Resumen Septiembre 2014. Nuevos retos: hacia los 200

Septiembre ha supuesto, indudablemente, un paso hacia delante en el avance de mi recorrido lector de todo el año; iba tan bien con las lecturas en el reto del año, llegar a los 150 libros, que he decido exigirme un poco más y lanzarme a por los 200 libros en un año. Veremos si puedo conseguirlo. En cuanto a la lista de lecturas ha sido variadísima en cuanto a temas y me ha proporcionado lecturas de gran calidad. Estoy muy satisfecho y solo he echado de menos avanzar más en mi  proyecto literario. No hablemos más del tema y pasemos al resumen de las lecturas del mes:

“Una singularidad desnuda” de Sergio de la Pava, me extendí justamente en la reseña que le dediqué a una de las mejores novelas del año. Un gozo.

“Historia en viñetas de la Gran Guerra” de Louis Raemaekers, una versión más (gráfica) de la Gran Guerra, no menos interesante que el resto de versiones más descriptivas.

“A girl is a Half-Formed Thing” de Eimear McBride, la ganadora del Baileys Prize que premia ficción de mujeres en el Reino Unido. Espléndido (y difícil) ejercicio de estilo que abruma por cómo lo cuenta aunque flaquee en lo que cuenta.

“Cuchillada en la oscuridad” de Lawrence Block, un Block olvidado e inencontrable, es un Scudder de los primeros casos pero con elementos que lo van dotando de la personalidad de más adelante.

“El comienzo de la madurez” de Henry James, reflexiva muestra de un texto temprano del gran James. Texto completista que entretiene pero no es especialmente resaltable.

“Cuanto el antro sagrado cierra” de Lawrence Block, salto cualitativo del gran escritor de novela negra con un epílogo brutal que explora las consecuencias del caso y que suponía toda una novedad.

“Los niños se aburren los domingos” de Jean Stafford, recopilación magistral de cuentos de la autora norteamericana, otro de esos libros que se deben leer, más si te gusta la narrativa breve.

“El regreso de Reginald Perrin” de David Nobbs, divertidísima muestra del humor melancólico inglés. Un placer disponer de novelas que tengan tanto que ofrecer y además te hacen reír.

“Un baile en el matadero” de Lawrence Block, crudísima novela que nos trae uno de los casos más escabrosos y mejor llevados por el novelista norteamericano. Una de sus mejores novelas.

“La última noche en Tremore Beach” de Mikel Santiago, un thriller donde todo está muy visto y que, sin embargo, se está “vendiendo como rosquillas”; un producto con final feliz con declaración con flores y arrodillamiento incluidos que no añade nada más que visitas a los lugares comunes, dulcificación en extremo de las situaciones, inverosimilitud a raudales y falta de coherencia interna además de edición por parte de la editorial. Eso sí, se lee en un santiamén.

“Fundido en negro: antología de relatos del mejor calibre criminal femenino” edición de Inmaculada Pertusa Seva, recopilación de relatos policíacos escritos por mujeres que nos traen matices diferentes y buscan nuevos acercamientos al género desde la perspectiva femenina.

“Los jardines estatuarios” de Jacques Abeille, novela atípica por el ritmo al que predispone, una suerte de distopía filosófica que resulta muy placentera por lo bien escrita que está.

“Que levante mi mano el que crea en la telequinesis y otras historias para corromper la juventud” de Kurt Vonnegut, curiosa recopilación de discursos a universitarios realizados por el gran Vonnegut, lástima de precio para que tenga más éxito. Se lee bien, aunque algún texto o idea se repita.

“La visita de Wagner a Rossini” de Edmond Michotte, toda una sorpresa para los aficionados por los motivos que esgrimiré en la próxima reseña.

“La comemadre” de Roque Larraquy, toda una declaración de intenciones para la nueva colección de Turner “El cuarto de las maravillas”; es el camino a seguir para la colección. Espléndida propuesta.

“Poética musical” de Igor Stravinsky, recopilación de las clases que dio en Harvard sobre sus ideas relativas a la música en todos sus aspectos. Más recomendable sobre todo para los que estamos más metidos en el mundo de la música. Me extenderé la próxima semana en una reseña.

“Alfabeto” de Inger Christensen, vaya maravilla para empezar su nueva colección de poesía. En la reseña que publiqué me extiendo más sobre esta pequeña delicia.

“Schoenberg” de Charles Rosen, libro que desgrana una de las figuras más polémicas del siglo XX en lo musical y lo hace con éxito.

“Las esposas de los álamos” de Tarashea Nesbit, otro de los libros con los que Turner ha empezado su nueva colección. Esta ficción histórica utiliza un narrador muy diferente a lo habitual sobre el que hablé en la reseña.

En octubre tengo disponibles las siguientes compras para elegir. Nada nada mal.

Novedades_últimas

Lo único que tengo claro son dos cosas:

-Empezaré con unos cuantos libros policíacos y de novela negra: el último de Block, Jo Nesbo, el famoso Galveston, que se me están acumulando y quiero darles salida, además de que apetecen bastante.

