Charles Dickens (1812-1870), a los 20 años, era un joven periodista con toda la energía de que hacen gala los jóvenes a su edad. Fruto de su colaboración con el Morning Chronicle como periodista parlamentario y gracias a sus viajes para cubrir esos eventos políticos, surgieron los “Sketches by Boz”, pequeños bocetos más cercanos al ensayo donde se dedicaba a relatar escenas cotidianas de la vida en Londres. Boz era el pseudónimo con el que los escribió (rara abreviatura que provenía del nombre con que su padre llamaba a su hermano menor Augustus, Moses, que derivó en Boses y ya luego Boz) y, desgraciadamente, nunca han sido editados al completo en castellano, pero sí hay varias recopilaciones que van intentando realizar esta labor. Hoy vengo con dos de ellas que reflejan varios de estos relatos.
El primero es “Relatos londinenses” editado por Gadir, en el prólogo de dicha recopilación encontramos el sentido de ellos y su hilo conductor:
“La pequeña selección de textos que aquí se presenta tiene como hilo conductor al Londres que tanto inspiró a Dickens, probablemente el autor que más se ha identificado con la ciudad. Se trata de textos de diversa procedencia y naturaleza, cuya lectura nos acerca al Londres que conoció Dickens y a su forma de ver la ciudad. Una ciudad encantadora en la pluma de Dickens, y de abruptos contrastes, en la que cabe encontrar la grandeza de la capital del Imperio junto a miserias de todo tipo.”
Dickens es capaz de describir Londres con toda su intensidad poética pero sin olvidar tanto los detalles que la hacen grande como aquellos que reflejan sus miserias; es fascinante cómo, a través de la presencia del Big Ben y su sonido es posible definir una ciudad, como en “El corazón de Londres”:
“Me senté frente a él y, oyendo su voz regular e inalterable, esa profunda nota constante, preponderante entre todo el ruido y alboroto de las calles de abajo, que indicaba que, aumentase o decreciese el tumulto, continuara o se detuviera, fuese noche o mediodía, mañana u hoy, este año o el siguiente, aún seguía desempeñando sus funciones con la misma sorda constancia, regulando el progreso de la vida a su alrededor, descendió sobre mí la fantasía de que aquel era el corazón de Londres y que, cuando cesara de latir, la ciudad dejaría de existir.”
O a través de sus “Tascas”, con un reflejo, marca de la casa, de los problemas que viven sus ciudadanos:
“La ginebra es un gran mal en Inglaterra, pero la desgracia y la suciedad lo son más, y hasta que no mejoren ustedes los hogares de los pobres o persuadan a un desgraciado medio muerto de hambre de que no busque alivio en el olvido temporal de su propia desgracia con la miseria que, dividida entre su familia proporcionaría un mendrugo de pan a cada uno, las tascas crecerán en número y esplendor. Si las Sociedades por la templanza sugiriesen un antídoto contra el hambre, la inmundicia y el aire viciado, o si pudieran establecer dispensarios para la distribución gratuita de botellas de agua del Leteo, los palacios de la ginebra se contarían entre las cosas del pasado.”
Curiosamente el volumen termina con el relato que comienza el siguiente libro en el que se recopilan algunos de estos bocetos y que es homónimo: “Paseos Nocturnos” editado por Taurus. Este el problema de que ninguna editorial se haya decidido, dos de los ensayos han sido repetidos por Taurus.
Esta selección funciona igualmente a la maravilla por la calidad de los textos del británico, como de costumbre, en ese relato inicial nos encontramos el relato de las peripecias nocturnas de un Dickens insomne y que nos descubre la ciudad a través de su fauna nocturna:
“Yo, de haberlo querido, sabía perfectamente en qué lugares podía encontrar al vio a la desgracia en todas sus formas; pero el vicio y la desgracia se ocultaban a la vista, y mi condición de persona sin hogar disponía de millas y millas de calles en las que podía ir y venir solitaria y a su gusto. Y eso era lo que yo hacía.”
No falta la crítica social y en “El asilo de Wapping” los “cristianos” menos coherentes tienen su parte de culpa:
“¡Sí, amigo mío cristiano que vas elegantemente vestido; habría sido mejor, mucho mejor, no recurrir a los niños cantores y dejar que la multitud cantase por sus propias bocas! Quizá vos sepáis más que yo, pero creo haber leído que hubo tiempos en que se hacía eso y que hubo Alguien (que no vestía ropas elegantes) que “después que ellos cantaron un himno” se dirigió desde allí al monte de los Olivos.”
La situación de los pobres y del empleo peligroso y mal pagado aparece en “Una estrellita en el oriente”:
“Dijo que bastaba el olor que reinaba dentro de la fábrica para hacer caer a una desmayada; pero ella volvería para que la admitiesen. ¿Qué podía hacer? Mejor era que le saliesen a una úlceras y le acometiese la parálisis ganando, mientras había posibilidad, ocho peniques al día que ver a sus hijos pasar hambre.”
El estado tampoco se libra de la censura dickensiana, en “Comerciando con la muerte” donde comenta jocosamente ante la celebración de “unos solemnes funerales oficiales en honor del difunto duque de Wellington”:
“Dejamos muy seriamente constancia ante nuestros lectores de que ninguna clase de honor hay ni puede haber en semejante resurrección de una costumbre; de que cuanto más auténticamente grande sea el hombre, más auténticamente pequeña es la ceremonia; y de que, desde el principio hasta el fin, se ha dado con esto un pernicioso ejemplo y aliento a la desmoralizadora costumbre de comerciar con la muerte.”
En estas microestampas de Londres nos encontramos ya al mejor Dickens, en estos pequeños ensayos se refleja lo que es la ciudad a través de escenas cotidianas que contienen una viveza insuperable a pesar de lo temprano de su edad; si a eso unimos la carga lírico poética inherente en la escritura del gran escritor inglés y su crítica social de fondo a las situaciones que viven los desfavorecidos o a los estamentos más privilegiados, nos encontramos con unas lecturas de una calidad inmensa y que deberían estar recopiladas en un suculento volumen. Espero que alguna editorial acometa tan magna tarea en no poco tiempo.
Traducción del inglés de Celia Recarey Rendo y Carlos Valdés García de “Relatos londinenses” de Charles Dickens para Gadir.
Traducción del inglés de José Méndez Herrera de “Paseos Nocturnos” de Charles Dickens para Taurus