Aunque parezca mentira, por lo poco conocida que es en España, Dacia Maraini ha estado en los últimos años en los primeros puestos con posibilidades de ganar el Nobel de Literatura; al menos es lo que aparece en la página de Ladbrokes, que sigo habitualmente cuando llegan estas circunstancias.
Ese es el motivo, también entrará la argelina Assia Djebar, de intentar leer algo de todos los posibles ganadores, el saber no ocupa lugar. En el caso de la italiana, hay algunas obras encontrables, me he decidido por “Bagheria”, editada con mimo por la editorial Minúscula.
No me suele gustar poner las sinopsis ni contar de qué va, en este caso haré una excepción, ya que me parece muy ilustrativa:
“Una niña llega en 1947 a la costa siciliana en barco, procedente de Japón. Con ella están sus padres y sus hermanas. La joven familia busca refugio tras los sufrimientos de la guerra en Bagheria, cerca de Palermo, en la mansión solariega materna. Aquella niña descubrirá allí con particular intensidad sus orígenes, tan enraizados en aquel paisaje acunado por el sol ardiente, el mar y las playas, la agreste naturaleza. Muchos años después, ya adulta, Dacia Maraini regresa a Bagheria. Recorre y evoca los viejos escenarios, la maravillosa y temida Sicilia, y se abandona a la memoria. Retorna así su amor por la literatura, la historia y el arte; todo ello sin cejar en su defensa de la mujer y en su crítica comprometida a los abusos perpetrados en aquella tierra.”
Se trata de una novela en la que la escritora indaga en sus raíces, por lo tanto tiene mucho de autobiográfico, además le sirve como avance para ese futuro y lo que deparará. Al ser una novela de postguerra, esta aparece como no puede ser otra manera, y sus consecuencias en la familia:
“Al mismo tiempo, la guerra me había dejado un miedo insensato a la noche y al silencio. Cuando mi padre y mi madre tardaban en volver, me torturaba pensando en sus cuerpos heridos, sanguinolentos, desgarrados y descuartizados. Y hasta que no oía sus voces no me tranquilizaba.
Mis hermanas y yo jugábamos todavía, como en el campo de concentración, con piedras y hojas, no sabíamos qué eran los juguetes. Y cuando empezaron a regalarnos muñecas nos parecieron un lujo inapropiado para nosotras.”
Dacia nos hace sentir, sensorialmente, los sonidos, lo que ve y lo que huele, ese olor se convierte en reminiscencia de lo que vivió y recuerda de su padre:
“Cuando volvía de uno de sus viajes, yo anotaba con meticulosidad los olores que traía consigo: de viejas manzanas (el interior de las mochilas, quién sabe por qué, tiene siempre ese fondo de manzana, fuerte, ácido e imborrable), de ropa interior usada, de cabellos calentados por el sol, de libros hojeados, de pan seco, de zapatos viejos, de flores marchitas, de tabaco de pipa y de bálsamo de tigre contra el reumatismo.”
La narración fragmentada en el tiempo de lo que vivió, con continuos saltos en el tiempo, le sirven para pintar un relato de formación; en este caso en particular, el relato de su formación como escritora; especialmente bella resulta el símil que propone para describir lo que es la poesía, esa dicotomía de ciencia y arte que, si normalmente están en continua lucha, aquí se encuentran y se vuelven iguales:
“Entendía que la poesía no era muy distinta de los quebraderos de cabeza de la geometría, que la primera vez me dejaban mal sabor de boca. Sin embargo, después, al descubrir los mecanismos escondidos, me invadía una euforia sin límites.
Era la división inesperada del espacio, las reglas que esta división aplicaba, el sustraerse y multiplicarse de aquellas ante los ojos asombrados, dentro de medidas que encajaban perfectamente. Era esta sorpresa formal la que atenazaba la garganta. ¿Por qué una palabra puede suscitar alegría, hilaridad, paz, si está combinada con otra palabra de un modo que cada vez es distinto e imprevisible a pesar de cumplir las reglas convencionales del lenguaje?”
El libro se convierte pues en un retrato nostálgico que sirve como relato de formación, quizá la nostalgia se convierte en un borrón que no representa toda la realidad, pero la belleza indudable de la prosa de Maraini consigue que leamos sin apenas esfuerzo, que sintamos todo lo que esta misteriosa e impenetrable ciudad siciliana nos puede ofrecer. Nos convertimos, como lectores, en habitantes de la misma ciudad, la ciudad en la que se formó.
Buena muestra del indudable atractivo de la prosa de la escritora italiana.
Los textos provienen de la traducción del italiano de Juan Carlos de Miguel y Canuto para esta edición de “Bagheria” de Dacia Maraini en la editorial Minúscula.
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