Los que leímos y nos maravillamos con las andanzas de la familia Simcox en “Un paraíso inalcanzable” teníamos claro que “El regreso de Titmuss” era una compra imprescindible, sobre todo teniendo en cuenta que consideré el primer libro como uno de los mejores de año pasado.
La lectura de este segundo libro de la saga nos trae de nuevo la prosa más que recomendable de Mortimer aunque hay diferencias sustanciales con el primero, que ya comenté aquí ; en dicho post me centraba en las características que, en mi opinión, hacían del primer libro un libro redondo alcanzando prácticamente la perfección.
En este segundo libro la trama se centra principalmente en Leslie Titmuss, el político conservador del partido político de Margaret Thatcher que fue beneficiario de la herencia del reverendo Simeon Simcox; la primera parte del libro supone la concisa caracterización de su carismática figura:
“Leslie siempre se sentía, le resultaba inevitable, como un rey de vuelta a su pequeño reino. ¿Acaso él, el niño despreciado y ridiculizado que se ganaba unas monedas cortando ortigas y haciendo trabajillos en el jardín de la rectoría, no se había abierto camino entre los niños bien, los banqueros y la aristocracia rural de su partido para convertirse en diputado por Hartscombe y Worsfield Sur, un escaño que había conservado por incontestable mayoría durante veinticinco años? ¿No era el candidato que había predicado por primera vez el evangelio –aprendido, solía decir, de su padre, empleado de la cervecera- que preconizaba el respeto por la frugalidad, el aprecio constante del poder místico del dinero y una profunda desconfianza hacia aquellos que deseaban distribuirlo entre los pobres indignos de ayuda? Armado con este sencillo credo, reconvertido en la doctrina de su partido, Leslie Titmuss había contribuido a cambiar la cara de Inglaterra.”
No exenta de su capacidad de manipulación y manejo de la vida política:
“-Nunca ha sabido mantener la boca cerrada, Cantellow; me ha contado exactamente lo que quería saber. –Leslie se levantó, una vez concluida la conversación-. No hace falta que me acompañe a la puerta. Solo le diré que me alegra mucho que no sea usted mi abogado; sería como llevar mis asuntos personales al telediario de la noche.”
“-Bueno, al menos les has dado lo que quieren oír.
-Me gusta más cuando les doy lo que no quieren oír. Y tienen que tragárselo. Es entonces cuando la política empieza a ponerse interesante.”
De fondo, un plan urbanístico que pretende edificar en Rapstone Fanner, un valle idílico y pastoril donde sus habitantes viven en flamante camaradería; en primer plano, los intereses contrapuestos de Leslie como político y como habitante de esa zona donde creció, vive su madre y quiere formar una familia con Jenny Sidonia.
La trama policíaca de fondo, el enigma, el misterio que rodeaba todo, en esta ocasión se sustituye por el romance de Jenny y Leslie y las tramas políticas asociadas; desde este punto de vista se mantiene, desde lo micro, el reflejo, no tanto de la sociedad (como ocurría anteriormente) sino de los vericuetos de los romances y, sobre todo, de la vida política con sus traiciones y triunfos.
Ya en una segunda parte aparece de nuevo la familia Simcox, en la figura de Fred, el médico que se convertirá en la figura visible del movimiento de resistencia contra el plan urbanístico, que cambie las vidas de los habitantes del valle:
“Fred se había sentido más próximo a la aceptación de los hechos inmutables de la vida y la muerte que profesaba el anciano médico que a la optimista marcha de su padre hacia un paraíso que cada vez se antojaba más distante e inalcanzable. A diferencia de su hermano mayor, Henry, que había empezado como joven novelista airado para convertirse en un viejo gruñón reaccionario que escribía artículos en que denunciaba como peligrosas ilusiones las más queridas creencias de su padre, Fred había optado por evitar toda actividad política, contentándose con la apacible vida de médico rural en el pueblo donde se había criado.”
Fred tiene personalidad, ya muy bien definida, pero resulta un personaje serio, grave, sobre todo sin el contrapunto cómico que suponía su hermano Henry, el joven airado, que ponía unos toques de humor ciertamente deliciosos y que pueden echarse a faltar en esta segunda parte de la saga de Mortimer.
Lo que no falta es el reflejo muy acertado de la vida política y, por extensión, de la sociedad durante el tiempo en que fue Primer Ministro Margaret Thatcher; lo más novedoso y que, afortunadamente añade un nivel aunque pierda otros, es la relación entre Jenny, Leslie y el marido muerto de Jenny, Tony.
“-Claro que no. Hablo de política. Es una palabra fea para ti ¿no?
-No necesariamente.
-Es otro mundo, indigno de ti. Un mundo donde hay que decir lo que no piensas para conseguir lo que quieres. Un mundo donde a veces hay que mentir. Eso no le habría gustado a tu precioso Tony Sidonia, ¿verdad?”
La soberbia recalcitrante de Leslie le conducirá a una situación de celos imposible de soportar, que le llevará a tomar decisiones no del todo correctas y que, en última instancia, desencadenará su inseguridad; nuestro Leslie se volverá falible en lo personal y ello tendrá sus consecuencias ineludibles en su trabajo, en el manejo político. Él será capaz de justificar sus decisiones de la manera más vil: disfrazándola su egoísmo de altruismo para la pareja.
“De pronto Jenny le atacó, pero sus puñetazos eran como los de un niño. Ni consiguieron apartarlo ni le hicieron el menor daño. Leslie sonrió satisfecho, convencido, como siempre, de que tenía razón. Tarde o temprano, ella también lo admitiría.
-No solo lo intenté, sino que lo conseguí.
-¿Por qué? ¿Para qué? –Jenny lo miró no solo enojada sino perpleja, como si él fuera un ser de otra galaxia.
-Para liberarte de él.
Aquello era un golpe inesperado, él lo entendía. Jenny lo asimilaría. Tarde o temprano.
-¿Liberarme?
-Vale –admitió-, para liberarnos a los dos. Lo hice por nosotros.”
No puedo decir que sea mejor libro que “Un paraíso inalcanzable”; la confluencia de elementos del primero rozaba una perfección literaria difícil de olvidar. Lo que sí sé es que “El regreso de Titmuss” es un muy buen libro y me permito pensar de nuevo que es otra de esas lecturas ineludibles que te hacen disfrutar y te enseñan, a pesar de lo amargo que puede llegar a ser lo que refleja.
Los textos vienen de la traducción del inglés de Magdalena Palmer de “El regreso de Titmuss” de John Mortimer en Libros del Asteroide.