E. M. Delafield (1890-1943) fue una prolífica y famosa escritora inglesa a la que la editora de la revista semanal liberal y feminista “Time and Tide”, le propuso en 1929 escribir una columna. Así nació “Diario de una dama de provincias”, divertida y parcialmente autobiográfica, crónica de las vicisitudes de una dama de la alta clase inglesa.
Este tipo de libros tiene dos hándicaps principales que es preciso tener en cuenta. El primero de ellos (ya lo he comentado alguna vez en algún otro post) tiene que ver con el hecho de tratarse de una comedia. La comedia es un género que, de por sí, no goza del prestigio que tiene un drama o, desde luego, una tragedia; de hecho suele asociarse a estos últimos la calidad que se necesita para llegar al mito de la “alta literatura”. El segundo inconveniente es, precisamente, la estructura, repetitiva, que se infiere del título y que la escritora siguió, pudiendo ocasionar en varios lectores la sensación (errónea) de monotonía.
Delafield, sin embargo, consigue, utilizando esta estructura no resultar aburrida; ni mucho menos, sino que, al contrario, innova con sus sutiles comentarios y reflexiones; la mayoría de los apuntes que aparecen mencionados contienen el relato de los sucesos acaecidos en un día en particular; normalmente con frases cortas, sencillas, efectivas, poderosamente satíricas en ocasiones; estos relatos suelen ser acompañados de reflexiones de la narradora (en primera persona) y que hacen gala de la ironía para dar aún más valor a los hechos narrados anteriormente. Un buen ejemplo de esta situación es el siguiente párrafo (en el que se produce el relato de una conversación mantenida y de reflexión consiguiente a partir de dicho momento):
“Hablo con un joven pálido con gafas de montura de concha, sentado a mi izquierda, sobre Jamaica, donde ninguno de los dos ha estado. De ahí pasamos, aunque no sé cómo, a la caza del ciervo, y acabamos hablando de homeopatía. (Recordatorio: Sería interesante, si el tiempo lo permitiera, seguir el hilo de los pensamientos que han llevado de un tema a otro. Una segunda idea muy perturbadora: quizá el hilo de pensamientos en cuestión no haya existido nunca.)”
De un plumazo consigue caracterizar a su género y preguntarse si, efectivamente, los pensamientos de una mujer siempre tienen un sentido en la forma en que se estructuran.
La segunda dimensión, aún más interesante, es el reflejo de una sociedad; en este caso la alta sociedad inglesa en particular y, en general, el comentario se puede extrapolar a toda la sociedad británica como podemos ver en el siguiente texto:
“(Nota bene: En la vida cotidiana, decir la verdad resulta extraordinariamente difícil. ¿Es solo mía esta idiosincrasia tan deplorable o hay otros que también la padecen?)”
Me temo que no es a la única a la que le ocurre; como el caso siguiente:
“(Duda, básicamente retórica: ¿Por qué la gente dice tantas veces de las mujeres casadas, con hijos y sin profesión que llevamos una vida “desahogada”? No encuentro respuesta.)”
El ingenio que utiliza Delafield es palpable en cada palabra de un libro que no tiene desperdicio por su utilización del humor elegante y mordaz como catalizador del reflejo de una sociedad en la que vivimos todos; a pesar de tender a representar la sociedad desde el drama, quizá la comedia es la ficción más adecuada para realizar este propósito. Necesitamos más comedia, estoy convencido de ello, y más si es como en el caso de la escritora británica.
Los textos provienen de la traducción del inglés de Patricia Antón de “Diario de una dama de provincias” de E.M. Delafield en Libros del asteroide.
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