-El “tochazo” del mes está claro también, es uno de los libros que más esperaba  en ese post que hice en septiembre. Se trata del “¿Por qué manda el occidente… por ahora?” de Ian Morris y editado con mucho gusto por Ático de los libros en su colección de Ático Historia.

Y a partir de aquí, quién sabe lo que me puede apetecer…. Tendréis que esperar al próximo mes para saberlo.

“Que levante mi mano quien crea en la telequinesis” de Kurt Vonnegut. No me digas que esto no fue bonito

que-levante-mi-mano-quien-crea-en-la-telequinesis-y-otros-consejos-para-corromper-a-la-juventudTengo que reconocer que no sabía qué esperar de este libro. Por un lado es un Vonnegut, siempre existe este afán completista; por otro lado, parecía una antología de obras menores, en este caso, nueve discursos y una recopilación de citas para meditar; el formato tampoco ayudaba mucho, es el formato del otoño literario de este año: libros en tapa dura, pocas páginas y precios ligeramente elevados.

La propia editorial me ayudó a decidirme ofreciéndolo y, hay que conceder que la idea ha sido estupenda. Estamos ante una lectura que, pese a no ser de lo mejor del autor, supone un entretenimiento de alto nivel y cumple su cometido a la perfección. El texto introductorio de Dan Wakefield nos refleja a la perfección la personalidad general del inimitable autor norteamericano; en primer lugar, su concepción de cultura en general y cuentos en particular:

“Mientras se ponían de moda meditaciones orientales como el zen, Vonnegut afirmaba que tenemos un estupendo método occidental para desacelerar el corazón e inmovilizar la mente: la “lectura de cuentos”. A esa práctica la llamaba “siestecilla budista”. No era, sin embargo, uno de esos adultos de la época que no hallaban nada que admirar en la cultura juvenil. Había escrito que “la función del artista consiste en conseguir que a la gente le guste más la vida”, y cuando alguien le preguntaba si eso había sucedido alguna vez, respondía: “Sí, los Beatles lo lograron.”

Lo cual se complementa con su forma de pensar, ideas sencillas y espontaneidad de la mano:

“Tal como hablaba y escribía, Vonnegut siempre acababa soltando frases e ideas sencillas que todo el mundo pensaba pero que nadie decía, unos razonamientos que expresaban sentimientos íntimos, impugnaban prejuicios y mostraban las cosas desde otro punto de vista. Vonnegut señalaba la evidencia silenciada, era el primero en advertir que el emperador iba desnudo.”

Configurando una personalidad sin par que mezclaba a partes iguales su capacidad de juguetear con la profundidad y sinceridad de sus pensamientos:

“Vonnegut ni se rebajaba para ser entendido por sus lectores ni trataba de abrumarlos con su sabiduría. Era tan juguetón como profundo, y con ese espíritu se dirigía a los graduados.”

“Vonnegut fue uno de los narradores más sinceros de nuestra época. Por eso no encontraréis falsedad en sus consejos.”

A continuación se han introducido los nueve discursos que dio en universidades, siete de ellos para universitarios recién licenciados; todos estos discursos se pueden entender como “los consejos para la vida del bueno de Kurt” y están cargados de sapiencia y buen humor. Me centraré en dos o tres ideas que reflejan este parecer, como es su idea de los “ritos de paso”, esa serie de peldaños evolutivos que originan el paso a la madurez, uno de los que utiliza para ironizar es, precisamente, la guerra, a través de su experiencia personal:

“Otra vivencia del macho americano y europeo que puede contemplarse como rito de paso es la guerra. Cuando el varón regresa de la batalla, sobre todo si lo hace gravemente herido, todo el mundo coincide en que ese chico está hecho un hombre. Cuando llegué a Indianápolis tras pasar la Segunda Guerra mundial en Alemania, un tío mío me dijo: “Caramba, ahora sí que pareces un hombre.” Me entraron ganas de estrangularlo. Caso de haberlo hecho se habría convertido en el primer alemán que me cargaba. Yo ya era un hombre antes de partir a la guerra, pero él no pensaba reconocerlo jamás.”

Y no se corta en opinar sobre el aburrimiento o sobre la maternidad:

“Y ahora pasemos al aburrimiento. Friedrich Wilhelm Nietzsche, un filósofo alemán fallecido hace setenta y ocho años, sentenció lo siguiente: “Contra el aburrimiento hasta los dioses pelean en vano”. Se supone que debemos aburrirnos. Forma parte de la vida. Aprended a soportarlo o, de lo contrario, nunca estaréis a la altura del honor que ya he concedido a esta promoción: ser mujeres u hombres hechos y derechos.”

“Algunas os convertiréis en madres. No lo recomiendo, pero son cosas que pasan.

Si eso os ocurre, siempre podéis encontrar una justa compensación en estas palabras del poeta William Ross Wallace: “rige el mundo la mano que mece la cuna.”

