La sonámbula y más relatos inquietantes de Marie Luise Kaschnitz. Renovada inquietud

Un 30 de octubre del 2015 salía publicada mi crítica al primer libro de la autora austriaca que publicaba la siempre interesante Hoja de lata, fue mi primera crítica en Canino y una apuesta por todo lo alto. Los cuentos que se incluían en dicha antología transitaban caminos inesperados que, finalmente, han tenido continuidad.

Después de un año y medio, los editores han sacado una segunda edición del título anteriormente mencionado y han podido sacar una nueva antología de Marie Luise Kaschnitz con el título La sonámbula y más relatos inquietantes;  es uno de esos casos en los que estoy más orgulloso ya que, de alguna manera, he contribuido a su difusión y ha habido confirmación de mis expectativas por el público.

¿Y qué nos ofrece este nuevo libro?

Afortunadamente otros doce momentos gozosos, en forma de inquietud/turbación.

En aquella crítica, utilicé turbación o inquietud en vez de los típicos términos usados para describir la literatura de terror debido a que, como otras autores van explorando, estas historias no buscan el susto fácil, al contrario, establecen situaciones en las que se van introduciendo elementos que nos causan incomodidad; me encanta recordar al hilo de esto la frase del epílogo del anterior libro del traductor y editor Santiago Martín Arnedo: 

“No es la suya una literatura de entretenimiento, de fantasía. No le interesa tanto explorar nuevos niveles de realidad como de iluminar zonas oscuras, investigar en el problema de la identidad, sacar a la luz los miedos y los sinsentidos en los que a veces estamos enredados, y la fantasía es un medio al servicio de este autoconocimiento. El conocimiento de algún modo nos hace ver todo de otra forma. Y al final del relato descubrimos que hemos profundizado un poco más en nuestra misteriosa condición de humanos.”

Su utilización de la fantasía es muy aplicada a la realidad, su objetivo último es que investiguemos sobre nosotros y lo que pasa, discernir lo más oculto de nuestra vida y la de los demás. Esta reflexión aplica a la perfección de nuevo a los relatos escogidos en esta ocasión; se le puede echar un vistazo a este fragmento de “La brizna de paja.”

“Todavía reina una calma tensa y de pronto le llega intensamente el aroma de los miles de arbustos del lugar, invisibles, dulces como la miel, amargos como la berza, y en esta quietud y esta intensidad aromática, el niño se desploma como un muñeco al que se le estuviera desparramando el serrín. Es imposible de concebir, se podría pensar que ha sido solo la mirada de Rosie, seguramente terrible, un instinto primigenio ha debido despertar en el interior del chico, el instinto de defensa, del mismo modo que antes había surgido el instinto de codicia en sus súplicas y en sus balbuceos y en sus últimas muecas embravecidas. Todo es novedoso, todo ha surgido por primera vez en esta tarde calurosa y radiante, experiencias desnudas, inéditas, el apego a la vida, el ansia y la vergüenza, estos chicos, El despertar de la primavera, pero sin amor, tan solo anhelo y temor.”

Me gusta mucho por su capacidad (muy viva) de mostrar una escena real mediante un uso acusado de adjetivos, encontramos la familiaridad y, sin embargo, se rompe en pedazos porque todo es nuevo y acaba en “anhelo y temor.” Ese momento hace que nos inquietemos y nos sintamos más incómodos, como es el caso de este otro texto de “La sonámbula”:

“Resultaba un alegre cuadro, al que la sonámbula se entregó con embelesamiento. Pero pronto se hizo evidente que no era el mejor momento para embelesarse inconscientemente. Pues apenas había entrado en la tienda, lo invisible se mostró de nuevo.

¿Qué ve usted?, preguntó.

Pescado, dijo la sonámbula con lago de candidez.

¿Qué clase de pescado?

La sonámbula se fijó en los ojos de los pescados y descubrió que parecían lagos de cráter entre collados cenagosos o platos de nácar en cuyo interior refulgían granos negros. Y entonces percibió en todos estos ojos algo de la inexorabilidad de la muerte violenta y algo de la terrible estupidez de las criaturas que no son capaces de mirar el futuro ni de atemorizarse.” 

