Actualmente estamos viviendo un momento dulce en la publicación de novelas negras y/o policíacas. Este auge es debido, en gran medida, le pese a quien le pese, al éxito de los escritores nórdicos con Stieg Larsson y Camilla Lackberg a la cabeza y otros tantos después. Siempre se ha leído mucha novela policíaca, pero tras el “boom Lisbeth”, que generó unas ventas impensables, ahora se publica y se lee mucha novela de este tipo. A causa de esta explosión se han producido efectos positivos y negativos, entre los primeros podemos destacar: el montón de autores que se están publicando de todas nacionalidades, la recuperación de clásicos que permanecían descatalogados e inencontrables y la diversificación por varias editoriales; hay mucha oferta, variada y de diferentes tipos. Entre los efectos colaterales negativos, sin embargo, tenemos que destacar que, al haber tantos libros, hay muchísimas obras que se pueden quedar sin conocer por los lectores en detrimento de los más conocidos y seguros para el público general, también se está dando el caso curioso de que no se está recuperando como debiera la excelente novela negra española o de habla hispanoamericana y, por último; el olvido, excepto en el caso de Agatha Christie, de la novela de detectives de toda la vida.
Para solucionar un poco las dos primeras carencias mencionadas tenemos aquí la última novela del escritor mexicano F. G. Haghenbeck, “El caso tequila”, que nos ofrece un cocktail donde los ingredientes son: una parte de “hardboilismo”, dos partes de detective a la vieja usanza de Chandler, 3 partes de referencias pop de cine a raudales y 4 partes de humor y diversión, todos ellos mezclados y bien agitados, servidos con una rajita de limón y oyendo de fondo el “Come fly with me” de Frank Sinatra.
Cada capítulo de este fantástico libro comienza con la receta de un cocktail, primero sus ingredientes , a continuación cómo prepararlo y servirlo, para acabar con la historia de cómo y cuándo se gestó dicha bebida. La bebida, como no puede ser de otra manera, aparece a lo largo del capítulo y, a veces, incluso consigue unirla enteramente a la historia, como tenemos en el maravilloso y lírico comienzo del primer capítulo Tequila Sunrise: “El atardecer poseía tal letanía de colores que parecía que el pintor celestial se había bebido tres tequilas más que yo. Estaba seguro de que le cobrarían el exceso de rojos y amarillos. Un velero apareció en el horizonte entre los pinceles naranja durazno y amarillo mango del crepúsculo. Era una imagen bella”, describiendo la puesta de sol con los colores de la bebida.
El protagonista es el carismático Sunny Pascal, un detective de Hollywood con barba beatnik, alcohólico y en la más firme tradición de Philip Marlowe y Dan Turner, a quien le encanta su trabajo (“Me gustaba mi trabajo: ser un cabrón de tiempo completo y trabajar horas extras”) y al que le encargan el trabajo de guardaespaldas de Johnny Weissmuller en Acapulco (sí, ¡¡es Tarzán!!), desde el memorable flashforward del primer capítulo hasta los siguientes donde empieza a ir desarrollando la enrevesada trama no hay tiempo para el descanso: por las páginas pasan chicas esculturales, mafiosos mexicanos y cubanos, actores desde Frank Sinatra y John Wayne hasta Ann Margret, con referencias incluso al McGuffin de Hitchcock o al Superman de Schuster. Se toma las licencias necesarias para vivir como si estuviéramos en una época tan excitante como aquella.
Si a todos estos ingredientes ya mencionados, añadimos ese humor que impregna cada palabra del escritor, ¿hace falta algo más para recomendar este libro? Yo creo que ya tenemos un poco de todo para tener una lectura estupenda donde el verdadero “Crimen es no saber preparar un martini, el resto sólo son escándalos con mucha sangre”.