Afortunadamente no falta una mención a los libros, se vuelven la mejor mascota, casi el mejor amigo, al atribuirles características humanas:

“No renunciéis a los libros. Son amables y muy gratos al tacto. Pensad en la dulce reticencia de sus páginas cuando las pasáis con la sensible punta de vuestros dedos. Una gran parte de nuestro cerebro está consagrada a dilucidar si lo que tocan nuestras manos es bueno o malo. Cualquier cerebro medio activo sabe que los libros son buenos.”

Imagino a los jóvenes a los que dirigió estos discursos y no puedo dejar de sonreír ante el manejo del discurso; divertido y profundo a la vez y apelando en su parte final una empatía que buscaba crear mejores personas, los dos últimos párrafos reflejan a la perfección esta capacidad, su anécdota sobre lo que contaba su tío Alex es deliciosa:

“Pero volvamos a mi tío Alex, que ya está en el cielo. Una de las cosas que objetaba a los seres humanos era que casi nunca advertían su felicidad cuando eran felices. Él hacía todo lo posible para celebrar los buenos momentos. Podíamos estar bebiendo limonada a la sombra de un manzano, en pleno verano, y el tío Alex interrumpía la conversación para exclamar: “No me digas que esto no es bonito ¿eh?”

[…]

Que ese sea el lema de vuestra promoción: “No me digas que esto no fue bonito.”

Y es que la única pretensión de Kurt era que aportásemos nuestro granito de arena para mejorar el mundo. A base de granitos se construyen montañas:

“Os sugiero, adanes y evas, que centréis vuestras aspiraciones en convertir una pequeña parte del planeta en un lugar seguro, saludable y decente.

Hay mucho que barrer.

Hay muchos que reconstruir, tanto espiritual como físicamente.

Pero también va a haber mucha felicidad. ¡No os olvidéis de reconocerla!”

Era único, el señor Kurt Vonnegut era único.

Los textos provienen de la traducción de Ramón de España de “Que levante mi mano quien crea en la telequinesis y otros mandamientos para corromper a la juventud” de Kurt Vonnegut para Malpaso

Fricción en el Matadero: Charla en torno a Vonnegut

malpaso

Malpaso ha empezado fuerte con la promoción de sus dos primeros libros. Para atestiguarlo, la próxima semana empieza la Semana Vonnegut, de la que soy padrino  y que tendrá su pistoletazo de salida el próximo lunes día 11 de noviembre a las 19 y 30 con la charla homenaje que se llamará “Matadero Vonnegut”.

Este acto conmemorará  el que hubiese sido el 91 aniversario de Kurt Vonnegut  y se ubicará en la librería Nollegiu que justo acaba de abrir sus puertas en el barrio barcelonés del Poble Nou.

El editor Malcolm Otero Barral y Ramón de España (traductor de la obra)  charlarán sobre su figura  con otros escritores con los cuales están acabando de confirmar su asistencia.

Como mucho no somos de Barcelona, se retransmitirá vía Streaming e incluso se pueden  empezar a mandar preguntas a través del enlace siguiente. En este mismo enlace se podrá ver la charla el mismo día.

Una estupenda ocasión para empaparse aún más en la vida y obra del gran escritor norteamericano.

“La cartera del cretino” de Kurt Vonnegut

la-cartera-del-cretinoHablaba el otro día sobre la proliferación de editoriales pequeñas que buscan su hueco en el mercado; hoy os traigo el estreno de otra de ellas que buscan diferenciarse con un catálogo distinto y de calidad y una propuesta que, al menos, quiere crear un estilo distinto. Estoy hablando de Malpaso cuya web podéis consultar por aquí, ya que viene el catálogo de los próximos meses y hay cosas jugosas.

Su propuesta consta de un libro, en edición de tapa dura, con bordes en diferentes colores y la posibilidad de adquirir la “versión metafísica” del mismo, es decir, en ebook; con un ingenioso sistema según el cual, pasando la foto de una página del libro con tu nombre por correo, casi en el momento, te pasan el libro en formato electrónico. Ya os puedo asegurar que funciona.

En cuanto al catálogo, sinceramente, no pueden haber comenzado mejor; la última novela del siempre interesante Eduardo Lago y el libro que me ocupa hoy, siendo el pretexto para este post: “La cartera del cretino” del ya fallecido escritor norteamericano Kurt Vonnegut.  Libro publicado póstumamente con los últimos cuentos que se han encontrado del escritor; de esta manera tenemos  seis cuentos, un ensayo y un último cuento incompleto.

