Es buen momento, tras el príncipe de Asturias, para poner esta reseña de uno de los libros de este coloso de las letras norteamericanas y que estaba retrasando en demasía.
En la densa y excepcional “Zuckerman encadenado”, asistíamos a la creación del alter ego más conocido de Philip Roth (otro sería el muy sexual David Kepesh) a través de un libro que constaba de tres libros y un epílogo maravilloso y complejo. En “La contravida” tenemos la “segunda” novela con Nathan Zuckerman de protagonista, si entendemos los anteriores como un solo libro.
La lectura de esta última se complica según avanzan las páginas, empieza a la manera de Roth, con sus temas siempre presentes (el judaísmo, antisemitismo, relaciones paterno-filiales, el sexo de fondo…) y la estructura está clara desde el principio, ya que hay cinco episodios que, además, según los vayamos leyendo se irán desarrollando en diversas localizaciones geográficas: Newark, Israel, un avión, New York e Inglaterra.
En el primer episodio encontramos a un Roth en plena forma, con la narración del hermano de Nathan hasta que muere debido a una operación que puede solucionar sus problemas para mantener relaciones sexuales con su amante inglesa; a partir de ahí es Nathan el que retoma el punto de vista y ya vemos cómo la idea del antisemitismo la extiende deconstructivamente a los propios judíos.
“Insistí en la idea de que EEUU no se reducía a judíos y gentiles ni era el antisemitismo el principal problema de los judíos norteamericanos. Decir “Admitámoslo , para los judíos el problema son siempre los goyim puede tener su pizca de verdad a ratos”
En la segunda parte, el lugar donde transcurre cambia drásticamente, lo que parece un flashback de la historia anterior, donde Henry habría ido a Israel, comprobamos según vamos leyendo que Henry ha sobrevivido a la operación, pero, sin embargo, se ha ido a un lugar tan lejano para convertirse en un verdadero judío; ha tenido una epifanía, en las palabras del propio hermano: “yo era ellos” ” yo soy en lo hondo como esos judíos”.
Aprovecha este escenario para describir desde su punto de vista en lo que se ha convertido la nación judía: “Este, comprendes, se supone que era el sitio donde la nota consistía en convertirse en judío normal. En lugar de ello nos hemos convertido en la obsesiva prisión judía por excelencia. En lugar de ello, este sitio es el caldo de cultivo de todas las variantes de locura que el genio judío es capaz de concebir.”
Y para introducir el interesante concepto del “asimilacionismo”:
“-Pero es que la asimilación y los matrimonios mixtos de EEUU están provocando un segundo holocausto. Verdaderamente un holocausto espiritual está ocurriendo en EEUU y es tal letal como la amenaza que los árabes representan para el estado de Israel. Lo que Hitler no consiguió en Auschwitz están haciéndoselo los judíos norteamericanos en los dormitorios […] Antes fue el exterminio por la vía dura; ahora es el exterminio por la vía blanda.”
Hasta aquí tenemos dos historias aparentemente independientes pero unidas, lo que falta saber es por dónde va a llevar esta unión; sin embargo, tras el interludio cómico que se desarrolla en un avión, todo cambia radicalmente y lo que parecía un tipo de novela se vuelve en otra.
Esta sorpresa es que en el cuarto episodio Nathan muere por el mismo tipo de operación a la que se sometió Henry en el primero y donde Henry se convierte en el narrador intentando buscar el resto de partes escritas del libro de Nathan (con el seudónimo de Carnovsky) para destruirlas.
La “aparente” convencionalidad de los primeros capítulos transforma la novela en una reflexión sobre la novela y su autor relacionada con la realidad; así, en palabras de su editor en el funeral:
“Si hemos de hablar con propiedad, digamos que no cabe distorsión ni falsificación en una obra que no es periodismo ni historia como no cabe esgrimir acusaciones de exposición incorrecta ante un texto que no tiene obligación alguna de recoger sus fuentes “correctamente””
Roth siempre ha sido consciente de lo que escribía y aprovecha la muerte de su alter ego, si este lo era de verdad para expresar sus preocupaciones con respecto a la influencia e importancia de la novela en la sociedad, y más en la sociedad judía:
“¿A qué se debe que los lectores de Carnovsky se pregunten con tanta frecuencia si es novela? […] Primero, como ya he dicho porque camufla su condición de escritor y su estilo reproduce exactamente la angustia afectiva. Segundo, porque pisa territorio sin explorar en el ámbito de la transgresión al describir tan explícitamente la sexualidad de la vida familiar.”
Y encontramos una de las claves del relato en las siguientes palabras en boca del editor:
“Dicho en pocas palabras: pensaron que Nathan hablaba de sí mismo en la novela y que, por consiguiente, estaba loco; porque ellos para hacer una cosa así, tendrían que haberse vuelto locos”
El propio Roth nos está diciendo que Zuckerman no es él, no habla a través de Zuckerman, por eso lo mata, sin compasión, en su segunda novela.
Ya para acabar, tenemos otro cambio de estilo y narración, en Inglaterra comprobamos que Nathan vive ahora con María y entre gentiles (católicos), parece un relato costumbrista inglés y utiliza igualmente lo epistolar para relatar las cartas entre los dos cónyuges.
Viendo toda la obra, entonces nos hemos enfrentado a cuatro realidades distintas, diversas, donde la coherencia interna ha sido brutalmente destruida de manera autoconsciente por Roth, esta fragmentación es el signo de los tiempos, las dudas ante una realidad que se desmorona, donde los personajes se intercambian y no sabes a lo que atenerte.
Es el relato de un maestro que trata de experimentar con el fondo, con la forma, con los puntos de vista narrativos y todo ello para hacernos reflexionar, para hacernos ver la importancia del autor y su obra, y lo que influye en nuestra realidad.
Esta novela me ha hecho darme cuenta de que, al menos en sus primeros años, la lectura cronológica es imprescindible, ya que la unidad argumental de su carrera se podría resentir y, desde luego, no disfrutar de la manera en que se merece.
Es un titán, no se puede dudar, pero quien empiece con esta obra posiblemente no vuelva a él.
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