Resumen Monográfico Estival. Refrescante relax (2ª parte)

BrokenMonstersSi el otro día os ponía lo leído en julio; ahora os traigo las lecturas del monográfico en agosto donde, nuevamente, he tenido la suerte de encontrar verdaderas joyas del género policíaco; allá van: 

La maldición de los Dain de Dashiell Hammett, una posible maldición es el hilo conductor de una novela que es ciertamente curiosa en su concepción (tres partes diferenciadas en tres escenarios distintos y delirantes de gran encanto pulp) que demuestran, una vez más, la capacidad del genio  para crear tramas enrevesadas y dar posibles soluciones distintas en cada uno de las partes. Lees a Hammett, lees a algunos autores contemporáneos y se te cae el alma a los pies… 

La muerte no es un juego de niños de Alan Bradley, el segundo libro de la serie de Flavia acusa inicialmente la repetición de ciertos gags, situaciones, e incluso frases; sin embargo, para mi estupefacción, la cosa no hace más que mejorar para construir una trama excelente de nuevo, más que recomendable nuevamente.

Cien dólares baby de Robert B. Parker, no deja de ser curioso que, teniendo dos libros sin leer de Parker, encontrara este otro entre mis libros; mucho más avanzado en la serie de Spenser que los que ha publicado RBA, nos muestra un detective mucho más maduro, con una relación seria y estable y con un compañero de fatigas (Hawk) que le complementa a la perfección; la historia, centrada en la prostitución y con discusiones de género de fondo tiene un final amargo (e inevitable); es un hardboiled gamberro y agridulce. 

Maximillien Heller de Henry Cauvain, exquisita edición (nuevamente) de dÉpoca que nos trae en este caso al personaje que, muy probablemente, sirvió para que Conan Doyle diseñara su Sherlock Holmes; las similitudes son evidentes y no es descartable que el inglés visitara Francia en esa época; independientemente de esta anécdota, sí es cierto que nos encontramos ante una buena novela de detectives, bien terminada aunque le sobra un epílogo edulcorado y redundante que nunca necesitó Doyle para explicar lo que hacía su personaje. 

Testigo de la noche de Kishwar Desai, la ópera prima de Desai se puede leer desde dos perspectivas distintas o simplemente unirlas para disfrutar en su conjunto; por un lado hay una investigación de un crimen, por el otro la representación de una sociedad que relega el papel de la mujer a una mera comparsa, un instrumento del hombre, el ejemplo de una sociedad patriarcal y de la lucha de las mujeres por rebelarse contra esta situación injusta; da lo mismo, porque funciona muy bien en su conjunto, aunque al final, poco importa la investigación debido a la gravedad de lo que se cuenta. 

AF algunas heridas techo+grande.inddAlgunas heridas nunca se curan de Nele Neuhaus, inexplicable que haya tardado tanto en leer esta grandiosa novela. Neuhaus me convence porque es capaz de crear subtramas a mansalva, unir un montón de personajes y ensamblarlos al final para crear una novela policíaca excelente; ya comprendo por qué la gente no la lee (favoreciendo “cosas” como La chica del tren), su complejidad a la hora de plantear la trama no es apta para aquellos que quieren leer una novela sin esfuerzo, desafía al lector, cosa que otros ni se plantean para conseguir una novela que se lea rápido; una pena, es un esfuerzo que vale muchísimo la pena. Se confirma que es una de las mejores escritoras de novela negra actualmente. 

Asesino bajo la lluvia y otros relatos de Raymond Chandler, muy buena recopilación de relatos (dos de ellos del gran Marlowe) que vuelven a demostrar que el maestro lo era por algo, hasta en las distancias cortas: un orfebre capaz de hacer verdadera poesía del relato policíaco. 

Quien siembra vientos recoge tempestades de Nele Neuhaus, tengo que reconocer que no me atraía para nada la elección del escenario en esta ocasión por parte de la escritora alemana y esa sensación perduraba durante la primera parte de la novela; afortunadamente Neuhaus lo lleva a su terreno y subdivide la trama principal en otra secundaria que cobra importancia según avanza la lectura ofreciendo uno de esos narradores poco fiables que no sueles olvidar con facilidad. 

Broken Monsters de Lauren Beukes, la autora sudafricana sabe conjugar a la perfección los géneros, sin dejar el relato policíaco, le añade los elementos de cultura pop necesarios y lo salpica con reflexiones de género que ahondan sobre el papel de la mujer en la sociedad patriarcal. En este caso, su última novela no podía ser menos, un asesino en serie con características imaginativas y un análisis del impacto en la sociedad de internet y las redes sociales. Como de costumbre se lee con placer, se disfruta y se vuelve a esperar con ganas el siguiente libro de la autora.

GokumontoLa hermana pequeña de Raymond Chandler, acabo de comprobar que esta es la última novela que me quedaba del autor (ya solo me quedan los cuentos y algunas cartas y ensayos). Colosal. Este Chandler está en plena madurez creadora, después de este haría El largo adiós y demuestra su manejo del género en un libro excepcional donde conjuga una gran trama que no se resuelve hasta el último momento en todas sus consecuencias con un estilo maravilloso, humor negro y reflejo de la sociedad de la época. Cuando acabe sus cuentos habrá que empezar las relecturas. Nunca se acaba con el autor americano.

Gokumon-to: La isla de las puertas del infierno de Seishi Yokomizo, dos libros de la editorial Quaterni este verano y dos exitazos; si en julio hablé sobre las maravillosas aventuras de Byomkesh Bakshi ahora traigo una novela de misterio, un whodunnit ambientado en esa época maravillosa de principios de siglo XX pero con un escenario exótico, una isla, Gokumon-To, la isla de las puertas del infierno donde tiene lugar una trama policial de alto voltaje con un detective, Kindaichi Kosuke, que es capaz de juntar en su cerebro todas las piezas de un puzzle desenfrenado (por el elevado headcount en tan pocas páginas) y peligrosamente poético. La resolución, original, está a la altura de las expectativas y la ambientación geográfica-histórica de la isla justo al acabar la segunda guerra mundial es excelente. Un triunfo.

La dichosa importancia de la belleza de Amanda Filipacchi, dentro de su colección “El cuarto de las maravillas”, la editorial Turner tiene de todo; esta comedia surrealista con toques de novela policíaca es un logro ciertamente interesante; plantea una situación curiosa y se aprovecha de una caracterización estrambótica (y muy divertida) de todos los personajes, ese grupo de genios con habilidades a cuál más original. Lo policíaco-negro se desencadena con la posibilidad de que se produzca un asesinato tras haberse producido otro, las pistas llegan desde ultratumba, cartas de uno de los miembros que se suicida; a pesar de lo extraño que pueda parecer, la mezcla final embriaga y divierte. Por si fuera poco, de fondo, se trata de un canto a las bellezas ocultas, a mirar más allá de la superficialidad de lo visible. 

En el cielo no hay cerveza de Carlos Salem, Salem es una garantía saludable de buen humor, más presente aquí en la historia de un asesino en serie de presentadores de Tele-basura, muy reconocibles ya que sus nombres se basan en las variaciones de nombres conocidos sobradamente (Jaime Cantimpalo, Padre Rapeles…); la novedad en este caso es, además,  que el argentino pone como máximo sospechoso a Diosito, hijo de Dios, y adereza el relato con innumerables referencias al nuevo testamento creando una irreverente vida alternativa de Jesucristo (muy a lo Monty Python y La vida de Brian); es indudable que el autor es muy creativo y consigue momentos hilarantes además de crear una buena trama con (un) buen giro final para dejarlo todo atado. Siempre recomendable. 

ladichosaimportanciadelabellezaLa sombra del asesino: Los mejores relatos de crimen y misterio aparecidos en Valdemar de varios autores,; Valdemar nos tiene ya acostumbrados a estas antologías de relatos que ejecutan gracias a su buen gusto y a un catálogo ciertamente amplio; en esta ocasión, crimen y misterio parecen ser las palabras que sirven de nexo de unión para realizar esta; siendo tan genéricas, ciertamente, la mezcla resultante es heterogénea e irregular pero siempre interesante y de muy buen nivel en general: Conan Doyle, Dickens, Collins, Chesterton, Saki, Twain, etc. son toda una garantía de calidad. Además,  la editorial ha hecho el esfuerzo de intentar agrupar temáticamente todos los relatos propuestos, lo cual siempre es de agradecer. No voy a valorar uno a uno, no es mi objetivo. Muy recomendable selección.

Tres noches de Austin Wright, thriller muy interesante y por lo que veo bastante olvidado, entraría perfectamente en la línea de Salamandra Black (fijaos en Observada de Renee Knight); la premisa de partida promete un enigmático juego doble; por un lado tenemos a la protagonista que recibe la novela de su exmarido, quiere su opinión crítica; para ello escoge tres noches seguidas para leerla; por el otro lado la propia novela, un historia muy negra que narra las desgracias de una familia y lo que se desencadenará a través de ellas; al mismo tiempo que asistimos a dicha narración se producen unos interludios en los que la protagonista, en un ejercicio evocador, recuerda su pasado y cómo ha llegado a ese momento de su vida. El final no es previsible, aunque esperas que ambas líneas confluyan, la forma en que Wright lo ejecuta juega a un nivel más espiritual. Muy recomendable.

La educación de un ladrón de Edward Bunker, en no mucho tiempo colgaré reseña sobre este excepcional libro.

Las nuevas aventuras de Hanshichi de Okamoto Kido, si hablé hace poco del homólogo de Sherlock Holmes en la India, ahora vuelvo con las aventuras del homólogo japonés; segundo volumen de las aventuras que nos trae Quaterni y se demuestra la capacidad narrativa de Okamoto Kido que no solo crea al detective sino que aprovecha para mostrarnos los rasgos típicos de la cultura japonesa además de sus costumbres a la hora de plantear los casos y resolverlos. De hecho, esta idiosincrasia, que tan bien explica, sirve como elemento que utiliza Hanshichi indispensablemente a la hora de solucionarlos. La mezcla funciona muy bien, ya que se integra a la perfección.

Y se acabaron los resúmenes, a partir de ahora inauguramos el “curso escolar” del blog; nos seguiremos viendo este mes por aquí. Otro día os traigo las lecturas programadas en un post individual.

¡Buenas lecturas!

