La libélula de la poetisa italiana Amelia Roselli (1930-1996) es la última propuesta que nos trae Sexto Piso en su flamante colección poética, una edición bilingüe con traducción de Esperanza Ortega que promete curvas, que nos sugiere y graba a fuego palabras, palabras que traen reminiscencias de sensaciones y nos brindan nuevas emociones. Palabras como las siguientes:
Nuevo modelo métrico, música nunca antes escuchada, otra respiración, otro ritmo
Lirismo extremo, liberación, libertad absoluta
Liberación de: gramática, tradición, imágenes, pronombres, ritmo…el alma y el cuerpo
Espiral de belleza, rotativa como las alas de la libélula
“delirante flujo de pensamiento occidental”
Siguiendo una estructura compositiva de verso libre cada estrofa imprime en nuestra mente mensajes que van calando en nuestro cerebro como fuego, palabras sueltas que hablan de libertad y al mismo tiempo de ternura; se refleja una búsqueda de dicha libertad que no puede ser realizada a través de las palabras que se usaban anteriormente. Hay que inventar algo nuevo, un nuevo lenguaje, una nueva gramática, nuevas palabras, nuevos ritmos que nos saquen del orden establecido:
“[…] Yo me levanto, tú extiendes los brazos en un largo
penoso adiós, con la sonrisa rígida y forzada en
tu boca más bien poco atractiva. ¿Y qué es esa
luz de la verdad cuando ironizas? Nada más
que esa pobre prenda obtuviste de mi corazón herido.
Ya nunca sabré mirarte a la cara; lo que
deseaba decir se ha marchado por la ventana,
lo que tú eras era otro batallón contra el que
ya soy incapaz de enfrentarme; ¿entonces qué nueva
libertad
buscas entre las cansadas palabras? No la blanda
ternura
de quien está en casa bien protegido entre sus altas
paredes y piensa en sí mismo. No el cansado
descuido
del gigante que sabe que no puede rimar nada más
que
dentro del círculo cerrado de sus apesadumbrados conocidos; […]”
Se suceden los encabalgamientos y las aliteraciones, ritmos que irrumpen en nuestra lectura como si de una obra musical se tratase; repeticiones que alteran el orden establecido a pesar de su rareza; como si dos ritmos se alternaran en un contrapunto poético de inspiración bachiana:
“[…]No sé si moriré o no
de hambre, miedo, los ojos abiertos para
milagrosamente
comer, la tierra que rodea y sostiene el agua
demasiado negra para la levedad del cielo. Qué
extraña esta risa mía de murciélago, qué extraño
este desvariar mío sin orejas, qué extraño
este desvariar mío sin pájaros. Qué extraño
este amor mío a las penosas perezas de la vida.”
Imbuidos de su musicalidad la poetisa no se olvida del lirismo de su rima, establecida en el interior de sus estrofas:
“Yo no sé si entre la sonrisa del verde verano
y tu verde desacuerdo hay un desacuerdo
yo no sé si rimo por encanto o por laboriosa
pena. Yo no sé si rimo por encanto o por razón
y no sé si tú sabes que rimo solo
para ti. Demasiado sol ha embebido el mar en
su cautividad tranquila, donde la flora
marina renuncia a invadir los barcos hundidos.”
En este camino llega la ponderación exagerada de los superlativos, hay que forzar la situación, llegar al máximo de las redundancias; es entonces cuando se produce la evolución hacia la libertad, de lo máximo a lo mínimo:
“Por sus ojos blanquísimos, por sus
miembros limpísimos, ¡yo voy en busca de la gloria!
Por sus miembros dulcísimos, por sus ojos
velocísimos, yo voy en busca de gente que oculte
armas entre la maleza. Por sus ojos blanquísimos,
por su piel levísima por sus ojos
sagacísimos, yo voy en busca de la gente que oculta.
Por sus ojos ligerísimos y por su boca
fortísima, yo busco gente fortísima, que nos alimente
a los dos juntos en la noche entre las blancas alas
de los ángeles fortísimos dulcísimos ligerísimos.”
Disipar, Arrancar, Destruir: tres palabras que se suceden, repitiéndose en estrofas continuadas; para entrar en el nuevo orden hay que disipar…
“[…] Disipa
tú el pudor de mi virginidad; disipa tú
la entrega del cuerpo al enemigo. Disipa mi imagen,
disipa el remo que golpea la rama desprendida.
Disipa tú si quieres está disipada vida disipa
mis incoherentes razones, disipa el número
tan elevado de demandas que me hacen agonizar:
disipa el horror, convierte el horror en bien. Disipa
tú si quieres esta débil vida que se queja,
pero yo no te encuentro, y no me atrevo a disiparme.
Disipa
tú, si puedes, si sabes, si tienes tiempo
y ganas, si viene el caso, si es posible, si
no te quejas débilmente, esta vida mía que
no se queja. […]”
Arrancar, destruir…
“[…] Destruye
la casa a la que te llevan los guardias, destruye al
pájaro
que no sueña con quedarse en el nido que le has
preparado,
destruye la tinta que hace burla de tu
ingratitud, destruye a los arcángeles que no
saben dónde has ocultado a los ángeles que no
saben temer.”
Todo en un flujo poético continuo y extremo, ahora es el momento de crear. De crear un nuevo orden poético universal occidental que refleje nuestras vidas sin las ataduras de etapas anteriores.
Belleza en la experimentación. Nuevas interpretaciones con cada relectura. Estimulante es decir poco.
Los textos pertenecen a la excelente traducción de Esperanza Ortega de La libélula de Amelia Roselli para la edición bilingüe de Sexto Piso.
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