“Contraluz (4): Contra el día”

A estas alturas de la narración la fatiga empieza a ser evidente, Pynchon exige, no hay medias tintas con él, tienes que estar atento a todo y no perderte en el laberinto literario que te propone, en lo inalcanzable del argumento y sus consecuencias.

El título del episodio es, en realidad, el título original, “Against the day”, el día es una metáfora de la realidad que vivimos, de las dificultades que tenemos que pasar en nuestro devenir. En este capítulo se centra históricamente de nuevo, no quiere que perdamos la perspectiva, busca reescribir la historia y mostrarnos lo que podría haber por detrás; también lo que nunca ha habido pero le gustaría que hubiera, ¿por qué no? .Pero se nota que algunos de los momentos buscan esta constante:

“Desde la derrota naval de Tsushima y las inmensas manifestaciones en la ciudades, los pogromos, el terror y la sangre, la inconcebible posibilidad de que Dios hubiera abandonado Rusia empezó a hacerse palpable. Lo que hasta ahora habían sido certezas y mandatos divinos se volvió tan incierto como la lucha de cualquier campesino con el día a día, y todos, independientemente de su riqueza o oposición debían avanzar a tientas”

Es lo que hubo a principios del siglo XX, es nuestra lucha, “pero alguien podría dominar el espacio Cuaternión, tres ejes imaginarios más un cuarto término escalar que contendría energías que pocos de nosotros podríamos imaginar” ; no quiere que nos rindamos ante los hechos históricos, la solución puede estar en el umbral del espacio tiempo, en la cuarta dimensión.

La explosión sobre Tunguska (preludio a los lanzamientos de las bombas atómicas, y por extensión, al conflicto bélico que asolaría Europa y parte del mundo “¿Se trataba, dicho toscamente, de la guerra generalizada pues estaba a punto de desencadenarse en Europa el próximo verano u otoño quizás, condensada en un único suceso?” ) nos lleva a la crudeza de lo real, pero en la descripción de los efectos de la explosión y en su visualización por parte de nuestros personajes desde diferentes ciudades (Dally Rideout desde Venecia, Cyprian desde Trieste, Reef desde Marienbad, Yashmeen desde Viena) encontramos la confortable lírica de Pynchon, onírica, imaginativa, siempre creativa y, en estos momentos, conmovedora.

Se muestran otros hechos que reflejan lo que ha sido el siglo XX, desde el conflicto balcánico (“El infierno se desató tras el anuncio de Austria de que pretendía anexionarse Bosnia”) hasta los conflictos raciales en América (“Por un instante él comprendió, como si rozara la brisa levantada por un ala indefinida que pasara  ante su cara, que la historia de este terrible continente desde el océano pacífico hasta los hielos del Ártico era esta misma historia de exilio y migración, el hombre blanco avanzando sobre el indio, las corporaciones del este avanzando sobre el hombre blanco y sus incursiones con barrenos y dinamita adentrándose en las costuras profundas de las montañas sagradas de la tierra sagrada”).

Todo ello para reforzar lo ya expuesto anteriormente y, que casi llegando al final vuelve a mostrarnos en las palabras de uno de los chicos del azar: 

 “El corolario según había concluido Chick hacía ya mucho era que cada estrella, cada planeta que vemos en el cielo no es más que el reflejo de nuestra única Tierra a lo largo de una trayectoria distinta del espacio-tiempo minkowskiano. Por tanto, viajar a otros mundos es viajar a versiones alternativas de la misma Tierra. Y si ir hacia arriba es como ir hacia el norte con la variable común de que hace frío, la dirección análoga en el tiempo si nos atenemos a la Segunda ley de la termodinámica, debería ser ir del pasado al futuro, en la dirección de una entropía creciente.”

“Estaban en la Contra-Tierra, en ella y sobre ella, pero al mismo tiempo en la tierra que nunca, parecía, habían dejado”.

No deja de ser paradójico ya que, ahora mismo, la realidad que estamos viviendo no deja de ser esta Contra-Tierra, tan diferente de lo que hemos vivido en otros momentos.

No me gustaría acabar este cuarto momento sin subrayar el giro a novela negra, que se marca de en la parte final del capítulo, con un Lew Basnight más cerca de un Marlowe o un Spade,  en la búsqueda de la cantante Jardine Maraca; un prodigio nuevamente, ya que utiliza un viaje en el tiempo para resolverlo y para que Merle, el padre de Dally, recorra la vida en el pasado de su hijastra y pueda de esta manera saber cómo le ha ido.

Historias dentro de historias, metaficción, cambios narrativos y de estilos. Este es Pynchon.

Y en poco tiempo, la conclusión.

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