Resumen Monográfico Estival. Refrescante relax (1ª parte)

PrintMe encanta el verano, y este año había llegado muy cansado, este parón de todo me viene realmente bien para poner las cosas en perspectiva y, cómo no; si me permitís la manida frase “cargar las pilas” de cara al contenido del blog; septiembre  es una época excelente para la famosa “rentrée” literaria con el horizonte del nobel en octubre; el estío (me encanta esta palabra) me ha servido para leer un montón de libros, además, los he dedicado a un tema concreto: lo policíaco-detectivesco. El resultado ha sido un fabuloso monográfico donde tienen cabida muchas obras de diferentes facturas, nacionalidades y temáticas dentro del género; al ser tantas lecturas lo he dividido en dos posts donde haré pequeñas cápsulas de cada uno de ellos. No me entretengo más, aquí tenéis las lecturas de julio:

Agencia Lockwood: El Espejo perdido de Jonathan Stroud, entró de casualidad en el monográfico, la temática no es exactamente policíaca, tiraría más hacia el terror en una aproximación juvenil; de todos modos, la parte de investigación está presente en la mayoría del relato, o sea que “aceptamos barco”; segundo tomo de Stroud que continua las andanzas de Lockwood y su pequeña agencia en la lucha en un mundo marcado por la presencia habitual de fantasmas, maldiciones y aparecidos de todo tipo. Nuevamente demuestra su buen hacer con una narración marcada por las aventuras de los protagonistas con pinceladas de terror y una evolución cada vez mayor. Buena muestra de literatura juvenil de género bien realizada y acabada.

Velvet, vol.2: The secrets lies of dead men de Ed Brubaker y Steve Epting, después del buen sabor de boca del primer volumen, este segundo arco temático iba a caer seguro; nuevamente Brubaker demuestra lo bien que hace este tipo de historias; sabor noir, espías, misterios, un personaje femenino protagonista fascinante y la narrativa de Epting vuelven a ofrecer un cómic fabuloso y que sigue dejándonos en un cliffhanger sin aliento para seguir leyendo sus historias. Muy bien la verdad.

El misterio de la Casa de los Trueques de Alberto Mussa, curiosa y atípica propuesta de novela policíaca del brasileño. La investigación policial es casi una excusa que le sirve al autor para presentarnos hechos colaterales, periféricos a ella. Especialmente relacionados con la historia de Brasil o con la propia actualidad de la ciudad de Río de Janeiro. A veces se convierte en un relato erótico, otras veces en un relato histórico, la mayoría de las veces en un relato policiaco. El resultado final no deja de ser interesante a pesar de que tanta digresión diluya un poco la buena trama policíaca. De todos modos, algo distinto y muy disfrutable.

Cine-Bis nº1 (Octubre 2013) de Javier G. Romero y otros, el inquieto creador de Quatermass, Javier G. Romero, lanzó este nuevo fancine en 2013 que busca realizar un pequeño análisis de todo lo relacionado con el Cine de género consiguiendo resultados inesperados por su calidad; normalmente se caracteriza por tener una serie de secciones que se repiten: monográficos sobre algún tema en particular (en este número sobre la Blaxploitation o sobre el cine fantástico filipino), análisis de películas concretas, entrevistas a artífices del género (directores o protagonistas), e incluso entrevistas a otros creadores de fancines. Este número, concretamente, solo por el artículo de Blaxploitation o por el análisis de la trayectoria del director Alain Corneau ya valía la pena.

Elegías de Duino  de Reiner Maria Rilke, cierto, este no entraba en el monográfico… es una sorpresa muy interesante. Una lectura ineludible. Más información en el enlace.

Cine-Bis nº2 (Junio 2014) de Javier G. Romero y otros, si el anterior número era bueno, este es fantástico, especialmente afortunado es el artículo que inaugura el Western crespuscular y finaliza el de Blaxploitation centrado en otros géneros (terror, thriller, erótico…) además de hablar de las mujeres protagonistas del fenómeno como la increíble Pam Grier. Si añades exponentes tan psicotrónicos como el estudio de la trilogía de Ilsa o el cine de educación sexual no puedo uno más que estar feliz y muy feliz con su lectura.

MemoriasAsesinoCine-Bis nº3 (Noviembre 2014) de Javier G. Romero y otros, ¿en qué otro sitio podríamos encontrar un monográfico sobre el thriller coreano? ¿Y otro sobre la serie de Emanuele Negra? ¿Y una entrevista detallada con el grandísimo Eli Wallach (sí, “El Feo”)? Tres razones de peso para volver a rendirse incondicionalmente ante la calidad de los contenidos de Romero y su equipo de colaboradores. La lástima es que, a estas alturas, solo me quedaba uno pendiente.

Cine-Bis nº4 (Abril 2015) de Javier G. Romero y otros, el último número hasta la fecha del fancine de Javier G. Romero vuelve a dejarnos con una buena tanda de artículos y entrevistas muy disfrutables. Especialmente curioso me ha parecido el monográfico sobre el cine musical ruso y la entrevista (fantástica y muy profunda) de Carlos Aguilar a Howard Vernon, además tenía la segunda parte sobre el thriller surcoreano que me ha resultado particularmente interesante. Habrá que esperar nuevas entregas pero sigue siendo una gran propuesta y de muy buenos contenidos. Un triunfo.

The Golden Age of murder de Martin Edwards, para los verdaderos amantes de las novelas de detectives, del género en particular, esta obra es imprescindible, un festín en palabras mayúsculas; hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un libro; un ensayo magnífico que recoge la gestación y evolución del Detection Club, una de las ideas más fascinantes que se hayan llevado a cabo nunca. Conocer a sus miembros: Christie, Sayers, Chesterton, Berkeley… sus motivaciones, sus libros, sus juegos… En fin, una verdadera delicia. Un must-have que adquiriré en no mucho espacio de tiempo y que funciona, además, como generador de lecturas próximas. Tengo muchos libros pendientes de maestros del club que van a aparecer en las próximas fechas. Está clarísimo.

Vidas díficiles de James Sallis, ensayo espléndido, muy contenido pero bastante clarividente en cuanto al reflejo de las vidas biográfico-literarias de tres genios de la novela policiaca en su vena más hadrdboiled. Consigue, a pesar de su limitada extensión, entrar a gran profundidad en el estilo y los temas de Jim Thompson, Cherter Himes y David Goodis. Un excelente ejemplo de cómo un libro pequeño puede ser una maravilla 

Tarántula de Thierry Jonquet, no vi la película de Almodóvar, pero sí he leído esta joya perversa donde las casualidades se convierten en un leitmotif en sí mismas. Hay que reconocer que la mente maquiavélica del francés crea una de esas tramas donde todo es posible y el grado de enrevesamiento, a pesar de todo, resulta muy refrescante para el verano. No apto para estómagos sensibles…

Detectives imparables de Rob Lloyd Jones, tras la primera novela centrada en la presentación de los personajes y ambientación, todo estaba establecido para esta segunda novela donde el autor dedica el tiempo necesario al desarrollo de la trama; funciona a la perfección en casi cualquier aspecto, centrándose sobre todo en las cualidades detectivescas de Wild Boy y sin olvidar la evolución de los mismos. Una propuesta muy inteligente y disfrutable desde la óptica del público juvenil y desde el más adulto.

Cubierta_PymMemorias de un Asesino: Israel Rank de Roy Horniman, este libro no aparecerá en los “blogs especializados” de novela negra y policíaca, ni aparecerá en ninguno de los múltiples festivales de novela negra… pero cualquier buen lector no debería perdérselo por: una premisa inmejorable, un desarrollo colosal, fina ironía y un final cargado de mala leche. Debe aparecer en mi selección del año. 

La banda de los musulmanes de Chester Himes, me acordé, según lo estaba leyendo, de que tengo todos los libros de Ataúd y Sepulturero en casa y me faltan varios por leer. Habrá que solucionarlo, como de costumbre, literatura negra negra de mucha calidad. 

Era una broma de Gabriel Josipovici, bromita para nada insustancial del escritor británico (a pesar de ese nombre) que se lee a medio camino entre el policial y la comedia de enredo; una propuesta ciertamente diferente que se sale del habitual policíaco y que constituye una gran diversión. Bien por Rayo verde. 

La señorita Pym dispone de Josephine Tey, qué absurdo me suele parecer el esfuerzo de algunas editoriales con elogiar los autores que publican poniendo a parir los que sacan otras de similares características; aquí Hoja de Lata viene a decir que todo el Detection club era muy convencional en cuanto a tramas (sigh) y claro, Tey era la más original con respecto a todo el club; lo cual demuestra un desconocimiento importante por su parte que se solucionaría con leer un poco de la obra de Berkeley, Sayers, Bentley, Crispin y compañía; además, Tey habría pertenecido al club si hubiera conocido a las personas adecuadas, la inclusión en el club no excluía a ningún autor en este sentido, su simple problema fue no vivir más cerca de la capital (eso especula Edwards en el ensayo del que hable anteriormente); de todos modos, esto no debe ensombrecer que nos hayan traído esta magnífica obra, un policíaco diferente que en sus primeras dos terceras partes tiene un desarrollo no demasiado alejado de las novelas costumbristas británicas (en este caso en un internado femenino) y le sirve como marco al crimen que se produce en la parte final; con una entrometida maravillosa (la señorita Pym) y uno de esos finales que no se suelen olvidar por el vuelco que suponen. Una verdadera delicia. 

El buitre de Gil Scott-Heron, me sorprende muy negativamente la poca repercusión que está teniendo esta fantástica novela negra; hardboiled desde el punto de vista de varios narradores que, a modo de plano secuencia, van conformando una trama compleja que no se resuelve hasta la última página; por si fuera poco el autor consiguió dotar a cada uno de ellos de un estilo propio construyendo voces muy distintas de gran viveza. Es un prodigio de estilo y trama. Uno de los libros del año. 

Esta oficina me mata de Viola Veloce, otra entrometida muy divertida, con toques de humor a la italiana (o española) y un entorno diferente, un crimen en la oficina con una investigadora poco usual. Lástima la abundancia de lugares comunes pero es un toque refrescante y veraniego. 

¿Qué tal el dolor? de Pascual Garnier, se disfruta y se agradece su comienzo por el final… el problema quizá es que el desarrollo queda debajo de las expectativas creadas; de todos modos, buena lectura. 

Cubierta_ElbuitreLa chica del tren de Paula Hawkins,  uno nunca sabe cómo una obra tan mal escrita y previsible se convierte en best seller; olvidable, lástima de día que gasté en leerla. Nota mental: No salirse del camino establecido. 

Los tres de Sarah Lotz, extraña publicación ubicada por RBA en su serie negra cuando, sin lugar a dudas, es un thriller con elementos terroríficos, pero claro, ahí está Jack Reacher; signos inequívocos de la defenestración total de la mejor colección de novela negra de los últimos años; eso sí, la novela de Lotz, narrada como una acumulación de documentos parte de una premisa muy interesante para aderezarlo con elementos terroríficos que, sobre todo, juegan con la potencialidad, más que con lo que ocurre realmente; es en esta posibilidad en lo que radica su forma de despertar el miedo más que en lo explícito. Una propuesta realmente buena. 

El veneno de la tarántula: Los misterios de Byomkesh Bakshi de Sharadindu Bandyopadhyay, magnífica colección de relatos del homólogo indio de Sherlock Holmes; el peculiar (y más divertido) Byomkesh Bakshi es una de las mejores opciones posibles derivadas de los relatos de Conan Doyle, ya que Bandyopadhyay no se limita a introducirlo en un contexto sino que añade gran personalidad a los protagonistas y no se olvida de construir buenas tramas. Creo que Quaterni tiene pensado una segunda recopilación y se va a convertir en un MUST. 

