Es cierto que llego tarde, pero siempre se dice que “más vale tarde que nunca”, lo cual se cumple sin duda en mi lectura de la primera novela del escritor español Javier Pérez Andújar: “Los príncipes valientes”. Y el caso es que ya había oído hablar de ella a diferentes medios y personas y, casi siempre, en términos elogiosos; pero a veces se dan circunstancias que hacen que no acabes de buscarle ese momento.
El caso es que ya llegó ese momento (“siempre se llega tarde o cuando menos siempre se llega después”), en esta narración en primera persona con más que evidentes signos autobiográficos, el autor consigue que entremos directamente y nos impliquemos en la historia, se trata de un relato de formación o aprendizaje (coming of age o bildungsroman, según la lengua) al que hay que añadir a continuación el adjetivo literario para llegar a toda su profundidad. Ya que se centra en obtener la formación necesaria para poder escribir libros, su verdadera pasión desde su niñez (“sueño en mi pupitre con llegar al corazón de las palabras”).
Javier irá acometiendo este desarrollo con la ayuda de su familia, su tío Ginés y su gran amigo Ruiz de Hita, lo hará a través de los pequeños detalles cotidianos: “Si hay algo en la épica de la vida más auténtico que la vuelta de los soldados es el regreso cotidiano de los obreros a sus casas”. El protagonista es de familia humilde, y es acorde con esta condición, defenderá el campo a capa y espada ya que “el campo es más literario que la fábrica”.
Todo esto se irá enriqueciendo con detalles de cultura popular de su época, gracias a Julio Verne, los cómics de la familia Ulises, Edgard Allan Poe, el detective Colombo, la televisión.. de todo ello irá sacando lo necesario para ir avanzando en su camino con la ayuda inestimable de su amigo y lector.
El estilo del escritor es lírico y evocador, cargado de metáforas de gran belleza, y amor por la literatura y los libros. En una emotiva parte final, concluye su aprendizaje con unos pasajes de lirismo arrollador, un momento duro hará que por fin se complete, no hay nada como la pérdida para madurar a marchas forzadas.
Supera esa pérdida volviéndose a la naturaleza, hacia aquellos parajes que frecuenta desde sus primeros momentos y en ellos reflexiona, avanza como persona: “presentiré entonces cómo todo este paisaje de botánica proletaria, y de río de agua oscura como el chocolate, y de olas de espuma química, y de zumbidos de cables de alta tensión, va ascendiendo por mis botas de cordones gruesos, y va a transformarse en ese instante en mi única ideología” y, como no podía ser de otra manera “toda ideología necesita una literatura”.
Esta pequeña obra es un deleite para los sentidos, llegué tarde, pero disfruté tremendamente de una novela estupenda y actual de literatura española con reminiscencias del pasado. Seguiré descubriendo a este gran escritor.
Parece que el libro es muy nostálgico, me dan un poco de miedo este tipo de libros…. (entre nosostros…echaste una lagrimita?). Bueno mariano un saludo, te sigo leyendo!!
Sí lo es, el autor juega con esa baza con frecuencia. Pero ciertamente el resultado es bello, lírico… sí que estuve a puntito de echar alguna lagrimita… pero vale muchísimo la pena.
Un abrazo muy fuerte, gracias por colaborar con tus comentarios.