policial de alto voltaje con un detective, Kindaichi Kosuke, que es capaz de juntar en su cerebro todas las piezas de un puzzle desenfrenado (por el elevado headcount en tan pocas páginas) y peligrosamente poético. La resolución, original, está a la altura de las expectativas y la ambientación geográfica-histórica de la isla justo al acabar la segunda guerra mundial es excelente. Un triunfo.

La dichosa importancia de la belleza de Amanda Filipacchi, dentro de su colección “El cuarto de las maravillas”, la editorial Turner tiene de todo; esta comedia surrealista con toques de novela policíaca es un logro ciertamente interesante; plantea una situación curiosa y se aprovecha de una caracterización estrambótica (y muy divertida) de todos los personajes, ese grupo de genios con habilidades a cuál más original. Lo policíaco-negro se desencadena con la posibilidad de que se produzca un asesinato tras haberse producido otro, las pistas llegan desde ultratumba, cartas de uno de los miembros que se suicida; a pesar de lo extraño que pueda parecer, la mezcla final embriaga y divierte. Por si fuera poco, de fondo, se trata de un canto a las bellezas ocultas, a mirar más allá de la superficialidad de lo visible. 

En el cielo no hay cerveza de Carlos Salem, Salem es una garantía saludable de buen humor, más presente aquí en la historia de un asesino en serie de presentadores de Tele-basura, muy reconocibles ya que sus nombres se basan en las variaciones de nombres conocidos sobradamente (Jaime Cantimpalo, Padre Rapeles…); la novedad en este caso es, además,  que el argentino pone como máximo sospechoso a Diosito, hijo de Dios, y adereza el relato con innumerables referencias al nuevo testamento creando una irreverente vida alternativa de Jesucristo (muy a lo Monty Python y La vida de Brian); es indudable que el autor es muy creativo y consigue momentos hilarantes además de crear una buena trama con (un) buen giro final para dejarlo todo atado. Siempre recomendable. 

ladichosaimportanciadelabellezaLa sombra del asesino: Los mejores relatos de crimen y misterio aparecidos en Valdemar de varios autores,; Valdemar nos tiene ya acostumbrados a estas antologías de relatos que ejecutan gracias a su buen gusto y a un catálogo ciertamente amplio; en esta ocasión, crimen y misterio parecen ser las palabras que sirven de nexo de unión para realizar esta; siendo tan genéricas, ciertamente, la mezcla resultante es heterogénea e irregular pero siempre interesante y de muy buen nivel en general: Conan Doyle, Dickens, Collins, Chesterton, Saki, Twain, etc. son toda una garantía de calidad. Además,  la editorial ha hecho el esfuerzo de intentar agrupar temáticamente todos los relatos propuestos, lo cual siempre es de agradecer. No voy a valorar uno a uno, no es mi objetivo. Muy recomendable selección.

Tres noches de Austin Wright, thriller muy interesante y por lo que veo bastante olvidado, entraría perfectamente en la línea de Salamandra Black (fijaos en Observada de Renee Knight); la premisa de partida promete un enigmático juego doble; por un lado tenemos a la protagonista que recibe la novela de su exmarido, quiere su opinión crítica; para ello escoge tres noches seguidas para leerla; por el otro lado la propia novela, un historia muy negra que narra las desgracias de una familia y lo que se desencadenará a través de ellas; al mismo tiempo que asistimos a dicha narración se producen unos interludios en los que la protagonista, en un ejercicio evocador, recuerda su pasado y cómo ha llegado a ese momento de su vida. El final no es previsible, aunque esperas que ambas líneas confluyan, la forma en que Wright lo ejecuta juega a un nivel más espiritual. Muy recomendable.

La educación de un ladrón de Edward Bunker, en no mucho tiempo colgaré reseña sobre este excepcional libro.

Las nuevas aventuras de Hanshichi de Okamoto Kido, si hablé hace poco del homólogo de Sherlock Holmes en la India, ahora vuelvo con las aventuras del homólogo japonés; segundo volumen de las aventuras que nos trae Quaterni y se demuestra la capacidad narrativa de Okamoto Kido que no solo crea al detective sino que aprovecha para mostrarnos los rasgos típicos de la cultura japonesa además de sus costumbres a la hora de plantear los casos y resolverlos. De hecho, esta idiosincrasia, que tan bien explica, sirve como elemento que utiliza Hanshichi indispensablemente a la hora de solucionarlos. La mezcla funciona muy bien, ya que se integra a la perfección.

Y se acabaron los resúmenes, a partir de ahora inauguramos el “curso escolar” del blog; nos seguiremos viendo este mes por aquí. Otro día os traigo las lecturas programadas en un post individual.

¡Buenas lecturas!

Resumen Monográfico Estival. Refrescante relax (1ª parte)

PrintMe encanta el verano, y este año había llegado muy cansado, este parón de todo me viene realmente bien para poner las cosas en perspectiva y, cómo no; si me permitís la manida frase “cargar las pilas” de cara al contenido del blog; septiembre  es una época excelente para la famosa “rentrée” literaria con el horizonte del nobel en octubre; el estío (me encanta esta palabra) me ha servido para leer un montón de libros, además, los he dedicado a un tema concreto: lo policíaco-detectivesco. El resultado ha sido un fabuloso monográfico donde tienen cabida muchas obras de diferentes facturas, nacionalidades y temáticas dentro del género; al ser tantas lecturas lo he dividido en dos posts donde haré pequeñas cápsulas de cada uno de ellos. No me entretengo más, aquí tenéis las lecturas de julio:

Agencia Lockwood: El Espejo perdido de Jonathan Stroud, entró de casualidad en el monográfico, la temática no es exactamente policíaca, tiraría más hacia el terror en una aproximación juvenil; de todos modos, la parte de investigación está presente en la mayoría del relato, o sea que “aceptamos barco”; segundo tomo de Stroud que continua las andanzas de Lockwood y su pequeña agencia en la lucha en un mundo marcado por la presencia habitual de fantasmas, maldiciones y aparecidos de todo tipo. Nuevamente demuestra su buen hacer con una narración marcada por las aventuras de los protagonistas con pinceladas de terror y una evolución cada vez mayor. Buena muestra de literatura juvenil de género bien realizada y acabada.

Velvet, vol.2: The secrets lies of dead men de Ed Brubaker y Steve Epting, después del buen sabor de boca del primer volumen, este segundo arco temático iba a caer seguro; nuevamente Brubaker demuestra lo bien que hace este tipo de historias; sabor noir, espías, misterios, un personaje femenino protagonista fascinante y la narrativa de Epting vuelven a ofrecer un cómic fabuloso y que sigue dejándonos en un cliffhanger sin aliento para seguir leyendo sus historias. Muy bien la verdad.

El misterio de la Casa de los Trueques de Alberto Mussa, curiosa y atípica propuesta de novela policíaca del brasileño. La investigación policial es casi una excusa que le sirve al autor para presentarnos hechos colaterales, periféricos a ella. Especialmente relacionados con la historia de Brasil o con la propia actualidad de la ciudad de Río de Janeiro. A veces se convierte en un relato erótico, otras veces en un relato histórico, la mayoría de las veces en un relato policiaco. El resultado final no deja de ser interesante a pesar de que tanta digresión diluya un poco la buena trama policíaca. De todos modos, algo distinto y muy disfrutable.

Cine-Bis nº1 (Octubre 2013) de Javier G. Romero y otros, el inquieto creador de Quatermass, Javier G. Romero, lanzó este nuevo fancine en 2013 que busca realizar un pequeño análisis de todo lo relacionado con el Cine de género consiguiendo resultados inesperados por su calidad; normalmente se caracteriza por tener una serie de secciones que se repiten: monográficos sobre algún tema en particular (en este número sobre la Blaxploitation o sobre el cine fantástico filipino), análisis de películas concretas, entrevistas a artífices del género (directores o protagonistas), e incluso entrevistas a otros creadores de fancines. Este número, concretamente, solo por el artículo de Blaxploitation o por el análisis de la trayectoria del director Alain Corneau ya valía la pena.

Elegías de Duino  de Reiner Maria Rilke, cierto, este no entraba en el monográfico… es una sorpresa muy interesante. Una lectura ineludible. Más información en el enlace.

Cine-Bis nº2 (Junio 2014) de Javier G. Romero y otros, si el anterior número era bueno, este es fantástico, especialmente afortunado es el artículo que inaugura el Western crespuscular y finaliza el de Blaxploitation centrado en otros géneros (terror, thriller, erótico…) además de hablar de las mujeres protagonistas del fenómeno como la increíble Pam Grier. Si añades exponentes tan psicotrónicos como el estudio de la trilogía de Ilsa o el cine de educación sexual no puedo uno más que estar feliz y muy feliz con su lectura.

MemoriasAsesinoCine-Bis nº3 (Noviembre 2014) de Javier G. Romero y otros, ¿en qué otro sitio podríamos encontrar un monográfico sobre el thriller coreano? ¿Y otro sobre la serie de Emanuele Negra? ¿Y una entrevista detallada con el grandísimo Eli Wallach (sí, “El Feo”)? Tres razones de peso para volver a rendirse incondicionalmente ante la calidad de los contenidos de Romero y su equipo de colaboradores. La lástima es que, a estas alturas, solo me quedaba uno pendiente.

Cine-Bis nº4 (Abril 2015) de Javier G. Romero y otros, el último número hasta la fecha del fancine de Javier G. Romero vuelve a dejarnos con una buena tanda de artículos y entrevistas muy disfrutables. Especialmente curioso me ha parecido el monográfico sobre el cine musical ruso y la entrevista (fantástica y muy profunda) de Carlos Aguilar a Howard Vernon, además tenía la segunda parte sobre el thriller surcoreano que me ha resultado particularmente interesante. Habrá que esperar nuevas entregas pero sigue siendo una gran propuesta y de muy buenos contenidos. Un triunfo.

The Golden Age of murder de Martin Edwards, para los verdaderos amantes de las novelas de detectives, del género en particular, esta obra es imprescindible, un festín en palabras mayúsculas; hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un libro; un ensayo magnífico que recoge la gestación y evolución del Detection Club, una de las ideas más fascinantes que se hayan llevado a cabo nunca. Conocer a sus miembros: Christie, Sayers, Chesterton, Berkeley… sus motivaciones, sus libros, sus juegos… En fin, una verdadera delicia. Un must-have que adquiriré en no mucho espacio de tiempo y que funciona, además, como generador de lecturas próximas. Tengo muchos libros pendientes de maestros del club que van a aparecer en las próximas fechas. Está clarísimo.

Vidas díficiles de James Sallis, ensayo espléndido, muy contenido pero bastante clarividente en cuanto al reflejo de las vidas biográfico-literarias de tres genios de la novela policiaca en su vena más hadrdboiled. Consigue, a pesar de su limitada extensión, entrar a gran profundidad en el estilo y los temas de Jim Thompson, Cherter Himes y David Goodis. Un excelente ejemplo de cómo un libro pequeño puede ser una maravilla 

Tarántula de Thierry Jonquet, no vi la película de Almodóvar, pero sí he leído esta joya perversa donde las casualidades se convierten en un leitmotif en sí mismas. Hay que reconocer que la mente maquiavélica del francés crea una de esas tramas donde todo es posible y el grado de enrevesamiento, a pesar de todo, resulta muy refrescante para el verano. No apto para estómagos sensibles…

Detectives imparables de Rob Lloyd Jones, tras la primera novela centrada en la presentación de los personajes y ambientación, todo estaba establecido para esta segunda novela donde el autor dedica el tiempo necesario al desarrollo de la trama; funciona a la perfección en casi cualquier aspecto, centrándose sobre todo en las cualidades detectivescas de Wild Boy y sin olvidar la evolución de los mismos. Una propuesta muy inteligente y disfrutable desde la óptica del público juvenil y desde el más adulto.

Cubierta_PymMemorias de un Asesino: Israel Rank de Roy Horniman, este libro no aparecerá en los “blogs especializados” de novela negra y policíaca, ni aparecerá en ninguno de los múltiples festivales de novela negra… pero cualquier buen lector no debería perdérselo por: una premisa inmejorable, un desarrollo colosal, fina ironía y un final cargado de mala leche. Debe aparecer en mi selección del año. 

La banda de los musulmanes de Chester Himes, me acordé, según lo estaba leyendo, de que tengo todos los libros de Ataúd y Sepulturero en casa y me faltan varios por leer. Habrá que solucionarlo, como de costumbre, literatura negra negra de mucha calidad. 

Era una broma de Gabriel Josipovici, bromita para nada insustancial del escritor británico (a pesar de ese nombre) que se lee a medio camino entre el policial y la comedia de enredo; una propuesta ciertamente diferente que se sale del habitual policíaco y que constituye una gran diversión. Bien por Rayo verde. 

La señorita Pym dispone de Josephine Tey, qué absurdo me suele parecer el esfuerzo de algunas editoriales con elogiar los autores que publican poniendo a parir los que sacan otras de similares características; aquí Hoja de Lata viene a decir que todo el Detection club era muy convencional en cuanto a tramas (sigh) y claro, Tey era la más original con respecto a todo el club; lo cual demuestra un desconocimiento importante por su parte que se solucionaría con leer un poco de la obra de Berkeley, Sayers, Bentley, Crispin y compañía; además, Tey habría pertenecido al club si hubiera conocido a las personas adecuadas, la inclusión en el club no excluía a ningún autor en este sentido, su simple problema fue no vivir más cerca de la capital (eso especula Edwards en el ensayo del que hable anteriormente); de todos modos, esto no debe ensombrecer que nos hayan traído esta magnífica obra, un policíaco diferente que en sus primeras dos terceras partes tiene un desarrollo no demasiado alejado de las novelas costumbristas británicas (en este caso en un internado femenino) y le sirve como marco al crimen que se produce en la parte final; con una entrometida maravillosa (la señorita Pym) y uno de esos finales que no se suelen olvidar por el vuelco que suponen. Una verdadera delicia. 

El buitre de Gil Scott-Heron, me sorprende muy negativamente la poca repercusión que está teniendo esta fantástica novela negra; hardboiled desde el punto de vista de varios narradores que, a modo de plano secuencia, van conformando una trama compleja que no se resuelve hasta la última página; por si fuera poco el autor consiguió dotar a cada uno de ellos de un estilo propio construyendo voces muy distintas de gran viveza. Es un prodigio de estilo y trama. Uno de los libros del año. 

Esta oficina me mata de Viola Veloce, otra entrometida muy divertida, con toques de humor a la italiana (o española) y un entorno diferente, un crimen en la oficina con una investigadora poco usual. Lástima la abundancia de lugares comunes pero es un toque refrescante y veraniego. 

¿Qué tal el dolor? de Pascual Garnier, se disfruta y se agradece su comienzo por el final… el problema quizá es que el desarrollo queda debajo de las expectativas creadas; de todos modos, buena lectura. 

Cubierta_ElbuitreLa chica del tren de Paula Hawkins,  uno nunca sabe cómo una obra tan mal escrita y previsible se convierte en best seller; olvidable, lástima de día que gasté en leerla. Nota mental: No salirse del camino establecido. 

Los tres de Sarah Lotz, extraña publicación ubicada por RBA en su serie negra cuando, sin lugar a dudas, es un thriller con elementos terroríficos, pero claro, ahí está Jack Reacher; signos inequívocos de la defenestración total de la mejor colección de novela negra de los últimos años; eso sí, la novela de Lotz, narrada como una acumulación de documentos parte de una premisa muy interesante para aderezarlo con elementos terroríficos que, sobre todo, juegan con la potencialidad, más que con lo que ocurre realmente; es en esta posibilidad en lo que radica su forma de despertar el miedo más que en lo explícito. Una propuesta realmente buena. 

El veneno de la tarántula: Los misterios de Byomkesh Bakshi de Sharadindu Bandyopadhyay, magnífica colección de relatos del homólogo indio de Sherlock Holmes; el peculiar (y más divertido) Byomkesh Bakshi es una de las mejores opciones posibles derivadas de los relatos de Conan Doyle, ya que Bandyopadhyay no se limita a introducirlo en un contexto sino que añade gran personalidad a los protagonistas y no se olvida de construir buenas tramas. Creo que Quaterni tiene pensado una segunda recopilación y se va a convertir en un MUST. 

Flavia de los extraños talentos de Alan Bradley, saldado, esa fue la forma de encontrar este libro fabuloso, con una entrometida de once años, Flavia, simplemente deliciosa, divertida e inteligente; con una trama bien hilada y que, para ser una primera novela de la serie, consiguió presentar los personajes sin descuidar el misterio. Una gran posibilidad para los aficionados a las buenas novelas de detectives y con una chispa de buen humor.

Espero que os hayan gustado, en breve el resto de lecturas, con todo lo de agosto.

¡Buenas lecturas!