Flavia de los extraños talentos de Alan Bradley, saldado, esa fue la forma de encontrar este libro fabuloso, con una entrometida de once años, Flavia, simplemente deliciosa, divertida e inteligente; con una trama bien hilada y que, para ser una primera novela de la serie, consiguió presentar los personajes sin descuidar el misterio. Una gran posibilidad para los aficionados a las buenas novelas de detectives y con una chispa de buen humor.

Espero que os hayan gustado, en breve el resto de lecturas, con todo lo de agosto.

¡Buenas lecturas!

El canto del cuco y El gusano de seda de Robert Gailbraith. Lo detectivesco según J. K. Rowling

Justamente el otro día hablaba con Gonzalo Torné en Twitter sobre pseudónimos; escritores que adoptan otras personalidades como autores y aprovechan este aparente desdoblamiento de la personalidad para tratar otros temas, otros personajes, otras historias e, incluso, adoptar estilos diferentes como si se tratara de personas distintas; tal es el caso de Gonzalo que se embarca en la tarea de escribir, como Álvaro Abad, novelas de aventuras o con cierto regusto “noir”; tenemos muchos casos actuales en los que sucede igualmente como es el caso de Stephen King y su Richard Bachman, que surgió por el miedo a perder la creatividad y el tratamiento de temas más difíciles de cara al público general ( el tiempo le ha demostrado que, gracias a su margen como King, puede tratar cualquier tema); otro caso paradigmático es el de Joyce Carol Oates que aprovecha sus “otras personalidades literarias” como Rosamond Smith o Lauren Kelly para centrarse en la novela de género y transformar su estilo al mismo tiempo para separarse de sus obras más “serias” (por poner un adjetivo, con toda la inconcreción que supone); ella misma escribe sobre el tema en un libro que traeré dentro de poco por aquí, su Jack Of Spades juega con la forma en que se escinde la personalidad para establecer los dos carismas como autor y cómo uno puede llegar a dominar al otro; parecido es el caso de la archiconocida escritora inglesa Joanne K. Rowling, la creadora de Harry Potter y todo el “Potterverse” que tanto éxito tuvo entre jóvenes y adultos. Robert Gailbraith, un hombre, es el nombre que la autora escogió para escribir novelas policíacas, muy alejadas de sus temas de fantasía, deseando establecer una nueva personalidad que la aleje un poco de lo cómodo y llegar a un público diferente, puede que más adulto.

Ahora que acaba de salir el segundo libro con dicho pseudónimo aproveché para leer los dos seguidos y cantocucohacerme una idea de lo que podemos esperar de esta encarnación literaria; en el El canto del cuco Rowling acometía la presentación de los dos personajes principales: el investigador de nombre inolvidable Cormoran Strike y su ayudante, la rebelde y luchadora Robin Ellacott; la presentación de Strike es toda una declaración de intenciones en cuanto al estilo:

“El reflejo que le devolvía la mirada no era atractivo. Strike tenía la frente alta y abultada, una nariz ancha y las cejas densas de un joven Beethoven que hubiese estado boxeando, una impresión que acentuaba el ojo hinchado y ennegrecido. Su abundante pelo rizado, mullido como una alfombra, le había supuesto que entre sus muchos motes de la juventud se incluyera el de “cabeza de vello púbico”. Parecía mayor que sus treinta y cinco años de edad.”

Rowling, como Gailbraith, adopta un estilo muy ornamentado, pródigo en adjetivos (había bastantes bromas por este hecho) y frases más largas de las que utilizaba en la más sencilla (y efectiva) prosa de las aventuras de nuestro mago; cada presentación de personaje es vívida y colorida y establece un sello de identidad:

“La extrema belleza de Lula rayaba al borde mismo del absurdo, y el encanto por el que era tan celebrada –tanto en necrológicas de periódicos como en blogs histéricos- iba acompañado de una reputación de repentinos ataques de mal genio y un pronto peligroso. La prensa y el público parecían amarla tanto como detestarla. Una periodista la encontraba “curiosamente dulce, poseedora de una inocencia inesperada”; y otra decía que era “en el fondo, una pequeña diva calculadora, astuta y dura.”

En cuanto al tema tratado, se inclina por la variante más detectivesca del relato policíaco; por su forma de escribir yo diría que tenía en la cabeza a P.D. James como inspiración, aunque la elección de un hombre como detective la dejaba un poco alejada de lo que podría esperarse en tiempos como los actuales: una mujer detective, o una mujer investigadora (sin ser profesional); creo, de hecho, firmemente, que estaba probándose a sí misma y que tenía muchas dudas sobre cómo desarrollarlo; esta broma a Cormoran denota, curiosamente estas dudas:

“-Ridículo –dijo Bristow entrecortadamente-. Debería dejar de trabajar como detective y probar con la literatura fantástica, Strike. No tiene la más mínima prueba de lo que está diciendo…

-Sí que la tengo –le interrumpió Strike, y Bristow dejó de hablar de inmediato, con su palidez visible a través de la penumbra-.”

Y estaban presentes a lo largo de la toda la voluminosa novela, el resultado es irregular, la trama es solvente, la presentación de personajes razonable, pero se echaba de menos algún motivo original, alguna chispa de genialidad que la diferenciara de todo lo que se publicar en el género más allá del nombre del carismático detective.

Gusano de seda, El_150x230Afortunadamente, estas dudas se difuminan cuando uno lee su siguiente novela, El gusano de seda supone un gran paso adelante en todos los aspectos ya que no abandona su sello de identidad que he comentado anteriormente (ojo al esfuerzo de pintar al protagonista de diferente manera):

“Strike no desentonaba con aquellos tipos corpulentos que entraban y salían de la cafetería con andares bruscos. Era alto y moreno; su pelo, corto, rizado y tupido, empezaba a ralear un poco en la frente, alta y abultada, que sobresalía por encima de una nariz ancha de boxeador y unas cejas pobladas y hoscas. Iba sin afeitar, y unas ojeras moradas engrandecían sus oscuros ojos. Comía con la mirada perdida en el edificio del mercado al otro lado de la calle. La entrada en arco más cercana, la número dos, iba adquiriendo relieve a medida que disminuía la oscuridad: una cara de piedra de expresión severa, antigua y barbuda, lo miraba fijamente desde lo alto del portal. ¿Existiría el dios del ganado para despiece?”

Y es así sobre todo por párrafos como el siguiente que os invito a leer a continuación:

“Robin había dado por supuesto que él pensaba algo parecido, de vez en cuando le decía cosas como “Es bueno para tu formación de detective” o “te convendría hacer un curso de contravigilancia”. Había dado por supuesto que cuando el negocio se consolidara (y podía afirmar que ella había contribuido a esa consolidación) recibiría la formación que tanto necesitaba, y bien lo sabía. Sin embargo, ahora parecía que esas indirectas no habían sido más que comentarios sin valor, simples palmaditas en la espalda de la mecanógrafa. Entonces, ¿qué estaba haciendo allí? ¿Por qué había rechazado otro empleo mucho mejor? (Como estaba irascible, prefería no acordarse de lo poco que le había interesado aquel trabajo en un departamento de recursos humanos, pese a estar muy bien pagado.)

Quizá la nueva empleada fuera una mujer capaz de realizar esos trabajos tan útiles, y ella, Robin, se limitaría a hacer de recepcionista y secretaria de ambos, y nunca abandonaría ya su mesa. No se había quedado con Strike para eso, ni había rechazado un sueldo mucho mejor ni introducido un motivo recurrente de tensión en su relación con Matthew para acabar de aquella manera.”

La evolución que experimenta Robin nos lleva a una inconformista, una luchadora que aboga por romper el papel que la sociedad le tiene reservado y a elegir lo que de verdad le gusta, más allá de esa sombra del patriarcado que pretende relegarla a un papel secundario; hasta tal punto que se convierte en una verdadera protagonista de la historia, al mismo nivel de Cormoran y, en muchas ocasiones, a un nivel superior al de este. Robin es la encarnación de un feminismo actual y supone ese avance que necesitaba y que aporta al género otro punto de vista: ese paso de ser secretaria (una simple ayudante) a convertirse en “socia” y participar activamente en la resolución de los casos.

Si a esto le sumamos una trama literaria con un libro en el centro de la misma, como posible inspiración a la realización del mismo:

“Mientras vadeaba aquel relato de obscenidad florida, Strike se preguntó cuántos retratos de personas reales se le estarían escapando. La violencia de los encuentros de Bombyx con otros humanos resultaba turbadora; la crueldad y la perversidad de estos no dejaban ningún orificio sin violar; era un frenesí sadomasoquista. Sin embargo, la inocencia y la pureza esenciales del protagonista constituían un tema constante, y, por lo visto, la simple declaración de su genialidad era todo lo que el lector necesitaba para absolverlo de los delitos en los que participaba de tan buena gana como los presuntos monstruos que lo rodeaban. Mientras pasaba las páginas, Strike recordó la opinión de Jerry Waldegrave de que Quine era un enfermo mental; empezaba a coincidir con él.”

Y el reflejo, al mismo tiempo, del mundo literario y todo lo asociado  a él, sus ambientes, sus personajes, sus envidias, tramas sobre y para la literatura, etc; todo ello con un puntito de escabrosidad que resulta adecuado para lo tratado ya que la prosa de Rowling, cargada de detalles sirve perfectamente a este propósito:

“[…] Strike experimentó las primeras arcadas y la sensación de hallarse en el interior de un templo, testigo de una matanza sacrificial, de un acto de infame profanación.

Habían dispuesto siete platos y siete cubiertos alrededor del cadáver en descomposición, como si éste fuera una pieza gigantesca de carne. Lo habían abierto en canal y, aun desde el umbral, gracias a su estatura, Strike pudo ver la cavidad negra en que se había convertido el tronco. Los intestinos habían desaparecido, como si se los hubieran comido. La tela y la piel quemadas que cubrían el cuerpo reforzaban la repugnante impresión de que lo habían cocinado y se habían dado un festín con él. Había partes en las que el cadáver putrefacto y chamuscado, brillaba y adquiría un aspecto casi líquido. Cuatro radiadores encendidos aceleraban el proceso de descomposición.

La cara, podrida, era la parte del cuerpo que quedaba más lejos de la puerta y más cerca de la ventana. Strike la miró con los ojos entornados, sin moverse y procurando no respirar. De la barbilla todavía colgaba un poco de barba rubia, y solo se distinguía la cuenca de un ojo, calcinada.

De pronto, pese a estar familiarizado con la muerte y la mutilación, Strike tuvo que contener las ganas de vomitar que le provocaba aquel olor casi asfixiante, mezcla de producto químico y cadáver.”

