La de veces que he dicho que no me gusta la novela histórica, disfruto mucho más de la ficción, es un hecho; sin embargo, ¿cómo es posible que me atraiga a priori un ensayo histórico como es el caso que me ocupa en esta ocasión?; es buen momento para discutir sobre ello, la recomendación ha venido a través de mi librero (como de costumbre) y, cómo no, una de esas editoriales que miman sus ediciones y que demuestran un buen gusto innato.
Llevaba tiempo la editorial Ático de los libros “amenazando” con empezar una colección de novela histórica que se presentaba, a primera vista, más que interesante. Por fin en este año vemos que ha fructificado y han salido dos títulos: el primero, será un regalo de Reyes y hablaré de él más adelante. El segundo título es este “El renacimiento del siglo XII” del historiador estadounidense Charles Homer Haskins (1870-1937) en el que voy a centrarme a continuación y que supone, sin dudarlo, una joya a descubrir.
En el prólogo a esta edición española realizado por la traductora/editora Claudia Casanova se cumple con creces el objetivo de despertar (aún más) el interés de una obra que vas a leer, gracias su propia experiencia personal que relata con verdadera pasión:
“La lectura de El renacimiento del siglo XII, como el lector avezado ya adivina, fue un punto de inflexión para mí: uno de esos instantes en los que se descubre o mejor dicho, se confirma, una pasión. ¿Por qué la Edad Media? Lo sé y no lo sé. Sic et non, como diría Abelardo. En todo caso la lectura del volumen que el lector tiene en sus manos me permitió empujar las puertas de esa antesala y sumergirme de lleno en una época llena de contrastes y pasiones.
De la mano de la prosa limpia y erudita del profesor Haskins, conocí la labor que durante los años, estos sí oscuros, que transcurren entre la caída del imperio romano y las dinastías de los reyes francos, desarrollaron los monasterios y sus abades, copiando manuscritos incansablemente para consérvalos, conscientes de que allí residía la sabiduría clásica.”
A partir de ahí, ella misma resume a la perfección el valor de la obra de Haskins, conseguir dar luz a un período ciertamente oscuro y darle valor al Renacimiento medieval incluso por encima del Renacimiento que todos conocemos:
“Sí debemos reconocer que el gran Renacimiento no fue tan único ni tan decisivo como se ha supuesto hasta ahora. El contraste cultural no fue tan agudo como creyeron los humanistas ni sus seguidores modernos y durante la Edad Media se produjeron resurgimientos intelectuales cuya influencia dejó huella en los años posteriores y que poseían el mismo espíritu que el movimiento, más conocido y popular, que tuvo lugar en el siglo XV. Así pues, este volumen se centrará en uno de esos resurgimientos, el Renacimiento del siglo XII, también conocido como Renacimiento Medieval.”
A partir de ahí, el norteamericano divide cada uno de los capítulos en diferentes epígrafes, que ayudan a comprender la verdadera importancia de este renacimiento y por qué cree él que de verdad se trata de un renacimiento y de su valor en todos los ámbitos; es imposible no rendirse ante su prosa erudita y ante los hechos que despliega a caballo entre nuestra curiosidad y desconocimiento; en el capítulo segundo, hablando sobre los centros intelectuales de la época, por ejemplo, refiriéndose a la corte:
“En cuanto a la corte, feudal o real, como centro intelectual, también hay diferencias. Alrededor de 1155, un poeta de Samarcanda llamado Nizami declaró que una corte debía poseer cuatro clases de hombres sabios: secretarios de estado, poetas, astrólogos y médicos, pues “los asuntos reales no pueden llevarse a buen puerto sin secretarios competentes; sus triunfos y victorias no serán inmortalizados si no cuenta con poetas; sus empresas no tendrán éxito, a menos que se inicien en la estación adecuada, designada por astrólogos juiciosos; y la salud, la base de toda felicidad y actividad, solamente se puede procurar mediante los servicios de un médico capaz y de confianza.”
Es imposible no sentirse maravillado ante lo que nos cuenta y la forma en la que lo hace, con una prosa clara y detallista que no olvida la reflexión intrahistórica más allá de la época, como cuando habla sobre el resurgimiento de los clásicos latinos en el capítulo cuarto:
“Desde la caída del Imperio romano hasta bien entrados los tiempos modernos, los clásicos latinos han sido el mejor barómetro de la cultura de cada período de la Europa occidental. Nunca se ha perdido su estudio por completo, pero la intensidad y el tiempo dedicados al mismo suben y bajan en estrecha relación con el nivel general de educación y la actividad intelectual.”
Lo cual le lleva inevitablemente en su siguiente apartado sobre la lengua latina:
“El latín sigue siendo el medio natural de expresión de la mayoría de los poetas; la poesía latina gusta a un público más grande, y refleja todos los aspectos de la vida contemporánea. No solamente es una imitación lograda y extendida de los modelos clásicos, sino que también surgen poemas de nuevo tipo, con una gran riqueza de formas métricas nuevas, especialmente presentes en la lírica libre de los goliardos y el nuevo drama litúrgico, ambos más deudores de la tradición clásica.”
El completo texto no olvida ningún detalle, ni siquiera los detalles relativos a la jurisprudencia y el nacimiento, aunque parezca mentira, en esa época de los grandes “administradores” de dicha burocracia:
“Con el crecimiento de la burocracia, hasta la Iglesia empezó a depender más de sus abogados y juristas y, en consecuencia, fue un proceso natural que los reyes también contaran con juristas laicos o legistas. Para bien o para mal, el experto en leyes pasó a convertirse en un elemento activo del gobierno mundial: los abogados habían llegado para quedarse.”
Y en adelante tampoco falta un ensayo profundo sobre historiografía o sobre el resurgir de la ciencia; resaltando por primera vez, la necesidad de discutir sobre los clásicos, de no dar nada por sentado e incluso olvidar esa percepción establecida que consideraba que, lo clásico, por ser clásico, es inmutable:
“No hubo una comprobación sistemática de lo que decían los clásicos, ni verificación ni pruebas empíricas que lo sostuvieran. Pedir esto, claro está, es mucho pedir de cualquier era, demasiado; anti-históricamente excesivo, para el siglo que nos ocupa. Pedir algo así no equivale, sin embargo, a violar el espíritu histórico, pues ya el siglo XIII se atreve a sugerir que las afirmaciones de Aristóteles quizá pudieran estar equivocadas.”
En resumidas cuentas, estamos ante una obra capital para entender una época difícil sobre la que no hay tanto escrito y que, sin embargo, estoy convencido de que fue muy importante por los motivos que indica Haskins.
Se me antoja necesario leer esta obra, una de las mejores del año y de la que me consta que Ático de los libros va a seguir apostando por ella. Una total delicatessen para los paladares más selectos.
“La libertad es un término relativo: si los hombres no se consideran prisioneros, a todos los efectos son libres”
Los textos provienen de la traducción del inglés de Claudia Casanova en esta excelente y cuidada edición de “El renacimiento del siglo XII” de Charles Homer Haskins en Ático de los libros.
Lo que no entiendo es cómo esta obra y otros ensayos de Ático estén pasando tan inadvertidos…
Sí, por eso intento hacer un poco de labor de proselitismo con ellos. Ático está trabajando muy bien por sacar algo diferencial y vale la pena difundirlo.
Muchas gracias!
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