Los atracadores de Tomás Salvador. Novela negra en plena dictadura

AtracadoresSe está produciendo una deslocalización evidente en cuanto a la publicación de novela policiaca, negra, de detectives, etc… Se puede comprobar por la falta de una colección central, en alguna editorial, que saque todos los meses una buena remesa de novelas de género; Serie Negra de RBA lo estaba haciendo hasta hace poco, pero ahora mismo, como mucho, saca dos al mes y es ciertamente insuficiente, ya que el equilibrio necesario entre clásico-consagrados y novedades es imposible sacando tan poca cosa. Que no exista un referente ha ocasionado que cada editorial saque un sello negro alternativo, tal es el caso de varias como Salamandra, Navona, Alfaguara, Anagrama, Siruela, RHM… que, en la mayoría de los casos, utilizan autores que ya tenían y le unen otros para completarlo un poco. Esta descentralización tiene cosas buenas y cosas malas: las buenas tienen que ver con una cierta variedad en novedades, cada editorial busca autores fetiche que les ayuden en las ventas y están explorando mercado, están saliendo autores que no se han leído por aquí con frecuencia con resultados de éxito desiguales; las malas, como ya he comentado varias veces, tienen que ver nuevamente con la ausencia de clásicos y la prácticamente inexistente presencia de novedades detectivescas más allá de lo ya conocido.

Hoy traigo un caso afortunado, la recuperación de novela española realizada en medio de la dictadura franquista: tal es el caso de Los atracadores de Tomás Salvador gracias a la labor de Salto de Página. El prólogo de Javier Sánchez Zapatero introduce de manera admirable el contexto de la obra y el autor:

“Relegada hoy a mera nota a pie de página de las historias de la literatura, la de Tomás Salvador Espeso (1921-1984) es una de las más singulares e interesantes trayectorias de la narrativa española del siglo XX. Autor de una extensa producción que incluye alrededor de cuarenta novelas, una decena de compilaciones de cuentos y varios ensayos, disfrutó de cierta popularidad durante las décadas de 1950 y 1960.”

Y lo emparenta con la tradición ya conocida con la dicotomía policía-escritor, una tradición que venía del siglo XIX, la figura de Vidoq se convirtió en proto-policía-escritor:

“Al regresar a España, aprovechando los beneficios que se le concedían a los divisionarios, ingresó en el Cuerpo General de Seguridad y fue destinado a Barcelona como inspector de la Brigada Político-Social, la policía secreta encargada de reprimir cualquier tipo de disidencia durante el régimen franquista. Su condición de “policía-escritor” lo vincula con la tradición instaurada a mediados del siglo XIX por Eugène-Francois Vidocq –quien escribió sus memorias después de abandonar su pasado delictivo para convertirse en el primer director del departamento de “Seguridad Nacional” francés- y que, en el caso español, tuvo como representantes fundacionales a Luis Fernández-Vior y Tomás Gil Llamas.”

Subraya en dicho prólogo las virtudes del autor (y de la novela) sacando a colación el retrato psicológico que realiza con admirable precisión Tomás Salvador; no duda en comentar su punto débil, la necesidad de presentar a la policía en toda su rectitud estatal:

“Los atracadores destaca por la forma en la que aborda una temática no especialmente transitada en la literatura española de mediados del siglo XX. La capacidad para penetrar en la psique de los criminales, reflejar de forma realista los ambientes del hampa de la época y transmitir una interpretación social del delito –alejada, eso sí, de cualquier atisbo crítico y filtrada por un obvio mensaje moralizante que concordaba con la ideología oficial- sitúan a la novela, junto a títulos de Mario Lacruz y Francisco García Pavón, en el reducido grupo de obras que durante el régimen franquista comenzó a sentar las bases de la tradición de género policiaco en la literatura española.”

La novela se estructura en tres libros y un epílogo que describen a la perfección el esquema ya habitual en el caso de los criminales: inicios-ascensión-caída. En esta ocasión Salvador utiliza tres libros con títulos muy sugerentes y que conectan con el esquema: Libro de la inquietud, libro de la violencia y libro de la muerte y un epílogo policial.  No hace falta que explique los paralelismos evidentes. No se queda ahí, en cada uno de los tres libros se divide en tres grupos de narraciones (1,2 y 3) según el atracador que esté describiéndola desde su primera persona. No resulta previsible esta asociación ya que elige en cada uno de los libros un orden distinto de narradores acorde a la evolución de la novela.

Si estructuralmente no se rige por lo habitual, su adecuación estilística es todavía más dispar, destacando su eclecticismo, dado que la adapta al protagonista que esté narrando en ese momento, se atreve hasta a hacer un monólogo interior “joyceano” donde se salta toda regla de puntuación y así reflejar la confusión mental de uno de los protagonistas:

“Había dejado que las manos fueran colgando ta ca ta corre las manos así colgando y los hombros por allí y los hombros por allá Ramón que eres un bailón y ya está oh la zorra que te llama chico es muy vieja déjala que llame salta por el agua otra vieja cuidado vieja casi tropiezas Ramón tenía los ojos cerrados zas y ya está ni siquiera se ha dado cuenta nadie se daba cuenta iba corriendo y no se daban cuenta ni miraban y podía llevar una pistola o un puñal o una bomba que hiciera mucho ruido y matara mucha gente eso podría saltar por encima del chaval su madre se enfadaría no era que le importara que la madre se enfadara pero habían quedado atrás eso no sabía porque la calle estaba oscura tenía sucia la camisa no iba afeitado pero debía ser joven y guapoooo eso es idiota […]”

La alternancia de los narradores le sirve para dar riqueza al texto, en el caso de las descripciones es más que evidente, utiliza la narración de Chico Ramón para describir al “Señorito” y a Compare Cachas, las descripciones no se quedan en lo meramente físico sino que añaden características psicológicas e incluso la propia opinión personal del narrador:

“El Señorito era un tipo alto y delgado, muy alto, muy delgado. Todo era largo en él: la nariz, las manos, el pelo, hasta las pestañas casi femeninas. Miraba pocas veces de frente y por eso no podía decir cómo eran sus ojos. Llevaba buena ropa, pero muy arrugada. Largo estómago y largas piernas. Sobre las escurridas caderas el pantalón se le sostenía casi de milagro. Su gesto más característico era llevar las manos en el bolsillo del pantalón, manoseándose. Aquel gesto le resultó a Ramón profundamente antipático; pero al Señorito, por lo visto, le importaba muy poco ser esto o lo otro.”

“Compare Cachas tenía un bigote extraordinariamente fino y bien cuidado. Compare Cachas era todo bigote y mano en la nariz, sacándose punta, hablando gangosamente. Tenía una barbilla débil y unos labios gruesos. No parecía muy listo. No lo era, desde luego… Hasta le escurría un poco de baba. Pero en algunos instantes lograba alcanzar una serenidad casi perfecta, pasmosa. Sucedía esto cuando no se creía observado. El afán de comprender las cosas le obligaba a una atención tan forzada que durante la misma llegaba a ser inteligente. Cuando se le miraba, y se le preguntaba algo, volvía a reír tontamente, a tocarse la nariz. Una de sus manos, la derecha, estaba siempre cerrada, con el puño apretado sobre unas legendarias cachas.”

Las tres narraciones son, como se puede esperar, poco fiables, los tres atracadores, los tres fuera de la ley; en ningún momento se tiene noticia de los avances policiales pero se atisba una sombra que cumple su labor siempre, un departamento policial aparentemente invencible, una amenaza. Utiliza a los tres atracadores para criticar, de alguna manera, la situación de la sociedad, lo puede hacer porque en el final invalidará todo lo contado/pensado por ellos mediante el epílogo que salvaguardaba la posible censura franquista:

“-Tú representas la inquietud. No sabes lo que quieres, del mismo modo que yo no sé para lo que vales. Si yo lo supiera, te lo diría. Y se acabarían tus dudas y se acabarían las mías. Mira, Chico, la inquietud es esto: es no saber, no tener confianza, es desear hacer una cosa y empezarla con grandes ánimos para ir decayendo a medida que se avanza; inquietud es tener pocos años y sentirse viejos. Todos nosotros tenemos pocos años y sin embargo somos viejos. Somos una generación de viejos. Somos unos mierdas que antes de antes de pensar en la vida sabíamos lo que era la muerte.”

Hay una progresiva evolución hacia su caída, Salvador indaga en la posible causa antes de que se produzca este hecho. Camina de mano del lector, guiándole en el camino policial encubierto:

“Al decirle eso, Chico Ramón se estaría figurando que le llevaba una estupenda noticia. Y no sabía que con ello remachaba el último claro que quedaba suelto en el enorme cajón de madera que los contenía todos. El miedo venía después. Cuando pensados los hechos asustan, no su consecuencia, sino su facilidad. Aquella facilidad en la acción, en la violencia, era un peligro. El peligro de su misma soberbia. El peligro de creerse todopoderosos.”

El epílogo, narrado desde la perspectiva policial, da luz a los hechos de los últimos capítulos, de esta manera desacredita las opiniones que han tenido anteriormente ensalzando a la vez la labor policial con todas sus consecuencias.

“El pensamiento pasa a serlo todo. Le basta con pensar: “entre los ojos”. Y la pistola se dispara sola. Tal es la realidad. No disfracemos las cosas. Sintamos piedad por los delincuentes, pero no busquemos para ellos ninguna disculpa. Han borrado las distancias, las leyes. Contra ellos solo puede defenderse la sociedad eliminándolos de su seno. Todo atracador debe suscitar en los hombres honrados una repulsión violenta. No son héroes, no lo serán nunca. En un héroe podrá haber un asesino; pero es un hombre que lucha gallardamente. Cuando termina la circunstancia personal que lo empujó, el héroe vuelve a su casa, abandona sus armas y se pierde en el anonimato. Un atracador es un cobarde. Y no conoce principio ni fin en sus fechorías.”

Una verdadera suerte tener con nosotros esta fantástica novela. Roguemos porque podamos  ver más ejemplos de este tipo en un panorama negro cargado de incertidumbres.

“El Leopardo” de Jo Nesbo. El inevitable camino hacia el thriller

650_RH28948.jpgNesbo ya es un habitual por aquí. Tengo que reconocer que he leído todo lo que se ha publicado, incluído al Doctor Proctor y su aproximación al thriller “Headhunters” que tenía su aquél, de hecho, podéis encontrar varios artículos sobre él si buscáis en el blog. Como el de las razones de su éxito o el de “Headhunters”  o incluso alguno del Doctor Proctor  con suerte dispar. En su anterior publicación en España “El muñeco de nieve” , me sentí un poco discordante por subrayar los motivos por los que veía que dicha novela era un paso atrás en su evolución; me temo que mis augurios se siguen cumpliendo, pero de diferente manera a lo esperado; sigue haciendo buenas novelas, con entretenimiento asegurado y adicción inherente pero su viraje hacia el thriller hace que cambie la concepción inicial de Harry Hole.

“El Leopardo” es su novela más voluminosa hasta la fecha; siempre he pensado que una novela policíaca no debería pasar de trescientas páginas pero eso daría para otro artículo; sus 700 páginas ya de principio achantan irremisiblemente. Si bien es cierto que el comienzo es parecido al de sus otras novelas, una  posible víctima, en una situación aparentemente insalvable:

“Se despertó. Parpadeó ante aquella oscuridad profunda. Abrió la boca y respiró por la nariz. Volvió a parpadear. Notó que le caía una lágrima, notó que disolvía la sal de otras lágrimas. Pero ya no le bajaba la saliva por la garganta, tenía la cavidad bucal reseca y dura. Se le habían tensado las mejillas por la presión interior. Tenía la sensación de que aquel cuerpo extraño que tenía en la boca fuera a reventarle la cabeza. […] ¿Y él, donde se habría metido? ¿Estaría allí mismo, detrás de ella? Contuvo la respiración, aguzó el oído. No oía nada pero sí sentía la presencia. Como un leopardo.”

No puede faltar la voz del asesino en estas primeras páginas para subrayar algo que resulte escandaloso por su falta de ética y hacernos la idea de a quién se va a enfrentar:

“Personalmente pienso que la capacidad de asesinar es fundamental en todo hombre. Nuestra existencia es una lucha por las cosas buenas, y aquel que no es capaz de matar a su prójimo no tiene derecho a existir. Matar es, pese a todo, anticipar lo inevitable. La muerte no hace excepciones, y mejor así, porque la vida es dolor y sufrimiento. Visto de ese modo, toda muerte es un acto de compasión.”

Hasta aquí todo va bien, a pesar de que la forma de matar a la víctima se acerqué cada vez más a Jigsaw, el encantador protagonista de la brutal saga de terror Saw, podría ser algo habitual en los casos de nuestro Harry pero… de pronto, saltamos a Hong Kong, porque resulta que Harry está allí y se enfrenta a la Mafia japonesa. El Nesbo de antes lo habría mandado a cualquier ciudad nórdica para desaparecer; el actual busca el efectismo de un ambiente exótico que vira claramente a un típico thriller (que, ojo, no es malo “per se”, adoro muchos thrillers) y nuestro Harry se convierte casi en un remedo de James Bond. Esta sensación se irá repitiendo según avanza la novela, a pesar de tener momentos más habituales como su recuerdo del alcohol y sus consecuencias:

“Harry se dio cuenta de que ya estaba totalmente despierto, de que estaba sentado al borde de la silla. Notaba el temblor, la tensión. Y las náuseas. Como cuando tomo el primer trago, el que le revolvió el estómago, el que su cuerpo rechazaba desesperadamente. Y del que luego no tardaba en suplicar que le dieran más. Y más, y más. Hasta que lo aniquilara a él y a todos los que tuviera a su alrededor.”

Y las alusiones a su sensación de “loser”, de haber sido castigado en la vida:

“Harry estaba cansado. Cansado de golpes, cansado de tener miedo, cansado de quedarse atrás. Pero en aquel preciso momento estaba cansado de los adultos que nunca se cansaban de jugar a ser el rey del castillo.”

La trama está llena de cliffhangers que hacen que avance a todo marcha, muy en la línea de los thrillers habituales; la trama, vuelve a tener hasta tres finales distintos para poder acabarla, lógicamente, para mantener tal cantidad de páginas necesita usar estos trucos; el mismo Nesbo refuerza esta complicación con un comentario de Hole a su compañera Beate Lönn:

“Pero ¿por qué lo ha hecho todo el Caballero de un modo tan tremendamente complicado?

-Porque las personas son complicadas -dijo Harry, y oyó resonar un eco de algo que había oído y olvidado-. Hacemos cosas complejas, que influyen unas en otras, en las que controlamos el destino y podemos sentirnos señores de nuestro propio universo.”

Aunque recupera algo del “Holeverso” del que ya he hablado alguna vez; esta internacionalización de sus aventuras deja este esfuerzo en simple anécdota, parece que no quiera recuperar esa senda que buscaba más coralidad.

Da la impresión de que Nesbo está buscando que su personaje fetiche salte a la gran pantalla; este libro, desde luego, es un guiño escandaloso a Bourne o a James Bond, a Hollywood; de ahí que haya decidido tomar la senda de “Headhunters” en vez de la más intimista y psicológica de “Petirrojo” y posteriores; no es algo que me entusiasme, pero tengo que reconocer que siempre hace buenas novelas a pesar de ello. Seguiré leyéndolo, pero parece que no vamos a alcanzar mejores cotas de calidad que las anteriores.

Lo curioso va a ser cuando Roja y Negra, que es la que tiene ahora los derechos tras haber quitado a Nesbo a Serie Negra, publique el siguiente de Hole, que es el anterior a “Petirrojo”, el antiguo Hole, alguno se va a sorprender bastante con las diferencias.

Los textos provienen de la traducción de Ada Berntsen y Carmen Montes Cano de “El Leopardo” de Jo Nesbo en Roja y Negra.

“Caminando entre tumbas” de Lawrence Block. El infierno cada vez más cerca

caminando_entre_tumbas_300x456“Caminando entre tumbas” es la décima novela de Lawrence Block sobre Matt Scudder y continúa las cosas tal y como acabaron en la brutal “Un baile en el matadero”; si la anterior supuso el avance hacia una nueva forma de gestionar la ley: haciendo que se cumpla cueste lo que cueste y con los medios que hagan falta; esta supone la confirmación de este camino hacia el infierno, lleno de claroscuros que no permiten ver luz; de hecho, la única luz estriba en la relación que mantiene con Elaine:

“Eludíamos usar esa palabra que empieza por A, pero sin duda lo que yo sentía por ella –y ella por mí- era amor. Evitábamos hablar de la posibilidad de casarnos, o de irnos a vivir juntos, aunque yo sí pensaba en eso, y me consta que ella también. Pero no lo hablábamos, como tampoco hablábamos de amor o de lo que hacía ella para ganarse la vida. […] Como alguien había afirmado, lo mejor era vivir la vida entera al día, porque así es, al fin y al cabo, como nos la entrega el mundo.”

El caso, escabroso como ya va siendo habitual, es el de un traficante de drogas cuyo único objetivo es la venganza cueste lo que cueste, Matt es consciente de la situación desde el primer momento y la acepta a pesar de posibles implicaciones morales:

“-Así que supongo que ya te imaginas lo que propongo y qué sentido tiene todo esto. ¿Quieres que lo diga?

-Puedes decirlo.

-Quiero ver muertos a estos hijos de puta. Quiero estar allí, quiero hacerlo, quiero verlos morir. –Pronunció estas palabras con calma, de manera desapasionada, sin el menor rastro de emoción-. Eso es lo que quiero. Ahora mismo, lo deseo tanto que no me interesa nada más, ni me imagino siquiera la posibilidad de que pueda interesarme nada más. ¿Es más o menos lo que suponías?”