Entonces nos encontramos con una novela casi perfecta de detectives: con un punto moderno gracias al papel de Robin y una trama mejor cerrada que en el primer caso. Sabiendo la capacidad de previsión a largo plazo de la autora (que ya puso en práctica con Potter), sinceramente, espero grandes cosas de las aventuras de Cormoran y Robin. Aquí me tiene esperando su nueva entrega con cada vez más ganas.

Los textos provienen de la traducción de  Jesús de la Torre de El canto del cuco y de  Gemma Rovira Ortega de  El Gusano de Seda de Robert Gailbraith (J.K. Rowling) para la editorial Salamandra

El misterio del carruaje de Fergus Hume. Recuperación del mistery victoriano

Sobrecubierta- El misterio del carruaje.inddFue el año pasado cuando Alba publicó la deliciosa recopilación de Cuentos de detectives victorianos , una antología que recogía una exquisita muestra de varios de los cuentos del siglo XIX relacionados con el relato más detectivesco, el clásico mistery. Desde ese tiempo, hay que reconocer que varias editoriales, pequeñas, independientes, además de Alba, están acometiendo la gratificante labor de recuperación de historias de esa época con el común denominador de tratarse de historias con un enfoque muy clásico (de dicha época) y de ser novelas de detectives. Una de esas editoriales brilla con luz propia: dÉpoca; ha adoptado un sello de identidad tremendamente diferenciador, reconocible incluso a la distancia (muy al estilo de Impedimenta por poner un ejemplo del estilo): ediciones de clásicos victorianos en tapa dura, con ilustraciones de época y portadas muy características.

El misterio del carruaje de Fergus Hume es un ejemplo que aglutina a la perfección estos rasgos; en la introducción, se pone en contexto la importancia de Hume y sus desaveniencias con el más conocido Arthur Conan Doyle (y ya de paso se avanza la publicación del libro de Cauvain, que algún día aparecerá por este blog):

“En su día, el creador de Sherlock Holmes despreció en una carta privada el trabajo de Fergus Hume, pero no es menos cierto que el propio Arthur Conan Doyle tiene una importante deuda literaria con algunos de sus contemporáneos –entre los que podemos destacar a Émile Gaboriau y , por encima de todo, a Henry Cauvain-, y algunos aspectos de Estudio en Escarlata tienen importantes similitudes con la obra de Hume que nos ocupa, “El misterio del carruaje”, comenzando por la notable rivalidad de los dos detectives comprometidos oficialmente en la investigación, y ciertos aspectos del modus operandi del asesino.

Conan Doyle y Hume, por otra parte, con el tiempo tomaron caminos muy diferentes en la novela policíaca. Mientras Doyle se centró en desarrollar el marcado carácter de su protagonista, los detectives Gorby y Kilsip, creados por la pluma de Hume, se convirtieron en dos meros actores dentro del conjunto de personajes de sus tramas.”

Además de contar una de esas características más típicas de la época, la confrontación de detectives, más que el desarrollo de un detective en particular, como era el caso de Doyle y su Holmes; curiosamente la evolución de sus novelas no tendió al solipsismo sino al relato coral. Otra de las peculiaridades del relato tiene que ver con el lugar en el que se encuentra el cadáver, un coche de punto:

“La historia comienza cuando un hombre es hallado muerto en el interior de un coche de punto y uno de los más distinguidos ciudadanos de la ciudad es acusado de asesinato. El ilustre joven, no obstante, proclama su inocencia, pero se niega a dar una coartada. Descubrir la verdad será tarea de un eminente abogado y dos intrépidos detectives que llevarán al lector desde los más distinguidos salones de la alta sociedad al submundo más miserable de los bajos fondos, en un esbozo profundamente realista de los horrores de la pobreza de los barrios marginales de la ciudad conocida por aquel entonces como la “Maravillosa Melbourne.”

El otro rasgo esencial de los relatos de la época y que también pone en marcha Hume tiene que ver con el reflejo-crítica de la sociedad de la época, relacionándolas específicamente con la clase social y sus hipocresías y falsas apariencias:

“Y así, Hume nos adentra en un misterioso caso de asesinato al tiempo que describe, con un trasfondo satírico, las costumbres de una próspera colonia victoriana en la década de 1880, mostrando un cuadro de hipocresías y falsas apariencias en el que la posición social y la honorabilidad eran el ornamento más deseado.”

Sin entrar mucho en materia en cuanto a la trama, me gustaría resaltar algunas de las características de la prosa y de la caracterización, no tan citados en el prólogo; especialmente reseñable es la caracterización de los personajes, caracterizada por su buen humor y la utilización de metáforas que dan fluidez al texto y hacen más vívidas dichas descripciones:

“La señora Hableton tenía un punto vulnerable en su naturaleza que se podía percibir nada más conocerla. Beaconsfield dice en una de sus novelas que nunca resulta uno tan interesante como cuando habla de sí mismo, y desde esta perspectiva, la señora Hableton era una mujer realmente fascinante, pues jamás se ocupaba de otro asunto. ¿Qué le importaba a ella la amenaza de una invasión rusa frente a un disgusto personal? Aunque una vez desaparecido este, tenía tiempo para preocuparse de los más nimios detalles concernientes a Australia.

El problema de la señora Hableton era la falta de dinero. Esto no tenía nada de extraordinario, pero si se le hacía esta observación a la señora Hableton, ella contestaba con tono desabrido “que lo sabía, pero que no todas las personas eran iguales.” Esta misteriosa respuesta tenía la siguiente explicación: había llegado a Australia en una época en que no era difícil, como hoy, hacer fortuna; pero al haber dado con un mal marido, no había conseguido prosperar. El difunto señor Hableton –porque hacía largo tiempo que había entregado su alma a Dios- se había consagrado con total desenfreno a la adoración a Baco, y el tiempo que debería haber empleado en ganarse la vida lo había pasado en las tabernas, derrochando la economía de su mujer, obsequiando a los amigos y despreocupándose del porvenir.”

Especialmente palpable es esta característica si atendemos a la presentación de los antitéticos detectives, es imposible no pensar en Dickens o en el posterior Chesterton al leer una descripción tan ingeniosa y realizada por continuas contraposiciones que mezclan lo físico con lo psicológico:

“Había un viejo dicho popular que dice: “los que se parecen se juntan”. La antítesis podría ser que los que no se parecen se repelen. Pero hay ocasiones en que las individualidades no cuentan y es solo el destino el que juega su papel, reuniendo a dos personas y colocándolas en una situación placentera o desagradable, según el caso. El destino escogió unir al señor Gorby y al señor Kilsip, y cada uno le resultaba más que antipático al otro. Ambos eran igualmente hábiles en su profesión. Cada uno era el favorito de todo el mundo, pero cada uno era odiado por su oponente. Eran como el agua y el fuego, y cuando se encontraban siempre surgían problemas.

Kilsip era alto y delgado; Gorby era bajo y regordete. Kilsip tenía aspecto de persona astuta; Gorby tenía siempre en los labios una sonrisa de autosatisfacción que por sí sola podría ser suficiente para impedirle realizar bien su trabajo. No obstante, era precisamente esa misma sonrisa simplona la que le resultaba más útil a Gorby en sus pesquisas. Le permitía conseguir información donde su astuto colega lo intentaba en vano. Por lo general, los corazones se dejaban cautivar por la dulce sonrisa y las cándidas maneras de un hombre como Gorby, y se retiraban con premura y se cerraban herméticamente, como caracoles alarmados dentro de sus conchas, ante la apariencia de Kilsip. Gorby desmentía con su fisonomía a cuantos dicen que la cara es el espejo del alma.”

Latente en prácticamente todo momento está la lucha de clases y el asentamiento en lo terrenal, los fantasmas se crean por personas vivas y no hay que tener miedo de lo sobrenatural, hay una explicación empírica disponible más allá de espectros:

“-Según creo, solo los miembros de la aristocracia poseen un fantasma en la familia –dijo Madge-; ese es el motivo por el que los colonos no tenemos ninguno.

-Pero tú sí que lo tendrás –respondió Brian, con una sonrisa despreocupada-. Existen fantasmas aristocráticos y también democráticos… ¡Vaya, menudas tonterías digo! –continuó impaciente-. No existen los fantasmas, salvo aquellos que el propio hombre engendra; los fantasmas de la juventud perdida, los de las estupideces cometidas en el pasado, aquellos que ponen de relieve lo que podría haber sido y no fue… esos son los espectros a los que hay que temer, y no los que se encuentran en el camposanto.”

El caso es llevado de manera muy ingeniosa hasta llegar a un final muy consecuente con lo narrado. Sinceramente, estas narraciones, más allá de un factor nostálgico, suelen estar insufladas de un buen hacer que aúna prosa de calidad, buen humor y personajes espléndidamente caracterizados. Hay que dar las gracias por esta recuperación y por todas las que vengan por el estilo.

Los textos provienen de la traducción de Rosa Sahuquillo Moreno y Eva María González Pardo de  El misterio del carruaje de Fergus Hume para Editorial dÉpoca

El misterio de la mosca dorada de Edmund Crispin. Lo intelectual no está reñido con lo popular

MisterioMosca“Allí, junto al camposanto, hace un alto la locomotora, con morbosa pertinacia, emitiendo esporádicos gritos y lamentos de deleite necrofílico. Un sentimiento de feroz e irritante frustración se apodera entonces del viajero. Ahí está Oxford, apenas a unos kilómetros de distancia se encuentra la estación, y aquí, el tren. A los pasajeros no se les permite caminar por las vías, aunque algunos de ellos estarían tentados de hacerlo. Es la misma tortura que Tántalo padeció en el infierno. Ese interludio dedicado al memento mori, durante el cual la compañía del ferrocarril recuerda a los muchachos y muchachas en la flor de la vida que acabarán, de forma inevitable, convirtiéndose en polvo, aún se prolonga otros diez minutos –habitualmente-, tras los cuales el tren procede a continuar su andadura a regañadientes, y entra en esa estación a la que Max Beerbohm se refirió tan agudamente como “la última reliquia de la Edad Media.”

Aunque parezca mentira, el fragmento anterior en el que se relata de una manera tan culta el acercamiento de un tren a Oxford, pertenece a la primera novela del detective Gervase Fen, El misterio de la mosca dorada, del escritor británico Edmund Crispin, ya mencionado en otras ocasiones en este blog con ocasión de sus anteriores novelas publicadas por Impedimenta.

Parece mentira igualmente que esta primera novela sea un despliegue de alta magnitud literaria por la calidad de la propuesta; una propuesta que alcanza lo literario y lo popular a todos los niveles y a la que no le falta el buen humor:

“-Dios, ¡cómo odio Oxford! ¡Cómo odio a todos estos bobos descerebrados que me rodean aquí! ¡Y el teatro, y todo lo que nos rodea en este sitio mugriento!

-Nada te retiene aquí, supongo. El West End está esperando ansiosamente que decidas qué papel te gustaría representar y con quién te apetece…

-¡Que te den! –gritó ella, con una repentina furia venenosa en su voz.

