“It’s not about using the new beats in our deal with Babyface; it’s not about getting every sub-Saharan Android phone pre-loaded with iJusi FutureSong credits. It’s about this. People say the twins shine when they sing. I say that we should all shine; that we can all shine if we just focus, if we just get past what’s holding us down.” (“Zoo city” de Lauren Beukes)
Todos podemos brillar, pero, sin duda, las mujeres son las que más brillan en “The shining girls” (“Las luminosas”), verdaderas protagonistas de una novela con una de esas premisas que te subyugan desde que la empiezas: Un asesino en serie que se desplaza a lo largo del tiempo para perpetrar sus matanzas.
Beukes organiza la narración desde el punto de vista de varios personajes, aunque los verdaderos protagonistas son, por un lado, el asesino, Harper Curtis; por el otro, Kirby Mazrachi, una de sus posibles víctimas que, al sobrevivir al ataque se convertirá en su mayor amenaza.
Decía en una entrevista Lauren que no imaginaba a Curtis con dobleces, es un malo de libro, sin grises, sin posibilidades de redención, sin compasión ante sus víctimas; no deja de ser sintomático que los enemigos de este estilo sean los que más nos aterrorizan (y atraen!), debido a que no podemos comprender que alguien no tenga una vertiente más benigna:
“Con eso basta. Lo comprende. Es como si se hubiera abierto una puerta dentro de él. La fiebre sube y algo en su interior aúlla, lleno de desprecio, ira y fuego. Ve los rostros de las luminosas y también cómo deben morir. Oye gritos en su cabeza: “¡Mátala, detenla!”
Curtis utiliza para cambiar de tiempo una Casa, en la línea de las historias con casa encantada, se convierte en portal para viajar en el tiempo; un cambio de tiempo es descrito con lirismo y nos muestran de los mejores momentos de la escritura de la sudafricana como podemos ver por la siguiente descripción según Harper se adapta a la nueva realidad que se encuentra:
“Solo tarda un minuto en averiguar cómo funcionan las luces de los pasos de peatones. El hombre verde y el hombre rojo, señales para niños. Y esta gente, con sus juguetes, su ruido y sus prisas, ¿no son, precisamente, niños?
Advierte que la ciudad ha cambiado de color, de blancos y cremas sucios a cientos de tonos de marrón. Como el óxido. Como la mierda. Recorre el parque para comprobar por sí mismo que, efectivamente, las chabolas han desaparecido sin dejar rastro.
Desde donde se encuentra, la visión de la nueva ciudad resulta perturbadora. La silueta de los edificios recortados contra el cielo está mal, las relucientes torres son tan altas que se las tragan las nubes. Es como el paisaje del infierno.”
Esta dicotomía Harper-Kirby, en realidad, es extendible, ya que las verdaderas protagonistas son las que van a ser asesinadas, las víctimas: mujeres que viven su momento y que está ubicadas en la intrahistoria estadounidense
A la muerte de Zora, una de ellas, de hecho, podemos ver cómo se entrelazan las vidas de estas mujeres:
“Le deja la tarjeta de béisbol metida en el bolsillo del mono. Es Jackie Robinson en el jardín de los Brooklyn Dodgers. Se la había arrebatado recientemente a Jin-Sook Au. Estrellas luminosas se unen a través del tiempo. Es una constelación de asesinatos”
El que use elementos comunes al thriller, como los cliffhangers, los viajes en el tiempo, la tensión desenfrenada, las persecuciones, etc… no son óbice para mostrarnos, al mismo tiempo, la historia oculta de Estados Unidos a través de las vidas del colectivo de mujeres, mujeres que luchan día a día, que se resisten al destino y a las limitaciones que les impone una sociedad patriarcal, una sociedad que, en ocasiones, les horroriza y que está muy dentro de la propia ontología del ser humano:
“Willie se queda donde está, pasmada. Se pueden esconder las revistas radicales, hacer trizas los bocetos de depravado contenido sexual y quemar las sábanas, pero ¿cómo se borra la esencia misma de una persona?”
Y por si fuera poco, también aprovecha alguno de los pocos momentos de descanso para mostrarnos sus ideas de lo que debería ser escribir literatura, en esta analogía con el deporte ensalza la necesidad de luchar por el “cómo” hacer las cosas, eso es lo que diferencia un libro de otro, no tanto el “qué”:
“-Y es tan predecible… ¿no te aburres de escribir lo mismo una y otra vez? Un hombre golpea la pelota, otro corre, a otro lo sacan.
-Sí, pero lo mismo ocurre con las películas o con los libros –dice Kirby-. Hay un número finito de tramas. Lo interesante es cómo se desarrollan.”
El momento en que un viaje al pasado lo utiliza como una prolepsis de la protagonista para adelantar el final se convierte en una paradoja tan deliciosa que es imposible no rendirme ante sus encantos. Esto entronca directamente en el “cómo” hacer las cosas. Beukes sabe cómo innovar y crear una trama absorbente con los suficientes elementos para dejarte sin aliento. Milimétricamente calculado hasta su momento final, esta novela es el ejemplo perfecto de cómo se debe crear literatura. Va a estar, sin lugar a dudas, entre los libros del año. Es posible encontrar obras perfectas, estamos ante una de ellas.
“Hay patrones porque procuramos encontrarlos. No es más que un intento desesperado de encontrar un orden, porque no somos capaces de enfrentarnos al terror de que todo sea aleatorio. Esta revelación lo destroza. Es como si todo el puto mundo trastabillara.”
Los textos provienen de la traducción del inglés de Pilar Ramírez para esta edición de “Las luminosas” de Lauren Beukes de RBA.
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