Todavía habrá gente que no habrá leído nada de este inmenso escritor; mal hecho desde luego, el poder de su prosa permanecerá en el tiempo; cada frase de sus cuentos, ahora tan en boga, está milimétricamente construida, todo está premeditado para provocar nuestra estupefacción al mismo tiempo que el sentido de la maravilla. Estos cuentos no ahondan tanto en la parte de ciencia ficción de la que tan amigo fue, centrándose más en detalles de la vida más conocida; cada uno de ellos tiene la perfección que le caracteriza y, además, están cargados de buen humor e ironía a raudales, uno de los artificios que mejor utilizaba el norteamericano. Así, en cada uno de sus últimos textos encontramos momentos para recordar:

En “Entre tibio y Tombuctú“, el autor nos hace reflexionar sobre la necesidad de rememorar los tiempos vividos;  la dolorosa ironía final se enmascara con la belleza de su prosa:

“Admiró esa loma verde calentada por la primavera… El estanque a sus pies, rebosando sobre las piedras de tan rudimentario dique… Los jóvenes amantes mojando los pies descalzos en la espuma del estanque… El rostro de la mujer era propio de un ángel.. y resultaba tan real que sus labios parecían a punto de moverse…”

En “Roma” no falta el humor, por todos lados, como este mágico momento en el que una hija, ciega ante los encantos del mafioso de su padre, es capaz de tergiversar su percepción al límite:

“Me pregunté qué diría cuando oliera todo ese vinazo.

-Oh, papi, papi, papi…. -dijo-. Ya se te ha vuelto a ir la mano con el aftershave.”

La decepción final la hará crecer, como en un relato de formación de un artista.

En “Paraíso junto al río” la sorpresa final nos escandaliza por sus implicaciones (o no?)

En “La cartera del cretino” equivale el arte al manejo de una cartera de valores de bolsa:

“No soy ningún artista, pero creo sinceramente que mi trabajo se parece mucho a la pintura. Me pone de los nervios ver una cartera de valores maltratada, del mismo modo que a un pintor le duele ver un cuadro que no acaba de estar bien hecho.”

En “Señorita Snow, está usted despedida”, nos sorprende con un relato donde se exalta lo bueno que nos ofrece la vida; es uno de los relatos más vitales que me he encontrado del maestro:

“No he perseguido la felicidad- continuó Flemming.

-Francamente, me temo que ninguno de nosotros lo hace -reflexionó Arlene.”

Y en “París, Francia”, cómo no, el amor es tratado desde una multiperspectiva, tres parejas diferentes, tres evoluciones diferentes, una única conclusión:

“Helen Donovan empezó a escribir una novela sobres sus tres días en París. Pero las dos primeras líneas que escribió la hicieron abandonar el proyecto: “el amor es una cosa muy rara. Creo que no soy lo suficientemente mayor como para entender todo lo que hay que saber de él.”

Quiero acabar con unas palabras del autor incluidas en el ensayo “El último de Tasmania”, que resumen a la perfección lo que trata de explicar en dicho texto además de convertirse en paradigmáticas del estilo inconmensurable de un autor único.

“Y así, con estas lúgubres palabras, termino un idiosincrático viaje personal sobre el papel. Una silla de cocina plantada frente a una máquina de escribir ha sido mi carabela. Un gato blanco, mi única tripulación. He navegado por medio de palabras, hechos y personas libremente asociados, empezando por el número 1492. Que me recordaba en cierta manera al jefe de mi regimiento años atrás, el cual me recordaba a su vez la exploración del espacio, y así sucesivamente. Por el camino me topé con mapaches y zarigüeyas; y con Jane, mi primera mujer; y con Jesús y Hitler; y con submarinos atómicos; y con una virtuosa jovencita que fue azotada hasta comportarse como si hubiera crecido en una escuela para furcias; y con Kirkpatrick sale y Robert Hughes, y mucha más gente.”

Gracias a Malpaso por traer una obra tan necesaria; como todo lo de Kurt Vonnegut.

Los textos provienen de la traducción de Ramón de España para esta edición de “La cartera del cretino” de Kurt Vonnegut en Malpaso Ediciones.

“El plantador de Tabaco” de John Barth

Si algo tenía claro era que la vuelta al blog después de las vacaciones tenía que ser a lo grande; ya que este post es el número ciento cincuenta y para tal acontecimiento era necesario que el comentario se refiriese a una “magna” obra. Dicho y hecho, aprovecharemos el momento para hablar de “El plantador de tabaco” del norteamericano John Barth.

plantador_gdeDesde que empecé Filología Inglesa tengo una pequeña obsesión con pintar, rellenar todos los huecos de la narrativa anglosajona; cosa harto difícil, habida cuenta del número de obras que permanecen inéditas todavía en este, nuestro querido país. Dentro de ese fascinante mundo anglosajón las piezas del puzle se van ensamblando cada vez más, gracias a la labor de editoriales pequeñas independientes: ahí tenemos el caso de Pálido Fuego que va a publicar en no mucho tiempo el “House of leaves” de Danielewski, obras de David Foster Wallace e incluso de Robert Coover en el futuro; e, igualmente, gracias a Sexto Piso estamos viendo la aparición de la obra literaria del gran William Gaddis, Kurt Vonnegut y, ahora, de John Barth. De hecho, estamos hablando de la que siempre se ha considerado la obra maestra del escritor y prometen más obras de él en adelante. No puedo más que relamerme los dedos y desesperarme con la (gozosa) espera.