-¿Recordando momentos entrañables? –preguntó Nicholas, un poco alejado de ellos. Apenas si había captado unas breves frases de toda la conversación.

-Cierra el pico, Nick –dijo Yseut-. Eres único a la hora de meter la pata.

Nigel vio cómo se petrificaba el rostro de Nicholas.

-Querida Yseut –replicó dulcemente-, qué suerte tenemos de que no haya ninguna razón en el mundo por la que deba ser educado con zorras como tú.”

Crispin (o Montgomery si no tenemos en cuenta su pseudónimo) aprovecha el texto para introducir reflexiones de tipo filosófico, que aplican a diversos ámbitos; la siguiente comparación entre el arte detectivesco y la crítica literaria entronca con lo que decía Chesterton del detective como crítico de un asesino:

“Como te digo siempre, Dick –explicaba-, el arte detectivesco y la crítica literaria realmente son la misma cosa: intuición; ese desgraciado y degradado elemento de nuestras modernas seudofilosofías… En cualquier caso –añadió, prescindiendo con reticencia de la digresión que él mismo había formulado-, ese no es el asunto central. El asunto central es que, para decirlo sencilla y claramente, la relación entre las distintas claves (yo diría la naturaleza de la relación entre una clave y otra) en la labor detectivesca se le ocurre a uno exactamente de la misma manera a como surge el conocimiento de la relación que hay entre, digamos, Ben Jonson y Dryden, en la crítica literaria: y poco importa si se trata de un proceso lógico o de una facultad completamente extrarracional.”

O directamente sobre las razones primordiales origen de los crímenes:

“-Todos han sido motivos sexuales, mi querido Dick. Yo no creo en el crime passionnel, sobre todo cuando la pasión dominante parece ser principalmente la frustración, como en este caso. Dinero, venganza, seguridad: estos son los tres móviles plausibles en cualquier crimen, y voy a intentar averiguar cuál es el que determinó el caso que nos ocupa. He de confesar también que ciertos detalles, aunque probablemente secundarios e irrelevantes, aún me tienen confuso.”

Todo ello ensambla de una manera ejemplar y produce fragmentos excepcionales como el siguiente: en el que una obra de teatro se convierte, además, en un reflejo de toda la trama, de la evolución de los personajes y presagio de lo que va a suceder.

“Con todo, la clave del éxito había que atribuírsela a la obra. Mientras la veía, Nigel se descubrió a sí mismo maravillado ante la revelación de un genio único y especial. Durante el primer acto, podría haberse pensado que la obra no pasaba de ser una comedia particularmente ingeniosa y excéntrica, enriquecida por la extraordinaria facilidad con la que los actores transmitieron la gran gama de matices de los personajes que interpretaban al atento público. Durante el segundo acto hubo un cambio de registro: la comedia adquirió un cariz grave que desconcertó a los espectadores. Se escuchaban menos carcajadas y por la platea se extendió un sentimiento cada vez más agudo de inquietud y desasosiego del cual eran incapaces de desprenderse. Los personajes del primer acto, sin perder su identidad, se tornaron menos humorísticos y más abiertamente grotescos. No se trataba de que hubieran cambiado de personalidad, era que poco a poco y cada vez más claramente ofrecían al público su verdadero ser. El último acto se interpretaba en la semioscuridad, bajo la sombra de una tragedia personal inminente y amenazadora. En ese momento, excepto Helen y Rachel, todos parecieron degenerar en muñecos monstruosos y autómatas farfullando palabras que los descubrían como una terrorífica parodia de sus anteriores personalidades.”

Mención aparte merece el excelente postfacio del traductor José C.Vales donde se reafirman algunos de los elementos que hacen único a Crispin, su propia imagen, que intentaba aunar lo intelectual y lo popular:

“Es precisamente esta imagen de Edmund Crispin la que resulta a un tiempo contradictoria y atractiva: como uno de aquellos decorados rotatorios de antaño (igual que el que se describe en esta novela, el autor ofrece indistintamente su cara frívola o su hierático rostro de alta cultura; casi sin sentir pasa de una fiesta donde todo son bromas y cotilleos a una sentencia moralista extraída de un oscuro autor del siglo XVII. Por otro lado, Bruce Montgomery (que utilizó el seudónimo de Edmund Crispin para preservar sobre todo su carrera musical, al parecer) era muy consciente de estar desarrollando con sus novelas una faceta que algunos podrían considerar frívola y ligera.”

Para conseguir lo anterior, Vales pone énfasis en los dos recursos que utiliza el autor,  en primer lugar, la multirreferencialidad cultural, presente en todos sus libros de una manera muy inteligente, totalmente integrada en la trama aprovechando una lectura muy profunda del arte (llámese este Teatro, Literatura u Ópera):

“En Trabajos de amor…, la pieza clave es -¡nada menos!- un supuesto manuscrito perdido de William Shakespeare: el título de la novela de Crispin es una paráfrasis retorcida y cómica de Love’s Labour’s Won, la supuesta y mítica obra de Shakespeare de la que no hay ni rastro; […] Y en la novela que precede a este epílogo, todo gira en torno a la representación de una obra teatral basad en cierta pieza de un dramaturgo menor llamado Piron. El canto del cisne se desarrolla en el mundo de la ópera y, concretamente, en la representación de Los maestros cantores de Núremberg, de Wagner.

[…] Y es posible que algunas de ellas remitan sobre todo a esa preocupación por mantenerse a flote en las aguas de la novelística popular y querer alcanzar la orilla esnob de “Lo culto” y “Lo literario.”

En segunda lugar, la mistificación, con un significado más cercano a lo británico, esa cualidad de intentar que cunda el desconcierto:

“El segundo recurso de Bruce Montgomery para la superación del conflicto entre lo popular y lo culto resulta especialmente llamativo. Es lo que Crispin denomina mystification; no se trata exactamente de la “mistificación” española (engaño, embaucamiento, falsificación), sino más bien algo relacionado con la perplejidad o el desconcierto.”

El resultado es una mezcla explosiva donde lo frívolo y lo culto están indisolublemente unidos; un cóctel maravilloso que el autor del postfacio utiliza como colofón y que me parece una manera simplemente genial de resumir el talento, la genialidad, de un autor simplemente imprescindible:

“Tal es la sensación que tiene el lector al enfrentarse a estas delirantes y divertidísimas historias detectivescas, donde lo intelectual y lo popular conforman un todo extravagante pero coherente. Se dice que las novelas de detectives son el entretenimiento frívolo más intelectual, y desde luego Edmund Crispin no dudó a la hora de proponer verdaderos retos intelectuales (y enciclopédicos), a aquellos que se atrevieran con sus novelas. Lo cual, por otra parte, no impide que cualquier lector pueda acercarse  a ellas con la seguridad de que va a disfrutar de una fantástica y divertida aventura detectivesca. Así fue como Bruce Montgomery salvó su conciencia erudita y universitaria, y, al tiempo, pudo darse el placer de disfrutar de su “frivolidad literaria” favorita: las novelas populares de detectives.”

Los textos provienen de la traducción de José C. Vales de El misterio de la mosca dorada de Edmund Crispin para Impedimenta

La calavera bajo la piel de P.D James. El recuerdo a una gran dama del crimen

LacalaverabajolapielEl pasado 27 de noviembre del 2014 nos dejó Phyllis Dorothy James, mundialmente conocida por P.D. James. La británica, nacida en Oxford en 1920, fue uno de los mejores exponentes del género policíaco. En casos como este, con una dilatada carrera por detrás, con una cantidad razonable de títulos entre los que escoger, al lector que no conoce al autor siempre se le plantea la típica pregunta de qué leer para saber si le puede gustar.

Lo más habitual es que hubiera escogido algún libro de la serie de Adam Dalgliesh, su detective más famoso, y que reúne algunos títulos sobresalientes como es el caso de Sabor a muerte (1986), Intrigas y Deseos (1989) o Un impulso criminal (1963); no me equivocaría al recomendarlos ya que representan de manera fidedigna las virtudes de la escritora. Sin embargo, saliéndome un poco de  esta zona cómoda, voy a recomendar sus novelas de la investigadora Cordelia Gray.

Me refiero a No apto para mujeres (1972, An unsuitable job for a woman), descatalogada e inencontrable en la actualidad; y a La calavera bajo la piel (1982,The Skull Beneath the Skin), de la que sí se pueden encontrar algunas ediciones de bolsillo. La trama es aparentemente sencilla: el noble sir George Ralston contrata a nuestra heroína para acompañar a su esposa, Clarissa, amenazada por unos curiosos anónimos, a una isla, Courcy Island, donde actuará en una obra de teatro; el objetivo es conseguir protegerla y que recobre la confianza en sí misma de cara a su carrera como actriz.

Si hay algo que caracteriza a P.D. James es la profundización psicológica que realiza de los personajes, esto conlleva un ritmo sosegado, se toma su tiempo para presentar la acción y los personajes, dotándoles de mucha personalidad. De ahí que la mayoría de sus libros tengan un número bastante más elevado del tipo medio de trescientas páginas. Cordelia Gray, la protagonista, es un ejemplo claro de esta caracterización, como podemos ver cuando conoce a Ralston:

“En realidad, soy un cliente, en caso de que usted sea Cordelia Gray. ¿La gente no suele decirle…?

Aunque irracionalmente, Cordelia se sintió decepcionada. ¿Por qué había supuesto que era diferente del resto de sus parroquianos de sexo masculino? Terminó la oración por él:

-¿Que es un trabajo impropio de una mujer? Me lo dicen, pero se equivocan.

-Iba a preguntarle si la gente no suele decirle que es difícil encontrar su oficina –aclaró Sir Ralston […]” 

Cordelia es insegura y concienzuda, comprometida con lo que hace; es tozuda y lucha contra lo establecido en una época en la que lo que se llevan son los detectives masculinos. Ella se rebela contra esta situación predeterminada y considera que su “trabajo no es impropio de una mujer” (referencia clara a la primera novela, de magnífico título An unsuitable job for a women).

El manejo de la trama policíaca es honesto en su presentación, prolijo en detalles y muy centrado en la investigación, James es una heredera del Detection club, de la escuela de Christie, Chesterton y Sayers. No duda en dedicar todo el tiempo necesario para presentar los personajes y la trama, de hecho, el asesinato se produce cuando ya ha pasado la mitad de libro.

Afortunadamente este despliegue de páginas está más que justificado, no solo por el “qué” sino por el “cómo”, dentro del género policíaco es una fina estilista que juega con el lenguaje cuando es necesario:

“En aquella habitación Clarissa había entrado una sola vez, estremecida y ahora fingía que no existía. Pero él había observado con placer que aquellos de sus invitados  que eran amantes –confesos o furtivos- gustaban en ocasiones de dormir allí, a la manera en que las prostitutas del siglo dieciocho copulaban con sus clientes en las superficies planas de las tumbas de los cementerios del East End londinense. Gorringe contemplaba con una mirada sardónica y ligeramente desdeñosa aquella simbiosis de erotismo y morbosidad, la misma mirada que dedicaba a todas las posibilidades humanas que no compartía.”

