“El consejero” de Cormac McCarthy

elconsejeroEncadenada a la reseña que puse ayer sobre “El Sunset Limited”  acabo este díptico del McCarthy más actual con la del reciente libro “El consejero”, que tampoco es una novela al uso; está estructurada como una obra de teatro que, finalmente, se convierte en el guión de la película homónima que se acaba de estrenar en EE. UU. dirigida por Ridley Scott y que tiene como actores a Michael Fassbender, Brad Pitt, Javier Bardem o Cameron Díaz, entre otros.

El riesgo del que hablaba en la reseña mencionada, desgraciadamente, se sigue manteniendo: un Cormac complaciente y más cercano al best-seller thriller, un trabajo alimenticio que le reportará no pocos beneficios pero que nos siguen cohibiendo al escritor que lleva dentro, ese escritor dudoso que no sabe muy bien por dónde tirar. Teniendo en cuenta esta base, cierto es que el libro se disfruta y supone un entretenimiento razonable por lo absorbente de la trama. No en vano está ambientada en el mundo del tráfico de drogas del sudoeste americano lindando con México y esto, inevitablemente, sabemos que es sinónimo de momentos duros o, incluso, como es el caso, durísimos.

McCarthy maneja sencillamente los elementos y poco a poco va tejiendo las pistas de lo que sucederá. Al mismo tiempo nos presenta los personajes y vuelven a convertirse en la personificación de su desencanto, en la siguiente conversación lo podemos ver:

“Westray: veo que tu mente está fabricando una imagen turbia. ¿La conoces bien, a ella?

Consejero: no tanto como bien.

Westray: porque a una persona no la conoces hasta que sabes lo que quiere.”

Los grandes traficantes son provistos de una personalidad pragmática, más allá de iras e indecisiones, esta frialdad resulta un tanto más perturbadora que un ataque pasional:

“Westray: ahí va otra idea, para que la medites. ¿Eso de las decapitaciones y las mutilaciones? Forma parte del negocio.  Hay que mantener las apariencias, ¿entiendes? No responde a ningún tipo de ira soterrada ni nada parecido. Pero a ver si adivinas a quien les gustaría matar en realidad.

Consejero: ni idea, ¿a quién?

Westray: a ti, consejero. A ti.”

En ese mundo no hay lugar para la compasión:

“Westray: te voy a decir una cosa, Consejero. Si tu definición de amigo es alguien que moriría por ti, entonces tú no tienes amigos. Bien te dejo.”

Con el cariz que toman los acontecimientos, las decisiones tomadas se vuelven irreversibles; somos esclavos de dichas decisiones:

“Consejero: ¿va usted a ayudarme?

Jefe: lo que debería hacer es ver la realidad de su situación. Ese es mi consejo. No soy quién para decirle lo que debería haber hecho. O dejado de hacer. Sólo sé que el mundo en el que intenta usted enmendar sus errores no es el mundo en el que fueron cometidos. Está en una encrucijada y piensa qué camino debe elegir. Pero no hay nada que elegir. Aquí no existe más que la aceptación. La elección se hizo tiempo atrás. “

En la siguiente reflexión del Jefe al Consejero volvemos a encontrarnos al McCarthy incrédulo y desencantado ante un mundo que hemos creado nosotros mismos y que, desde luego, no le gusta:

“Jefe: si. La encrucijada de comprender que la vida no da marcha atrás. No es mi deseo pintar el mundo en colores más tristes de los que tiene, pero conforme el mundo va dando paso a la oscuridad resulta cada vez más difícil descartar la idea de que en realidad el mundo es uno mismo. Algo que uno ha creado, ni más ni menos.“

En esta oscuridad el fuerte es el único que sobrevive, para Cormac está claro que esta vida no es la que él desea.

“Yo creo que si algo define al cazador es más lo que se ha librado de ser que lo que ha acabado siendo. No hay distinción entre lo que es y lo que hace. Y lo que hace es matar.”

Buena obra, pero lejos de la excelencia, esa prosa deslumbrante, por momentos, en el pasado.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Luis Murillo Fort para esta edición de “El consejero” de Cormac McCarthy.

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