Como en el anterior caso, los detalles son escabrosos, tan dolorosos que, tanto Elaine como Matt, no pueden llegar a entender en lo que se está convirtiendo el hombre:

“[…] Elaine es una mujer de recursos, y fuerte además, pero en ese momento me pareció conmovedoramente vulnerable.

-Santo Dios –acertó a decir.

-De lo que es capaz la gente.

-No tiene límites, ¿verdad? Es infinita. –Bebió un sorbo de agua-. La crueldad, quiero decir, el sadismo más absoluto. ¿Por qué iba alguien a…? En fin, ¿para qué preguntarse por qué?

-Supongo que les causaba placer –aventuré-. Que disfrutaban con ello, y no me refiero solo al acto de matarla, sino al hecho de restregárselo a él por las narices, de hacerlo ir de un lado para otro, de decirle que estaba en el coche y luego que estaría en casa cuando él llegara, para después dejar que la encontrara cortada a trocitos en el maletero del Ford.”

En un mundo como este, Matt se adapta de la manera que él cree más adecuada, sabe que no todo se resuelve y que un criminal puede escapar sin castigo, al menos castigo de la ley; en la siguiente conversación da un doble sentido a dicha impunidad: física y espiritual. La espiritual por sus consecuencias para la persona:

“-Y siempre se suelta, tarde o temprano, ¿no? Según se decía, nadie puede salir impune de un asesinato.

-¿Eso se solía decir? Pues me temo que ya no se dice. Todos los días alguien comete un asesinato y sale impune de ello.

Bajé del coche y luego me incliné para concluir mi razonamiento.

-En un sentido, al menos, pero no en otro. Para serte sincero, no creo que nadie salga impune de nada.”

No lo dice de casualidad, en un caso de ese calibre, nadie puede salir ileso de las consecuencias; el final, la venganza, es de una dureza sin límites, muy acorde con la crueldad sin límites de la que hablaba Matt con Elaine; y esa venganza nos destruye un poco a todos. Entre tanto “hardboiled” el único motivo para la esperanza está en ese final, una pequeña concesión de Block, relacionada con la pareja.

Matt Scudder está acercándose cada vez más al infierno; cuando se pierde la perspectiva moral y se pierde lo único que la sustenta: el amor hacia los demás, puede desencadenar consecuencias imprevistas. Espero que podamos ver las siguientes novelas del detective y podamos comprobarlo.

Los textos provienen de la traducción de Montse Triviño de “Caminando entre tumbas” de Lawrence Block publicado por RBA en su Serie Negra.

Cápsulas policíacas: C.S. Forester y Jim Thompson. Dos consagrados

LosPerseguidosPodría haber dedicado a ambos libros una entrada completa; sin embargo, a veces tengo esta tendencia curiosa a agrupar, para dar salida libros que quiero comentar (algunos ni llegan a ser comentados); lo más curioso es que me gusta encontrar puntos en común entre ellos, un hilo conductor que los una. En este caso más que una temática (la novela negra) les uniría su caracterización como clásicos del negro.

Así, tenemos inicialmente la novela “Los perseguidos” del escritor Cecil Scott Forester (1899-1966); novela que se trató de un manuscrito perdido durante casi 70 años y encontrado en 2003 cuando el autor ya había fallecido, había sido escrita, sin embargo, en 1935; en pleno auge de las novelas de detectives.

Hablé hace poco sobre “suicidios aparentes”; un poco antes que el escritor japonés, Forester planteó otro de esos casos donde se nota desde el principio que hay gato encerrado por la forma en que ha muerto un personaje; pero Forester, sorprendentemente, no plantea el caso como una investigación estándar, si no que se centra (desde un narrador omnisciente, eso sí) más bien en cómo vive la situación la hermana de la fallecida, Marjorie, ante la posible amenaza de su marido:

“Marjorie sabía perfectamente que aquella noche no iba a dormir: ahora permanecía siempre despierta, inquieta y nerviosa, cuando Ted se ponía “pesado”, y aquella noche fue mucho, mucho peor. Supuso que debían de ser las dos cuando Ted se durmió, acalorado y pesado a su lado, con el aliento un poquito más ruidoso que cuando estaba despierto. Ella se quedó echada de espaldas en el borde de la cama, con la almohada metida en la nuca, demasiado cansada para llorar, y con las emociones demasiado confundidas para que su sufrimiento fuese agudo. Solo era consciente de sentir una depresión negra e insomne, una infelicidad mucho más arraigada de la que había conocido nunca.”

Y sorprende precisamente porque se dedica a expresar los miedos de una mujer ante la infelicidad en el matrimonio, que tiene un causante principal, su marido Ted; todo ello ambientado en un tiempo tan lejano como eran los primeros años del siglo XX y desde la perspectiva de un hombre; sinceramente, lo hace muy bien; pinta en primer lugar la situación y, a continuación, asistimos a la liberación de Marjorie al conocer el amor de nuevo en un período vacacional, alejado de su opresor:

“Marjorie sintió un dolor estremecedor en el pecho cuando el sol bajó todavía más. Aquel lugar, absolutamente maravilloso, la tristeza de la tarde, el dolor al saber que aquel tiempo tan feliz estaba concluyendo, todo aquello pesaba sobre ella mientras luchaba por tomar una decisión sobre Ted. La cabeza le daba vueltas, no podía pensar con claridad.”

La instigadora de un cambio brutal será, paradójicamente, su madre, que tampoco confía en Ted, a pesar de que parezca no entender la situación:

“En ese caso, sería también inútil buscar la ayuda de su madre para dejar a Ted. Su madre sería la última persona de toda la tierra que animase a una esposa a separarse de su marido. La cabeza le daba vueltas a Marjorie. Estaba exhausta por la tensión emocional.”

Ella será el desencadenante de un tour de force del que tendrán que escapar, convirtiendo la parte final de la novela en una persecución como si de un capítulo de “El fugitivo” se tratase. No hay lugar a una resolución del crimen inicial; todo ello se sustituye por un buen manejo de la trama y una desviación hacia lo más negro, olvidando la parte más detectivesca.

La conclusión al viaje deja buen sabor de boca a pesar de lo aparentemente negativo. Una gran novela, sin lugar a dudas.

Los textos provienen de la traducción de Ana Herrera Ferrer de “Los perseguidos” de C.S. Forester.

LaSangreKingLa segunda propuesta viene de otro clásico, uno de los más grandes, del que vemos publicado otra de sus obras, “La sangre de los King”; hablamos, claro que sí, de Jim Thompson. Estamos ante una obra crepuscular, ya en el final de su carrera, un Thompson muy pasado de vueltas se desvió hacia el western y lo dotó de la violencia habitual en sus obras; violencia que, en este caso, traspasa las fronteras familiares, solo hay que ver cómo Critch King habla de su madre; siempre resulta muy crudo leer algo de esta magnitud:

“Solo durante el último año, cuando su madre ya llevaba más de dos años haciendo de puta. Y una puta, si se la magulla y se la maltrata, acaba viendo disminuidos sus ingresos. Ray había conseguido contenerse. Aquella noche, sin embargo Ray había ido demasiado lejos. No tenía nada que perder golpeándola, o eso le parecía. La estúpida zorra había estado ocupada todo el día. Un cliente tras otro. Y sin embargo, al final de la jornada había vuelto con menos dinero del que tenía al principio. Además de su cuerpo, regalaba el dinero. ¡Coño gratis y encima regalaba dinero!”

Los King son salvajes por naturaleza, hasta tal punto que llegan a definir sus propias reglas por las que regirse; sus límites están muy por encima de lo que entendemos como ética, de ahí que todo lo que vaya sucediendo esté “justificado”, han sido educados así por su patriarca:

“-Somos totalmente distintos. Nos lo han inculcado. Papá era más salvaje que civilizado. Entre él y Tepaha nos educaron para creer que podíamos hacer prácticamente cualquier cosa, siempre y cuando no nos cogieran. Por lo que se refiere a nuestra madre… Bueno, acabó vendiendo el culo a cualquiera que llegaba. Lo vendía o lo regulaba; tampoco parecía importarle mucho.

[…]

-Pero no pasa nada si lo hace un King. La diferencia entre el bien y el mal es algo que no va con nosotros.”

En tal orden de cosas, no es extraño comprobar como un hermano intenta matar al otro sin ningún tipo de remordimiento:

“-Eh… ¿Qué crees que ocurrió? –dijo Arlie por fin-. ¿Se rompió la cincha?

-Debió de ser eso.  Si alguien la cortó, debía de ser un hijo de puta miserable, malnacido, cabrón y desgraciado, ¿no te parece? Yo no conozco a nadie de por aquí que lo sea, ¿y tú?”

Aparte de la violencia explícita y de tipo psicológica que se gasta el norteamericano, falta profundización psicológica, y la trama, para qué engañarnos, es simple y dulcificada en un final poco coherente con lo leído anteriormente; el estilo, inconfundible,  hace que valga la pena su lectura, pero no estamos ante una de sus obras maestras. Por lo menos puede servir para acercarse a ellas.

Los textos provienen de la traducción de Damià Alou de “La sangre de los King” de Jim Thompson.

“Días de guardar” de Carlos Pérez Merinero. La incomodidad de un punto de vista

DiasdeGuardarAntes de empezar este comentario, aviso, los textos de la novela “Días de guardar” de Carlos Pérez Merinero no son para estómagos sensibles. De ahí que, los que lean esta reseña, se los pueden saltar si lo consideran conveniente.

Una vez dicho esto, qué mejor forma para darle el contexto necesario a esta obra que recurrir al prólogo de Óscar Urra donde la ubica temporalmente con otras novelas claves de lo policíaco español:

“Así, Los mares del sur (1977) de Vázquez Montalbán, establece el canon del detective chandleriano asociado al análisis social y cultural; Demasiado para Gálvez, de Jorge Martínez Reverte, que aparece en el mismo año, indaga en las posibilidades de denuncia y explicación de ciertas tramas financieras desde el punto de vista periodístico; Un beso de amigo (1980), de Juan Madrid, plantea la investigación abordada desde “el otro lado de la barrera”, el policial; por su parte, Prótesis, de Andreu Martín, también en ese año, brega con el conflicto psicológico y delictivo compartido entre la autoridad y el delincuente común; por fin, en 1981, aparece Días de guardar, primera novela de un muy joven Carlos Pérez Merinero que no solo completa el repóquer de este período dorado del género en nuestro país, sino que aporta al mismo el sentir, el pensar y el hacer radicales del delincuente, sin renunciar a trazar, siquiera sea de pasada, pero de manera precisa e impresionista, un fresco de las tensiones políticas y sociales de la época.”

El propio Urra nos indica la diferencia primordial de las novelas de género negro con respecto al autor y lo compara con Jim Thompson; podríamos considerar a Carlos Pérez Merinero como nuestro Jim Thompson patrio; Antonio Domínguez es el simpar y amoral protagonista:

“Porque, a diferencia de la gran mayoría de novelas de género negro, en Días de guardar, no es el tema moral (social o individual) el que interesa al autor, sino la estupidez y la mezquindad de la ciudadanía media en sus múltiples formas actitudes y paisanajes. Al lado de lo que la sociedad y las circunstancias pergeña todos los días con la vida de la mayoría de los personajes que se cruzan con el protagonista, la brutalidad que este se gasta […], se antoja ingenua y circunstancial; el proceder de Antonio es el de un tipo amoral que escribe sus propias leyes, no un inmoral que pretende burlarlas.”

Este punto de vista, el de un asesino amoral que elige sus propias leyes por encima de lo establecido es, precisamente por eso, muy incómodo; no hay un intento de justificación del porqué de esta amoralidad por parte del autor; su único objetivo es mostrar tal y como cree que debe ser su vida y eso va más allá de las convenciones sociales; de hecho, cada intervención en esta primera persona es violenta, descarnada y profundamente incomprensible para el lector; solo tenemos que coger cualquiera de sus pensamientos, como lo que piensa de una mujer con la que se acaba de acostar:

“Cuando vuelvo al cuarto ella duerme como una bendita. Serán gilipollas, desagradecidas y todo lo que ustedes quieran, pero tengo que reconocer –si tengo una virtud esa es la de ser objetivo- que están buenísimas. La ves así, durmiendo, en pelotita viva, y te dan ganas de olvidarte de que es lunes y de que la tienes un poco floja y de ponerte sobre ella y tirar de vareta. Se iba a despertar con toda la mandanga dentro.”

O la forma en que describe sus sensaciones a la hora de robar un banco; la metáfora sexual que utiliza es ciertamente brutal y desagradable en algunos momentos:

“Es la primera vez que atraco un Banco y tengo un gustazo en el cuerpo de aquí te espero. Algo así como si me hubiera tirado a un regimiento de tías del Playboy, pero todavía en mejor. Si no me corro es por no manchar los calzoncillos. Ganas no me faltan.”

Lo cual no quita para que tenga alguna reflexión lúcida en su particular mundo, un universo en el que los periodistas no aportan nada interesante a su vida (probablemente a la nuestra tampoco):

“Y la culpa de todo la tienen los periodistas. Por mi madre, que con las tripas del mejor ahorcaba al peor. ¿Se han fijado alguna vez en la cantidad de paridas que se escriben en los periódicos? Pues si no se han fijado, fíjense. Cosas que le interesen a uno, lo que se dice cosas que le interesen a uno, hay que buscarlas con la lupa. Sin embargo, chorradas todas las que quieran. Pero eso sí, le dan un barniz los tíos que parece que nos va a ir la vida en que tal menda de nombre impronunciable gane las elecciones en Dinamarca o que en los Estados Unidos no vendan trigo a los rojazos de los rusos. La monda en bicicleta, vamos.”

A pesar de los estallidos de violencia física y psicológica a la que vamos asistiendo, sus peripecias están teñidas siempre de un cierto humor, muy negro, indudablemente, pero sirve para aligerar la crudeza de lo que nos cuentan; el uso de la jerga es otra característica esencial que se nota en cada momento y que, contrario a lo que podía pensar inicialmente, no resulta tan chocante a pesar de usar expresiones de los años ochenta:

“-¡Qué suerte! –dice una voz femenina a mi espalda.

Es una voz que suena como los ángeles. Me vuelvo esperando encontrarme con una tía de bandera, de esas que te la guardan en su coñito con honres de reina, pero lo que veo es una cuarentona con unas gafotas que le sientan como un tiro y una cara de pedorra como para jugar al abejorro con ella.”

Si el punto de vista era incómodo, la conclusión lo es aún más; y no será porque no avisa sobre ello al reflejar la incapacidad de la policía, él si cree en el crimen perfecto pero no por su pericia sino por la inutilidad de los medios policiales:

“Porque el crimen perfecto existe. Sí, hombre, no se rían. Existe. […] Además, qué coño, la prueba de la impericia de la poli es la cantidad de casos que quedan sin resolver. Los cabrones de los periodistas –mamporreros de pro- en cuanto que aclaran algo lanzan las campanas al vuelo y la gente que lee los periódicos piensa: “¡Qué listos son nuestros Sherlock Holmes!” ¡Una leche! ¿Por qué no publican la lista de los casos pendientes? ¿Eh, por qué no la publican? Muy sencillo. Porque ocuparía todas las páginas y aún faltarían más.”

Como en las novelas de Thompson, no hay conclusión satisfactoria para el lector ávido de finales felices; aquí no se coge al ladrón ni al asesino. La impunidad con que lo logra demuestra que, como la vida misma, no siempre los buenos ganan y los malos son castigados.  La vida y sus grises.

“Laidlaw” de William McIlvanney. Las peculiaridades de un detective

laidlaw_300x458William McIlvanney es un escritor escocés que goza del privilegio de ser el precursor del “tartan noir”, ni más ni menos que el noir ambientado en escocia, un subgénero que han seguido más adelante Ian Rankin y Val McDermid; las características de este “subgénero” son tan comunes al hardboiled y la novela políciaca que no veo apenas diferencias para calificarlo como tal, pero bueno, la etiquetación de géneros que no falte.

Vayamos a lo importante, la novela. El comienzo nos desvela un narrador omnisciente particular, que alude a alguien en segunda persona, a nuestro protagonista; es una curiosa elección de narrador para una novela en 1977 donde ya se empezaban a utilizar habitualmente narradores en primera persona:

“Lo más extraño es que no hubo aviso. Te pusiste el mismo traje, escogiste cuidadosamente la corbata, te equivocaste al cambiar de autobús. Media hora antes estabas riendo. Después, tus manos te tendieron una emboscada. Te traicionaron. Tus manos, que levantan tazas, sostienen monedas y se agitan para saludar, de pronto se rebelaron, se convirtieron en furia descontrolada. Las consecuencias fueron para siempre.”

Y es que Laidlaw, Jack, nuestro protagonista, es peculiar, no nos engañemos. Si hay algo que nos lleva en volandas a lo largo de la narración es el cúmulo de sus rarezas, una paradoja en sí mismo:

“Le parecía que su naturaleza renacía como una acumulación de paradojas. Era un hombre potencialmente violento que odiaba la violencia, un defensor de la fidelidad que era infiel, un hombre activo que anhelaba comprensión. Estuvo tentado de abrir el cajón donde guardaba los libros de Kierkegaard, Camus y Unamuno, como si fueran una provisión encubierta de alcohol. En su lugar lanzó un buen suspiro y empezó a ordenar los papeles que tenía sobre el escritorio. No sabía hacer otra cosa que habitar en paradojas.”