Sus descripciones están cargadas de detalles que, la verdad sea dicha, no dejan lugar a la imaginación por lo completas que resultan. El uso de “carmesí” le da la nota de color necesaria para que la escena, a pesar de lo poética que es la descripción, resulte al mismo tiempo violenta y llena de color:

“Clarissa yacía, fantasmal, sobre su lecho carmesí, con ambos brazos delicadamente plegados a los costados, las palmas hacia arriba, la mata de pelo en una deslumbrante cascada sobre la almohada. La ropa de cama había sido doblada a los pies; la vio boca arriba, descubierta, con la clara bata de raso levantada casi hasta las rodillas. Cuando alzó los brazos para abrir las cortinas, Cordelia pensó que la evanescente luz de la estancia le estaba gastando una broma: el rostro sombreado de Clarissa parecía tan oscuro como el dosel, lo mismo que si su piel hubiese absorbido el vivo carmesí.”

Me imagino que la escritora pensó en cruzar en algún momento a su heroína en alguna aventura con Adam, como en el anterior, su otro investigador aparece de forma indirecta en la narración en varias ocasiones, un Dalgliesh ya establecido y alejado de la esfera más policíaca:

“Pero al menos Cordelia podía tener la certeza de que, quienquiera que visitara la agencia, no sería Adam Dalgliesh. En las enrarecidas y misteriosas alturas de las jerarquías en que éste moraba ahora, semejantes tareas eran inimaginables. Se preguntó si leería algo sobre el crimen, si se enteraría de que ella estaba implicada.”

No quedaría dejar pasar tampoco la oportunidad de poner el siguiente fragmento que me recordó poderosamente a una novela de, quizá, la más grande del crimen:

“El silencio de aquel claro de luna le pareció casi de mal agüero. Mientras les daba las buenas noches, la idea que había intentado sofocar las últimas veinticuatro horas salió a la superficie con toda su desnuda y aterradora lógica: “En esta pequeña y solitaria isla estamos reunidas diez personas y una de ellas es un asesino.”

¿Isla? ¿Asesinato? ¿Diez personas? No me digáis que no habéis pensado en Diez negritos. Yo lo veo como un pequeño homenaje, no solo el momento sino la novela en sí.

En el final, además de la resolución del crimen, no falta tampoco aventura, situaciones extremas y muertes y un dilema moral que Cordelia tendrá que resolver:

“Repentinamente se sintió invulnerable. La policía tendría que tomar sus propias decisiones. Ella ya había tomado la suya, sin vacilación y sin debate: diría la verdad y sobreviviría. Nada podía hacerle mella. Se sujetó la bandolera firmemente en el hombro y avanzó resuelta hacia la lancha. Durante un soleado instante tuvo la impresión de que Courcy Island y todo lo que había ocurrido durante aquel fatídico fin de semana eran tan ajenos a su vida y a su futuro, a su rítmico latido del corazón, como el indiferente mar azul.”

Lejos de arrugarse, nuestra heroína irá a por todas y será consecuente con lo que ella piensa, demostrando que, en la debilidad, cuando más frágiles nos sentimos, es en el momento en el que precisamente debemos mostrar nuestra fortaleza, como el caso de Cordelia.  Lástima que no escribiera más novelas con ella como protagonista, las dos que creó son excelentes: Novelas policíacas de mucha calidad.

Los textos provienen de la traducción de Iris Menéndez de La calavera bajo la piel de P.D James en Ediciones B.

“Lemony Snicket 2: ¿Cuándo la vio por última vez?” de Lemony Snicket. Detectives para niños.

lemony-snicket-2cuando-la-vio-por-ultima-vez-9788424651732“Un pueblo, una estatua y una persona secuestrada. Cuando estaba en el pueblo, me contrataron para rescatar a esa persona, y pensé que la estatua había desaparecido para siempre. Tenía casi trece años y me equivoqué. Me equivoqué en todo. Debería haberme preguntado cómo podía estar una persona desaparecida en dos lugares a la vez. Pero me hice la pregunta equivocada. Cuatro preguntas equivocadas más o menos. Y en estas páginas relato la segunda.”

De esta guisa comienza este segundo libro de la saga “Preguntas equivocadas” del escritor Lemony Snicket (a.k.a. Daniel Handler); con la segunda pregunta equivocada, lo cual nos lleva a que, probablemente la saga tenga, al menos, cuatro entregas; esto, desde luego, es una suerte, habida cuenta de cómo la está llevando. Si en el primer volumen se dedica a presentar los personajes con una subtrama policíaca como línea principal y en un segundo nivel una trama general; en este volumen se dedica a presentarnos otra subtrama principal que le sirve, como en el anterior, para profundizar en la trama de fondo que está llevando en todos los volúmenes, relacionada con el genio criminal Hangfire.

Lo mejor: coge todos los personajes del anterior y empieza a evolucionarlos cada vez más, utilizando sus virtudes y llevándolas al máximo; un simple comentario de la periodista Moxie sirve para mostrarnos los pensamientos de un Lemony que va madurando desde sus escasos trece años:

“-Está bien saber quiénes son los buenos y los malos -continuó Moxie, pero yo negué con la cabeza. Se suele decir que las personas hacen cosas porque son buenas o malas, pero en mi experiencia eso no funciona así. Ellington Feint, por ejemplo, había mentido y robado, pero no porque fuese una persona malvada. Ella era buena persona, forzada a hacer cosas malas para liberar a su padre de las garras de Hangfire. Mi hermana, por poner otro ejemplo, era sin duda una buena persona, pero pronto cometería un delito con una de las piezas del museo.”

Buena prueba de la evolución positiva y necesaria de los personajes es el uso de “lo cómico” a través de la mentora de Lemony y de los policías: los Mitchum y su hijo, contrapunto de humor que nos sacan más de una carcajada de lo más saludable:

“Harvey y Mimi Mitchum estaban discutiendo como siempre, y Stew lucía su habitual sonrisa retorcida.

-Pensaba que te habías ido, Caramelito de Limón -me dijo-. En Stain’d-by-the-sea no hay sitio para los idiotas.

-¿En serio?-dije-. He oído que consiguen trabajo haciendo de sirena de policía.” 

Lemony adquiere cada vez más carisma, no exento de momentos divertidos que no ocultan la seriedad de un personaje cada vez más consciente de lo difícil que es avanzar:

“Le prometí la fórmula de una tinta invisible que funcionase verdaderamente a cambio de un encuentro con Hangfire. Es un buen plan Sr. Snicket.

-Seguro -dije-, más o menos como hacer malabares con dinamita, o darle una patada a un oso polar.

-No digas necedades.

-La necedad es intentar engañar a un criminal con algo tan simple.”

De hecho Snicket sabe que cualquier persona es susceptible de hacer el mal si llega la situación adecuada:

“-Mi padre nunca haría algo terrible.

No contesté. No le conocía. Me parecía que todo adulto termina haciendo algo terrible tarde o temprano. Y todos los chicos, pensé, tarde o temprano acaban siendo adultos. “

En esta situación, agravada por la trama familiar que continúa desde el primer libro, nuestro protagonista sabe que las cosas son muy difíciles y que no está seguro de nada a su edad, lo que sí tiene claro, como su compañero Widdershins, es que está aprendiendo cada día:

“-Apenas estoy seguro ya de nada, Widdershins -dije con un suspiro.

Widdershins volvió a asentir por última vez.

-Eso suena a aprendizaje -dijo-. Ninguno de nosotros está seguro de nada.”

La trama se resuelve tan satisfactoriamente como en el anterior volumen y nos deja con más ganas de seguir sus aventuras; las ilustraciones de Seth son, nuevamente, una perfecta muestra de cómo los dibujos pueden tener tal simbiosis con el texto. La edición de La Galera es, sencillamente, excepcional, para no perdérselo. Una novela que, como ya dije, tiene los suficientes ingredientes para que guste a niños y adultos, en diferentes niveles. Lo que sí es claro es que, aunque puede leerse como una aventura única, es mejor leerla después del que ya comenté por aquí, porque Handler utiliza elementos de aquél y los va introduciendo en pequeñas dosis cuando hace falta en este.

Lástima que haya que esperar al siguiente para ver cómo se sigue desarrollando la historia; eso sí, en mí van a volver a tener a un comprador fijo.

Los textos vienen de la traducción del inglés de Pepa Devesa Seva de “Lemony Snicket 2: ¿Cuándo la vio por última vez”  de Lemony Snicket en Ediciones La galera.

“Trabajos de amor ensangrentados” de Edmund Crispin. Shakespeare como excusa.

trabajos de amor ensangrentadosSiempre es un acontecimiento que veamos publicada una novela de detectives; no deja de ser curioso que con el impulso de Agatha Christie, figura reconocible  y prestigiosa de este tipo de novelas y miembro del famoso “Detection Club” del que ya he hablado alguna vez en otros posts, no haya sido aprovechado para publicar otros autores similares del club o fuera de él.

Ni el auge de la novela negra ha conseguido que se publiquen más y es una verdadera pena; solo Chesterton y Christie son publicadas con regularidad. Berkeley no tiene pinta de aparecer más y no digamos el resto. Crispin no fue exactamente de dicho club pero es, inequívocamente, una muestra espléndida de dicho género, sobre todo por su capacidad de crear tramas detectivescas de alto nivel y poblar sus obras de referencias metaliterarias que hacen que los disfrutes aún más si cabe.

En “Trabajos de amor ensangrentados” tenemos otro ejemplo magnífico de su buen hacer con una trama que, desde el título, tiene resonancias “shakespereanas” que utiliza con frecuencia a lo largo de la obra.

El caso comienza, aunque parezca mentira, con un simple hecho, el nerviosismo de una muchacha en un campus:

“-Nada más. Esa muchacha es terca como una mula… Solo hay una cosa de la que estoy segura. 

-¿De qué?

-De que vio algo que la aterrorizó -sentenció la señora Parry.”

Un robo en el laboratorio de química y… a partir de ahí se desencadenan los crímenes.

La novela está a medio a camino de las “novelas de campus”, en las que se reflejaba con todo lujo de detalles la vida dentro de ellos:

“El resto del recinto, por su parte se iba animando paulatinamente. Los coches llegaban y se detenían en la diminuta media luna de gravilla del patio, o a los lados de la avenida que daba a la entrada. Los muchachos iban saliendo cada vez en mayor número para saludar, para guiar o controlar a su nerviosa parentela. El señor Philpotts venía corriendo por el campo de críquet de los first Eleven, y con su toga agitándose como una bandera. Y por todas partes había padres y más padres -padres como ratoncillos, padres agresivos, padres ostentosos, padres modestos, padres tímidos, padres animados: una riada de padres cada vez más abundantes se reunía bajo el brillante cielo azul celeste… ¿Y para qué?, se preguntaba el director. Era improbable que aquello les divirtiera en lo más mínimo. Era improbable, incluso, que sus retoños se estuvieran divirtiendo. Y sin embargo, aquello tenía un cierto glamour que hacía hervir la sangre de todos los participantes, y el propio director, mientras contemplaba el espectáculo, no era inmune a esa emoción.”

La figura del divertido Fen sigue siendo primordial a la hora de discernir quién puede ser el posible asesino, pero han pasado diez años desde “La juguetería errante” (Primer caso); Fen es famoso y reconocido por la gente; de hecho esto le sirve para bromear sobre sí mismo con los lectores:

“-Es usted el profesor Fen, ¿verdad? […] He visto su foto en los periódicos -añadió la joven-, y he seguido todos sus casos.

-¡Ah! ¡Excelente! -exclamó Fen, encantado-. eso es más de lo que los lectores de ese tal Crispin pueden decir. Y dígame señorita, ¿puedo ayudarte de algún modo?”

A mi tierno corazón literario le vuelve loco el motivo por el que se originan los crímenes, sobre todo porque tiene “lo literario” como razón principal y Shakespeare aparece de fondo, el bardo como excusa, como eje de la trama detectivesca y razón principal. Si Crispin me ganó con “El canto del cisne” y su reflejo de la ópera, aquí me ha encandilado definitivamente. Si a ello añadimos una prosa efectiva y que, por momentos alcanza gran calidad, estamos ante una de esas lecturas que siempre se vuelve necesaria:

“A Fen no le costó mucho imaginarse la escena: el fulgor de los frascos y las botellas y las pipetas a la débil luz de las estrellas, un esqueleto articulado, tal vez, con sus blanquecinos huesos pulidos, los macabros cuadros del sistema linfático, y el húmedo y penetrante olor de las ranas diseccionadas y abiertas en canal y metidas en formol. Un escenario bastante sórdido, pensó Fen, para ambientar los inocentes éxtasis del tierno amor.”

La broma final, con el propio Fen dispuesto a crear su novela aunque sin usar lo que ha acontecido en ese caso porque,  ¿a quién se le ocurriría hacer algo así? Nos muestra a un Crispin que se autoparodia, se ríe de sí mismo de una manera muy saludable.

“-¿Galbraith? -dijo Fen-. ¿Somers? ¿Trabajos de amor logrados? -Con un gesto desdeñoso apartó aquella idea de su mente-. Mi querido amigo, no hay nadie que pueda sacar una novela detectivesca de esta historia y estos personajes… Ahora bien, mi chica de los Catskills, verás…”

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(Máxima a seguir en siguientes ocasiones)

Los textos vienen de la traducción del inglés de José C. Vales de “Trabajos de amos ensangrentados” de Edmund Crispin en Impedimenta.

“Kinsey y yo” de Sue Grafton. Apología de lo detectivesco

kinsey-y-yo-9788483838013Poco se habla habitualmente entre los seguidores de novela negra o policíaca de la gran Sue Grafton y su fantástica serie de Kinsey Millhone, el “Alfabeto del Crimen”; a pesar de tener un núcleo bastante estable de seguidores (los editores de Tusquets hablaban de diez mil copias de media de cada una de sus más que recomendables entregas); sin embargo, nos encontramos ante una de esas artesanas que, entrega a entrega, engrandecen el género.

Han pasado ya más de 30 años desde que inició la serie con “A is for Alibi” (1982) (“A de adulterio”) hasta la última entrega “W is for Wasted” (2013), aún no traducida al español (tendrán que ser ocurrentes en esta ocasión los traductores) y el resultado medio de la serie (sin haberlos leído todos aún) se puede decir que es bastante por encima de la media, consiguiendo por momentos la excelencia;  como en la magnífica “N de nudo”, una verdadera joya del género policíaco donde importaba tanto la bien hilada trama como la presentación del pueblo y sus habitantes como parte integrante de la acción, aderezado además con tensión a raudales; en conclusión, una novela imprescindible para leer y disfrutar.

Contrario a lo que citan la mayoría de medios, en este “Kinsey… y yo” se recogen tres facetas muy distintas de la escritora norteamericana; en sus nueve historias cortas de detectives encontramos su cara más conocida, con Kinsey Millhone, su detective, afrontando pequeños artefactos de relojería perfectamente medidos, como dice la introducción a estos relatos:

“Los relatos cortos de intriga constituyen auténticos prodigios de inventiva. El escritor trabaja sobre un pequeño lienzo, perfilando las palabras con un pincel finísimo. En unas veinte páginas manuscritas debe establecer la acreditación y la personalidad del detective (en este caso Kinsey Millhone), así como el escenario y el período en que transcurre la acción. Normalmente se comete un asesinato, o alguien desaparece y su desaparición resulta alarmante. Delitos menores como los distintos tipos de robo, la malversación de fondos o el fraude pueden proporcionar la chispa que desencadena el argumento, pero, por lo general, el asesinato es el pegamento que mantiene todas las piezas en su sitio.”

Si normalmente resulta complicado realizar una trama detectivesca, en estas pequeñas muestras tiene que conseguir realizar, con la dificultad de la que hablaba en el párrafo anterior, lo mismo en pocas páginas y, además, no resultar repetitiva. No solo lo consigue, sino que los relatos se convierten en magníficos pequeños prodigios con un ingenio fuera de lo común. Grafton consigue dignificar y ensalzar un género que sigue luchando contra el resto, que vivió sus mejores momentos en el siglo pasado gracias al “Detection Club” y que, en la actualidad, se ha visto relejado a un contexto más residual por el auge de la novela negra más hardboiled y la más cercana a lo social. La novela de detectives no pasará nunca de moda mientras haya escritoras como ella.

La segunda faceta es menos conocida por estos lares y tiene que ver con sus opiniones, a modo de ensayo, reflejadas en aquel que divide las dos partes diferenciadas del libro. En el ensayo “Ojo por ojo: justicia, moralidad, la naturaleza del detective privado duro y cínico y todos esos temas existenciales”  Sue Grafton nos demuestra su sensibilidad e inteligencia, primero hablando de sus fuentes, aquellos escritores que le hicieron aficionarse:

“En este ambiente de conciencia agudizada y suspensora  provocado por los escarabajos fui pasando de Nancy Drew  a Agatha Christie, hasta llegar a la sensibilidad pagana de “Yo, el jurado”. De Mickey Spillane pasé a James M. Cain,y luego a Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Ross Macdonald, Richard S. Prather y John M. Macdonald, un auténtico bautismo por inmersión en la poética del asesinato. Creo que, incluso entonces, percibí que las novelas policíacas ofrecían una mezcla perfecta de ingenio, intelecto, acción y artificio.”

Para, a continuación, ofrecer la disección de la novela políciaca actual tras compararla con lo que hizo en el pasado a través de la evolución de la figura del detective privado:

“En este ambiente de anarquía, nos vemos obligados a revitalizar y reinventar una mitología de la que podamos extraer el consuelo que antes proporcionaba la ley. Las aventuras literarias del detective privado duro y cínico continúan siendo especiales y tranquilizadoras, pero están narradas desde un enfoque distinto. En la novela negra actual, el detective privado representa la claridad y el vigor, la inmediatez de una justicia que ya no se aprecia en los tribunales, así como un antídoto a nuestra confusión y a nuestros miedos.” 

“En un país en el que la violencia esta fuera de control, el detective privado es un ejemplo de contención, orden y esperanza. Su conducta constituye la afirmación tácita de que el individuo todavía es capaz de mejorar su entorno. En las novelas policíacas, la inventiva, la persistía y la determinación prevalece . El investigador privado que antes era la proyección de nuestros vicios se ha convertido en el espejo de nuestras virtudes. El detective privado duro y cínico ha acabado representando y reforzando, más que nuestra moderación, nuestros excesos.”

La idea del detective como proyección de nuestros vicios y de nuestras virtudes resulta muy clarificadora y explica la empatía y el auge del género en la mayoría de los lectores actuales; en estas circunstancias, Grafton da un paso más en esta evolución que ella misma promueve mediante la utilización de la mujer en un papel protagonista, el de investigadora, más allá de la simple comparsa que representaba en los inicios de la novela negra:

“La novela negra continúa ofreciéndonos la clásica pugna entre el bien y el mal librada en el contexto de nuestras interacciones sociales, pero ahora nuestro héroe puede ser también una heroína, mientras que sus talentosos creadores pertenecen a los dos sexos.

La mujer ha pasado de asumir el papel de femme fatale a desempeñar el de protagonista, y ya no se ve relegada a interpretar el papel de vampiresa, traidora o secretaria leal.”

Ensayo corto, lúcido y bastante olvidado por lo que estoy viendo en la mayoría de reseñas y que sin embargo nos abre mucho los ojos ante la situación que estamos viviendo de una manera bastante clarividente.

La tercera parte (…y yo) nos guarda una sorpresa, Kit Blue, la protagonista, alter ego más joven de la propia Grafton, nos relata las experiencias vividas tras la muerte de su madre.

Y es una sorpresa porque asistimos sobrecogidos a su punto de vista más personal ante la vida y en particular de su relación con su familia en general y de su madre en particular, no exagero si podemos decir que Sue desnuda su alma de tal manera que casi podemos decir que la conocemos en persona, íntimamente, dolorosamente:

“El cigarrillo de su madre se apagó, pero la mano permaneció allí, reposando sobre el borde de la mesa mientras su madre se adormilaba. Su respiración se hizo más lenta hasta que Kit, que seguía observándola, se preguntó si iba a morir así, tendida en el sofá a la hora más fresca del día. Quizá los alcohólicos se morían porque permanecían porque no se despertaban, o porque permanecían tumbados demasiado tiempo. Kit la odiaba, con una mezcla de resignación, paciencia y sometimiento. Kit se sentaba junto a su madre, le hablaba y le hacía tostadas o una taza de te y, todo el tiempo se sentía como un médico de la antigüedad que atiende a algún ser agonizante una mujer zombi o un esqueleto. ¿Cómo podía ella querer a una persona que ni siquiera estaba viva?”

Sinceridad es la que demuestra; dolor es el que sentimos al leer sus testimonios en primera persona que reflejan una época tan difícil y que nos traen la prosa más cargada de lirismo para poder reflejar precisamente los sentimientos vividos.

Estamos de enhorabuena, los que conocíamos a Sue Grafton a través de su “Alfabeto del Crimen” sabíamos que era inteligente, ahora podemos decir que es analítica y sobre todo, una persona como nosotros, el dolor de su pérdida la ha humanizado y la hace aún más cercana.

Los textos vienen de los traducción del inglés de Victoria Ordóñez Diví para la obra “Kinsey y yo” de Sue Grafton para Tusquets.

“¿Se cayó…?” de Thorne Smith

se-cayo-9788492890590Aunque parezca mentira, existe una novela que se llama “¿Se cayó…?”; con este título tan rimbombante de Thorne Smith (1892-1934), Ediciones El Nadir recupera una de las obras que maravilló a Dashiell Hammet, aunque, como veremos, no tiene nada que ver con lo que desarrolló en su carrera literaria este último.

