“Las dos Señoras Abbott” de D. E. Stevenson. El costumbrismo británico.

las-dos-senoras-abbott-9788484289685Después de leer el segundo libro de D.E. Stevenson, que continuaba las peripecias narradas en el fabuloso “El libro de la señorita Buncle”, no voy a esconder que no guardaba muchas esperanzas con este tercero. “El matrimonio de la señorita Buncle” olvidaba toda la parte literaria que supuso una mezcla deliciosa de ficción-realidad del primer libro, mucha metaliteratura que ayudaba a la comedia y representaba una crítica al proceso de edición-publicación de novelas, para centrarse más en las relaciones de la protagonista con su futuro marido y con el resto de habitantes. La mezcla por momentos se quedaba a medio camino, perdiendo parte del humor que la caracterizaba.

En este, “Las dos Señoras Abbott”, volvemos a tener como centro  a la protagonista de los dos anteriores, ahora convertida en Bárbara Abbott, ya con dos hijos, cuando se encuentra con una amiga de su antiguo pueblo:

“La primera impresión de Sarah fue que su antigua amiga había cambiado mucho, pero al cabo de unos minutos se dijo que “cambiado” no era la palabra exacta. Bárbara se había desarrollado, eso era. Seguía siendo tan natural como siempre, se interesaba por los demás y poco por sí misma; y tan humilde y sincera como el primer día también. Había engordado un poquito, desde luego, vestía mejor y se comportaba con mayor seguridad… Pero eran unos cambios meramente superficiales. Le dio tiempo a advertir todas esas cosas mientras Bárbara intentaba convencer a su hijo, y finalmente lo convencía, de que se marchara por las buenas a cambio de una galleta de chocolate.”

Lo bueno de esta entrega es que, gracias a la presentación de nuevos personajes Stevenson consigue, prácticamente, una novela coral; descentraliza la atención de Bárbara sin perderla de vista y vuelve a presentarnos a una escritora nueva (Janetta) con el ansia de demostrar la calidad de su obra por encima de la simple literatura comercial. La hermana y mánager de Janetta, Helen, no querrá salir fácilmente de esta situación tan cómoda para ella:

“-Es una novela -dijo -Helen en tono tranquilizador.

-Quiero escribir algo sobre personas de la vida real -dijo Janetta. Le sorprendió oírse decir eso, porque no lo había pensado hasta ese momento, pero su sorpresa no fue nada comparada con el pasmo y la consternación que tan sencillas palabras causaron en su hermana.”

De hecho, intentará convencer al marido de la Bárbara para conseguir que esta escritora vuelva a ponerse a escribir las obras que hacía anteriormente con resultado adverso:

“El señor Abbott no respondió. Por supuesto, comprendía que por la editorial y por su socio, estaba obligado a hacer cuanto estuviera en su mano para que Janetta volviera al trabajo, pero le iba a costar un gran esfuerzo, porque no le gustaban sus novelas. No le gustaban nada. Había encontrado una definición (muy convincente para él) del último producto de su pluma: puro cartón piedra.”

El propio señor Abbott se da cuenta de que este tipo de literatura es más bien “cartón piedra”, nombre que podemos aplicar perfectamente a muchas de las novedades que salen actualmente…

El relato costumbrista de los vecinos del pueblo de las dos señoras Abbott funciona a la perfección: además de la trama literaria que servirá de trasfondo para reflexionar sobre la construcción de la identidad de uno mismo y sobre todo lo relacionado con la literatura; se suman una serie de subtramas que le sirven para relacionar a los personajes, según sus costumbres e interacciones con el resto de habitantes de la población, consiguiendo por momentos , alguna situación brillantísima que me sacó las carcajadas como todo lo relacionado con la búsqueda (delirante) del espía o los soldados alojados en la casa.

