“La cámara sangrienta” de Angela Carter. Deconstruyendo cuentos de hadas.

la-camara-sangrientaEsta reedición de los cuentos de Angela Carter es, sin lugar a dudas, uno de los grandes acontecimientos literarios del año por varios motivos: sobre todo por la calidad de los relatos y por la espléndida edición de Sexto Piso, con unas ilustraciones/grabados de Alejandra Acosta que, sencillamente, quitan el aliento.

No voy a esconder que me encantan las recopilaciones de cuentos; tampoco voy a negar que es de lo más difícil de reseñar porque requieren más tiempo pensarlas, encontrar nexos de unión, reflejar lo que has leído., etc… más cuando se trata de recopilaciones de autores variados; afortunadamente, en esta ocasión, los cuentos son todos de la misma escritora.

“La Cámara sangrienta” “es una colección de diez relatos explícitamente basados en cuentos de hadas, en especial, de Charles Perrault, pero también de Jeanne Marie Leprince de Beaumont, del folclore europeo, e incluso de la radionovela, con claras influencias de la narrativa del Marqués de Sade.”

Tomando dicha base realiza una reescritura de los mismos aprovechando nuestro conocimiento de ellos; esta intertextualidad es imprescindible para realizar su deconstrucción; ya que, de esta manera, somos capaces de interpretar los cambios que se producen en la historia, unos sutiles y otros no tanto. Esta reescritura tiene un fin muy claro, la lectura feminista es inevitable, pero es inusualmente placentera por el estilo que usa la escritora.

El cuento homónimo,  basado en el Barba Azul de Perrault, es una muestra excelente, abre la recopilación y encontramos las constantes que se van repitiendo en cada uno de sus exponentes:

“Mi camisón acababa de ser liberado de su envoltura; se había posado sobre mis hombros y mis pechos jóvenes y puntiagudos, leve como una prenda de agua pesada, y ahora me acariciaba con picardía, flagrante, insinuante, abriéndose paso entre mis muslos mientras yo me movía sin sosiego en la estrecha litera. El beso de mi esposo, su beso con lengua y dientes y el roce de una barba, me había insinuado la noche de bodas con el mismo tacto exquisito del camisón que me había regalado; una noche de bodas que se aplazaría voluptuosamente hasta que yaciéramos en su antigua y fabulosa cama, en un dominio situado en una cumbre y rodeado por el mar que todavía escapaba a mi imaginación… aquel lugar mágico, el castillo de hadas con muros de espuma, la morada legendaria donde él había nacido. El lugar donde, algún día, yo le daría un heredero. Nuestro destino, mi destino.”

Lo sensual se une a lo sexual, la ambientación opresiva, los secretos sin desvelar; de fondo, la aparente fragilidad de la mujer que, en un primer momento, une su felicidad a la de su marido de una manera indisoluble; las consecuencias del patriarcado son más patentes cuando descubrimos que él, sin embargo, puede mantener secretos a su mujer:

“-Todo hombre debería ocultar un secreto, aunque solo sea uno, a su esposa –dijo-. Prométeme esto, mi pálida concertista de piano; prométeme que usarás todas las llaves del llavero menos la pequeña que te he enseñado al final. […] Solo es un estudio privado, un escondrijo, un cubil, como dicen los ingleses, al que a veces voy en las infrecuentes pero inevitables ocasiones en las que el yugo del matrimonio me pesa demasiado sobre los hombros. Voy allí, como seguro que comprendes, para saborear el raro placer de imaginarme soltero.”

Ese secreto será el desencadenante de la curiosidad de la protagonista que descubrirá una terrible revelación. El final de esta prodigiosa reescritura nos muestra la fuerza de la unión entre las mujeres, esa especie de telepatía final entre ellas incide en uno de los aspectos que resaltaba la gran Adrienne Rich, exponente del feminismo más radical, al hablar de una especial comunicación que se da entre las mujeres únicamente y que ninguna amistad entre hombres podría conseguir nunca.

En “La novia del tigre” no se olvida de los elementos sobrenaturales, una marioneta interactúa con la protagonista, no hay nada humano, incluido el hombre:

“Un golpe y unos ruidos tras la puerta del armario. La puerta se abre y de repente aparece una soubrette de opereta, con lustrosos rizos de color castaño caoba, mejillas sonrosadas y grandes ojos azules. Tardo un momento en reconocerla con su capita, sus medias blancas y sus enaguas con volantes. Lleva un espejo en una mano y una borla de polvera en la otra y tiene una caja de música en el lugar donde debería tener el corazón. Mientras avanza hacia mí sobre unas ruedas, tintinea.

-Aquí no vive nada humano –dijo el criado.”

En “La dama de la casa del amor” utiliza el vampirismo de su ocupante femenina, obsesionada con un destino preestablecido por su origen, para mostrarnos que, incluso a pesar de este origen, es capaz de decidir por sí misma su destino:

“Las blancas manos de la tenebrosa belleza barajan las cartas del destino. Sus uñas son más largas que las de los mandarines de la antigua China y todas terminan en una punta afilada. Estas y sus colmillos, tan finos como hilos de caramelo, son los signos visibles de la fatalidad de la que intenta escapar con nostalgia a través de los arcanos. Sus uñas y dientes se han ido afilando durante siglos y siglos de cadáveres. Ella es el último brote del árbol ponzoñoso que surgió de las entrañas de Vlad el Empalador, quien se daba festines de cadáveres en los bosques de Transilvania.”

En “El hombre lobo” Caperucita Roja lleva un cuchillo en la cesta, en efecto, ese cuchillo es la manifestación de su poder; una mujer contemporánea cada vez más poderosa y que se revela ante el dominio del hombre.

“La niña tenía una roñosa capa de piel de oveja para protegerse del frío; conocía tan bien el bosque que no le daba miedo, pero nunca bajaba la guardia. Cuando oyó el aterrador aullido de un lobo, dejó caer los regalos, sacó el cuchillo y se giró hacia la bestia.

Era enorme, de ojos rojos y fauces grandes y babeantes. Cualquiera se habría muerto de miedo al verlo, excepto la hija de unos montañeses. Se le lanzó a la garganta, como hacen los lobos, pero ella le asestó un golpe con el cuchillo de su padre y le cortó la pata derecha.”

La paradoja final de esta versión es deliciosa por sus implicaciones, aunque prefiero no desvelarlo para los futuros lectores.

En “Lobalicia” redunda en dos temas principales, el coming of age o relato de formación, y la metamorfosis:

“Pobre criatura herida…  atrapado entre estados tan extraños, una transformación abortada, un misterio incompleto que se retuerce de dolor en la cama negra de su dormitorio, tan parecida a una tumba micénica, que aúlla como un lobo con la pata en una trampa o una mujer de parto, y sangra.”

Esa metaformofosis sirve como metáfora de la lucha de la mujer en una sociedad que quiere oprimirla, del sufrimiento que tiene pasar; la mujer que saldrá de tanto dolor será válida por sí misma, tendrá valor en sí, sin que la sociedad se lo atribuya.

Excelente, sin lugar a dudas, una verdadera maravilla que se paladea desde todos los niveles de lectura que ofrece para nosotros, humildes lectores. No os los perdáis. De lo mejor que llevamos este año.

Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez de “La cámara sangrienta” de Angela Carter para Sexto Piso.

Magnifícas Ilustraciones de Alejandra Acosta

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