Totalmente autoconsciente de sus contradicciones, no duda en señalar hechos que le causan la misma intranquilidad que su misma condición, como el morbo que causa un asesinato al público que se amontona cerca de donde ha sucedido:

“Pero lo más extraño del escenario no eran los policías. Lo extraño eran las personas que se aglomeraban tras el cordón. A Laidlaw no le gustaba mirarlas. Tenían esa extraña unidad que había observado en los grupos, estirando el cuello y hablando entre ellas, como una hidra hablando consigo misma. Un padre llevaba a su hija subida a hombros con las piernas metidas entre sus axilas. Un niño pequeño chupaba una piruleta. No podía comprender a esas personas. No estaban allí para intentar prestar alguna ayuda. Simplemente, eran mirones del desastre.

[…]

-Mírelos –dijo Laidlaw-. ¿Qué hacen todos aquí? Y probablemente creen que la chica muerta es el misterio. Probablemente creen que quienquiera que hizo esto es un ser muy raro.

-Solo tienen curiosidad, señor.

-Mucha.

-No son tan mala gente.

-¿Acaso es usted tan hermanita de la caridad? Yo no dejaría sola a la víctima con ellos. Podrían llevarse una uña a casa para sus hijos.

-Eso es algo cínico, señor.

-No me lo diga a mí. Dígaselo a ella.”

Es un cínico que dice sin cortapisas lo que piensa y, normalmente acierta, precisamente por su condición de saberse tan contradictorio en sí mismo; su crítica no es desde su ética, que no tiene, sino que viene de su innata observación.

La trama nos trae el escabroso crimen sexual de una chica y se divide rápidamente en tres líneas principales que irán alternándose hasta confluir al final; por un lado, la del investigador para resolver el caso, por otro lado el asesino que habla con su novio para que le proteja (la homosexualidad y cómo se trata es otro de los aspectos novedosos, ya que explora las relaciones además de su presión social) y por último una última línea que busca ajustar cuentas con el asesino, a nivel profesional o, incluso, personal, encarnado en la figura del padre sobreprotector que no supo tratar a su hija en  vida y busca venganza:

“-Solo pido una cosa –dijo Bud. Era la primera vez que hablaba en una hora. No había lágrimas en sus ojos; los tenía despejados y sin expresión-. Dejádmelo a mí cinco minutos. –La taza que hacía girar en sus manos parecía un dedal-. Sólo deseo tenerlo en mis manos. Eso es todo lo que deseo. Y nunca volveré a pedir nada.”

McIllvaney, no olvida además, su ciudad, no es anecdótica la descripción que hace de Glasgow, resulta bastante original mezclarla con los personajes que ha ido utilizando según desarrollaba la trama:

“Siempre le había gustado la ciudad, pero jamás había sido tan consciente de ella como esa noche. Captó su fuerza en las contradicciones. Glasgow es galletas de jengibre caseras y Jennifer muerta en el parque. Es la simpatía sentenciosa del comandante y la anunciada agresividad de Laidlaw. Es Milligan, insensible como un bloque de hormigón, y la señora Lawson, atontada por el sufrimiento. Es la mano derecha que te derriba de un golpe y la mano izquierda que te levanta, mientras la boca alterna disculpas y amenazas.”

A pesar de que el final se pueda esperar, hay que reconocer que, por lo que he comentado anteriormente, el cómo llega a dicho final es bastante concluyente y denota más que buen oficio por parte del escocés. Laidlaw es, sin lugar a dudas, un “personajazo” que no deja indiferente y que, en muchas ocasiones, suelta verdades como puños:

“-Lo que tengo contra tíos como Lawson no es que estén equivocados. Es sólo que estén tan seguros de tener la razón. La intolerancia es solo certeza no ganada, ¿verdad?”

Como siempre, habrá que rezar para ver si Serie negra, entre tanto Lee Child, le da tiempo a publicar al autor escocés.

Los textos provienen de la traducción de Amelia Brito de “Laidlaw” de William McIlvanney para RBA.

Lawrence Block: el último clásico de la novela negra

cuchilladaMientras algunos inauguran bibliotecas de autor de novela negra empezando por un especialista en thrillers mediocres como Lee Child; el más grande autor vivo de novela negra permanece en el ostracismo debido a políticas editoriales ciertamente dudosas y mucha, mucha mala suerte.

A Block, como a Leonard, ciertamente le ha hecho daño el ser tan prolífico. Si echamos un vistazo a la Wiki del autor en inglés comprobamos que no sólo ha creado a Matt Scudder (aunque parece que todos los artículos que están saliendo suponen que esto es así). Tiene nada menos que dieciocho novelas (una de relatos) de la serie de Scudder, pero otras once del ladrón Bernie Rhodenbarr, otras ocho de Evan Tanner, cinco de Chip Harrison y otras cinco del asesino profesional Keller; a las que se suman otro montón de novelas escritas con diferentes pseudónimos, relatos cortos, etc.. Publicar esta ingente cantidad es difícil sin editores responsables y que conozcan bien cada una de las series. El resultado es que, en estos momentos, solo hay cuatro novelas de Block que se pueden comprar, sólo de la serie de Scudder y las tiene en su totalidad serie negra que ahora está impulsándolo gracias al estreno de la película “Caminando entre tumbas” con Liam Neeson en el papel de Matt. En breve dispondré de la novela y también pasará por el blog.

Es una de esas cosas ilógicas, cualquier lector aficionado al buen “hardboiled”, a la buena novela negra, no debería dejar pasar la oportunidad; Block es, sin lugar a dudas, de lo mejor actual y no solo por su Scudder, las novelas de Keller son magníficas igualmente. En estas condiciones, os traigo tres novelas protagonizadas por Matt Scudder pero que no están disponibles, descatalogadas por sus editoriales, no recuperadas (aún) por RBA en su Serie Negra (quién sabe si lo hará algún día) que sirven como tarjeta de entrada para entrar en su mundo y, sobre todo, si os gusta, animaros a leer el resto.

La primera de ellas es “Cuchillada en la oscuridad” editada, hace muchos años, en la extinta colección legendaria de novela negra de Júcar, Etiqueta negra. Novela de los primeros años de Scudder publicada originalmente en 1981 justo antes de su magnífica “8 millones de maneras de morir”. En ella tenemos las claves del ex-policía y cuasi investigador (no tiene carnet de detective privado) obsesionado con la bebida. Block tenía muy claro desde el principio la base de su investigador. En esta en concreto, utiliza la particularidad de un caso de un asesino en serie para montar otro caso de la nada. La forma en que aborda los casos es por recomendación, la de sus antiguos compañeros policías:

“-Pero él le recomendó a mí.

-Sí.

-¿Por qué? […]

-Él dijo que usted era un loco hijo de puta. Esas fueron las palabras. No las mías.

-¿Y qué más?

-Dijo que usted podía llevar el asunto de una forma que no lo haría una gran agencia. Que cuando usted hinca el diente a algo no lo suelta. Dijo que la suerte estaba en su contra, pero que usted podía encontrar quién mató a Bárbara.”

Scudder es concienzudo y tenaz, todo el mundo sabe que hasta que no soluciona un caso no parará; también interesa bastante comprobar el método deductivo que Block utiliza en sus novelas:

“-¿Crees que podrías refrescar su memoria?

Negué con la cabeza.

-Creo que podría sacar alguna idea de él. Una cierta parte de la investigación es intuitiva. Recoges detalles y observas impresiones, y entonces aparece la respuesta  en tu mente de algún sitio. No es como Sherlock Holmes, por lo menos nunca fue así para mí.”

Es una curiosa mezcla de intuición e investigación ordenada; sin embargo, cada resolución suele ser como una epifanía al estilo más clásico de los Poirot o Marple, existe un momento en el que las piezas se ensamblan como por birlibirloque:

En “Cuchillada en la oscuridad” una mentira es la desencadenante de dicha epifanía y que le llevará a resolver el caso. Block en estos libros del principio es un “loser” de libro, autoconsciente de esta situación que alienta con su incontrolable deseo de beber:

“La sensación de opresión seguía en el pecho.

cuandoantrosagradoEl coñac, me dije. Probablemente sería una buena idea dejarlo. Mantente en lo que estás acostumbrado. Mantente en bourbon.

Fui a Armstrong’s. Un poco de bourbon embotaría el efecto del coñac. Un poco de bourbon embotaría casi cualquier cosa.”

En “Cuando el antro sagrado cierra”, editada por La factoría de ideas, tenemos a un Scudder en los mismos términos de la anterior, justo después de “8 millones…”

“-Sí, lo siento por ellos -dijo-. Apuesto a que se están cagando en los pantalones. Hasta el momento, este mes solamente han conseguido cien de los grandes. Lo que no saben es que Matt “Bulldog” Scudder está tras su pista y esos pobres cabrones no podrán gastarse ni diez centavos de lo que se han sacado.” 

El cabezón Scudder usando sus dotes deductivas para un aspecto personal, el de su inmersión en la bebida:

“Mi puerta tenía el pestillo echado. Era una buena señal. Si me había acordado de echar el cerrojo, entonces no había llegado en tal mal estado. Por otro lado, mis pantalones estaban tirados sobre la silla. Habría sido mejor si hubieran estado colgados en el armario. Pero, de nuevo, no estaban arrugados sobre el suelo y tampoco los llevaba puestos. El gran detective, analizando las pistas, intentando descubrir lo borracho que había estado la noche anterior.”

El punto de partida son tres situaciones inconexas… empiezan a ensamblarse, como un puzle del que no eres consciente hasta el final pero que cuadra maravillosamente; sin embargo, en esta novela una vez resuelto el caso tenemos un epílogo en varios capítulos que cierra la historia, se dedica a contar las consecuencias, lo que rodea la resolución del caso. Sorprende por el cambio de dinámica y, sobre todo, por la amargura que destila en cada momento. Este salto cualitativo de Block consigue transmitir a la perfección la sordidez de nuestros actos, lo oscuro que se esconde en el género humano.

Lo que nos lleva a la colosal “Un baile en el matadero”, también editada por La factoría de ideas, pero en la que encontramos un Scudder muy diferente. La novela está ubicada en el tiempo tres libros después del anterior, de ahí que no hayamos podido ver esta evolución. Scudder no bebe habitualmente y va a las reuniones de Alcohólicos Anónimos, y encima tiene una relación con Elaine, una prostituta activa que participa de los casos de Matt. Elaine supone la humanización, la visión del mundo ante lo que afronta nuestro investigador, como podemos ver en la siguiente reflexión tras observar una cinta de vídeo de una “snuff movie”:

bailematadero“Sé que el mundo está lleno de una fauna bastante extraña, y que la gente hace de todo. Sé que hay muchos pervertidos, sé que a la gente le gusta disfrazarse, llevar cuero, goma, pieles, atrase unos a otros, tener fantasías, y todas esas cosas. También sé que hay gente que acaba confundida, se pasa de la raya y hace cosas terribles. […] bienvenidos al mundo. Hay días en los que pienso que alguien debería cerrarle el grifo a toda la raza humana. Pero, bueno, mientras tanto puedo vivir con ello. Pero esta mierda no puedo soportarla. De verdad que no puedo.”

Elaine representa el punto de vista del lector, el lector, en este caso yo, siente un horror indescriptible al leer lo que sucede en este libro, lo grotesco de unos asesinatos que parecen no entrar en lo que entendemos por realidad; que ella, viviendo en una situación tan cercana a los más bajos instintos, sienta que no pueda soportar esto nos hace una idea de lo que nos estamos encontrando; el hombre es capaz de lo peor y, posiblemente, nunca dejará de pasar:

“Sin embargo, otras noches, esa misma revelación no me tranquilizaba en absoluto, sino que más bien me provocaba desesperanza. Siempre habíamos sido así, no estábamos mejorando, nunca lo haríamos. Cualquiera que a lo largo del amplio camino que habíamos recorrido hubiese muerto por redimir nuestros pecados, lo había hecho en vano. Siempre teníamos más pecados en reserva, tantos que nos durarían toda la eternidad”

Este proceso general, de hecho, lo particulariza en lo personal de uno de los protagonistas; este personaje siente que, al introducirse en este mundo, todo lo que piensa empieza a cambiar, llegando incluso a normalizar los impulsos asesinos:

“Una vez, sin embargo, estaba en la cama y ella dormía a mi lado y empezaron a venirme a la cabeza diferentes imágenes sobre cómo podía matarla. No quería tener semejantes pensamientos, pero tampoco podía alejarlos de mi mente. Me imaginaba asfixiándola con una almohada, o apuñalándola, o acabando con ella de cualquier modo. Tuve que irme a la habitación de al lado tomarme un par de copas. No tenía miedo de que fuera a hacerlo, simplemente me molestaba que esas cosas se me hubieran pasado por la cabeza.”

Ante esta situación Scudder se empieza a replantear lo que antes entendía como dilemas morales; ante el desencanto con el orden establecido y su incapacidad de hacer cumplir la justica, empieza a erigirse como justiciero, cueste lo que cueste, a seguir su propia ley, camino realmente difícil y plagado de vericuetos que, imagino, empezarán a desarrollarse en los próximos números.

No voy a esconder que, posiblemente, es la novela más dura que me he leído de Block y de su detective Scudder en particular; el pesimismo, la sordidez, las bajezas, la crudeza, la violencia al describir ciertos momentos son de un realismo brutal y, acompañados de un estilo que evoluciona con respecto a sus primeras novelas, consiguen sobrecogerme y horrorizarme; al mismo tiempo que le reverencie, lo que se merece un autor excelso que necesita que se hable de él. Consigamos que sea leído. Es un clásico vivo.

Los textos provienen de:

La traducción de Jane Mary Hayes de “Cuchillada en la oscuridad” en Etiqueta negra Júcar.

La traducción de Ester Mendía Picazo de “Cuando el antro sagrado cierra” para la Factoría de ideas.

La traducción de Elena González de “Un baile en el matadero” para la Factoría de Ideas.

“Fundido en negro” Antología coordinada por Inmaculada Pertusa Seva. La riqueza de lo femenino

fundidonegroEl prólogo de Inmaculada Pertusa es imprescindible para entender el sentido de esta recopilación de textos policíacos detectivescos escritos por mujeres; realiza un pequeño repaso histórico de las mujeres que escriben novelas policíacas y es curioso comprobar cómo el tema comenzó realmente tarde (1979), sobre todo comparado con el resto de países. No olvidemos que en Gran Bretaña ya había textos femeninos en plena época victoriana. Como siempre España a la cabeza:

“Ya casi resulta de enciclopedia señalar que la primera detective privada de las letras peninsulares nació en 1979 de la pluma de Lourdes Ortiz en su novela Picadura moral. Aunque la investigadora Bárbara Arenas no regresó a lugar del crimen literario propiamente dicho, es indudable que inauguró sin proponérselo lo que poco a poco ha llegado a ser la tradición de lo detectivesco femenino español. También obligada es ya la mención de la novela de corte policial de Marina Mayoral, Cándida otra vez (1982), y la de Rosa Montero, Te trataré como a una reina (1986), que aparecen unos años más tarde, y que la crítica literaria suele mencionar al hablar del desarrollo de la novela detectivesca protagonizada y escrita por mujeres en España; si bien estas novelas no acaba de presentar a un personaje femenino cumpliendo el papel de detective ni están desarrolladas siguiendo el proceso investigado típico en el género criminal, son, sin lugar a dudas, caldo de cultivo para el posterior establecimiento de la novela criminal femenina.”

Afortunadamente la tendencia es muy positiva, Inmaculada se hace eco de ello y realiza una recopilación de historias de todo tipo, eclécticas como pocas y caracterizadas por sacar matices que, habitualmente, para los acostumbrados al género, no encontramos con frecuencia. La nómina de escritoras aparece en este pequeño texto:

“Aunque hubiéramos querido que Fundido en Negro: antología de relatos del mejor calibre criminal femenino hiciera las funciones de un escaparate de la talla investigativa con la que trabajan las detectives perfiladas por cada una de las autoras españolas desde 1979 hasta ahora, en esta antología nos sentimos honrados de poder contar, si no con todas las que son, al menos con una representación cualitativa de la detective como protagonista del panorama literario de España. […] el personaje de Lònia Guiu, de Maria Antònia Oliver, y el de Petra Delicado, de Alicia Giménez Bartlett, para proseguir con las que continuaron su pista narrativa, ya en el nuevo milenio: Cornelia Webber-Tejedor, de Rosa Ribas, Emma García, de Isabel Franc, Vicky González, de Cristina Fallarás, Rebeca Santana, de Susana Hernández, María Ruíz, de Berna González Harbour, Cate Maynes, de Clara Asunción García, y Kate Salas, de Carolina Solé. Se trata de un fundido en negro de gran calibre de voces, estilos y heroínas al que no hay que perderles el rastro en ningún momento.”

La recopilación es fantástica, sobre todo porque, sin descuidar las tramas policíacas-negras, incide en aspectos, matices, puntos de vista que enriquecen la trama policíaca precisamente por el hecho de tener a mujeres detrás escribiendo. Todas las historias tienen su gracia y un nivel alto pero me voy a centrar en dos para poner algunas de sus características.