No falta la trama amorosa, pero, afortunadamente, se olvida de los lugares comunes:

“No tenía por qué preocuparme de Cyril ni de Edward y compañía. A ninguno de ellos se le ocurrió declararse en la sala de espera del dentista. Ni se me había ocurrido a mí, por cierto. La verdad es que no me declaré, a menos que se considere que enarcar las cejas es una declaración de amor, ¿verdad? -le preguntó al niño de piedra-. ¿A ti te parece que eso puede considerarse una declaración? Es muy importante, la verdad.

El Niño de piedra no respondió.

-Bueno, es igual -dijo Archie -. No me extraña que no puedas responderme de buenas a primeras. Piénsalo y después me lo dices.”

En su afán de declararse de una forma distinta a la de los libros de la escritora  que ya conocía, la localización es, ciertamente, poco común y la respuesta a la declaración se caracteriza por la sutileza.

Nueva muestra de ese subgénero costumbrista que tan bien han cultivado los británicos y tantas alegrías nos dan autoras como Stevenson, Gibbons o Mitford… pequeñas delicias para disfrutar sin complejos.

Los textos vienen de la traducción del inglés de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera de “Las dos señoras Abbott” de D. E. Stevenson en el sello Rara Avis de Alba.

“Harriet” de Elizabeth Jenkins

harriet-9788484288909Habitualmente solemos conmocionarnos con el malvado de turno, sin embargo, ¿qué hacemos cuando nos encontramos a cuatro protagonistas que encarnan un mal sin fisuras? ¿Sin posibilidad de redención de ningún tipo? ¿Sin finales edulcorados? Esa es la sensación que te queda tras leer lo que parece una simple trama victoriana del típico cazarrecompensas que busca casarse con una rica heredera para solucionar su vida, el eje argumental de la novela “Harriet” de la inglesa Elizabeth Jenkins que nos trae en su fantástico sello Rara Avis Alba, del que he hablado varias veces ya en este blog.

El personaje con aviesas intenciones se caracteriza por su falta de pudor y su amoralidad inherente, capaz de subyugar a la protagonista Harriet, Lewis de muestra su poder, reflejo de la sociedad patriarcal:

“No se había esforzado en ver a Harriet, porque jamás dudo de la grandísima influencia que tenía sobre ella, y sabía que lo único que tenía que hacer, a su debido tiempo, era completar los detalles prácticos del proyecto. Su falta de pudor era inimaginable y estaba plenamente convencido de que dominaba la situación.”

Lo terrorífico es que él solo no se basta para urdir una trama, un proyecto que le llevará a intentar apoderarse de la herencia de Harriet; Lewis se valdrá de Alice, su amante, además de su hermano Patrick y la esposa de este Elizabeth, ninguno de ellos le va a la zaga, por ejemplo tenemos el caso de Alice:

“Quien se atreviera a amenazarla no sólo era un obstáculo que había que sortear a toda costa, era un enemigo íntimo que le causaba consternación y horror. Cualquier manifestación del sufrimiento de Harriet o cualquier compasión que le demostrara tenían como consecuencia que Alice se concentrase en oponerse con todas sus fuerzas. “

Lewis y sus conspiradores se refugian en un submundo paralelo donde creen que todo lo que hacen es correcto y consideran además que el resto no les entiende:

“No atenazaba a Lewis ninguna sensación de culpa y tampoco estaba en pugna con sus remordimientos. (…) Despreciaba a los clérigos, a las ancianas y a cualquiera que fuese un obstáculo para su paz, pero temía y odiaba las fuerzas de la censura pública que estos individuos representaban. Tenía la impresión de que el mundo entero le era hostil y se sentía maltratado, pues sabía que sus críticas serían bastante más duras de lo que merecía.”

