Por fin empiezo a profundizar en la literatura del escritor holandés Cees Nootebom, uno de los escritores más variados y enriquecedores que se pueden encontrar actualmente; sobre todo por una elección de temas muy diversa según el libro que toque.
En este caso, bajo el sugestivo título “Una canción del ser y la apariencia” podemos entrever una dicotomía: ser/parecer, sin embargo, ¿en qué aplica esto a la literatura?
En el prólogo del húngaro Péter Esterházy encontramos lo siguiente:
“El gran talento de Nooteboom reside en el sentido de las proporciones. No simplifica las cosas, pero es capaz de acercarnos a ellas con sencillez. Crea la sencillez sin renunciar a la complejidad natural. Aquí también los hechos transcurren por diversos hilos, pero lo hacen con naturalidad, como si no pudiera ser de otra manera.”
En efecto, no resulta difícil seguir la propuesta de Nooteboom donde intercala dos partes muy diferenciadas, ese ser (el del escritor, la realidad) con esa apariencia (la de sus personajes, la ficción). El entrelazamiento de las dos historias, la de la conversación entre escritores holandeses y el de los personajes que aparecen en la novela de uno de ellos;, no faltan entonces esos momentos, con reflexiones literarias sobre la soledad del escritor en unión con esa realidad cada vez más aburrida que muchas veces quiere reflejar:
“Hay algo inefablemente triste en los escritores solos en su despacho. Tarde o temprano llega un momento en sus vidas en el que dudan de lo que están haciendo. Quizá sería extraño si no sucediera así. Con el paso de los años la realidad se va haciendo cada vez más importuna, y al mismo tiempo menos interesante, precisamente por el exceso de la misma.”
Alternadas con la realidad, como podemos ver en la descripción de Tarnovo, una ciudad medieval de Bulgaria:
“Desde la lejanía reconoció el Cárevec y el Trapezica, y cuando se hubo acercado a la ciudad vio cómo las casas pegadas con sus tejados rojos bailaban reflejadas en el agua turbulenta del río. Tenía la sensación de que todo era irreal, demasiado bello, algo creado para ser pintado. “
No faltan los guiños a los lectores, Nooteboom es consciente de que navega por las aguas turbulentas de la metaficción y quiere quitar hierro al asunto, que el lector sea consciente de ello:
“A los lectores puedes ahuyentarlos con dos cosas: una, con falta de capacidad profesional, y dos, aburriéndolos demasiado con la profesión como profesión.”
En esta novela de límites y fronteras ficcionales, precisamente la libertad se encuentra en lo que ya está escrito; es esta libertad lo que define a un autor de sus personajes; lo que le da la identidad que luego puede insuflar a esos personajes:
“-Mira –dijo-, justamente ese es el límite de la existencia de un personaje de novela. Pessoa eligió, puede decirse, más o menos su propia muerte; en cualquier caso eligió, digamos desde un determinado momento su propia vida. Tú, por nombrar a alguien, puedes morir aún mil muertes. Pero madame Bovary pudo y puede morir sólo una muerte, siempre la misma.”
Sin embargo,¿ importan al lector medio estas disquisiciones? Me temo que el bueno de Cees no es muy optimista al respecto:
“-¡Esa presunción demencial de los escritores! Todo escritor se cree distinto e incluso mejor que los demás porque los observa y vuelve a crear a otros a imagen y semejanza de ellos y de sí mismo, como si de alguna manera hubieran absorbido la esencia de lo que son las personas y ahora pudieran repartirla. Si olvidas por un momento la piadosa charla de la clase media cultural, sabrás que al grueso de la humanidad le interesa tanto la escritura o el oficio de escritor como la construcción de puentes o la arqueología prehistórica.”
Hasta tal punto es consciente de esto que, en el final, tiempo y espacio, realidad y ficción, ser y apariencia, autores de personajes; están más cerca de lo que se podría pensar:
“El sol poniente daba un aspecto terrible a la ciudad. La luz tardía lamía obscena los edificios y confería a los muros ocres, al descenso del agua del Tíber, al mármol de columnas y escaleras, un color apasionado y oscuro, lujurioso hasta lo macabro. Le afectó más que la nostalgia que había sentido al ver por primera vez a Laura, ahora tan cerca de él. Ella pasaba a la ciudad, formaba parte del lugar, en este decorado fluyente de plazas, basílicas, palacios, pero al mismo tiempo era su ocaso, porque aquí lo especial, que era ella, formaba parte de lo normal.”.
Lo especial no es que estén separados sino esta fusión de contrarios, es un relato metaficcional donde ficción y realidad conviven estrechamente, se subvierte esta autoconsciencia de la ficción y el escritor vive con sus creaciones y sus creaciones con él. Es estimulante cómo nos maneja en esta pequeña novela y que, sin embargo, resulta más clarificadora de lo que es mi enrevesada exposición.
Traducción del húngaro de Adan Kovacsis del prólogo de Péter Esterházy
Traducción del neerlandés de Julio Grande de la novela “Una canción del ser y la apariencia”.
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