El cuento “La voz de la sangre” de Alicia Giménez Bartlett me resultó particularmente entretenido, su detective, la paradójica Petra Delicado no hace honor a su nombre, es poderosa y de fuertes convicciones; ante su compañero Garzón no se corta en expresar lo que siente o piensa pero, además, siempre se acuerda de la mujer, poniéndola en el centro, independientemente de su pasado:

“-Entonces no será un caso fácil.

-Eso me temo yo también. Un cliente, un asunto de drogas, una venganza…

-Pero el hierro es el mismo, Garzón, Cuatro mujeres asesinadas, esa es la única realidad, se trate o no de un burdel.”

En efecto, este matiz, que corrige el primer pensamiento, posiblemente machista, de su compañero, sirve para entender el papel de la mujer investigadora defensora de su género, una perspectiva diferente de una Petra que, indudablemente, sabe que la realidad la supera, que no hace más que encontrarse dolor en su camino y, de alguna manera, ella está ahí para intentar mitigarlo:

“-¡Magnífico Fermín!, ¿y no había por esa fonda ninguna oveja achicharrada por los rayos? Digo, y que hubiera completado muy bien el cuadro de niña famélica.

-A veces, inspectora, pienso que no tiene usted corazón.

-Más me vale para enfrentarme a toda esta miseria moral.”

Afortunadamente, Giménez Bartlett sabe imprimir humor a la fuerte personalidad de su personaje gracias a su inimitable compañero de investigación para, de esta manera, obtener una historia muy completa:

“-Si Petra, ya veo, descartado el exmarido machista, un crimen religioso es lo que le gustaría más ¿verdad? ¡Sus dos principales bestias negras puestas en solfa!

-¿Está insinuando que me dejo llevar por mis obsesiones privadas en la investigación?

-¡Hombre, inspectora, si ya solo falta acusar a un nazi para que toda su ideología quede en exposición!”

El otro caso que quería resaltar era el de la escritora Susana Hernández con su Rebeca Santana en “La ternura del jugador de Rugby” donde realiza un ejercicio de estilo metaficcional, poniéndose ella misma como protagonista de su cuento, acompañando en la investigación a su pareja de detectives, en este caso las dos femeninas:

“-¿Qué se supone que quieres saber? –soltó Vázquez a bocajarro.

-Ver cómo es el día a día en la vida de dos policías.

La Marquesa hizo una mueca.

-Jodido y menos emocionante de lo que te crees.

-¿Qué os toca hoy?

Las subinspectoras se miraron.

-Pues a ver el menú… -Santana se rascó la barbilla-. Tenemos un asesino en serie que mata ancianas con una motosierra, un asesino múltiple disparando en un centro comercial, un tiroteo en la Diagonal…

La escritora abrió los ojos como platos.

-¿En serio?

-No –rio Santana con ganas y su compañera la secundó-. Esto no es Nueva York por suerte. Nos han llamado del Vall d’Hebron. Una agresión sexual. ¿Te apuntas?”

En este fabuloso intercambio entre los tres personajes femeninos podemos encontrar un poco de todo, desde la humildad de ella misma al reconocer que necesita estudiar cómo es el día a día de la policía, hasta la broma sobre crímenes que sólo ocurren en EE. UU.; acabando con un caso típico que, dolorosamente, se trata de una agresión sexual, incidiendo en el hecho de que es demasiado habitual que haya violencia de género. De un simple diálogo podemos extraer tantas cosas que todo el cuento es una pequeña maravilla.

Concluyendo, es necesario, mejor dicho, imprescindible, que haya recopilaciones de este estilo para sacar nuestra cabeza de nuestro margen de confianza. Salirse de los lugares comunes de la mano de estas espléndidas novelistas puede ser una buena forma de hacerlo. Bien por la editorial “Al Revés” que aboga por traernos cosas diferentes y tan interesantes.

“Arte Salvaje. Una biografía de Jim Thompson” de Robert Polito. Perfecta conjunción biográfico-crítica.

thompson_portadaUno de los motivos para pasarme este año por la Feria del Libro de Madrid era, sin lugar a dudas, adquirir la obra que os traigo hoy. Óscar Pálmer, traductor y alma de la editorial Es Pop Ediciones ha decidido centrarse en el ensayo;  vengo a honrarle por su decisión, porque si el material que va a traer tiene la mitad de calidad que este, va a contar conmigo para hacer proselitismo sin reservas.

“Arte Salvaje. Una biografía de Jim Thompson”, del periodista Robert Polito, es el sueño hecho realidad de cualquier aficionado a las fabulosas novelas de uno de los más grandes de la novela policíaca, el norteamericano Jim Thompson; en el prólogo tenemos una introducción esencial a la obra del autor:

“Jim Thompson ofrece uno de esos raros ejemplos de arte popular que también es personal y profundamente subversivo. Su ficción está impulsada por una inteligencia escabrosa que arrasa cualquier tipo de distinción entre cultura seria o sensacionalista. Igual que las fotos de espectáculos y asesinatos de Wegee o que Death and Disaster (la serie de lienzos de Andy Warhol sobre coches accidentados, revueltas raciales y sillas eléctricas), las novelas de Thompson se regodean en su condición precaria y contradictoria. Tal como sugirió Luc Sante en The New York Review of Books: “Thompson cubre un hueco significativo en la continuidad de la ficción norteamericana de posguerra, un eslabón entre la literatura popular y el vanguardismo.”

Esa es la magia de Thompson: literatura de género de calidad, ese momento que esperamos que se dé en el futuro, aquel en el que, independientemente del género, se criticará una obra en sí misma, sin consideraciones de “ser serio” o “no serlo” todavía vigentes en crítica reaccionaria; con Thompson ya no hay esta disquisición, él es nexo de ambos mundos por su calidad.

A partir de ahí, Polito desarrolla una exhaustiva biografía que se caracteriza por aglutinar:

-Testimonios orales de la familia o gente que conoció al autor o interactuó con él.

-Datos históricos de la Norteamérica de posguerra.

-Análisis crítico de todas y cada una de sus obras emparentadas con su propio canon y con el contexto, subrayando incluso el contrapunto con otros autores a los que influenció o por los que se vio influenciados.

El resultado es que la biografía puede ser leído de dos maneras: como un testimonio oral a través de la gente que le conoció o, y esto es un mérito de Polito, como si de una novela del propio Jim Thompson se tratase.

Buen ejemplo de estos testimonios orales los tenemos en las sucesivas declaraciones de su esposa, sobre todo en algo tan controvertido como los “posibles” abusos en la infancia de Jim Thompson:

“La esposa de Thompson, Alberta, que vivió con los padres de Jimmie en varias ocasiones durante su matrimonio, respalda la valoración de Sharon: “No creo que tuviese una infancia feliz. Era inestable financiera y emocionalmente. Tenía una madre muy cariñosa que fue buena con él, pero su padre… en fin, probablemente hubiera ciertos abusos. Jimmie tenía mucha rabia contenida hacia su padre.”

Aunque no lo afirme, no lo desmiente, lo que es evidente es la rabia de Jim hacia su padre que aparece sucesivamente en sus novelas:

“Las infancias disparatadas, caprichosas, crueles  y perdidas presentes en el corpus de Thompson caen dentro del modelo de familia totalitaria descrito por el poeta Randall Jarrell como “uno de los campos de concentración de Dios”. Recuerdos de terribles palizas, abandono, privaciones, humillaciones ritualese incesto asolan de manera rutinaria los flashbacks infantiles contenidos en sus novelas, como también lo hacen otras formas más sutiles de lo que el psicoanalista Leonard Shengold llama “asesinato del alma”. Critch King, en “La sangre de los King”, es uno de los muchos personajes de Thompson atormentados por su incapacidad para estar a la altura de las exigencias de su padre.”

Es, sin embargo, en la crítica de su obra donde Polito es capaz de dar el “do de pecho”; buena muestra es lo que comenta al hablar sobre el final del libro“Always to be Blest”:

“El final del libro anticipaba en casi dos décadas la narración partida con la que concluye Una mujer endemoniada”. Thompson, como muchos otros escritores norteamericanos, aprendió probablemente el uso de la cursiva leyendo a William Faulkner, el cual, según su esposa Alberta, era su novelista favorito. Faulkner indicó en una ocasión que los pasajes en cursiva de “El ruido y la furia”, el modelo más probable para Thompson en este caso, marcaban una ruptura entre la “descripción objetiva” y una “transferencia de pensamiento subjetivo”. Thompson utilizaría la cursiva exactamente de esta misma manera en sus próximos escritos.”

Además del análisis crítico, aprovecha para hablar sobre el tipo de narración utilizada, el recurrente uso de la cursiva en el futuro (como parte de su “escisión de la identidad” en varios de los personajes usados en sus novelas) y, ya de paso, poner en perspectiva una de sus influencias literarias más importantes, Faulkner.

Sobre el estilo, igualmente, el siguiente párrafo indica claramente el amor de Thompson por la poesía y por el pulp:

“Sobre la insistencia de Thompson en la poesía en una clase de escritura creativa, Shestack comenta: “Jim nos decía una y otra vez que el escritor de prosa ha de leer poesía para afinar el oído. Hablaba mucho sobre la importancia de escribir en lengua vernácula, en oposición a lo pomposo o literario. Uno de los trabajos que nos puso fue tomar un pasaje de un autor establecido y reescribirlo en vernácula, usando el modo de hablar de la gente corriente. El pulp era poesía para Jim.”

Parece diseccionar su obra de tal forma, que es capaz de inferir los temas que rondan la obra del autor de novela policíaca; por un lado, la escisión de la identidad que mencioné anteriormente, por el otro, el fracaso del sueño americano, del hombre hecho a sí mismo:

“El fracaso acabaría siendo el gran tema de Thompson. Sus novelas más desoladoras irradian empatía por los marginados y fracasados aplastados por la maquinaria  norteamericana del individualismo, el progreso y el éxito. La literatura proletaria y hobo de las historias orales crudas y desgarradoras recogidas posteriormente por Studs Terkel en su volumen “Hard times”, han tallado un retrato del hombre marginal de la Depresión implícito en el personaje esencial de Thompson.”

No quiero dejar de la ocasión para poner uno de esos párrafos que se convierten en el sello de identidad en la narración de Polito, una mezcla excelente de crítica y de análisis de la obra, haciendo además una disección del personaje y utilizando diversas fuentes literarias para hacer uso de literatura comparada:

“Puede que Nick Corey se presenté a sí mismo con un dialecto cómico propio de Mark Twain o Bret Harte, exprimiendo la ironía del que relata un divertido cuento chino, pero “1280 almas” sigue una trayectoria aún más oscura que “El asesino dentro de mí”, y la malicia e inteligencia de Corey resultan ser más agudas y estar mejor enmascaradas que las de Lou Ford. A medida que su manida y autocrítica cháchara, trufada de referencias religiosas aparentemente extemporáneas (“había alcanzado el Reino de los cielos”), se va centrando tras un par de festivas vueltas de tuerca en la convicción de que él es el azote de Dios, Corey emerge como,quizá, la más aterradora e inquietante creación de Thompson.”

Creo que no hay forma de explicar mejor al maquiavélico sheriff bobalicón de la inconmensurable “1280 almas”, grandioso.

Thompson, al límite hasta el final, dejó su sello hasta unos días después de morir:

“Thompson falleció, tumbado junto a Alberta, el 7 de abril De 1977, Jueves Santo. Sus cenizas fueron esparcidas sobre el océano pacífico desde un avión.

El sábado anterior, Sharon le había llevado una Malta y dos cajetillas de Pall Mall. Thompson apenas toco la Malta, pero cuando Sharon se puso a buscar los cigarrillos la mañana de su muerte, descubrió que se había fumado hasta el último de ellos.”

Sinceramente, estamos ante una obra de referencia sobre el autor; mezcla perfecta de lo biográfico y análisis crítico de la obra. Esto se me antoja como una de esas lecturas ideales para el verano, y ya que estamos, ¡para todo el año!

Los textos provienen de la excelente  traducción de Óscar Pálmer Yáñez de “Arte Salvaje. Una biografía de Jim Thompson” de Robert Polito para Es Pop Ediciones

“Huida del corredor de la muerte” de Edward Bunker. El ocaso del autor

huida-del-corredor-de-la-muerte-9788494236723Es evidente que Sajalín ha encontrado su buque insignia editorial, tras bastante tiempo y mucha paciencia; Edward Bunker empieza a ser bastante conocido en los círculos que lectores que disfrutan con la novela policíaca en su vena más radical, la “hardboiled”. El problema de este filón es que, desgraciadamente, con tantos crímenes, asaltos y entradas en la cárcel al hombre no le dio tiempo a escribir todo el tiempo que habría sido necesario para generar una carrera literaria extensa.

“Huida del corredor de la muerte” es lo último que ha publicado la editorial del autor y se trata de una recopilación póstuma de relatos del norteamericano; relatos que se encontraron después de haber fallecido, al mismo tiempo que “Stark”, la última novela encontrada. El problema de estas cosas es que, lo que se suele encontrar, puede desmerecer un poco lo anteriormente publicado. “Stark” era un buen Bunker indudablemente pero no al nivel de sus mejores obras.

Lo mismo sucede con esta recopilación, se caracteriza por ser bastante irregular, con pocos destellos tanto del salvajismo habitual en sus obras como del estilo lírico de los mejores momentos del señor Blanco. Además, en mi opinión, la mayoría de los relatos se centran en lo carcelario y no creo que sea el tema al que le sacó el mejor partido, “Fábrica de animales” se quedaba pequeña comparada con otras obras del autor como “No hay bestia tan feroz”,  “Little Boy Blue” o el brutal “Perro come perro”.

Aun así, hay varios aspectos que justifican su lectura, como podemos ver en el relato que abre la antología: “La justicia de los ángeles 1927”, dos conceptos que usa con frecuencia y que son comunes a toda su obra; el racismo, indagando en esta ocasión en el miedo como catalizador de la violencia racista:

“Se acordaba de cuando tenía once años y le preguntó a su madre por qué los hombres blandos eran tan crueles con la gente de color, especialmente con los hombres. La respuesta le sorprendió: “Temen a los hombres negros. Dios santo, ojalá no los temieran… porque cuando alguien tiene miedo es cuando se odia y se es cruel, por miedo. No vayas por ahí metiéndole miedo a la gente, chico, y sobre todo no a los hombres blancos.”

El otro concepto es el relacionado con la cárcel como “ciudad de condenados” que ya salía en la “Fábrica de animales” y que explica claramente la sensación que sienten los presos y la inevitabilidad que marca su destino, tarde o temprano, volver allí:

“Cuando salió a donde un guardia lo esperaba para escoltarlo, escuchó el timbre que llamaba al siguiente hombre. Mientras caminaba alrededor del borde del hermoso jardín, miró más allá de los tejados de la cárcel y pensó en una pequeña ciudad. Eso era aquel lugar, la pequeña ciudad de los condenados.”

“Entrada en la casa de Drácula” introduce la idea que los convictos asociaban con San Quintín,el presidio era la Casa de Drácula, lo vampírico que les succionaba su esencia vital; una vida condenada:

“Notó mi indiferencia y no intentó seguir con la conversación. Me puse a hacerme la cama. Había llegado a mi última morada. Había entrado en la Casa de Drácula. Sería una muerte larga y lenta.”

En el magnífico homónimo, quizá el mejor de los cuentos de la recopilación, aparece de manera sincera esta inevitabilidad, el destino que proviene de las decisiones mal tomadas, decisiones que no van a poder evitar:

“-Siento verte aquí, Harper. Pensaba que te iría bien ahí fuera.

Roger se encogió de hombros.

-La cagué.

-Nadie es perfecto –dijo Blair.”

Para cerrar la recopilación en “La vida por delante” se refleja como nunca por qué se cometen esas malas decisiones:

“El subidón de adrenalina al acabar un robo con éxito era mejor que el sexo. Mejor que las drogas. Mejor que cualquier cosa que había sentido nunca.

No cometas el crimen si no puedes cumplir la condena, le habían dicho. Max estaba preparado para las dos cosas.”

Solo quedaría que Sajalín consiguiera los derechos de “La educación de un ladrón”; la única obra que les queda de Bunker y que publicó Alba y ahora está inencontrable y descatalogada;  afortunadamente, el próximo mes la disfrutaré, pude encontrar uno de los ejemplares.  Se cerrará un ciclo, el del gran Edward Bunker.

Los textos provienen de la traducción de Zulema Couso de “Huida del corredor de la muerte” de Edward Bunker para Sajalín Editores.

Una recopilación de novelas de Jim Thompson. La escisión de la identidad

libertadcondicionalAprovechando que acabo de terminar la biografía del escritor norteamericano, una joya de la que tendréis noticias en este blog en no mucho tiempo; se me ocurrió la posibilidad de hacer un pequeño monográfico con las obras que me quedaban por leer del escritor; ha valido mucho la pena, sobre todo porque gracias al análisis de la biografía, es indudable que ayudan a disfrutarlas mucho más.

La primera de ellas ha sido la última que ha sacado RBA en su serie negra, “Libertad Condicional”, obra encuadrada históricamente tras el que fue su primer gran éxito, esa obra maestra que es “El asesino dentro de mí”, esta influencia y la atracción del cine serán decisivas en el resultado final.