Mentir se convierte casi en el menor de sus pecados, teniendo en cuenta el alcance de lo que realizarán (y que no pienso comentar para desvelar sorpresas) debido a tener una conciencia totalmente desviada:

“No sólo era conveniente sino justo mentir a la señora Ogilvy. Si esta se hubiera enterado de que su hija estaba encerrada, habría puesto el grito en el cielos, se habría equivocado del todo al juzgar la situación desde su limitado punto de vista. Con el beneplácito de su propia conciencia, Elizabeth se sirvió de toda su capacidad de engaño y resistencia para proteger algo que estaba plenamente justificado: no le cabía la menor duda.”

De hecho, lo que destapará lo sucedido será precisamente esta conciencia errónea y la falta de imparcialidad, no tener a alguien desde el exterior que les ponga en objetividad con lo que en realidad está sucediendo, su realidad es alternativa y desvirtuada, un círculo vicioso de malignidad:

“Estaban tan alterados que casi olvidaron la sensación de peligro. Todo era sencillísimo, su solidaridad inquebrantable frente a un mundo que nada tenía que ver con ellos ni con sus intereses, un mundo por tanto de orden inferior que no tenía en cuenta sus derechos, y esto les infundía una confianza y un valor muy profundos.”

Al final, la impresión, a pesar de la relativa justicia es la de desolación por haber evitado lo que sucedió; más doloroso resulta teniendo en cuenta que es un hecho que sucedió realmente. El hombre es el verdadero enemigo del hombre; es capaz de cualquier cosa y, además, buscar una justificación que le valga para hacerlo.  Qué terrorífico.

Muy buena obra que, en su momento, le arrebató algún premio al fabuloso “Un puñado de polvo” del grandísimo Waugh y que nos sirve para descubrir a esta buena escritora.

Los textos provienen de la traducción del inglés de “Harriet” de Elizabeth Jenkins por Catalina Martinez Muñoz para esta edición de Alba.

“El matrimonio de la señorita Buncle” de D.E. Stevenson

el-matrimonio-de-la-senorita-buncleHace prácticamente un año de la publicación del fabuloso “El libro de la señorita Buncle” que comenté por aquí  y que estuvo en mi selección de lo mejor del año más que merecidamente por la sabia mezcla de comedia de costumbres, sátira sobre el mundo editorial y todo lo que lleva a su alrededor y las fronteras “difusas” entre realidad y ficción. Era una delicia, no os voy a engañar, y sigo recomendándolo a los cuatro vientos.

Pues bien, al final el libro, poco a poco, ha tenido tal éxito que vemos ahora la segunda parte, “El matrimonio de la señorita Buncle”, publicado nuevamente por el interesantísimo sello Rara Avis de Alba.

Tal y como sugiere el título, el estatus quo de nuestra singular protagonista ha cambiado, y mucho; pero, sin embargo, ella permanece tal y como la conocimos, tan encantadora, humilde y divertida: 

“[…] cuando la pura verdad era que seguía siendo Bárbara: una niña feúcha y torpe. Tenía el mismo cuerpo (ahora era más alta, pero el cuerpo era el mismo sin la menor duda, hasta la misteriosa marca marrón del muslo derecho, que parecía un ratoncito. Nunca se la había visto nadie, eso seguro, pero seguía ahí: la prueba visible de que seguía siendo la misma de siempre: Bárbara Buncle, solo eso). Su pelo tenía tan poca gracia como siempre (aunque ahora era un poco más soportable gracias a un ondulado permanente) y las personas “brillantes” la asustaban igual que antes, y los relámpagos, y los perros grandes, y los dentistas, y tenía el mismo valor de siempre para sobrellevar sus miedos sin decir una palabra. Y por último, aunque no menos importante, le gustaban las mismas cosas de siempre –los helados, los pasteles, los bollos con mucha mantequilla- y le encantaba salir por la noche cuando brillaban las estrellas, como siempre y acostarse tarde y desayunar en la cama. Estaba segura de que un día alguien descubriría que era una impostora en el mundo de los adultos.”

