“La calle Great Jones” de Don Delillo

la-calle-Great-Jones-2001227829273“Las señales del comercio fueron apareciendo lentamente por la calle Great Jones, los envíos y las recepciones, el empaquetado  de exportaciones, los curtidos por encargo. Era una calle antigua. De hecho, sus materiales eran su esencia, lo cual explicaba la fealdad de hasta el último centímetro. Pero no era una miseria terminal. Hay calles que en plena decadencia poseen una especie de tono redentor, cierta sugerencia de formas nuevas que están a punto de evolucionar, y Great Jones era una de aquellas calles, siempre suspendida al borde de la revelación. Papel, hilo, cueros, herramientas, hebillas, monturas y artículos de regalo. Alguien abrió la puerta de la empresa de pulidos. Por los adoquines de la calle Lafayette llegaban camiones viejos retumbando. Los camiones se turnaban para subirse a la acera, donde varios de ellos se pasaban el día entero, ligeramente escorados, y a su alrededor caminaban hombres barrigudos con sujetapapeles en las manos, con facturas, con recibos de carga entregada, unos hombres que jamás paraban de tirarse de los pantalones para arriba. Una mujer negra emergió de la mancha de un coche abandonado, recitando entrecortadamente una canción. De la bahía llegaba un viento cortante.”

No suelo comenzar con párrafos directamente, no es mi estilo; aunque sí que es cierto que, ahora que ya tengo otras reseñas de diversos autores en el blog ,con su ficha ya no hace falta introducirlos más sino centrarme en los aspectos que interesen de sus obras por estilo, temas tratados y/o sentido final de dicha obra. Tal es el caso con el norteamericano Don Delillo y la obra que traigo a continuación “La calle Great Jones”, tercera obra de su  ingente producción literaria y que estaba incluida en mi Proyecto literario que tiene como objetivo terminar toda la obra de mis autores favoritos.

La presencia del párrafo inicial, en este caso, cobra una  especial relevancia ya que Delillo tiene la especial habilidad de sorprenderme cuando leo cada una de sus frases; tiene la innata capacidad, el genio creativo para utilizar imágenes, metáforas, comparaciones, etc. aplicadas de una forma tal que, desde luego, se alejan de los lugares comunes transitados por la mayoría de escritores del montón. En este texto que he puesto al principio se resume en un momento parte de estas cualidades que hacen único al norteamericano. “La calle Great Jones” es descrita como su fuera un personaje más  (“Hay calles que en plena decadencia poseen una especie de tono redentor, cierta sugerencia de formas nuevas que están a punto de evolucionar”); cuánta belleza en cada una de sus palabras y en el conjunto, esa sensación de que, no solo te “choca” la descripción sino que además funciona en el propio texto y en el conjunto de la obra. Está sensación se produce de tal forma cuando leo a este escritor que me da casi lo mismo lo que está contando, lo que sé seguro es que este flujo de sensaciones me lleva y siento un placer hedonista al leerlo.

En el caso de Delillo, afortunadamente, no cuenta solo el cómo lo hace, con ese estilo inigualable que le vuelve uno de los cinco o seis mejores escritores actuales; lo que cuenta también interesa sobremanera, y, a pesar de ser una obra primeriza (como era el caso de “Americana” de la que hablé este mismo año ) de fondo hay una serie de reflexiones que irán evolucionando a lo largo de su imprescindible carrera literaria.

La historia es sencilla en su premisa, tenemos la retirada momentánea del músico Bucky Wunderlick, músico que es el líder de un grupo en su apogeo en los setenta y que siente que tiene que encontrar  otra forma de hacer las cosas, encontrarse a sí mismo y demonstrar que puede seguir haciendo algo por la música y la sociedad; la música, en particular se convierte en verdadera protagonista:

“El submundo está todo revuelto por una superdroga. ¿Has oído hablar de ella? Francamente, la noticia me deja frío. La música es el hipnótico supremo. La música consigue sacarme de todo. Me transporta del todo. La música es peligrosa de muchísimas maneras. Es lo más peligroso que hay en el mundo.”

