“Rabia” fue el primero de los libros que Stephen King escribió con el pseudónimo de Richard Bachman. Fue curiosa la forma en que se decidió a escribir esta serie de libros: tras el éxito brutal de “Carrie” o “Salem’s Lot” King fue muy consciente de la posible globalización de este éxito y tuvo miedo. Miedo a injerencias que limitaran su capacidad creativa. De ahí que sintiera la necesidad de crear algo distinto, como una última oportunidad para tratar las partes más oscuras, las menos “correctas”, por si acaso no pudiera hacerlo de nuevo.
El tiempo, y la estabilidad de su éxito le ha permitido, sin embargo, no cejar en esta capacidad creativa, alternando proyectos más arriesgados con los más limitados creativamente; pero en esa época, su sentimiento era distinto.
De ahí que surgiera un libro como el que comento hoy. “Rabia” destroza, literalmente, cualquier corrección, creando una de esas historias brutales donde todo es prácticamente posible, un relato de formación de violencia donde el protagonista es un niño de 13 años que coge como rehén a una clase entera de un colegio con todos sus compañeros y cuyos actos desembocan en actos deplorables.
Para ello escoge una narración en primera persona, la del protagonista; pero cambia según el capítulo del que se trata, alternando a otros narradores, siempre en primera persona, para que nunca tengamos toda la información. La narración es fragmentada, con continuos saltos al pasado a modo de flashbacks que explican hechos que intentarán explicar el cómo se ha llegado a esta situación.
La violencia es explícita, pero por momentos se vuelve sutil; de hecho el momento final, justo antes de acabar, contiene una elipsis que nos deja en suspenso con lo que realmente sucede; lo que sí sabemos es que es terrorífico ya que las consecuencias que desencadena en uno de los alumnos son funestas e irreversibles por lo que se cuenta después.
El riesgo que toma en esta novela será continuado por las posteriores (“Carretera maldita” “El fugitivo” y “La larga marcha”) y nos muestra el King más primario, salvaje y violento, un King primigenio y tremendamente veraz. No se contiene en mostrar situaciones difíciles y llevarlas hasta sus últimas posibilidades.
El lector habitual que no haya leído sus novelas como Richard Bachman se puede llevar una sorpresa, agradable, desde luego, pero también bestial.
Siempre es un placer ir encontrando todas las facetas del escritor de Maine.