“El plantador de tabaco” (“The Sot-Weed Factor”) fue publicada en 1960 e inicialmente Barth la concibió como la conclusión a una trilogía nihilista, siendo las dos primeras novelas de la trilogía “The Floating Opera” (1956) y “The End of the Road” (1958); y tomó su título del poema “The Sotweed Factor, or a Voyage to Maryland, A Satyr” de 1708 realizado por el poeta inglés Ebenezer Cooke (c. 1665-c.1732) del que prácticamente no se sabe nada.

Resumiendo a grandes rasgos la trama, la novela (ubicada en la década de 1680 a 1690 en Londres y Maryland) es una narración épica satírica de la colonización de Maryland basada en la vida ficcionalizada de Ebenezer Cooke; honrado con el título de Poeta Laureado de Maryland, y al que se le manda para cantar las alabanzas del proceso y que vivirá una serie de aventuras en su viaje a la colonia ( ¡y en ella!) mientras preserva, con no pocos problemas, su virginidad intacta.

Barth también tenía la idea de dar un epitafio al poeta, en sus propias palabras: “The Sot–Weed Factor began with the title and, of course, Ebenezer Cooke’s original poem. . . . Nobody knows where the real chap is buried; I made up a grave for Ebenezer because I wanted to write his epitaph”. 

A pesar de lo comentado, el resultado final fue por otros derroteros. Como dijo Barth en 1994: “Looking back, I am inclined to declare grandly that I needed to discover, or to be discovered by, Postmodernism.” (“Mirando atrás, me inclino a pensar mayormente que necesitaba descubrir, o ser descubierto por el Postmodernismo”). A partir de ese momento, de hecho, las obras de los períodos siguientes se inclinarían cada vez más a la fabulación, la metaficcionalidad, en conclusión: lo postmoderno.

Tras leer la obra, no puedo más que estar de acuerdo con lo anterior. Y me gustaría incidir en lo que considero sus virtudes, aquellas características que la hacen tan especial y, por qué no decirlo, una obra imprescindible del postmodernismo y, extendiéndolo aún más, de la literatura universal.

En primer lugar hay que tener en cuenta la estructura: la trama principal, ese tour de force de nuestro querido poeta, se convierte en un juego de cambios de identidad, mascaradas y equívocos altamente humorísticos por momentos que alternan con digresiones, historias dentro de historias e incluso listas (esotéricas, ingredientes de comidas, insultos…). Se puede comprobar fácilmente cómo la historia comienza de una manera más realista (como en sus obras anteriores) y va desencadenando una narración cada vez más postmoderna según avanza la obra: esas digresiones, esas historias dentro de historias, son elementos clásicos de este estilo. La novela toma como referencia los géneros (y formas) del siglo XVIII y las parodia, imita, recupera y reescribe: en esta parodia entran el Bildugnsrroman o relato de formación, el Künstlerroman o relato de formación de un artista y del género picaresco, convirtiendo toda la obra, en sí, en una farsa satírica de proporciones épicas. Luego volveré sobre este tema, ya que hay que indicar para qué le sirve esto.

En este texto que pongo a continuación de la fabulosa traducción de Eduardo Lago (que además hace el prólogo y de la que proceden todos los textos que voy a reproducir) para esta edición de “El plantador de tabaco” de Sexto Piso, encuentro dos hechos reseñables:

“En los años finales del siglo XVII había entre los juerguistas y petimetres que frecuentaban los cafés londinenses un individuo delgaducho y zanquilargo llamado Ebenezer Cooke, con más ambición que talento y, sin embargo, más talento que prudencia, el cual, al igual que sus compañeros de juerga, que en teoría estaban educándose en Oxford o Cambridge, encontraba en los sonidos de la madre lengua inglesa más un motivo de juerga y diversión que algo con sentido, con lo que se podía trabajar y, en consecuencia, en lugar de entregarse a los sinsabores de la erudición, el tal Ebenezer aprendió el arte de versificar, dando en desgranar, conforme a la moda de entonces, cuadernillos de pareados plagados de Joves y Júpiteres espumeantes, entre el estruendo de las rimas estridentes y símiles que de tanto tensar la cuerda, a punto estaban de romperla.”

Uno, sin dudarlo, el estilo, que imita las formas de novelas anteriores de Fielding, Sterne y su “Tristan Shandy” o de Samuel Richardson; requiere mayor esfuerzo lector por lo estrambótico, por la réplica del estilo antiguo; pero compensa debido al increíble lirismo de cada descripción, a la minuciosidad narrativa, al humor que destila en cada palabra, en cada metáfora. Una joya, de la que no te cansas y que te ayuda a disfrutar aún más. Dos, los personajes, este es el primer párrafo y asistimos a la presentación, cuál Quijote, de este poeta “de pelo y ojos claros, huesudo, los pómulos hundidos” “hombre garza, de patas flacas y pico largo, caminaba y se sentaba con pose descoyuntada; su porte mismo era una sorpresa angulosa, cada uno de sus gestos, una semiagitación.”

