En “Ubik”, una de las obra maestras de Philip K. Dick, me llamaron la atención estos “momentos”:
“-El día menos pensado, la gente como yo se rebelará –le contestó airado Joe-, y habrá llegado el fin de la tiranía de la máquina homeostática. Habrá llegado el día de los valores humanos, de la piedad y del calor afectivo; ese día, cualquiera que como yo las haya pasado moradas y necesite un café para tenerse en pie y seguir funcionando mientras deba funcionar, podrá tomar su café caliente tanto si tiene un contacred a mano como si no.”
“-Me decidí por Ubik después de probar otros soportes de realidad débiles y anticuados. Mis cacharros de cocina se convertían en un montón de herrumbre. Los suelos de mi apartamento se hundían, y un día mi marido, Charley, agujereó con el pie la puerta del dormitorio. Pero ahora uso el nuevo Ubik, potente y económico y me da un resultado maravilloso.”
“[…] Pat Conley, una mujer que no conocíamos y cuya facultad no entendíamos.[…] Es una habilidad relacionada de alguna manera con la reversión del tiempo, no exactamente la capacidad de viajar por él. […] Se ha reiniciado el flujo temporal normal, el que avanza; vamos de nuevo hacia el futuro partiendo del pasado.”
Luisfer Romero (a.k.a “Ubik” en el Focoforo) hace su prometedor debut literario con la novela corta “Integridad”, debut que se me antoja más allá de lo prometedor. En esta novela plantea igualmente un mundo dixtópico donde ha habido una tercera guerra mundial y en el que Eric Burton es un alto rango del Organigrama (la Sociedad de Ubik?), institución juvenil que hace labores humanitarias en las zonas más devastadas. Los ecos con la novela de Philip K. Dick, y de otras suyas, son evidentes, no se puede negar. Pero Luisfer no se conforma con homenajearlo sino que la dota de una personalidad propia que, sorprendentemente, se refleja hasta en el estilo (ese capítulo seis donde se enreda en un monólogo interior; un flujo de pensamientos que, en el siete, lo adapta a manera de flashbacks que le sirven para montar el pasado del personaje principal).
Elige una narración en primera persona a través de Eric Burton, narrador poco fiable; y propone una sociedad distinta gracias a plantear un posible futuro atemporal:
“-Vivimos en una sociedad en la que la información tiene libre albedrío. Nada mas nacer, como ciudadano de Murrayland, aceptaste involuntariamente que tu información personal quedaría al descubierto. Es cierto, unos se enteran de la verdad. Otros no. Claro que uno puede usar la información como le convenga.”
“Conocía las Reglas Imprescindibles. En el apartado 3, se decía: No hay una persona mejor que otra. Si todos los hombres y mujeres del planeta se pusieran de dos en dos en una balanza que midiese las virtudes y defectos, y valía personal, dicha balanza siempre estaría en equilibrio.”
“-Es curioso, ¿no? Que en una época como ésta, la música, y el arte en general, sigan siendo tan importantes. –No en todo el mundo –apuntó Elle-. Si fuera porque a Murray se le ocurrió subvencionar a los artistas…”
Esa sociedad pragmática se plantea el problema del tercio (un “tercio de nuestra vida durmiendo”) y la solución que plantean ante esta “pérdida de tiempo” es terrorífica de por sí: “encontraron una manera de acostumbrar al cuerpo a dormir exactamente 119 minutos. Antes, cuando se dormía, se completaban 5 o 6 ciclos del sueño. Ahora nos basta con uno. Hicieron pruebas con miles de personas, infinidad de estadísticas, de estudios, y vieron si podían compensar el dormir menos con tomar frecuentemente una sustancia parecida a una vitamina, llamada ambrotos, desarrollada en laboratorios de Asia. Murray aprobó introducir ambrotos en el agua corriente, en todas las comidas y bebidas, para dar lugar a una dosis que nos permitiera dormir solo un ciclo de sueño.” “por alguna razón misteriosa que todavía no ha sido aclarada, nos ayuda a no cansarnos durante el día, pero llegamos más pronto a la teórica vejez que nuestros antepasados”. (¿El ambrotos es el ubik de Luisfer ;-)?)
Con esta base, este heredero de Dick, hace avanzar una historia donde los equívocos se suceden, las tramas se entrelazan, para llegar a un final sorpresivo; no los avanzaré, porque vale la pena descubrirlos cada uno individualmente. Sí que confirmo que la sorpresa final, estupendamente bien hilada y, como el mismo me confirmó, pensada desde el principio, está bien cerrada. Las pequeñas dudas de estilo (aún así no mal solventadas) y la sobreexplicación final para conseguir un final más edulcorado y cerrado no ensombrecen una obra estupenda que ya empieza a ser reconocida (no en vano optará al premio Ignotus a la mejor novela corta) y que recomiendo sin dudar.
Qué mejor que acabar con una cita que, en la obra, cierra el círculo con el capítulo inicial: “Y aunque no te sirva de nada correr, hazlo. Corre como si fuera el último día de tu vida. Corre como si tu familia, todo lo que pienses, todo lo que eres, todo aquello que amas, dependiera de ello.” Sí, Luisfer, corre, sigue tu camino y que podamos seguir disfrutándolo.
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