No solo cambia su estatus, también se trasladan a un nuevo sitio, “Wandlebury” que D.E. Stevenson refleja con todo lujo de detalles, espléndido el relato costumbrista de esos pequeños pueblos ingleses, tanto en lo pintoresco y geográfico como en el retrato de sus personajes:

“La idiosincrasia de las ciudades y pueblos ingleses es tan variada como la de una prima donna. Unos se esconden en medio de un bosque o se agazapan detrás de unos montes y asaltan de pronto al automovilista al doblar una curva de la carretera; otros se alzan en la cima de una colina, con los tejados y las agujas apuntando al cielo para que los vea todo el mundo. Y aun otros dormitan en una llanura y el viajero los divisa a lo lejos, desde kilómetros de distancia; van haciéndose cada vez más grandes: al principio parecen de juguete y, a medida que el viajero se acerca, se vuelven de tamaño real. Unas ciudades despliegan por los alrededores lujosas barriadas residenciales de casas de campo y chalets muy nuevos y ordenados; otras, hileras largas de casitas para los obreros, donde los niños juegan cerca de las puertas.”

“La verdad es que la gente es rarísima –pensó-, la de Wandlebury lo es, la de Silverstream también, a su manera. Supongo –siguió pensando-, supongo que no hay nadie normal en el mundo, en ninguna parte.”

Cualidades estas que corroboran el buen hacer del primer libro y que nos acercan a ese retrato de la campiña inglesa de principios del siglo XX de la que tan buenas muestras tenemos (Gibbons, Mitford, ….). Desde ese punto de vista la novela se sostiene muy bien; la trama, en esta ocasión y este nuevo lugar, tiene que ver con sus divertidos protagonistas y sobre la posibilidad de recibir una herencia o no según unas cláusulas ciertamente curiosas;  en cuanto a la idea, ciertamente, funciona, mantiene la el grado de interés desde el principio hasta la recta final sin que casi te des cuenta.

Sin embargo, lo que hacía especial a la anterior novela, en esta, pasa muy de puntillas. Me refiero, como comenté al principio, a la sátira editorial y a los juegos metaliterarios entre lo que era real o no del libro que la señorita Buncle escribió; se comenta lo siguiente con respecto al humor de Buncle:

“La diferencia era tan sutil que nadie más la habría detectado, es decir: nadie que no conociera a Bárbara sería capaz de detectarla. La diferencia consistía solo en lo siguiente: en los otros libros, Bárbara resultaba divertida sin saberlo, pero en el nuevo, sabía cuándo lo era.”

“El humor de Del Dicho al Hecho… no perdía gracia por ser consciente: al contrario, a Arthur le parecía que ganaba mucho.”

No voy a negar este esfuerzo consciente, pero sigo pensando que los mejores momentos humorísticos se producen, precisamente, cuando escribe el libro basándose en lo que está sucediendo en el pueblo y los juegos que surgen relacionados con él. Desgraciadamente, en esta ocasión, es una subtrama adicional, mientras que en el otro era la trama principal.

De todos modos, el resultado es muy aceptable, de un nivel mayor que la media. Un entretenimiento de calidad y que disfrutará la mayoría de la gente que vaya a por él.

Textos de la traducción del inglés de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera para esta edición de “El matrimonio de la señorita Buncle”.

“Pioneros de la ciencia ficción rusa” por varios autores

pioneros-de-la-ciencia-ficcion-rusa-9788484288282Nos estamos acostumbrados a que el sello Rara Avis de Alba nos sorprenda más que gratamente como ya ocurrió con “La formación de la marquesa” de Frances Hodgson Burnett  y con “El libro de la señorita Buncle” de D.E. Stevenson.

En esta ocasión se ha encargado de seleccionar textos de cuatro autores rusos, pioneros en el campo de la ciencia ficción; esta edición y selección inconmensurable, además de la traducción, corren a cuenta de Alberto Pérez Vivas. Los elegidos, a cuál mejor, han sido los siguientes:

Alekséi N. Apujtin (1840-1893), gran amigo de Chaikovkski, no escribió principalmente ciencia ficción, más bien poesía, por lo tanto su relato “Entre la vida y la muerte” (1892) es bastante atípico en su producción literaria.