El triángulo de protagonistas que forma junto con Henry Burlingame (que en algún momento llegué a identificar con Sancho Panza) y la hermana del poeta, Anna, llevan el peso de buena parte de la obra y son parte de su encanto;  sin perder de vista al criado traidor, Bertrand, que le pone en más de una situación comprometida y a Joan Toast, una suerte de Dulcinea grotescamente desahuciada, a la que ama sin reparo:

“-¡Y vos sabed que os amo por ser mi salvadora y mi inspiración! –repuso Ebenezer-. Pues hasta esta noche en que habéis venido a mí, jamás fui hombre, sino un mero patán chocho y un currutaco; y hasta el momento en que os abracé jamás había sido poeta, sino poetastro fatuo y huero. Con vos Joan, ¿qué proezas no ejecutaré? ¿Qué versos no escribiré? […] Despreciadme, Joan, que entonces seré un loco egregio, un don Quijote que se tambalea por causa de su ignorante Dulcinea; pero aquí os desafío (si tenéis la vida y el fuego y el ingenio suficientes) a que me améis sinceramente, como yo os amo a vos, y entonces lucharé contra gigantes de verdad, y los sojuzgaré. Amadme y os juro lo siguiente: ¡Yo seré Poeta laureado de Inglaterra!”

No se puede negar la influencia “cervantina”, patente en ese protagonista y en sus compañeros; el ser conocedor del texto ayuda a disfrutar aún más de esta reescritura en clave satírica. También la “Ilíada” de Homero es musa inspiradora y nos lleva al hilo principal de la obra que además se convierte en otra cualidad reseñable:

“¿Hubiera tenido el mundo noticia alguna de Agamenón, o del fiero Aquiles, o del ingenioso Odiseo, o del cornudo Menelao, o del circo, todo lleno de griegos y troyanos que se iban pavoneando por ahí, de no ser porque el gran Homero habló de ellos en verso? ¿Cuántas batallas de mayor importancia creéis vos que se han perdido en el polvo de la historia por falta de un poeta que las cantara para la posteridad? […] Los héroes perecen, las estatuas sucumben, los imperios se desmoronan; pero la Ilíada se ríe del tiempo, y los veros de Virgilio son hoy tan verdaderos como el día en que fueron compuestos. […] ¡Sería una composición épica como jamás se ha escrito ninguna! ¡La Marilandíada, por mi fe!”

De la Ilíada deriva en esa “Marilandíada” y nos muestra su interés por ensalzar la labor del poeta y de la literatura en general como atestiguan estos momentos:

“Entre todas las artes y ciencias la literatura era la única que tenía como dominio propio el campo entero de la experiencia y el comportamiento humanos (de la cuna a la tumba y aún más allá; del emperador a la puta barata; desde la quema de ciudades hasta el modo de luchar contra el viento), así como los problemas de toda magnitud que afectan al hombre.” “¿Quién tiene más necesidad que el poeta de todos los dones divinos? El poeta posee el ojo del pintor, el oído del músico, la inteligencia del filósofo, la persuasión del letrado; cual un dios atisba el alma secreta de las cosas, la esencia que se oculta bajo la forma de las mismas, su más recónditos recodos. Cual un dios conoce las fuentes del bien y del mal: ve la semilla de la santidad en la cabeza de un asesino, el gusano de la lujuria en el corazón de una monja. Y aún voy más lejos: así como el poeta es entre los caballeros como una perla entre piedras pulimentadas, así también debe el Laureado ser un diamante  entre las perlas, un príncipe entre los príncipes.”

“¿Quién tiene más necesidad que el poeta de todos los dones divinos? El poeta posee el ojo del pintor, el oído del músico, la inteligencia del filósofo, la persuasión del letrado; cual un dios atisba el alma secreta de las cosas, la esencia que se oculta bajo la forma de las mismas, su más recónditos recodos. Cual un dios conoce las fuentes del bien y del mal: ve la semilla de la santidad en la cabeza de un asesino, el gusano de la lujuria en el corazón de una monja. Y aún voy más lejos: así como el poeta es entre los caballeros como una perla entre piedras pulimentadas, así también debe el Laureado ser un diamante  entre las perlas, un príncipe entre los príncipes.” 

 “¿Quién lee mejor el corazón de los hombres, el filósofo o el poeta? ¿ cuál de los dos está en más estrecha armonía con el mundo?”

Me gusta la idea de esta defensa del arte literario pero no por el arte, sino como único repositorio del testimonio y la experiencia  de la humanidad; y del poeta como focalizador de todo lo que proviene de Dios, al menos lo virtuoso, poniéndolo incluso por encima de la filosofía. Es lógico, por otra parte, esta afinidad; no en vano la literatura es mi mayor pasión y esta idea está cargada de romanticismo literario.

