Aunque parezca mentira, existe una novela que se llama “¿Se cayó…?”; con este título tan rimbombante de Thorne Smith (1892-1934), Ediciones El Nadir recupera una de las obras que maravilló a Dashiell Hammet, aunque, como veremos, no tiene nada que ver con lo que desarrolló en su carrera literaria este último.
Esta novela está encuadrada en el más típico estilo detectivesco, en la tradición de Agatha Christie y los grandes autores del “Detection Club” británico que en los grandes creadores de novela negra Hammet y Chandler. De todos modos hay elementos que, inevitablemente conducen a estos.
No la ambientación desde luego, extrapolando podríamos hablar de “El gran Gastby”, tan en boga últimamente, por la enésima revitalización en el cine de Luhrman sobre la obra del genial Fitzgerald: el crimen en cuestión tiene lugar entre los grandes ricachones de alta sociedad. Sorprende, de hecho, que en sus primeras páginas, antes de que se origine el conflicto, Smith plantea un dilema de tipo ético:
“La situación -la sociedad misma- debería ser juzgada primero, antes siquiera de que se siente en el banquillo al criminal. Y una situación, un ambiente, un conflicto oculto del que dependan las vidas y la felicidad de seres humanos es a menudo tan difícil de atrapar como el humo… tan difícil de manejar como la dinamita.”
Una vez puesta esta base, que nos llama la atención sobre la influencia de la sociedad en los crímenes que se cometen en ella, tenemos, sin embargo, un típico caso donde, como a mí me gusta, todos los personajes podrían ser causantes y el personaje al que asesinan es tan detestable como pinta en la foto que nos describe:
“Viéndola en conjunto, la situación pintaba fea, la felicidad de más de una persona dependía de ella. Golpeando a uno solo, Emily Jane podía herirlos a todos: Sam, Sue, Barney, June y Daniel. Ella tenía todas las cartas y las manejaba con la experiencia de un buen jugador. Pero el juego a veces es peligroso. Sin duda lo era en el caso de Emily Jane.”
El asesinato desencadenará los momentos más líricos del autor; ah, la lírica como catalizadora de las emociones más violentas, de la muerte, de la destrucción:
“Las olas bañan la playa y la niebla marina se espesa. Una silueta solitaria inclinada sobre el cuerpo retorcido de una chica muerta. Lejos, muy lejos de allí, arriba en algún lugar sobre un macizo de árboles negros, una luna vieja y cansada, antaño tan espléndida como Emily Jane, se desvanecía, su pálido rostro era ya sólo un recuerdo de pasadas noches más brillantes. Y dominando todo aquello, el gran precipicio negro: una masa acechante y amenazadora de piedra amarga.”
Y a partir de ahí, el investigador; antipático metomentodo Scott Munson irá desgranando y desencadenando las confesiones de los personajes implicados en la trama, afortunadamente con la ayuda de dos ayudantes que pondrán un elemento cómico necesario entre tanta gravedad y maldad.
“Odio desanimar vuestra iniciativa -dijo al fin-, pero a pesar de que me esfuerzo mucho, no puedo evitar pensar que vosotros dos debéis de ser de lo más tonto que he tenido la suerte (habéis oído bien, he dicho suerte) de conocer. Aún así, igual me equivoco. Puede que haya dos tíos aún más tontos escondidos en algún lugar, en alguna oscura grieta de esta tierra. Si así es, espero que se queden allí.”
Con todos estos elementos, la trama se desenvuelve con la suficiente inspiración para ir presentando cada dato poco a poco, sin desgranar todos los cabos hasta justo el final. Un final que, sorprendentemente, acaba con más mala leche de lo esperado; no diría yo que es un final feliz; ¿o sí? La misma cuestión ética que se presentaba al principio acaba vuelta del revés claramente en un momento y nos hace plantearnos de nuevo el dilema. Concluyendo, una buena novela policíaca para los amantes de la parte más detectivesca y menos alejada de la novela negra.
Traducción de María Inglés para esta edición de Ediciones El Nadir