Diez años llevan en Satori Ediciones acercándonos a la cultura nipona de la mejor manera posible: trayéndonos las obras emblemáticas de los/as grandes escritores/as japonesas. Coincidiendo con esta efemérides se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Natsume Sōseki, todo un paradigma de lo que supone su cultura. Afortunadamente, su obra ficcional está siendo publicada por diferentes editoriales con cierta asiduidad, de ahí que hayan decidido centrarse en faceta ensayística, menos conocida, pero imprescindible para comprender lo poliédrico que era el autor.
En este libro se recogen cuatro ensayos, destacando especialmente el que le da el título, su obra más conocida en esta faceta, una obra que “marcó un punto de inflexión en la evolución del pensamiento japonés de comienzos del siglo XX e hizo germinar una nueva intelectualidad japonesa cimentada en la libertad individual y una mentalidad progresista.” A pesar de la brevedad, la edición es un lujo, gracias sobre todo a la fabulosa traducción, notas y epílogo de Kayoko Takagi. Y lo es porque consigue introducir el contexto de una época, la Meiji, que, a estas alturas, nos queda un poco lejos a los potenciales lectores. El epílogo es ejemplar, ya que consigue explicar las pocas dudas que te hubieran quedado de los cuatro ensayos. Teniendo en cuenta esto, es difícil introducir ideas que no vaya a encontrar ya esbozadas, de ahí que me centré en algunos puntos que me han llamado la atención.
Por ejemplo, el prólogo de Carlos Martínez Shaw funciona a la perfección como introducción ya que presenta, precisamente esta faceta menos conocida del autor para, a continuación sacar los elementos comunes a las cuatro conferencias (1911), dos rasgos principales:
“Su enraizamiento en los grandes dilemas generados en Japón por la revolución Meiji (Modernización frente a mantenimiento de los valores del pasado, occidentalización frente a fidelidad para con las tradiciones autóctonas, derechos de los individuos frente a obligaciones impuestas por un estado fuertemente imbuido de nacionalismo y aun de belicismo expansionista) y su inteligencia para convertir estas cuestiones que responden a planteamientos de un tiempo y un lugar en una línea de pensamiento que va más allá de esta cronología y esta geografía concretas para hablarle al hombre de los tiempos venideros y alcanzar una dimensión universal.”
Una vez leídos los ensayos puedo confirmar esta percepción, reflejan muchos de los grandes dilemas que preocupan en la época y se adelantaban en cuanto a su marco temporal-geográfico, llegando a una universalidad que, al mismo tiempo, ayudaba a la sociedad japonesa a abrir sus puntos de mira más allá de sus fronteras. Buena muestra de ello es el primer ensayo en el que desgrana el significado de “kaika” (apertura y progreso), o el segundo de ellos en el que desarrolla los conceptos de forma y contenido para ponderar la importancia de la experimentación frente a “idealismos vacuos”, a veces contrarios a la naturaleza humana. O, el maravilloso Mi individualismo que sorprenderá a más de uno por, precisamente, resaltar la proyección social del individuo y la necesidad de “respetar la libertad de los demás al tiempo que se defiende la propia o la posibilidad de cohonestar la (prioritaria) autoexigencia personal con otros valores respetables como el servicio a la nación.”
Yendo a los textos propiamente dichos, me gustaría comentar el siguiente extracto en el que demuestra facetas de su personalidad que, quizá, no eran discernibles en sus obras de ficción:
“Para empezar, dicho título no es demasiado sugerente y el contenido tampoco parece atractivo. Hablo de vez en cuando, presentando ponencias en los congresos académicos a los que me invitan. Sin embargo, no tengo experiencia en hablar delante de un público variado, es decir, de gente con diferentes ocupaciones. Además, generalmente no me invitan a este tipo de actividad y, aunque me inviten, yo no acepto. La razón es que no me veo capacitado para hablar a un grupo de gente con diversos intereses y profesiones de un tema que pueda satisfacer a todos, siendo mi campo de estudio e interés bastante limitado. Por esta razón, intento evitarlo a ser posible, pero cuando, como hoy, no puedo rehusar la invitación, procuro elegir algún tema relaciona con la sociedad que pueda ser de provecho para todo tipo de personas. A pesar de ello, como cosa natural, mi modo de analizar la sociedad o de observar al ser humano también se contamina por lo que he estudiado e investigado hasta ahora y se inclina hacia una dirección de mi gusto.”
Sorprende su educación, más todavía si hablamos de tiempos actuales, tal educación le lleva presentarse como casi una persona más, humilde, incapaz en muchas ocasiones de presentar algo que sea del interés de todo su público. Por si fuera poco, no elude su responsabilidad y, desde luego, no habla de manera dogmática, reconoce que su gusto es parte de lo que va a contar pero no está hablando de verdades absolutas e irrefutables, sino polarizadas por su experiencia. En su infinita educación, consigue romper el hielo y, además mostrarse especialmente cercano a los que le van a escuchar.
Natsume Sōseki es excepcionalmente didáctico, explica ideas más o menos complejas con elementos sencillos fácilmente comprensibles para la mayoría del público potencial, el texto siguiente es buena muestra de este didactismo:
“Imaginen que tenemos un plano y que si se cruza otro plano tenemos que mostrar esa relación con los ángulos que se producen entre los dos planos. No se trata de decir cuál de los planos es más alto o más bajo. Pueden ser de treinta grados o de sesenta grados. Está tan claro que no hace falta explicar o preguntar más. Sin embargo, aun en esta situación, es una pena observar a la gente que pregunta cuál está más alto o más bajo, como si los planos fueran paralelos.”
Parece mentira que luego utilice esta comparación para definir los conflictos entre las personas, mucho más complejos por no tener todos los elementos necesarios como para juzgarlos. Pero hay que reconocer que partir de lo sencillo para explicar algo más complejo es la mejor forma de hacerse entender. Es un método que el escritor utiliza en varias ocasiones y siempre con resultado muy satisfactorio en mi opinión.
Quiero terminar con el ensayo que da título a esta antología porque es paradigmático de su sapiencia y es un colofón maravilloso aplicable no solamente a su sociedad sino a la sociedad actual:
“Sin embargo, al igual que uno decide, y su elección es respetada por la sociedad, sería lógico reconocer y respetar las tendencias de los otros. No me cabe ninguna duda de que esto es lo necesario y lo correcto. No es de recibo pensar que, como yo miro siempre a la derecha, no me agrada que el otro mire a la izquierda.”
La palabra “respeto”, desgraciadamente, sigue sin estar de moda. Lo dijo el gran Natsume Sōseki pero no le hicimos caso.
Los textos provienen de la traducción (notas y epílogo) de Kayoko Takagi para Ediciones Satori.
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