Se trata de un relato desde la muerte, novedoso por estar narrado desde el punto de vista de un recién fallecido, que satiriza lo que rodea la muerte y la actitud de los demás ante ella: “Mi esposa, sin lugar a dudas, estaba terriblemente afligida por mi fallecimiento; no obstante, en cualquier demostración pública de dolor está presente invariablemente cierta dosis de teatralidad, que rara vez hay quien pueda evitar. Incluso la persona más sincera en su desconsuelo no puede apartar la idea de que otros la están mirando.”

Pero al mismo tiempo se convierte en un alegato optimista, de canto a la vida: “¡Oh, si pudiera vivir! ¡Si pudiera ver las caras de la gente, escuchar las voces humanas, poder relacionarme de nuevo con personas de todo tipo… buenas y malas! ¿Acaso hay en el mundo sujetos que sean del todo indeseables? Si recordamos las severas condiciones de indefensión e ignorancia en torno a las cuales gira la vida del hombre, entonces, debemos admirarnos de que pueda existir gente honrada en el mundo.”

El gran final se convierte en una paradoja que resulta muy satisfactoria y que nos rompe los esquemas a pesar de que podamos preverlo.

El segundo de los seleccionados es Porfiri P. Infántiev (1860-1913), curiosamente “En otro planeta” (1896), el texto escogido es también una isla en su labor periodística muy alejada del género. Sin embargo, la obra se caracteriza por su clarividencia a la hora de adelantarse a inventos posteriores como el DVD, el cd, el gps, la grabación musical, el playback, etc… a la hora de representar, novedosamente en su momento, una sociedad ambientada en Marte a través de una premisa sencillamente aplastante en su simplicidad:

“Es cierto que mi cuerpo permanece aquí en la Tierra, pero mi conciencia, lo que constituye mi propio yo, se transporta completamente al planeta Marte, y además no adoptando una forma tangible o inmaterial –con lo cual no podría percibir la naturaleza física del planeta-, sino que mi yo se traslada a otra forma corporal, al cuerpo de uno de los habitantes de aquel planeta.”

Qué mejor que hacer traspaso de conciencias con otro planeta para poder vivir la experiencia de estar en él; aunque al trasladarte te encuentres con que el aspecto de los marcianos no es el que esperabas:

“Imagínense una especie de enorme sapo, con una cabeza como de pájaro de tamaño imponente, sobre un cuello rechoncho y fuerte. En medio de su ancha frente, en su parte inferior, brillaba un único, esférico y voluminoso ojo, dirigido fijamente hacia mí. Justo debajo, le salían unos labios prominentes, blandos y alargados como su ancho pico, con una gruesa lengua en su interior.”

Es indudable que se exprimió la imaginación para resultar lo suficientemente gráfico y lo consigue con creces; es interesante comprobar igualmente las ansias utópicas del ruso a la hora de reflejar lo que debería ser un sistema educativo correcto.

“Estas escuelas-residencia se encuentran en cualquier lugar con un entorno de cierto valor paisajístico, frecuentemente a la orilla del mar. En ellas la vida de los niños transcurre entre juegos, entretenimientos y diversiones. Pero, al mismo tiempo que se les enseña a hacer corros, canto, baile, gimnasia, etc., aprenden de forma amena y casi sin darse cuenta a leer, escribir, las primeras nociones de matemáticas y también conceptos básicos de historia universal, geografía, astronomía… El sistema educativo marciano está pensado de forma que el niño no tiene necesidad alguna de forzar su memoria y agotar su concentración.”