Barth, nada ajeno a la tradición norteamericana, no se olvida en esta obra de señalar uno de los temas más recurrentes en la literatura norteamericana: la identificación del protagonista con Adán:

“Me refiero a que lo que vos estáis haciendo es volver a representar la historia de Adán. Tanta importancia le concedéis a vuestra inocencia que por causa de la misma habéis perdido vuestro paraíso terrenal. Pero aún he de llevar esta idea más lejos: vuestra aventura no solo os ha dejado sin hogar, sino que al igual que sucedió con Adán, habéis probado vuestro primer bocado de Sabiduría y experiencia; de ahora en adelante no os será fácil coger frutos con que llenaros las tripas sino que ganaréis el pan con el sudor de la culpa, como hacen las masas humanas. Vuestro padres, si lo conozco bien, no dejará pasar esta ocasión de expulsaros del jardín del Edén.”

Este Adán americano, es colonizador, hombre hecho a sí mismo, ahí está el Sueño Americano.

Me encanta cómo la obra, ya lo indiqué anteriormente, va avanzando en forma y temas, y evoluciona del realismo al postmodernismo; los momentos en los que me di cuenta de ello empiezan a aconteceren la parte final aunque empiezan con la falibilidad del recuerdo:

“-En suma, pues: ¿se es lo que se recuerda?

-Sí –convino Ebenezer-. O mejor yo no sé lo que soy, pero sé que soy y que he sido merced a la memoria. El recuerdo es el hilo que ensarta los abalorios, constituyendo el collar; o como el hilo de Ariadna, del cual hizo entrega el ingrato Teseo: indica qué camino he seguido por el laberinto de la vida, me vincula con el punto de partida.” (ese recuerdo, esa memoria se torna aún más falible según se avanza en la obra, por los trastornos de identidades)

Y se extiende a la propia realidad como vemos en este diálogo entre Burlingame y Ebenezer:

“Sólo quería dejar bien sentado que toda aserción sobre el tú y el yo, incluso de cara a uno mismo, es un acto de fe imposible de verificar” a lo que Ebenezer responderá anonadado “¡Santo cielo, tu discurso me ha robado los símiles: no conozco nada que sea inmutable y seguro!”: la realidad que conocemos, fragmentada, es irreal, nunca podemos conocerla de manera absoluta e inmutable, se resquebraja: “-¡Todo esto es sumamente cambiante y confuso! […] ¡Nadie es quien ni lo que yo creo que es! -Pasan muchas cosas –asintió crípticamente el criado- que a gentes como vos y como yo se nos escapan. Maldita sea si las cosas son los lo que aparentan.”

Realidad, apariencia y recuerdo se mezclan cada vez más y a la luz de este relativismo, se enfatizan cosas menos universales. Lejos todavía del inicio del postcolonialismo que surgiría en 1978 con la obra de Edward Said “Orientalism”; Barth, con todo lo indicado anteriormente acomete una reescritura postcolonialista de los clásicos para modificar y subvertir el diálogo tradicional; de ahí el uso de la parodia y la ironía; todo se convierte en una farsa, sólo hay que ver el segundo nivel de lectura que nos da con los fragmentos de los diarios íntimos de sir Henry (de 1608), que van pintando la historia del antepasado de Henry y que no es más que una reescritura del cuento de John Smith y Pocahontas aunque con “algunas diferencias” como podemos ver en este párrafo:

 “Comenzó entonces Attonce a darse de palmotadas en la panza con el fin de despertar un mayor apetito de viandas y, en viéndolo, otro tanto hizo Burlingame, hasta que el estruendo de las tripas de uno y otro resonó por sobre las ciénagas como fragor de volcán. Acto seguido, Attonce, cruzado de piernas, dio en rebotar con las posaderas sobre el suelo, para agradar aún más su apetito; hizo otro tanto Burlingame que no daba cuartel a su rival, y la misma tierra entremecíase bajo el peso de sus espantables traseros. […] Y ansí estuviéronse  un buen espacio, efectuando numerosos rituales con que azuzaban el hambre, en tanto nuestra compañía los observaba, atónita, sin saber qué estaban presenciando, e los salvages batían palmas e danzaban en derredor, y Pokatawetussan miraba con lascivia a uno y otro rival.”

En clave de humor, la lucha entre los dos comilones dará un ganador que desflorará a Pokatawetussan. Esta visión desarma el porte apuesto y viril de una persona de principios, un gran americano, para igualarlo con la tribu de indios; es insólito, pero se produce durante el texto una lectura en contra del imperialismo británico dando aún más importancia a los personajes de otras razas y poniendo a los colonos al nivel de los indios.  Por si no nos quedara claro, en la parte final el norteamericano clarifica la reescritura del texto:

 “Otrosí fue tan osado que me mostró una relación escrita donde se refería cómo salvó a Pocahontas , cuya relación pensaba incluir en su mendaz Historia; aquella versión no hacía mención ninguna de la infamante desfloración de la princesa, sino meramente daba a entender que la doncella había sucumbido al porte viril y hermoso rostros de mi capitán. Así pues yo debía fingir que creía en aquella farsa burlesca y fue ello mismo lo que hame movido, con la esperanza de así apaciguar mi angustiada consciencia, a llevar a cabo aquesta relación verdadera en mi diario, en cuyas páginas ruego a Dios jamás pose mi capitán sus lúbricos ojos.”