Partiendo de una buena idea, se nos presenta un presidio, Sandstone, donde el convicto Pat Cosgrove malvive, pero que, sin embargo, verá la posibilidad de salir gracias a la ayuda aparentemente desinteresada de Doc Luther, obteniendo la libertad condicional para trabajar con él, librándolo de un verdadero infierno:

“Luther creía estar acostumbrado a las aberraciones. Pero con Sandstone era imposible no escandalizarse. Sandstone no era una cárcel. Era una casa de locos en la que quien estaba loco era el director, y no los inquilinos. En Sandstone tan sólo había una forma de sobrevivir: llegar a ser más duro y más retorcido que el propio director. Si lo hacías -si conseguías caerle en gracia al hombre con los ojos extraordinariamente brillantes y la risa impredecible-, no sólo sobrevivías, sino que lo hacías con relativa comodidad. “

Es evidente, para nosotros, los lectores, que salir en estas condiciones tiene que tener un precio, pero el plan de Doc Luther no es evidente; es la espera, esa potencial amenaza, la que sostiene la narración. Según avanza, la desconfianza de Cosgrove será cada vez mayor:

“-¿Y no conocía nada a esa persona que le consiguió su libertad condicional… Que la compró por así decirlo?

-Exacto.

-Pues tiene usted razón, señor Cosgrove. Tiene motivos más que sobrados para desconfiar. A esa persona le hubiera resultado igual de barato y fácil conseguir que le concedieran el indulto. Con el indulto, usted podría haberse ido donde quisiera… Lejos de la periferia de su benefactor. Esa persona no tiene nada de benefactor. Esa persona no tiene nada de filántropa.”

No faltarán mujeres fatales, dobles juegos, traiciones… que llevarán a desentrañar la trama final desde el punto de vista de Cosgrove, verdadero narrador (excepto en el capítulo inicial que narra Luther) y afectado por los acontecimientos. Thompson no era un dechado de virtudes a la hora de plantear las tramas, la resolución resulta farragosa; el final feliz, desacostumbrado en el caso de Thompson, estuvo muy influenciado por la querencia del autor por conseguir un contrato con Hollywood para alguna de sus novelas. Aprovechar el éxito de su anterior novela parecía una buena oportunidad. La pena es que la novela se resiente mucho por esta circunstancia.

aqui_y_ahora_300x459“Aquí y ahora”  fue la ópera prima del autor; publicada en 1942, recoge muchos elementos autobiográficos aunque no se atreviera a poner exactamente los nombres de las personas de su entorno; sin embargo, eran perfectamente distinguibles entre las historias que nos relata el autor como cuando se refiere a sus hermanas y a la situación de pobreza en la que subsistían, alentada por el abandono de su padre:

“Margaret –mi hermana mayor- y yo sobrevivíamos gracias a la caridad de los vecinos, mientras que mamá apenas probaba bocado. Así que la única que necesitaba verdaderos cuidados era Frankie. Por desgracia, la pequeña no podía alimentarse de las sobras ajenas y mamá tampoco podía amamantarla. A todo esto, solo nos quedaban cincuenta centavos.”

No es la infancia de Thompson una de esas “misery memoirs” ficcionales donde el protagonista es maltratado, violado, etc.., pero sí es bien cierto que la influencia de su padre fue muy negativa para el desarrollo de su personalidad y de su propia vida y lo podemos comprobar en el texto:

“¿Y qué? –me dije-. ¿Es que en algún momento fuiste feliz? ¿Es que alguna vez te sentiste en paz contigo mismo? Pues claro que no –me respondí-. Está clarísimo que no, nunca dejaste de sentirte habitante del infierno. La única diferencia es que ahora has caído un poco más bajo. Y vas a seguir deslizándote por la pendiente, porque eres igualito a tu padre. Eres tu propio padre, aunque careces de su determinación y su fuerza de voluntad. De aquí a un año o dos acabarán encerrándote igual que a él.”

También su obsesión por la escritura y las consecuencias de su mercantilización aparecerán en varias ocasiones a lo largo de la novela para mostrar las inseguridades de un escritor que tuvo que luchar mucho consigo mismo a la hora de crear:

“A mí me daba igual vender los derechos de la narración o no. De hecho, prefería que nadie la adquiriera. Sabía que si la vendía, me perseguirían para que escribiera un nuevo cuento por el estilo, cuento que sería todavía peor. Y la constante certeza de que me estaba dejando llevar por lo facilón bastaría para aniquilar en mí incluso ese último y débil afán de expresarme mediante la escritura.”

“-No sé cómo explicarlo –dije-. Lo más seguro es que nunca sea capaz de explicarme, ni aunque escriba un libro.”

Quizá el mayor logro sea ese diálogo hipotético que realiza con el padre fallecido durante todo un capítulo, hay aquí un presagio de esta lucha interior psicológica que le servirá para configurar a los Lou Ford y Nick Corey futuros; que ya tiene reminiscencias del desarrollo futuro  de uno de sus temas más importantes: la escisión de la personalidad que tan bien analiza Polito en su biografía sobre el autor norteamericano:

“No estoy loco. No estoy ni asqueado ni furioso, quiero decir.

Solo estoy…

¿Cómo? ¿No puedes hablar un poco más alto, papá? Ya sé que siempre ha sido la costumbre… Pero aquí no hace falta que me hables en murmullos. Háblame con voz tonante, la misma que tanto efecto causaba en las salas del tribunal. Alza tu vozarrón como el estruendo que se eleva sobre el trueno de la perforadora de petróleo. Grita y ruge y golpea la mesa como si no pudieras porque le haremos una cara nueva a golpes, hasta dejarlo por muerto. Maldita sea su estampa.”

Como la mayoría  de las primeras novelas, Thompson experimentó, buscaba su estilo y los temas que seguiría más adelante, se apoyó en los temas que vivía en primera persona para darle la estabilidad que necesitaba y conseguir una buena novela pero que todavía estaría lejos de sus grandes creaciones. Eso, sí es indudablemente interesante, a la luz de su biografía, para entender parte de vida del autor, imprescindible para entender el devenir de su literatura.

Los textos de estas dos obras  provienen de la traducción del inglés de Antonio Padilla de “Libertad condicional”y “Aquí y ahora” de Jim Thompson para RBA.

Asesino-Burlon-Jim-ThompsonPara acabar, una obra, “Asesino Burlón” de la que solo tenemos una edición en España, la de Libro Amigo Policíaca de ediciones B del año 1988; una obra que no ha sido reeditada y es prácticamente inencontrable y donde encontramos una de sus cimas, sin lugar a dudas; encuadrada en su “época dorada” de creación y que entraría en la categoría de sus psicópatas a nivel de los ya mencionados de “Asesino dentro de mí” o “1280 almas”, la novela no solo se queda en esta caracterización psicológica que,  ya de por sí, supone un logro; en las primeras páginas el propio Jim Thompson nos da pistas sobre lo “especial” que puede llegar a ser:

“-Bueno… sí –asentí-. Sí, es algo mío. Una especie de melodrama que estoy escribiendo en torno a los crímenes del Asesino Burlón. Supongo que confundirá por completo al lector de novelas policíacas, pero tal vez lo que necesita es precisamente que lo confundan. Quiza su sed de diversión lo lleve al terrible trabajo de pensar.”

Clinton Brown, el periodista del Clarion, es el epítome de psicópata que tan bien desarrolló Thompson, “la enfermedad” de Lou Ford en esta ocasión es un “doble sentido”, el juego de dicotomías refleja a la perfección este doble sentido, esta división de la personalidad que altera a nuestro protagonista; de fondo, como en otras obras, la guerra y más concretamente, la castración, con unas connotaciones ciertamente esclarecedoras:

“En ese momento estaba comenzando a sentir ese peculiar doble sentido que se me había manifestado con creciente intensidad y frecuencia en los últimos meses. Era una mezcla de calma y ansiedad, de resignación y rechazo furioso. Simultáneamente, yo deseaba emprenderla a golpes contra todo y no hacer absolutamente nada.”

El caso es que el propio Clinton (Brownie para los conocidos) ve en Lem Stukey, el jefe de detectives su “doppelganger”, ese contrario que es la extensión inconsciente de su personalidad escindida, “un hijo de puta” en sus propias palabras:

“Tal vez esté equivocado –me he equivocado con tantas cosas-, pero no recuerdo haber oído hablar jamás o conocido a un hijo de puta que no se las arreglara perfectamente bien. Estoy hablando, entiéndase bien, de verdaderos hijos de puta. De la variedad A, de doble destilación y calentada al vapor. Coges a un hombre así, un hijo de puta que no lucha contra ello –que sabe lo que es y se entrega de cuerpo y alma- y realmente tienes algo. Mejor dicho, él tiene algo. Él tiene todas las cosas que tú no puedes tener, como recompensa por no ser un hijo de puta. Por no ser como Lem Stukey, el jefe de Detectives del Departamento de Policía de Pacific City.”

Como comentaba anteriormente, esa castración, ocasionada por las consecuencias de la guerra le llevará a elegir entre sus víctimas a tres mujeres,; a la hora de matar a su exesposa seguimos comprobando, en una escena cargada de violencia, la caracterización de la personalidad de Clinton, esta vez unida al mayor vicio de Thompson, el alcohol:

“-No –dije-. No puedes y no lo harás.

Y estrellé la botella contra su cabeza.

Me quedé mirándola, mientras mi cabeza navegaba y yo me tambaleaba lentamente sobre mis pies. La humedad y el esfuerzo y la larga conversación me estaban desembriagando, y cuando estoy sereno me emborracho. Más borracho de lo que podría ponerme cualquier cantidad de whisky.”

Según va cometiendo asesinatos, va perdiendo el sentimiento de culpa ante las consecuencias de sus actos; la desesperación de sus actos perturbados le llevará a justificar sus actos de la manera más infame; su desequilibrio le lleva a crear un mundo de acuerdo a sus ideas, un mundo inconscientemente influido por el trauma de su castración:

“El problema me perturbaba solo de una manera muy lejana: bueno-debería-sentirme-avergonzado. En realidad, no sentía ninguna culpa. Con Ellen sí. Lo lamentaba sinceramente en el caso de Ellen. Y, ciertamente, lo sentía mucho más en el caso de Deborah. Pero no me asaltaba ningún remordimiento en el caso de Constance. Ella no hubiese continuado viviendo como ellas lo hubieran hecho, de no mediar mi intervención. En Constance no había vida, solo flema y avaricia, ¿y cómo se puede quitar la vida cuando no existe?” 

En este mundo nada es lo que parece, el sorprendente final, del que no hablaré, nos revela la subversión de la propuesta, lo enrevesado de la situación, ese maestro que es el gran Jim Thompson en una de sus propuestas más arriesgadas y posiblemente peor entendidas.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Gerardo Di Masso para “Asesino Burlón” de Jim Thompson.

Lo negro otra vez: Daly, McBain y Bradley. Mezcla policíaca diversa

y-tu-que-clase-de-madre-eres-9788439728191Vuelvo, después de un tiempo a realizar una recopilación de reseñas breves de novela negra. En efecto, muchas veces uno lee tantos libros que no llega para poder escribir una reseña de cada uno de ellos. En esta ocasión el nexo que une a esta recopilación son las novelas policíacas, uno de mis temas favoritos.

La mezcla que os traigo hoy, y que he leído en los últimos días, es diversa, la ordenación es estrictamente cronológica; la calidad alta o muy alta. Buenas muestras de cómo realizar buena novela policíaca de diferentes maneras, unas centrándose más en lo detectivesco, otras en el hardboiled.

La primera opción es “¿Y tú qué clase de madre eres? de Paula Daly  que acaba de salir en la curiosa colección de Roja y Negra. Curiosa porque los escritores que pertenecen a ella tienen ciertamente estilos y temáticas bastante diversos. De hecho, esta novela se encuadra en un tipo de novela actual que, a priori, está más enfocado para lectoras femeninas (en España lo han querido llamar “femicrimen”… ). Independientemente de las etiquetas, creo que es una novela que se puede disfrutar por cualquier género por todas sus implicaciones.

Todo comienza con la desaparición de Lucinda, la amiga de la hija de una de las grandes protagonistas, Lisa Kallisto, que se convierte en una de las voces que utiliza la escritora para avanzar la acción; la configuración del personaje es imprescindible para el devenir de la historia:

“Al llegar a casa, me meto en la cama. Me tapo la cara con las mantas y me acerco las rodillas al pecho, en posición fetal. Y entonces es cuando me asaltan los verdaderos malos pensamientos. La reciente desgracia se mezcla con el antiguo autodesprecio. Con aquel otro error del pasado cargado de culpa que aún no he logrado perdonarme a mí misma. Sucedió hace cuatro años”

Ya que sirve para avanzar la trama además de para configurar la parte más “femenina”: esa acción pasada que tiene que ver con su evolución y la carga de una culpa difícil de superar.

Junto a ella tenemos otras dos voces, la del pedófilo criminal, despreciable en sí misma, caracterizada por hablar en cursiva; y la de la investigadora, Joanne Spinall, su descripción, a los ojos de Lisa es clarificadora de su normalidad, una normalidad que subvierte la belleza habitual de las chicas que pueblan estas novelas:

“Es una mujer maciza y regordeta, y va vestida con parka y zapatos planos. Cuando se quita el abrigo advierto que su aparente corpulencia se debe más que nada a la prominente delantera. Es morena, y lleva el pelo recogido con una coleta en la nuca. Unos mechones sueltos le caen sobre la cara. Debe de tener la misma edad que yo, unos treinta y siete. No lleva alianza.”

Aparte de la investigación, por detrás subyace un dolor latente relacionado con el papel de la mujer en la familia; la hipocresía de aquellos que nunca reflejan los problemas que surgen, para indicar que todo es un mundo feliz:

“Aunque fuera solo una vez –una sola-, me encantaría que alguna madre primeriza de las que salen en las revistas se descolgara diciendo: “Me está resultando muy duro. No es ni mucho menos como yo esperaba. No creo que vaya a tener otro… Además –esto añadido mientras moquea en un pañuelo-, mi marido no me ha ayudado en absoluto. Yo pensaba que iba a ser un padre maravilloso, pero ni mucho menos, todo lo tengo que hacer yo. La verdad es que se está comportando como un capullo.”

“-Todos tenemos algo que ocultar al resto del mundo. ¿Recuerdas? Todos queremos dar la imagen de familia perfecta, de que todo nos va bien. A mí… bueno… a mí me iba bien. Lo hice todo bien. Y aun así me salió mal. Y lo siento, Lisa, pero no estaba dispuesta a aceptarlo, qué quieres que te diga. He luchado por mi familia. He hecho lo que tenía que hacer.”

La novela se desenvuelve bien hasta un final que desmerece un poco el buen desarrollo. Aún así, tiene los suficientes elementos para proporcionar un entretenimiento muy razonable.

Los textos vienen de la traducción de Victoria Alonso Blanco de “¿Y tú qué clase de madre eres? de Paula Daly en Roja y Negra.

el-traficante-9788490064948Los dos siguientes libros tienen como protagonista a un clásico de la novela policíaca del que ya hablado por el blog alguna vez, es el caso de Ed McBain, pseudónimo de Evan Hunter y las novelas que representan la tercera y la cuarta entrega de su famosa serie del distrito 87. Se dio la casualidad que leí el cuarto antes que el tercero y ya os aviso de que es un error, porque desvela eventos que suceden en el anterior. Lo mejor: leerlos en el orden que os pongo a continuación:

“El traficante” es el tercero y vuelve a traernos al McBain de altos vuelos, una ciudad que podría ser cualquiera, una novela marcada por la coralidad y, cómo no, su prosa que alterna el lirismo con puñetazos en el estómago:

“El invierno compareció como un anarquista con una bomba.

Resoplando, ululante, con la mirada ida, descargó sobre la ciudad un frío que heló médulas y corazones.

El viento aullaba bajo los aleros y asaltaba al viandante en las esquinas, arrebatando sombreros y levantando faldas para acariciar con dedos gélidos el calor de los muslos. ¿Qué hacían los ciudadanos? Soplarse los dedos, subir el cuello del abrigo y ajustarse las orejeras. Se habían dejado arrullar por la letárgica agonía del otoño y ahora tenían el invierno encima, repiqueteándoles en los dientes con nudillos de hielo. […]

Aquel año, el invierno iba a ser una auténtica putada.”

Y todo ello con ese humor negro delicioso ante el que es imposible no caer rendido, como esta descripción del turno de medianoche; maravilloso paradigma de esa mezcla de humor y amargura de fondo:

“Por supuesto un cadáver anima un poco la monotonía del turno de medianoche, y está bien poder retomar el contacto con los amigos de Homicidios Sur, y puede que el fotógrafo lleve encima una colección de selectas postales “artísticas” que admirar; pero aun así, nadie siente verdadero entusiasmo por un suicidio a las dos y once de la madrugada. Especialmente si hace frío.

Y hacía frío, eso era un hecho innegable.”

La historia es violenta y dolorosa hasta la última página, sobre todo por las implicaciones de la investigación en uno de los policías involucrados; además, comprobamos la evolución de cada uno de los personajes que salieron en anteriores entregas, es sencillamente fabulosa.

