Leyendo todo lo que leo es difícil, por falta de tiempo, preparar reseñas de cada lectura; es por ello que voy a volver al formato de cápsulas para momentos puntuales que me sirven para, por lo menos, dar una imagen general del libro y su calidad. Este formato especialmente se adapta muy bien por temáticas, así que os traigo a continuación unas policiacas con, eso sí, éxito desigual:
La isla perdida de Douglas Preston y Lincoln Child, tercer libro de la serie de Gideon Crew, y me paso a la edición de bolsillo; las razones son claras, esta serie sigue sin lanzarse, da la impresión de que no tienen muy claro el carácter del personaje y por dónde llevar las aventuras y no consiguen dar un pulso a la historia, a pesar de que, indudablemente, no les falta imaginación; de hecho en esta parte los paralelismos con la Odisea de Homero son atractivos y tienen momentos felices como el siguiente, donde si asistimos a un galán cercano a James Bond o al Caffrey de White collar:
“-¿Me estás haciendo una proposición indecente?
-Pues sí. Cenaremos en el hotel del restaurante: tienen una cocina increíble y unos vinos espectaculares. Hablaremos sobre la física nuclear y literatura francesa, y luego subiremos a mi habitación y haremos el amor con mucha pasión y muy poca decencia.
-Eres insoportablemente directo.
-Vita brevis –sentenció sin más. Y porque era latín, más que por ninguna otra cosa, Julia aceptó.”
Desgraciadamente se trata de temas puntuales que no ocultan la irregularidad de la novela que no pasa de un buen divertimento, lo cual no es forzosamente malo, aunque sí lo es cuando conoces el nivel alcanzado en otros libros suyos.
Persona de Erik Axl Sund, es la última tomadura de pelo nórdica que nos intentan vender (y venderán, desgraciadamente), un catálogo de atrocidades con ganas de provocar sin ningún sentido final que los una; destila pretenciosidad filosófica profunda a los cuatro costados con una prosa que anonada por su simpleza:
“el cuerpo
estaría constituido por dos entidades, un animal y un ser humano.
Una víctima y un verdugo.
Un verdugo y una víctima.
El libre albedrío unido a las pulsiones físicas.
Dos antípodas en un mismo cuerpo.”
Y encima es altamente previsible desde el mismo subtítulo (que da nombre a la saga de tres libros) que adelanta, sin atisbo de error, la sorpresa que se supone que nos tenía que dejar alucinados; para el siguiente no me engañan el par de elementos escondidos bajo el nombre de Erik Axl Sund, la lástima es que haya caído con este. Esto me pasa por salirme de mi hoja de ruta.
Los reyes del jaco de Vern E. Smith, dejo para el final la mejor muestra de las tres, por lo menos para quedarme con un buen sabor de boca; aquí tenemos una de esas novelas negras negras (y no es redundante), un hardboiled con personajes muy negros en los todos los sentidos donde asistimos a la típica trama de lucha de poder en una ciudad con la droga como hilo conductor:
“-En cualquier caso, a quien esté detrás de esto se le han acabado las oportunidades de ventilar mis asuntos. Sabéis que no aguanto estas mierdas. Si esos tarados de negros de teta se quieren matar, a mí me la suda, pero que no me jodan. Y si me joden, que sepan que tienen el culo sentenciado. Y vosotros ya podéis desear que esta mierda no os salpique. Murphy, llévate a estos a inspeccionar todos los garitos, uno a uno, hasta que encuentres algo.”
Una historia de perdedores, donde no hay ningún atisbo de esperanza y sí mucha violencia, y que reúne a la perfección las cualidades que utilizó en su momento Chester Himes, el olvidado y poco reeditado autor, uno de los más grandes:
“La chica de la peluca lanzó un aullido enfermizo y se ovilló en una esquina, cubriéndose la cabeza con los brazos. T. C. Thomas avanzó aprisa hacia donde estaba, le agarró el brazo izquierdo y se lo apartó. La chica se puso en pie dando golpes y gritos, presa de la histeria.
Con un empujón, T.C. Thomas la devolvió a la esquina. Le apuntó entre las cejas con la Magnum y disparó. La cabeza de la chica se fue para atrás de sopetón, y luego basculó hacia delante, revelando el irregular agujero en la pared que había dejado la bala a su paso. La sangre fluía de la hendidura de la cabeza de la chica y le empapaba el regazo.”
Una buena historia que no dejará indiferente a nadie y que, además, nos reconcilia un poco con las últimas publicaciones policíacas, demasiado irregulares y de un nivel ciertamente bajo.
Los textos provienen de las traducciones de Güido Sender de Los reyes del jaco de Vern E. Smith para Sajalín, de Miguel Marques Muñoz de La isla perdida de Douglas Preston y Lincoln Child y de Joan Riambau Moller de Persona de Erik Axl Sund.
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