La dicotomía “history-story” se hace presente, cobrando aún mayor importancia la segunda parte (“story”, esos cuentos dentro de otros cuentos)  debido a la falta de fiabilidad de la primera.

En un principio pensé sobre todo en lo anterior como motivo principal de la obra, sin embargo, ya acabando el libro me encontré con esto:

“El plantador de tabaco gozó de una popularidad constante entre las gentes de letras de Londres, bien que no era la clase de popularidad que hubiera deseado su autor. Los críticos lo consideraban un buen ejemplo de la clase de farsa satírica entonces en boga; elogiaban la rima y el ingenio; aplaudían las caracterizaciones y lo grotesco de la acción…, pero ni uno solo se tomaba en serio el poema.”

En un texto como este donde todo es farsa, ironía y parodia, ¿podría pensarse que precisamente nos quería mostrar algo serio? Según el texto de Edmund Fuller “The Joke is on Mankind” para el New York times, con el que estoy bastante de acuerdo, quizá el autor quería expresar a través de esta obra lo que es la humanidad: una sátira, un conglomerado de fragmentos que a veces no se pueden discernir y que constituyen, como nuestras vidas, una (tragi)comedia en sí mismos.

Infinitas posibilidades y reflexiones las que nos ofrece esta obra que, en mi opinión, es capital e imprescindible. Una obra mastodóntica que constituye un hito único por su influencia posterior y, cómo no, por sí misma. Necesitamos más de John Barth.

“Mientras los mortales duermen” Kurt Vonnegut

La vida del fallecido escritor norteamericano Kurt Vonnegut (1922 – 2007) no fue nada fácil desde que se alistó en el ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Durante las batalla de las Ardenas quedó tras las líneas enemigas y fue capturado por el ejército alemán y hecho prisionero en la ciudad de Dresde. Allí tuvo lugar en 1945 el bombardeo de la ciudad que quedó totalmente destruida y fue uno de los pocos que consiguió sobrevivir a la hecatombe. Estos sucesos influyeron en su obra indudablemente: de hecho el edificio en el que estuvo recluido (llamado por los alemanes Schlachthof Fünf), es decir, Matadero 5, serviría de inspiración para su novela homónima y que le haría mundialmente famoso.

Escogió como señas de identidad de su escritura la ciencia ficción, tanto en novelas como en relatos, la sátira y el humor negro. Estas señales están presentes en la excelente recopilación de cuentos cortos “Mientras los mortales duermen” que publica la editorial Sexto Piso tras la anterior  “Mire al pajarito”.

Se trata de una recopilación de dieciséis cuentos cortos que se han editado tras la muerte del escritor y en ellos tenemos relatos muy eclécticos que tratan de diversos temas. Así, en “Jenny”, el protagonista vive una apasionante relación con un frigorífico y esto le sirve a Kurt para elaborar una metáfora sobre la identidad y su imperfección (“Cariño vuelve a ser un ser humano imperfecto que vive entre seres humanos”). En la alegoría dixtópica que supone “La epizootia” plantea una sátira del capitalismo y de la sociedad de consumo. En el maravilloso “Besos a cien dólares” utiliza un diálogo para expresar la superficialidad inherente en nuestras vidas (“-¿Qué anda mal en el mundo? –Que todo el mundo presta atención a fotografías de cosas. Que nadie presta atención a las cosas en sí mismas.”), este mismo tema aparece en el relato cuyo nombre da título a la recopilación, pero en una historia navideña.  En “Sr Z” se sirve del matrimonio de los protagonistas para hablar de la madurez de la familia (“Fue un buen matrimonio para los dos. Fue el fin de la inocencia para los dos”).

Así se van sucediendo el resto de cuentos,  tratando sobre la búsqueda de la identidad, la madurez de la persona tras una pérdida, el paso de la niñez a lo adulto, el crecimiento a través del cultivo de los valores: la humildad, la sinceridad, la honestidad, etc. Y lo hace con sencillez, sin grandes artificios técnicos, los relatos no son enrevesados en forma, pero el fondo te llena plenamente. Esa magia de la narrativa breve que llega en lirismo e intensidad a la poesía.

Podemos decir que todos ellos conforman una novela de desarrollo. El mensaje que transmite, paradójicamente, es tan positivo que, si no fuera porque sabemos lo que le sucedió en su vida, no lo podríamos imaginar por sus cuentos. El quería sencillamente que el mundo fuera mejor, que no nos olvidáramos de soñar y de creer (“La realidad nunca fue suficientemente buena para él, es un soñador”).

Valoración del libro: