Habitualmente solemos conmocionarnos con el malvado de turno, sin embargo, ¿qué hacemos cuando nos encontramos a cuatro protagonistas que encarnan un mal sin fisuras? ¿Sin posibilidad de redención de ningún tipo? ¿Sin finales edulcorados? Esa es la sensación que te queda tras leer lo que parece una simple trama victoriana del típico cazarrecompensas que busca casarse con una rica heredera para solucionar su vida, el eje argumental de la novela “Harriet” de la inglesa Elizabeth Jenkins que nos trae en su fantástico sello Rara Avis Alba, del que he hablado varias veces ya en este blog.
El personaje con aviesas intenciones se caracteriza por su falta de pudor y su amoralidad inherente, capaz de subyugar a la protagonista Harriet, Lewis de muestra su poder, reflejo de la sociedad patriarcal:
“No se había esforzado en ver a Harriet, porque jamás dudo de la grandísima influencia que tenía sobre ella, y sabía que lo único que tenía que hacer, a su debido tiempo, era completar los detalles prácticos del proyecto. Su falta de pudor era inimaginable y estaba plenamente convencido de que dominaba la situación.”
Lo terrorífico es que él solo no se basta para urdir una trama, un proyecto que le llevará a intentar apoderarse de la herencia de Harriet; Lewis se valdrá de Alice, su amante, además de su hermano Patrick y la esposa de este Elizabeth, ninguno de ellos le va a la zaga, por ejemplo tenemos el caso de Alice:
“Quien se atreviera a amenazarla no sólo era un obstáculo que había que sortear a toda costa, era un enemigo íntimo que le causaba consternación y horror. Cualquier manifestación del sufrimiento de Harriet o cualquier compasión que le demostrara tenían como consecuencia que Alice se concentrase en oponerse con todas sus fuerzas. “
Lewis y sus conspiradores se refugian en un submundo paralelo donde creen que todo lo que hacen es correcto y consideran además que el resto no les entiende:
“No atenazaba a Lewis ninguna sensación de culpa y tampoco estaba en pugna con sus remordimientos. (…) Despreciaba a los clérigos, a las ancianas y a cualquiera que fuese un obstáculo para su paz, pero temía y odiaba las fuerzas de la censura pública que estos individuos representaban. Tenía la impresión de que el mundo entero le era hostil y se sentía maltratado, pues sabía que sus críticas serían bastante más duras de lo que merecía.”
Mentir se convierte casi en el menor de sus pecados, teniendo en cuenta el alcance de lo que realizarán (y que no pienso comentar para desvelar sorpresas) debido a tener una conciencia totalmente desviada:
“No sólo era conveniente sino justo mentir a la señora Ogilvy. Si esta se hubiera enterado de que su hija estaba encerrada, habría puesto el grito en el cielos, se habría equivocado del todo al juzgar la situación desde su limitado punto de vista. Con el beneplácito de su propia conciencia, Elizabeth se sirvió de toda su capacidad de engaño y resistencia para proteger algo que estaba plenamente justificado: no le cabía la menor duda.”
De hecho, lo que destapará lo sucedido será precisamente esta conciencia errónea y la falta de imparcialidad, no tener a alguien desde el exterior que les ponga en objetividad con lo que en realidad está sucediendo, su realidad es alternativa y desvirtuada, un círculo vicioso de malignidad:
“Estaban tan alterados que casi olvidaron la sensación de peligro. Todo era sencillísimo, su solidaridad inquebrantable frente a un mundo que nada tenía que ver con ellos ni con sus intereses, un mundo por tanto de orden inferior que no tenía en cuenta sus derechos, y esto les infundía una confianza y un valor muy profundos.”
Al final, la impresión, a pesar de la relativa justicia es la de desolación por haber evitado lo que sucedió; más doloroso resulta teniendo en cuenta que es un hecho que sucedió realmente. El hombre es el verdadero enemigo del hombre; es capaz de cualquier cosa y, además, buscar una justificación que le valga para hacerlo. Qué terrorífico.
Muy buena obra que, en su momento, le arrebató algún premio al fabuloso “Un puñado de polvo” del grandísimo Waugh y que nos sirve para descubrir a esta buena escritora.
Los textos provienen de la traducción del inglés de “Harriet” de Elizabeth Jenkins por Catalina Martinez Muñoz para esta edición de Alba.
¡Hola! Soy nueva por aquí. Me ha conquistado la reseña, me lo apunto.¡Gracias!
Genial Sara!! Pues Bienvenida y que nos sigamos viendo!!
Un abrazo
¡Hola! Yo también llego nueva y me encanta tu blog 🙂 Tengo unas ganas tremendas de leer “Harriet” desde hace bastante, a ver cuando me animo.
He visto que has leído “El Oasis”, yo lo tengo en casa y será mi próxima lectura 🙂 Pero quería preguntarte si vas a hacer una reseña de él.
Un beso 🙂
Hola Elena!!
Genial, me encanta que te guste.
Sí, esta misma semana voy a publicar la reseña de “El Oasis”, es muy buen libro, de hecho es el que más me ha gustado de ese inicio de colección de Turner.
Un abrazo y que nos sigamos viendo por aquí.