Perillán de Terry Pratchett. El genio que nunca nos dejará

Perillan1-294x450El pasado 12 de marzo nos dejó uno de los escritores más imaginativos y divertidos que te puedes echar a la cara. Sir  Terence David John “Terry” Pratchett cimentó su merecida fama en el buen humor y en su imaginación, una creatividad sin límites que iba más allá de su serie más conocida: Mundodisco. El otro día no pude ocultar mi estupefacción, en España, aparte de círculos literarios que busquen algo más que el bestseller, no es nada conocido. Y esto es debido, como siempre, a que en España la ciencia ficción, la fantasía, etc.. es un nicho que se desprecia por los lectores habituales y que es relegado a un segundo nivel por parte de la mayoría de la crítica. De hecho, la mayoría de los buenos obituarios sobre el autor han venido desde el extranjero,  donde la crítica busca otro tipo de aproximaciones que no están tan enraizadas en la crítica clásica y es más cercana a Cultural Studies y de género.

Para mi pequeño homenaje al autor he traído una novela fuera de Mundodisco; en este caso se trata de Perillán, ambientada en la época victoriana, supone el pequeño homenaje del autor a lo clásico, con Charles Dickens como protagonista y amigo del encantador Perillán:

“Aquello pareció exigir un esfuerzo a Perillán. Lanzó una mirada intensa al hombre y logró decir:

-Bueno, señor, “háganse las cosas.” Sí, eso dice, y yo sigo sin ver ningún chelín.

Charlie soltó una carcajada.

-¿”Háganse las cosas”? ¡A fe mía que nos has asistido a una iglesia ni a una capilla en la vida, joven! No sabes leer ni escribir. Por el amor de Dios, ¿puedes decirme el nombre de un solo apóstol? Me temo, por la cara que estás poniendo, que no. Y sin embargo, has saltado en ayuda de nuestra joven de arriba, cuando tantos otros habrían apartado la mirada, de modo que te entregaré cinco, cinco medios chelines, si emprendes la tarea que te he encargado en mi nombre y en el del señor Mayhew. De modo que pregunta por ahí, busca la historia, amigo mío. De día puedes encontrarme en el Morning Chronicle. No me busques en ningún otros sitio. Aquí está mi tarjeta por si la necesitas. El señor Dickens, ese soy yo.”

La trama se desencadena cuando el protagonista salva a una pequeña dama de sus captores, el alcantarillero no se considera precisamente un señor pero es todo un pícaro, el paradigma de pícaro en la época:

“Perillán se inclinó hacia ella y susurró:

-Señorita, yo no soy ningún señor. Me llamo Perillán.

Somnolienta, la chica respondió con lo que Perillán supuso que era un acento alemán.

-¿Perillán? ¿Persona lista y pícara, es decir, difícil de atrapar? Gracias, Perillán. Eres muy amable, y yo estoy cansada.”

La mayor habilidad del autor es utilizar cualquier época o historia que conocemos y satirizarla mediante la subversión de lo establecido-conocido, aquí no podía faltar, Perillán se empezará a plantear si no puede ser algo distinto de un simple peón:

“[…] Joven, los juegos a los que jugamos son lecciones que aprendemos. Las suposiciones que hacemos, las cosas que pasamos por alto y las que cambiamos nos convierten en lo que somos.

Aquello era material bíblico, seguro que sí. Pero cuando Perillán se paró a pensarlo, ¿qué diferencia había? La vida entera era un juego. Pero si lo era, ¿uno era el jugador o el peón? En su mente caló la idea de que tal vez Perillán pudiera ser algo más que Perillán, si se molestaba en dedicarle un esfuerzo. Era una llamada a las armas que decía: ¡”Espabila de una vez!”

Tampoco puede faltar el gran humor de Pratchett, presente en todos sus libros, un tipo de humor amable que te tiene en perpetua sonrisa y la utilización de momentos absurdos para sacar carcajadas; su definición de la gente de la calle en tres actos es memorable:

“Al terminar, Perillán fue el espectador privilegiado de una maravilla obra de teatro callejero, que aun sin apenas palabras se desarrolló en tres actos: el primero se titulaba “Yo no sé na”, el segundo “Yo no he visto na” y por último llegó el clásico “Yo no he hecho na”, seguido sin coste adicional por un bis, que era el tradicional e infalible “Yo no estaba allí.”

La tercera faceta es su necesidad de enseñar, de retratar a la sociedad a través de lo que narra; a raíz de deshacerse de Sweeny Todd, la sociedad va cambiando la versión de los hechos hacia algo muy distinto de lo ocurrido; con gran tino, el británico subraya este afán de morbo y gusto por lo macabro:

“[…] El señor Dickens me ha explicado la verdad de lo ocurrido en Fleet Street, ¿y verdad que es pasmoso que la percepción pública de lo que es cierto últimamente siempre se decante hacia lo macabro? Se diría que no hay nada que guste más al hombre de la calle que un asesinato pantoso.”

La trama avanza con un estilo muy adecuado al de la época, transformado en esta ocasión para el momento y se acerca más a una novela policíaca que a una novela de fantasía; Perillán deviene en verdadero salvador y resuelve el enigma; en palabras de Charles Dickens, es imposible no caer ante sus indudables encantos:

“-Ya que me he ido de la lengua, señor, poco puedo hacer aparte de decir la verdad. ¿Sería posible que el señor Dickens no se enterara de mi desliz, por favor? Lo que dijo fue: “Ese don Perillán es tan avispado que un día su nombre se conocerá en todos los continentes, posiblemente como benefactor de la humanidad, ¡pero también muy posiblemente como el sinvergüenza más encantador al que se haya ahorcado nunca!”

El autor en un pequeño postfacio habla sobre algunas de las licencias que se toma a la hora de presentar a los personajes de la época y resalta el verdadero valor de lo que comenta,  ya indicado anteriormente:

“Porque, aunque haya trasteado con las posiciones de la gente y tal vez con sus posibles reacciones a ciertos hechos, la porquería, la miseria y la desesperación de una clase baja que aun así sobrevivió, a menudo ayudándose a sí misma, no las he alterado en absoluto. Además, fue una época en la que no existían conceptos como la educación universal o la salud y la seguridad laboral, ni muchísimas otras normas y restricciones que hoy en día damos por supuestas. Y siempre había espacio para los espabilados y listos perillanes de ambos sexos.” 

Pratchett nos ha dejado, pero nunca nos dejará; ya es eterno, ahí está su obra para refrendarlo. Cada vez que me ría y disfrute a partir de ahora con sus libros, esa risa se mezclará con un atisbo de tristeza por saber que no voy a tener ningún otro libro más. Gracias por hacer disfrutar a tanta gente con tus libros ahora y ya para siempre.

Los textos provienen de la traducción de Manu Viciano de Perillán de Terry Pratchett para Fantascy Libros

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