Indudablemente, las personas somos animales de costumbres. Las costumbres nos dan seguridad y por ello las realizamos, para tener estabilidad en nuestras vidas.
Una de las costumbres que he adoptado al cambiar el año es leer en enero los regalos de reyes y los premios literarios que el gran Jonatan Sark pone en su blog. En los dos últimos años ha puesto una categoría en inglés “Golden Sark” que es, desde luego interesantísima, como de costumbre, por su eclecticismo y que nos trae siempre nuevas perspectivas; recuerdo el del año pasado, “The teleportation accident” de Ned Beauman, con verdadero deleite.
Este año el resultado es muy diferente, estamos ante “The stench of Honolulu” del humorista norteamericano Jack Handey, conocido especialmente en su país de origen por la creación de una serie de libros con el título “Deep thoughts” que incluso tuvieron su sección en el Saturday Night Live de la NBC norteamericana.
Se trata de una historia de un viaje en busca de un tesoro. Handey, la estructura a modo de microrrelatos (más propio hablar de ellos que de capítulos en el sentido estricto de la palabra); lo bueno, se pueden leer varios independientemente, pero siguen el hilo conductor de la trama y funcionan a modo de sketches.
La comedia suele ser difícil de recomendar ya que depende mucho de lo “que te haga gracia”, es un hecho comprobado; afortunadamente Handey hace una sana mezcla donde juega con diferentes tipos de humor, no abusando de ninguno en particular; podemos ver para empezar como hace juegos de palabras, en este caso en el primer capítulo para justificar el irse al viaje:
“They said that if I didn’t pay them the money I owed them, they would put a device on my head.
“What kind of device?” I said.
Not a device, they said, a vise.
South seas, here I come!”
La similitud fonética de device (dispositivo) y vise (tornillo) es el corazón del chiste. Lo absurdo se muestra en cuanto al flujo de pensamientos y la forma de ordenarlo:
“When You have a real treasure map in your hand, all sorts of thoughts go through your head. The first is, Don’t lose the map. The second is, hey, what happened to the map? The third is, Oh yeah, I gave it to Don. The fourth is, Hey, where’d Don go? The fifth is, oh, there he is.”
Parece un flujo de palabras de Woody Allen en cualquiera de sus películas.
Tiene pequeñas genialidades como convertir “stench” (fetidez, tufo…) en un mineral “stenchite” (fetidita??, tufita? Me gustaría ver al traductor intentando traducirla…), el material del que está hecha una bailarina hawaiana; mostrándonos que la invención de nuevos términos también sirve en el camino de humor, y más en este caso en el que ya ha utilizado “stench” hasta la saciedad, incluso de manera bastante escatológica, aunque divertida:
“It’s made of stenchite, the solid form of stench. It is the pure, crystalline essence of stench.” He said it was thousands of times more powerful than regular stench. But, how Many times have you heard that? “
Hasta en forma de frases ocurrentes, como en el capítulo de “Theories” encontramos pequeños arrebatos de ocurrencia, de creatividad que nos saca una sonrisa sin poder evitarlo:
“Humans are evolving into a higher form and a lower form at the same time. Confused? Then guess which one you are.”
Darle a alguien un sartenazo en la cabeza puede no ser original pero sí lo es ¡si se lo das durmiendo….!!! El humor absurdo tiene sus momentos también.
“The plan I finally decided on was complex. But also, in a way, it was simple: I would Hit Don over the head with a frying pan. Some people might say I got this idea from Leilani hitting the turtle man with a frying pan. Listen, Leilani did not invent the idea of hitting someone with a frying pan. That idea has been around a long time. Plus, mine was different –I would Hit Don while he was asleep.”
El final, apocalíptico, con la destrucción de Honolulu, que se acerca más a una novela de aventuras o a las películas de Indiana Jones, con ese punto de absurdo, es lapidario al respecto y está cargado de bromas que han ido surgiendo en la lectura:
“The whole of Honolulu lay in ruins, as it does to this day. What had caused it? An earthquake? Gophers? The wrath of the Pelican God?
The saddest thing for me was that my lovely hula girl was now buried under rubble. She deserved better. She should be sitting on a wooden mantel at the White House. Or on the throne of England.”
Una lectura con la única pretensión de buscar que el lector se ría, o, como en mi caso, que se carcajee, como me ocurrió en más de una ocasión. Diversión fabulosa, de la que nos hace falta siempre.
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