Hablaba el otro día sobre la proliferación de editoriales pequeñas que buscan su hueco en el mercado; hoy os traigo el estreno de otra de ellas que buscan diferenciarse con un catálogo distinto y de calidad y una propuesta que, al menos, quiere crear un estilo distinto. Estoy hablando de Malpaso cuya web podéis consultar por aquí, ya que viene el catálogo de los próximos meses y hay cosas jugosas.
Su propuesta consta de un libro, en edición de tapa dura, con bordes en diferentes colores y la posibilidad de adquirir la “versión metafísica” del mismo, es decir, en ebook; con un ingenioso sistema según el cual, pasando la foto de una página del libro con tu nombre por correo, casi en el momento, te pasan el libro en formato electrónico. Ya os puedo asegurar que funciona.
En cuanto al catálogo, sinceramente, no pueden haber comenzado mejor; la última novela del siempre interesante Eduardo Lago y el libro que me ocupa hoy, siendo el pretexto para este post: “La cartera del cretino” del ya fallecido escritor norteamericano Kurt Vonnegut. Libro publicado póstumamente con los últimos cuentos que se han encontrado del escritor; de esta manera tenemos seis cuentos, un ensayo y un último cuento incompleto.
Todavía habrá gente que no habrá leído nada de este inmenso escritor; mal hecho desde luego, el poder de su prosa permanecerá en el tiempo; cada frase de sus cuentos, ahora tan en boga, está milimétricamente construida, todo está premeditado para provocar nuestra estupefacción al mismo tiempo que el sentido de la maravilla. Estos cuentos no ahondan tanto en la parte de ciencia ficción de la que tan amigo fue, centrándose más en detalles de la vida más conocida; cada uno de ellos tiene la perfección que le caracteriza y, además, están cargados de buen humor e ironía a raudales, uno de los artificios que mejor utilizaba el norteamericano. Así, en cada uno de sus últimos textos encontramos momentos para recordar:
En “Entre tibio y Tombuctú“, el autor nos hace reflexionar sobre la necesidad de rememorar los tiempos vividos; la dolorosa ironía final se enmascara con la belleza de su prosa:
“Admiró esa loma verde calentada por la primavera… El estanque a sus pies, rebosando sobre las piedras de tan rudimentario dique… Los jóvenes amantes mojando los pies descalzos en la espuma del estanque… El rostro de la mujer era propio de un ángel.. y resultaba tan real que sus labios parecían a punto de moverse…”
En “Roma” no falta el humor, por todos lados, como este mágico momento en el que una hija, ciega ante los encantos del mafioso de su padre, es capaz de tergiversar su percepción al límite:
“Me pregunté qué diría cuando oliera todo ese vinazo.
-Oh, papi, papi, papi…. -dijo-. Ya se te ha vuelto a ir la mano con el aftershave.”
La decepción final la hará crecer, como en un relato de formación de un artista.
En “Paraíso junto al río” la sorpresa final nos escandaliza por sus implicaciones (o no?)
En “La cartera del cretino” equivale el arte al manejo de una cartera de valores de bolsa:
“No soy ningún artista, pero creo sinceramente que mi trabajo se parece mucho a la pintura. Me pone de los nervios ver una cartera de valores maltratada, del mismo modo que a un pintor le duele ver un cuadro que no acaba de estar bien hecho.”
En “Señorita Snow, está usted despedida”, nos sorprende con un relato donde se exalta lo bueno que nos ofrece la vida; es uno de los relatos más vitales que me he encontrado del maestro:
“No he perseguido la felicidad- continuó Flemming.
-Francamente, me temo que ninguno de nosotros lo hace -reflexionó Arlene.”
Y en “París, Francia”, cómo no, el amor es tratado desde una multiperspectiva, tres parejas diferentes, tres evoluciones diferentes, una única conclusión:
“Helen Donovan empezó a escribir una novela sobres sus tres días en París. Pero las dos primeras líneas que escribió la hicieron abandonar el proyecto: “el amor es una cosa muy rara. Creo que no soy lo suficientemente mayor como para entender todo lo que hay que saber de él.”
Quiero acabar con unas palabras del autor incluidas en el ensayo “El último de Tasmania”, que resumen a la perfección lo que trata de explicar en dicho texto además de convertirse en paradigmáticas del estilo inconmensurable de un autor único.
“Y así, con estas lúgubres palabras, termino un idiosincrático viaje personal sobre el papel. Una silla de cocina plantada frente a una máquina de escribir ha sido mi carabela. Un gato blanco, mi única tripulación. He navegado por medio de palabras, hechos y personas libremente asociados, empezando por el número 1492. Que me recordaba en cierta manera al jefe de mi regimiento años atrás, el cual me recordaba a su vez la exploración del espacio, y así sucesivamente. Por el camino me topé con mapaches y zarigüeyas; y con Jane, mi primera mujer; y con Jesús y Hitler; y con submarinos atómicos; y con una virtuosa jovencita que fue azotada hasta comportarse como si hubiera crecido en una escuela para furcias; y con Kirkpatrick sale y Robert Hughes, y mucha más gente.”
Gracias a Malpaso por traer una obra tan necesaria; como todo lo de Kurt Vonnegut.
Los textos provienen de la traducción de Ramón de España para esta edición de “La cartera del cretino” de Kurt Vonnegut en Malpaso Ediciones.
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