Los textos provienen de la traducción de Pablo Álvarez Ellacuria.

el-estafador-9788490562550Y el cuarto, cuando todo parece que no se podría mejorar, lo vuelve a hacer, el inédito “El estafador” es casi perfecta, sin más, la descripción inicial de “la estafa” como crimen, ayuda a discernir por dónde irá la historia:

“Después de todo, siempre existe la opción de hacer las cosas con clase. Si consideras que el crimen es la manera más rápida, segura y emocionante de ganar mucho dinero en poco tiempo, hazlo con clase.

Dedícate a estafar a la gente.

No hace falta recurrir a la violencia.

No hace falta agenciarse un costoso juego de ganzúas.

No hace falta adquirir una pistola.

Tampoco es necesario trazar complicados planes para entrar y salir de un banco.”

Pero, contrario a lo que uno pueda pensar, su última aseveración:

“La vida, tomada desde un punto de vista algo cínico y sombrío, es como una gran estafa.”

La dota de enjundia, es más importante lo que parece; a pesar de que, inicialmente podría parecer un crimen menor.

En el camino McBain aprovecha cada página para indicar con todo lujo de detalles, pero sin resultar cansino, el procedimental policíaco, y, de esta manera reflexiona sobre el trabajo del día a día, sobre esa rutina tan necesaria.

“En aquel momento, Kling estaba dedicado a la rutina; y la rutina es la cosa más rutinaria que existe en este mundo.

La rutina es lo que hace que te laves la cara y te afeites y te laves los dientes por la mañana.

La rutina es meter la llave en el contacto, girarla, arrancar el coche y meter la primera antes de poder ir a ningún sitio.

La rutina es responder a una carta con un educado “Muchas gracias”, y responder a la subsiguiente carta de agradecimiento con otra carta para decir “De nada”.

[…]La rutina es el informe que redactas de vuelta en la comisaría. La rutina es un aburrimiento mortífero, y ni siquiera es soberano, y los detectives saben lo que es la rutina por triplicado, y ¡ay del detective que no tenga paciencia con la máquina de escribir, al margen de cuál sea su método de mecanografiar las cosas! Ese detective no durará mucho en la división.”

El final, con la implicación de la mujer de uno de los policías, es trepidante; cargado de tensión por la situación llevada al límite y que no se resuelve hasta prácticamente la última página. Un prodigio.

Los textos provienen de la traducción de Pablo Álvarez.

flavia-de-luce-y-el-misterio-de-la-gitana-9788408126362Para terminar un autor que, desgraciadamente, no está teniendo mucha suerte por aquí; sobre todo viendo que este tercer título de su serie de Flavia de Luce ha salido directamente en bolsillo y los dos anteriores están saldados o descatalogados. De hecho, es imperdonable que se me pasara por alto. Concretando, “Flavia de Luce y el misterio de la gitana” del canadiense Alan Bradley es un fantástico exponente de novela policíaca más centrada en lo detectivesco, donde la investigadora es la chisposa Flavia, una niña de trece años, verdadera alma de la historia y que aparece fantásticamente caracterizada, con buen humor y pequeñas pinceladas:

“Lo poco que sabía sobre Poseidón lo había sacado de la Mitología de Bullfinch, pues había un ejemplar de dicha obra en la biblioteca de Buckshaw. Era uno de los libros favoritos de Daffy, pero como no decía nada sobre química o venenos, en realidad no me interesaba.”

Nuestra encantadora personaje adora los venenos y la química y no se corta si tiene que contar mentiras:

“Si había algo que entendía más que el resto del mundo era el ocultamiento de pequeños pedacitos de verdad. No sería exagerado decir que yo era una eminente maestra en este arte.”

De fondo, las dificultades de la familia De Luce para mantener un status quo debido a las deudas.

“Sabía que, desde hacía un tiempo, el coste de mantener Buckshaw nos estaba llevando a la ruina, por no hablar de las tasas y del inminente impuesto de sucesión. Durante años, mi padre había conseguido mantener a raya a los “gruñones recaudadores”, tal y como él los llamaba, pero ahora los lobos debían de estar aullando de nuevo en la entrada.”

El caso, con reminiscencias sobrenaturales, está excelentemente llevado y hace que prácticamente devores las páginas. Muy buena propuesta para aquellos que tienden más a lo detectivesco, con menos énfasis en los elementos más “Hardboiled”.

Como podéis ver propuestas de todo tipo. Todo el mundo puede encontrar su libro.

Los textos provienen de la traducción de Elisabete Fernández Arrieta para “Flavia de Luce y el misterio de la gitana” de Alan Bradley.

“Heridas abiertas” de Gillian Flynn. La (saludable) confirmación de la malevolencia de Flynn

314_RH28115.jpgCiertamente, Flynn ha tenido una publicación errática en este país; de sus tres libros publicados los dos primeros, prácticamente inencontrables, pasaron sin pena ni gloria por las editoriales “El andén” y “ Viceversa”;  es ahora cuando, gracias al éxito de “Perdida”, su tercera novela, se le está dando el reconocimiento que se merece; de hecho, el sello de novela negra “Roja y negra” de PRHM (aka Penguin Random House Mondadori) ha aprovechado el gran éxito de “Perdida” (que además va a tener el impulso de la película dirigida nada menos que por David Fincher) para empezar a recuperar sus obras anteriores.

Tal es el caso de este “Heridas Abiertas”, la primera novela que realizó la autora norteamericana, y que volvemos a tener disponible, afortunadamente, en estos días; y es una suerte porque esta novela confirma claramente la saludable predisposición a la perversidad de esta maquiavélica dama del crimen; una forma de entender lo psicológicamente depravada que puede llegar a ser la naturaleza humana, que la convierte en heredera directa de la grandísima Highsmith.

La protagonista de este libro, Camille Preaker, es una periodista, recién salida de una estancia en un hospital psiquiátrico que será enviada a su pueblo natal, Wind Gap, para cubrir las noticias relacionadas con el asesinato de dos niñas; hechos que pueden llevar a pensar que haya un asesino en serie en su pueblo de la infancia. La trama se convierte, por lo tanto, en una trama más clásica, ya que de fondo tenemos un asesino en serie y una investigación en toda regla; sería convencional si no fuera por el montón de detalles que consiguen volver la narración en algo subversivo, sobre todo empezando por la propia protagonista.

Flynn irá dejando detalles que clarifiquen el porqué del paso de Camille por el psiquiátrico y resulta más escabroso de lo que pueda llegarse a pensar,  aunque pudiéramos creer que la bebida y su falta de autoestima puedan ser esas causas:

“Me tomé el segundo bourbon de un solo trago, estiré un poco los hombros agarrotados, me di unas palmaditas en las mejillas, me subí en mi enorme Buick azul y deseé haberme tomado una tercera copa. No soy de esa clase de reporteros que disfrutan metiéndose en la vida privada de la gente. Seguramente esa es la razón por la que soy una periodista de segunda fila, pero al menos soy periodista.”

Estamos, sin embargo, bastante alejados, como nos daremos cuenta más tarde, la protagonista se “automutilaba” indiscriminadamente:

“Verán, yo me hago cortes. También incisiones, tajos, escarificaciones y heridas. Soy un caso  muy especial; tengo un propósito. Bueno lo que pasa es que mi piel grita. Está recubierta de palabras, “cocina”, “bollo”, “garito”, “rizos”, como si un crío de primaria hubiese aprendido a escribir sobre mi carne con un cuchillo en las manos. A veces, pero solo a veces, me río. Cuando salgo de la bañera y veo, con el rabillo del ojo, en el lado de una pierna: “muñeca”. Cuando me pongo un suéter y, en un destello, veo en la parte interna del brazo: “dañino”. ¿Por qué esas palabras? Miles de horas de terapia han arrojado como resultado unas cuantas ideas de los buenos doctores.”

La fuerte presión del (re)encuentro con su madre, unido a la propia investigación, pondrán al límite a nuestra periodista que luchará por no tener recaídas:

“Me había escrito “Richard poli, Richard poli” doce veces en la pierna y tuve que obligarme a parar porque me moría de ganas de coger una cuchilla.”

Flynn no se conforma con realizar una caracterización psicológica de todos los personajes que van apareciendo sino que, además, en esta ocasión, nos muestra las consecuencias físicas con un gran lujo de detalles, en ocasiones, tirando a la truculencia, aunque bien justificados.

No se queda en la simple investigación con todas sus ramificaciones sino que no duda en reflejar a los personajes del pueblo, estereotipos del Medio Oeste Americano, el crimen, tanto allí como en la realidad, se convertirá en un acontecimiento que les definirá a ellos y a sus conciudadanos:

“Los tres rezumaban un orgullo mal entendido por su ciudad. La infamia había llegado a Wind Gap y ellos le harían frente. Podrían seguir trabajando en el supermercado, la droguería y la granja de pollos. Cuando muriesen, aquello (junto con el hecho de haberse casado y haber tenido hijos) pasaría a engrosar la lista de cosas que habían hecho en la vida. Y era algo que, simplemente, les había pasado a ellos. No, mejor dicho: era algo que había pasado en su ciudad. Yo no estaba del todo segura de compartir la opinión de Meredith: a algunos les habría encantado que el asesino fuese alguien nacido y criado en Wind Gap, alguien con quien hubiesen ido a pescar alguna vez, alguien que hubiese sido miembro del mismo club de boy scouts. Eso haría la historia más interesante.”

Con estos ingredientes, Flynn crea una trama absorbente donde ahonda en último término en las relaciones materno-filiales y  el conjunto, sin lugar a dudas, constituye una novela de altos vuelos dentro de  la novela policíaca/negra, con una conclusión que quita el aliento, nuevamente, por su capacidad de desencadenar dolor en el lector.

A mí, particularmente, Gillian Flynn me tiene totalmente enamorado con lo malvado de sus propuestas.

Traducción del inglés de Ana Alcaina de “Heridas Abiertas” de Gillian Flynn para esta edición de “Roja y negra” de PRHM.

“Piel de Serpiente” de James McClure. Calidad por encima de todo

piel-de-serpiente-9788415973256James McClure dignificó el género policíaco hasta unos niveles insospechados; no hay novela suya que no tenga un nivel calidad elevado; de hecho es la tercera vez que aparece por el blog y, a este paso, cada vez que Reino de Cordelia publique otra, seguirá apareciendo, porque bien lo merece.

La última, inédita hasta ahora, es este “Piel de serpiente” publicada inicialmente en 1975 con el nombre de “Snake” nos trae de nuevo al teniente Kramer y al sargento Zondi, esta extraña pareja de detectives en el post-apartheid sudafricano, el “veld” como marco geográfico; esta vez con la inesperada muerte de una bailarina de Striptease que hacía un número con una pitón y una serie de robos extraños y aparentemente sin sentido por la cuantía del dinero robado.

En la última novela comentada,  ya incidía en los aspectos más típicos, sello de la casa, que la llevan a la total excelencia y que aquí vemos reflejados de nuevo; con McClure volvemos a vivir el duro desequilibrio entre la población blanca y negra en el clima del post-apartheid;  en ese estado de las cosas se llega a discutir la posibilidad de que un negro no solo no sea igual a un blanco sino si incluso se le puede considerar un ser humano:

“En cuestión de diez minutos, el color de la piel de Lucky se había aclarado, pasando del chocolate al chocolate con leche, empezaba a desprender un olor dulzón y la expresión de sorpresa en su rostro había desparecido casi por completo.

-¡Ostras! Sí que hace calor –dijo Kramer, dirigiéndose al sargento blanco con mono color caqui que estaba a su lado. Las manchas de grase en los rasgos planos y compactos del hombre le hicieron pensar en el manual de un taller.

-Qué mala suerte, ¿no cree, teniente?

-Es mejor que el cáncer.

-¿Los negros tienen cáncer?

-Sí.

-Vaya, cada día se aprende algo nuevo.”

De hecho, se le considera algo distinto:

“-También lo ha hecho Martha. Hace de todo. Eso sí, he intentado ayudarla a mejorar su alfabetización, pero no quiere.

-Los mejores saben cuál es su sitio.

-En eso podríamos no estar de acuerdo –contestó Shirley, sonriendo amablemente-, pero naturalmente usted ve una cara de la comunidad africana mucho más sórdida de lo que pueda ver yo. Eso contribuye a tergiversar algo las cosas.

-En mi opinión, un cafre es una cafre, se mire del lado que se mire.”

Lo bueno es que McClure lo utiliza de dos formas: la primera, ya reseñada, como base de la situación sudafricana, este reflejo de su sociedad de desigualdad sirve como crítica al régimen establecido; la segunda, más sutil, será imprescindible para la resolución del caso por la particularización de la relación entre negros y blancos; ah, claro, hay una tercera forma, evidentemente, la relación entre Zondi y Kramer, una relación de amigos más allá de las fronteras raciales, una relación cargada de buen humor:

“-Esa es la verdad. Lo que lo hizo grande fue el miedo de la gente a la oscuridad… la oscuridad de sus propias mentes.

-¿Tú qué eres, Mickey Zondi?

-Un cafre supersticioso –dijo Zondi, sonriendo de oreja a oreja-. Y usted, jefe, es más sabio que el elefante.

-Bueno, yo no diría tanto. Pero una cosa sí te digo: yo no sufro de esta forma por los puntos flacos de mi gente. Al menos no en el trabajo.”

La trama sigue siendo más que satisfactoria y no voy a relatar nada sobre ella, los que le descubran ya se darán cuenta de esto; lo que sí quería comentar es un nuevo nivel que aparece en esta entrega y que nos introduce pequeñas reflexiones sobre el género a través de sus grandes creadores:

“-Ya, así que queda descartado. Perdone que me haya dejado llevar por la imaginación. Se debe a los libros que lee mi mujer.

-¿Agatha Christie o Dick Francis? –preguntó Strydom con interés.

-Edward McBain, un caballero americano, me temo.”

James McClure revela que una de sus influencias es el gran Ed McBain (visitante también en este blog), pseudónimo de Evan Hunter  y creador de las novelas del Distrito 87. Esta referencia cobra más importancia si tenemos en cuenta la progresiva conversión de sus novelas en “novelas corales”; sin quitar el protagonismo a Zondi y Kramer, pero es evidente que los secundarios (Marais, Kloppers, Strydom…) tienen voz propia, hasta el punto de que el sudafricano cambia continuamente de punto de vista en un mismo capítulo para mostrar avances en las investigaciones que serán necesarias para la resolución final poniendo el punto de vista de estos secundarios; de esta manera consigue hacer fluir la narración aunque nos obligue a estar muy atentos para no perder detalle.

El resultado final es una nueva muestra del talento que poseía McClure para realizar novelas policíacas; nueva oportunidad para rezagados de conocer a este grandísimo autor. No me puedo cansar de recomendarlo.

Los textos vienen de la traducción del inglés de Susana Carral de “Piel de Serpiente” de James McClure en Reino de Cordelia.

“Muerto el perro” de Carlos Salem. La mujer es la verdadera protagonista

muerto-el-perroTras haber leído unos cuantos libros del argentino Carlos Salem, empezar las páginas de “Muerto el perro”, su último libro publicado por Navona en su sello negro, me demuestran dos hechos fundamentales: el estilo es muy personal, reconocible por una serie de rasgos distintivos que comentaré a continuación; el segundo hecho es que está en perfecta forma y vuelve a la senda de sus primeras novelas policíacas.

Quien no haya leído al autor, ¿qué puede encontrarse? Yo mismo contesto: una sabia mezcla en la que confluyen el buen humor, el sexo en su vertiente más sensual, una trama policíaca negra que nos guarda siempre un giro final sorprendente y, en esta ocasión, la potencia de un personaje central femenino que se convierte en paradigma de la eterna lucha de la mujer contra el sempiterno patriarcado que la oprime.

Piedad de la Viuda, con ese nombre, es la protagonista de la que hablo; una mujer que se dará cuenta, a la muerte de su marido, de que todo no pintaba de rosa: la mentía con frecuencia, la dejó una empresa en bancarrota, etc… La beata y comedida Piedad, aficionada a la utilización de refranes en cualquier momento, representará su situación de una manera muy gráfica:

“No sé los boleros. Pero los refranes, a veces mienten.

Uno de los de papá afirma que: “muerto el perro, se acabó la rabia”.

Y el perro ha muerto.

Pero una voz dentro de mí me dice que la rabia acaba de empezar.”

Esa rabia irá en aumento según avance el libro y pasen las páginas sin que casi ni nos demos cuenta, se producirá una brecha en su identidad, la situación la obligará a que su parte más salvaje (o eso cree ella) salga cada vez más a relucir, esa “Otra” representa su lado oculto, el que ha estado más cohibido a lo largo de los años; lo terrorífico para ella será darse cuenta de que, en realidad, este lado no es tan peligroso, sino que ella misma es la que está evolucionando más allá, en una escalada de violencia:

“Que lo mataste, Piedad. No fui yo, fuiste tú. Lo mataste sin una sola vacilación, y con un crucifijo. Por eso calle y volví a esconderme. Porque tuve miedo de ti.”