Esta novela está encuadrada en el más típico estilo detectivesco, en la tradición de Agatha Christie y los grandes autores del “Detection Club” británico que en los grandes creadores de novela negra Hammet y Chandler. De todos modos hay elementos que, inevitablemente conducen a estos.

No la ambientación desde luego, extrapolando podríamos hablar de “El gran Gastby”, tan en boga últimamente, por la enésima revitalización en el cine de Luhrman sobre la obra del genial Fitzgerald: el crimen en cuestión tiene lugar entre los grandes ricachones de alta sociedad. Sorprende, de hecho, que en sus primeras páginas, antes de que se origine el conflicto, Smith plantea un dilema de tipo ético:

“La situación -la sociedad misma- debería ser juzgada primero, antes siquiera de que se siente en el banquillo al criminal. Y una situación, un ambiente, un conflicto oculto del que dependan las vidas y la felicidad de seres humanos es a menudo tan difícil de atrapar como el humo… tan difícil de manejar como la dinamita.”

Una vez puesta esta base, que nos llama la atención sobre la influencia de la sociedad en los crímenes que se cometen en ella, tenemos, sin embargo, un típico caso donde, como a mí me gusta, todos los personajes podrían ser causantes y el personaje al que asesinan es tan detestable como pinta en la foto que nos describe:

“Viéndola en conjunto, la situación pintaba fea, la felicidad de más de una persona dependía de ella. Golpeando a uno solo, Emily Jane  podía herirlos a todos: Sam, Sue, Barney, June y Daniel. Ella tenía todas las cartas y las manejaba con la experiencia de un buen jugador. Pero el juego a veces es peligroso. Sin duda lo era en el caso de Emily Jane.”

El asesinato desencadenará los momentos más líricos del autor; ah, la lírica como catalizadora de las emociones más violentas, de la muerte, de la destrucción:

“Las olas bañan la playa y la niebla marina se espesa. Una silueta solitaria inclinada sobre el cuerpo retorcido de una chica muerta. Lejos, muy lejos de allí, arriba en algún lugar sobre un macizo de árboles negros, una luna vieja y cansada, antaño tan espléndida como Emily Jane, se desvanecía, su pálido rostro era ya sólo un recuerdo de pasadas noches más brillantes. Y dominando todo aquello, el gran precipicio negro: una masa acechante y amenazadora de piedra amarga.”

Y a partir de ahí, el investigador; antipático metomentodo Scott Munson irá desgranando y desencadenando las confesiones de los personajes implicados en la trama, afortunadamente con la ayuda de dos ayudantes que pondrán un elemento cómico necesario entre tanta gravedad y maldad.

“Odio desanimar vuestra iniciativa -dijo al fin-, pero a pesar de que me esfuerzo mucho, no puedo evitar pensar que vosotros dos debéis de ser de lo más tonto que he tenido la suerte (habéis oído bien, he dicho suerte) de conocer. Aún así, igual me equivoco. Puede que haya dos tíos aún más tontos escondidos en algún lugar, en alguna oscura grieta de esta tierra. Si así es, espero que se queden allí.”

Con todos estos elementos, la trama se desenvuelve con la suficiente inspiración para ir presentando cada dato poco a poco, sin desgranar todos los cabos hasta justo el final. Un final que, sorprendentemente, acaba con más mala leche de lo esperado; no diría yo que es un final feliz; ¿o sí? La misma cuestión ética que se presentaba al principio acaba vuelta del revés claramente en un momento y nos hace plantearnos de nuevo el dilema. Concluyendo, una buena novela policíaca para los amantes de la parte más detectivesca y menos alejada de la novela negra.

Traducción de María Inglés para esta edición de Ediciones El Nadir

“Hanshichi, un detective en el Japón de los samuráis” de Okamoto Kidô

HanshichiSegún voy eligiendo libros para este monográfico de literatura de género (tengo que reconocer que en esta ocasión casi nada está premeditado, excepto algún caso que sí tenía decidido), la posible selección va cambiando y, de hecho, se suman libros y se caen otros. Uno de los que se han unido es este que comento a continuación, ya que me pareció que daría un poco de variedad; además, me serviría para hablar de la editorial Quaterni y su labor de publicación de obras japonesas; que está realizando con más que buen gusto.

El autor de este “Hanshichi” es Okamoto Kidô (1872-1939), autor japonés que leyó un relato de Sherlock Holmes en 1916, que no pudo ocultar su fascinación por el detective y quiso crear algo parecido pero lo ambiento en la época feudal japonesa, en pleno apogeo de los samuráis.

Del prólogo “Ecos nostálgicos del Japón feudal” a la fantástica edición se nos comenta:

“Okamoto Kidô nos muestra un sabueso muy “sui géneris”, típico producto de una sociedad a punto de desaparecer; y enfoca en sus relatos la forma de vida de los habitantes en Edo componiendo un mosaico de alto interés antropológico, cultural e histórico.”

En la descripción de Hanshichi en la primera de las historias encontramos ecos de su inspiración inglesa, al menos en su fisonomía, si bien es cierto que Kidô añadió características de su personalidad al final que no dejan lugar a ambigüedades (que, sin embargo, sí tenía Holmes):

“Era un hombre de unos cuarenta y dos o cuarenta y tres años, que se sentó con una amplia sonrisa en el extremo del establecimiento: de complexión delgada; vestía un kimono de rayas y sobre él llevaba una chaqueta de kimono de similar estampado. Su aspecto era el de un respetable artesano o de un comerciante honrado a carta cabal. Tenía la tez ligeramente tostada, nariz pronunciada, rostro alargado y una expresión característica en sus ojos, que hacía pensar en un actor. Era un detective de Kanda llamado Hanshichi […] Era en verdad alguien un tanto especial, fiable y modesto; con un carácter muy típico de Edo, sobre el cual nadie había vertido jamás la más leve crítica. En ningún momento aprovechaba su autoridad ni su estatus para ensañarse con el débil, y siempre dispensaba un trato cortés a todo el mundo.”

De hecho según vamos pasando por cada uno de los casos comprobamos que Hanshichi representa un sentido común sin igual y que consigue, en la mayoría ocasiones, saltarse la rígida organización feudal que regulaba la pena de muerte y los suicidios de una manera escalofriantemente precisa. De esta manera no deja de ser una persona con los pies en la tierra, caracterizado por su buen corazón, un elemento subversivo con respecto al orden establecido y que no duda en resolver lo que se le ponga por delante si, desde luego, como Holmes, tiene una base racional:

“Si realmente este era un caso de abducción espiritual, entonces estaba bastante más allá de la capacidad de Hanshichi para resolverlo. Pero si había alguna otra explicación, confiaba en su habilidad para acabar con ello.”

No se caracteriza tanto por sus capacidades deductivas, que las tiene, sino por resolver sus casos, por su capacidad innata de manejar los diálogos e interrogatorios con los diferentes personajes que se encuentra. Sin menospreciar la resolución de los enigmas, lo que sorprende en demasía, es la forma en que pinta históricamente las costumbres de una sociedad que estaba en su ocaso y como tal resulta un fresco ineludible que refleja con una precisión manifiesta la subyugadora sociedad japonesa de la época.

Mención aparte se merece la edición, espléndida, de la editorial, con profusión de notas que complementan el rico texto del autor japonés y completan inefablemente la obra. Una obra que no debe pasar desapercibida como todo lo que está publicando Quaterni.

Los textos son de la traducción del japonés para esta edición de Mariló Rodríguez del Alisal y Yuko Fujimura.

“Amigos hasta la muerte” de Nele Neuhaus

unos amigos de miedo 150x 230.inddTras la agradable sorpresa  que supuso la publicación de “Blancanieves debe morir” de la alemana Neuhaus el año pasado de la que hablé cumplidamente aquí  y que declaré como uno de los libros del año pasado; Maeva nos trae ahora el siguiente libro de la escritora que no es el siguiente; es decir, “Amigos hasta la muerte” es el segundo de la serie de Pia Kirchoff y Oliver Von Bodenstein; por lo tanto, el grado de avance, al menos en lo personal, de los protagonistas está un estadio anterior para los que leyeron el anterior (¡que era el cuarto!); esto es lo que vivimos habitualmente en las decisiones editoriales. Para mí, ya que ha funcionado el primero, lo mejor habría sido publicar el primero de la serie y venderlo como “la primera aventura de los detectives que te cautivaron en “Blancanieves…”; pero no me hagáis mucho caso, ellos sabrán el porqué de esta decisión.

Vamos a lo que importa, que, al fin y al cabo es el libro; ciertamente es muy diferente al anterior que vimos, de hecho esto se parece mucho más a la línea editorial que están siguiendo que explicaré a continuación; lo genial del anterior es que se convertía en una claustrofóbica trama cerrada a un pueblo que esconde, en su pasado, secretos perversos e inconfesables con todas las particularidades que eso entrañaba y que se alejaba de las típicas historias de Camilla Lackberg, por poner en antecedentes la estrella de la editorial.

En este “Amigos hasta la muerte” nos encontramos con una trama más abierta, igualmente llena de ramificaciones y personajes que se relacionan entre sí y que serán decisivos para la resolución del misterio; lo que también vemos es el embrión de una Neuhaus  que buscaba su forma de hacer los libros; aquí nos encontramos con un desarrollo personal muy acentuado en el caso de los dos investigadores y, especialmente, en el caso de Pia, que jugará con más de un personaje con la posibilidad de que se vuelva su pareja sentimental ante su mal momento personal:

“El trabajo y la vida privada se habían mezclado de manera funesta e imperceptible. Pia se devanaba los sesos, trataba de remontarse al punto en que había perdido el norte en la maraña de sus confusos sueños y miedos. Mientras seguía contemplando el cielo, el móvil volvió a sonar. Pia miró la pantalla: ¡Lukas! La persona perfecta para lamerle las heridas.”

Indudablemente, estos momentos cambian la concepción de la obra y sobre todo el público hacia el que va dirigido; por fortuna, a pesar de este juego con los sentimientos de la detective, la trama principal es lo suficientemente compleja y está bastante bien resuelta para contentar a ambos públicos; cabe reseñar la ocultación deliberada de datos que serán cruciales para la resolución del misterio en su parte final, sobre todo con el último giro.

Está claro que Neuhaus estaba experimentando por dónde quería llevar el estilo de sus novelas; no dejo de mirar en perspectiva esta novela, ya que supone una piedra en el hito que supuso la creación de su mejor acabada “Blancanieves debe morir”  y como tal debería ser juzgado; es una buena novela policíaca, sin alardes, pero que asegura un buen entretenimiento.

PS El texto es de la traducción del alemán realizada por María José Díaz Pérez para la editorial Maeva  de “Amigos hasta la muerte” de Nele Neuhaus.