No es solo que aparezca un elemento invisible, lo que de verdad me vuelve loco es la comparación de los ojos de los pescados (“lagos de cráter entre collados cenagosos…”), impactante, y cómo luego aprovecha ese símil para hablar de algo relacionado con lo que vivimos, en este caso de la “inexorabilidad de una muerte violenta” o de la incapacidad de muchas personas para mirar más adelante. 

Uno de los cuentos más logrados rompe un poco las reglas establecidas narrativamente en los anteriores, en “Historia de un barco” (de forma parecida a “Sueños de Jennifer”, incluido en la anterior entrega) utiliza un diario que, progresivamente, va mostrando elementos más bizarros, en un continuo crescendo que acaba con un final al estilo de Poe, con un fuerte efecto final: 

“Tal y como don Miguel ya había sospechado, las fotografías no acompañaban a los folios. En la quinta hoja que cogió, ya algo desanimado, Viola había registrado las cosas más extrañas, como el hecho de que en su barco fuera sencillamente imposible fijar la fecha, la hora o la posición. Todos los relojes, escribió ella, continuamente se retrasan o se adelantan, de camino al almuerzo pueden ser las doce y de vuelta al camarote pueden ser las cinco de la tarde. En el salón hay un almanaque que unas veces muestra un día perteneciente a un pasado lejano y otras veces un día del futuro más lejano. La banderita que debería indicar nuestra posición actual sobre el mapa del océano está ahora sobre los mares del polo norte, lo cual no puede ser otra cosa que una broma del oficial encargado de ubicar dicha banderita. Lo más sorprendente es la prensa de a bordo, que un día informa sobre acontecimientos del siglo pasado, y al día siguiente sobre las fiestas de recepción que han tenido lugar en Venus.”

Otro cuento estupendo (“Persona enigmática”) plantea, en un momento de su narración, una situación conocida, el momento de antes de dormirse, pero consigue darle la vuelta para mostrar un momento en el que la protagonista supera su miedo para entrar en un mundo de fantasía en la que ella es la reina; todo ello va muy unido a la necesidad de tener un refugio ante la existencia, ese lugar imaginario es un lugar seguro, un lugar necesario para luchar contra la adversidad:

“Me gusta leer un poco, respondí inocentemente.

No me refiero a eso, respondió con severidad la desconocida. Me refiero al momento en que apaga la luz.

Me pongo a pensar, dije yo.

Ajá, pensar, dijo la desconocida, y dejó caer la cabeza despectivamente hacia atrás. Eso no es nada.

¿Y  qué hace usted en ese tiempo?, pregunté con curiosidad.

Cuando era niña, respondió la desconocida rápidamente, nos permitían dejar abierta la puerta del dormitorio, la que daba al cuarto de al lado, hasta que nos durmiésemos, y un rayo de luz tenue se deslizaba hasta nosotros.  Mientras mis hermanos cerraban valientemente los ojos, comenzaba para mí, justo en ese preciso instante, propiamente la vida. Retiraba la colcha y me escurría bajo la sábana, que ahora albergaba, como una amplia tienda de campaña, diversos espacios con figuras y misterios. En este palacio encantado yo era la señora, en tal paisaje lunar yo era como una diosa extasiada…”

Ese lugar puede ser imaginario o puede ser, simplemente, la capacidad para superar los reveses que, inevitablemente, surgen a lo largo de nuestro devenir diario. Descubrir a Marie Luise Kaschnitz es descubrirse a sí mismo y descubrir a los demás, y todo ello gracias a la literatura, al poder indefinible de las letras, de los cuentos de la autora austríaca.

Los textos provienen de la traducción de Santiago Martín Arnedo de La sonámbula y más relatos inquietantes de Marie Luise Kaschnitz para Hoja de Lata.

One thought on “La sonámbula y más relatos inquietantes de Marie Luise Kaschnitz. Renovada inquietud

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