De ahí que la historia resulte educativa, a la par que entretenida; un gran relato que refleja un mundo utópico donde subyacen temas como el respeto al otro a pesar de ser distinto y la valoración individual de la persona en una sociedad.

Del tercero de ellos Valeri Y. Briusov  (1873-1924), se puede decir que fue un prolífico escritor además de versátil y cultivó casi todos los géneros: la poesía, la novela, la dramaturgia, etc, y ejerció tanto de crítico como historiador. Es del único del que se han seleccionado dos cuentos: “La montaña de la Estrella” (1899) y “La República de la Cruz del Sur” (1905). En el primero se refleja el nacimiento y caída, el apocalipsis de una sociedad extraña, extraterrestre, donde las dicotomías se reflejan en todo su esplendor con un relato que no tiene nada que envidar a los relatos de sociedades futuras; increíblemente, no fue publicado hasta 1975. Mi favorito, sin embargo, es el segundo:

El motivo es porque podemos estar hablando de la primera historia de zombis del siglo XX; parte de una base científica:

“La enfermedad adquirió tal denominación, porque los afectados por ella continuamente actúan de forma contraria a sus propios deseos, queriendo una cosa pero diciendo y haciendo otra. (El nombre científico es mania contradicens) Suele comenzar con una débil sintomatología, principalmente en forma de singular afasia. El enfermo dice “no” en vez de “sí”; cuando quiere dirigir a alguien unas palabras agradables, acaba cubriéndolo de improperios, etc. […] Con la progresión de la enfermedad, esas contradicciones acaban adueñándose de la vida física y espiritual del sujeto, y son innumerables las variantes de acuerdo con las peculiaridades individuales de cada uno.”

Es memorable sin embargo lo que desencadena a partir de esta aparente nimiedad, esas variantes peculiares a cada individuo que nos llevan a un final descarnado, pródigo en detalles escabrosos pero brutal en su concepción: “En esos días la Ciudad de las Estrellas era una enorme caja negra, donde algunos miles de criaturas pseudohumanas habían sido arrojadas al hedor de cientos de miles de cadáveres putrefactos; un lugar donde no quedaba nadie entre los vivos que fuera realmente consciente de su situación. Una ciudad de locos, un gigantesco manicomio, el más grande y repulsivo Caos que haya conocido nunca la humanidad.”

Desde luego, es una pequeña delicia para los amantes del terror que justifica, él solo, la existencia de esta antología.

Para acabar, tenemos a Serguéi R. Mintslov (1870-1933), que realizó sobre todo estudios autobiográficos y destacó con sus novelas históricas,; sin embargo, jugó con estudios científico-técnicos que propiciaron sus relatos de ciencia ficción; es paradigmático de estos últimos este  “El misterio de las paredes” (1906) con la fantástica premisa que supone la invención de un artefacto que sirve para ver y oír lo que ocurrió en el pasado de un edificio antiguo a través de sus paredes; la descripción siguiente está cargada de lirismo:

“Habían asimilado el pasado que tuvieron ante sí: en sus piedras sin vida, en el cobre, la madera, el hierro, en todas partes habían quedado atrapados discursos y sombras de las gentes que en un tiempo vivieron allí. Por eso enmudecemos en los edificios antiguos: irradian energías, sentimos su pasado, agazapados en uno u otro de sus rincones.”

En conclusión, una imprescindible antología que todo buen amante de la ciencia ficción y de la literatura de género paladeará con fruición. Una sorpresa de este año y que entra, sin haberlo pensado antes, en este Monográfico de Literatura de Género.

“La formación de una marquesa” de Frances Hodgson Burnett

la-formacion-de-una-marquesaFrances Hodgson Burnett  (1849-1924) fue una escritora que nació en Gran Bretaña aunque luego se trasladó a Estados Unidos. Alba, a través de su sello Rara Avis nos ha traído “La formación de una marquesa”, que consta de dos partes, aunque inicialmente se publicaron separadas en el mismo año 1901, ahora se publican conjuntamente; estas dos partes son “La formación de una marquesa” y “Los métodos de Lady Walderhurst”.