Bucky Wunderlick, álter ego de Delillo en esta ocasión, expresa su preocupación por la degeneración de la música, y, en general, del arte; es consciente de la importancia que debería tener y, sobre todo, de lo que debería influenciar a la sociedad : “El artista verdadero hace moverse a la gente. Cuanto la gente lee un libro o mira un cuadro, están ahí sentados o de pie, pero quietos. Eso estaba bien hace mucho tiempo, molaba, era arte. Ahora todo es distinto. Yo hago moverse a la gente. Mi sonido los levanta del puto suelo. Yo lo consigo. Entiéndanme. Yo lo consigo.”

En esta búsqueda del verdadero arte unido a su crecimiento personal está la clave de lo que busca el escritor a través de su protagonista, el músico, que se topa de frente con un mundo que , por el contrario, no parece interesado, nada más que marginalmente, en esta verdadera extensión de lo que supone el arte, como leemos en boca del periodista de ABC que habla con Buddy al intentar sacar una entrevista:

“-Tengo un espacio en las noticias de media mañana. Por si acaso no me reconoces. Me ocupo de los acontecimientos para jóvenes y de las personalidades del mundo juvenil. Sí, es el mismo lavado de cerebro comercial de toda la vida contra el que todos luchamos, pero, por otro lado, la única forma que tenemos de darles cobertura a ciertas voces es encajarlas en pequeños huecos de la programación que van quedando aquí y allá.”

La búsqueda no la realiza el solo, su amante y alguno de sus miembros del grupo, e incluso su manager Globke ayudarán, aunque sea inconscientemente a que esa identidad se acabe de formar y encuentre lo que pueda hacer más feliz a sus seguidores, la forma en que uno de sus miembros se refiere a la música negra nos eleva al paraíso de la palabra de Delillo:

“Es todo amor y tristeza, Bucky, y me está destruyendo emocionalmente. Esas emociones toscas y estúpidas resultan increíblemente hermosas. Esas baladas tristonas con pasajes esporádicos en falsete. Y hasta cuando escucho los discos me los imagino moviéndose por el escenario, haciendo esos meneítos y arrastrando los pies y agitando las manos. Con el pelo reluciente. Con los esmóquines a medida. Con las dentaduras y las uñas fantásticas. Y las emociones baratas que transmiten las letras me dejan hecho polvo.”

Las emociones primigenias pueden ser la respuesta; el olvido de la complicación, la sencillez por encima de todo, como en palabras de Globke, su mánager, podemos inferir:

“Ya estamos todos hartos de phasings instantáneos y de dieciséis pistas y de sintetizadores La gente quiere algo sencillo. Sencillo pero complicado. La clase de material que tú y solamente tú puedes darles. No me interesan los niveles en la música popular  ni siquiera sé si este material tiene niveles o no. […] Ese es el poder de las citas de la montaña,  tal como yo las veo desde mi perspectiva personal. No es mi sonido. No es el sonido que yo escucho cuando miro desde la ventana de mi dormitorio en la otra orilla  en la otra orilla del río una noche de verano y mi mujer está sentada en la cama leyendo a los maestros orientales y la luz de la luna se refleja en el río y las grandes torres putrefactas de Manhattan se despliegan a lo largo de la noche y yo apago el aire acondicionado y abro una venta e introduzco un cartucho en mi equipo de música.”

El mismo Delillo nos anticipa una de sus obsesiones, de hecho, de ello hablé en esta otra reseña a propósito de “Los nombres”:

“Ese es el poder de los nombres. La gente actúa en consonancia con sus nombres. Hay un sector diminuto del cerebro humano donde está situado el mecanismo que pone los nombres.”

El poder de los nombres, de la palabra, con toda su extensión bíblica, aplicado al arte, se trate del que se trate: música, libros, pintura…. El arte por encima de todo como verdadero catalizador del sentido y de la identidad de nuestras vidas.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Javier Calvo para esta edición de “La calle Great Jones” de Don Delillo para la editorial Seix Barral

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