“Ágape se paga” de William Gaddis

Ya hablé largo y tendido sobre William Gaddis en este post  y su obra en particular a propósito de “Gótico Carpintero”. Ahora me extenderé sobre la otra obra disponible, más o menos fácilmente: “Ágape se paga”, novela publicada póstumamente cuatro años después de la muerte del escritor y que tenemos también en la edición de Sexto Piso.

agape se pagaPara resumir de lo que trata esta peculiar obra, Rodrigo Fresán, en el prólogo de la edición comenta lo siguiente muy acertadamente:

“Jack Gibbs, figura de reparto en JR y narrador en Ágape se paga, se dirige a nosotros desde su lecho de muerte y no es un narrador feliz. Su cuerpo le ha traicionado y el mundo es una mierda y está dominado por tecnócratas. Y su novela –en la que lleva trabajando años- se deshace en pedazos sueltos e inconexos.[…] Queda poco tiempo para volver a afirmar lo mismo de siempre: la tecnología jamás podrá suplantar la creatividad de los hombres. Así que adiós a la puntuación convencional y hola al libre fluir de conciencia y a la libre asociación de ideas que le permiten al narrador invocar tanto a Glenn Gould como a John Kennedy Toole, Miguel Ángel o Tolstói, para destilar una pócima mágica, un tónico para intentar conseguir el ágape: la amorosa sensación de ser uno con el mundo celebrado por los primeros y nada burocráticos escritores cristianos.”

Contrariamente a la anterior obra, en esta delicatessen tenemos un monólogo interior donde hay un flujo de pensamientos continuos, las ideas se entremezclan unas cosas, los signos de puntuación desaparecen irremediablemente, el fracaso del protagonista refleja el triunfo de Gaddis al acercarse cada vez más a la entropía, el tema pynchoniano por excelencia.

El escritor Rick Moody en el prólogo define a Gaddis “no como una celebridad literaria sino como un enemigo de la celebridad literaria, un escritor que muy raramente daba entrevistas, nunca leía en público, no escribía frases para las portadas de los libros de otros ni asistía a las fiestas del ambiente”. Y nos da una pista para afrontar la terrorífica prosa del escritor norteamericano: “que la mejor manera de comprender y apreciar a Gaddis es leerlo rápido y sin detenerse a pensar demasiado en lo que no dice.” Yo añadiría una segunda fase, la de releerlo para pillar todo lo que nos quiere contar:

“No, pero.. vamos a ver; todo esto tengo que explicarlo, porque no sé, no sabemos cuánto tiempo queda, y tengo que ponerme a trabajar en el, terminar esta dichosa obra mientras por qué me habré traído todo este montonazo de libros notas papeles apuntes recortes y a saber cuántas cosas más, a ver si lo pongo en orden y me organizo cuando divida estas propiedades y proceda al reparto y me quite de encima todo el follón y me libre de las preocupaciones concomitantes y sincomitantes mientras aquí me tienen retenido para abrirme en canal y rebañarme los dentros y coserme o graparme o lo que sea, maldita sea, mira qué pierna tengo, que ni es pierna ni es nada, recosida y grapada como esa antigua armadura japonesa que hay en el comedor, que es como si me hubieran desmantelado desguazado despiezado, casas, edificios adyacentes, establos, invernaderos y esto con todas las dichosas decisiones y distracciones que he tenido con los títulos de propiedad recalificaciones catastros y demás vainas, todo esto tiene que estar en este montonazo en alguna parte a ver si lo pongo en orden y zanjo toda esta historia antes que todo se derrumbe y lo engullan todo los abogados y el fisco como todo lo demás, que a fin de cuentas de eso se trata, de eso se trata mi obra, del derrumbe de todo absolutamente, del sentido, del lenguaje, de los valores, del arte, del desorden y de la dislocación que se ve por todas partes por donde mires y aunque no quieras mirar, la entropía que todo lo anega todo a la vista lo cubre, diversión y tecnología y cada crío de cuatro años con su ordenador, cada cual es el artista de sí mismo y de dónde ha salido todo esto, el sistema binario y el ordenador o computadora que se decía, de dónde ha salido la tecnología, eso lo primero ¿o es que no te das cuenta? […]

El anterior párrafo es tan paradigmático del estilo que asombra a pesar de lo que te esperes. Según los párrafos avanzan, Gaddis usa la música, en la figura de la pianola y su evolución, como hilo conductor de ese pensamiento, se suceden las reflexiones musicales y los compositores aparecen y desaparecen por las páginas (desde Wagner y Debussy a Grieg):

“Lo más emocionante de la música es tocarla cada cual por sus propios medios. Es la propia participación lo que más emociones suscita.”

El autor estaba, al final de su vida, obsesionado con lo artístico, con esa creatividad de la que hablaba Fresán y que nunca podrá sustituir a la tecnología, hay aquí un punto muy en común con otro compatriota suyo, Delillo. Él desprecia, a través de Gibbs, la falta de autenticidad:

“Ustedes denles a elegir, señor Benjamin, y la masa siempre escogerá la falsificación. ¡Escoger la falsificación, señor Huizinga! La autenticidad se borra de un plumazo, se borra del todo, señor Benjamin.”

“[…] estos ventrílocuos y yoes extraíbles extraídos que se crían y se clonan para su reproducción porque ese es el meollo de la cuestión, es ahí donde se pierde lo individual, donde desaparece lo único, donde la autenticidad se pierde no solo la autenticidad sino todo el concepto de autenticidad, ese amor por la belleza de la creación antes de ser creada que eso, ¿no era Chesterton? Esa fusión natural de la vida creada en esta creación en amor que la trasciende, una celebración del amor creado que llamaban ágape, la fiesta del amor en los primeros tiempos de la iglesia, eso es. Eso se ha perdido, eso hay que pagarlo, lo que no se encuentra en estos productos de las artes imitativas que están hechos para su reproducción a gran escala […]

Cree que las artes imitativas, sin autenticidad, han ocasionado la pérdida de ese estado primigenio maravilloso, “el ágape de los primeros cristianos”, que es casi imposible conseguir encontrarlo en el mainstream, sin embargo, sí cree que la música, tan presente en su obra, por encima de la literatura que el considera que ha perdido esa comunión inicial, puede conseguir que lleguemos a ese estado:

 […] “La música te transporta a otro estado del ser que no es el que te corresponde, sentir cosas que en realidad no sientes, entender cosas que en realidad no entiendes, ser capaz de hacer cosas que en realidad no eres capaz de hacer, sí, eso lo transforma eso te transfigura a ti en ti mismo en el yo que puede hacer más. Esa era Juventud con su intrépida exuberancia cuando todo lo que se dice todo era posible perseguida por Vejez donde estás ahora, mirando atrás a lo que destruimos, a lo que arrancamos del yo que podía hacer más, y su obra que se ha tornado mi enemigo porque de eso es de lo que puedo hablarte, de esa Juventud capaz de todo.”

Esa música capaz de llevarte de la decadencia de la Vejez a la frescura de la Juventud, capaz de todo en la vida. En fin, Gaddis, muy grande. Esperando con muchas ganas pintar su figura completa con la publicación de sus próximas obras.

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