“Wildboy. El chico salvaje” de Rob Lloyd Jones. Sherlock Holmes (nuevamente) como inspiración

WildBoyUno se encuentra sorpresas de diferente calibre en todo tipo de sellos; en este caso, en el de Alfaguara Juvenil, se trata de la novela “Wildboy. El chico salvaje” del británico Rob Lloyd Jones, libro que, me temo va a pasar desapercibido a pesar de su indudable potencial manifestado ya en el prólogo con el que da comienzo, ambientado en 1838, en el que un empresario va a buscar a alguien, un chico muy especial, a un orfanato; os dejo con dos textos muy indicativos de los derroteros que va a tomar:

“-He venido a por el chico -respondió el empresario.

Los ojos del ventanuco se entornaron.

-¿Qué chico? Aquí hay docenas de chicos.

El empresario se inclinó hacia delante, mostrando su rostro bajo la sombra de su chistera ladeada. Era una cara horrorosa, surcada por tantas cicatrices que parecía hecha con trozos de piel cosidos entre sí. Tenía marcas de latigazos, cuchilladas y arañazos. Señales de mordiscos, quemaduras y cortes de sierra. Y un largo tajo que recorría su nariz huesuda como maquillaje morado. Se acarició la herida con un dedo mientras se acercaba al ventanuco para gruñir.

-El chico.”

De los ojos del muchacho rodaron lagrimas que escamparon el vello de sus mejillas. Pero apretó los dientes y aguantó el dolor del pecho.

-¿Veré cosas? -susurró.

El empresario miró a Bledlow, desconcertado por la pregunta.

-Le gusta observarlo todo -explicó el encargado. Es lo único que hace este pequeño animal. Se sienta ahí y mira por la ventana.

El empresario soltó el pelo del muchacho dejándolo caer al suelo.

-Verás un montón, claro que sí -dijo-. Sólo que, donde tú irás, no habrá muchas cosas bonitas.

-¿Una parada de monstruos? -preguntó el chico.

-Una parada de monstruos -confirmó el empresario.”

Aparte de las inevitables resonancias dickensianas, tenemos un chico muy especial, con gran capacidad de observación, y al que recoge un empresario de circo salido de una película que nos retrotrae al “Freaks” de Todd Browning, de rabiosa actualidad actualmente con la cuarta temporada de American Horror Story y su Freakshow.

Estas pistas se irán revelando de manera muy inteligente según empiece a desarrollar la historia Lloyd Jones, ya tres años más tarde (1841) en el Londres victoriano. Nuestro chico, Wild Boy, recibe ese nombre de su condición más animal que humana, recordando más a un oso que a otra cosa. Se convierte en un personaje más de un circo que es un “Gabinete de curiosidades”, con lo cual ya tenemos el lugar en el que se desarrollará la acción y el contexto.

A continuación, sucederá un asesinato de uno de los integrantes de esta “Parada de monstruos”, del que culparán a nuestro protagonista; Wild Boy confrontará al asesino casi por casualidad al encontrarse con él y le hablará de una misteriosa máquina:

“No conseguirás la máquina.

[…]

Trató de que su voz sonara firme, pero había algo en aquella figura que le había provocado un escalofrío por todo el cuerpo, un terror más profundo que cualquiera de los acontecimientos de aquella noche. Quienquiera que fuera, se alegraba de que se hubiera marchado.”

El autor aprovechará entonces la dimensión social para poner de relevancia la típica situación en la que se culpa al que es más raro, extraño, al que puede amenazar el estatus quo de los que se consideran normales y juzgan lo que es normal desde su óptica; esto, de hecho lo está explotando también Ryan Murphy en Freakshow. Donde se desmarca Lloyd Jones es en la otra característica comentada anteriormente, la última por reseñar: su capacidad de observación:

“Le invadió la ira. Sólo porque fuera un bicho raro todo el mundo creía que era culpable. Sin poder controlarse, cogió uno de los cuencos de sopas, lo estrelló contra la pared de la cámara subterránea. Se inclinó sobre la mesa, maldiciendo y tirándose del pelo de la cara.

-¿Has terminado ya de compadecerte de ti mismo? -le preguntó Clarissa.

-no, no he terminado -gritó Wild Boy-. Déjame en paz, ¿quieres?

-¡No voy a dejarte en paz! Mi nombre está también en esa casa, ¿sabes? Y vas a ayudarme a salir de esta.

-¿Sí? Dime cómo.

-Encontraremos pistas que demuestren nuestra inocencia.”

No esconde el británico su adoración por Conan Doyle y su maravilloso personaje, dotando a nuestro peludo personaje de una capacidad de fijarse en los detalles digna del detective de Baker Street; de ahí que decida, junto a Clarissa, la acróbata, intentar desentrañar el misterio detrás de los asesinatos que se van sucediendo a continuación.

Volverá a encontrarse con el asesino y este utilizará su inseguridad para escapar; el caramelo de la máquina que puede hacerle “normal” será un germen que descompensará a nuestro protagonista y le llenará de dudas:

“El asesino entornó sus ojos tras la máscara.

-Es una máquina muy poderosa. Una máquina que te cambia. Imagina algo así Wild Boy de Londres. Imagina una máquina que pudiera volverte normal como todo el mundo.

Wild Boy estaba demasiado sorprendido para responder. Lo que el asesino acababa de decir no era posible, ¿verdad? Él nunca podría ser normal.”

No dejarán de sucederse las persecuciones llenas de acción, aparecerán aliados inesperados, sociedades secretas que esconden más de lo que se dice… hasta llegar a una resolución digna de una mistery novel con nuestro velludo compañero transmutado en un Sherlock Holmes Freak encantador que consigue aceptarse a sí mismo con sus virtudes y sus defectos.

Comienzo de una serie que, al dedicarse a la presentación de personajes, no puede desarrollar  a fondo lo que ha presentado, pero que tiene un gran potencial para las siguientes entregas. Mucho más que un entretenimiento, con una resolución sorprendente. Más que recomendable.

Los textos provienen de la traducción de Montserrat Nieto Sánchez de “Wildboy. El chico salvaje” de Rob Lloyd Jones para Alfaguara.

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