En esa primera parte asistimos a uno de esos relatos típicos de época que tanto se popularizó y dio tantas buenas muestras de saber hacer, solo hay que recordar los casos de Stella Gibbons o Nancy Mitford; en el que una muchacha de origen humilde busca solucionar su vida casándose con un rico heredero que haga que todo sea más fácil, aunque ni siquiera se lo proponga, pero con la ayuda inestimable de una madre esforzada: 

“A veces, cuando hablaba con la muchacha, miraba a Lord Walderhurst con impaciencia. Una madre inquieta apenas podría haberlo observado con mayor deseo de analizar sus sentimientos. Harían una pareja estupenda. Él sería un excelente marido. Y tenía tres casas, y magníficas joyas. Lady Maria le había hablado de cierta tiara de diamantes que con frecuencia imaginaba refulgiendo en la exquisita frente de Agatha. A ella le quedaría infinitamente mejor que a la señorita Brooke o a la señora Ralph, que nunca la lucirían con espíritu.”

A pesar de resultar más convencional, la narración es sutil, clásica, modélica, ágil a pesar de no descuidar la forma más bien lírica de ciertos momentos. Sin embargo, esta convencionalidad desaparece al avanzar en la magnífica segunda parte. La aparición de Alec Osborn, el posible heredero que se ve perjudicado por la aparición de la nueva marquesa y su exótica esposa desencadenan momentos de  una mala leche excepcional y muy alejados del típico relato decimonónico, solo hay que comprobar el momento en el que el tal Osborn se entera del matrimonio de Lord Walderhurst con la inocente y bondadosa Emily Fox Seton:

“Cuando recibió la noticia, Alec Osborn se encerró en sus habitaciones y estuvo blasfemando hasta que se le amorató la cara y corrieron sobre ella gruesas gotas de sudor. Era la maldita y negra suerte; y la maldita y negra suerte merecía negras maldiciones. Lo que los muebles de la habitación del bungaló oyeron fue bastante tremebundo, pero el capitán Osborn creía que la ocasión lo requería.”

Enervante le resulta al heredero la sola presencia de Emily, marquesa de Walderhurst que, si cabe, resulta del todo empalagosa y contraria a sus intereses y que, sin embargo, es tan sencilla que con poquito se conforma:

“Disfrutar del silencioso y perfecto funcionamiento de la gran mansión, salir en un carruaje sola o con cochero, pasear y leer, entretenerse el tiempo que fuera en las huertas y los invernaderos, para una mujer sana y con una flamante capacidad para disfrutar eran lujos de los que no podía cansarse.”

Hasta la mujer de Alec, Hester, no podrá abstraerse de la situación y, en un principio, ayudará a su marido a intentar deshacerse de ella: “-¡Sí, sácala a montar! –gritó- ¡A mí qué más me da! ¡La odio!¡La odio! Te dije que no podía, pero sí puedo. ¡Qué mujer tan estúpida! No tiene la menor idea de cómo me siento. Creía que me alegraría. No sabía si escupirle a la cara o echarme a reír. Me miraba a los ojos como platos, como la Virgen María el día de la Anunciación. ¡Necia! ¡Maldita, inhumana y necia!” sobre todo cuando se enteren de la maternidad de Emily.

De ahí hasta el final, y aprovechando la ausencia del marqués, Emily tendrá que luchar contra los elementos para poder sobrevivir a una situación que no era predecible desde el momento inicial. No desvelaré más detalles sobre la trama, ya que es mejor descubrirlos con la, en un principio amable lectura que se convierte, en su segunda parte, en una muestra de perversidad femenina deliciosa y estimulante, a la par que adictiva. Poco más se puede pedir para disfrutar de una lectura más que recomendable para casi cualquier mortal al que le guste la buena lectura.