Afortunadamente esta evolución no se producirá únicamente en este incremento exponencial de la violencia, sino que, al mismo tiempo, se producirá una progresiva desinhibición de todo lo que no sacaba por darle miedo, que le hará brillar con luz propia:

“Busco en mi flamante teléfono hasta dar con un hotel de cuatro estrellas que no quede demasiado cerca de las calles más transitadas. Hago una reserva para dos personas a mi nombre, que pago con la tarjeta de crédito, y cuando acabo las gestiones, Svetlana me mira con admiración. Lo curioso es que la Otra, dentro de mi cabeza, me mira de un modo parecido. “Sabía que si te daban un buen revolcón acabarías espabilando, Piedad, me dice. Pero no pensaba que tanto.”

Camino orgullosa, fingiendo por dentro y por fuera una seguridad que estoy lejos de sentir. Ellas confunden con una llama lo que es el vacilante destello de una vela que el viento de la realidad apagará en cualquier momento. Pero por ahora, me ilumina.”

Salem, a la búsqueda siempre de la mejor imagen que nos refleje la situación, no duda en buscar metáforas operísticas que vuelven lo sexual en algo sensual y divertido a un tiempo, no me resisto a poner un ejemplo de esto como es el siguiente párrafo, una verdadera muestra del buen hacer del argentino:

“Ya no. Ya no más cantos gregorianos que mueren en el primer compás.

Esta noche seguiré cantando ópera con cada poro de mi piel como si fuera un sexo o una garganta que recibe todo y todo lo da. Esta noche soy María Callas, cantando el aria de su vida para un solo espectador que no puede evitar aplaudir en mitad de la función. Y aunque le deba tanto a Ricardo, ese espectador soy yo.

Él acaba de entrar al dormitorio. Me ve desnuda y famélica y prima dona de esta gala.

Se levanta el telón. Y en su cuerpo, se levanta algo más.”

La trama está llevada de manera muy satisfactoria y, como ya avancé, nos guarda sorpresas en su parte final, consiguiendo que el resultado definitivo sea más que recomendable. Quizá no sea “Matar y guardar la ropa” (para mí, sigue siendo su obra más redonda) pero, indudablemente, es una novela negra que nos trae de nuevo al mejor Salem tras el irregular “Un jamón de calibre 45”.

Como último apunte, es mi percepción, debería leerlo una mujer para confirmarlo, pero me da la impresión de que Salem sabe escribir y reflejar bien el carácter de la mujer protagonista; y esto, no tan sencillo de realizar por la mayoría de escritores, le puede traer un público eminentemente femenino, sin descuidar al masculino, claro. Creo que es una virtud difícil de encontrar, aunque puedo estar equivocado. Nunca se sabe.

“La noche a través del espejo” de Fredric Brown. La ficción como (el mejor) reflejo de la realidad.

la-noche-a-traves-el-espejo-9788415973225Es difícil escribir algo sobre “La noche a través del espejo” de Fredric Brown en la preciosa edición de “Reino de cordelia” sin caer en el entusiasmo fácil y en los lugares comunes: Obra maestra, imprescindible, mecanismo de relojería, adictivo, se lee en un santiamén, etc…

Pero quizá es necesario recurrir a ellos de vez en cuando para que, en este caso, todo el mundo se entere de que es un Must-Read, sin comentarios crípticos que la emborronen.

Hacía ya varios años (desde 1987) de la edición de la maravillosa colección de Etiqueta Negra de Júcar y era prácticamente inencontrable. Reino de Cordelia nos trae una nueva traducción de la obra (fantástica por cierto) de Susana Carral y una edición exquisita para que podamos disfrutar como se merece este clásico.

En el prólogo de Juan Salvador (sí, de la librería Estudio en Escarlata) tenemos una condensación de las diversas virtudes por las que se ha hecho célebre:

“La noche a través del espejo” es una novela redonda, de embriagadora precisión. Por eso es complicado decir qué me gusta más de ella. La trama llena de giros y sorpresas, los tragos de whisky, la crítica a la política y al periodismo, los personajes cercanos y creíbles, el bar de Smiley, la atmósfera nocturna y onírica, el despliegue de humor y paradojas, o el juego de espejos y distorsiones con Alicia en el país de las maravillas y A través del Espejo y lo que Alicia encontró allí, de Lewis Carroll.”

Leer estas razones una vez acabado realza aún más las sensaciones que tuve, ese indefinible halo de felicidad que surge cuando te encuentras una lectura tan plena.

Doc Stoeger, el periodista dueño del Clarion, es el narrador; el espacio temporal es la noche y parte de la madrugada de un día; el espacio físico es la ciudad en la que vive, el bar de Smiley, un pequeño grupo de localizaciones que se envuelven en un sueño; nuestro protagonista, como Fredric, ama la literatura:

“Pero me conformo, todas las noches, con mis libros. Recubren por completo dos paredes enteras de mi salón y desbordan las librerías del dormitorio; incluso tengo una estantería en el baño. ¿Cómo que incluso? Creo que un baño sin una estantería está tan incompleto como lo estaría sin retrete.

Además, son buenos libros. No, no me sentiría solo, ni aunque Al Grainger faltara a nuestra partida de ajedrez. ¿Cómo iba a sentirme solo si llevaba una botella en el bolsillo y me esperaba tan buena compañía? Leer un libro es casi como escuchar al hombre que lo escribió dirigiéndose a ti. En cierto modo es mejor, porque no te obliga a ser amable con él. Puedes cerrarlo y hacerlo callar en el momento en que te apetezca y dedicar tu tiempo a otro. Puedes descalzarte y apoyar los pies en la mesa. Puedes beber y leer hasta olvidarte de todo, excepto de aquello que lees y de que llevas encima la cruz de un periódico que te pesa día y noche, hasta que llegas al refugio de tu hogar, donde olvidas.”

Hacía tiempo que no me encontraba una definición tan redonda  como esta de leer un libro: “escuchar al hombre que lo escribió dirigiéndose a ti” pero sin la obligación de sentirte amable con él, la lectura como afición libre, sin obligaciones, y que te ayuda a “olvidar” cuando te sumerges en él.

Su único sueño como periodista es conseguir tener una exclusiva en portada, todas las posibilidades de hacer algo diferente se le truncan, una tras otra; parece que todo está en contra y su único refugio es tomar una copa en el bar de Smiley (el sonriente!!) caracterizado por un humor difícil de entender a pesar de reírse cada dos por tres.

A esa noche sin pena ni gloria se le añade el contrapunto de conocer, en su propia casa, al enigmático y extraño Yehudi Smith, que viene a turbar su ánimo dándole la vuelta a todo en lo que creía, resaltando la fantasía, la ficción, como la mejor manera de reflejar la realidad:

“-Doctor ¿alguna vez se le ha ocurrido pensar que las fantasías de Lewis Carroll pueden no ser fantasías?

-¿Se refiere a que la fantasía suele estar más cerca de la verdad esencial que la ficción que quiere parecer real? –pregunté.

-No. Me refiero a que son literal y realmente ciertas.  A que no son ficción, que son reportajes.”

No solo le da vuelta a sus creencias sino a su propia existencia:

“-Que hay otro plano de existencia, además de aquel en el que vivimos. Que podemos tener acceso a él y que, en ocasiones, lo tenemos.

-Pero ¿qué clase de plano? ¿Un plano de fantasía  “a través del espejo”? ¿Un plano onírico?

-Exacto, doctor. Un plano onírico. No es una explicación totalmente precisa pero, de momento, no puedo ampliársela más.”

Y le invita a una reunión de “fanáticos” de Lewis Carroll y, en particular de sus dos obras de Alicia. En su desesperación acepta y a partir de ahí nada será igual, los hechos extraños y aparentemente  imposibles  van desencadenándose, produciendo una atmósfera donde lo aparentemente real se yuxtapone con la materia de los sueños, llevándole a una situación en la que se empieza a dudar de su propia cordura:

“¿Por qué no? Formaba parte del patrón. Tenía que haberlo imaginado. No por el tipo de letra, casi todos los talleres tienen la garamond ocho, sino porque la botella del “bébeme” contenía veneno y Yehudi no iba a estar allí cuando Hank fuese a buscarlo. Seguía un patrón y yo ya sabía cuál era: el patrón de la locura.”

No voy a contar más, porque precisamente la trama es uno de los grandes puntos fuertes, engranaje a engranaje se irá ensamblando y lo único que nos quedará es asentir, levantar la cabeza y sonreír satisfechos.

Como bien dice Juan Salvador, bebamos una copa a la salud de Fredric Brown y degustemos el libro como se merece, sorbo a sorbo, sueño a sueño.

Los textos vienen de la traducción del inglés de Susana Carral de “La noche a través del espejo” de Fredric Brown en Reino de Cordelia

“El Exterminio” de Jim Thompson

el_exterminio_300x455Descubrí a Jim Thompson a lo grande, con su obra maestra inapelable “1280 almas” donde su terrorífico y aparentemente bobalicón sheriff Nick Corey me hizo descubrir el mal sin fisuras; el mal más allá de toda comprensión asociado a la naturaleza humana. Esa obra maestra imperecedera me recuerda una y otra vez que hay pocas experiencias como leer cualquier obra del genial autor norteamericano.

De hecho, cada vez que leo una obra suya, el nivel sube tanto que hace parecer a los escritores actuales como niños en patios de colegio con sus mediocridades. Sí, no hace falta que diga sus nombres, son los que venden ahora; los pobres quedan “a la altura del betún” (como vulgarmente se dice) al compararlos con las obras de este coloso o los de los clásicos Hammet, Chandler, Himes, McDonald, etc.

En esta obra el señor Thompson nos describe cada capítulo desde una perspectiva distinta, ya que utiliza un personaje diferente en cada uno de ellos. Todo comienza con la visita del abogado defensor Kossmeyer a su clienta Luane Devore, que le indica que su marido la quiere matar; el punto de vista de “Kossy” con respecto a ella no deja lugar a dudas del tipo de persona que se siente amenazada:

“Luane se las arreglaba durante las largas horas en que Ralph estaba fuera. De hecho, también se las habría arreglado sin todo aquello, ya que no tenía ninguna enfermedad. Se lo había dicho el médico del pueblo. Y también otro médico al que hice venir de la ciudad. El médico local  seguía “tratándola”, porque ella insistía en que lo hiciera, pero no estaba enferma en absoluto. Tan solo padecía autoconmiseración y egoísmo, mala intención y miedo: la necesidad de meterse con la gente desde el santuario de su cama de inválida.”

Luane está convencida de que su marido es el que quiere matarla; Thompson nos atrapa desde las primeras líneas del segundo capítulo con los primeros pensamientos de su marido Ralph Devore:

“Empecé a pensar en matar a Luane el primer día de la temporada de verano, que también fue el día en que abrió la sala de baile, y el día en que conocí a Danny Lee, el vocalista en la orquesta de Rags McGuire. Una mujer, por mucho que se llamara Danny. Muchas de las vocalistas femeninas hoy tienen nombres masculinos. Como Janie, la mujer de Rags, quien siempre había sido la cantante de la banda hasta que sufrió aquel terrible accidente… hasta este año, mejor dicho, porque Rags dice que en realidad no sufrió ningún accidente.”

En apenas unas líneas presenta a otros personajes que irán apareciendo sucesivamente en los siguientes capítulos; lo fabuloso es que utiliza cada uno de ellos para realizar una caracterización ejemplar de ellos y, además, avanzar la trama; cada hilo se va uniendo con otros hasta conformar cada parche necesario para entender lo que ha sucedido al final. La caracterización es única, cada voz es personal y, cómo no, la violencia está más que presente, como en todos los libros del gran autor; solo tenemos que ver el trato de Bobbie Ashton a Myra:

“-¡Hablo en serio, por Dios! -Le di un bofetón-. ¡Te arrancaré la cabeza a golpes! ¡Más te vale ser considerada conmigo, maldita zorra retrasada! ¡Más te vale ser cariñosa, putón de tres al cuarto! ¡Más te vale ser cariñosa y tierna conmigo, más te vale quererme…! ¡MALDITA SEA, QUE ME QUIERAS, HE DICHO! Si no, yo… yo…”

No se andaba con tonterías; representa con tal crudeza algunas escenas que duele hasta leerlas.

Para el final nos deja la sorpresa de un posible final abierto, en un final más postmodernista de lo que es habitual en su obra, en boca del posible asesino nos comenta…

“Luane era un hueso muy duro de roer. Es posible que la caída escaleras abajo simplemente la dejara sin sentido y que alguien entrara después y acabara con ella de todas todas. Es posible que alguien estuviera escondido en la casa durante todo el tiempo que permanecí en su interior.

Sería el crimen perfecto, la verdad. Esa persona podría haber cometido el asesinato, para que yo cargase con la culpa después.”

Si alguien a quien le guste la novela negra, no ha leído a Jim Thompson, que me perdone, pero no tiene ni idea de lo que es novela negra.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Antonio Padilla para esta edición de “El Exterminio” de Jim Thompson para la editorial RBA

“Mal dadas” de James Ross

Mal dadasSegún va acabando el año, uno no espera encontrarse ya obras de nivel muy alto; sin embargo, este año, en su mes de diciembre, hemos vivido uno de esos momentos increíbles en los que las editoriales lo han dado todo; solo tenéis que ver mis últimas reseñas para comprobar el nivel, bastante alto, de lo último publicado, y eso que me falta todavía bastante por leer.

Uno de estos libros de calidad alta es, sin dudarlo, el “Mal dadas” del norteamericano James Ross (1911-1990) que nos acaba de traer Sajalín. El caso de este escritor me ha recordado poderosamente al de William Lindsay Gresham del que esta misma editorial sacó “El callejón de las almas perdidas”; otro de esos autores sin suerte en vida y que han sido olvidados a pesar de la indudable calidad de sus obras. Ross, a pesar del éxito de crítica de esta obra no pudo publicar ninguna más, no encontró editorial que apostara por él.

Escrita en 1940, “Mal dadas” está ambientada en los tiempos posteriores a la Gran Depresión; una época en la que acompañaremos a Jack McDonald, prototipo de “perdedor” clásico, que no tiene un sitio donde caerse muerto y que se agarrará a lo que pueda para intentar avanzar, o más bien sobrevivir:

“-¿Mis bienes inmobiliarios? A ver hombre, el banco agrario tiene hipotecada la granja por más de lo que vale. Por los muebles de la casa no me darían más de veinte dólares, y eso con suerte; dudo que se puedan sacar ni siquiera diez. Debo cuarenta de impuestos. Todo eso va por delante de tu factura. Tengo algunos aperos de labranza: unos quince dólares. Y una mula que no vale nada. También hay algunas gallinas, pero si han puesto un solo huevo en los últimos meses debe de haber un perro que ha ido por mi casa y se lo ha zampado.”

Él no es el único perdedor, estamos hablando de una época en donde se sentía más lejano que nunca la posibilidad del sueño americano, esa posibilidad de hacerse a uno mismo y prosperar era muy difícil en una sociedad donde faltaban los recursos y la hipocresía se convertía en una defensa ante esta indefensión:

“Hay una diferencia entre la gente como dios manda y la gente como dios manda de verdad. Los segundos son los que más esfuerzos hacen para que nadie se entere de nada cuando se emborrachan. De esos en Corinth apenas había un puñado. “

Corinth, el pueblo en el que está ambientado, se convierte en el epítome de cualquier ciudad norteamericana de la época;  sus habitantes, esos emprendedores que, ante la falta de herramientas legales no dudarán en hacer lo que haga falta para crecer, para superar los pagos a plazos que les endeudan hasta casi no poder respirar:

“-No me haría ninguna gracia tener que quemarte los ojos para obligarte a decirme la verdad -dijo. “ 

En esta frase de Smut Milligan a Bret Ford, tras una presentación impecable de Ross de la época con todas sus estrecheces, empezamos a vislumbrar los elementos que la acaban convirtiendo en una novela negra brutal en la que los dos protagonistas Smut y Jack juegan, en su complicidad, un juego de ajedrez cargado de tensión que no puede acabar satisfactoriamente para ambos; esa ambición mutua, ese egoísmo, les llevará a hacer lo que sea, a llegar hasta las últimas consecuencias “por un puñado de dólares”.

Este juego te deja sin aliento y nos lleva a un final de infarto que no estará claro hasta las últimas páginas; los perdedores parece que no puedan salir de ese estado de permanente miseria:

“Entonces entré en la que había sido mi cabaña, cogí la bolsa atada con un pedazo de cordón de ventana, salí y cerré la puerta. Ya se hacía de noche. El viento del este era húmedo y cortante. Me subí el cuello de la cazadora y me calé el sombrero hasta las orejas. Se había puesto a lloviznar cuando crucé el patio para llegar a la carretera. “

El fantástico epílogo de George V. Higgins resume a la perfección el sentido final de una obra sorprendentemente adelantada a su tiempo, una novela negra de quilates, una obra para leer indefectiblemente:

“Escribió con una sutil indiferencia hacia las modas, con valentía, y sus editores, con el mismo coraje, publicaron lo que les entregó. Pero nadie se enteró. Eso debió de ser lo más difícil de soportar: nadie se enteró. Hizo avanzar el oficio de la narrativa todo lo que podía avanzar en el momento en que escribió, pero nadie presto atención. O muy poca gente. La vida es dura, muy dura. Aún más cuando no hay suerte.

Y eso, por descontado, era lo que quería contarnos el autor.”

Qué duro es ser ignorado. Qué dura es la vida.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Carlos Mayor para la obra “Mal dadas” de James Ross en esta edición de Sajalín Editores.